Éxtasis (Saga Adrenalina II)

By DreamingwithMark

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"Hasta un perro sabe proteger a los suyos." Kiara ya no es Kiara. No al menos Capaldi. Tras la muerte de su h... More

Prólogo
Capítulo I
Aviso
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Aviso
Capítulo XVIII
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Capítulo XXII
Capítulo XXIII
Capítulo XXIV
Capítulo XXV
Capítulo XXVI
Capítulo XXVII
Capítulo XXVIII
Capítulo XXIX
Capítulo XXX
Nota

Capítulo II

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By DreamingwithMark

Babe Capobianco contó los fajos de billetes encima de la mesa de la cocina. Con un cigarrillo entre los dientes y los anillos y las pulseras de oro tintineando, se encargaba de organizar la economía familiar con más destreza que un agente de seguros. Tears esperaba apoyada sobre los codos su parte. Cuando su madre le entregó el fajo de billetes sonrió, le dirigió una mirada a DD Junior que se encontraba sobre la encimera, y se lo mostró zarandeándolo.

-Creo que hoy mamá va a tener una agradable tarde de compras – dijo guardando el fajo en el bolso de Chanel.

-¿Hay alguna vez que no la tengas?

Babe apiló los fajos en una esquina de la cocina. Se acercó al salón y encendió el televisor. A las cinco comenzaba su telenovela favorita.

-Eres increíble – Tears rodó los ojos -. ¿Cómo puedes ver esa mierda? ¡Eso no pasa en la vida real!

-Ya, tampoco creía que las adolescentes se quedaban embarazadas pero mira, la telenovela acertó – Babe cruzó las piernas y se ajustó el vestido con gesto triunfal.

De repente, el programa se interrumpió para dar paso al informativo. Un importante accidente de tren, decían.

-¡Oh, mierda! ¿Qué culpa tengo yo de que el maquinista sea daltónico y no sepa distinguir las señales?

-¡Mamá!

El móvil de Babe sonó y descolgó mientras le decía a su hija menor:

-Es cruel, pero es la verdad. ¿Sí? No, todo al almacén del sur... Sí, los camiones de Miami al almacén sur también, el resto que lo traigan aquí... Me parece perfecto lo que Jack haya dicho, tú hazme caso a mí que soy quien te paga. Vale... No... A las diez... Ajá... Pues cárgatelos si hace falta pero tienen que estar para el lunes...

Tears intentó llamar la atención de su madre sin resultado. Necesitaba las llaves del coche. Las del Ferrari en concreto. De compras se iba con el Ferrari. Cogió el mando a distancia dispuesta a subir al máximo el volumen de la televisión para que la escuchase cuando una imagen en la pantalla la dejó helada. Subió el volumen, ya no para que Babe dejase el teléfono sino para escuchar lo que estaban diciendo.

Babe apartó ligeramente el móvil de su oído para gritarle que le quitase la voz a ese condenado aparato; el tipo con el que hablaba no le estaba haciendo caso y estaba muy nerviosa. Pero, como su hija, se quedó helada al ver la imagen en la televisión. Colgó y soltó el teléfono.

En la pantalla, saliendo de unas instancias policiales y escoltados por guardias, se encontraban Hell y una joven de bonitos rasgos asiáticos. Iban tomados de la mano, muy juntos y casi caminando al mismo ritmo. En la caja de información del telediario se informaba de la presunta implicación del hijo del famoso empresario Alfred Lerman y su esposa en el accidente de tren acontecido en Estambul. Eran los únicos supervivientes.

-¿Y ese interés en el telediario?

La figura elegante de Jack Golding se colocó junto al sofá en el que estaban sentadas madre e hija. Ambas, absortas y algo pálidas. Entonces Jack se percató de la noticia y dio una largo silbido. Tears estaba a punto de decir algo cuando su madre señaló a su cuñado con la mano izquierda y a su hija la apuntó con el cigarrillo. No apartó los ojos del televisor ni un solo momento.

-Quiero todos los datos. Hora de salida, hora de llegada, número de pasajeros, imágenes de ambos en la estación, asientos asignados, nombre de la mujer, edad, peso y nacionalidad...

-¡Es china, mamá! – la cortó Tears señalando el televisor como si fuese evidente.

-Pasaporte de ambos, reservas de hoteles, recibos de las tarjetas y los papeles de ese matrimonio. Consigue un abogado y una orden de intervención diplomática. Quiero a mi hijo en Estados Unidos en menos de veinticuatro horas.

