Obstinado poder © (Markov I)

By justlivewithpau

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Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... More

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Parte II
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Capítulo 10

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By justlivewithpau

Frente al espejo de su habitación, Eleanor se replantó la idea de ir a la boda junto a su propio socio. Y no era que le importase mucho lo que dijeran sobre él o ambos, sino la cantidad de preguntas que harían sobre Antonio, y tener que revivir la bronca de no haber tenido una respuesta sensata y solo un portazo en su cara por parte de quien fue su novio, era algo que esa noche deseaba olvidar.

Ni Lorenzo ni Caroline estaban al tanto de semejante locura, tampoco su madre que se caería de la silla al verla llegar con alguien al que no conocía. Daba igual, diría que era un amigo y que había ido para divertirse y celebra la unión de los novios, que si querían saber sobre su vida personal sacaran día y hora. Demasiado tenía en la cabeza como para lidiar con sus tías y primos.

En todo caso lo más importante y a lo que no había dejado de darle vueltas era el motivo por el que Emilio deseaba acompañarla. ¿Un favor? Si, claro.

Nada viniendo de ese hombre podría ser un favor. Estaba convencida que si le decía que el día estaba soleado debía salir y chequearlo ella misma. Era un hombre acaudalado, seguro de su presencia y propio poder y por tanto consciente que nadie le diría que no, menos una salida a una boda.

Pues bien, lo cierto era que ella no deseaba ir sola y estaba usándolo como excusa para que nadie la atosigara a preguntas. Apostaría que sus tías no se atreverían a mediar palabra si él ponía esa mueca de seriedad capaz de ahuyentar a cualquiera. Estaba aprovechándose de su propia situación, y por otro lado salvando a su equipo para continuar trabajando como venían.

Era un avance, y lo tomaría pese a ser consciente de que estaba poniéndose en desventaja.

Su vestido era negro.

Ni un centímetro de esa tela era del color que exigió Emilio y esa era su carta para no hacerle caso y someterlo a sus propias órdenes. Ahí nadie era jefe de nadie, y ellos eran socios, partes iguales pese a que él nadaba en dinero y el edificio fuese suyo.

No interesaba, le gustaba más ese vestido largo que se apretaba a su cuerpo hasta culminar en sus tobillos, dejando que sus curvas resaltaran sofisticadamente. Además, el vestido rojo que tenía no era de su estilo, ni llamativo, este si, al menos eso pensaba de la parte que apretaba su pecho como si fuese látex.

Parecía ahogarla y sus senos resaltaban con elegancia. Otro detalle que la familia de su padre notaría, más que nada las mujeres. Pues al diablo.

Con su cabello peinado hacia un costado en suaves ondas, sujetó su abrigo y cartera y salió a la sala al oír el timbre. Sabía que era Emilio, al menos fue lo que pensó al abrir la puerta y toparse con el mismo guardia que la escoltó el día de la visita a Irving.

Su inmensa figura derrochaba temor, incluso sus rasgos marcados y una cicatriz en su mejilla izquierda. Con sus manos en su espalda, meció su cabeza a modo de saludo, sin percatarse del esfuerzo que hacía Eleanor para no huir.

—Hola —dijo con cautela sosteniendo la puerta.

—Buenas noches, el señor Markov espera en el auto por usted —anunció sin esconder el acento fuerte y marcado en sus palabras.

—¿Por qué no ha bajado él? —se atrevió a preguntar dándose la vuelta para cerrar con llave.

—Tenía una llamada que atender, por eso me ha enviado a mi para no hacerla esperar.

—Ah.

Ambos empezaron a caminar por el largo pasillo hasta el ascensor, en donde esa mujer sintió que era un pequeño bicho que llegaría a ser aplastado por ese guardia o cualquier hombre que trabajara para él.

La leve música del ascensor fue suficiente para que no hablaran, y para ese entonces Eleanor creía que él no le dirigiría la palabra si no fuese estrictamente necesario, sumándole que cuando lo hacía la formalidad y seriedad resaltaban.

Una camioneta negra polarizada esperaba frente al edificio y ella era capaz de sentir la mirada intensa y azulada de Emilio sin poder ver nada hacia adentro. Odiaba esa sensación de ser observada aun sin saber si era así, pero es que podía sentirlo.

