Capítulo 5: Secretos.
Draken y Satoru se miraban el uno al otro con bastante fastidio por el berrinche que hacía Mikey por su banderita. Ambos se pateaban debajo de la mesa porque a uno de ellos le tocaba cumplir el capricho de su comandante, así que, con fastidio, Draken dejó una banderita de Colombia sobre el menú infantil de Mikey.
—Toma Mikey, tu banderita.
— ¡Ahhh! ¡Gracias, Kenchin!
Ambos adolescentes suspiraron cansados por lo rápido que cambió su actitud el supuesto "invencible Mikey" que devoraba como si fuera la última vez su menú infantil. Aunque se cansó y empezó otro berrinche para que Satoru le de comida por su cuenta. La vergüenza de tener todas las miradas sobre él puso nervioso al pelinegro y, sin más opciones, cumplió el capricho de su enano consentido.
—Aquí viene el avión, brr~
Draken se mantenía muy serio por fuera, pero por dentro se estaba muriendo de la risa al escuchar a Satoru hacer sonidos tan vergonzosos con su voz y actuar de esa forma con Mikey. El rapado siente que de los dos el pelinegro es quien consciente más al jefe enano y eso un poco le molesta.
Él quisiera ser su consentido.
Pero, vale cada maldito momento de su vida ver a Satoru Sadao hacer sonidos de avión mientras alimenta al pandillero más fuerte de todos. Si le llega a contar a alguien de esto no le creería NADA, y con eso está bien, porque ellos están bien y él con eso es feliz.
Son su mayor tesoro.
—¡Por un demonio! — una vena se hinchó en ambos al ver a Mikey usar el regazo de Satoru como almohada — ¡No, no! Ya me babeó, maldita sea...
—Te dije que trajeras el babero — regaña el rubio antes de bajar su vista molesto a su jefe —, y tú ¿Eres un anciano? Siempre te duermes después de comer.
Entre ambos subieron a Mikey a la espalda de Draken, en lo que uno se alejaba del local, el otro pagaba por lo consumido y fue tras el rubio que lo esperaba pacientemente. Ambos caminaron a la par con un mundo de pensamientos en la cabeza, hasta que uno tomó el valor de hablar.
—Yo... Voy a hacerlo.
—¿Lo llevarás al hospital? — pregunta demasiado serio.
—Si, Mikey debe ampliar más su visión... A parte, tú lo dijiste ¿No? — el Sadao observó confuso al rubio que le sonreía de forma amplia con sus ojos cerrados — "Los adultos no deben meterse en nuestro mundo". Somos unos niños que juegan a ser pandilleros: andamos en moto a altas horas de la noche, hacemos ruido, nos revelamos ante el sistema conservador y solucionamos nuestros problemas a los golpes.
—Lo solucionamos a los golpes, eh... — murmuró con la mirada perdida en el camino, entonces detuvo su andar con sus ojos apagados y tristes — No todos lo ven como un juego, Ken. Por más que nosotros lo veamos así ¿Cómo lo ve Mikey?
Draken se volteó para reclamar sus palabras, pero ya no lo vio. La leve brisa sacudió un poco el mechón sobresaliente de su peinado y, en su corazón, sintió que había algo que ignoraba de Satoru, algo más oscuro que este intentaba decirle pero que no se atrevía por miedo.
No, Satoru confía en él. Draken sabe que si algo le estuviera pasando al otro este se lo diría inmediatamente.
Con ese pensamiento en mente se fue algo conforme al hospital, aunque por dentro esté sintiendo un extraño apretón en el pecho a causa de la preocupación y Mikey, que había escuchado todo, pensó seriamente en más tarde hablar con su mano izquierda.
La visita finalizó con una nueva enseñanza para Mikey, una que había olvidado en el pasado.
Un recuerdo llegó a su mente, cuando era un niño de 11 años que estaba en la cima de todo. Había derrotado él sólo a una enorme cantidad de pandilleros, entonces, siendo el líder indiscutido de la Toman fue al territorio de su mejor amigo.
