Insaciable © [+21]

By ItsLuWright

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Un club nocturno. Una bailarina exótica. Un profesor recién llegado a la ciudad de Chicago. Y un baile demasi... More

!
Personajes #1
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Aviso
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45

Capítulo 2

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By ItsLuWright


Willow.

Después de mi corta charla con el nuevo profesor, me dirigí a Barney's donde las chicas junto a Jonas me estaban esperando. Logré llegar a tiempo antes de que los tres comenzaran a tirarse la comida por la cabeza.

Fue divertido ver cómo estaban a nada de matarse, aunque me agradaría más que se llevaran bien. Por lo menos agradecía el que se comportaran frente a mí.

Ya era de noche y debería estar preparándome para ir a trabajar dentro de poco, pero por suerte no tenía que hacerlo, al ser el primer día de clases en la universidad nuestro jefe nos dio la noche libre para que nos volviéramos a acostumbrar al horario que teníamos antes de las vacaciones de verano.

—Se supone que debemos estudiar, Jonas.

—Es el primer día, podemos tomarlo en serio mañana.

Las manos frías de Jonas me causaron escalofríos al meterse debajo de la ropa, y sus besos en el cuello me dieron cosquillas, consiguiendo que riera retorciéndome en busca de libertad.

—Eso no es una respuesta válida. Sabes que me cuesta mucho la matemática, con suerte logré aprobar las materias el año pasado.

Respondí después de lograr liberarme de su agarré. Ambos estábamos recostados en mi cama, cada vez con menos ropa de la que portábamos con anterioridad. Era una situación de todos los días, él venía a mi departamento, nos acostábamos y después se marchaba a la casa de sus padres.

—Si ya sabes que no puedes, ¿por qué sigues intentándolo?

—Porque quiero ser alguien, y necesito de las matemáticas, lastimosamente.

—No, ahora necesitas de mis besos—ronroneó continuando con su repartida de besos.

Solté leves risitas ya que los pocos pelos que tenía en el mentón me estaban haciendo cosquillas. Me calmé cuando mi móvil comenzó a sonar y vibrar en el escritorio que tenía en la habitación.

—No contestes—pidió subiendo la intensidad de sus toques.

—Tal vez sea importante—objeté.

—Si es importante cuando lo dejes pasar volverán a llamar—insistió.

Impaciente, lo empuje para poder levantarme e ir a mi escritorio. Jonas protesto sin cohibirse, ignoré su intento de berrinche negando con la cabeza y me apresuré en contestar la llamada que al final era de mi jefe.

—¿Sí?—respondí alejándome un poco de Jonas.

Willow, lamento llamarte en tu día libre—contestó Leo al otro lado.

—No te preocupes, ¿ocurre algo?

Nada fuera de lo usual, ¿recuerdas al hombre de la otra noche?—inquirió.

Mis cejas se fruncieron, era una pregunta algo tonta ya que el lugar siempre estaba repleto de hombres.

—Leo, esa pregunta es boba—me burlé.

Su risa del otro lado del móvil me hizo entender que se dio cuenta sobre lo que había dicho.

Hablo del último al que viste hace poco, con quien decidiste bajar y casi devorarle la boca—informó para mi sorpresa.

Estuve a nada de atragantarme con mi propia saliva cuando me di cuenta de que estaba hablando del profesor Wells. Al instante mis mejillas se sintieron calientes de tan solo pensar en lo cerca que estuve de besarlo esa noche y el momento a solas que compartimos juntos en el aula hace tan pocas horas.

Claramente él no me reconoció, extrañamente debido a que solo llevaba un antifaz, pero yo sí lo hice.

«¿Será que el profesor Wells fue a verme? ».

Tenía que sacarme esa duda. Carraspeé antes de hablar, esta vez me dirigí hacia el balcón que tenía en mi habitación, abrí la puerta deslizable y salí para que de esa forma Jonas no pudiera escuchar.

No le debía explicaciones, pero era extraño estar hablando de otro hombre quien resultaba ser nuestro profesor en la universidad.

—Sí creo que sí—intenté hacer como si no me importara en lo más mínimo el asunto—. ¿Por qué preguntas?

—Estuvo hace un momento preguntando por ti, parecía muy decidido. Le dije que no aceptabas visitas privadas de ese tipo ni de ningún otro, pero dijo que no buscaba eso. También le hice saber que está noche no estarías.

