Cuatro Momentos (Drummond #4)

By Gaby_SWSD

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Un mal inicio... Weston Drummond es el cuarto hijo de lord Wulfric Drummond, regente de Savoir, quien después... More

Nota introductoria
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Nota Final

Epílogo

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By Gaby_SWSD

La visita a la Corte no era algo que lo entusiasmara particularmente, pero la incomodidad patente de Laraine hacía que todo fuera más inquietante. Suponía que era apenas lógico, Lara prefería no dejar a nadie más el manejo de Nox, aun si ese alguien fuera su adorada hermana. Candra había quedado a cargo de Nox, con la compañía y protección de su esposo, Garret, quienes se habían unido a despedirlos y desearles un buen viaje. No sería su primera visita a la Corte como esposos, pero sí la primera desde que fueran padres, por lo tanto, también era el primer viaje largo del pequeño Myles.

–Lara –Wes alargó la mano y tomó la de su esposa–. ¿Estás bien?

–Sí. Solo... preferiría no tener que acudir.

–Lo sé, pero es necesario.

–Lo es –Laraine suspiró–. Wes, ¿te encuentras bien?

–Perfectamente –Weston sonrió–. ¿Cómo podría no estarlo si estás a mi lado?

–En la Corte... ten cuidado.

–Lo tendré, aunque cuento con tu protección –medió bromeó–. Lara, estaremos bien. ¿De acuerdo? –aseguró, con un apretón de su mano–. No te inquietes.

–Es solo que...

–¿Sí? –inquirió Wes, cuando ella no siguió. Laraine negó–. ¿Lara?

–Nada –sacudió la cabeza–. Descansemos un poco antes de llegar. ¿De acuerdo? –dijo y sin esperar respuesta, cerró los ojos. Weston la miró largamente, tratando de descifrar qué era lo que no estaba diciendo. Sin embargo, la conocía y sabía que, si Lara no se decidía a contarle lo que la inquietaba, no habría forma de que él lo supiera. Suspiró y también cerró los ojos.

Al llegar, los acomodaron en unas habitaciones bastante amplias, aunque afortunadamente alejadas de los lugares más populares del Castillo. Laraine rápidamente se preparó para acudir a una audiencia con el rey, en que estarían presentes otros nobles de la Corte y también lady Soleil Saint-Clair, la hermana del regente de Artem. Wes no había saludado hace tiempo a su cuñada y a su hermano, quien era el esposo de Soleil, pero sabía que existiría una oportunidad para hacerlo después.


Por el momento, dado que Myles había despertado, empezó a pasear con él y decidió que visitar uno de los jardines que se vislumbraba desde la ventana de la habitación sería una buena idea. Así, se volvió una rutina hacerlo durante el tiempo que estuvieron de visita en Regem, cada mañana, mientras Laraine se ocupaba de asuntos oficiales de Nox, Wes tomaba al pequeño en brazos y lo llevaba de paseo.



***



–Weston –Laraine se detuvo en el linde del jardín, con su espada en la mano. Había regresado de entrenar, estaba cansada, despeinada y sudorosa, de ninguna manera presentable ni con una apariencia aceptable, lo que fue evidente en las expresiones de las mujeres que se encontraban ahí. Pero, eso pasó a segundo plano cuando se encontró con los ojos de su esposo. Wes la miraba... como siempre, deslumbrado, como si ella en verdad fuera una mujer hermosa y deseable. Casi como un milagro.


–Laraine –Weston había estado dando un paso hacia atrás, inconscientemente, cuando la mujer había alargado la mano para tomar su brazo, así que no había notado que su esposa había llegado hasta que escuchó su voz. Respiró aliviado al verla y se acercó–. ¿Has estado entrenando?


–Sí –contestó, mirando hacia todos lados, claramente incómoda–. Iré a tomar un baño.


–Voy contigo –Wes se puso a su lado. Dentro del castillo, señaló hacia la habitación–. Ve a la habitación, yo me encargaré de pedir que te lleven agua para la bañera –estaba alejándose, pero regresó sobre sus pasos. Lara no se había movido–. ¿Puedo? –gestionó hacia ella.


–¿Acercarte? Pero ensuciaré tu ropa y yo... –las débiles protestas de Laraine se acallaron cuando él se puso a su altura y, sin mucha ceremonia, la besó rápidamente y con fuerza–. Oh.


–Te ves preciosa, Lara. Tan sonrojada y llena de vida. ¿Cómo podía resistirme? –Wes sonrió de medio lado, a continuación, la giró en dirección a la habitación–. Ve, me uniré a ti en unos minutos.


Más tarde, mientras el pequeño Myles se encontraba durmiendo, Wes se unió a Laraine en un baño que era una de las mejores ideas que había tenido en mucho tiempo.



***



–Wes, entrégame a Myles por un momento –pidió Laraine, extendiendo los brazos. Cuando él le entregó al bebé, que se había vuelto a dormir tras haberlo alimentado, Lara le dio un beso en la frente y lo puso con cuidado en la manta que había extendido a su lado, frente a la chimenea. Se incorporó y se lanzó a los brazos de Wes.

–¡Uf! ¿Y eso? –inquirió con curiosidad, aun cuando sus brazos ya rodeaban a Laraine–. ¿Te encuentras mejor?

–¿Quieres decir si ya no estoy molesta?

–¿Lo estabas? Dijiste que no –Wes sonrió de medio lado–. ¿Qué sucedió?

–Wes... –Laraine escondió la cabeza en su pecho– estoy tan avergonzada.

