Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

28. Tuyo, nuestro.

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By ladyy_zz

Para Luisita, ese último mes estaba siendo todo un caos, y no porque tuviera mil cosas que hacer o no parase en casa en todo el día, que va, la vida de Luisita se había convertido tan caótica simplemente porque la rutina de sus últimos dos años había sido totalmente trastocada. Un mes entero había pasado desde que había cortado con Bea y cada día se sentía más ligera, más ella, y ese vacío que le había dejado Bea cada vez era más pequeño. Sabía que tardaría en cerrarse, o incluso puede que nunca llegara a hacerlo del todo, pero fuera como fuese, ella seguía adelante con su vida. Por tanto, en busca de esa estabilidad que necesitaba últimamente, hizo un repaso mental para intentar recordar cómo era su vida antes de Bea, o qué le gustaba hacer cuando su exnovia no estaba cerca.

¿Os acordáis de cuando os dije que la vida de Luisita Gómez era como la de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes? Pues esa era otra de las rutinas que echaba de menos. Así que, ese día, decidió levantarse temprano, pasar por la cafetería que tan a menudo iba para comprar su café para llevar, saludó a la camarera (la cual hasta pareció alegrarse de volver a verla), y se llevó su pedido en la mano hasta el que era su destino. Ya no hacía tanto frío, habían entrado en marzo y no necesitaba el calor de la bebida para calentarse las manos, aun así, era una sensación que siempre le había gustado.

Caminaba calle abajo sonriente, reconociendo las calles como si fuera el recorrido que hacía diariamente, a pesar de que llevaba sin acudir a ese local desde aquel día que se encontró a Amelia recién llegada a Madrid, y ya hacía dos meses de aquello. El tiempo había pasado rápido, y a la vez, tantas cosas habían ocurrido en esos dos meses que a Luisita le daba la impresión de que habían pasado años. Y ahora, sólo a unos metros de aquella librería que tanto le encantaba, sentía como las piezas de su vida volvían a encajar.

Sin embargo, esas mismas piezas volvieron a agitarse y caerse al suelo mezclándolas todas cuando sus ojos se fijaron en aquel escaparate. Seguía igual, los libros seguían colocados exactamente de la misma manera e incluso las motas de polvo estaban acumuladas tal y como Luisita las recordaba. Todo estaba absolutamente igual, excepto una cosa, las letras de aquel cartel, donde en él ya no se leía "Se vende", sino un "Vendido" tan grande que dolió más que un puñetazo.

No se podía creer que sus sueños se hubieran esfumado con sólo una palabra de siete letras. Era cierto que aquella librería llevaba en venta mucho antes de que Luisita empezara a acudir a ella con aquel proyecto en la cabeza, pero eso era precisamente lo que le hizo creer que conseguiría ahorrar a tiempo para adquirirla, que llevaba tanto a la venta que parecía que estaba esperándola. Pero no era así, ahora otra persona era dueña del negocio de sus sueños y ahora ella tendría que pasar frente a aquel escaparate y saber que se le había escapado de las manos. Estaba harta de llorar, llevaba un mes en el que sólo era lágrimas, pero es que esta no pudo evitar que se le deslizara por la mejilla. Sabía que también lo superaría, pero al igual que había aprendido con su relación, también tenía que permitirse entristecerse por la perdida de la librería para poder superarla.

Sin embargo, el sonido de unas llaves siendo lanzadas al aire la sacó de su pesadilla, y se giró para ver como volvían a caer en las manos de la persona que se había detenido a su lado.

- Bueno, ¿qué? ¿Haces los honores?

Luisita se limpió la lágrima que había salido de sus párpados y siguió mirando perpleja a la chica de pelo rizado de su lado, cuyos ojos miel la miraban algo brillantes.

- ¿Qué es eso?

- Unas llaves.

- ¿Y para qué son?

- ¿No sabes para que sirven unas llaves? Creo que tenemos un grave problema.

- Amelia, de verdad que no estoy para juegos.

La ojimiel se rio de la impaciencia de aquella voz, le recordaba a cuando era pequeña y veía los regalos en el árbol de navidad, nerviosa por abrirlos. Pero incluso antes de que Amelia le contestara, la sonrisa que puso fue tan amplia que, aunque dejaba adivinar lo que diría, para Luisita aquello era imposible de creer.

- Son las llaves de esta librería, pitufa, es hora de que cumplas tus sueños.

