Rent a Boyfriend [Yizhan]

By guikunyx-

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"Oh, por Dios...seré como tu prostituto." "Jesucristo, Zhan, ¡no lo digas así!" ➷→Adaptación. ➷→Todos los der... More

INTRO
⦅Capítulo 1⦆
⦅Capítulo 2⦆
⦅Capítulo 3⦆
⦅Capítulo 4⦆
⦅Capítulo 5 ⦆
⦅Capítulo 6⦆
⦅Capítulo 7⦆
⦅Capítulo 8⦆
⦅Capítulo 9⦆
⦅Capítulo 10⦆
⦅Capítulo 11⦆
⦅Capítulo 12⦆
⦅Capítulo 13⦆
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⦅Capítulo 19⦆
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⦅Capítulo 23⦆
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⦅Capítulo 25⦆
⦅Capítulo 26⦆
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⦅Capítulo 28⦆
⦅Capítulo 29⦆
⦅Capítulo 30⦆
⦅Capítulo 31⦆
⦅Capítulo 32⦆
⦅Capítulo 34⦆
⦅Capítulo 35⦆
⦅Capítulo 36⦆
⦅Capítulo 37⦆
⦅Capítulo 38⦆
⦅ᰔ⦆

⦅Capítulo 33⦆

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By guikunyx-

Los funerales siempre le resultaron tétricos.

Cuando niño, pensaba que los muertos saldrían del cajón y lo perseguirían para comerse su cerebro. Estaba muy inmerso en las películas de zombies, por lo que no era demasiado sorprendente o inesperado. Luego vio Sexto Sentido y simplemente ya no podía ir a la cocina por la noche a buscar un vaso de agua, sin sentir que un fantasma lo perseguía.

Sin embargo, aquel funeral se sentía distinto al resto. Era una combinación de melancolía y amargura. Las flores olían bien y eran bastante bonitas. La ropa negra no era lo suyo, pero... le hacía sentir que la tristeza de su alma se derramaba, en vez de contenerse.

Jingyi y su madre se abrazaron durante toda la ceremonia.

No era fácil perder a un padre. A Zhan le dolía recordar que la última vez que le vio, fue en su nueva casa, aquella que compartía con su nueva familia, y su voz grave, rasposa, que antes solía contarle cuentos y fábulas, ahora pronunciaba las palabras "no quiero verlo" para referirse a su hijo mayor. Cerrando las puertas no solamente de su hogar, sino que también de su vida.

Sabía que la reacción había sido a causa de su famosa homosexualidad. Nunca tuvo la oportunidad de hablarle respecto al tema, pero estaba seguro de que su madre se había encargado de informarle. Pues, a pesar de que su padre los había abandonado, su madre le perdonó y entablaron una amistad que, aunque fuese un tanto extraña, parecía ser sincera.

De cierto modo, su padre había fallecido, quedando en buenos términos con todo el mundo. O casi todo. Zhan no determinaría el desenlace con su padre como un buen término. Sin embargo, no había cómo remediarlo ahora, que ya era demasiado tarde para enmendar lo que fue roto.

Una mano suave acarició su brazo y Zhan no tuvo que voltearse para saber que era Pinna. Esbozó una tenue sonrisa, hallando dulce la manera en que la mismísima viuda trataba de confortar al hijo que su esposo difunto negó. Pinna siempre se había preocupado irrazonablemente de Zhan y él no podía estar más agradecido.

—Él estaría orgulloso de ti— susurró Pinna con la voz quebrada. Y aunque Zhan era consciente de que mentía, asintió.

Tras el funeral, hubo una recepción en la casa de su padre. Entrar a aquel lugar fue... extraño, considerando que nunca se le había permitido ingresar más allá del recibidor. Las personas se dispersaron por la sala de estar, el comedor y la cocina. Había gente que Zhan no conocía y supuso que eran amigos que su padre había encontrado luego de iniciar su nueva vida.

Una fotografía enmarcada colgando en la pared llamó su atención y observó, con un nudo amarrándole la garganta, la sonrisa de su padre mientras era rodeado por Pinna y los hijos que habían concebido juntos. Como una familia feliz. Que Zhan anheló, mas no pudo tener.

La vibración en el bolsillo de su pantalón lo distrajo de aquella escena inmortalizada y sostuvo en su mano el teléfono, mirando el nombre de quien hacía la llamada entrante.

Le había estado ignorando desde hacía unos tres días, rehusándose a hablar con Yibo durante el periodo de velorio. Zhan se sentía frágil, como si cualquier palabra pudiera romperlo en mil trizas, y quizás era por ello, que no deseaba decirle a Yibo que su padre había muerto.

No tenía ni la menor idea de cómo decírselo. No tenía ni la menor idea de si era correcto hacérselo saber. La relación entre ambos era confusa y los límites no habían sido impuestos adecuadamente.

¿Podía buscar en Yibo el apoyo y la contención que necesitaba? ¿Podía pedirle mimos y caricias que le ayudasen a sanar? Porque honestamente le aterraba. Le aterraba ser vulnerable frente a Yibo, mostrar sus inseguridades y sus miedos, las heridas y cicatrices que el abandono de su padre había dejado.