—Gracias —dijo hacia el guardia cuando le abrió la puerta.

La fragancia masculina tan intensa se caló en su olfato acompañada por el olor a cuero de los asientos. Eleanor se acomodó en el asiento manteniendo la misma distancia que la primera vez. La fiera mirada de ese hombre se alzó de su teléfono hacia ella permaneciendo más de lo esperado en su vestido.

—Veo que sigues desafiándome —mencionó con voz seca, pasando su mano por su mentón.

—Bueno, creo que iremos a juego —señaló su traje negro de terciopelo apeteciéndole pasar la mano en las mangas de su saco. El pañuelo rojo resaltaba en su bolsillo como si fuese sacado de una película romántica, pero él era todo lo contrario a eso.

Ambos de negro.

Y solo un pañuelo que los diferenciaba.

Con un movimiento de su mano, Emilio le indicó al chofer que emprendiera camino, volteando su rostro hacia la ventanilla. Eleanor arqueó una ceja sorprendida por su reticencia y silencio, se negaba rotundamente a ser acompañada por una momia a la boda de su primo. Además, ni siquiera le había dicho qué tal se veía. Y por un instante quiso abofetearse por esperar un halago de quien no debería. Tal vez la esperanza de que él siguiera diciéndole que lucía bien como antes de firmar el contrato aun persistía en su retorcida y oscura mente.

Qué más daba.

🖤🖤🖤

La larga fila de autos aparcados sobre el predio en donde se celebraba tal unión, la hizo apretar su mano sobre su falda. Podía contar de quienes eran cada uno, incluso que el primero era de su tía Alice, la cual iba a tener los detalles de cualquier cosa que sucediera.

Era de noche, y aunque la celebración sería hasta la madrugada, Eleanor se arrepintió de llegar ahí acompañada. Ahora que lo ponía todo en una balanza, fue una pésima idea venir con otro hombre, incluso con uno que no mostraba interés alguno en bajarse del auto hasta que ella lo hiciera. En cambio, tanto el chofer como el guardia si lo hicieron dejándolos solos.

¿Se venía un discurso ahí mismo?

La escena era bochornosa. Ella toda nerviosa y acomodando sus ondas, y él sereno con las piernas abiertas totalmente relajado a lo que se les avecinaba, más que nada a él que no estaba invitado oficialmente.

—¿Debo preguntar qué ocurre o me lo dirás?

Su tono autoritario no se hizo a un lado pese a que su voz era calma, normal.

—No sé qué esperar ahí dentro, pueden decirme muchas cosas si te ven conmigo —confesó sin importarle que esta vez lo había tuteado. Ya sus nervios hablaban por ella.

—¿Qué crees que dirán? —cuestionó con sus manos apoyadas en cada rodilla.

Inmenso, monstruoso y absurdamente atractivo. Lo peor es que él era consciente de ello.

—Mentiras.

—¿Por ejemplo?

Ella soltó un suspiró abanicándose con sus manos. Para Emilio era la tercera vez que hacía tal gesto desde que la conoció, y bastaba con ello para descifrar que estaba muriéndose de tanta ansiedad.

—Preguntarán por Antonio —carraspeó incomoda —. Sobre mi nuevo acompañante y cómo hice para seguir adelante tan rápido de mi antigua relación —relató un tanto cohibida de decir semejantes tonterías, pero era para advertirle lo que pasaría —. Sin contar que mi padre encabezará la lista de temas.

Con su atención puesta en el asiento de adelante, pudo sentir la abrasadora mirada de ese hombre sobre su rostro.

—Es tan sencillo como ignorarlos —decretó encendiendo un cigarro.

Eleanor soltó una corta risa sacudiendo su cabeza. Nada con su familia era sencillo, sobre todo con todos los que llevaban el apellido Lawson.

—Lo dices porque no eres de quien hablarán.

—Si quieres que hablen de mí no tengo problema. Me importa muy poco tu familia o lo que digan sobre mi presencia —decretó con dureza —. Debes aprender a no responder todo lo que se diga sobre ti.

—Ojalá hubiese recibido ese consejo antes, especialmente cuando acepté venir contigo. Siendo sincera prefiero irme a casa y ahorrarme todo el mal momento —admitió alzando sus hombros.

