𝐏𝐚𝐝𝐫𝐞𝐬 || ᴛʀ

By VirusSama

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Ken Ryuguji siente la necesidad de tener a alguien que lo cuide como él cuida a Mikey y a sus amigos. Satoru... More

🥢──𝐏𝐫𝐢𝐦𝐞𝐫 𝐀𝐜𝐭𝐨
🥢Uno
🥢Dos
🥢Tres
🥢Cuatro
🥢Cinco
🥢Seis
🥢 Siete
🥢Ocho
🥢Diez
🥢──𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐀𝐜𝐭𝐨
🥢Once
🥢Doce
🥢Trece
🥢Catorce
🥢Quince
🥢Dieciséis
🥢Diecisiete
🥢Dieciocho
🥢 Diecinueve
🥢Veinte
🥢Veintiuno
🥢 Veintidós
🥢Veintitrés
🥢Veinticuatro
🥢Veinticinco
🥢──𝐓𝐞𝐫𝐜𝐞𝐫 𝐀𝐜𝐭𝐨
🥢Veintiséis
🥢Veintisiete
🥢 Veintisiete.02
🥢Veintiocho
🥢Veintinueve
🥢Treinta
🥢Treinta y uno
🥢Treinta y dos
🥢Treinta y tres
🥢 Treinta y cuatro
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🥢Treinta y seis
🥢Treinta y siete
🥢Treinta y siete.02
🥢Treinta y ocho
🥢Treinta y nueve
🥢Cuarenta
🥢Cuarenta y uno
🥢Cuarenta y dos
🥢Cuarenta y tres
🥢Cuarenta y cuatro
🥢Cuarenta y cuatro.02
🥢 Cuarenta y cinco
🥢 Cuarenta y seis
🥢 Cuarenta y siete
🥢 Cuarenta y ocho
🥢⎯⎯ 𝐅𝐢𝐧𝐚𝐥
🥢𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀1

🥢Nueve

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By VirusSama

Capítulo 9: No me abandones.




    Satoru ese día había decidido ir un momento al cementerio para hablar con sus madres. Quería descargar esa frustración, ese enorme peso y buscar posiblemente una respuesta silenciosa de ambos ángeles. El clima tampoco acompañaba su humor, esa hermosa tarde era algo oscura por las nubes que avisaban de una lluvia nocturna.

Tal vez en otra fecha disfrute de ese clima, pero no ahora, no hoy que debe enfrentarse a una pandilla que le estuvo rompiendo los huevos en su territorio y aún no tiene señales de su comandante.

— ¿Satchin?

Hablando de Roma. Satoru detuvo su andar de golpe al ver a Manjiro en el portón del cementerio, ambos chicos compartieron una larga mirada de confusión por la presencia del otro y, silenciosamente, el más alto acompañó a Mikey a la tumba de Shinichiro para rezarle por un pacífico sueño.

—No quiero hablar de eso aquí... Pero necesito que me escuches, Mikey. — suplica el pelinegro.

— ¿Tú también te pondrás en mi contra, Satchin? De todos... — se lamentó con un rostro neutro el rubio, que miraba con demasiados sentimientos la tumba de su hermano mayor —Incluso Kenchin lo hizo... 

—¡Mikey, por favor! Deja de hacerte la maldita víctima. — regaña cansado el pelinegro, volteándose ahora para ver de frente a su jefe. — ¿Ves que disfruto que hayan encerrado a Pachin? ¡No! Él no merecía esto...

—¡Entonces ayúdanos a sacarlo de ahí!

El silencio se hizo en ambos cuando Satoru juntó su frente con la de Mikey y sólo ahí notaron que estaban agitándose por los gritos. El contacto y la cercanía entre ellos fue suficiente para calmar los acelerados latidos, la tormenta y el huracán que habitaba en su interior y aquellas ganas de golpear al otro.

Una pelea no arregla nada.

