Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

27. Sacudirse el polvo

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By ladyy_zz

No había pegado ojo en toda la noche. No iba a mentir ni autoengañarse, aquel mensaje de su exnovia con aquella extorsión y su foto desnuda era algo que se había grabado en su cabeza a fuego, y sabía que era algo que le costaría muchísimo borrar. Y no sólo la imagen y sus palabras amenazantes, sino aquella sensación. Era difícil de explicar, pero lo más parecido, sería impotencia, vulnerabilidad. Había entregado su corazón y su confianza y fueron machacados sin ninguna piedad. Esa noche, volvió a llorar, pero en cuanto el sol apareció por la mañana, decidió que aquella noche sería la última en la que habría llorado por Bea.

Todo tiene un límite, hasta la pena. Ella sabía que los sentimientos negativos había que dejarlos salir, como le había dicho a Amelia la noche anterior. Si hay algo que te haga estar vivo, es sentir, y sentirlo todo. La rabia, la pena, la felicidad. Todo, y Luisita le había dado la bienvenida a la tristeza como se merecía, porque en ese momento, era su lugar, pero también sabía que había que dejarla ir. Aquella noche, abrazó a su tristeza por última vez y, al amanecer, le dio un último beso antes de pedirle que se fuera para no volver, porque, al fin y al cabo, había sido su compañera demasiado tiempo. Sabía que no se iría tan fácilmente, pero también sabía que acababa de dar uno de los mayores pasos de su vida. El dolor y la tristeza hay que sentirla para poder dejarla ir.

Poco a poco, Luisita, poco a poco.

Tras decirse eso a sí misma, miró su móvil y se dio cuenta de lo temprano que era. Al parecer, además de ser un día duro, también sería largo. Había tomado una decisión, había sido difícil, pero también sabía que decidiera lo que decidiese, iba a serlo. Desbloqueó su móvil, mandó dos mensajes a dos personas en concreto, y, así, selló su decisión final.

Respiró hondo y salió de la cama para enfrentarse a aquel día, porque, a pesar de no haber dormido, extrañamente sentía una fuerza que quería salir de ella. No se lo impediría, por primera vez en mucho tiempo, iba a confiar en sí misma.

Se pasó gran parte del día en la asociación y tenía que reconocer que cada vez lo disfrutaba más, porque ahora no iba a ese lugar sintiendo que estaba haciendo algo malo, yendo a escondidas, ocultándoselo a su novia. Se había quitado también ese peso de encima, un peso que nunca debió estar ahí, porque nunca había sido algo malo. Esas últimas semanas de transición también le estaba haciendo replantearse muchas cosas, y, entre ellas, intentar integrarse en el equipo de la asociación más allá de un simple voluntariado. Quería hacer de ese trabajo su vida, aunque el sueldo fuera bajo, le daba igual, porque valía la pena.

Se le había echado el tiempo encima, y para cuando quiso darse cuenta, ya era la hora de su turno en el King's. María solía ser muy flexible con ella cuando sabía que estaba en la asociación, pero no quería abusar de la bondad de su hermana, porque, al fin y al cabo, era su negocio. Se cambió rápidamente en las taquillas que tenía en aquel lugar donde siempre guardaba un uniforme de repuesto porque no era la primera vez que le pasaba aquello, y cogió el metro para ir rápidamente al King's.

Nada más entrar, vio a su hermana tras la barra hablando alegremente con una chica que, aunque estuviera de espaldas, la reconocería en cualquier lado. Sonrió. Tenía que reconocer que le gustaba llegar al King's y ver a Amelia sentada sobre la barra, a pesar de su aspecto de cansancio. Era probable que la ojimiel acabara de salir del teatro y se hubiese ido directa hacia ahí. Solía hacerlo, Luisita se había dado cuenta de que, por muy cansada que estuviera Amelia al final del día, no se iba directamente a casa, siempre se pasaba por el King's. Era obvio que lo que buscaba Amelia no era la cerveza de después de trabajar, y algo en el interior de Luisita le decía a que se debía que a la ojimiel simplemente no le gustaba estar sola en casa. Y era cierto, la rubia la conocía, y lo que le pasaba a Amelia es que, después de la soledad que la había envuelto durante años, por primera vez, el llegar a casa era un alivio, un motivo de felicidad, pero, sin embargo, cuando entraba en ella y la encontraba vacía, le volvía a invadir aquel sentimiento de soledad, y no porque Amelia no supiera vivir sola, sino que lo había hecho durante tanto tiempo que, ahora que no lo estaba, quería aferrarse a la sensación el máximo tiempo posible ante de que a soledad volviera a ella, porque para Amelia aquello llegaría tarde o temprano. Ella no estaba acostumbra a que la vida le sonriera.

