The firstborn | Jujutsu Kais...

Oleh daaisxke

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𝐓𝐅𝐁 (Pausada) | ❝ Un demonio en el útero de una mujer ❞ Por el corto tiempo que el grupillo de hechiceros... Lebih Banyak

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XI
XII
XIII
XIV
XV
𝔈𝔰𝔭𝔢𝔠𝔦𝔞𝔩 𝔡𝔢 𝔖𝔞𝔫 𝔙𝔞𝔩𝔢𝔫𝔱𝔦𝔫
XVI | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
XXIII
XXIV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXVI
XXVII
XXVIII
XXIX
XXX
XXXI
XXXII
XXXIII
XXXIV
XXXV | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
XXXVI
XXXVII
XXXVIII
XXXIX
XL
XLI
XLII
XLIII
XLIV
XLV
XLVI
XLVII
XLVIII
XLIX
LI
LII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶
LIV

L

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Oleh daaisxke

"El Arquitecto" era el nombre que había recibido alrededor de los años mil novecientos en adelante, en donde llevaba a cabo múltiples planes en su mayoría relacionados con robos y disturbios políticos bajo un seudónimo masculino, aunque solo los socios que pedían sus servicios conocían su verdadera identidad, la cual por cierto era borrada de su memoria una vez que sus tratos terminaban.

A lo largo de su vida, Yashiro decidió vivir con las necesidades de cualquier otro humano, pero para poder vivir como ellos necesitaba también trabajar, ya sea de manera legal o ilegal con tal de tener dinero.
La prostitución fue admitida por un tiempo dentro de su línea de trabajos, ya que no podía dejar de lado su necesidad de alimentarse de la energía maldita de los humanos, y los más indicados para esto eran los soldados de la caballería militar.

Pero pronto se cansó de ello, comenzando a ir por trabajos de otro tipo de ámbito.

Yashiro siempre tuvo una capacidad increíble para idear planes. Sus primeras veces fallaban en ciertos factores, pero poco a poco se fue perfeccionando. "El Arquitecto" nació como tal, y se dió a conocer sus servicios, en el momento en que, el primer líder, el fundador de La Cosa Nostra necesitaba con urgencia acabar con una familia enemiga que había estado alterando sus negocios imprudentemente, robando y asaltando sus vías de transporte de alcohol y narcóticos.

"Escuche del amigo de un amigo..." y así el seudónimo de Yashiro llegó a los oídos del hombre. Si bien se llevó una gran sorpresa al ver una figura femenina, no le dió demasiada importancia cuando conoció su gran intelecto y lógica (incluso ofreció esposarla con uno de sus hijos).

Se especializaba tanto en planes pequeños como grandes, catástrofes pequeños y grandes, robos pequeños y grandes, manifestaciones pequeñas y grandes. ¿Robar dinero? Pan comido, y de pasada te traía una de las obras de arte más famosas de la época. ¿Cuáles eran los requisitos? Armas y dinero era todo lo que necesitaba para aceptar el trato, no importaba cuál sea, siempre lo cumplía cuando su paga estaba frente a sus ojos.

Era simplemente impresionante lo calculadora que era, todo comenzaba y terminaba en el minuto exacto en el que ella quería, sin atrasos o adelantos, aunque desde luego que le llevó cientos de años perfeccionarse de aquella manera.

Siempre miraba la hora en su reloj de mano, era un detalle imposible de no ver para quienes solicitaban sus servicios. Era fría y paciente, más que nada estaba capacitada para llevar sus acciones más allá de la línea de imaginación que sus contratantes tenían en mente. Si debía matar a alguien para avanzar un paso en el plan, entonces lo haría; Si debía derrumbar grandes estructuras arquitectónicas para avanzar un paso en el plan, entonces lo haría.

Por ello mismo, cuando dieron las nueve de la noche en punto, se sentó en la cama matrimonial pasando una mano por su cabellera, soltando un profundo suspiro mientras sus ojos trataban de adaptarse a la oscuridad del gran cuarto y, pronto, la figura junto a ella se revolvía en su lugar.

Giró a ver a la mesa de noche, dieron entonces las nueve con uno y el pelinegro volteó hacia arriba para poder verla.