Pero —Dios— extrañaba tanto oír su voz. La extrañaba tanto. Y Yibo había detenido sus mensajes en el buzón de voz, por lo que ya no habían grabaciones que pudiera reproducir. Inhaló hondo, con el corazón desembocado y las emociones a flor de piel, antes de presionar su dedo contra la pantalla.

—Yibo— exhaló tras atender. Un golpe seco se escuchó al otro extremo de la línea.

— ¿Z-Zhan?— dijo el pelicastaño exaltado. Una sonrisa curvó los labios de Zhan y cerró los ojos por un instante, permitiéndose sentir la calidez que el sonido de su voz transmitía—. ¡Creí que te habían secuestrado!

—Ves demasiadas películas de acción.

— ¿Cómo estás? Yo- Fui a buscarte a tu departamento después del cumpleaños de Sungjoo, pero no habías regresado aún.

—He estado... ocupado— Lo que no era una mentira, no completamente. Pero era incapaz de confesarle el verdadero motivo—. ¿Cómo estuvo el cumpleaños de Sungjoo?

—Bien... Le gustó mucho el mantel de jirafas.

—Por supuesto que sí. Soy un genio en hacer regalos— alardeó en broma, con la intención de subir los ánimos de la conversación y consiguiendo una risita por parte de Yibo como recompensa.

Mandando descargas elecritizantes a cada una de sus fibras nerviosas.

Estremeciendo su mundo entero con facilidad.

Zhan sopló y no consideró las consecuencias, cuando un par de palabras riesgosas se le fueron del pecho.

—Te extraño.

Oh, joder. Realmente lo había dicho.

Se mordió la lengua, sintiendo sus mejillas hervir, y ocultó sus ojos con la palma de su mano. Maldición. Lo había dicho en un impulso, pero no podía retractarse ahora ¿o sí? Se mantuvo inmóvil y absolutamente callado. Esperando impaciente por una respuesta recíproca que jamás llegó.

La línea quedó en silencio y se oyó a sí mismo carraspear.

—Olvídalo. Em... regresaré a casa esta noche. ¿Sí?— dijo con la boca seca y las piernas temblorosas. Idiota, idiota, idiota—. Nos vemos, Yibo.

—Sí— dijo tardíamente—. Nos vemos, Zhan.

El pelinegto cortó la llamada, con la presión en el pecho siendo insoportable y pesada. ¿Te extraño? Dios. Soy tan estúpido. ¿Qué esperaba? ¿Qué me dijera "yo también"?

Guardó el teléfono en su bolsillo, mortificado por su propia efusividad arruina-todo. El sonido peculiar de unos tacones acercándose le hizo voltear y entre el resto de la gente, la observó.

— ¿Era tu novio?— le preguntó Pinna. Zhan parpadeó perplejo ante la deliberada insinuación de conocer su orientación sexual, cuando era un secreto. Aunque no debía estar sorprendido ¿verdad?

— ¿Papá te lo dijo?

—Tu padre me contaba todo— explicó caminando unos pasos más hacia él y tocando con las yemas de sus dedos la fotografía de su familia enmarcada—. Él estaba... muy afectado por la noticia.

Quiso reír, pero le costaba respirar. —Me odiaba ¿no?

—No, Zhan, nunca te odió— Su mirada tierna se posó en el rostro de Zhan, con el fantasma de una sonrisa—. Pero sí se odió a sí mismo.

Frunció el ceño, confundido por el significado de esas palabras. El brazo de Pinna rodeó su cintura y apoyó su cabeza sobre el hombro del menor.

—Tu padre siempre pensó que la homosexualidad era un error y un pecado. Fueron sus propios padres quienes lo criaron de esa manera. Cuando supo de tu orientación sexual... estaba muy enojado— Alzó la cabeza para ver a Zhan y él devolvió su mirada—. Estaba enojado porque sabía que sus creencias te harían daño. No fue lo suficientemente fuerte para abandonar sus creencias homofóbicas por ti. Y se odiaba por ello... Por eso decidió protegerte de sí mismo. Te alejó para que no tuvieras que ser víctima de su odio y de sus errores.

La mujer guardó silencio y Zhan esbozó una sonrisa sardónica, decidiendo que mirar el techo sería mejor que ver la cara desmoronada de Pinna.

—De todos modos su alejamiento se debe a mi homosexualidad— masculló. Pinna palmeó su espalda.

—No lo estoy justificando. Ni a él ni a su homofobia. Y tampoco estoy defendiendo sus decisiones— Se apartó del pelinegro y le propinó una ligera caricia en el hombro—. Pero no te odió, Zhan. Tu padre siempre te amó. No dudes al respecto.

¿Me amó?

El corazón del menor se encogió en su pecho, como si hubiese estado esperando siglos por esas palabras, tortuosos siglos en los que latió atormentado por tales pensamientos, y sintiéndose liberado por al fin encontrar alivio.