- Lo siento, Mary, se me ha echado la hora encima.

Se metió rápidamente tras la barra y se puso el mandil, saludando a Amelia con una sonrisa, la cual devolvió la ojimiel de la misma dulzura.

- Sabes que no me importa que te retrases, Luisi, pero es que esto es una hora después, si no fuese tu hermana te habría echado hace mucho.

- Pero como lo eres, ¿para qué pensar en suposiciones imposibles? – le dijo guiñándole el ojo.

Ambas morenas se sorprendieron de aquella actitud. Esperaban que, tras el mensaje que recibió ayer de Bea, la rubia estuviera mucho más antisociable, pero no, llevaba una sonrisa puesta como hacía mucho que no la tenía. Y es que ellas no sabían que lo que le pasaba a la rubia es que seguía reuniendo fuerzas para lo que estaba a punto de hacer.

Los minutos pasaron y Amelia seguía sentada en la barra sonriendo ante las tonterías y anécdotas de las hermanas porque, aunque ya llevase casi dos meses ahí, aún tenían mucho tiempo e historias que recuperar. Sin embargo, sus sonrisas cayeron de pronto.

¿Sabéis esas personas que en cuanto entran a una sala, todo el mundo es consciente de su presencia? Que el sitio se ilumina solo por el hecho de esta ahí. Bueno, pues eso es lo que acababa de pasar en el King's con la persona que acababa de cruzar la puerta, pero el efecto producido fue el contrario, todo oscureció, y en cuanto Luisita la vio, le dio la sensación que el aire había desaparecido del lugar. Un escalofrío recorrió por su cuerpo, y volvió a ser consciente de lo mucho que la había temido, quizás más de lo que la había querido. La esperaba, sabía que aparecería, por eso no entendía la reacción de su cuerpo, pero quizás simplemente hay cosas para las que no te puedes preparar. Por unos instantes, sintió que sus fuerzas flaqueaban, pero no, esta vez el miedo no podría con ella.

- ¿Qué mierda hace ella aquí? – interrumpió Amelia sacándola de sus pensamientos, y cuando la miró la ojimiel se estaba levantando de su taburete para ir hacia ella.

- Amelia, no. – la detuvo Luisita.

- ¿Cómo que no, Luisita? ¿Pretendes que después de todo lo que te ha hecho, le deje acercarse a ti? ¿Que me quede aquí con los brazos cruzados, mirándoos?

Porque eso no iba a pasar, Amelia no iba a soportar volver a Bea cerca de Luisita, y mucho menos de haberse tirado toda la noche anterior consolándola mientras lloraba por esa bruja. La rubia se dio cuenta de que Amelia respiraba más rápido de lo normal y su voz emitía una rabia a la que la rubia no estaba acostumbrada, ni la ojimiel misma estaba acostumbrada a sentirse así. Luisita se sintió terriblemente mal, pero por otra parte, le dio más fuerzas aún, porque sabía que para la ojimiel, aquella chica que tenía delante era otro monstruo como Tomás Ledesma, y Luisita combatiría para derrotarlo por ella misma, pero también por Amelia, por Devoción y por todas las personas que nunca pudieron enfrentarse al suyo propio.

- Si, Amelia, eso es precisamente lo que quiero. – y Amelia la miró, costándole creerse aquellas palabras y Luisita le cogió las manos para tranquilizarla. – Necesito hablar con ella y necesito hacerlo sola. Necesito que confíes en mí, y, sobre todo, que creas en mí. Por favor, necesito que creas que puedo con esto, porque por primera vez en mucho tiempo, me siento fuerte y quiero aprovecharlo.