Reposé uno de mis brazos en el barandal del balcón, observando la hermosa ciudad de Chicago, repleta de edificios y casas que iluminaban la calurosa noche. Una brisa fresca acaricio mis brazos descubiertos y movió hebras de mi cabello con suavidad.

Aprecie y agradecí el estar viviendo en una magnifica ciudad desde hace tiempo.

«¿Por qué él fue a verme? ¿Se habrá dado cuenta de qué era yo gracias a lo de hoy? ». Negué, no era posible que lo descubriera tan rápido. Siempre usaba algo diferente para cambiar algo en la apariencia. Como los lentes de contacto.

—Entiendo, gracias Leo—respondí simplemente.

Espera, ¿quieres que le prohibamos la entrada o algo? ¿Es un acosador?

Una sonrisa floreció en mi rostro ante su preocupación. Me detuve por unos segundos a meditas bien la respuesta a esa pregunta. El profesor Wells podría volver si es que fue a buscarme, la razón no la tengo, no es muy seguro de que regrese, pero si la posibilidad de que lo haga esta... es peligroso para mí.

Y para mis amigas.

La idea de tenerlo frente al escenario observándome mientras bailo, es muy tentadora, pero él no sabría que sería yo, y si lo descubre, no sabría cómo reaccionaría ante eso.

«¿Por qué lo estoy pensando tanto? No creo que vuelva a ir, además, debería mantenerme alejada».

—Nada, no hagas nada. Estoy segura que no volverá.

Mi respuesta no convenció del todo a Leo.

Escucha, lo dejare pasar por esta vez, pero al primer comportamiento extraño que vea, lo sacare a patadas—informó.

Asentí a pesar de que no me pudiera vez.

—Lo sé, lo hiciste con Jonas cuando no sabías quién era—rememoré la vez que ocurrió eso y mis amigas estuvieron más que felices.

Y lo volvería hacer aunque ya lo conozca. Ese chico no es bienvenido en este lugar, especialmente porque es un idiota, ya consíguete a otro—exclamó sin descanso.

Cerré los ojos escuchando sus regaños. No comprendía del todo porqué Jonas no era bien recibido cuando no había hecho nada malo. Ellos decían que era insoportable, un niño rico de la ciudad más. Gracias a eso Jonas ya no va muy seguido a verme, lo que no me molesta mucho, de esa forma evito los encuentros con comentarios sarcásticos de parte de él y de mis amigas que no dudan en expresarse.

—Bueno, si tú supieras como se mueve en mi cama no creo que dirías lo mismo—bromeé.

No es justo torturar a las demás personas de esa forma, no es bonita la imagen que ahora tengo en mi mente, maldita.

Me reí de él, imaginando la expresión de horror que habrá puesto.

—Te lo merecías.

Sí, sí, lo que digas. Te cortare, debo irme.

No espere más y corté la llamada manteniendo la sonrisa divertida en mi rostro. Respiré profundamente el aire fresco, disfrutándolo antes de que se fuera y las noches heladas atacaran la ciudad deslumbrándonos al siguiente día con las bellas capas blancas.

Fugazmente vino a mí el rostro del nuevo profesor.

Su mirada seria y penetrante que desprendían esos cálidos ojos marrones. Su mentón bien formado y cubierto por una leve capa de bello, haciéndolo ver más... sexy.

Nunca me habían interesado los hombres más grandes, pero desde que lo vi la otra noche no podía olvidar su perfume masculino e adictivo que olí al acercarme a él. Fue refrescante, algo nunca sentido.

La masculinidad y dominación desprendía de él.

Moví la cabeza de lado a lado, borrando su imagen de mi mente, recordando que en mi habitación ya había alguien que me esperaba.

—¿Quién era?—cuestionó Jonas apenas entré en la habitación.

Lancé el móvil en la mesita de noche al lado de la cama sin tener algún cuidado porque se rompiera. Era un mal hábito que había desarrollado desde hace algunos años. Eso solo causaba que siempre estuviera comprando un móvil nuevo o reparando el que ya tenía.

—Mi jefe. Al parece otro acosador preguntando por mí—sonreí como siempre para distraerlo.

«No creo que al profesor Wells le sea gracioso saber que es un acosador».

—Oye, sé que te gusta trabajar en el club, pero sabes mi opinión respecto a eso.