—No creí que salir conmigo fuera visto como un mal momento —acusó dejando que el humo llegara a ella.

—Esto no es una cita.

—¿No?

—Por supuesto que no —refutó descartando cualquier locura que atravesara esa retorcida cabeza. Esta vez ambos se miraban, y aunque un mechón rubio se separaba del peinado de Emilio, esa mujer hizo un esfuerzo sobrehumano para no acomodarlo.

Que locura.

—Creí que una vez pusiera un pie en esa boda todos verían que soy tu cita, lo que en verdad soy. Aquí no estoy para acompañarte, Eleanor, estoy aquí para entrar contigo y evitar que te dirijan la palabra tanto tus tías como tus primos —demandó peinando su cabello hacia atrás de una manera majestosa, hechizante. Sus anillos relucían entre tanta tinta de sus manos.

—¿Cómo...cómo sabes que serán ellos lo que me digan cualquier cosa? —inquirió frunciendo el ceño, dejando a un lado el impacto de sus palabras.

Él tardó unos segundos en responder, poniéndola más inquieta, mientras tanto la embrujaba con el movimiento de su mano y cigarro.

—Un presentimiento —disparó chasqueando su lengua.

Mentiroso.

—Da igual —alzó sus hombros —. Nada de lo que hagas ahí dentro evitará que murmuren. Siempre lo han hecho y más si me ven como una competencia porque Sebastián dejará el mando de la empresa de mi padre —exclamó recargando su barbilla en su mano.

Podía sentir el ruido de la música, ver a algunos invitados llegar a la boda con elegancia, mientras ella se resignaba a bajar.

—Supongo que tu madre estará también.

—Si —asintió. La única persona que no le importaba que opinara de su vida era esa mujer.

—Enfócate en ella y déjame lidiar con el resto —espetó sin la intención de soportar un reproche más porque ya se estaba bajando dejándola ahí sola.

Eleanor bufó cerrando sus ojos, buscando recobrar un poco de paciencia y calma. Necesitaba confiar en que él no permitirá que nadie mencione nada sobre su vida. Deseaba llevar la velada tranquila, haciendo de cuenta que su ex novio no era el insolente que terminó siendo, o que la familia de su padre apenas la soportaba.

La puerta a su lado se abrió casi que provocando que se cayera si no sacaba su brazo antes de tiempo. Emilio estiraba su mano indicándole que bajara, y tras alternar su mirada en él y en la fiesta que había a pocos metros, correspondió al gesto. La misma intensidad y calor de la primera vez la recibió, esta vez de una manera más intensa.

—¿Qué haces? —preguntó al intentar apartar su mano y él sujetarla entrelazando sus dedos.

—¿Qué te parce que estoy haciendo, Eleanor? —retrucó alzando sus cejas. Su rostro se endurecía ante la espera de su respuesta, pero su mano era tan suave sosteniendo la suya que el contraste entre ambas cosas la hizo dar un paso hacia atrás.

Tanto el guardia como el chofer conversaban entre ellos fingiendo que no eran conscientes de lo que ahí pasaba.

—Así hablarán aún más. Ni siquiera saben que he terminado con Antonio —renegó tirando de su brazo hacia atrás, pero sin obtener el resultado que esperaba.

Dios, ese hombre.

—Se los haremos saber ahora, y con ello nadie se acercará a incomodarte porque estaré yo para impedirlo. Andando —le dio la espalda poniéndose en marcha por la vereda hasta la entrada.

No sabía ni qué decir, tampoco como era capaz de estar de pie cuando su fuerte tacto seguía sobre el suyo causando estragos en su cabeza, pero, sobre todo, erizando la piel de sus brazos desnudos. Reconocía que estaba siendo llevada casi que a rastras y que a él no le importaba que los vieran así, tan cercanos.

¿En qué momento permitió tanto?

Al llegar a la entrada y anunciar su nombre, Eleanor continuó siendo dirigida por él quien yendo un paso más adelante y dándole la espalda, cambió la mano que la sostenía en total confianza, como si lo hiciera todo el tiempo. Un gesto tan masculino que Eleanor no pudo hacer otra cosa que morder su labio admirando la grandeza de su espalda, capaz de esconderla ante cualquier miembro de su familia en ese inmenso gazebo.

