Una Perfecta Oportunidad © 30...

By AndreaSmithh

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Segunda parte de "Una Perfecta Equivocación" ¿Alguna vez pensaste en pasar un verano en Italia? Parece una fa... More

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SINOPSIS
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By AndreaSmithh


Despedimos a Isabella al día siguiente, demasiado temprano para tener los ojos abiertos...

Y desde luego demasiado pronto para llorar.

Fue ella quien irrumpió a las seis de la mañana en la habitación de Jax para despedirse. Me obligué a levantarme en menos de cinco minutos y vestirme con unos pantalones y top que no combinaban nada para acompañarla a la estación. Principalmente porque la camiseta seguía siendo la de Jax, que le había robado para dormir. Y olía a discoteca, a noche, y a él.

Nos dimos muchos abrazos y besos sonoros antes de que se subiera al autobús la última, junto a la cola de turistas.

Volvería a verla pronto, pero una parte de mí sabía que este tipo de despedidas solamente me estaban preparando para la vida.

Porque en menos de una semana me despediría de Chiara, de Angelo, de la Nonna... y de Jax.

Mi tristeza por decir adiós a Isabella se terminó con un sueño, cuando Jax me guió de nuevo hacia su habitación. Me abrazó sin dejar de acomodarme contra su pecho, hasta que de alguna forma volví a quedarme dormida.

Cuando abrí los ojos de nuevo la luz iluminaba la habitación y sus brazos ya no estaban sobre mí. En su lugar lo escuché en la ducha.

Me incorporé confusa, tomando el teléfono que había en la mesita, junto al suyo. En la pantalla encontré un mensaje de mi amiga, junto la hora diciéndome que eran las once del medio día. ¿Cuánto tiempo más había dormido?


ISA: UNA SEMANA PARA VERNOS DE NUEVO. Piensa en eso, amor.


Y muchos emojis de corazones.

Sonreí y dejé el teléfono sobre la mesa. Me puse de pies y caminé hacia el baño.

El hotel que había escogido no era de lujo, pero tenía una decoración simple y sosegada. Era limpio y sin ruido.

Mis pies caminaron sobre el suelo frío y tranquilo. No llevaba más ropa que su camiseta y la interior, y sentí cómo se me incendiaban las mejillas al recordar la forma en que me la había quitado la noche anterior. O sus ojos cuando vieron el conjunto.

El sonido de la lluvia se intensificó cuando abrí la puerta del baño. Allí había mucho vapor y calor.

—¿Jax? —Llamé.

Lo último que quería era asustarle, pero no obtuve respuesta.

Seguí hasta la puerta de la ducha, opaca por culpa de la humedad. Arrugué mi mano en un puño y golpeé el cristal, llamándole. Podía notar su cabello oscuro asomando por ella.

—¿Jax? —Llamé de nuevo.

Su cabeza se giró, pero no llegué a ver los ojos.

—¿Piojosa? —Preguntó.

Y antes de que pudiese añadir nada más abrió la puerta. Me aparté justo a tiempo de que no me llevase por delante, haciéndome a un lado mientras él salía.

Al elevar la mirada me encontré a Jax completamente desnudo.

—Eh... ¿buenos días? —Preguntó con una sonrisa ladeada.

A través del vapor del ambiente mis ojos viajaron a su rostro, a su pecho increíble y musculoso, a su piel tostada por el sol, a su...

—Eso sí que es un buenos días —me burlé.

Y menudos "buenos días".

—¿Por qué no vienes a dármelos en persona? —Replicó, sonriéndome con picardía.

Una parte de mí se sonrojó, y otra... No le hizo preguntar dos veces.

Me quité la blusa y me adentré dentro de la ducha, chocando contra su cuerpo y haciendo la humedad chapotear.

Las gotas se sacudieron a nuestro alrededor. Su pelo húmedo me mojó a la vez que el agua de la ducha, al tiempo que bajaba la boca hasta la mía para besarme.

Sentí cómo me hormigueaba el estómago, pidiendo más. ¿Cómo viviría sin aquella sensación?

Sin la forma en que me reconfortaba con sus abrazos.

Sin sus besos.

Sin su tacto.

Sin su sabor.

Sin él.

Pero ese era problema de la Olivia del futuro. Esta disfrutaría de la que tenía ahora... porque no había tiempo de lamentos.

Tiempo era lo que nos faltaría.

Sus dedos recorrieron mi cuerpo, apresurados, mucho más que otras veces. Encontraron mi ropa interior y se engancharon en ella mientras me hacía girar. Coloqué las manos en la mampara de cristal y ahogué un grito cuando sentí sus labios posarse en lo alto de mi espalda.

