Si ellas quisieran

By Heatherdelrey

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El rumor de que a la princesa no le gustan los príncipes ha desestabilizado al reino. *👸🏻 * Zephir acaba d... More

Leer antes de aceptar la corona ✨
2. ¿Te interesa?
3. Ahora soy parte
4. Amelié me ahorca (casi muero)
5. Shered casi me mata (No clickbait)
6. August y Milen
7. Me hice la tonta (Salió mal)
8. Un mafioso se me declaró
9. Dios dame paciencia
10. Quedé como pendeja
11. Me alcoholizó mi peor enemigo
12. Mensajes
13. Todo se fue a la mierda (era obvio)
14. La celestina
15. Rómpete una pierna
16. Sí me rompí, no la pierna
17. ¿Se besaron?
18. Emily Dickinson
19. Tú me dejaste caer, pero Astrohada me levantó
20. Sorpresa real
21. El amor es ciego
22. Shered
23. Le dije sus verdades
24. Zephir
SI ELLAS QUISIERAN (II)
26. Ecos de amor
27. El miedo, y otras tormentas
28. Lesbiana
29. Sobrevivir (Parte 1)
29. Sobrevivir (Parte 2)
30. Anti-heroe
31. Blancanieves
32. Mi tía y sus malos amores
33. Víboras venenosas (+18)
34. Exilio de princesas
35. Top #1
36. Cartas con café
37. Noticias buenas
Epílogo: Un cuento de hadas
EXTRA: Nieve en agosto

01. Gemí y no de placer

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By Heatherdelrey


Los titulares de diciembre dejaron de hablar sobre la navidad, lo lindo de las fiestas o el espíritu del amor para cambiar de manera brusca sus encabezados a "La princesa Zephir es la desgracia nacional".

"De la realeza a la delincuencia, entérate de los últimos chismes de la corona en vivo por canal 13".

Me preguntaba si los medios no tenían nada mejor que investigar a una adolescente de diecisiete años escaparse a un concierto. En mi defensa, la cantante vendría una sola vez a mí país y me negaba a perdermela bailar.

Pero por supuesto, tanto las mentiras como los malos actos tiene patas cortas, casi tanto como las mías al huir de la policía cuando con un grupo de desconocidos nos pusimos a divertirnos en zona ilegal.

—Señorita, tiene cinco minutos para explicarse —pidió mi madre—, ¿Por qué detrás de un payaso? ¿Las clases de piano? ¿Los conciertos de ópera no son suficientes?

La reina no era tan amenazante como creían, una señora de cabellera negra larga juzgándome con la mirada no me asustó. En especial porque no hice nada, siquiera se vio mi cara en las fotos ya que no supieron de mi identidad hasta que un tercero la reveló. La "princesa perdida" ha estado en anonimato desde siempre, de hecho sigo ahí en parte.

—¿El diablo me hizo hacerlo? —traté de excusarme.

—¡Por Dios! —se llevó ambas manos a la boca, ofendida—. ¡¿Qué va a pensar el reino?! Zephir esta vez has ido demasiado lejos, ¿Qué es esa droga que te estabas metiendo? Nosotros no te enseñamos esos valores...

La droga era coca-cola.

—Con todo respeto, su majestad —carraspeé—, pensarán que tengo buen gusto, solo he ido a una salida sin permiso lo cual no debería ser razón para una junta de prensa real.

He de admitir que en ese tiempo no era muy respetuosa con ella o con nadie, algunos culpan a la edad, otros culpan a la educación. Yo digo que amanecí de malas.

—En el caso de que sea verdad de aquello que se me acusa, ¿Qué? —me crucé de brazos—. ¿Me van a llevar a la comisaría por patear a un policía?

—¡¿Qué?! —pareció que la reina tenía un pie en la tumba por la palidez de su rostro—, ya veremos.

Ja, ¿Qué es lo peor que podían hacer?

¿Mandarme al infierno?

—En mis tiempos no pasaban estas cosas —comentó mi hermana—. ¡Zeph hace lo que quiera! ¡No es justo!

—Tienes razón —asintió mi madre—. ahora que lo pienso ¿Qué error he cometido con ella? Hice lo mismo, es solo que esta niña tiene algo dentro.

Sí, a mi novia en el concierto. Por fortuna eso no se filmó.

—Claro que no —Dahiana se cruzó de brazos, aunque eso me provocó querer arrancarselos—. cuando tenía su edad me tenían de internado en internado, o con escolta. Los tiempos cambiaron.

Dahiana lleva siendo mi pesadilla desde que tengo memoria, lo cual me entristece ya que siempre he intentado ser la mejor hermana con ella.

—Tuviste una adolescencia de mierda Lady Di', ¿Quieres que llore? —contesté.

—¡Zephir!

