Black [spin-off]

由 FolkLarry

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Nicholas Black, era un jefe cruel. Despiadado. Matt, sólo era Matt. [Spin-off de Mr. Styles]. 更多

Capítulo 1: Nueva York.
Capítulo 2: Odio.
Capítulo 3: Crisis emocionales.
Capítulo 4: Conferencia.
Capítulo 5: Trajes costosos.
Capítulo 6: La prepotencia de un Dios.
Capítulo 7: Gala de caridad.
Capítulo 8: Fácil de molestar.
Capítulo 9: Las peores cenas son agendadas.
Capítulo 11: No es un secreto por ocultar.
Capítulo 12: En casa.
Capítulo 13: En la oficina.
Capítulo 14: Imprudencia.
Capítulo 15: Momentos especiales.
Capítulo 16: Central Park.
Capítulo 17: Un tiempo inaudito.
Capítulo 18: Visitas.
Capítulo 19: Romanticismo.
Capítulo 20: Cuando las luces se apagan.
Capítulo 21: Familia.
Capítulo 22: Recuerdo.

Capítulo 10: Siempre causando problemas.

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由 FolkLarry

—No es normal que un niño de tu edad haga tantas veces del baño al día. —Matt se hallaba en el baño público de las oficinas de Black, junto con Kenner. Era la tercera vez en el día que lo acompañaba a desechar sus residuos. Pero era bastante insólito ver a un niño hacer más veces del baño al día, que él.

—No me dejas concentrar. —Kenner le respondió en el cubículo cerrado y Matt no podía creer que estudió para ser especialista IT, y terminó siendo niñero del sobrino de su jefe. No podía entender por qué Black simplemente no le pagaba una niñera o un niñero.

Este era su cuarto día con el niño en el trabajo y comenzaba a poner nerviosos a los otros trabajadores. Nicholas en cada oportunidad le decía que, aun no encontraba a la persona adecuada para cuidarlo tiempo completo; o al menos, hasta que llegara a su casa.

Era halagador que Nicholas creyese que, Matt tenía habilidades para responder a todas sus peticiones, pero él solo era un chico que se graduó de la Universidad con calificaciones no tan perfectas.

—Apresúrate. —Matt se recargó en el lavabo. ¿Era tan necesario acompañarlo, también, al baño?—. Y te dije que, no te comieras el muffin que Nicholas dejó en su escritorio. Era su desayuno.

Kenner emitió una risita. —Pues ya no más —se quejó, mientras pujaba un poco. Esa fue la primera vez que lo escuchó lidiar—. Matt. —Lo llamó, después de un pequeño silencio.

—Mm.

—¿Mi tío te gusta?

Matt se enderezó, escandalizado. Su pregunta fue tan simple, tan tranquila y curiosa, que Matt deseó olvidar al niño allí, esperando a que se atorase en el inodoro o se perdiera en aquel edificio monumental, como a él muchas veces le sucedió.

La pregunta lo cogió desprevenido. No sabía qué responder. No, en realidad sí lo sabía. La respuesta debía ser negativa. Porque, Nicholas no le gustaba; ni siquiera le agradaba. Sería completamente mortificante tener sentimientos no correspondidos por alguien.

—Ni siquiera lo tolero. —Carraspeó, intentando sonar honesto.

—Entonces, ¿por qué siempre que estamos en su oficina y él te mira, tus mejillas se enrojecen, mientras juegas con tus manos? Yo solía hacer eso cuando una niña de mi salón me gustaba y mi mamá me dijo que era porque tenía sentimientos por Sienna. —Su voz sonaba, después de casi una semana con él, amigable. No era un secreto que Matt y Kenner no se agradasen completamente después de lo sucedido en la casa de los padres de Nicholas, pero ahora, el niño estaba siendo amistoso. Mientras estaba sentado en una taza de baño.

Matt no tuvo el corazón de decirle que su mamá estaba equivocada. Porque, posiblemente no lo estaba. Pero, se negaba profusamente a creer que alguien como Nicholas Black le gustaba; no únicamente una atracción física, sino gustarle. Como gustarle.