Sacudió su cabeza dándose cuenta de lo absurdo que era eso, pero cuando quiso detener sus pasos, su tía menos favorita apareció frente a ellos en medio de la cantidad de arreglos florares que adornaban la ansiada entrada de la novia.

—Eleanor, que sorpresa verte —saludó Mary fingiendo alegría. Sus ojos recayeron en Emilio para luego seguir hasta la unión de sus manos. El apretón que sintió fue la señal de que hablara.

No podía ser que estaba siendo guiada por el mismísimo diablo, pero es que sus neuronas apenas funcionaban ante tanta masculinidad y desconcierto.

—Gracias, pero creí estar invitada también —ironizó tras una sonrisa.

—Por supuesto que sí, solo que...esperábamos a Antonio —confesó mirando a su nuevo acompañante que no le regalaba otra cosa más que una cruda frialdad y aburrimiento mientras la observaba.

—Anto—

—Me encantaría quedarme a hablar con usted y decirle las razones por las que he venido en lugar de Antonio, pero ni a usted le importa ni a mí me interesa decírselas. Buenas noches —irrumpió Emilio dando por zanjado el tema y llevándolos hacia uno de los bancos vacíos en la ceremonia.

—¿Cómo puedes hablarle así? Pensé que habíamos quedado en que no respondería a nada —farfulló ella por lo bajo, encondiendo la fascinación por haber visto a su tía enrojecer de la vergüenza.

—Habíamos quedado en que no responderías nada, no yo —respondió dando una ojeada por todo el lugar. Eleanor aprovechó para buscar a su madre, pero la cantidad de personas se lo impedían.

—Puedo apostar que me quitará el saludo de por vida con lo que le has dicho —confesó observando a su tía cacarear con las demás. Echaba humos por las orejas y eso fue motivo para sonreír apenas.

—Bien. Una menos —demandó estirando la manga de su saco con sus anchos hombros hacia atrás.

Eleanor acaparó sus movimientos, el roce de sus manos que acariciaban el terciopelo con delicadeza. La ola de pensamientos retorcidos la hizo bajar su mirada. Trató de enfocarse en la fila de bancos a su lado, en el sacerdote frente a un palco a tres filas de distancia, pero nada de ello impidió que regresara a él y la manera discreta en la que arreglaba su saco.

Fue solo un instante el que demoró en fijarse en sus anillos, precisamente en la alianza en su dedo anular, que quedaba demasiado sofisticado ante los otros enormes.

¿Acaso...? ¿Acaso ese hombre estaba casado?

Que eso no sea cierto porque no iba a tolerar que además de hablar de su fallida relación, comenzaran a decir que era amante de un hombre casado. Lo cual no era nada parecido.

Pero... ¿Casado?

Tragando en seco, Eleanor escurrió sus manos por su abdomen hasta juntarlas frente a ella. Por más que intentase esperar a la novia e ignorar lo que acababa de descubrir, era imposible. ¿Cómo demonios es hombre vino a una boda cuando tenía esposa, y seguramente hijos? ¿Qué clase de persona haría semejante cosa? No eran amigos para que se llenara la boca diciendo que su presencia era un favor, o que la sostuviera de la mano y se mostrara ante su familia sin tapujos.

Eso no hacían los amantes, eso...

Ya no entendía ni siquiera porque los comparaba a ambos como amantes, tampoco la mezcla de enojo y decepción. Creyó que era diferente, poderoso y capaz de traer a quien sea a sus pies sí, pero no capaz de engañar a su esposa e ir a una boda con otra persona.

—Viene la novia —anunció él sobre su oído provocando un escalofrío por todo su cuerpo.

Eleanor se alejó un poco de su inmensa figura. Había algo en sentirlo tan cerca que la noqueaba, que mezclaba sensaciones que no deberían de existir, y menos ahora que sabía la verdad.

¿Cómo no vio ese anillo antes? Estaba convencida que no lo había visto.

Su primo Sebastián hizo acto de presencia sobre el palco, mientras los invitados se ponían de pie mirando hacia la puerta del gazebo. Amanda ingresaba tan elegante como hermosa ganándose los suspiros de casi toda la familia, menos de sus tías que cuchicheaban sobre la mala elección del vestido.

