Clara realidad

By Storiesscris

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¿Su oscura tentación les permitió un "vivieron felices y comieron perdices"? Las tentaciones son oscuras y si... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12

Capítulo 5

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By Storiesscris


No había sonado a petición, más bien en sus oídos se escuchó como una clara orden y detestaba que fuera de esa manera porque su cuerpo no le había ayudado. Le había bajado la regla, algo que no podía controlar por mucho que quisiera, y llevaba maldiciéndose desde que al levantarse se encontró con la mancha de sangre en el pantalón de su pijama. Si había algo que extrañaba del embarazo era que no tenía la regla, por lo tanto nada de manchar la ropa ni de quejarse por el dolor de barriga y espalda.

Le había enviado un mensaje diciéndole que no podría asistir pero el dominante lo interpretó como que no quería asistir y no tardó en llamarla para aclarar conceptos.

—Chris... —suspiró cuando atendió la llamada—. Pensé que estabas trabajando.

—Estoy trabajando —admitió—, pero no creo que el trabajo sea más importante que tú. Ahora bien, ¿que ha pasado?

—No puedo ir hoy al club contigo —repitió lo que le dijo por mensaje—, pero no por nada sino por un pequeño problema...

—Cyara —la interrumpió al ver que se estaba yendo por otra rama para evitar el tema principal—, no te enrolles y ve al grano.

Sus mejillas se calentaron, incluso por vía telefónica no perdía su esencia de ser un don órdenes.

—Me bajó la regla.

—¿Y?

—¿Cómo que y? —bufó, llevándose una mano a la frente—. Y no voy a ir por ese motivo.

—¿Te duele la barriga? —preguntó—. Si es así puedo ir a hacerte compañía y de paso te llevo algo para el dolor, ¿todavía comes de esas galletas que yo tanto odiaba? El supermercado me queda de camino y no tengo problema en ir a comprarlas.

—Estoy bien —Le restó importancia al tiempo que cerraba el libro que tenía entre sus piernas y se dejaba recortar en la cama—. Lo peor es el segundo y el tercer día, el primero se pasa sin problema.

—¿Entonces por que no quieres venir?

—¿No es obvio? Porque no podremos follar, así que mi asistencia será inútil para ti.

Christopher se pellizcó el punte de la nariz al escucharla decir esas palabras, si la tuviera delante ya le habría azotado el culo al menos unas cinco veces, pero como no era así solo le quedaba la opción de hablar y aclararle las cosas.

—No te quiero aquí para follarte, Cyara —suspiró al tiempo que negaba con la cabeza—. Y si quisiera follarte no me importaría que estuvieras de regla.

—¡Ah, mierda! Me mareo con la sangre, sería un desastre si lo hiciéramos de esa manera, en vez de venirme me voy.

—Siempre puedo darte la vuelta y follarte por atrás, ángel —sonrió de lado a pesar de que ella no podía verlo—. Solo imagínatelo y medítalo, hazme saber por mensaje tu decisión antes de las ocho de la tarde, así podré yo confirmar mi asistencia o decirle a los chicos que se encarguen ellos. Dale un besito a Layla de mi parte.

Colgó la llamada antes de que la rubia pudiera refutar, detestaba cuando hacían eso pero ya estaba acostumbrado y no le tomó por sorpresa que ni siquiera le diera la opción de despedirse. Cumplió con lo que le pidió y besó las mejillas de su hija cuando esta se despertó de la siesta que se había tomado después de comer. Layla le recordaba demasiado a Christopher, a pesar de que sus ojitos eran verdes como los suyos tenía la misma mirada que el mayor. Se pasaron sola la gran mayoría del día hasta que llegó su abuela a recogerla, habían quedado en que pasaría la noche con ella y quizá también lo haría el siguiente día.

Caminó por la habitación sin saber que hacer, incluso miró su armario un par de veces, indecisa. Terminó poniendo música, concretamente esas canciones de Michele Morrone que tanto le gustaban (y que tan cachonda la ponían, al mismo tiempo) y no pudo evitar pensar en Christopher cuando sonó Watch Me Burn, concretamente en la vez que lo habían hecho con esa canción de fondo.