Jack simplemente dio media vuelta y se alejó con su característico andar elegante mientras sacaba el teléfono del bolsillo. Después Babe, todavía apuntando a Tears con la colilla dijo:

-Llama a tu hermano. Ahora.

Tears asintió muy lentamente pero obedeció. Babe solo continuó mirando la pantalla. Lanzó el cigarrillo sobre la alfombra persa, lo pisó y en la tela quedó una marca oscura.

-Ay, DD, mira la cara de nuestro hijo... - susurró con las manos en la barriga – Apuesto mi colección de Louboutin a que tiene más mierda en el cuerpo que un yonki de Brooklyn.

-Mamá, por favor, no hables con papá delante de mí, ¿vale? - Tears continuaba marcando a Hell con insistencia -. Da muy mal rollo.

-La culpa es mía. Debí haberlo vigilado más.

-Tiene casi veintidós años. Es su vida. Si lo meten en la cárcel se lo tiene merecido.

Babe se levantó de golpe. La miró muy fijamente y Tears retiró sus palabras de inmediato. Había metido la pata, lo sabía. Cuando Babe Capobianco se ponía en pie y se erguía sobre sus tacones era porque pensaba hacer algo peligroso. Peligroso como abofetearla, gritar, amenazar, o peor, no darle las llaves del Ferrari.

-En esta familia solo existen tres normas. Dime cuales son.

Tears asintió con la mirada gélida de su madre puesta en ella.

-El respeto – contestó - Respeto a nuestros amigos. Respeto a nuestros enemigos. Hacernos respetar.

Babe asintió.

-Pues entonces recuérdalo muy bien antes de abrir la boca. Tienen razón, ¿sabes? Los que dicen que los jóvenes estáis hechos un verdadero desastre. Sin respeto no somos nada. Ni siquiera estiércol en el que se revuelcan los puercos. Y en esta Familia, el respeto soy yo.

Tears volvió a asentir. DD Junior lloró en la cocina y su madre fue a atenderlo. Babe, en el salón, volvió a hablar con su marido:

-A veces pienso que pertenecemos a la supremacía, cariño. Tan inteligentes, tan poderosos, tan respetados. Realmente lo pienso. Luego veo a nuestros hijos y lo que hacen, lo que dicen, y se me pasa.





* * *





La habitación del hotel olía a humedad. A humedad y a frío. Se acercó a la cama para alcanzar un cigarrillo del paquete casi vacío y se lo llevó a los labios. Un sabor agrio subía por su garganta hasta el paladar. Supuso que debía ser por el vodka de la noche anterior. Sabía que tenía que irse pero no sabía a dónde. ¿Alguien estaba subiendo o eran imaginaciones suyas? La puerta realizó un gemido chirriante cuando giró el pestillo y se quedó con el corazón palpitando muy deprisa. Estaba paranoica. No era para menos dado que la ciudad debía estar llena de hombres de su padre buscándola. No podía dejar que la encontrasen o lo pasaría realmente mal. Adiós a su libertad para siempre. Adiós a poder respirar.

Por la ventana podía ver cómo la lluvia caía suavemente sobre el asfalto húmedo. Una gruesa capa de niebla limitaba el cielo de las primeras horas de la mañana. Kiara necesitaba ver a alguien, pero no sabía con exactitud a quién. Tal vez fuese cualquier persona con la que conversar. Alguien como una amiga. Alguien como Lola. ¿Cómo estaría? ¿Qué estaría haciendo en aquel momento? ¿Se acordaría de ella de vez en cuando? Kiara hacía meses que no la veía y mucho menos hablar con ella. De vez en cuando escuchaba de voz de sus nuevos amigos que estaba con un nuevo chico o qué tal le iba estudiando en la universidad. Entonces Kiara sonreía a esos nuevos amigos y hacía como que no le importaba, porque los nuevos amigos eran mejores que los viejos como Lola, y los nuevos amigos no la juzgaban. A los nuevos amigos de Kiara no les importaba lo más mínimo lo que hiciese ni cómo se comportase, ni lo que bebiese, ni lo que fumase, ni con quién se acostara. Era una independencia dependiente que a Kiara la hacía sentir confusa, porque los nuevos amigos estaban bien para ir de fiesta, pero no para decir cosas. A Kiara le apetecía contarle esas cosas a Lola. Así que intentó no pensar en qué estaba haciendo mientras se dirigía por la avenida central hasta River Street, en la esquina de la cual, se encontraba la casa de su antigua mejor amiga.