Aun estando de espaldas a él, Eleanor fue capaz de notar el calor de su pecho cerca de su cuerpo, como si estuviese resguardándola y acercándose por gusto. No la tocaba, pero su espalda casi que a punto de rozarlo decía otra cosa, algunas miradas sobre ella también.

—Vas a caerte si sigues alejándote —murmuró con voz gruesa sosteniendo su brazo al verla dar otros pasos. Ya no quedaba más espacio y si seguía así acabaría interrumpiendo el camino de la novia.

Suspirando, trató de pensar en otra cosa mientras el sacerdote decía todo el discurso. No lo estaba escuchando, su cabeza vagaba por tantos escenarios distintos que de pronto quería salir de ese lugar y respirar aire puro. Para su buena suerte, cuando el beso oficial terminó y la pareja abandonaba el lugar, se anunció que la fiesta seguiría en el inmenso gazebo que se hallaba a pocos metros de ahí, fue suficiente para no esperar por Emilio y salir cuanto antes de su lado.

Necesitaba distancia, y sobre todo no sostener más su mano si no buscaba problemas con su esposa o que ya empezaran a cuchichear sobre ella. ¿Qué tal si sus tías veían el anillo? No iban a tardar más de dos minutos para atar todos los cabos y desparramar le chisme.

Metiéndose al gazebo buscó la mesa que le habían asignado, su madre esperaba ahí sentada junto a sus dos amigas y vecinas.

El trio dinámico como ellas mismas se llamaban.

—Mamá —saludó anunciando su presencia.

—Hija, estaba buscándote. Justo le decía a Mary y Claudia que no sabía si habías llegado —se puso de pie para abrazarla —. ¿Qué tal estás, cariño?

—Preciosa como siempre, Eleanor —halagó Mary mirando su vestido.

—Gracias, ustedes también —sonrió pasando sus manos por su falda —. ¿Has visto la ceremonia? —inquirió sentándose en una de las dos sillas que restaban libres.

—Amanda estaba hermosa ¿A que si chicas?

—Ese vestido le sentaba de maravilla —respondió Claudia comiendo.

Por un momento Eleanor deseó que sus tías fuesen como ellas, que al menos el vínculo familiar paterno no envolviera únicamente a Sebastián y su esposa.

—No es lo que han dicho mis tías.

Su madre rodó los ojos conociéndolas muy bien.

—He vivido una vida entera junto a tu padre y no existió un día en que no hablaran de mí. Apuesto a que si se muerden la lengua son capaces de morir de tanto veneno —rio provocando que las tres carcajearan.

Hacía tanto no veía a su madre reír abiertamente, que el enojo desapareció, pero no la presencia de Emilio que se plantó frente a la mesa sosteniendo dos copas.

Una era Martini.

Eleanor volteó a mirar a las dos amigas de su madre que abrían la boca azoradas, seguro por lo que provocaba Emilio sin saberlo. Su madre en cambió sonrió poniéndose de pie.

—Señora Lawson, que placer verla de nuevo —exclamó él con educación, pero esa leve sonrisa que dejaba en claro que la conocía.

—Emilio, el placer siempre ha sido mío. Estás guapísimo, hijo —lo sostuvo de sus hombros mirando su atuendo, sin percatarse de lo perdida y estupefacta que yacía su hija —. No sabía que vendrías, tampoco que estabas en la ciudad.

Eleanor se removió en su lugar mirando hacia otro lado, siendo capaz de notar cuando él la observó, seguramente que con una mueca triunfante.

Estaba casado.

Casado, y deseaba que su madre le preguntara sobre su esposa e hijos para salir de la duda.

—Estoy instalado en la ciudad hace unos meses, y vine junto a Eleanor ¿No te ha dicho que estamos trabajando juntos? —disertó metiéndola de lleno en el tema.

Alzando su cabeza, lo vio regocijarse en su confusión, disfrutar de que no sabía nada y él en cambio podía saberse su carta astral y ella ni enterada.

—Ele, no me has contado nada —acusó su madre sentándose a su lado.

Emilio aprovechó para ocupar la silla que sería para Antonio y recargar su cuerpo con confianza. Dejó la copa frente a ella y esperó su respuesta.

—Bueno, tampoco es que sepas los clientes que tengo, mamá. No creí que lo conocieras tampoco —refutó cruzando sus piernas. Alternando su mirada más al frente, notó las sonrisas picaras de las amigas de su madre.