La miró bien a aquellos ojos marrones enormes y vio la necesidad que tenía la rubia de querer romper sus propias cadenas, y de ser ella quien alce la voz y el vuelo sin ayuda. Y era lo que merecía, Luisita merecía mandarla a la mierda por ella misma.

- Está bien, estaré aquí, ¿vale? – y le apretó las manos en señal de apoyo.

- Estaremos. – interrumpió María haciendo que ambas se sobresaltasen y soltasen sus manos, por un momento se les había olvidado donde estaban.

Luisita asintió, cogió aire, y se giró para enfrentarse a su exnovia. Le indicó con la cabeza que la siguiera hacia una de las mesas, no muy alejada de la barra, porque, aunque quería hacer aquello ella sola, no se sentía lo suficientemente fuerte como para quedarse completamente a solas con Bea. Amelia las vio caminar juntas en silencio y su instinto no paraba de gritarle que sacara de ahí a su pitufa y se la llevara bien lejos.

- Sé que es duro, Amelia, créeme que lo sé. – dijo María sacándola de sus pensamientos. – Pero tienes que dejar de ser tan sobreprotectora con ella, porque Luisita necesita ser consciente de esa fuerza interior que tiene y sacarla, y nunca lo hará si tú la encierras en una burbuja para aislarla de todo.

Amelia la miró y no supo si es que era demasiado transparente o su mejor amiga la conocía demasiado bien, pero en ese momento agradeció no ser ella la que pusiera las palabras a aquello que estaba sintiendo.

- Lo sé, ella puede. – dijo sonriendo.

Bea tomó asiento y Luisita se sentó frente a ella, no se creía capaz de sentarse al lado suya tan cerca, pero ahora se arrepentía tenerla de cara. Pero ya no había marcha atrás. Le costó un mundo volver a mirarla, pero cuando la vio, pudo ver que Bea no tenía buen aspecto, incluso podría decir que se le veía mucho más afectada por la ruptura de lo que había querido aparentar. Era la primera vez desde que la conocía que la había visto así, y se dio cuenta de lo triste que era eso, que en dos años de relación, Bea nunca hubiese bajado sus barreras frente a su novia. Bea arrasó el interior de Luisita, sin embargo, a la rubia nunca la dejó entrar.

- Gracias por querer quedar conmigo, Luisita. Ante todo, quiero que sepas que lo siento, ¿vale? Estaba borracha y solo quería que hablaras conmigo, pero nunca habría mandado tu foto a ningún lado, además, te juro que la he borrado. – su voz flaqueaba y mostraba arrepentimiento.

Luisita la miraba intentando aparentar entereza, pero los ojos acuosos que tenía desde que Bea había empezado a hablar, la delataban.

- ¿De verdad la has borrado?

- De verdad. – abrió su bolso y le tendió a Luisita su móvil. – Compruébalo.

La rubia lo miró durante un instante, pero luego apartó la vista, porque no quería comprobarlo. Porque ella no se convertiría en Bea, y nunca le revisaría ni el móvil ni sus pertenencias.

- Luisita, joder. Tienes que creerme, cielo, yo nunca te haría daño.

Luisita volvió a mirarla y ya casi no reconocía a la persona que tenía enfrente.

- Ya me lo has hecho. – y antes de que pudiera decir otra palabra, fueron interrumpidas por una tercera presencia que se sentó junto a Luisita.

- Perdón por llegar tarde, nunca encuentro aparcamiento en este maldito barrio. – masculló lo último para sí misma mientras dejaba su maletín sobre la mesa y lo abría sacando una carpeta de su interior.

Bea la miró detenidamente porque le sonaba muchísimo la cara, demasiado, y al fin se dio cuenta de quien era aquella castaña de ojos azules que tenía delante.

- ¿Es enserio, Luisita? ¿La hermana de Mateo? – y se giró para mirar a Lourdes. - ¿Esto que es, una venganza de tu hermano?