Las persianas estaban levantadas. En el jardín, muy bien cuidado y decorado, se encontraba el padre de Lola montando una especie de banco de trabajo mientras observaba un folleto informativo. Kiara se quedó tras un coche al otro lado de la calle. El clima húmedo la hacía sentirse sucia. No fue hasta ese momento cuando se dio cuenta de lo que quería un abrazo de Lola. No solo lo quería, lo necesitaba. Más que un cigarrillo, más que ver a Hell, más que el propio aire.

Cruzó la calle y entró a la casa por la parte trasera. Sabía lo que debía parecer eso. Nada bueno, por supuesto. Tal vez la madre de Lola la confundiese con una vagabunda drogata. Ella misma se lo llamaba cuando se miraba al espejo. Sin embargo, la única que estaba en la cocina era Lola. Llevaba el pelo recogido en un moño alto que bailaba al son de la música de sus auriculares y a excepción de la camiseta holgada y las braguitas, no llevaba más ropa encima. A Kiara le entró frío solo de verla.

-¡JODER! - gritó Lola soltando la tostada y el cuchillo con el que estaba untando la nutella.

Se quedó mirando a Kiara muy fijamente y se quitó los auriculares de un tirón brusco.

-¡Qué susto me has dado!

Lola pareció forzarse a sí misma a actuar normal y le ofreció una tostada. Ella rehusó.

-El otro día hablé con Nicky. ¿Te acuerdas de ella? Fuimos juntas al campamento de verano en último curso...

Kiara asintió y entreabrió los labios. Se sentía realmente incómoda mientras Lola hablaba, como si acabasen de verse el día anterior y no casi un año.

-Lola...

-¡Y Julia, deberías ver a Julia, se ha puesto como una vaca!

La nueva interrupción le puso las cosas difíciles. Tal vez no había sido tan buena idea.

-Lola...

Todos los intentos de Kiara por llamar su atención fueron en vano. Lola ni siquiera la miraba. Tenía los ojos llorosos mientras untaba tostadas de forma mecánica cada vez de forma más torpe. Kiara también tenía ganas de llorar.

-Lola, podrías parar un momento y...

-Y Mark es un amor pero es muy cabezota. Acabo dándole la razón en todo porque sino estaríamos siempre peleados y a mi realmente me gusta, ¿entiendes lo que quiero decir? No sé, pienso que tal vez podrí-...

-¡Nena!

Lola la miró y soltó el cuchillo.

-Estoy aquí.

Lola no contestó.

-Lo siento – susurró Kiara -. Lo siento mucho, Lola. De verdad que lo siento. Tías antes que tíos, ¿recuerdas? Me lo salté pero te prometo que no volveré a hacerlo, de verdad.

Lola alzó los ojos hacia el techo reteniendo las lágrimas en los párpados y puso los brazos en jarra.

-¿Tienes idea de las veces que te llamé? ¿De las veces que fui a tu casa a buscarte? ¿Tienes idea de lo preocupada que he estado?

-Lo siento, debí ser sincera contigo, debí haberte contado todo pero es que...

-Es que nada, Kiara. ¡Es que nada!

Kiara se calló y se miraron fijamente unos segundos. No recordaba haber visto a Lola tan enfadada en su vida. Daba miedo. Supuso que por eso la incomodaba. Cuando alguien se enfada muy a menudo es como si una parte de nuestro cerebro lo calibrase como un acto normal pero cuando sucede con alguien que suele mantener las cosas en su sitio como era el caso de Lola, da puro pavor. Y Kiara no sabía qué hacer porque ella también estaba enfadada.

-Me he equivocado, te estoy pidiendo perdón.

-Y yo te estoy diciendo que eres un idiota. Una tremenda idiota, Kiara Capaldi. ¿Cómo se te ocurre juntarte con esa gente, con esa panda de fumetas y drogadictos? ¿Qué demonios estás haciendo?

Ahí estaba la cuestión. “¿Qué estoy haciendo?”, se preguntó en su interior.

-La universidad, ¿te suena de algo? Hemos querido ir desde pequeñitas. ¡Universidad y tío buenos everywhere! Y tú no solo no te has matriculado en matemáticas, que se te dan de puta madre, sino que escoges una carrera que ni te va ni te viene y asistes una vez al mes.

-No me gustan las mates – contestó algo confundida -. Me gusta dibujar.

-¡Entonces dibuja!