—¿Ha venido como tu socio o como tu acompañante? —preguntó Mary achicando sus ojos.

Antes de que Emilio respondiera, ella se le adelantó sujetando su mano por simple impulso. Estaba haciendo lo que a él no le gustaba y que le pidió no hiciera, pero demasiado enojo sentía y no encontraba una razón contundente para ello.

—Está casado ¿Creen que pueda venir como mi acompañante? —alzó su mano mostrando el anillo tomándolo desprevenido.

Sus dedos fueron apretados por los de Emilio bajando la mano enseguida. La mirada furiosa que lanzó sobre ella era capaz de incendiar todo ese gazebo, pero no iba a ser Eleanor quien agachara la cabeza primero.

—Entonces cómo socio...—prosiguió Claudia.

—Iré a saludar a los novios, con permiso —anunció él tensando su mandíbula sin mirarla.

Había despertado a la bestia tan temprano.

—Jamás conocí a su esposa, me resulta extraño que esté casado —acotó su madre siguiendo el camino de Emilio.

—¿De dónde lo conoces? —reprendió la castaña deseando sacarse tantas dudas de su cabeza.

—Trabajaba con tu padre, todo lo que sabe es porque él se lo ha enseñado.

¿Qué?

Recordó la conversación con Lea en uno de los eventos, donde le contaba que Emilio se había preparado durante años para ser quien era.

—¿Mi padre lo ha preparado? —preguntó deseando estar equivocada, porque de solo ser así muchas cosas empezarían a tomar un único rumbo.

Se daría cuenta que seguramente estaba buscando acercarse a ella para tener acceso a la petrolera de su familia, que el contrato que firmaron no era más que una fachada para obtenerlo todo, y que estar ahí en la boda era para que Sebastián se percatara de su presencia.

Porque si su padre lo preparó, su primo debía conocerlo.

—Si, tu padre iba a dejarlo en su lugar, pero el escándalo en la familia hizo que Sebastián tomara el mando. Sabes cómo son tus tías y no iban a permitir un extraño en la empresa.

Ahí estaba toda la verdad.

—No puedo creerlo —susurró pasando su mano por su pecho sin parar de unir todos los encuentros entre ambos. Todo terminaba en el interés de la empresa, no en sus habilidades en marketing.

—Es una excelente persona, Eleanor. Tu padre confiaba ciegamente en él. Y seguro podría haber hecho mucho más de lo que hizo tu primo al cual casi lo obligan a meterse en ese rubro —añadió.

—Pero es ruso ¿Qué tiene que ver mi padre con los rusos?

Su madre frunció el ceño ante su pregunta.

—Tu padre tenía negocios con quien sea.

Si, eso era cierto, pero aun así nada era casualidad, no podía serlo.

Cuando quiso seguir preguntando, Sebastián apareció frente a ellas saludando a cada una y tomando la mano de Eleanor para llevarla a la pista. Sin poder articular palabra, se dejó llevar por su primo.

—Estás hermosa, prima —halagó sosteniendo su mano y su cintura.

—Gracias, tú no luces mal tampoco —sonrió sin ánimos aprovechando para buscar a Emilio por todo el lugar.

—Perdón que pregunte esto, pero he visto que has traído a Emilio Markov contigo —soltó de repente sin dejar de moverlos.

Joder.

¿Acaso todos sabían de su existencia menos ella?

Eleanor abrió la boca para responder, pero sus ojos lo encontraron apoyado contra una mesa vacía, bebiéndose un trago sin apartar sus ojos azules de ella. Era como si supiera de lo que hablaban.

—Si, he venido con Emilio —apretó sus labios.

Algunas parejas acompañaban la lenta música, pero esa mujer era incapaz de darse cuenta lo que bailaban.

—¿Has firmado algo con él?

—¿Qué? —arrugó su frente ante esa extraña pregunta.

Sebastián sacudió su cabeza dejando que unos mechones negros cayeran a su rostro.

—Solo respóndeme si lo has hecho o no.

Tenían la suficiente confianza para hablar de su vida privada. Era con el único de sus primos que se crio desde pequeña. Eleanor llevó de vuelta su mirada hacia Emilio, esta vez él se cruzaba de brazos y continuaba observándola, acechándola. Tan malditamente siniestro que quiso hacer un pozo y esconderse.