Luisita la miró como si le acabase de decir que era un extraterrestre, y después miró las llaves de su mano. Era imposible que Amelia hubiera conseguido reunir todo el dinero que hacía falta para conseguir aquel local. Volvió a mirar a la cara y ahí estaba esa sonrisa de oreja a oreja que la ojimiel ni siquiera intentaba disimular.

- Pero... pero, ¿cómo?

Aunque a Amelia le estaba haciendo mucha gracia su reacción y le gustase jugar un poco más, sabía que en esos momentos, para Luisita aquel tampoco era momento para bromas.

- Tenía algo de dinero.

- ¿Algo? Amelia, sé perfectamente a qué precio estaba esto, y sé que es mucho más de lo que ganas en el teatro.

- Puede ser, pero si hay alguna ventaja posible de ser huérfana, es el dinero de la herencia. Mi madre no tenía mucho, pero si lo suficiente como para comprar este local. Puede que te rías de mí pero... anoche hablé con ella, te lo juro, apareció en mis sueños y me dijo que usara su dinero para hacer algo bueno, y creo que no hay mejor manera de honrar su memoria que crear un refugio para gente como nosotras lo fuimos alguna vez.

Luisita la miró detenidamente y no podía detectar ningún indicio de que estuviera burlándose de ella, aunque, a decir verdad, Amelia nunca podría gastarle una broma de esa magnitud, y la morena tenía razón, aquel era la mejor inversión para el dinero de Devoción. No sabía como sentirse porque aun no terminaba de creérselo, pero una oleada de emoción la invadió.

- Bueno, ¿entramos o...?

Intentó salir del shock en el que había entrado desde que había visto a Amelia a su lado y cogió las llaves de su mano y, aun temblando, la metió en la cerradura y, tras girarla un par de veces, aquella puerta se abrió. Fue casi surrealista, porque Luisita había observado tanto desde el otro lado del cristal aquel local que poner un pie en él fue como si estuviera soñando y, desde luego, no quería despertarse. Ni si quiera se dio cuenta de que Amelia estaba siguiendo sus pasos, ella simplemente entró y empezó a recorrer cada rincón de aquel sitio con sus ojos algo acuosos por la emoción.

- Es que esto es... demasiado.

- Bueno, pues entonces aprovéchalo. Esto es tuyo.

A pesar de haberlo dicho con una sonrisa dulce, la rubia se giró a mirarla con una expresión algo contrariada.

- ¿Mío? Creía... creía que era nuestro.

Y lo último lo dijo casi en un murmuro, por lo que a Amelia le dio un vuelco el corazón por el tono que usó.

- ¿Y qué haría yo en una librería, Luisita? Además, que no sé cómo llevar un negocio, si ni si quiera terminé el instituto.

-¿No terminaste el instituto? – Amelia negó algo tímida ante aquel tono de sorpresa. – Pero yo recuerdo que te graduaste con María.

- Bueno, hice el acto de graduación porque me quedaron solo un par de asignaturas para recuperar en septiembre, pero nunca llegué a hacer los exámenes, sabía que no iría a la universidad así que pensé que era mejor ponerme a trabajar cuanto antes y ya está, para qué perder más tiempo.

- ¿Y mis padres lo saben?

- No, es la única mentira que les he dicho en mi vida, me sentí mal, pero... me moría de la vergüenza.

Aquel era un tema que todavía le resultaba algo humillante a Amelia. No terminó sus estudios voluntariamente, y en ese momento ella era muy consciente de lo que hacía, pero no se hacía una idea de sus consecuencias y de lo mal que la mirarían cuando solicitase trabajo a lo largo de su vida, cuando miraban su curriculum y la miraban con superioridad.

- No habrías tenido nada de lo que avergonzarte, aunque admito que te hubieran matado, ya sabes que eres una hija más.

- Lo sé.

Sonrió, haciendo que la rubia también lo hiciera, porque ella también sabía que Marcelino le habría echado una bronca monumental.

- Aun así, Amelia, yo te conozco, eres inteligente y no te hace falta ningún título que te lo acredite. Estoy segura de que María nos ayudará con todo el tema empresarial, y, no sé, podríamos crear una especie de escenario para hacer funciones infantiles, así tampoco dejarías de actuar. – dijo dirigiéndose al otro lado del local, señalando un pequeño espacio que sería perfecto para aquella idea.