Kiara volvió a quedarse callada. Entreabrió los labios para decir algo pero su mente se quedó en blanco. “Es que no puedo. La he cagado demasiado, Lola.”, quiso haber dicho. Pero no dijo nada y Lola continuó preparando tostadas con nutella con rabia contenida.

-No soy una drogata – murmuró.

-Pues no es lo que se dice.

La voz fría de Lola la dejó desconcertada. Le sentó como una patada en el estómago. ¿Cómo que no es lo que se dice? ¿Qué es lo que se dice?

-La gente es estúpida. No saben nada.

-Ya, yo tampoco sé nada – respondió Lola -. ¿Por eso soy también estúpida?

-¡Yo no he dicho eso!

-¡Yo, yo y yo! ¿Has pensado alguna vez en alguien que no fueses tú, Kiara?

-Pienso en ti. Mucho. Me alegra ver que estás bien.

-Me gustaría poder decir lo mismo.

Una nueva patada en el estómago. Se sintió como si la tirasen al suelo y la moliesen a palos. Casi podía sentir el sabor de la sangre en la boca. Tomó una gran bocanada de aire para no llorar. Hacía mucho que no lloraba. Kiara había aprendido a ser mucho más fuerte y a no llorar. Ahora solo sabía que como dijese una sola palabra más estallaría en llanto.

-Necesito ayuda, Lola. Te necesito.

-Yo también te necesité y no me hiciste caso. No me escuchaste. Tal vez hable demasiado y para alguien como tú, tan inteligente y madura, mis consejos fuesen basura. Mierda, me ha salido un pareado... Pero ahora las cosas están así. La gente se cansa, Kiara. Todos tenemos nuestros propios problemas. La cuestión está entre compartir o no nuestra oscuridad con el resto. Y tú lo único que has hecho es hundirte más y más despreciando mi ayuda.

“Mis problemas son míos”, contestó Kiara en su interior algo ofendida.

-¿O acaso no te acuerdas cuando fui a saludarte en la fiesta de Zach? Me giraste la cara, literalmente. Te reíste de mí con esa pandilla de piojosos.

-¡Estaba mal!

-¡Estabas colocada!

La paciencia de Kiara se desbordó en ese mismo instante. Le dirigió una última mirada a Lola y como si fuese una niña pequeña tiró al suelo los vasos que había sobre la encimera. Lola ni se inmutó, sino que se quedó muy quieta hasta que ella se marchó con un portazo.

La humedad de la calle le daba ganas de vomitar. Necesitaba otro cigarrillo. No, no necesitaba otro cigarrillo; necesitaba ayuda. ¿Y si Lola tenía razón? ¿Y si su padre tenía razón? ¿Y si lo único que debía hacer era tomarse una vacaciones y visitar un psicólogo? Se llevó las manos a la cabeza, confusa. Reprimió un sollozo, se dio un par de palmadas en el rostro pálido y continuó caminando. A lo mejor podía solucionarlo, podía hacer que las cosas volviesen a ser como antes. Entonces recordó que Liam estaba muerto. Su hermano era lo único que tenía en el mundo y ahora no estaba. Se preguntó esta vez si alguien allí afuera la estaría echando en falta. ¿Tal vez una madre alcohólica o un padre ex-jugador de rugby? Incluso sus raíces estaban podridas.

Al final de la calle, un monovolumen pasó lentamente plantándole cara a la niebla. Kiara alzó una mano mientras con la otra arañaba la tela de su chaqueta. El coche se detuvo y Rhett Capaldi bajó con expresión fría en el rostro. Kiara se dirigió hacia él. La peor decisión de su vida.

¡Hola a todos, ya estoy aquí! Siento haber tardado tanto pero tenía que poner varias cosas en orden. Lo primero espero que os haya gustado el capítulo. Os he dejado aquí arriba (como véis han cambiado la organización de Wattpad y la verdad no sé si me gusta mucho) una imagen de la chica que va con Hell (la actriz es Miki Honoka) y una canción de One Direction.

No sé si sabéis que no soy precisamente amante de este grupo pero sé que por aquí tengo muchas lectoras directioners y quiero mimarlas un poquito ahora que Zayn ha dejado el grupo :3 La verdad es que me parece una lástima porque son muy buenos en su estilo. 

Ya lo último, si hay algún fan de Violetta por ahí, me encontré en Bélgica con Jorge Blanco (León en la serie) y es incluso más guapo que en la serie y muy simpático. Se lo digo a todo el mundo y yo solo he visto un par de capítulos de la serie XD. ¡Un beso enorme y gracias por leer!

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