XXXVII. GREAT NEWS
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—¡Marlene! ¿Has visto a Sirius, Remus y Peter? —Le preguntó Potter a su compañera muy agitado.
A penas se separó de su novia, él corrió en busca de su grupo de amigos para desahogar su entusiasmo con ellos.
—Acaban de irse en busca tuya, creo que fueron al campo de Quidditch. —Contestó McKinnon.
Potter agradeció rápidamente a su compañera y luego salió rápidamente hacia donde ellos estaban. Una vez llegó al lugar se topó con los tres otros merodeadores, Lily, Adelaide y Aegea.
—¡Tú, traidor de la sangre! —Exclamó Sirius en cuanto vio a James. —¿Así me pagas? ¿Me doy cuenta por medio de otros y no viniendo de ti? Pensé que éramos amigos... —El pelinegro se echó a morir.
—¿Pero qué? —James se extrañó y luego de intercambiar miradas con la diosa por fin entendió la situación. —Oh, ya se dieron cuenta. Que rápido viajan las noticias por estos lados.
—Felicidades, Cornamenta. —Dijo Peter sonriendo genuinamente.
—Gracias, Colagusano, eres un amigo verdadero, no como otros.
Sirius llevó su mano a su pecho ofendido, pero antes de poder decir algo, Adelaide tomó su rostro entre sus manos y capturó su completa atención. Remus y Lily fueron los más tranquilos con la situación y se alegraron mucho por sus dos amigos.
Para Lily fue tranquilizante el hecho de que su confesión hacia Aegea no había afectado su amistad y de hecho sentía más confianza que antes. Se sentía aliviada por ella misma también porque esa era la señal que necesitaba para confirmar que sus sentimientos por la griega ya no pasaban más allá de una buena amistad.
James y Aegea se encontraban sentados uno frente al otro aún en los bancos del campo, conversando tranquilamente. El clima hacía que la nariz de ambos enrojeciera un poco pues el invierno se acercaba, pero a ninguno le molestaba.
—¿Crees que debería contarle a los demás sobre ese pequeño secreto? —Susurró la diosa para que ninguno de sus amigos la escuchara.
—Es tu decisión, Gea, honestamente no cambia en nada la relación ni con ellos ni conmigo. —La tranquilizó Potter.
—¿No sentiste nada cuando te lo dije?
—Me sentí pálido por el miedo, se me congelaron las...
—¡James!
—Vale, perdón. —Potter levantó las manos en señal de rendición. —Miedo porque eres una jodida diosa y quien sabe de lo que eres capaz, aunque si me preguntas eso te hace más ardiente y...
—Al grano, Potter. —Aegea rodó los ojos divertida.
—Bueno, podrás ser muy poderosa pero tu personalidad siempre será la misma y eso es lo que nos gusta de ti. Mientras no enloquezcas y nos maldigas a todos, entonces no hay problema.
—No los maldeciré. —Contestó la griega arrastrando las palabras. —Les diré pronto, todavía no sé cuando pero ya pronto. En parte me da pereza si lo relaciono con el hecho de que nada va a cambiar.
—¿Nada que? —Preguntó Peter quien escuchó la última parte de la conversación.
—Nada, Pet, cosas de recién casados. —Le respondió el cuatro ojos y Pettigrew asintió para luego dirigir su atención a otra cosa. —Oh, olvidé decirte que pronto es la final de la Copa de Quidditch y necesitamos ganar contra Hufflepuff este juego que viene y luego contra Ravenclaw para llevarnos el premio a nuestra linda sala común.
James parloteaba sobre aplastar a ambos equipos olvidándose de un pequeño detalle.
—¿Olvidas a cual casa pertenezco, Potter?
—Obvio no, si eres la Ravenclaw más... oh, es cierto. Oh por Merlín, ¡convivo con el enemigo! —El gryffindor chilló asustado. —Gea, sé que esto arruinará nuestra relación pero aplastaré a todas las águilas que se crucen por mi camino.
—Pues que yo recuerde, su equipo tiene tiempo sin ganar la copa, Ravenclaw va a barrer el piso con ustedes.
—Por favor, amor, no nos subestimes. —Contestó Potter arrogantemente. —Vamos a ganar y cuando lo hagamos quiero ver a mi novia celebrando conmigo.