Desde su posición ella le daba la espalda. El muchacho alzó su mano en silencio y sus yemas tocaron su espalda desnuda, estremeciéndola, jugando con los largos mechones de su claro cabello, aun recién despertando de su profundo sueño.

— ¿Esto es correcto? —preguntó repentinamente, con una voz ronca de recién despierto, a la vez que sobaba sus ojos con su mano derecha y su pecho se inflaba—. Soy tu Guardián.

— ¿Ya olvidaste la primera vez que lo hicimos? —el muchacho seguía jugando con sus mechones—. Estabas asustado, creías que me habías faltado el respeto.

— No te burles, soy mayor que tú —refunfuñó el muchacho.

En alma sí, en alma era unos diez años mayor que ella, pero en cuerpo, en la reencarnación de su cuerpo actual en realidad... Parecía una simple célula que aún no formaba una existencia humana.

— Oi, soy tu Ama ¿Qué crees que haces hablándome así? —respondió ella con claro tono de burla.

— Tch.

Su ceño se frunció a la vez que terminó por jalar su cabello para obligarla a caer recostada nuevamente junto a él. Yashiro solo lo golpeó levemente para masajear su cuero cabelludo y se cubría hasta el abdomen con las sabanas, y él solo la miraba.

— Deja de mirarme.

— Es que te extrañe.

— Dios, no recordaba que fueras así uh, el pequeño guardián que conocía era más rudo —el muchacho volvió a gruñir a la vez que volvía más fuerte su abrazo a ella, provocando que soltara una risilla leve y luego una queja ante la falta de aire—. Vaya, te ves tierno.

— No decías eso hace dos horas, Señorita Ryōmen —susurro a su oído mientras la nombrada se estremecía, pero giro a su izquierda nuevamente advirtiendo la hora.

Las nueve con tres.

— ¿Señorita Ryōmen? No me llamas así desde... —ya había perdido la cuenta de cuantos años habían pasado—. ¿De verdad recuerdas todo? —giró hacia él, observando esos iris que ya no eran negros, sino un intenso rubí que brillaba en la oscuridad, tal como recordaba entre la oscuridad del bosque.

— Es extraño... —suspiró él a la vez que sus ojos se cerraban y se acurrucaba en su hombro—. Era como un sueño dentro de un sueño... Mientras yo dormía, soñaba con la vida de mi actual reencarnación, en donde ahora era parte de la familia Nakerama. Son parte de mí, desde luego, recuerdo a quien llamaba madre, padre, hermana mayor y a la pequeña Hitsumi, aún siento amor por ellos, y recuerdo cada momento que pasé contigo al momento de conocerte, aun cuando el verdadero yo dormía en lo profundo de la reencarnacion... pero solo parecía un sueño. Me identifico con este cuerpo, me identifico como Nakerama Takeshi, pero solo se que te pertenezco como Takeshi el Guardián, y siento que, de cierta forma, te acepte con facilidad y creí rápidamente la historia de hechiceros y maldiciones cuando nos reencontramos por primera vez en esta vida porque, en lo profundo aun donde yo dormía, de cierta forma te reconocía en aquel sueño, así que confíe en ti... Y cuando este cuerpo absorbió tu corazón, desperté, pero no como alguien nuevo, sino como una parte que faltaba en el cuerpo de Nakerama... Despertaron los sentimientos que sentía hacia ti como tu Guardián, despertó mi fin en la vida que era protegerte, y cada recuerdo de la infancia que pasé junto a ti se implementó en la memoria de este cuerpo... ¿Comprendes? He incluso cuando este cuerpo pasó junto a ti por más de cuatro años, el otro lado de mi consciencia que dormía te... te extrañó como nunca al despertar.

La castaña hundió su rostro en la cabellera del pelinegro, cerrando sus ojos por unos segundos mientras sus manos acariciaban su cabello y las de él rodeaban su cintura. Se sentía como volver a la paz del pasado.

— Recuerdo el prado y la cabaña —continuó—. A tu padre y a Ruther, tal vez por ello también se debía la rivalidad de este cuerpo con él... Nunca me cayó bien —cierto, solía gruñir como bestia cuando el se le acercaba a la pequeña Yashiro—. Este cuerpo es lo más cercano a lo que recuerdo como el físico de mi primera vida, cuando me salvaste.