Lágrimas saladas se acumularon en sus ojos antes de siquiera poder contenerlas. Dios, realmente iba a llorar frente a esa mujer, esa mujer que por mucho tiempo culpó del abandono de su padre y el derrumbe de su felicidad. Llamándole rompehogares en silencio y odiándola por robar el amor de su padre. Prometiéndose jamás ser como ella.

Pinna, la persona que siempre estuvo para él, cuando su padre no lo estuvo.

—Gracias— dijo Zhan luchando contra sus ganas de llorar. Pinna asintió, con una delicada sonrisa atestada de compasión.

—Este es tu hogar también, Zhan. Puedes venir aquí cuando quieras.

Era doloroso y también un bálsamo que sanaba las heridas infringidas en el pasado. Podía recordar a su madre diciéndole que se fuera, que no deseaba su presencia en su casa. Podía recordar a su padre rechazándole, no dignándose a verle de frente. Su familia dándole la espalda, solamente por amar.

Nunca creyó que volvería a escuchar la palabra "hogar" luego de tal desenlace.

Agradeció a Pinna por su desinteresada amabilidad y le explicó que era su momento de retirarse. Necesitaba volver a su departamento, para poner su vida en orden. Ella besó su mejilla y le deseó un buen viaje de regreso.

Su cuerpo se sentía entumecido. Probablemente debido a lo agotador que resultaba canalizar sus sentimientos y emociones, sobre todo tras una pérdida. Jesús. Apenas podía caminar sin desplomarse en el suelo. Arrastró sus pies hasta la entrada de su edificio y luego subió hacia su respectivo nivel.

Encontrando un chico muy guapo y desaliñado sentado frente a su puerta.

—Pero si no es mi León favorito— bromeó.

Yibo levantó la cabeza que apoyaba sobre sus rodillas y miró con ojos grandes al pelinegro vestido de negro, parado frente a él, con un rostro cansado y una sonrisa floja. Se incorporó del piso y sin darle tiempo de reaccionar, atrajo a Zhan en un abrazo.

—Llegaste— exhaló. Un ruidito sorprendido brotó de la boca de Zhan.

—B-Bueno, sí. Te dije que volvería esta noche.

—Estaba tan preocupado. ¿Qué pasó? Desapareciste y yo no sabía qué hacer. Si no hubiera sido por los "vistos" que dejabas en mis mensajes, habría llamado a la policía.

—No seas tonto... ¿Q-Quieres entrar?— titubeó, tratando de romper el abrazo entre ambos. Aunque le dolía forzarse a hacerlo. Porque, a pesar de que era aterrador y se moría de miedo, Zhan no quería apartarse.

Había estado anhelando un abrazo de Yibo desde que se enteró del fallecimiento.

Pasó tres días convenciéndose de que alejarse era lo correcto, mientras sus entrañas se retorcían pidiendo por él.

Y joder, quería mandar a la mierda sus miedos y sus trancas, porque se sentía tan bien estar entre sus brazos, se sentía tan cálido y seguro.

Tomaron asiento en el sofá, o algo por el estilo. Yibo se sentó todo educado y recto, al lado de Zhan, quien se acomodó de tal modo de apoyar sus piernas en el regazo del contrario. A Yibo no pareció molestarle, por lo que se quedó ahí.

—Estaba visitando a unos familiares— dijo Zhan, como coartada para justificar su ausencia. Tal vez no estaba siendo totalmente sincero, sin embargo, le costaba hacer surgir el tema—. Cuando te dije que no podría ir al cumpleaños de Sungjoo, en realidad yo... tuve una riña con mi hermana. Estaba afectado. Lo lamento.

— ¿Pero ya estás bien?— cuestionó el castaño, sin dejar de estar preocupado. Zhanentendía. Había sido un poco rudo ignorarle por esos días. Ya podía imaginarse a Yibo calvo por el estrés.

—Sí... Ya estoy bien— Contigo estoy bien. Pero tenía que ser idiota para soltar una bomba de esa magnitud.

Continuaron charlando hasta la madrugada y abordaron el tema que más le interesaba a Zhan: el cumpleaños de Sungjoo. Cómo estuvo, quiénes fueron, si Sungjoo se divirtió. Yibo reía, relatándole anécdotas graciosas e hilarantes que ni siquiera se podía imaginar. Como que el amigo de Sungjoo —Yixuan— había botado el pastel accidentalmente, o como que Wenhan había bebido unas copas de más —Zhan siempre había tenido una visión muy responsable de él—, o como que Sungjoo había reído tan fuerte que bebida salió de su nariz, o como que Wenhan había estado coqueteándole juguetonamente a Yibo —con lo que Zhan se rió, porque sólo eran amigos ¿no?—.

Cosas pequeñas, detalles mínimos, en los que se ocultaba una verdad que Zhan no pudo ver. Probablemente estaba ciego, por la deslumbrante sonrisa de Yibo, y sordo, por su voz arrulladora en la que hallaba paz. Pero en aquel instante nada de eso importaba, no existían problemas o desconfianza.

Solamente existían ellos y pensó —equívocamente— que podría ser así para siempre.
Sin saber que nunca habían sido únicamente ellos dos en la ecuación.

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