Los besos de Olivia en la playa, su contacto, la forma en que sus dedos se curvaban sobre mi piel...
Supe que estaba perdido.
Me había enamorado de ella. Lo había hecho de verdad. Y ya no había vuelta atrás.
Pero después de todo lo que ella había sufrido por mi culpa... ¿cómo podía decírselo?
¿Cómo podía hacerlo y pedirle que esperara por mí?
Porque Olivia se iría en apenas unas semanas. Empezaría su vida universitaria mientras yo recorrería el mundo en busca de aventuras.
Éramos tan distintos... y a la vez tan magnéticos.
No podía pedirle eso.
No podía decirle mis sentimientos y rogar que me esperase.
Ya solo quedaba disfrutar, para después decir adiós.