—Porque me aterra tu tío. —Musitó fácilmente.

—Él no te aterra —Kenner se burló. Ese niño tenía una boca muy grande—. En realidad, eres una de las pocas personas a las que les permite ser tan sarcásticas con él.

Matt resopló airado. —¿De dónde conseguiste ese gran vocabulario?

—Tío Nico siempre me ayuda —su voz llena de cariño—. Además, me gusta mucho leer, empecé a leer desde los cinco y suelo estudiar palabras nuevas en mis tiempos libres, aún cuando no entienda muchas de ellas.

Matt a los cinco se encontraba llorando en un orfanato, preguntando por sus padres biológicos y siendo, ocasionalmente, golpeado por algunos niños más grandes que él. A Matt no le agradaba mucho recordar su pasado, pues no tenía recuerdos memorables por los cuales existir. Todos fueron desagradables, humillantes y amargos.

La única persona que lo apoyó, que estuvo para él, fue Rachel. Ella, lo defendió contra aquellos chicos que lo golpeaban en las duchas, en el comedor, cuando decidía estudiar por cuenta propia, y también en la habitación que compartían con chicos de diferentes edades.

Era bueno saber que existían niños que sí poseían una familia que los quisiera, que los amara y que siempre estarían para ellos. Matt nunca pudo decir eso de sí mismo.

—¿Cuántos años tienes? —Matt cuestionó. Comenzó a creer que las charlas en un baño público no eran tan degradantes.

—Siete. —Dijo enorgullecido. Matt creyó que tendría seis todavía—. Pero, no puedes cambiar un tema, evitando el principal. Eso es bastante grosero y maleducado de parte tuya.

Matt rio, volviendo a recargase en el gran lavabo. —Tu tío no me gusta, Kenner.

—¿Apostamos?

En ese momento, mini Nicholas salió con la postura recta y con una sonrisa soberbia. Matt ya tenía suficiente con lidiar con un Nicholas, no quería hacerlo con dos.

—¿Apostar? —Bufó, viendo a Kenner lavar sus manos. Parándose de puntitas—. ¿No tienes como tres años?

Kenner achicó sus ojos, molesto y al no alcanzar el jabón de manos, dio unos diminutos saltitos en su lugar. Matt sonrió, divertido. Que cosita tan enana. 

Matt evaporó un sonido falsamente adorable y dijo, irónicamente—: ¿Necesitas ayuda?

—No. —Otro saltito y no alcanzó. Kenner era realmente bajito, ¿o simplemente estaba muy elevado el lavabo?

—Bueno, entonces apresúrate. —Movió su mano, agilizándolo—. Tu tío es bastante condescendiente contigo, pero no conmigo.

—Él se enojará cuando no vea su desayuno en su escritorio, no por esto. —Otro salto. Nada.

Matt suspiró, resignado. —Ven, te ayudo. —Pidió permiso para cargarlo y cuando Kenner asintió sufridamente, Matt lo sujetó ligeramente de su cintura, para levantarlo. Kenner rápidamente posicionó jabón en sus manos, antes de comenzar a removerse en los brazos de Matt.

Cuando Matt lo bajó, el niño le agradeció y terminando por lavar sus manos, ambos chicos salieron del baño.

—Si pierdes, comerás dos tartas de fresa. —Kenner siguió con su ilógica apuesta mientras caminaban por el pasillo para la oficina de Nicholas—. Y, admitirás que tienen un buen sabor.

—Yo jamás acepté la apuesta.

—Y si yo pierdo —ignoró a Matt. Dios—... si yo pierdo te contaré lo que Nico me dijo ayer sobre ti. También, admitiré que la tarta de fresa es terrible.

Matt inclinó su cabeza hacia atrás, carcajeándose. Seguramente, Nicholas le platicó el desastre que Matt era, lo mucho que le irritaba y lo mucho que anhelaba desaparecerlo de su vida.

—¿Qué te hace creer que me importa lo que tu tío opine sobre mí? —Le importaba—. Y ya sabemos que la tarta de fresa es terriblemente desagradable.

