passionate innocence ึธึถ yum...

By sehogays

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By sehogays

       Yuta empujó bruscamente a Mark y se abalanzó hacia adelante, con las venas sobresaliendo de su tensos brazos y los ojos más rojos que nunca.

       ─ ¿Cómo mierda has entrado? ─ gritó, su voz haciendo eco en toda la habitación.

        La rubia continuó con la mandíbula caída durante unos tres minutos más, antes de romper en carcajadas y cubrirse sus aceitosos labios en un estado de shock.

       ─ ¿Eres Yuta o estoy alucinando? ─ soltó, riendo a sus anchas, mientras negaba con la cabeza ─ Diablos, ahora entiendo porqué te haces tanto de rogar...

       Yuta adelantó un largo paso y lanzó una patada sobre una silla cercana, estallando un puño contra la mesa, al tiempo que sus músculos se estrujaban y comprimía ambas mandíbulas, rasgando sus dientes de forma violenta.

      ─ ¿Cómo carajos has entrado?

      ─ Tu sirvienta me abrió... ─ la rubia tomó un nuevo respiro y soltó otra carcajada, todavía agitando la cabeza ─ No sabía que eras... Gay... ¿Y quién es este, eh? Creo que en hombres no tienes buenos gustos.

       Caminó hacia adelante con la misma sonrisa sarcástica en su boca y sus enormes tacos resonando sobre el suelo, colocando de repente toda su atención en Mark.

      ─ ¿En qué instituto estás, cariño? No te he visto antes, ¿Sí sabes con qué tipo de hombre te estás metiendo, verdad?

       La muchacha estuvo al borde de volver a reír, pero su voz se ahogó cuando la mano de Yuta se prendió de todos su cabellos, sacudiendo su cabeza salvajemente para luego elevarla y estrellarla contra la pared en un golpe seco.

       ─ Yukkuri, cálmate... ─ la susurrante y quebrada voz de su empleado resonó en toda la habitación, cómo el sonido del aleteo de un ave.

     Los ojos de Yuta se volvieron hacia él, sin soltarla, y lo encontró con el rostro totalmente enrojecido y las lágrimas deslizándose por la curva de su nariz y de sus labios.

        ─ ¿Yukkuri? ─ la rubia intentó empujarlo, al tiempo que la risa alborotaba su boca ─ ¿Tú le dejas llamarte de esa manera? ¿Tú, Nakamoto Yuta? No puedo creerlo, debo estar teniendo una especie de pesadilla cómica...

       Yuta la volvió a mirar, encontrándose con sus irónicos ojos verdes, y sin pensárselo ni un segundo más; aprisionó su cabellera entre sus dedos y empezó a arrastrarla con fuerza hacia la calle, ignorando sus gritos y los gritos nerviosos de Mark, que sollozaba suplicándole que se calmase. Abrió la puerta y sacudió su cuerpo de un lado a otro, aunque la tipa solo se reía y fingía pedir auxilio.

      ─ ¿Es tu novio? Yo venía a invitarte a la fiesta de esta noche y mira con lo que me encuentro, ¿No quieres ir conmigo? El instituto se jodería de risa si se entera de esto.

       ─ Di una sola palabra y estás muerta ─ masculló, contra su oído, tirando más de su cabeza hasta hacerla gruñir ─ Créeme que estás muerta.

      La muchacha presionó sus ojos y acomodó su bolso sobre su hombro.

       ─ No pienso decir nada, es más, ¿Este será nuestro secreto, verdad, Yuta? ─ la sonrisa volvió a apoderarse de sus labios ─ ¿O debería decirte Yukkuri?

       Yuta agitó su cuerpo una vez más, y finalmente la empujó. Escupiendo al suelo antes de volver a mirarla con sus oscuros ojos encendidos en llamas y sus puños temblándole.

       ─ Lárgate de una puta vez antes de que te mate.