—Tu novia va a celebrar la victoria de su casa en su sala común, soltera y sin compromiso.
—¿Eso me da permiso de tener una aventura de una noche entonces?
—Ni lo sueñes, Potter.
—¡Oye, pero-
—Solo bromeo, fiera, no llores.
. . .
EL PARTIDO CONTRA RAVENCLAW HABÍA LLEGADO Y TODOS ESTABAN MUY EMOCIONADOS CON LA FINAL. Gryffindor había derrotado a Hufflepuff logrando posicionarse junto a las águilas como las casas con más puntos en el torneo.
Adelaide y Aegea llevaban sus bufandas azules y sus rostros habían sido manchados un poco con pintura azul. En la sala común de las águilas los miembros del equipo se encargaron de que todos tuvieran el orgullo Ravenclaw presente.
—Ven, vamos a buscar a los chicos. —Habló la rubia arrastrando a la diosa hasta los vestidores de los leones. —Ve a ver a Potter y yo al perro ese. —Bromeó refiriéndose a Sirius.
La griega caminó temerosa de entrar adónde no le incumbía y terminar viendo a quien sabe quien sin ropa, pero justo antes de entrar a un vestidor, James la tomó de la cintura y la giró para que lo viera a él.
—¿Espiando al enemigo, diosita? —Preguntó Potter burlón.
—No necesitamos sus estrategias fáciles. —Lo molestó Aegea. —Venía a buscar a un amigo, usa lentes, a veces no se peina, es lo más terco que existe, ¿de casualidad lo conoces?
James no aguantó más las ganas, se pegó más a su novia y la besó de esa manera que lo caracterizaba a él. La diosa se sorprendió pero luego correspondió el beso mientras hundía sus manos en el cabello del chico. Este quitó una de sus manos de la cintura de la griega y la deslizó más abajo causando que Aegea interrumpiera el beso.
—Contrólate, James.
—Lo siento, son las emociones del juego.
—¡Que ya va a comenzar! —Gritó Sirius desde afuera del vestidor. —¡Mueve el culo, Fleamont!
El de lentes rodó los ojos fastidiado.
—¡Ya voy! —Gritó en respuesta para luego volver a fijar su mirada en Aegea. —¿Mi beso de buena suerte?
—No lo vas a tener porque toda mi suerte va para mi casa, nos vemos luego, Potter. —Contestó la diosa burlona para luego irse del lugar.
Llegó a su asiento junto a su amiga rubia y luego de un pitido por parte de Madame Hooch el partido comenzó.
—Si pierden me cambio de casa. —Murmuró Adelaide.
—Nos cambiamos querrás decir porque a mi no me puedes dejar sola. —Le reclamó la griega.
Luego de que el juego se llevara a cabo, una molesta Aegea salía del campo de Quidditch rezongando sobre lo mal que había jugado su equipo. Y es que no había pasado dos horas el día anterior leyendo sobre el deporte para que al final no ganaran.
Antes de poder salir por fin del lugar, alguien se acercó velozmente a ella volando en escoba. Se bajó del aparato y luego de quitarse las gafas especiales que llevaba puestas se paró frente a la diosa.
—¿Y bien? —James sonreía ampliamente viendo a la diosa.
—¿Bien qué? —Preguntó Aegea de mala gana.
—Era obvio que íbamos a ganar, ¿si lo sabes?
La griega emitió un sonido de frustración.
—Sí, pero...
—Pero querías llevarme la contraria. —Potter se burló. —Te salió mal tu juego, cariño.
—Este momento se queda en el pasado, yo nunca vine a este partido de Quidditch y tampoco comprendo el deporte. —Habló la diosa como si estuviera haciendo un juramento.
—Si no sabes nada del juego, solo deberías alegrarte por tu novio y darle una recompensa.
Aegea sonrió y se acercó a Potter para plantar un beso lento sobre sus labios por unos segundos.
—¿Ves como no necesitaste el beso de la suerte? —Preguntó Aegea suavemente.
—No, pero me motivó a ganar para conseguir el de recompensa.
una disculpa por perderme y no actualizar, tenía un bloqueo):
en fin, ya tengo el final de esto y a los que van a sobrevivir, yayyyy.
en fin, los leo siempre y hasta la próxima,
nelly.