- ¿Tú crees? – preguntó dudosa.

- Claro que si, estoy segura de que será un gran llamamiento.

Luisita aún podía ver que Amelia estaba bastante insegura, y lo último que quería era forzarla a trabajar con ella si no quería, pero sabía que si se negaba no se lo podía tomar como algo personal, y efectivamente, era así.

- ¿De verdad quieres que sea tu socia? – al ver la cara de sorpresa de la rubia, siguió hablando para justificarse y que no sonara como que no quisiera hacerlo. – A ver Luisita, que te agradezco que pienses en mí para esto, pero, no sé, ¿de verdad crees que yo puedo llevar un negocio?

Por primera vez en su vida, Luisita se dio cuenta de una cosa, y es que Amelia también tenía inseguridades. Se había pasado toda su vida viéndola como un modelo a seguir, alguien fuerte a quien admirar, pero lo cierto es que la ojimiel también tenía sus propias dudas sobre sí misma, y no se veía para nada capacitada para esto. Para Amelia, ella era una simple chica que nunca había llegado a nada más que a camarera y para hacer alguna que otra actuación de barrio. Luisita se acercó a ella con esa sonrisa tierna que tanto hacía que las defensas de Amelia bajaran, y le cogió de las manos.

- Claro que sí, Amelia, de hecho, creo que eres la mejor persona con quien montar un negocio, ¿y sabes por qué? – la morena negó. – porque eres una superviviente.

- Luisita, por favor. – rio algo ruborizada.

- ¿Qué pasa? Es verdad, Amelia. ¿Eres realmente consciente de lo difícil que es sobreponerse a todo lo que tú has pasado en tu vida? Y sé que hay muchas cosas que yo no sé, porque hay penas que sólo las conoces tú, pero a todo te has enfrentado tú sola. ¿Y qué es un negocio después de todo eso?

Amelia miró a Luisita, creyéndose esas palabras, y miró a su alrededor, haciendo que aquel silencio pesara sobre la rubia, hasta que finalmente habló.

- Está bien.

Los ojos de Luisita se ampliaron y luego los siguió su sonrisa.

- ¿Si?

- Si, pitufa. – le contestó riéndose ante el tono de entusiasmo de aquella pregunta.

- Entonces... – miró a su alrededor. – ¿Esto es real? ¿Vamos a montar un negocio?

- No, vamos a montar EL negocio de tus sueños. – apretó el agarre de sus manos que aún seguían unidas. – Tú y yo, juntas, y te aseguro que lo conseguiremos.

No quiso decirlo, pero Amelia daría absolutamente todo porque aquella librería viera la luz, y no sólo por Luisita, sino por callar a aquellos monstruos de la rubia que le decían que nunca lo conseguirían, los internos, y los que tenían forma de exnovia. Porque si había alguien en este mundo que merecía cumplir sus sueños, esa era Luisita.

Pero entonces, vio como en aquellos enormes ojos marrones que habían estado todo el rato iluminados se empezaron a formar lágrimas, sin que las rubia pudiese retenerlas. Y entonces, no sólo las dejó caer sin más, sino que empezó a llorar y a llorar de verdad.

- Lo siento, Amelia. – dijo entre lágrimas.

- No me pidas perdón, nunca pidas disculpas por llorar.

- Te aseguro que son lágrimas de alegría. Es que... no te haces una idea de lo mucho que he deseado esto, y no sólo eso, sino de lo mucho que he trabajado para intentar conseguirlo y las muchas cosas que he visto en la asociación y he pensado, "joder, ojalá tuvieran este espacio ya para escapar". Y ahora... ahora es real. – y lo último casi ni se le entendía por aquel sollozo.

Amelia soltó una de sus manos de la de la rubia y pasó su pulgar por su mejilla para recoger una lágrima, pero eran demasiadas las que ya salían por sus ojos, hacía falta mucho más para recoger aquel llanto, así que simplemente, la rodeó con los brazos.

- Has llorado demasiado por tristeza, creo que ahora también te mereces llorar por alegría, porque es real, Luisita, créetelo.

Al escuchar aquello, Luisita no pudo evitar rodearla de la misma manera que lo hacía la ojimiel, y apretó aquel abrazo con todas sus fuerzas.

Estaba pasando.

Era real.

Estaba cumpliendo sus sueños.


Ahora sí, ahora voy a vivir por y para mí.

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