— ¿Acaso alguien lo obligó a apuñalar a Osanai? — pregunta en un susurro Satoru, recibiendo un pequeño "no" de forma tímida —Pachin cumplió con su misión, Mimi. Vengó a su amigo, a su familia y a la novia del muchacho, intervenir en su castigo significa que no estás respetando su voluntad como pandillero...

—Entonces... ¿Qué se supone que haga? — pregunta con un hilo de voz y un brillo en sus ojos que delató aquellas ganas de llorar que tenía.

Porque Mikey se siente desnudo frente a su alma, sin él, sin Draken, Manjiro no necesita más razones para morir. Ambos adolescentes son su más grande pilar, perderlos significaría perder una parte de él que no quiere sucumbir a la oscuridad. La cálida mano de Satoru se sintió demasiado bien cuando acarició su cabeza y lo dejó acurrucarse en su pecho en busca de un refugio de sus sentimientos, de su fragilidad.

Él es su lugar seguro.

—¿Qué tal organizar una fiesta cuando vuelva? ¡Con pastel, toda la pandilla y un gran banquete! — propone feliz el pelinegro al ver esa pequeña que le dedicó Mikey por su propuesta. — Al gordo le va a encantar.

—Es perfecto... 

Ambos se fundieron en un necesitado abrazo que disipó aquella niebla oscura que amenazaba con devorarlo todo, ahora ellos la controlaban y la volvían a guardar. Algún día podrán eliminarla, erradicarla y nunca más temer su regreso y, si el otro no lo abandonaba, se comerían a todo el mundo como la más grande pandilla de todas.

Como lo prometieron aquel día.

Manjiro se fue de ahí unos minutos después para meditar qué decirle a Draken y al resto sobre la pelea de esa tarde entre ambos bandos, por su lado, Satoru pasó de ver a sus madres. Mañana pasaría a cambiar las flores, las de Shinichiro se veían más secar y pensó que se veían muy bonitas las que llevó ese día, hasta a Mikey le encantaron.

Decidió volver a su hogar cuando notó que el sol estaba posicionándose en el horizonte para despedirse. Pasó por alguna de las zonas que normalmente patrulla él y algo a la distancia llamó su atención, frente a su hogar se encontraba estacionada una motocicleta que él muy bien conocía y aceleró su paso al ver al dueño de esa moto.

—¡Baji! — grita el más alto cuando notó al otro subirse a la moto.

—¡'Tochan! — exclama aliviado el pelinegro al verlo, rápidamente acelera un poco para romper la distancia entre ambos y le hace espacio en la moto — ¡Sube rápido! 

No era normal que Baji esté alterado y con miedo. Sin dudar en el pelinegro se subió en el asiento trasero de su moto y apenas el otro sintió el peso a sus espaldas aceleró su vehículo. Satoru se sostuvo del asiento y cada tanto debía mover el rostro para no comerse algún cabello de Baji, fue el límite cuando unos mechones golpearon su nariz que estaba a nada de arrancar su melena cuando sintió otras motos a sus espaldas.

Se giró para ver a toda la Toman que los seguían de cerca. Un sentimiento de angustia se instaló en su pecho cuando vio el rostro preocupado de Touya que venía en su moto a la par que sus hermanos, en otra andaban Chifuyu junto a Hakkai y mucho más atrás pudo divisar a la 5ta división.

Apenas llegaron no tardó en saltar de la moto de Baji para correr endemoniado hacia los miembros de Moebius que rodeaban a alguien. Empujó a tres de una patada y luego tomó a uno de la playera para lanzarlo con los otros de enterizos blancos, solo ahí vio a un cansado Draken que les sonrió a duras penas.

—Te tardaste, bastardo...

Culpa a la chatarra que tiene Baji de moto. — se queja el otro, viendo de reojo a Draken y notando aquel carmín sobre su sien. — ¿Cómo estás?

— ¿Ahora? — con ayuda de Satoru se puso de pie, ambos hombro a hombro miraron con sonrisas sádicas a los de Moebius — ¡Me hierbe la sangre!

