Obstinado poder © (Markov I)

By justlivewithpau

701K 46.8K 14.9K

Un matrimonio, un plan que no podía dejarse a un lado, una intención macabra. Una mujer que ignora el ambien... More

Presentación
Obstinado poder
Sinopsis
Parte I
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Parte II
Capitulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Nota final

Capítulo 9

15.4K 1.1K 407
By justlivewithpau

Iban dos semanas de trabajo. Dos semanas en las que Eleanor no tuvo contacto alguno con Antonio. Al principio terminó aceptando que fuese a raíz de su nuevo empleo, pero luego de algunos días la preocupación incrementó y ya se tornaba insostenible. Fue hasta su casa para hablar y saber qué ocurría, si la relación seguía o él ignorándola tantos días, lo cual no era nada común, era la señal de que habían terminado.

Lo único que recibió fue un portazo en su cara y el grito de Antonio de que lo dejara en paz. Ni siquiera salió a mostrarse y decírselo frente a frente. Terminó siendo más cobarde de lo que Eleanor llegó a pensar.

Muy bien, si esa era la manera para terminar, pues al diablo, no estaría mendigándole amor a nadie, aunque le había dado tres años de su vida y tantas oportunidades de forjar su relación. Debía admitir que ese último tiempo todo vino en picada, las discusiones aumentaron, los malos tratos y comentarios, tal vez por las pérdidas que él tuvo o porque era el imbécil y poco hombre como siempre Caroline y Lorenzo se lo dijeron.

Lo peor de todo fue tener que darle explicaciones a su madre sobre el motivo por el que Antonio no aparecía en su casa.

—Ya te lo he dicho, mamá. Las cosas no funcionaron.

Todo funciona si existen ganas —recriminó por teléfono.

Eleanor iba de camino a la oficina con la voz de su madre como radio.

—Supongo que ya no, no todo es como antes. Ya las relaciones no duran como tú y mi padre —recalcó queriendo convencerse más a sí misma.

Tonterías —chistó —. Mira a tu primo, a punto de casarse y formar una familia. No me digas que eso ya no existe, Eleanor. Sabes bien como era tu padre de atento, ojalá algún día encuentres esa persona, cariño —murmuró con su voz a punto de quebrarse. Lo mismo que venía ocurriendo cuando salía el tema de su padre en cada plática.

—Acabo de terminar mi relación, no tengo tiempo ni cabeza en estos momentos para otra. Demasiado trabajo —exclamó de la manera más calma —. Ni siquiera sé por qué terminó, lo único que recibí fue un portazo —reclamó sin poder creerse que su ex pareja no fuese capaz de decirle los motivos.

Entonces diré que ha sido lo mejor, si Antonio no tenía los pantalones para dejarte como debe ser, te has sacado la lotería separándote.

—¿A ti tampoco te caía? —adivinó apoyando su rostro en su mano. Todavía quedaban unos kilómetros hasta el edificio de Emilio.

Ni a Claudia, ni a Mary tampoco.

—Ya, pero mi madre eres tú, no tus vecinas.

No lo sé, hija. Jamás diré con quién puedes estar o no, pero si me di cuenta que no iba a durar mucho. Tal vez porque tú tiendes a otra personalidad que compagine con la tuya —mencionó dejándola más confundida aún.

—¿Cómo es mi personalidad?

Salvaje, libre —relató enseguida.

Eleanor carraspeó acomodándose en su asiento.

¿Quién era salvaje?

No.

—Pasaré a verte mañana, espero no tengas ronda de cartas.

Siempre las tengo, es lo único que hago ahora que no está tu padre.

—Mamá...

Lo sé —dijo adivinando el sermón —. En fin. Acuérdate que en una semana es el casamiento de tu primo, deberás avisar que irás sola ahora que Antonio te ha dejado —soltó sin pelos en la lengua.

—Gracias por el recuerdo —renegó ingresando al estacionamiento.

Lo superarás —sonrió —. Ten buena jornada y avísame cuando llegues.

—Adiós —se despidió enseguida que apagó el auto.

No supo por qué, pero estuvo ahí dentro de su auto por diez minutos, pensando y analizando las palabras de su madre. De solo saber que iría al casamiento como una solterona le daba un poco de vergüenza. Toda su familia conocía a Antonio, la carta de invitación incluía su nombre. Ahora debería presentarse y buscar alguna excusa para que no comenzaran a hablar del fracaso que creyó terminaría en un final feliz.