Jonas se apoyo en los codos para incorporarse levemente de la cama, sus iris celestes me observaron con detenimiento.

—¿Acaso te la pedí, Jonas?

—No, pero debes entender que no estoy contento con ese trabajo tan vulgar.

—No pensabas que era vulgar cuando fuiste y me conociste—repliqué recordándole la noche que nos conocimos.

Ese tipo de comentarios siempre me molestaban. Hacía parecer mi trabajo en el club como si estuviera trabajando de prostituta en la época del 1800, que era una de las peores cosas que podías hacer.

—Lo que quiero decir es que eres mucho para ese lugar—articulo con las mejillas sonrojadas al darse cuenta no tenía razón para que dijera eso.

Ladeé una sonrisa, gateé por la cama hasta colocarme encima de él pasando cada pierna colocándolas a cada lado de su cuerpo.

—Yo siempre voy a ser mucho para cualquier lugar—deslice una mano por todo su pecho, hasta llegar al cuello de su camisa y tirarlo de este hacia mí—, y para cualquier persona.

Especialmente, porque aunque no me agradara, era una Russell. Desde pequeña me metieron en la cabeza lo poderosa que era nuestra familia gracias al dinero que teníamos de generación en generación.

Esa parte de mi estaba en el pasado, especialmente mi familia.

—¿Entonces tengo suerte de estar debajo de ti?

Mantuve la sonrisa maliciosa en mi rostro.

—Por supuesto.

Estiré una mano hacia la mesita de noche para así poder agarrar el pequeño control remoto con el que podía controlar los parlantes que tenía instalados en el departamento, las luces y el reproductor de música.

Lo había instalado porque así de esa forma podía practicar mis bailes en casa luego de conseguir el trabajo en el club.

Presioné uno de los tantos botones, consiguiendo que las luces de la habitación bajaran su intensidad. De fondo comenzó a reproducirse una de las canciones que estaban en la larga lista. Rude Boy de Rihanna se escucho bajo y sensual en nuestros oídos.

Las manos de Jonas viajaron hasta colarse debajo de mi ropa, acariciando mi abdomen y caderas con suma lentitud. Lleve mi rostro al lado izquierdo de su clavícula para así comenzar a repartir cortos besos.

Sabía cuáles eran los puntos débiles de su cuerpo, y ese lugar era uno de ellos, su favorito. Siempre procuraba dejar marcas de cualquier tipo en esa zona, me gustaba morder y enrojecer la piel de su cuerpo, pero no podía hacerlo cómo quería debido a que a él no le gustaba... ese tipo de juegos.

Sin que yo lo quisiera y me diera cuenta, me encontré pensando en el rostro de mi profesor, Clifford Wells.

«¿Qué se sentiría morder su mentón el cual se veía fuerte y duro? ¿O su cuello...?».

Imagine sus fuertes manos acariciando mis caderas, haciéndome estremecer con su roce. Sentir sus labios acariciando los míos hasta dejarlos rojos del tiempo que duraríamos degustando al otro.

—Espera, Willow.

—¿Eh?

—¿Todavía tienes el piercing en el ombligo?—la repentina pregunta de Jonas me saco de mi ensoñación.

Sus manos eran las que acariciaban mi abdomen, no las del profesor Wells.

«¿En qué diablos estaba pensando?». Me recrimine interiormente, desorientada al seguir pensando en cómo se sentirían sus fuertes manos en mi cuerpo.

—Sí, ¿por qué?—elevé la cabeza e hice mi cabello a un lado.

—Mi familia dice que son para mujeres fáciles, especialmente mi madre.

Fruncí las cejas de a poco. Ese simple comentario me hizo perder toda excitación posible.

Con las manos en sus hombros, lo empuje. Molesta por su inútil comentario permanecí sobre él, sintiendo su dura erección, y aunque lo sentí muy bien, ya no estaba con el mismo humor que antes como para querer continuar.

—Tengo suerte de no conocer a tu... expresiva madre.

—Willow, no quise decir que tú eres ese tipo de mujer—intento excusarse rápidamente.

Arqueando una ceja me salí de encima de él terminando lo que no pudimos comenzar.

—¿Y exactamente a qué tipo de mujer te refieres?—cuestioné más molesta de lo que pensaría estaría—. ¿Siquiera hay un tipo?

Murmuré lo último bajando de la cama para así buscar una liga para poder amarrar todo mi cabello. Jonas no se quedo en mi cama al verme moverme, dándose cuenta de que todo estaba echado a perder.