— Cierto, aunque tu cabello era más largo y tu cuerpo era un poco más delgado —acotó ella, sintiendo la respiración cálida del pelinegro chocar contra su pecho.

— Recuerdo otras vidas, reencarné múltiples veces, pero en ninguna estuve tan cerca de ti como lo estuve ahora... Supongo que estoy agradecido, una vez había escuchado de... De alguien de mi vida pasada, que decía que los perros solían morir de depresión cuando sus dueños fallecían o los abandonaban y... de cierta forma creo que fue la causa de varías reencarnaciones.

Mientras ella miraba la ciudad nocturna por los grandes ventanales del Penthouse, él solo hacía lo posible por disfrutar ese pequeño momento de tranquilidad y sentir su cuerpo y aroma que, por alguna razón, anhelaba más que nunca.

— Takeshi... —llamó, mientras su mano detenía su caricia y ahora se posaba en su nuca—. Hay una condición —suspiró, ajeándolo lo suficiente para poder ver su rostro, en sus ojos ya se expresaba la preocupación—. Cuando esto acabé... Deberás devolverme mi corazón ¿Sabes que significa eso? —algo de melancolía se sentía en su voz, provoco que cerrara sus ojos y soltara un suspiro tratando de negar lo que él imaginaba, pero al fin y al cabo era el destino—. Olvidarás todo sobre "El guardián" y volverás a dormir... —la gran mano del muchacho tomó la de Yashiro, posándola sobre su cálida mejilla por la simple necesidad se sentir su tacto—. Volverás a la limitada consciencia del Nakerama Takeshi de esta vida... Y tendrás que perdonarme, sonara egoísta, pero esta reencarnación tiene el derecho de continuar su vida —fue como un golpe bajo sentir las lágrimas del pelinegro humedecer su mano en su mejilla—, si permaneces despierto no serás el mismo... Y por mucho que digas que los Nakerama siguen siendo parte de ti, ambos sabemos que me pondrás incluso por sobre tu propia familia y yo... Yo no puedo permitir eso... Me odiarás, tal vez no, tal vez tenga tu perdón, pero tendré que hacerte dormir para protegerte a ti, a este cuerpo, y a su familia.

A las once con treinta, Ruther y Takeshi se habían reunido. Cara a cara esos ojos marrones se encontraban con el oji-rubí bien formado. Un "Es bueno tenerte de vuelta, pequeño cachorro guardián" salió de la boca del peli-rubio, a lo que el nombrado solo contestó gruñendo y negando al pasar por su lado.

A las once con treinta, Yashiro conversaba y bebía tranquilamente en la barra del club nocturno, pendiente del pequeño reloj de mano que cargaba en el bolsillo de su pantalón de traje, y tratando de disimular sus malestares mientras pedía de botella en botella.

A las once con treinta y cinco, Yūji y Megumi habían logrado hacer dormir a Nobara, se retiraron del cuarto de su compañera con sumo cuidado y silencio para no despertarla, y se encontraron con el alto hombre peli-blanco en el pasillo tras cerrar la puerta a sus espaldas.
Había algo en la actitud de su profesor que no les agradaba, los estremecía de solo ver esa monótona sonrisa en su rostro porque de cierta forma se veía más falsa de lo que comúnmente se ve, pero sabían que tarde o temprano llegaría el momento de enfrentar a la entidad desconocida que se habían empecinado en descubrir.

Ellos mismos estaban causando esto, y claro lo tenían.

— No sabemos exactamente lo que ella es —comentó hacia sus queridos estudiantes, mientras se cruzaba de brazos y se apoyaba en el pasillo del lugar—. Debo traerla aquí e interrogarla.

El temblor repentino en el cuerpo de Yūji no se sabía exactamente si era de él o de Sukuna.

— Deberían ir a descansar, los llamaré cuando sea necesario.

Bueno, Megumi no quería realmente dejar todo en manos de Gojō. Nunca lo había advertido tan molesto como en esta ocasión, por lo cual no sabía de lo que podía ser capaz, y eso lo aterraba. La idea era traer a la chica/chico, o lo que sea que es, con vida a esta institución pero no tenía la seguridad de si el hombre sería capaz de cumplir con los pasos a seguir.