Kenner elevó su mano, a un paso de las puertas de la oficina de Nicholas, como si todo lo que Matt expresó, no hubiese significado nada.

—¿Acaso escuchaste todo lo que mencioné? —Matt frunció su ceño, pero ya estaba elevando su propia mano, afirmando el trato. ¿Qué estaba haciendo?

—Nico tenía razón —murmuró—, eres muy predecible.

—¿Perdón? —En su conmoción, ninguno de los dos, se percató que, Nicholas abrió la puerta, descubriéndolos con las manos juntas y retándose con la mirada.

—¿Qué hacen? —Se escuchaba molesto y Matt cerró sus ojos, capturado. Simplemente perfecto.

—¡Tío Nicholas, Matt es como una curiosa criatura! —Kenner, soltó la mano de Matt y entró a la oficina de su tío. Matt quería asesinar a esa pequeña cosa habladora.

—No estoy siendo el niñero de tu sobrino. —Aclaró en dirección a Nicholas, posicionando una mano en su cadera, voz firme.

—Es temporal hasta que encuentre a una persona lo suficientemente capacitada para cuidarlo.

Matt resolló. —Para ti, nadie es lo suficientemente capacitado.

Nicholas meditó lo que diría a continuación. —No lo sé; existe una razón por la cuál he confiado a Kenner contigo.

—Tal vez porque te gusta hacer de mi vida un horror, pero no soy la persona correcta para cuidar de él —precisó con seguridad—. Son dos semanas; menos de dos semanas, exactamente. Simplemente contrata a alguien.

—De acuerdo —Nicholas asintió, con una sonrisa malévola—. Te contrato.

Matt rodó sus ojos, completamente exasperado. Lidiar con Nicholas Black era completamente desgastante, inútil y estresante.

—No me refería a mí. —Se señaló—. Esta comenzando a inquietar a tus trabajadores ver sus pequeñas pisadas alrededor de sus escritorios.

—¿Y? —Nicholas, para ese momento, ya estaba respondiendo un mensaje con la mirada perdida en su celular y Matt no comprendió en qué momento, aquel hombre engreído decidió ignorarlo como un ser despreciable.

—Idiota. —Matt farfulló por lo bajo, cabizbajo.

—Cuida tu vocabulario, Matt. —Nicholas lo reprendió aún con la mirada en su celular y segundos después, se adentró en su oficina, seguido de Matt.

Cuando Black guardó su celular y regresó su atención a ambos chicos, les cuestionó con voz dura—: ¿Quién se comió mi desayuno? —Caminó hacia el gran ventanal que otorgaba una espectacular vista a la ciudad y recargó su espalda en el vidrio. Sus piernas cruzadas.

Kenner señaló a Matt y Matt evaporó un quejido resentido. El chico señaló con su dedo índice al pequeño niño que se hallaba sentado en la gran silla de cuero de Nicholas.

Mentiroso. —Formuló en silencio hacia Kenner y el niño se dedicó a sonreírle triunfalmente.

—Ken, ¿por qué te comiste mi desayuno? —Nicholas dejó de escucharse molesto y una diminuta sonrisa apareció en su tosco rostro. Caminó hacia él y alborotó su cabello en un acto cariñoso; atento.

Matt, estaba completamente seguro que, si él hubiese sido el culpable, estaría siendo recibidor de miradas duras y críticas acerca de lo mal asistente que era.

—Porque Matt es muy distraído. —Contestó con simpleza.

—Lo es.

—Y un poco torpe. Nunca se percata de nada. —Riendo, Nicholas asintió con su cabeza.

Matt frunció sus labios, molesto. ¿De verdad estaban hablando mal de él, enfrente de él? Con libertad y autodeterminación. Como si, no les importara que él estuviese escuchando sus erróneas descripciones.

—Continuo aquí. —Elevó su voz, irguiéndose. Ambas personas lo miraron y Kenner se acercó al oído de su tío para susurrarle algo. Nicholas abrió lentamente sus ojos, hasta que, le advirtió mantenerse callado.