—Jodida mierda, Christopher, ni así dejas de meterte en mi puta cabeza —se quejó, encaminándose al mueble del salón y examinando los licores que allí había. Por lo general los tenían allí por si tenían visita inesperada y no sabían que ofrecerle, pero en ese momento ansiaba tomar un traguito.

Si, así en diminutivo, traguito.

Y otro.

Y otro más.

Hasta que la botella empezó a vaciarse y sus labios hormigueaban, de la lengua ni hablar porque ya no la sentía dentro de su boca. Se le pasó el tiempo volando, pues entre bailes ridículos y sorbos a la botella (si, a la botella, ni siquiera se molesto en tomar un vaso y verter allí su contenido) las agujas del reloj siguieron girando. En su teléfono ya tenía al menos siete llamadas perdidas de Christopher y el doble de mensajes por vía WhatsApp, pero no les tomó la más mínima importancia.

No iba a presentarse en el dichoso evento del club con esas pintas así que el dominante perdía el tiempo si seguía intentando comunicarse con ella de esa forma. Él lo sabía, por eso a las nueve de la noche se presentó en su casa, Leyre le había dejado sus llaves para entrar por lo que no se molestó en tocar al timbre. La observó, ahora tumbada en el sofá y con cara de querer tirarse de un puente, la botella apenas tenía unas cuantas gotas de alcohol, le había aprovechado.

—Cyara, Cyara... ¿Qué voy a hacer contigo? —la pregunta quedó en el aire mientras caminaba hacia ella y le quitaba la botella de las manos, la rubia lo miró con confusión para después bufar y cruzarse de brazos—. No me pongas morritos, te estás comportando como una niñata caprichosa e insensata.

—Tú solo me ves los defectos, señor.

—Eso no es cierto, pero en estos momentos solo puedo decir lo que veo —chasqueó su lengua contra su paladar y tiró la botella en la papelera bajo la atenta mirada de la joven—. Estás borracha, ¿te has bebido la botella tú sola?

Ella parpadeó mientras se sentaba en el sofá, apuntó con su dedo índice su pecho y lo miró casi con indignación. Pero claro, sus expresiones no engañaban a nadie y menos a alguien que la conocía mejor de lo que se conocía ella misma.

—¿Yo? Que va... Si yo solo me tomé un traguito —sonrió con falsa inocencia después de haber arrastrado las letras de la oración—. No... Yo no me la bebí, eh.

Christopher dejó escapar un suspiro, no era la primera vez que tenía a Cyara borracha, pero si era la primera vez que no tenía ni la menor idea de por qué razón se había embriagado y más de semejante forma, que fuera en una discoteca o en el propio club era normal, pero eso de ponerse piripi en su propia casa no era para nada de su estilo.

—Vamos a darte una ducha de agua fría y después hablamos, ¿vale?

—No, no uses el plural —negó con la cabeza—. Yo puedo ducharme sola, guapo.

—No puedes ni mantenerte en pie, guapa —torció sus labios en una sonrisa—, así que no me reproches que no tienes derecho a ello.

Antes de que pudiera reclamar ya estaba colgada del hombro del dominante, todo a su alrededor daba vueltas e incluso su borrosa visión le estaba haciendo ver algunas cosas doblemente. Una divertida idea se pasó entonces por su mente, aunque para ello necesitaba la colaboración del hombre que la estaba llevando a la habitación y sabía de sobra que no aceptaría ni de coña. Se limitó a bufar y dejó que la recostara en el colchón antes de irse en dirección al baño para abrir el agua de la ducha, al escuchar caer esta fue cuando se dio cuenta de la situación.

—Espera, no... —se reincorporó y miró al dominante salir por la puerta del baño con expresión de confusión, algo que era habitual cuando Cyara se emborrachaba y empezaba a hablar por los codos—. Tengo que cambiarme el tampón y eso, definitivamente, no quiero que lo veas.

—Bien, te dejo unos minutos para que lo hagas —murmuró al ver como se levantaba y caminaba en dirección al baño—. Hablo en serio, como dentro de cinco minutos no hayas terminado tengo pensado entrar.