Despacio fueron bajando, trazando la forma de mi columna. Y al mismo tiempo tiró de mi ropa interior, empapada, hacia abajo, deshaciéndose de ella.

Cuando se incorporó de nuevo y alejó los labios de mí, clavó de vuelta los dedos en mi cintura. Con brusquedad me agarró de la cadera, pero lejos de importarme, consiguió sacar un jadeo del interior de mi garganta.

Mis piernas se apretaron, deseando sentir algo más en su palpitante centro. Y sus labios regresaron a mi espalda. Noté cómo volvía a hacer el camino de mi columna, pasando despacio por cada parte de mi piel, hacia el sur... llegando al lugar donde se perdía la cintura.

Cerré los ojos, notando como seguía bajando y sus dedos se clavaban en mi trasero.

—Gírate.

Sonó a orden.

Y yo obedecí.

Estaba muy húmeda antes de que sus manos me abriesen por los muslos y su lengua llegase. Atravesó cada barrera que tenía, abriéndose paso hacia mi intimidad.

El primer paso lamiendo la piel sensible de aquella zona hizo temblar mis piernas.

—Oh, mierda —susurré—. Jax...

Pero mis ruegos no le hicieron parar, y tampoco quería.

Su lengua lamió mis labios, mi interior, e hizo estallar mi clítoris. Me hizo agarrarme al cristal de la mampara mientras me llevaba al extremo, mientras pensaba si todo aquello era un dulce sueño o una realidad abrumadora.

Y cuando regresé de nuevo a la tierra él invadía mi espacio personal.

Jax se incorporó y sus labios fueron a mi cuello, a mi pecho, a mi cintura...

Me hizo desearle y extrañarle a la vez.

Arañarle y acariciarle.

Gemir y suspirar.

No tener suficiente mientras sentía demasiado.

—Te deseo demasiado —gimió sobre mí—. Dime que puedo.

Apenas percibí cómo asentía. Mis dedos se clavaron en sus hombros, deseando más después de aquella explosión de placer.

—Puedes —susurré.

Sus labios arrasaron sobre los míos, besándome con fiereza. Con ganas. Con las mismas que yo tenía.

—No sabes cuanto te deseo —susurró contra mi boca.

Me hizo girar de nuevo, colocándome de cara a la mampara, y noté su dureza contra mis muslos. Se fue haciendo camino, despacio, y cuando estuvo cerca sentí cómo me abría para él, deseando más.

—Joder, Olivia —gimió mientras penetraba en mi interior—. Ah...

El agua caliente salpicando en todas direcciones. La humedad del ambiente. La situación. Todo ello hizo que cuando él consiguió llenarme por completo yo ya estaba lista para volver a irme.

Como si lo notara su mano derecha rozó mi cadera y luego fue directa a mi clítoris, frotándolo mientras comenzaba con movimientos acompasados.

En aquel baño solo se oía el correr del agua, de nuestros jadeos y nuestros cuerpos. Éramos uno solo.

Y en mi interior solamente deseé que eso no fuese una nueva despedida.

Porque sentía que esa vez, decirle adiós a Jax, sería demasiado.


*****


Angelo y Chiara desaparecieron antes de que nos diésemos cuenta. Sucedió más o menos así:

—Nos vemos en el desayuno.

—Vale.

—No bajamos a desayunar.

—Vale.

—¿Comemos cerca de la Fontana?

—Vale.

—¿Lo dejamos para más tarde?

—Vale.

Y sin querer Jax y yo estábamos plantados delante de dos patinetes cerca de Piazza Navonna, buscando la aplicación en el teléfono. Resulta que Roma podías moverte en una especie de patinete que recargabas con una app. Había muchos, y debías decidir cuál usar.

Nosotros escogimos la marca que teníamos más cerca, metimos diez euros para un bono diario, hizo un ruido raro y se activó.

Entre las especificaciones Jax me tradujo que era un patinete por persona y con casco, pero... La gente que habíamos visto hasta ese momento iba sin casco, y muchos dos en uno.

Aún sabiendo que era ilegal y no debíamos, decidimos hacerlo así. A suerte o muerte.

Jax dijo que si nos parábamos debía hablar yo y simular que no entendía una pizca de italiano. Tampoco era una tarea difícil.

Por suerte no nos hizo falta.

En el patinete fuimos hasta Trastevere de nuevo, y regresamos a la Fontana aunque en esa zona no nos dejaron aparcar y cambiamos de patinete. Jax también me llevó cerca del Coliseo y, en lugar de verlo, tomamos allí un autobús que nos llevó a las Catacumbas.