Soñadora, siempre igual, y así de mal le había ido.

🖤🖤🖤

—Que no podemos trabajar así, Carol. No podemos reunirnos con los empleados si el equipo de recursos humanos no está presente —repitió Lorenzo en la sala de reuniones de su piso.

—¿Has hablado con Emilio? ¿Qué dice de todo esto?

Ja.

Ojalá Eleanor pudiese decir que le dio importancia a su pedido, pero en esa nueva semana de trabajo apenas se vieron las caras.

—Tenemos que arreglarlos nosotros. Para eso nos han contratado, y si recursos humanos no acepta nuestro pedido de ayuda, buscaremos la manera de reunirnos y reclutar el personal —aclaró recargando su espalda en la silla.

Esa mañana era un caos, y lo peor de todo es que debía salir por la tarde en busca de un vestido para el sábado. Maldijo haber esperado hasta lo último, ahora solo tenía cuatro días. Lo único que la serenaba un poco era ver su oficina y encontrarse algunos de los arreglos florales que seguían ahí. Muchos fueron reemplazados por otros nuevos, y cada día que ingresaba la recibían cientos de jazmines.

—No puedo creer que no sea capaz de exigirles que nos ayuden. Es el dueño de todo esto —reprendió Lorenzo sacudiendo su cabeza.

—Ha dicho que nosotros busquemos la forma —les contó repitiendo el mail que recibió esa misma mañana. Sus palabras aún seguían ancladas en su cabeza tentándola de subir y gritarle por ponerle trabas.

Si para el acceso que pidió tuvo que hablar hasta con el papa para conseguirlo, y ahora esto, podía ir haciéndose la idea que los caminos debía trazarlos ella sin él. No era algo que le molestara, podían perfectamente hacerlo ellos tres, pero que ese sujeto pusiera obstáculos y perdieran tiempo dejaba por sentado que nada sería sencillo.

—¿Puedes intentar hablarlo nuevamente? —preguntó Caroline.

—Ya lo hice.

—Pero esta vez dile que planeamos trabajar por nuestra cuenta sin importarnos que recursos humanos esté de por medio. Si no ayudan que no estorben —disertó enojada.

Eleanor asintió dándole la razón. Si bien existían protocolos a seguir, no iba a quedarse de brazos cruzados hasta recibir el OK de algo que no saldría. Ya contaba con todo el informe que le envió el guía, habían comenzado a contactar al antiguo personal, únicamente debían reunirse con ellos y obtener los testimonios para trazar el camino del marketing.

—Reclutar al personal corresponde a recursos humanos y apuesto que no tienen ni un solo empleado en la mira —demandó Lorenzo.

Era increíble que los tres funcionaran tan bien al momento de trabajar. Siempre uno decía lo que los demás pensaban, y en esa situación no existía otro camino más que actuar por su cuenta.

—Haremos lo siguiente —dijo Eleanor tirando su cabello hacia un costado, decidida a tomar los riesgos —. Nos reuniremos con los primeros veinte por nuestra cuenta, si vemos que los resultados son los que esperamos, seguiremos haciéndolo. Sin recursos humanos o sin la ayuda de la directiva, debemos trabajar —concluyó poniéndose de pie.

—¡Dios! Ya puedo sentir la adrenalina de esta travesura —aplaudió Caroline emocionada.

—Drama, my queen —canturreó Lorenzo abriendo la puerta de la sala en donde únicamente se reunían ellos tres.

Y por Dios que el drama estaba llegando, podían sentirlo en su nuca.

🖤🖤🖤

_______________________________
Emilio Markov.
CEO Markov Industries USA.
Houston, TX 77298.

Eleanor,

Sube inmediatamente a mi oficina. No quiero ni a Caroline ni a Lorenzo, vienes tú a darme explicaciones.
__________________________________

Carajo.

—¿Cómo pudo enterarse tan rápido? Apenas vamos cincuenta entrevistas —se quejó Lorenzo frente al escritorio de Eleanor.

Resignada, la castaña apoyó sus manos en sus mejillas. Podía sentir que se venía una tormenta una vez subiera. ¿Por qué sus piernas temblaban y el nudo en su estómago apenas la dejaba ponerse de pie? Tal vez por estar experimentando a espaldas de Emilio y de recursos humanos, y que le había durado tres días.