—Estamos trabajando juntos. Ha contratado los servicios de mi empresa para la suya.

Sintió como la mano de su primo se tensó bajo su tacto.

—Lee ese contrato de nuevo, Eleanor, y apenas hazlo búscate un abogado —aconsejó con seriedad.

—No estoy entendiendo nada de lo que dices. ¿Qué tiene que ver que haya trabajado para mi padre o que fuese a quedar al mando? Mis servicios son apartes —se defendió aun sabiendo que podía ser cierto que él estuviese interesado en la empresa familiar, pero una estúpida esperanza en su pecho deseaba creer lo contrario.

—Nada es aparte cuando se trata de Emilio Markov. Todo tiene un porqué, cada detalle que veas, todo—explicó cerca de su oído.

—Está casado, si temes que intente algo conmigo.

Tendría que haberle dicho que ella seguía de novia, pero no le mentiría a la única persona que se alegraba de verla ahí.

—¿Casado? —la hizo girar volviendo a sujetarla —. ¿Cómo sabes que está casado?

—Bueno, hoy descubrí la alianza que lleva en el dedo, la cual no había notado antes. Si eso no es suficiente no lo sé —recalcó moviendo su cabeza.

Emilio seguía mirándola, sin perder detalle en ningún paso que daban.

—Joder, ¿Cómo no pude saberlo? —reprendió Sebastián entre dientes —. Perdóname, Ele. Por favor, perdóname —comenzó a disculparse provocando que se detuvieran.

—¿Perdonarte qué cosa? Sebastián —preguntó buscando que la mirara a los ojos, pero la vergüenza en el rostro de su primo y sus hombros caídos se lo impedían.

—Tendría que haberlo sabido, haberlo detenido —mencionó con pesar —. Búscate un abogado, Ele, y lee ese contrato —repitió sosteniendo su rostro entre sus manos.

La confusión, y la cantidad de sucesos en una noche casi la hacen perder el equilibrio, pero unas manos que ya conocía sujetaron su cintura por atrás y bastaron para asegurarla en su lugar. La mirada que Sebastián le regaló a Emilio advertía peligro.

Las preguntas eran tantas; ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué debía revisar el contrato? ¿Qué tenía que ver el anillo?

"Una alianza inquebrantable"

"Cinco años a mi lado"

Las risas que vinieron después.

No.

No, y no.

Eleanor se giró rápidamente y sujetó la mano de Emilio sacando el anillo con agilidad, sin que pudiera negarse. Si la luz no fuese tan fuerte y diera sobre ellos, diría que estaba alucinando, pero ahí, en medio del salón y entre su primo y Emilio, y mientras el baile continuaba, esa mujer leyó la parte interior del anillo.

"Eleanor"

—Perdóname Ele, no sabía que estaba en la ciudad, debí advertirte —se apresuró a decir su primo dándose cuenta que las sospechas eran ciertas.

—¿Advertirme? —balbuceó contemplando la joya.

—Supongo que ahora puedo bailar con mi futura esposa o ¿Quieres seguir llenándole la cabeza sobre mí? —espetó Emilio de mala manera, colocando su fuerte pecho sobre la espalda de una pálida Eleanor.

Esposa

No.

Sintió que él los volvía a acomodar en la pista, que era sujetada con delicadeza por el único hombre del que tenía que escapar cuanto antes, pero no lograba coordinar sus pasos, tampoco ponerse a reclamar cuando su voz le fallaba.

Mirándolo a los ojos, teniendo que alzar su rostro unos centímetros, Eleanor comprendió que su alma estaba vendida al diablo mucho antes de lo que a ella le costó darse cuenta.









Ayy, este capítulo...no se compara en nada con los siguientes dos que se vienen y que culminarán la primera parte de la historia 😨.

Solo les puedo decir que las teorías que tengan así como las que tiene Eleanor, irán a la 🗑. Nada es tan obvio y menos les daré las respuestas cuando esto apenas comienza 🙄🤔😂.

Pero es bueno ir rompiéndose las neuronas, bye pecadoras ✌🏻. (Y si, yo también amo y odio a Emilio pero me puede 👄🌶😌)

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