Había miembros de Toman del lado de Moebius, tales como Peyan que tembló de miedo por cruzar miradas con Satoru. El pelinegro se la tenía jurada al igual que todos ahí. La pelea se retomó, era un battle royal de todos contra todos, Satoru y Draken se daban la espalda sabiendo que el otro se las cubría mientras lanzaban puños y patadas a los de Moebius que tenían ganas de morir bajo esos dos titanes.

—¡PEYAAAAAAN! — llamó Satoru enojado al traidor. 

Sus ojos chispeaban enojo, lo iba a agarrar de los pelos y le iba a dar sus merecidos golpes por haber hecho esa estupidez, por haberse juntado con la pandilla que metió preso a Pachin, la pandilla que le hizo perder la cabeza al hermano de alma de ambos.

—¡Ven aquí cobarde! — exclama más furioso Satoru cuando lo ve correr.

Una mano tatuada llegó de la nada, mandando a volar al pelinegro que amortiguó su caída con otros extras de la pelea. Se puso rápido de pie y ambos pares de ojos cruzaron por primera vez. Un chico alto, casi un poco más que Draken, rapado a los costados y levantado en el centro con un mechón rubio en medio, ojos brillantemente dorados y una sádica sonrisa.

—¡Te encontré! — canturreó con una voz melosa — ¡Me pone muy feliz que hayas venido, Sa-to-ru-chan!

Cuando cubrió uno de sus ojos con su mano fue que notó los tatuajes en el dorso de estas escrito en un enorme kanji en cada una; pecado y castigo. El tatuado en el cuello levantó su guardia, ese chico no le traía buena espina y lo supo cuándo comenzó a golpearlo entre risitas.

—¡Vamos a divertirnos, Sa-to-ru!

—Ni siquiera sé quién eres, loco. — el pelinegro lo aleja de él de un empujó y escupe al suelo la saliva que se juntó en su boca. Miró serio al otro hasta que sus ojos se desviaron por segundos a sus espaldas, notando que Draken seguía en su rango de visión y estaba bien — "Todos están bien."

—¡Hanma Shuji! ¡Recuerda mi nombre, por favor!

Hanma rápidamente hizo que Satoru preste total atención en el más alto. Ambos reconocieron al instante la fuerza del contrario e iban con la guardia bien puesta, sabiendo que un mal movimiento les daría la derrota si se descuidaban o se dejaban llevar.

La llegada de Mikey a la acción logró calmar a Satoru que, sin más preocupaciones, se enfrentó cara a cara contra Hanma con golpes y patadas que ambos pegaban y esquivaban del otro. El más loco no podía parar de sonreír emocionado por él subidón de emoción que sufrió su rival, sus extremidades temblaban con cada golpe que recibía del pelinegro, la adrenalina le hacía picar sus manos y no fue hasta que el otro lo tumbó y se posicionó sobre él que gimió extasiado.

—¡Ahí estás! Yoru no Ikari.— exclamó demasiado feliz, con un pequeño (muy pequeño) rosa en sus mejillas — ¡Sabía que contigo me divertiría! 

Su rostro se arrugó por el disgusto que le provocó el chico. No dudó en lanzar un golpe a su rostro para callarlo, pero las risas se hacían más fuertes y ya Satoru estaba cayendo en la locura.

—¡Estás loco!

Tuvo que correr cuando otros de Moebius se acercaban a él para defender a su líder. Sus ojos entonces comenzaron a buscarlo, necesitaba ver que Ken estaba bien y que aquella angustia que tenía en el pecho no significaba nada, veía a los Kawata peleando en un lado, Chifuyu sostenía a uno mientras Baji le daba, Muto lanzó a 2 al aire, Draken en el suelo, Mikey pateando a otros, Mitsuya esquivan-

—¿Ken...? — se detuvo y volvió en sus pasos.

Ahí lo vio, lejos de él Draken se encontraba inmóvil en el suelo sobre un enorme charco de sangre. En ese momento, la respiración de Satoru se cortó.

—KEEEEEEEEEEEEEN. 

Y con ese desgarrador grito, la lluvia cayó sobre el campo de batalla.

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