Al diablo, no daría el brazo a torcer por más que todo su ser le exigía que no subiera por su propio bien. La relación profesional con Emilio desde la visita a Irving semanas atrás se mantuvo más rígida y distante posible. Apenas se cruzaban en algún pasillo y él desaparecía junto a sus hombres y otras personas importantes que ingresaban a su oficina.

Era impresionante la cantidad de gente que trabajaba ahí dentro y el constante movimiento, pero eso no impedía que él observara todo desde su trono, como si fuese el rey que tenía ojos y oídos en cada lado.

¿No podía salirse con la suya una sola vez?

—No lo sé, solo espero que no sea grave. Hemos avanzado muchísimo —suspiró tirando su cabeza hacia atrás.

—Nos faltan ciento cincuenta entrevistas. Si tuviésemos una semana de ventaja terminaríamos este proyecto —dijo apenado —. Supongo que hemos sido cazados.

Eleanor asintió desganada. Ya con el reto que les daría ese sujeto no tenía ni ganas de aparecerse a la boda de su primo mañana. Terminaría el viernes con un tirón de orejas y un obstáculo más en su trabajo.

Paciencia, necesitaba paciencia y la confianza en sí misma de que tenía razón en lo que hacía. Tampoco era su culpa que los de recursos humanos la miraran con desprecio y no quisieran cooperar. Ahí nadie entendía el concepto de trabajar en equipo, y si no fuese por sus dos socios, estaría hablando con la pared todo el rato.

Tras un gesto de aliento de Caroline y Lorenzo desde la puerta de su oficina, Eleanor subió a la boca del lobo como ahora le llamaban. Sus manos se retorcían sobre su estómago y trató de mantenerse lo más serena posible.

La secretaria para nada simpática de Emilio la recibió apenas las puertas del ascensor se abrieron. Eleanor acomodó su falda negra y fingiendo que tenía todo bajo control golpeó la puerta de la oficina.

—No hace falta que golpee, él la está esperando hace rato —espetó aquella mujer con autosuficiencia.

Oh, que buena que era para ser secretaria del mismísimo diablo. Apostaba que se habían acostado, sobre todo por como esa mujer miraba a cualquier persona del sexo femenino que tuviese contacto con su jefe.

Aunque la estuviese esperando, igual aguardó a que él diera su visto bueno.

—Pasa —mandó con su voz gruesa y firme.

Todavía no soltaba su rezongo y Eleanor ya le temía.

—Buenos días —sonrió con educación.

Emilio la observó desde su silla alzando una ceja sin creerse esa faceta simpática. Y con un simple movimiento de su cabeza le ordenó que se sentara frente a él. Eleanor acató enderezando sus hombros y con la idea de no adentrarse al tema de las entrevistas si él no lo hacía primero.

—¿Y bien? —preguntó mirándola con solvencia.

Dios, ¿por qué tenía que dar tanto miedo si ni siquiera había dicho nada aun?

—¿Y bien qué? —respondió frunciendo el ceño.

Él suspiró pasando su mano por su barba y sacando un cigarro, mientras tanto ella rezaba a todos los santos para que no hablara sobre su travesura con sus dos socios.

—Supongo que ya tienes el vestido para ir a la boda de tu primo —soltó señalándola con el cigarro.

¿Qué?

—Eh...no —murmuró sin saber por qué hablaba de tal cosa con ese hombre.

Emilio inclinó su cabeza como si quisiera observarla mejor, pensando en aquella falda que se apretaba a sus caderas. Por su parte, él lucía un saco negro largo que llevaba por encima de su traje, y que remarcaba lo grande que eran sus hombros y brazos, incluso el cuello cubría hasta sus orejas como si fuese un conde.

—Usaré un pañuelo rojo, así que usa algo del mismo color —ordenó con naturalidad hacia cualquier queja que pudiera venir de su parte.

—¿Perdón? —Eleanor se acercó a su escritorio —. Si está sugiriendo o invitándome que vaya con usted, puede hacerse a la idea de que no lo haré.

Mmm.

—¿Para esto me ha llamado? Para decirme que use un vestido rojo sin siquiera preguntarme si quiero ir con usted o si tengo otro acompañante —renegó comenzando a enojarse por semejante atrevimiento.

Para colmo el olor del cigarro, su postura autoritaria y tranquila le ponían los pelos de punta. Necesitaba que reaccionara más fuerte, que la enfrentara con la misma sangre caliente que ella. Era un pensamiento retorcido y no entendía de dónde salía, pero quería verlo enfurecido, conocerlo al perder sus estribos. No podía ser ella siempre quien lo hiciera, y él quien lo disfrutase.