—Ya sabes—dudo un momento antes de continuar—, las que viven saliendo con diferentes sin importarles mucho lo que dirán...

—¿Entonces una mujer es fácil por disfrutar del sexo sin ataduras?—crucé los brazos sobre mi pecho.

Jonas se detuvo con mis palabras, dándose cuenta de que me refería a mí en cierto sentido. Tenía entendido qué tipo de persona era Jonas cuando comenzamos este tipo de relación, además de que sabía que su familia estaba al tanto de lo nuestro.

Obviamente a ellos no les agrado saber que su hijo perdía el tiempo con una chica que no estaba a la misma altura que ellos.

—Jonas, escucha—dirigí mis pies en dirección de la sala sabiendo que él me siguió—. Los comentarios de tu madre, guárdatelos porque no me acuesto con ella, y si sigues haciéndolos frente a mí, contigo menos.

—Willow.

No me detuve ni siquiera para voltearme, fui en dirección al sofá con varias de las cosas de Jonas, las junte y abrí la puerta.

—No regreses a menos que estés dispuesto a olvidarte de esos comentarios que tu querida mamita dice solo para degradar a los demás por no ser lo suficientemente decente como ella.

Puse las manos al frente esperando a que recogiera todas sus cosas y se marchara de una buena vez. No me sentí ofendida por lo dicho, pero no me acostaría con alguien que pensara de esa forma nada más porque su madre lo dice. Cualquiera puede hacer lo que quiera con su cuerpo.

A paso lento se aproximo a mí, tal vez con la esperanza de que me arrepintiera y le pidiera que se quedase a dormir, sin embargo esta noche no ocurriría eso ni nunca.

Al darse cuenta de que no retrocedería con mi decisión agarró sus pertenencias y salió del departamento sin dejar de mirarme con lastima.

—Vete, Jonas—fue lo último que dije para luego cerrar la puerta en su cara.

La música proviniendo de mi habitación fue lo único que se pudo escuchar en todo el departamento a continuación del inminente silencio. Muchas veces intentaba dejar de lado esos comentarios de su parte solo para disfrutar del sexo.

Esta vez no pude dejarlo pasar, además de que si continuaba y terminábamos teniendo sexo, lo menos que estaría pensando es en como él intentaba satisfacerme, sino en un nuevo rostro elegante agregado a mi vida.

Le puse seguro a la puerta y me fije qué hora era. Todavía era temprano, podría pedir algo de comer después.

Liberando un suspiro de frustración y resignación, volví a mi habitación en dirección del último cajón que tenía el mueble donde guardaba mi ropa interior. Ahí rebusque entre varias cosas hasta sacar unos de los obsequios dados por Rose en un cumpleaños pasado.

Al encontrar la caja que aún conservaba algo del envoltorio de regalo, dude un momento, pero me decidí por hacer algo que no hacía en mucho tiempo.

—No puedo creer que estaré haciendo esto.

Cerré el cajón luego de acomodar varias cosas en su lugar y me levanté del suelo.

Iba a ser una agitada noche, o al menos eso esperaba.

...

«Dios, no».

A pesar de tener botas con plataformas, mis pasos no dejaron de ser apresurados mientras intentaba recorrer con cuidado los pasillos de la universidad para poder llegar a tiempo con el profesor Wells.

Estaba llegando demasiado tarde para poder entregar uno de sus primeros trabajos dados. Hoy era el último día para poder entregarlo, además de que su clase estaba por comenzar y específicamente dijo que estaría recibiéndolos hasta veinte minutos antes de que iniciara la clase.

Solo quedaban quince minutos antes de la clase.

Era viernes, los últimos dos días después del primer día de clases estuve ignorando a Jonas, intentando olvidar lo que hice luego de que él se fue de mi departamento e intentando acomodar mis horarios de clases junto a mis horas libres para estudiar y además de dejar algunas horas libres para poder practicar diferentes bailes que mostraríamos en el trabajo.

Justamente hoy teníamos que trabajar.

Todo fue un desastre, no tuve demasiado tiempo para poder desarrollar bien los ejercicios del profesor Wells además de que me costó muchísimo el simplemente entender lo qué debía hacer.

Incluso tuve un ataque de crisis en el cual me puse a llorar desconsoladamente.