- En primer lugar, para usted soy la señorita Ordoñez, abogada de Luisa Gómez. – sacó un par de folios de su carpeta y los expuso en la mesa. – Estos son capturas de pantalla en las que consta que chantajeó a mi clienta con la difusión de fotos de contenido sexual sin su consentimiento. Ya solo con esto, se le podría denunciar por un delito de extorsión y amenazas contra el derecho al honor y a la intimidad, pero Luisa no quiere denunciarla por ello. Así que, queda en aviso que, en caso de que cumpla dichas amenazas, llevaremos a cabo las convenientes acciones legales. El delito por la divulgación de dichas imágenes sin el consentimiento de mi clienta es de una pena de entre tres meses y un año de prisión, y al haber mantenido una relación sentimental con la víctima, se consideraría un delito de violencia doméstica, por lo que agravaría la pena. – le tendió más folios bajo el desconcierto total de Bea. – Estos son los testimonios de María y Pelayo Gómez donde reportan los malos tratos psicológicos hacia Luisa Gómez. Así que, yo que usted estaría muy segura de haber borrado esa foto y cualquier otra que estuviera en su poder, porque le aseguro que ellos están deseando testificar en su contra.

El corazón de Luisita se hundió porque ella no sabía el último dato. Ella no sabía que su abuelo estaba involucrado, por lo que quería decir, que él estaba al tanto de todo aquello, y una oleada de vergüenza la invadió al pensar cuánto podría cambiar la imagen que él tendría de ella. Una lágrima amenazaba con escaparse porque, si lo pensaba bien, su abuelo aun sabiendo todo quería seguir luchando junto a ella, y no podría sentirse más afortunada de tener a la familia que tenía.

Bea era incapaz de procesar todo lo que estaba escuchando, ¿Cómo iba a ser ella una delincuente o una maltratadora? Vale, sabía que había hecho mal en mandarle la foto a Luisita, pero de ahí a la sextorsión... ¿en serio? Al ver que no reaccionaba, Luisita decidió dar un paso al frente.

- No he traído a Lourdes para amenazarte yo ahora, pero quería que lo escucharas de la boca de una abogada. No es un farol, Bea, no voy a consentir que me chantajees. Hasta aquí he llegado.

Luisita aún tenía los ojos acuosos, pero se estaba empezando a liberar, y aquello sentaba realmente bien. Joder, más que bien. Miró a Lourdes que la miraba con una sonrisa orgullosa. Era cierto que no tenía mucha relación con ella, siempre había sido solo o una amiga de su hermana o la hermana de su amigo, pero en esos momentos, vio como aquella mirada desprendía sororidad, y Luisita le sonrió de vuelta, agradecida. Lourdes se dio cuenta de que su intervención había terminado, así que decidió levantar y dirigirse a la barra a celebrar con sus amigas aquel triunfo. La rubia estaba a punto de hacer lo mismo, hasta que al fin, su ex novia habló.

- Yo te quiero, Luisita, y tú a mí también, lo sé. Todo esto... es sólo un bache, aún podemos arreglarlo. No tiremos dos años a la basura, cielo, por favor. Yo... yo no puedo vivir sin ti.

La miró algo desconfiada, pero se dio cuenta de que lo decía totalmente sincera, y en ese momento supo que, en realidad, Bea nunca había sido consciente de todo el daño que le había estado haciendo durante su relación. Pero ahí estaba de nuevo aquel chantaje emocional del que nunca había sido tan consciente. Bea tenía razón, aquello sólo era un bache, pero era un bache que Luisita estaba saltando sola, porque el peso del agarre de Bea hubiera impedido ese impulso, arrastrándola de nuevo.

- Yo también creía que no podría vivir sin ti, Bea, pero mientras lo creía, sin darme cuenta, avanzaba, y lo seguiré haciendo.

Se levantó porque para Luisita, aquella tortura ya había acabado, pero justo cuando pasó por su lado, Bea la retuvo con el brazo y cuando la miró, pudo ver en los ojos de la rubia una mirada que nunca había visto. Una mirada de contención absoluta de una rabia que estaba amenazando con salir, pero no, Luisita se mantendría serena como lo había estado haciendo hasta ahora, porque su exnovia no merecía ni una más de sus irritaciones ni de sus lágrimas.