Para cuando dieron las once con cuarenta, un escalofríos recorrió el cuerpo de Yashiro. Estaba peor de lo que se imaginaba pero era igualmente válido para terminar el plan, por lo cual se colocó de pie dejándole propina al barman y pidió unos minutos a sus acompañantes mientras se dirigía al baño.
Verificó que el lugar estuviera vacío. Tomo el letrero de "ocupado, en limpieza" y lo colocó en la puerta principal para luego cerrar esta con seguro. Se dirigió hacia el mesón de los lavamanos y apoyó ambas manos en la baldosa.

Cerró sus ojos, mareada en el lugar, trataba de respirar con normalidad pero era difícil. Su piel ya ni siquiera se veía pálida sino que de otro color preocupante. Le dolía el pecho como nunca, como si la herida aun estuviera abierta incluso cuando se había preocupado de cerrarla por completa.

Abrió el agua del lava manos, quitó su camisa blanca quedando en brasier y se acercó al lava manos colocando su cabeza bajo el agua. Empapó su cabello tratando se refrescarse porque el calor que sentía era como estar en pleno verano en el Desierto Sirio y créanme cuando les digo que ella sabe lo que es estar en pleno verano en el Desierto Sirio.

Luego, secó su cabello con las toallas de mano y lo peinó hacia atrás, volvió a ordenar su camisa y dejó todo en orden. Se miró una vez más en el espejo e hizo lo posible por disimular sus expresiones.

Pareciera ser que su físico maldito no aguantaba más dentro de su físico humano, y con la fuerza de un único corazón difícil era que algunos sectores de su cuerpo no cambiaran, como por ejemplos sus hombros; se habían vuelto más anchos pero nada demasiado preocupante.

— ¿Todo bien Yashiro? —preguntó el hombre, mientras ella miraba a su alrededor detenidamente hasta encontrarse con sus ojos.

— ¿Tienes un cigarrillo? —la verdad es que ni siquiera lo había escuchado, y él lo notó, pero realmente no tenía más tiempo para parlotear por las personas de este lugar por mucho que le gustara.

— ¿Huh? Sí, tengo unos ¿Te acompaño?

— Estaré bien sola.

Para las once cuarenta, ya no vestía pantalones de traje ni camisa, sino jeans negros y una camiseta negra de tirantes, con sus típicas botas estilo militar del mismo color.
En el oscuro callejón del local, ninguna puerta interrumpía las paredes de ladrillo al visto, un único faro de luz iluminaba un poco en la entrada del callejón y no había ningún vagabundo cercano. Lo suficientemente seguro.

Once cincuenta y cinco.

¿Creyó que ella no sentiría su presencia? Es notorio incluso si intenta ocultarlo, después de todo, su energía maldita es algo realmente particular a diferencia de los demás Hechiceros.

Había pedido que le arrancaran su propio corazón para este preciso momento y, aun así, por alguna razón no sentía la emoción que pensaba que llegaría a sentir en el momento en que vió al mismísimo Gojō Satoru en la entrada del callejón.
Tal vez fue porque ya lo había visto aquella vez en el club, cuando sus ojos azules se toparon con los rubí de ella, pero era cierto que había algo diferente en él que no reconocía de la primera vez.

El enojo. La sonrisa monótona de coqueteo o burla ya no se reflejaba en su rostro, y el hombre no se encontraba allí parado con una actitud despreocupante o amigable, no, era diferente a la primera vez que lo vió. Estaba tenso y molesto, dos cualidades que siempre suelen traerte problemas al momento de enfrentarte a alguien tanto física como verbalmente, sin embargo Gojō Satoru era un niño grande y sabía cuando debía ponerse serio y cuando podía relajarse.

— Veo que la carta sin palabras ha llegado a tus manos, ¿Cómo se encuentra la pequeña Kugisaki? —su voz era más grave de lo que él imaginaba, un detalle que no tenía mucha relevancia para el momento pero que de cierta forma lo dejo desconcertado.

Ella se apoyó en la pared del callejón sin salida, con una pierna flexionada y apoyando el pie de esta misma en el muro. Las llamas de fuego florecieron en la palma de su mano izquierda, y con el cigarrillo entre sus labios acercó su rostro al fuego para prender este, sacudió su mano y las llamas se desvanecieron junto al sonido del fuego siendo atacado por el viento.