Los números no eran mi fuerte, apenas y pude con los años anteriores, y el que no estuviera ni siquiera segura de la carrera que estaba estudiando, era peor. Sin embargo tenía que estudiar algo y recibirme, no podía pasar mi vida trabajando de bailarina exótica.

Deje de pensar en eso cuando tuve que doblar en uno de los pasillos para subir las escaleras que daban a las oficinas de los profesores en la tercera planta del edificio principal de la universidad. Wells dijo claramente que quería los trabajos en su oficina y que no se los entregáramos en el aula.

«¿Por qué quedaban tan lejos las jodidas oficinas?».

Me detuve un momento a descansar cuando logré subir todos los malditos escalones sin chocar con alguien ni tirar mis pertenencias. En ese descanso repasé con la mirada todo el lugar. Había un pequeño espacio en el medio de todo en forma circular donde sillones individuales y dos sofás decoraban la habitación.

Algunas de las paredes tenían pinturas o estantes repletos de libros. Diferentes macetas con bonitas plantas que le daban un toque más hogareño sin dejar de verse sofisticado u elegante, perfectamente para los profesores de la universidad.

La planta se dividía en dos espacios, de cada lado del lugar que supuse era para descansar habían dos corredores, derecha e izquierda.

Moví mis piernas en dirección a la derecha ya que en ese sentido se encontraba la oficina del profesor.

No fue necesario caminar demasiado, la cuarta puerta que vi tenía en letras grandes el nombre y apellido del sexy... digo, nuevo profesor. Con los papeles en mano, respiré profundamente y alcé la mano en un puño, golpeando suavemente la puerta.

Su voz ronca y fuerte no se tardo en escuchar:

—Adelante.

De a poco fui abriendo la puerta, primero asomando mi cabeza para encontrarme con la espalda del profesor, seguidamente entre en la oficina cerrando la puerta a mis espaldas.

Su espalda ancha y masculina me cautivo, a pesar de estar solo viendo la parte posterior de su cuerpo se podía sentir esa sensación dominante que desprendía de él. No me contuve y repase su cuerpo con la mirada.

El día de hoy vistió una ajustada camisa negra que se pegaba a su cuerpo más de lo debido con cada movimiento que hizo. Debajo un simple pantalón de vestir de mismo color que acentuó su firme trasero el cual ya había visto en otras situaciones durante los primeros días.

La creciente sonrisa divertida que se estaba formando en mi rostro desapareció por completo al encontrarme con la mirada seria del profesor Wells.

«¿En qué momento se giro? Carajo, no me di cuenta». Al menos esperaba que no me hubiera visto.

—¿Termino de inspeccionar?—indagó, alzando las cejas con cierta diversión—. ¿Qué hace aquí, señorita Russell?

Debería sentirme avergonzada de que mi profesor me encontró claramente devorando su cuerpo con la mirada, pero no fue así. Quedé más hipnotizada por su grave voz que provocó que mi piel se erizara.

—Brooks—refuté por reflejo—. Vine a entregarle la tarea, profesor.

El lado izquierdo de las comisuras de sus labios se elevo por segundos, sin embargo borró rápidamente esa expresión de su rostro a una más seria. Se cruzo de brazos mientras reposó la parte inferior de su cuerpo contra el escritorio.

—No solo entrega la tarea en el horario equivocado, sino que también tiene la osadía de corregirme.

Sonreí tan angelical como pude. Claramente no tenía ninguna excusa como para poder salvarme.

—La hora de entrega pasó hace diez minutos, señorita Russell. No puedo recibir sus ejercicios, sería injusto para los que sí se tomaron la molestia de seguir mis órdenes.

—Lo sé, y lo siento, pero...

—Nada de excusas, esas cosas no sirven conmigo—sentenció, las venas de sus brazos se hicieron más notorias y lo pude notar ya que llevaba las mangas de la camisa arremangadas.

—Solo acéptelo por esta vez, por favor—mis labios se abultaron inconscientemente. No pase por desapercibido como si mirada se concentro en mi boca unos segundos—. Le juro que no volverá a suceder.

Consciente de eso, me aproxime a él quedando solo unos centímetros separados. La diferencia de altura se hizo notable aunque él estuviera reposado en algo. Movió la cabeza de lado a lado y se levantó de la mesa, sin mirarme agarró su bolso que descansaba en la mesa y fue a la puerta.