       La observó tambalearse, antes de verla sonreírle con picardía y subirse a su camioneta, desapareciendo de su vista antes de lo previsto.

     ‹maldita estúpida. estaba cagado›.

      Estuvo al borde de empezar a maldecir en plena vía pública, cuando el automóvil de sus padres apareció frente a él y la única opción que tuvo fue meterse de nuevo a su casa y dejarse caer en el sofá, con las manos a ambos lados de su cabeza.

       Lo había visto. La rubia lo había visto besando a Mark, pero no importaba tanto. No era alguien que lo conociera y si se atrevía a abrir la boca, la hundiría.

       ─ ¿Ibas a salir, Yuta?

       Le dió una fría mirada a su madre, quién ingresaba con su bolso en su mano derecha y se empezaba a ajustar el abrigo, dejando caer sus cosas sobre la mesa. Sin responderle, sus ojos se movieron instintivamente hacia la cocina, recorriendo todo el espacio que le era posible, sin lograr encontrar rastro de lo que estaba buscando.

      ─ Aunque sea fin de semana, no puedes salir, lo tienes prohibido. Si tu padre se entera que andas saliendo, tomará acciones graves y...

      Sin prestarle la más mínima atención, los ojos de Yuta continuaron pegados en el mismo lugar de siempre durante los cuarenta minutos restantes, antes de que su madre regresase de donde se había metido y le mirara con la misma seriedad de siempre.

       ─ Pasa a la mesa, el almuerzo está servido.

        Con su cabeza echa un lío, se sentó de mala gana y se quedó mirando la mesa. No entendió porqué demonios cuando vió el plato de comida frente a sus ojos, toda su rabia y tensión desapareció. Se llevó un pedazo de carne a la boca y se bebió el agua de un sólo trago. Tenía buen sabor, como la del día anterior.

      ─ Me alegra ver que ya tienes apetito, Yuta.

       Terminó la comida y se quedó sentado en la silla, incapaz de hacer algo más que mirar a su celular y a la cocina, sin cerrar los ojos durante el resto de la tarde. No soportaba el no poder responder a ninguno de los jodidos pensamientos que se cruzaban por su cabeza a cada segundo.

      Su madre apareció junto a las escaleras.

      ─ Iré a dormir. Avisa que no me lleven la cena.

        Cuando la anciana le dejó la cena sobre la mesa, le dió una rápida mordida a la pizza y se levantó del asiento, caminando hacia la cocina con agilidad.

     Las luces del patio se veían apagadas y no había señal alguna de movimiento. Dió una mirada a los platos recién lavados y el fresco olor a lavanda que se desprendía del ambiente se infiltró en sus fosas nasales. Tuvo ganas de quedarse ahí más tiempo, pero tomó un poco más de aire y empezó a caminar hacia el pasadizo de las habitaciones de servicio.

       Y de repente, unos ruidos extraños empezaron a sonar.

       Yuta apresuró los pasos y se plantó frente a una familiar habitación, colocando la mano sobre la perilla de la puerta, girándola sin sorprenderse de que no esté asegurada. Frunció el ceño cuando encontró a Mark arrinconado sobre su cama, con el rostro entre sus manos, sollozando como un niño de cuatro años. Empujó la puerta con la misma tosquedad de siempre.

     Mark se sobresaltó, mirándolo y levantándose enseguida.

       ─ ¿Qué te pasa?

        ─ Lo siento, Yukkuri. Lo siento tanto.

       Mark se refregó los ojos rojos con sus manos, y se acercó a Yuta en tono de súplica. Parecía estar padeciendo una especie de dolor que Yuta no comprendía para nada.

       ─ ¿Por qué?

        ─ Ella se ha enterado y no lo ha tomado a bien... Te ha dicho cosas feas.

       ─ No me importa ─ Yuta lo tomó de las muñecas, disfrutando de la vista del rostro enrojecido y húmedo ─ Ella no va a abrir la boca, porque antes le corto la lengua.