—No me metas prisa —se queja ella cuando se deshace de su ropa. No reconoce a la mujer que ve en el reflejo del espejo del cuarto de baño, no parece ser la misma que esa que ve por las mañanas mientras lucha contra el sueño y porque la raya del ojo derecho salga idéntica a la del izquierdo. Pasa eso por alto y decide lavarse las manos antes de bajar la mirada e intentar atrapar con su mano el pequeño cordón que colgaba, en ese momento no le resultaba gracioso ver doble.

Maldijo en voz baja y golpeó con su puño el lavamanos. Se estaba sintiendo más frustrada y ridícula que nunca, ¿por qué ese día había decidido ponerse tampón en lugar de compresa? Ni ella misma lo sabía pero se arrepentía, vaya que se arrepentía.

—Cyara, ¿has terminado? —la pregunta vino acompañada del golpeteo de sus nudillos contra la puerta. Por acto reflejo miró en esa dirección y dejó escapar un largo suspiro.

—No.

—¿Puedo entrar?

—Ni se te ocurra.

—Voy a entrar.

A Cyara no le da tiempo de reaccionar, Christopher abre la puerta y la observa apoyada en el lavamanos intentando no entrar en una crisis emocional. Al darse cuenta de la situación se acerca con pasos lentos, mirándola a los ojos en todo momento y le extiende su mano.

—Ven, voy a ayudarte.

—No necesito que tú me ayudes.

—Yo creo que si —intentó que la respuesta no sonara con burla pero le fue casi imposible.

No le quedó más opción que tomar su mano y dejarse guiar por él una vez más. La llevó de vuelta a la habitación y allí extendió una toalla en la cama, le indicó que se recostara en la cama y ella lo hizo a regañadientes. Nunca en la vida, ni borracha, se imaginaría una situación parecida a la que estaba viviendo. Sus mejillas estaban rojas y no podía culpar al alcohol porque la única culpable de eso era la vergüenza.

—No vamos a hacer esto.

—Solo dime cómo tengo que hacerlo, ángel.

—No vas a sacarme esto del coño para después meterme otro —gruñó, llevándose las manos a la cara para taparse el rostro.

—Ya te he metido y sacado cosas del coño, no me hagas berrinche por esto —palmeó su pierna y esperó a que ella le explicase.

—Pero esto es diferente, es asqueroso...

—Es normal, Cyara, solo es sangre —suspiró—. Por favor, dime de una maldita vez o lo haré a mi modo.

Fue el turno de suspirar de la rubia, primero le indicó en donde guardaba los tampones para que cogiera uno, al hacerlo y volver a acomodarse entre sus piernas supo que debía de explicárselo antes de que los efectos del alcohol pasasen y fuera más incómodo de lo que ya estaba siendo.

—Tira del hilito que está colgado de forma suave pero firme, debería de salir sin dificultad.

Lo hizo, para el dominante no fue una tarea complicada sacarle el tampón y tirarlo a la papelera como si nada hubiera pasado.

—Ahora, con cuidado, empuja con suavidad, apuntando hacia la parte de mi espalda —empezó hablando, no dejó de darle indicaciones hasta que sintió que este estaba perfectamente colocado en su interior.

—¿Ha sido para tanto? —preguntó divertido, pero a Cyara no le había causado ni la más mínima gracia. Se carcajeó mientras caminaba al baño para lavarse las manos y volver con ella lo antes posible—. Venga, Cyara, tienes que ducharte.

—No quiero ducharme.

—No te pregunté si querías.

—Pues deberías, porque de lo contrario me estarías obligando y eso no es bonito, señor.

—Cyara, no me toques los cojones —advirtió—. Incluso borracha te quejas por todo.

—Es parte de mi encanto, ¿que te puedo decir?

¿Que le iba a decir que él no supiera ya? Estaba acostumbrada a sus cuidado, a ser una niña cuando estaban juntos, a que le cumpliera los caprichos a pesar de hacerlo refunfuñando. Él ya sabía cómo se ponía, incluso sabía con certeza con actuaría antes de que lo hiciera. Por eso no le sorprendió lo más mínimo que después de reclamar se pusiera cachonda, de hecho ya estaba esperando a eso desde hacía un rato, solo Cyara tenía la capacidad de cambiar tan rápidamente de estado. Seguía borracha, si, pero ahora estaba con ansias de tocar al hombre que tenía enfrente.

¿Y quien era él para negarle un poco de contacto corporal?

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