—Por supuesto, no creo que sea tan idiota para volver a cometer el mismo error—escupió sin cuidado.

Su perfume impregno todo mi alrededor cuando pasó por al lado de mí. De haber sido en otro momento lo hubiera disfrutado.

Las hojas con los ejercicios se arrugaron en mi mano ante su evidente insulto. Todo lo atractivo que vi de él se estaba yendo al infierno con su actitud soberbia. Era solo un estúpido trabajo, el primero de todos, no tenía porqué ser así de imbécil.

Me giré lentamente, encontrándome con su mirada por fin.

—La clase está por comenzar, seguiremos la conversación en mi oficina luego de clases—declaró, deslizando la punta de su lengua por sus labios—. No creo que llegue tarde, ira conmigo

Y con esas palabras abrió la puerta, dejándome sin tiempo de poder seguir intentando que aceptara mi tarea.

Resoplé en resignación y salí de su oficina, no espere a que me siguiera, caminé directo al aula en la segunda planta del edificio que se ubicaba a la derecha del principal.

El camino fue en silencio, no caminamos al lado del otro, pero pude escuchar sus pasos seguirme por detrás. No le preste mucha atención, me la pase refunfuñando todo el bendito camino por su culpa.

Al llegar al aula me di cuenta de que mis amigas ya estaban en el. Amber alzó un brazo para saludarme e indicarme que me sentara a su lado donde me guardo un lugar. Así lo hice.

—¿Qué te ocurre?—indago al notar mi estado de ánimo decaído—. ¿Está todo bien?

Con un puchero en los labios, deje caer mi bolso a un lado del asiento y me situé ahí.

El carraspeo fuerte del profesor se hizo escuchar pidiendo toda la atención. Me incliné hacía Amber para hablar bajo.

—Luego les cuento.

Llevé la mirada al frente viendo como ele castaño se desplazaba por el aula con elegancia. Dejo sus pertenencias en el escritorio y antes de hablar dio una rápida mirada por todo el lugar.

—Profesor—la delicada voz de Lana llamó—. ¿Pudo corregir los ejercicios que le llevamos?

Blanqueé los ojos.

—No, los tendrán la próxima clase—respondió con calma.

—Entiendo.

—Me alegra ver que la mayoría recordó entregar los ejercicios a tiempo, e incluso algunas con antelación—emitió posando su mirada en Lana mientras en su rostro apareció una suave sonrisa, la que se esfumo al voltear en mi dirección—. Ojala todos fueran así.

Rodé los ojos ante su evidente indirecta y murmuré:

—Ojala todos los profesores no fueran unos imbéciles, pero no se puede.

No me importo si fui escuchada por los demás o por él, ya estaba de mal humor y no se pasaría en un buen rato, al menos no hasta que saliera de la clase o comiera algo.

—Comencemos, traje una evaluación sorpresa que no contara para sus notas finales, pero sí para mí.

Al fondo del salón se pudieron escuchar quejidos por parte de algunos alumnos, mas eso no impidió que Clifford comenzara a repartir una hoja por cada asiento. Al sentarme en el último asiento de la primera fila tuve que esperar para que llegara a mí, cuando eso sucedió, me sorprendió que se inclinara levemente y dijera:

—Seré un imbécil, pero no estoy sordo. La espero nuevamente en mi oficina al finalizar—y me entregó la hoja.

Mi rostro se puso caliente, enrojeciendo de la vergüenza.

...

Clifford.

—Puedes entrar, de seguro ya te sientes como en casa—comenté abriendo la puerta de la habitación.

La pelirroja solamente sonrió de lado e ingreso.

No desaproveché para posar la mirada en el culo de mi alumna mientras entraba a mi oficina en la universidad.

Al darme cuenta de eso aparte rápidamente y me enfoqué con entrar a mi oficina, cerrando al puerta detrás de mí. Willow se sentó en el asiento frente a mi escritorio y yo solo me posicione en el escritorio, quedando cara a cara.

No sabía por qué, pero desde que comencé las clases no dejaba de pensar en la pelirroja del club exótico, y en la pelirroja que tenía en frente. Mi jodida alumna.

Lo de la bailarina lo entendía, sin embargo el sentirme curioso sobre mi alumna y soñar con ella durante las pocas noches que llevaba de conocerla... era extraño. No todos los profesores tienen ese tipo de sueños donde involucran a sus alumnas.