Matt quería saber de qué charlaban. Su curiosidad conduciéndolo por un camino que predominaba en indagación e insensatez.

—Es un poco desconsiderado que decidan insultarme, conmigo en la misma habitación. —Sonrió sarcásticamente, acentuando su inglés con malhumor.

—Dijiste que no te importaba lo que tío Nico opinara sobre ti. —Kenner le devolvió la sonrisa sarcástica y Matt deseó abrir esos majestuosos ventanales y fingir que el niño tropezó de la orilla.

—¿Cómo dices? —Nicholas cuestionó a su sobrino, pero su insistente mirada recayó totalmente en Matt.

—Contrario a los demás, a mi realmente no me importa —enfatizó, luciendo una seguridad que, no le pertenecía—. Al menos, no estando yo en la misma habitación. —Bufó al aire—. Los niños de ahora son tan irrespetuosos.

Entre tanto Kenner reía fuertemente, Nicholas se acercó hacia él. Nuevamente, su seguridad se veía reducida a un vago recuerdo de lo que era no tenerlo cerca.

—Así que, no te importa lo que yo pueda opinar sobre ti. —Cuando Nicholas lo alcanzó, Matt decidió que no retrocedería. No se mostraría como un ser débil conducido por sus frágiles instintos de huida. Tenía que enfrentarlo y no permitir que, Nicholas lo afectara tan degradantemente.

—No realmente. —Sonrió falsamente y se enderezó; levantando ligeramente su barbilla. Sus ojos buscando los de Black.

—Entonces no te importara que piense que eres la persona más distraída, orgullosa, despistada, descuidada, impuntual y testaruda que he conocido. —Nicholas, notoriamente, estaba burlándose de él. Con su apariencia engreída y asusta.

Si Matt se sintió ofendido por sus descripciones tan desdichadas y pobres de él, no lo expresó abiertamente. Existía una probabilidad de que, el hombre tuviese razón. Matt, internamente, en varias ocasiones deseó describirse como alguien distraído, tonto y que solía entristecerse por los comentarios negativos de ciertas personas. Pero, nunca lo hacía; siempre prefería mostrarse como alguien tranquilo; hasta que, cambiasen de tema y no fuera él, la atención principal.

Llevaba trabajando casi dos meses para Black, por lo que sería normal que le importase —un mínimo— lo que su jefe tenía por pensar sobre él. Jamás creyó que sería tan indigno, pero, ¿acaso era relevante lo que Nicholas juzgara? Sus estimaciones no significaban nada para Matt.

—Completamente irrelevante —fue consciente de la desilusión en su tono de voz y fue una contrariedad con la sonrisa igualmente asusta que proclamó—. Aún así, sigues siendo un...

—Pero —lo interrumpió—, tampoco te importara que piense que eres la persona más trabajadora, con algunos errores que simplemente tratas de mejorar día con día. La más sagaz, insidiosa y jodidamente adorable. Con una intelectualidad tan magnífica, pero eres demasiado malditamente indolente como para recrearla. —Terminó con una sonrisa brillante; en un tono bajo y pastoso. Si Matt no estuviese indubitable que, esto era un plan maligno de Black para hacerlo decaer, diría que el hombre estaba coqueteando con él. Pero, Nicholas era demasiado heterosexual, fuera de su alcance y límite.

Matt se quedó para allí; completamente estático. Tratando de aprehender el significado en las palabras de su jefe; en la sonrisa con dientes que le mostraba. En el lenguaje corporal laxo que no siempre patentizaba. Pero, no consiguió nada; lo único que produjo fue un, carraspeó seco y retrocediendo un paso, habló.

—Tengo trabajo que hacer —dijo inquietamente; rehusando del mirar de Nicholas—, señor Black. —Terminó, antes de salir con pisadas largas de la oficina sin molestarse en regresar su mirada nuevamente.