— Procuré no ser demasiado ruda con ella, después de todo le tengo un valor especial —sonrió ladina y el humo del cigarrillo fue botado por sus fosas nasales como toro endemoniado.

Había dejado el cigarrillo por objeción de Nakerama Takeshi, ya desde hace unos tres años que no fumaba, por lo cual mentiría si dijera que no le ardió la garganta ante la primera bocanada, pero debía mantener las apariencias

— Ryōmen Yashiro —nombró él, nada que la estremeciera mientras su mirada rubí recorría las atractivas facciones del peli-blanco y el peli-blanco la analizaba de pies a cabeza—. Veo que las sospechas de mi estudiante eran ciertas, tienes algo particular incluso cuando no se sabe con precisión si eres una maldición, un brujo o un humano —se mantuvo en silencio por algunos segundos, solo quería analizarla.

La muchacha se veía relajada, como si no tuviera ni la intención de atacar pero tampoco de escapar, en cambio él se encontraba tenso y alerta, pues su impredecible mirada y gestos no ayudaban demasiado a anticipar un ataque.

— Les advertí en un inicio que tendrían que estar listos para las consecuencias de encontrar algo desconocido.

— Bueno, es el mecanismo de defensa de los humanos... Ante algo desconocido solo piensan en como matarlo o en como escapar de él, después de todo, ese es el trabajo de ustedes ¿No? —uh, aquello lo molestó de cierta manera—. Aunque, bueno, podría decirse que están haciendo un "bien común" si no fuera por la realidad de que la existencia de los hechiceros es increíblemente diminuta a diferencia de todas las maldiciones que existen, de las cuales por cierto solo tienen conocimiento de un... —sus labios se fruncieron pensativa—, declararía yo, de un quince por cierto, aunque ¡No te desanimes! Es bastante considerando lo lento y obstinados que son los hechiceros —una sonrisa repleta de burla se esbozaba en su atractivo rostro mientras su mirada caída trataba de imaginarse el rostro del hombre sin aquella venda cubriendo sus ojos.

— ¿Por qué no matarlos? —preguntó el hombre repentinamente, desconcertándola un tanto mientras daba una bocanada a su cigarrillo y ladeaba levemente su rostro hacia un costado—. ¿Por qué no matarlos y sacarlos de tu camino? O más fácilmente ¿Por qué no borrar tu rastro? Ellos te seguían, porque tú se los permitías —ella se esperaba que él fuera el único capaz de ver aquello, pero no sus verdaderas intenciones—. ¿Me dirás tus intenciones antes de acabar contigo?

Gojō dio paso tras paso, hasta una distancia de no más de unos cuatro metros hacia ella, lo suficiente para que cualquier siguiente paso de entidades como ellos acabara con la vida del otro y, aun así, ella no se movía.

— Pobre Gojō Satoru... —apagó el cigarrillo contra el muro de ladrillos para luego cruzarse de brazos—. Desde que naciste te impusieron toda la responsabilidad del mundo de la hechicería en tus manos solo por ser el supuesto chamán más fuerte en todo el mundo, heredero de la técnica de maldición Ilimitada y el poder de los seis ojos... Al fin y al cabo terminaste creyéndote el cuento de superioridad y ahora creer que eres invencible a todo ¿No es así, muñequito de nieve?

Solo intentaba provocarlo, claro tenía que él que ella solo intentaba provocarlo, pero no le molestaba eso, más bien le perturbaba el hecho de que ella supiera aquello, cuando ella era algo desconocido en la faz de la tierra para ellos.

— Por cierto, ya que estás aquí ¿Por qué no te das el tiempo de conocer a tu media naranja, eh?

El puñetazo que fue en contra de ella atravesó el muro de ladrillo, generando un agujero en el último muro del callejón, y el sonido de los ladrillos cayendo al suelo satisfacía los oídos de la castaña en ese gobernante silencio nocturno.
Pero cuando Gojō alzó su mirada, su puñetazo no había ido en contra del rostro de la chica como él deseaba. Es más, ella no estaba allí, ni tampoco era capaz de ver o sentir la energía maldita de su cuerpo, la cual por cierto era increíblemente baja a diferencia de lo que tanto alardeaban sus estudiantes.