Las imágenes del sueño que tuve esta noche quisieron regresar a mi mente, pero no lo permití y me concentré en la situación de por qué estaba en oficina, de nuevo.

—Señorita Russell, no quiero que sea la primera alumna con quien no tengo una sana relación. Solo que no puedo permitir ese tipo de comentarios hacia mí.

Ella cruzó sus piernas, era la segunda vez que mis ojos se desviaban a su anatomía sin mi consentimiento.

—Usted fue quien me dijo idiota desde un principio—refutó.

La vergüenza que sus ojos reflejaban fue reemplazada por una ardiente seguridad sarcástica.

Es cierto que le había dicho idiota, pero fue un comentario que se me escapo sin que yo lo quisiera. Interiormente estaba molesto conmigo mismo al sentir unas crecientes ganas de acercarme más de lo debido a ella.

Abrí la boca para disculparme, sin más ella me lo impidió.

—Todo por no recibir unos estúpidos ejercicios solo minutos después—farfulló.

—No iba a ser justo recibirlos, la hora y día estaba pactada, tuvo mucho tiempo para poder entregarlos. Si yo accedía, ¿quién dice que no volvería a suceder?—objeté intentando razonar—. ¿Por qué tardo tanto en resolverlos?

La pelirroja cruzó ahora sus brazos sobre su pecho, dándole más volumen a sus tetas, las cuales eran algo visibles gracias al escote en V que tenía su blusa.

—Tuve algunos problemas, no es mi fuerte.

—¿Aprendizaje lento?—murmuré más que nada para mí.

Muy del todo para mí no fue, porque ella se incorporó de un salto del asiento, indignada. Sus pechos revotaron debido a eso, me obligué a desviar la mirada. Algo comenzaría a molestarme en los pantalones si continuaba mirándola.

—¡¿Está diciendo que soy lenta?!—bramó.

—Dios, cállese.

—¡Si quiere que me calle, míreme y dígalo!

«Se me ocurren otras formas de hacerte callar». Demonios no, quité esos pensamientos de mi cabeza al darme cuenta hacia donde los estaba dejando fluir.

Pero mi boca no me hizo caso.

—Señorita Russell, si no guarda silencio encontrare una forma de conseguirlo—sentencié—. Y será muy satisfactorio para mí.

—Imbécil—musitó por lo bajo, aunque logré escucharla.

—Vaya, parece que tendremos que quedarnos nuevamente a solas, señorita Russell.

—Prefiero tragar clips separadores antes que volver a quedarme con usted a solas.

—Sucederá si o deja de faltarme el respeto, señorita Russell.

—¡Brooks!—reprocho recordándome su segundo apellido golpeando mi pecho con su dedo índice—No lo habría insultado si usted no me hubiera dicho idiota—recalcó.

Repitió el suave golpe varias veces mientras pronuncio esas palabras. Perdiendo la paciencia, sujete su mano bruscamente deteniéndola. Mis pies se movieron hacía adelante, obligándola a retroceder hasta que su cuerpo choco contra la pared.

Nuestros rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

Su delicioso perfume inundo mis fosas nasales, sus ojitos marrones se parecieron a los de un ciervo asustado.

Relamió sus labios sin apartar la mirada de mis ojos, y yo tragué saliva.

—Debe irse, que esto no vuelva a suceder—declaré apartándome rápidamente.

—S-sí.

No la vi, pero escuché sus movimientos al recoger sus cosas y abrir la puerta. Mientras intente calmar las ganas irremediables que me dieron de besarla por un corto periodo de tiempo.

—Hasta luego—saludo y salió.

Respiré profundamente viendo la puerta abierta de mi oficina.

—La próxima vez lo golpeare con una silla, sí, eso haré.

Deje escapar una corta risa baja escuchando sus planes antes de marcharse por completo de mi oficina.

Mi móvil vibro en el bolsillo de mis pantalones avisándome de que tenía un nuevo mensaje. Sin dejar de pensar en los berrinches de mi alumna saqué el aparato del pantalón y revise quién era.

De Gale:

«Iré al club del otro día, y tú iras conmigo. Te veo en la noche, ponte lindo».

Una extraña sonrisa se formo en mis labios. Tal vez está ocasión tendría la oportunidad de ver a mi pelirroja Sunev.




¡Bien! Eso es todo por hoy. Nos vemos en el siguiente capítulo.

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