—De hecho, me parece buena idea —escuché las peores palabras que pudiera en un verano tan perfecto como ese venir de parte de mi madre—. mataremos dos pájaros de un tiro, la prensa no sabrá donde está y ella dejará de meterse en problemas legales.

—Debe ser una broma.

No respondieron, se quedaron viéndome a los ojos como en una película de terror mientras que sus sonrisas de oreja a oreja ocultaban sus verdaderas e increíblemente malas intenciones. Ese día arruinaron mi última verano como adolescente.

No me importó lo que pudiera salir mal, me propuse hacer caos a donde fuera hasta que me devolvieran al castillo.

*🏰*

Es extraño cómo podemos ocultar quiénes somos tan fácil.

Estuve algo resfriada, llevé un tapabocas en mi recorrido, mi mochila llena de maquillaje en la espalda y libros enfrente. Esperé llamar la atención como estaba acostumbrada al llegar a nuevos sitios, sin embargo, ninguna de las niñas despegó su mirada del teléfono para echarme una ojeada.

Hubo cientos de caras diferentes, con la excepción que dos específico se me quedaron rondando en la mente. Una rubia en medio del campo deportivo, recuerdo haber detenido el paso al estar sorprendida de que exista una persona tan alta, o al menos una mujer por la estatura promedio del país, juraría que mide como dos metros.

Acompañada de una pequeña con sombrero de ranita, iban juntas paseando por el patio hasta que se cruzaron conmigo en el pasillo. Estúpida, les sonreí aunque tuviera mascarilla en el transcurso en el que esperé que me dieran el paso, para mi sorpresa, la ranita me chocó. Aproposito.

—¡August, Ame, vayan a sus clases! No molesten a las nuevas, acaban de salir de detención ¿Se pueden comportar? —exclamó la encargada.

—Perdón soy miope. —farfulló la pequeña.

—No te disculpes —susurró la rubia, tomó su hombro encaminandola de vuelta en su recorrido.

Di vuelta mi cabeza para verlas, la señora que me acompañó tuvo cuidado al posar su mano en mi brazo como si tocara un objeto frágil.

—Su alteza, este es su cuarto —se irguió al tener mi atención—. espero no le moleste tener que compartirlo por ahora, de ser un inconveniente podríamos dejarlo para usted sola. No tuvimos más que diez horas para prepararnos.

Lo sé, yo también odio a la realeza y sus decisiones apresuradas.

—No se preocupe —le sonreí—. estoy perfecta así, muy amable.

—De verdad, cualquier cosa se lo cambiamos —la escuché preocupada—. ¡Jamás dudes en llamarme! Siempre para servir a nuestra nación.

¿Servir a la nación? ¿Que era yo un jefe militar?

—Entonces sin más que decir... —abrió la puerta, su adorable risa pasó a ser una larga línea recta—. oh, no es posible.

Fruncí el ceño, su desagrado parecía venir de dentro de la habitación, aunque todo lo que yo veía allí era una adolescente sentada encima de un mueble con la laptop sobre sus piernas. Ni siquiera nos miró al entrar, tenía todas sus ropas tiradas en su lado del cuarto aunque nada del mío, al menos era respetuosa.

—Ella no —se puso una mano sobre el pecho, como si fuera a dar un paro cardiaco—. ¡¿Por qué no avisaron que en la habitación 13 estaba Doglas?! Mil disculpas princesa, tenemos un pequeño inconveniente.

Menos mal que intentamos mantener mi identidad en privado.

—¿Eh? —avancé un par de pasos arrastrando mi maleta—. ya lo dije, estoy perfecta con lo que me den. Por favor déjame quedarme aquí.

—Se lo juro que es un error, esta es la peor opción ¡Le conseguiremos una suit!

—Es la última vez que lo repito —mi tono amigable desapareció—. aquí me voy a quedar, si sigue insistiendo lo consideraré atropello —me puse en frente suyo—, ha sido un placer.

Traté de cerrar la puerta, la paró con sus manos tan decidida que dudé por un momento estar en verdadero peligro.

Pero como nadie me dice que hacer y me gusta tomar malas decisiones, la empujé con mayor fuerza logrando cerrarla con llave mientras le gritaba —de manera amable, claro— que me dejara en paz. Combinado con lo agradecida que estaba por su recorrido.

Me pegué a la madera, agotada, se me escapó un suspiro cuando cerré los ojos del cansancio. No obstante, el sonido de un vidrio romperse pronto me alertó.

Así que la vi.

Sus ojos me acorralaron, por impulso retrocedí a pegarme aún más a la puerta con ambas palmas ahí, bajé la mirada, una sonrisa de lado adornaba su rostro, estaba lejos de ser una buena bienvenida. Su expresión en conjunto era una burla, me tuve que esforzar para verla a tal distancia considerando que su cabello oscuro caía encima de su piel.

Me quedé en silencio esperando que me diera la bienvenida, no pasó.