—¿Otro acompañante? —repitió él interesado —. Oh, veo que Antonio irá a la fiesta.

Eleanor se cruzó de brazos mirando hacia otro lado.

—No interesa quien sea, la cosa es que no iré con usted. Creí haber dejado en claro que esto no salía de lo profesional —lo miró alzando su mentón.

Mmm.

—¿Eso es todo? —inquirió dispuesta a irse —. ¿Cuál era la explicación que debía darle según su mail?

Emilio se puso de pie, rodeando su escritorio, dejando entrever todo su buen porte y esa presencia macabra y atractiva que no ponía duda alguna de que ahí se hacía lo que él decía, incluso si no le gustara a los demás. Eleanor comenzó a pensar mientras él apagaba su cigarro, que, si la estaba invitando a la boda, no debería tener esposa, pero ¿Y el biberón? ¿Sería un fetiche como dijo Caroline?

Prefería ni imaginárselo.

—La explicación es la que darás a tu primo para decirle que irás conmigo a su boda. En todo caso, porqué entraremos juntos y estaremos sentados en la misma mesa. —detalló como si tuviese todo planeado.

Ella no pudo evitar soltar una risa a la que ni él se unió, ni tampoco le pareció momento para reírse.

¿Cómo carajos ese tipo supo de la boda de Sebastián?

—Esto debe rozar lo absurdo.

Emilio se cruzó de brazos contemplándola. Pensando en que si ella estuviese al tanto no jugaría con su paciencia, pero la dejaría intentarlo, que se diera cuenta por si sola en lo que terminaría. Además, verla contrariar sus órdenes no solo incrementaba su necesidad de ser más estricto, sino que lo excitaba, y aquella falda negra provocaba que su entrepierna doliera.

Había esperado tanto que ya un día más era insoportable.

Rojo. No te atrevas a usar otro color porque llegaré a tu casa con un vestido y te lo pondré yo mismo —amenazó abriendo sus ojos en advertencia. Su voz sonaba tan dictatorial que ella tuvo que meditar unos segundos para ver si eso no era una cruel pesadilla.

Si ponía en balanza lo que fueron sus encuentros antes de firmar el contrato y lo que eran después, era como si otra persona se metiera en el cuerpo de ese hombre y recién ahora salía a la luz. Este Emilio irradiaba frialdad, una fiera crueldad e indiferencia a lo que pudiesen decir los demás sobre sus propios mandatos.

—¿Es esto una dictadura? Porque no creí haber dicho que si a nada —espetó sin permitirse dar el brazo a torcer —. ¿Qué le hace pensar que puede decidir sobre mi vida o amenazarme?

—Nadie está amenazando a nadie, todo lo contrario. Estoy haciéndote un favor de que vayas acompañada.

Eleanor sacudió su cabeza incrédula. No comprendía el interés de ese hombre de querer aparecerse a una boda con ella. No solo le advertía de ponerle un vestido él mismo, sino que tenía el descaro de hacerle un favor. ¿Cómo no lo pudo detectar antes? ¿Cómo pudo firmar un contrato con una persona totalmente diferente a la que tenía en frente?

—No quiero ningún favor, y no iré con usted —dictaminó señalándolo —. Tampoco comprendo tanta voluntad de ir a una boda conmigo, apenas me conoce.

Giró sobre sus tacones lista para abrir la puerta y gritar en el pasillo todo lo que su garganta exigía.

—No es voluntad, es un favor. Sé que irás sola y me ofrezco a acompañarte.

Mentiroso.

—No he pedido ningún favor —recriminó harta de que pensara por ella, y ya no preguntaría de dónde sacó la información de que iría sola, prefería no darle detalles de nada.

—Todavía no, pero si no aceptas me dirás entonces el motivo por el cuál estás trabajando a espaldas de mi equipo y que impida sancionarlos a ustedes. Porque si no tienes una explicación y no deseas tirar el trabajo ya hecho, irás conmigo a esa boda —espetó de brazos cruzados recargando su cuerpo en su escritorio —. Considéralo un triunfo a tus travesuras —sonrió egocéntrico de su mueca estupefacta, tirando su cuerpo hacia atrás, regocijándose en que ella sería incapaz de ir contra sus principios y lanzar el trabajo de su equipo a la basura.