–¿Avergonzada? ¿Por qué? –Weston empezó a acariciar su cabeza con movimientos lentos, tranquilizadores–. ¿Lara? –llamó.

–He escuchado lo que dicen de mí... y de ti –añadió a regañadientes–. Detesto que me importe, pero lo hace. No puedo evitar estar un poco de acuerdo con lo que dicen.

–¿Qué es lo que has escuchado? ¿Qué dicen quienes?

–Muchas de las personas en el castillo. Esas mujeres detestables de la Corte... la manera en que te miran y cómo pretenden decirlo en voz baja, pero lo suficientemente alta para que lo escuche y sepa que hablan de ti. Que se lamentan de que tengas tan mala suerte, teniendo a tu lado a la bruja de Nox, más aún cuando eres tan atractivo y carismático. Qué desperdicio arrojarte hacia mis brazos.

–Y yo aquí pensando que soy el hombre más afortunado del mundo por ser el único que se arroja a tus brazos, Lara.

–No bromees, Wes, no es gracioso.

–No es broma. Aunque tú no pareces creerlo, cada día agradezco mi suerte, aquella que me permitió llegar a ti, siendo el que soy, para que pudiéramos tener la vida que tenemos. Lara, mírame –pidió– nadie sabe lo que sucedió entre nosotros, menos aún aquí, y por mucho prefiero que sea así. Es nuestra historia, nuestra vida juntos. Tú me salvaste, en más de una ocasión y de más de una forma, mi vida es tuya, por completo.

–Wes... tengo miedo.

–¿Miedo?

–Sí. ¿Y si tú...? ¿Si dejas de mirarme como lo haces? Ahora eres el hombre que siempre debiste ser, Wes. Fuerte, atractivo, carismático y todos quienes te rodean lo notan. Se sienten atraídos hacia ti y yo... bueno, yo no soy así. Nunca he sido más de lo que viste al llegar a Nox y nunca seré hermosa, eso no me importaba, pero ahora... odio sentirme así.

–Lara, mírame –Wes tomó su barbilla entre los dedos con suavidad, haciendo que lo mirara–. Nada, nunca, hará que deje de mirarte ni maravillarme por tenerte a mi lado. No es solo amor, aunque prevalece, sino es admiración, cariño, deseo... todo lo que puedo sentir, con fuerza, lo provocas tú, Lara. Tú y nadie más, porque para mí no existe otra mujer. Antes, ahora y siempre serás tú, Laraine Valens, la regente de Nox. Mi esposa. Mi familia. La madre de mi hijo. Solo tú.

–¿De verdad ninguna otra mujer...?

–Lara, no estoy loco. ¿Crees que teniéndote como esposa podría mirar a otra mujer? Y no, no porque seas una guerrera formidable y probablemente me matarías de hacerlo, sino porque eres tú, impresionante, la esencia de mi mundo. Cada vez que te miro, siento como me arrebatas el aliento, Laraine.

–¿Y cuando no estoy presente?

–Pienso en ti. Constantemente –aseveró, con bastante seriedad–. En mi cabeza, Lara, eres tú. En mi corazón, tú. Todo lo que soy, es tuyo.

–Wes... te amo. Sé que puedo confiar en ti, pero... yo...

–Un día te mirarás y verás lo que yo. La mujer maravillosa, increíble y bella que eres. No la poderosa regente de Nox ni la temible bruja de Nox, sino una mujer. La mujer que amo.

–Wes... –Laraine lo besó con ímpetu, pegándose con fuerza a su esposo. Por varios momentos, dejaron de lado las palabras.

Más tarde, Laraine se encontraba en brazos de Weston, con una sonrisa en sus labios.

–¿Sabes qué he descubierto? –inquirió, Wes hizo un sonido en respuesta, adormilado–. Que es bueno que todos sigan creyendo que soy una bruja poderosa, así nadie se atreverá a acercarse al esposo de la bruja de Nox.

Wes soltó una profunda carcajada y se acomodó contra Laraine.

–Sin duda. Además, una guerrera, ¿quién se atrevería a contrariar a la temida bruja de Nox?

–Nadie. Únicamente un fantasma pudo hacerlo.

–Que volvió a la vida por ti –contestó Wes, risueño–. Ahora, Lara, ¿qué hacemos?

–Hmmmm. ¿Tienes alguna sugerencia? –preguntó, acercándose más a él.

–Varias –musitó, antes de tomarla en brazos y besarla.


***


Cuando finalmente dejaron la Corte atrás, Laraine soltó un sentido suspiro y miró a su marido con adoración.

–Aun cuando nunca quise un esposo tan atractivo como tú, Wes, hay una cosa por la que sí estoy agradecida de este cambio tuyo. Mirarte así, saludable, es algo que no quiero dejar de hacer nunca. Cada día, Wes, quiero que estés saludable.

–Lara, todo te lo debo a ti. Sin ti, no quedaría nada de mí. No solo eres la mujer que amo, eres la persona que me salvó la vida –Wes cubrió el espacio entre ellos y la estrechó con fuerza–. Nunca encontraré las palabras para agradecerte por todo lo que me has dado, Laraine, ni el tiempo que tengamos será suficiente para poder demostrártelo. Esta vida, nuestra vida, es un futuro que nunca pensé que sería capaz de tener. Gracias, Lara. Te amo.

–Wes... –Laraine cerró los ojos con fuerza y tomó aire– no sabes cuánto... nunca esperé... y tú... –tragó con fuerza–. Te amo –dijo, porque parecía ser lo único que venía a su mente. Y fue lo que Weston quería escuchar, pues no esperó más para tomar su boca y besarla largamente.

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