En lugar de eso, se remojó los labios con la lengua, sin dejar de tener ese aspecto risueño. Bajó del mueble de un salto, sentí que se me fue el alma del susto.

—Cuesta 50 dólares la hora.

—¿Disculpa? —salí del trance—. perdona, ¿Qué cosa?

—Babear por mí —respondió como si fuera lo más normal del mundo—. no malgastes tu dinero, princesita.

No me veía al espejo, el espejo más cercano solo la reflejaba a ella y por la luz solar a través de los cristales parecía tener brillo propio. Pero sin hacerlo, supe que se me bajó la presión.

¿Me descubrió? ¿Tan fácil? Mierda, tendría que sobornar mucho.

—¡Puedo explicarlo! —farfullé acercándome en pánico—. pero desde ya que quede claro, este rumor se esparce y te llevaré a la corte. —amenacé.

Esta vez, la confundida fue ella.

—¿Estás drogada?

Aún no.

—No juegues conmigo rojita, escuché claro lo que dijiste.

Mis pasos eran firmes, me hacía más grande en lo que mi odio y temor por la verdad crecía.

—Calma —pronunció lento, observando como si estuviera loca. Subió en alto ambas manos—. le digo así a todas las que llegan a mi cuarto.

Oh.

—Estoy calmada —aseguré, en lo que buscaba una excusa—. tengo novia, por lo que será mejor que no uses esos estúpidos apodos en mí ¿Entendido?

Ja, como si pudiera mantener una relación.

—No hay nada de qué alarmarse princesa, ¿O es que ella está aquí? Que sepa, no soy yo.

—Silencio.

Pasé de largo enfrente suyo, por fortuna era imperceptible que casi muero. Subí mi maleta encima de la cama, ella se quedó descansando sobre la pierna viendo mi recorrido completo, o eso esperaba claro, ya que de espaldas con dificultad me daría cuenta de sus actos.

Una música se empezó a reproducir, su barullo pronto llenó la habitación, no solo era de un idioma ajeno al nuestro sino que sonaba como cánticos diabólicos o aquel metal que prohibieron en el castillo desde que le provocó un mini infarto al abuelo por verlo en tiktok.

Di media vuelta, negué con la cabeza recordando dar una buena impresión para cuando revelaran mi identidad así que traté de sonar dulce.

—Espero no ser una molestia, ¿Me harías el favor de bajar un poco el volumen de tu música? Es que las nueve de la noche es mi horario de sueño, muchas gracias.

—Te equivocas.

Ay no.

—Si es una molestia —soltó una carcajada—. Son las nueve de la noche, ¿Qué eres? ¿La virgen María?

Sus palabras se sintieron como una cubeta de agua fría, mas se necesita más para corromper mi compostura.

—Soy una persona responsable con la salud.

—Claro —le subió el volumen—. no te preocupes nueva, te vamos a tratar como una reina —ironizó—. por cierto ¿Cuál es tu nombre?

—Eh... —inventa algo coherente, invéntalo, piensa—. ¿Cómo te gustaría llamarme? —intenté sonar coqueta.

—Rata.

Les voy a ser sincera, me lo tomé de la mejor forma en la que un Aries se lo puede tomar: Le metí un puñetazo.

Sí, no era el miembro de la realeza más pacífico, tampoco el mejor y mucho menos alguien decente. Aunque no esperaba que me lo devolviera con tanta fuerza que me caí.

¿Por qué tenía que provocar que me lleven a detención en las primeras dos horas de estadía?

Vale, tal vez ese verano sería más interesante de lo que esperaba. En especial desde que el rojo de la sangre manchó mis labios antes que el labial de una compañera. Contuve un gemido de dolor.

—Por cierto —mi compañera se levantó rápido, ofreciéndome la mano— soy Shered.

Me aferré de su brazo hundiendo mis dedos en el para utilizarlo de palanca.

—Es bueno saberlo —respondí ofendida en una risa fingida—, es un gusto.

—Por supuesto que lo es.

—Y de... Sobre que sabes mi secreto, tendrás que firmar un documento ahora —informé—. se lo diré a mi madre, te lo enviará mañana.

—Puedes llamar a la encargada ya si la necesitas, aunque eso sí, ya estás mayorcita para que tu mamá te diga princesa —se burló—. acomodate en la cama.

Un gran peso se retiró de mi pecho, suspiré aliviada. Fue un malentendido.

—Gracias, Shered.

—¿Y tú cómo te llamas? Margaret tenía bien escondido lo de su hija. —insistió.

—Eh...

Piensa rápido, piensa. Miré de reojo mi poster de Taylora Suave saliendo de mi maleta, uno de sus últimos discos y el libro sobre triángulos amorosos que traje para matar el tiempo en la semana que estuviera aquí.

—Betth... —recordé el concierto—. Astro... —a juzgar por su expresión, no entendió mi balbuceo bajo—. Bettha.

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