Me dejé guiar por él porque me fiaba. No solo porque esta no fuese su primera vez allí. Me di cuenta de que en realidad me fiaba mucho de él. Confiaba en Jax.

La visita estuve bastante bien. Las catacumbas era el lugar donde enterraban antes a la gente de allí, y estaba a las afueras de Roma, bajo tierra. Tenía varias capas según nos explicó nuestro guía inglés, y él nos llevó al subsuelo. A oscuras y con frío recorrimos los túneles que había bajo la tierra mientras nos explicaba las costumbres que tenían en la antigüedad, ritos religiosos, cómo se guiaban cuando no había mapas...

Fue extraño e interesante al mismo tiempo. Y después regresamos al centro de Roma en autobús. Jax me invitó a tomar unos espaguetis de un restaurante al que tenía muchas ganas cerca del centro y luego buscamos un patinete.

—Listo.

Me volví hacia él, que acababa de desbloquear el nuevo aparato que teníamos ante nosotros. El chisme ese hizo un sonido raro, como una melodía muy corta, y se iluminó. ¿Debía fiarme? Probablemente no quedaba otra.

—¿Te llevo o me llevas? —Propuso Jax.

Durante unos segundos me atreví con el "te llevo", pero pasaron varias cosas:

No conocía las calles de Roma.

No tenía equilibrio.

Jax agarrándome de la cintura me ponía nerviosa.

No sabía por dónde ir o no ir.

Y no me gustaba conducir aquella cosa en medio de tantos turistas y coches.

Al final regresamos a que él lo llevaba y yo me colocaba entre su cuerpo y el manillar, apoyando la espalda en su pecho mientras conducía por medio de Roma.

Hizo de guía, enseñándome bastantes sitios. Antes de que se pusiera el sol subió una colina. Primero paramos en unos jardines con una vista preciosa. Había mucha gente sacándose fotos, y él me dijo que era la Piazza Fiorenzo Fiorintini. Desde ahí podías ver incluso Ciudad del Vaticano.

Pero eso no fue tan increíble como la cerradura de Los Caballeros de Malta.

Cuando llegamos tuvimos que dejar el patinete a un lado en pause para hacer la cola. Una serie de gente esperaba para poner el ojo, literalmente, en la cerradura de una puerta.

Hice caso a Jax, que no quiso decirme de qué iba todo aquello hasta que llegó nuestro turno. Y a pesar del sol sofocante y el calor, supe que había merecido la pena. Al otro lado, rodeado de una preciosa arboleda como si se tratase de "Alicia en el país de las Maravillas", con un fondo azul y una cúspide blanca, estaba la Ciudad del Vaticano preciosa.

Parecía una pintura, y no una foto.

Jax me tendió su teléfono con una sonrisa socarrona para que le sacase una foto.

Nada más apartarnos alguien más ocupó su lugar, pero no nos quejamos.

Volvimos al hotel, dejando el patinete a un lado.

Cuando ninguno de nuestros amigos nos habló decidimos salir a cenar sin ellos, dejándoles un mensaje de aviso. Ambos respondieron con un "ok".

Fue extraño, pero significaba que estaban bien. Y que no les importaba que les dejásemos solos.

Me di una ducha con Jax, a la que si entro en detalles no termino el capítulo, y luego salimos de vuelta a Trastevere, porque me había encantado.

No llegamos a tiempo del aperitivo, ya que terminaba a las siete, pero sí para hacer la cola para cenar en un restaurante con muy buenas reseñas.

De hecho el local contaba con tres colas distintas que los camareros iban gestionando, que parecían estar divididas en parejas, grupos de tres y grupos de más. Luego te preguntaban si dentro o fuera y, tras unos cuarenta y cinco minutos, conseguimos nuestro sitio.

Mereció la pena, aunque fue extraño que el camarero preguntara nuestra opinión y apuntase su nombre para las reseñas online. Principalmente porque también se lo había hecho a la mesa que teníamos al lado.

Después Jax y yo fuimos caminando por el río, tomados de la mano y sonriendo.

Supe que para todos los demás éramos una simple pareja.

Una pareja más.

Una pareja.

Ese día llevaba un vestido verde con lazadas en los hombros y él se dedicaba a toquetear la tela, colocándola en su sitio, haciéndome cosquillas.

—¿Volvemos ya al hotel? —Pregunté.

No sé por qué, en realidad no quería hacerlo. Estar con él allí era como una pequeña burbuja en la que podría quedarme por siempre. Una en la que éramos una pareja común, con un futuro abierto y no simple y llanamente cerrado.

Una con posibilidades.

—Podríamos dar un paseo —propuso él.

Un paseo sonaba bien.