Para Eleanor aquello no podía ser más siniestro de lo que ya era. No se trataba de un favor, ya era un dictamen que no admitía apelación alguna. Ella solo deseaba salirse con la suya una sola vez, y que ese hombre no estuviera sobre sus pasos todo el tiempo. Había durado poco, la victoria que creyó recibir por no tener quejas de sus entrevistas en secreto, culminó en derrota.

Algo le decía que siempre con Emilio debería de sacar el banderín proclamando que se rendía ante su poder, ante la imposibilidad de salir ilesa de su fiera y abrasadora mirada, capaz de devorar a quien sea.

—Si aceptaba su propuesta a la primera no hubiese sacado el tema de mi trabajo, lo guardaría para otro chantaje —acusó entre dientes, imposible de contenerse, ni a ella ni a los rulos que golpeaban su rostro.

Otro cigarro se encendía.

Otra vez el olor llegaba a ella en menos de un segundo.

—Me alegra saber que estás dispuesta a una segunda boda —mencionó alzando su ceja.

El escalofrío en sus huesos no fue nada comparada con la helada y brutalidad de aquellos ojos azules. Sentía que estaban hablando diferentes idiomas, mientras ella se defendía, él daba órdenes creyendo tener la potestad más allá de lo profesional.

—No pienso arruinar el trabajo de mis socios —indicó. Era algo de lo que estaba cien por ciento segura. Ni un solo paso hacia atrás, y menos si habían hecho todo por sí solos —. Y esto no es un triunfo, es la manera que usted tiene de castigar a las personas que si trabajan. No como a su equipo que nos dio la espalda —rezongó sin importarle que él fuese el CEO.

—Jamás pensaría otra cosa de ti, sé que eres muy inteligente y capaz de buscar las maneras de sobrellevar los obstáculos. Mira cómo te ha ido, consiguiendo lo que te propones —sonrió apenas, lo suficiente para que su cigarro balanceara en sus labios —. Rojo. No quiero otro color, Eleanor, y no trates de desafiarme una vez más —reprendió con esa aura aterradora que una sola mirada podía dar.

Eleanor le creyó.

Eleanor aceptó lo que pedía porque volvía a poner a su equipo adelante, una vez más luego de firmar el contrato y prometerles expansión, nuevos empleados y puestos de trabajos. Sobre todo, aceptó porque en el fondo la propuesta era tentadora, no creía que pudiera entrar a la boda de su primo sola, no si toda su familia estaría ahí para preguntar sobre Antonio.

Solo esperaba que la presencia dominante, el carácter agrio y distante de Emilio fuese suficiente para que nadie se atreviera a respirar cerca de ella.

Él se quedó observándola, dándose cuenta posiblemente de la forma tan retorcida y egoísta que pensaba, y tan pronto como ella se percató de su error, salió de la oficina rápidamente, sintiendo sus tacones perforar el suelo y su respiración atascada.

Algo no andaba bien.

—¿Qué tal ha ido? —curioseó Caroline una vez su amiga apareció en el piso de su sector.

Eleanor fingió naturalidad.

—Solo era para advertirme del acceso a la información que obtuvimos —mintió acercándose a su escritorio. Pasó su mano por su pecho amortiguando la incertidumbre que la ahogaba.

—¡Uff! De la que nos hemos salvado —aplaudió Lorenzo respirando tranquilo.

Ojalá Eleanor pudiera decir lo mismo.














Yo solo diré que a partir del próximo capítulo la cosa se complica 😂😂👏🏻🖤🥵🥵🥵🥀.

¡No se olviden de comentar y decirme qué les parece! ❤️

❤️Instagram: @justlivewithpau (Aquí subo todo lo relacionado con las historias - SÍGUEME y nos seguimos 🙈❤️)

❤️Grupo de Facebook: JustlivewithP

Continue Reading

You'll Also Like

281K 24.6K 64
Adeline arriesgó todo lo que le quedaba en destruirlos, incluso su vida y un mal paso está por acabar con ella. La traición no tiene perdón y los her...
5.1K 95 3
Maddy es una contable de J.D. Thompson que necesita conseguir en un mes ciento ochenta y cinco mil dólares para pagar la deuda médica de su padre. De...
1M 29K 32
Cuando las personas que más amas, te rompen, es difícil volver a unir esos pedazos. Victoria Brown, creía que cuando amas, la brecha para perderte a...
5.8K 474 30
SEGUNDA PARTE DE BÁRBARO. Dos engendros bárbaros cegados por la ira se enfrentaron en una lucha tan reñida, tan peligrosa, tan candente que lo único...