       ─ Creí que estabas molesto conmigo...

       Yuta observó cómo las lágrimas se acaparaban en de los ojos de Mark, y sólo pudo soltar una desganada carcajada.

       ─ Eres un idiota, ¿Cómo crees que me voy a enojar con alguien cómo tú?

        Deslizó su mirada desde la cabeza hasta los pies de Mark, dándose cuenta de la extraña vestimenta que llevaba: un pijama con ridículos osos celestes por todas partes.

       ─ ¿De dónde diablos has sacado esa ropa? ─ lo rodeó de la cintura, hundiendo su rostro en su suave cuello ─ Te ves tan sexy y atractivo, nene.

       Inhaló el seductor aroma a cítricos, y se separó un poco para mirarlo, tomándolo de la barbilla y separándole el cabello que caía sobre sus húmedos ojos.

       ─ Ya deja de botar agua por los ojos y mejor bésame.

       La mano de Yuta subió fugazmente hacia la cabeza y sus ansiosos labios se abalanzaron sobre los suyos, capturándolos como si no hubiese un mañana. Atrajo el cuerpo de Mark contra su pecho, y empezó a retroceder, sintiendo cómo su lengua empezaba a deleitarse del sabor de la cálida y exquisita boca. Notó cómo el menor se estremecía y empezaba a intentar devolverle el beso con la timidez y torpeza de siempre, suspirando suavemente en busca de aire. Yuta profundizó el beso, hundiendo su lengua en toda la boca, y sintiendo el dulzor llenándolo por completo. Se separó únicamente para recorrerle la curvatura del cuello y empujarlo contra la pared, succionando el camino hasta la clavícula.

        ─ ¿Tú hiciste el almuerzo? ─ interrogó, con excitada voz contra el oído de Mark.

       Mark asintió con la cabeza, cerrando los ojos encogidamente. Al sentir los labios de Yuta sobre sus hombros, depositando un sinfín de besos a su alrededor.

       ─ Estuvo delicioso... ─ abrió sus boca sobre la piel, lamiendo tentadoramente su clavícula ─ Pero tú sabes mucho más rico.

       Succionó una última vez, antes de cerrar sus dientes contra la suave piel, logrando que Mark suelte un tímido y avergonzado gemido. Sus manos se apresuraron a desabotonar la pijama y lanzarla al suelo en un solo movimiento, mientras sentía cómo su propia erección empezaba a alborotar sus pantalones.

        ─ Yukkuri ─ el rostro enrojecido de Mark ardió mucho más cuando se dió cuenta que su torso estaba nuevamente expuesto ─ Te quiero mucho y no quiero que estés triste nunca...

       Los dedos de Yuta se movieron hasta los rosados pezones, y empezó a tirar de ellos; antes de que su caliente boca los abrace por completo y sus dientes los rasgase, mientras veía cómo Mark se derretía como un caramelito ante su contacto, soltando susurrantes gemidos y jadeos, que intentaba cubrir con sus manos.

       Era una imagen demasiado deliciosa para ver. Demasiado deliciosa, provocativa y excitante.

      Yuta se empezó a quitar la ropa con rapidez, lanzándola hacia el suelo. Tomando al delgado muchacho de las caderas antes de llevarse un pezón a la boca y chuparlo con fuerza, escuchándolo soltar un fuerte y desesperado chillido.

       ─ Mírame, Mark, mírame.

       Yuta lo observó negar con la cabeza con adorable desesperación, cubriendo su rostro con ambas manos y haciendo tiernos esfuerzos por contener la respiración. Yuta hundió sus manos en las caderas de Mark, y lo giró; apegándolo contra la pared y disfrutando de la vista de su tersa y sudorosa espalda. Una minúscula sonrisa le apareció en su rostro, y le bajó a Mark el pantalón de un sólo golpe.