- No vuelvas a tocarme.

Se zafó de su agarre y se dirigió a las morenas que la esperaban sin mirar atrás, aunque notando cómo Bea se levantaba de su asiento para salir a toda prisa de ahí. En cuanto llegó a la barra, su cara cambió un poco, porque seguía siendo humana, y después de lo que acababa de hacer, era normal que un torrente de sensaciones la invadieran.

- Joder, estoy temblando. – dijo cuando llegó a su hermana.

Pero pareció dar igual, porque todas la miraban sonrientes. Lourdes se había sentado junto Amelia, y miraban con ojos brillantes como María se abalanzó sobre su hermana para abrazarla.

- Estoy muy orgullosa de ti, enana.

- Gracias, Mary. – le susurró al oído antes de separarse del abrazo.

- Yo también estoy muy orgullosa de lo que has hecho, Luisita, porque, aunque no hayas denunciado, has dicho "hasta aquí", y has decidido pedir ayuda, y te aseguro que no es algo que pasa tan a menudo, desgraciadamente, estoy harta de ver denuncias retiradas, así que sólo espero que seas consciente del gran paso que has dado y que no todo el mundo es capaz de hacerlo. Y te aseguro que, si se atreve a mandar la foto, la hundo.

El tono tan serio que usó Lourdes al final hizo que Luisita se riera, aunque se le escapó una lágrima debido a la tensión acumulada.

- Gracias, Lourdes, pero no va a hacerlo, la conozco, "perro ladrador, poco mordedor".

Ambas sonrieron y Luisita miró a la única persona que aún no había abierto la boca desde que había vuelto, aunque a pesar de no usar palabras, Amelia le estaba diciendo mucho con la mirada. María también se dio cuenta y conocía a su mejor amiga, fuera lo que fuese que quería decirle a la rubia, sólo se lo quería decir a ella.

- Oye Lourdes, acompáñame un momento al despacho, que hay un proveedor con el que tengo problemas de calidad de producto, a ver si me puedes ayudar a ver qué podemos hacer.

- Claro, lo miramos en un momento.

Tanto María como Lourdes se alejaron y perdieron tras la puerta del despacho, dejando a la ojimiel sola que miraba sonriente a Luisita, aun jugando con el vaso de agua que tenía entre las manos. La rubia se sentía bien y decidió que era hora de ir dejando salir a la verdadera Luisita poco a poco.

- Bueno, María está orgullosa, Lourdes lo está... ¿y tú? ¿No me dice nada mi coach personal?

Amelia se rio un poco ante la broma pero, sobre todo, se rio de aquel tono de seguridad, que incluso parecía algo chulesco.

- Ya sabes la respuesta, pero da igual, pitufa, lo importante es que la que debería estar orgullosa de lo que has hecho eres tú.

Luisita le sonrió sinceramente, porque sabía que tenía razón.

- Lo estoy, y ya no me siento culpable. Hay algo que no te he contado, pero... yo no he sido la única que he mandado una foto así, yo también tenía una suya, y en ningún momento se me ha pasado por la cabeza hacer lo que me ha hecho ella a mí, así que no, definitivamente, si hubieran llegado a ver la luz, no habría sido mi culpa.

Amelia le respondió con una amplia sonrisa y unos ojos iluminaros, porque no, a Luisita no le hacía falta que se lo dijera para saber que estaba orgullosa de ella, y antes de que pudieran seguir hablando, un cliente desde el otro extremo de la barra requirió la ayuda de la rubia. Entre cervezas y cafés que fue sirviendo se le pasó la tarde rápidamente, y absolutamente todo el mundo en ese local se dio cuenta de la luz que volvía a salir de aquella rubia. Porque los agujeros que había hecho Bea en su interior no la habían destruido, sino que había abierto esa coraza hasta liberarla.


***

No me curaste, pero me enseñaste a curarme a mí. 

Gracias por la herida.

- Bebi Fernández.

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