Lo quería todo, quería comerse Japón y luego a todo el mundo, es por eso que cuando llegó al lugar él estaba arreglando su bicicleta en el patio delantero de su hogar con bastante dificultad. Su mirada plateada viajaba del vehículo hasta un libro de instrucciones bastante nuevo.
—Así que esa pieza va ahí... — murmura para él mismo con suma concentración, ignorando a propósito a la pandilla que se había posicionado detrás de él. Al 5to llamado de atención Mikey se hartó.
—Quiero tu territorio. — ordena serio.
—No.
Baji y los demás miembros fundadores de la pandilla tragaron saliva por la natural seriedad con la cual Satoru rechaza a Mikey. Como un pan de cada día que estos niños observan y reciben de ambos amigos.
—No te estoy preguntando. Este territorio va a ser propiedad de la Toman.
Entonces por primera vez sintieron miedo de alguien mucho más grande que ellos cuando Satoru se puso de pie. El niño de 13 años acomodó sus herramientas a un lado cuando se plantó frente a todos con una mirada asesina.
—Te dije: No.
—Y yo te di-
Un sonido seco se escuchó y pronto el cuerpo del comandante de la Toman se encontraba en el suelo. Todos miraron con la mandíbula desencajada como Mikey se retorcía de dolor en el suelo, las miradas iban del rubio hasta el pelinegro que ahora se dirigía hacia ellos con un aura asesina enorme, una que nadie jamás esperó presenciar.
—Me obligas a hacer algo que no quiero, Mikey... — los huesos de su cuello tronaron y todos se pusieron automáticamente en guardia. — Pero está bien, los problemas de uno incluyen a la Toman... O eso dijiste, tomaré tus palabras como ley, comandante.
Acabó con todos. Su respiración era demasiado agitada a causa del cansancio, fueron muy difíciles de derribar y más porque de verdad le dolió dar cada golpe, mucho más a Draken. Decidió que eso era suficiente, el Yoru no Ikari derrotó a toda la Toman, esa premisa era suficiente para alejar a los no deseados en su territorio.
Cuando se giró para entrar a su casa recibió de lleno en su rostro una chancla de madera que lo hizo caer de espaldas, el miedo lo envolvió al ver en la puerta a sus progenitores.
Esa fue la primera vez que los fundadores conocieron a los Sadao.
—¡¿Cómo te atreves a usar las artes marciales de forma irresponsable?! — chilló indignada su madre, una hermosa mujer de piel blanca como porcelana, ojos tan brillantes como la plata y una colorida tela sobre su cabeza que cubría su calvicie.
—Satoru Sadao, será mejor que ayudes en este preciso momento a esos niños o tu castigo será peor — otra mujer se mostraba ahí, pero a diferencia de la otra, sus rasgos eran más toscos y ásperos a la vista. Con cabellos cortos y ojos tan oscuros como la noche.
Madre y padre de Satoru.
Mikey quedó encantado con la pareja, aunque notó algo curioso de aquella que vestía como hombre y, ya más calmado —por la comida— decidió sacarse la duda.
—¿Por qué viste como hombre?
—Ah, porque lo es ¿Tal vez? — responde como si fuera lo más obvio, aunque se aseguró de que sus progenitores estén lejos para hablar — Lastimosamente el gobierno no lo reconoce como tal, pero él es un hombre y es mi padre. Ahora come lo que te dieron o -
—¿O qué? — el pelinegro tembló y bajó la cabeza a causa de la voz severa de su madre.
—Nada mami.
—Así me gusta, ahora... — esa pausa puso muy tensos a todos — ¿Quién de ustedes es "Draken"?
Las carcajadas que soltó ese día jamás las olvidará. Resulta que las madres del más fuerte de la Toman querían avergonzar a su hijo frente a todos sus amigos, revelándole a Mikey por primera vez los intereses amorosos de sus mejores amigos.