       ─ ¡Ah!

        Sus labios húmedos empezaron a deslizarse a través de la espalda de Mark; siguiendo el contorno de su columna vertebral y dejando besos por todas partes. Al tiempo que, las manos de Yuta se posaban sobre las nalgas de Mark; acariciándolas y masajeándolas con delicadeza, sintiendo lo suaves y firmes que eran. Sus ojos se elevaron hacia Mark, que mantenía la boca abierta y los labios rojos, al igual que el rostro.

        ─ Eres mío ─ susurró, contra su piel, con el corazón latiéndole como loco ─ Mío.

        ─ ¡Yuta! ─ lloriqueó Mark, sintiendo las descargas de placer que le eran enviadas a todo su cuerpo.

        Y luego, Yuta subió hasta atrapar la boca de Mark, llenándose de su fresco sabor. Hasta moverlo suavemente hacia la mesa y empujarlo contra ella, mientras Mark colocaba sus nerviosas manos sobre el rostro de Yuta e intentaba acariciarlo con timidez y afecto.

        Ese mismo día, mientras lo besaba y se hundía en él, los pensamientos e ideas que lo habían atormentado durante todos los últimos días, se acumularon en su cabeza, retorciéndolo de desesperación y otro sentimiento que no lograba discernir nada bien. Sus ojos negros se movieron hacia el otro, mirándolo y sintiendo que algo presionaba su pecho mientras lo hacía. Incluso de esa manera; completamente desnudo y con el cuerpo retemblándole de placer; Mark no se veía lascivo, sino que lucía jodidamente adorable y dulce. Cuando se dejó caer sobre la cama, se cubrió enseguida y hundió su enrojecido rostro en la almohada.

        ─ ¿Yuta...?

        ─ Estoy acá. Voy a esperar a que te duermas para largarme, así que apúrate en cerrar los ojos.

         Yuta se lo quedó mirando durante algunos minutos, incapaz de hacer o decir nada. Observó cómo abrazaba la almohada con apego, y no pudo evitar que una estúpida sonrisa se apoderase de sus labios, mientras el sudor caía de su frente.

       ─ Te amo, Yukkuri

       Yuta le escuchó susurrar, y la sonrisa de su rostro desapareció de inmediato.

        Se mantuvo ahí durante unos minutos más y de repente se levantó, vistiéndose lo más pronto que pudo y colocándose los zapatos. Se pasó ambas manos por la cabeza de forma brusca, al tiempo que sentía que la desesperación empezaba a colmarlo nuevamente. Se aseguró de que las llaves de su auto estuviesen en su pantalón y caminó hacia la puerta, deteniéndose cuando vió un calendario enorme colgado sobre la pared, que tenía dibujado un corazón alrededor de uno de los días.

       ‹¿se estaba volviendo loco o qué demonios le estaba sucediendo?›

       Exhaló, y volteó los ojos hacia la cama, observándolo; abrazar la almohada, durmiendo con la misma dulzura y tranquilidad de siempre, todavía manteniendo una sonrisa en sus labios. Dejó de mirarlo y cerró la puerta con la ira y la desesperación mezclándose en su interior, saliendo directamente hacia la calle. Para finalmente subirse a su automóvil y empezar a manejar con toda la velocidad y rabia que le era posible, sintiendo cómo el aire de la noche golpeaba su rostro.

     ‹todo tenía que haberse terminado. todo tenía que haberse acabado›.

       Tenía que haberlo mandado al diablo y luego estallar en carcajadas cuando el otro se pusiera a llorar. Pero no, no lo había hecho, sino que había hecho todo lo contrario; jodiéndose más de lo que estaba, después de habérselo tirado otra vez.

       Otra vez.

      Otra jodida vez más.

     La que se suponía que era la última.

       Y lo peor era que no lograba entender por qué demonios ninguna parte de su cuerpo deseaba que esa fuera la última vez. 

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