Mierda, cinco segundos tardes y el plan se hubiera estropeado. Se quejó Yashiro mentalmente observando el pequeño reloj de bolsillo de oro, para luego volver a guardar este en su lugar y cruzarse de brazos nuevamente.

Alerta como desde un inicio, Gojō se volteó en busca de la presencia de la mujer, y tardó en encontrarla para luego sentirse estúpido al ver como permanecía con la misma postura pero en el muro de su izquierda.

— No creí que fueras de esos impulsivos que golpeaban las paredes solo porque dañaron su ego —burló nuevamente, mientras Gojō se enderezaba en su lugar y su pecho se inflaba algo irritado.

No solo era su actitud, sino también el no poder ver el flujo de su energía maldita, era como si literalmente estuviera completamente ciego por la tela que cubría sus ojos.

— Por cierto, el segundero del reloj me está pisando los talones, ¿Por qué no apresuramos un poco la situación?

— Claro, quédate quieta y déjame acabar correctamente.

— Oi, oi, tengo una mente sucia, no digas ese tipo de cosas si estamos en medio de una situación como esta —una atractiva sonrisa se esbozó en su rostro mientras Gojō veía como la punta de su lengua se partía en dos y pasaba estás por sus sobresalientes colmillos. Se estremeció.

Se paró correctamente en la planta de sus pies para dejar de apoyarse en el muro, y desató sus brazos cruzados.

Repentinamente, sus ojos divisaron una llama de energía maldita púrpura oscura creciendo poco a poco en el interior de ella. En un principio era pequeña, luego fue creciendo hasta tomar un tamaño mediano, pero poco a poco fue desbordándose de las líneas de su figura y sobrepasando lo que él podía llegar a imaginar.
El rostro de la muchacha había cambiado, su mandíbula tensa y sus labios en una línea recta, su expresión ya no era de relajo o burla, sino seriedad. Una seriedad que imponía superioridad en ese ceño fruncido y mirada que pasó de ser verde a rubí fulminante.

— Nosotros no vamos a luchar, Gojō Satoru —anunció, mientras por alguna razón su cuerpo parecía volverse más marcado—. Yo te mostraré de lo que soy capaz... —de sus manos comenzó a brotar la energía maldita de su cuerpo, provocando así que la llama disminuyera en su interior y comenzara a concentrarse en el exterior, generando la forma de un gran y magnifico arco flamante—, y tú usarás algún tipo de técnica maldita para dejarme inconsciente.

El peli-blanco ni siquiera estaba prestando atención a las palabras de la castaña, pues estaba demasiado concentrado en qué tipo de arma era la que portaba sus manos y en como podía hacer que su energía maldita disminuyera antes de llamar la atención de otras maldiciones.

— Y entonces seguirás mi plan al pie de la letra.

La flecha maldita de energía fue soltada por su mano derecha, y la rapidez fue tal que el menor ni siquiera tuvo el tiempo de procesar un movimiento.
El silencio invadió luego de que se escuchara el filo de la flecha cortando el aire del callejón. Sus ojos exaltados de sorpresa solo miraban los rubí cansados de ella, cansados como si fuera una situación que se repetía día tras día al punto de querer llevarla al suicidio, y pronto, un escalofríos le recorrió toda la espina dorsal y sintió ese terror devastador que sus estudiantes tanto alardeaban en el momento en que sintió un ardor punzante en su mejilla izquierda, y los hilos de sangre corrieron por su pálida piel hasta gotear en el final de su mandíbula.

— Fallé —alardeó ella, y fue lo suficiente para que Gojō Satoru reaccionara del corte que había hecho en su mejilla de manera inexplicable.

Imposible. Pensó, mientras sus manos sujetaban el cuello de la castaña contra el muro del ladrillo. Imposible. Repitió, alzándola centímetros del suelo, mientras las manos de ella sujetaban las muñecas de él, y este sentía el tacto frío sobre su piel. Imposible, la técnica está activada. La sangre continuaba corriendo del corte de su mejilla hasta gotear por su mandíbula.

Pero ella solo sonreía con burla mientras iba perdiendo la consciencia.





















🚨

Heey, tengo en borradores un fanfic con Sukuna. Contexto: Sukuna es Yakuza y ella una boxeadora profesional. En fin, espero en algun momento llegar a publicarlo.

Lanjutkan Membaca

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