Comenzamos a andar alejándonos de Trastevere, donde habíamos vuelto a aparecer. Lo cierto es que entendía perfectamente por qué a mis amigos les encantaba aquella zona. Tenía mucho ambiente, de ese que no solo era concurrido, sino que te transmitía cierto encanto y buenas vibraciones.

En lugar de tomar otro patinete caminamos cerca del río. Había una especie de feria bajando las escaleras, justo a la altura del agua. Vendían camisetas, comidas, pulseras... Pero nosotros habíamos cenado de nuevo a la hora del aperitivo y ya estábamos llenos.

Entre luces y gente, regresamos a la parte de arriba y cruzamos el punte, pasando cerca del castillo de San Angelo. Jax me había tomado unas cuantas fotos horas antes, posando apoyada en los pequeños muros de piedra mientras él me hacía bromas para que la sonrisa pareciese natural.

Lo que al principio parecía un paseo tranquilo, de apenas una media hora hasta el hotel, se convirtió en mucho más.

Jax y yo comenzamos a hablar sobre nuestro futuro, sobre su viaje para conocer las distintas gastronomías del mundo y cómo de verdad se había planteado ser chef. Había mirado cursos, pero los mejores costaban dinero. Tenía la idea de viajar durante un tiempo por el mundo, aprender, y luego regresar un tiempo con su padre para ahorrar de nuevo y poder invertir en un buen curso de cocina.

El que él quería era demasiado caro, y demasiado difícil de lograr acceder. Le intenté decir lo bueno que era él y que seguro que lo conseguiría, pero no tenía tan claro que fuese así.

"Hay mucha gente magnífica en el mundo, piojosa. A veces, además de ser bueno, necesitas suerte. Necesitamos saber que no todo está en nuestra mano y nuestro esfuerzo, como no todo lo está en el destino".

Con esa frase quiso decirme que necesitaba mucho más que experiencia, habilidades y dinero para conseguir entrar en el curso que quería. El trabajo duro puede tener recompensa, pero todo afecta al final.

Me preguntó por mi sueño, si ya no quería ser maestra definitivamente.

Y no quería serlo. Madre mía. Ni siquiera sabía ya si podría tener hijos y no crearles un pequeño trauma a la hora de criarlos.

Me daba un poco de ansiedad pensar que no tenía tanto tiempo para decidirlo, pero no se lo quise decir. Una parte de mí solo quería huir de ese futuro inmediato que me esperaba, y otra poder tener la capacidad de decisión para escoger una profesión y seguir ese camino.

Se me daba bien trazar rumbos, no dejarme llevar.

Dejarme llevar me provocaba ansiedad.

¿Sería la única?

Angelo comenzó a llamar cerca de las dos de la mañana, después de que pasásemos por la Fontana y por fin consiguiéramos tirar nuestra moneda y sentarnos a contemplarla sin que hubiese millones de turistas. O cientos, para no exagerar.

Ni Jax ni yo cogimos el teléfono. Habían pasado de nosotros esa mañana. Si se les había perdido la llave del hotel podían pedir otra en recepción. Y si estaban preocupadas por nosotros... Se lo diríamos al día siguiente.

Jax fue quien apagó nuestros teléfonos. Después me tomó de la mano y me llevó a recorrer las calles de Roma de noche, todavía con gente. Ni punto de comparación con las que te encontrabas de día, pero más que en nuestra ciudad.

Y por un segundo, tan solo uno, me dejé llevar.

Y durante ese momento sentí que el destino me estaba una oportunidad.

Una perfecta oportunidad.

Hasta que cerca de las seis de la mañana, tras ver un precioso amanecer en el Coliseo, decidimos encender nuestros teléfonos.

Había muchos mensajes, pero yo me quedé en especial con uno de todos los que Angelo nos había enviado.


ANGELO: La Nonna ha muerto.


Lo siento.

Os voy leyendo 👀

Es lo único que puedo decir en estos momentos. No me hagáis daño 🥺

Quedan solo dos capítulos más y 1 epílogo, por cierto. ¿Preparadas? 🥺 Yo no.

Y eso que hoy puse las tres letras mayúsculas a esta novela. ¿Habrá tercera? No sé. Pronto os digo, que tengo que superar el final de esta novela.

Olivia y Jax evolucionan despacio, pero como dije en twitter, para mí lo necesitan. Necesitan crecer por separado, antes de ser una pareja unida. Si es que les dejo ser pareja, claro.

Dicho esto... ¿nos vemos la semana que viene con los dos caps finales?

Un abrazo lleno de lágrimas,

Andrea.


PD. Spoilers en mis redes sociales: "andrealetitbe" en twitter e Instagram

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