Mikey los vio, antes de volver su vista a la feliz pareja de adultos. Ahora que lo recuerda un poco...
No las ve desde el accidente de Shinichiro.
Satoru se ofreció en llevar a Mikey a casa, mientras que Pa' junto a Draken llevaban la moto del comandante al taller de su hermano mayor. Satoru comenzó a pedalear y Mikey estaba por dormirse en su espalda hasta que el camino comenzó a hacerse bastante sospechoso, no reconocía parte de esa zona y era consciente que ese camino no llevaba a su hogar.
— ¿A dónde me llevas?
No obtuvo respuesta hasta que llegó a un concurrido parque; los padres jugaban con sus hijos, gran cantidad de niños corriendo, gente de avanzada edad disfrutando del sol o alimentando palomas y muchos adolescentes disfrutando de un picnic con amigos o familia.
—Esto es lo que protejo en mi territorio; la familia. — se volteó para ver al rubio con la más hermosa sonrisa que este vio por primera vez; una nueva faceta de Satoru. — Hay pandilleros que no respetan a los transeúntes que van a sus hogares o salen, como ellos, a disfrutar el día con amigos o familia. Quiero que esta gente sea libre y tenga esa seguridad al caminar, sin temer porque algún grupo o pandilla amenace a su hogar o aquellos a quien ama.
Alma. Mikey siente que Satoru se excusa diciendo que es el cerebro del trío, pero para Mikey Satoru es su alma y corazón. Es aquel que empatiza con todos a su alrededor, él tiene un objetivo noble por defender y ni siquiera perteneciendo a la Tokyo Manji eso cambiará. Lo admira, porque Mikey ve a Satoru como también ve a Shinichiro en él, con la leve diferencia de que su amigo podría bajar de un puñetazo a su hermano.
—Estás creando tu propia Era... — razona Mikey. El Sadao lo observa algo confuso "¿De verdad me entendió?" — Está bien. Entonces la Tokyo Manji protegerá los alrededores del territorio del Yoru no Ikari.
—Mikey...
—Creemos una nueva Era para los pandilleros y las familias de Japón, Satchin.
No sabe por qué recordó eso en ese mismo momento, pero como alguien muy creyente en las señales no duda en tomarla como una señal que el mismo destino le empuja a seguir. Le pidió a Mitsuya que lo llevara a la casa de Satoru, este le hizo caso y una vez llegaron no vieron rastro alguno de la familia en aquella casa.
—No debe haber nadie, Mikey. — advierte el peli morado preocupado, más por la locura que podría cometer el rubio y lo que el pelinegro podría llegar a hacerle si molesta a sus madres.
—Puedo encargarme desde aquí, muchas gracias Mitsuya.
El de cejas partidas dudó con eso, pero se terminó yendo en su moto y apenas estuvo fuera del rango de visión de su comandante decidió hacer una llamada urgente al dueño de esa casa.
La noche cayó justo cuando Satoru dejaba a un muy dormido Mikey en su hogar. El pelinegro se sentía bastante cansado y adolorido por todo el trabajo que tuvo ese caluroso día que un pequeño mal humor se instaló en él cuando vio a Mikey durmiendo en la puerta de su hogar.
Se vio obligado a devolverlo a la residencia Sano, tocó timbre para avisar de la llegada del actual hermano mayor y se arrodilló frente a Mikey para ver su rostro pacífico, libre de tensión y lleno de paz.
—Perdóname, Mimi... — murmura dolido. Su mano acomodó suavemente los cabellos rubios del más bajo y forzó una pequeña sonrisa — Te prometo algún día decir la verdad...
Mikey despertó, pero ya no había rastro de su mejor amigo. Notó que estaba en su casa así que se metió para seguir descansando más cómodo en su cuarto, con un extraño sentimiento en el pecho de tristeza y culpa.
—"¿Qué debía hacer hoy...? Ah, no lo recuerdo..."