Matt tenía trabajo. Matt únicamente se hallaba allí para trabajar; laborar temporalmente como asistente de Nicholas y después, irse incorporando como especialista IT. Matt en un futuro no muy lejano obtendría un mejor departamento que sí tuviese calefacción; obtendría un buen puesto en una gran compañía; haría su vida y Nicholas no sería el centro de ella nunca más. No más cafés, eventos que agendar, archivos que capturar, informes que elaborar y rehacer cuando a su estricto jefe no le parecían... no más Nicholas Black.

{...}

Su firmeza, su seguridad y convicción de mantenerse alejado de Nicholas Black y sostener una relación estrictamente profesional, duró exactamente, doce horas.

Después de aquella mañana desfavorable para sus pensamientos e ideologías, Matt se mantuvo trabajando en los informes pendientes de Black. Recibiendo llamadas y confirmando eventos pequeños que se le presentarían tiempo después. Afortunadamente, la extensión de trabajo agendada no fue demasiada.

Estaba descansando en su desgastado sofá, mientras veía una película cuando una llamada entrante de Black lo despertó, alarmado. Imaginando que, una alteración ocurrió en la empresa.

Antes de que mencione cualquier cosa, prometo que, guardé cada expediente en los archivos donde pertenecían. Terminé los informes; agende sus citas y no alteré ninguno de sus contactos —hizo una mueca—. No de nuevo.

Se escuchó el silencio desde la otra línea y creyendo que, Black terminó la llamada, se alejó del celular verificando que continuara allí.

A propósito, buenas noches señor Black. —Saludó, después de su gran habla. Y a pesar de que, Nicholas no lo veía, frunció sus labios apenado.

Si crees que cada que te hablo es para reprenderte, entonces, el problema no soy yo. —Nicholas tenía una voz tan ronca y pesada que, desde una llamada, sólo realzaba su profundidad. El hombre poseía un acento Americano, pero irracionalmente, Matt jamás había escuchado un acento tan atractivo desde una llamada telefónica.

Matt se encontró sonriendo. Pausó la película y clamó sarcásticamente—: Tan ameno como siempre.

Necesito que vengas. —Ignorándolo, exigió.

¿A dónde? —Preguntó confundido. Pero, esa no era la respuesta que, precisamente, tenía que responder. Después de sus horarios laborales, Black no tenía ninguna jurisdicción en su vida.

A mi casa.

Matt subió sus piernas al sillón y las junto a su pecho. Abrazándolas con un brazo, farfulló indecisamente—: ¿Por qué?

—Tengo una cita y no hay nadie que cuide de Kenner. —Habló con simpleza—. Te pagaría como si fuesen horas extras en la oficina.

Una cita.

Nicholas tenía una cita. Seguramente, con una mujer tan poderosa como él. Una mujer hermosa, con facciones delicadas; inteligencia incomparable y que no era nada como Matt. Nicholas le estaría otorgando esas miradas intensas, extrañas a una persona que le agradaba; le diría aquellas palabras que hacían a Matt estremecerse y Nicholas tenía una cita.

El pensamiento era ensordecedor; un pequeño sentimiento dañoso se instó en su pecho y decidiendo desentenderlo, inspiró con pesadez, para hablar con firmeza.

Señor Black, ¿escuchó lo que le expliqué esta mañana? —Seguridad—. No soy un niñero.

—Te pagaría el tiempo que lo cuides.

Matt emitió una carcajada seca. Carente de humor. —A diferencia de los demás, a mi no puede comprarme siempre con dinero, señor.

Sabía que, esa no era la manera correcta de expresarse. Entendía que, sus acciones inmaduras lo conducirían a un desenlace desventajoso, pareciéndole insatisfactorio e inadecuado. Pero, no detuvo la toxina ponzoñosa en su tono de voz.

Aparentemente, Nicholas también se percató de ello, porque lo siguiente que preguntó fue—: ¿Matt, te encuentras bien? ¿Sucedió algo malo? —La preocupación era tan evidente en su voz que, el chico deseó no confundirlo con algo erróneo. Black era vil. No era una buena persona. Y aun así, no encontraba el motivo de su repentina molestia.

Sí, yo... lo lamento. —Se disculpó, sin honestidad.

Sucede que, entrevisté a cinco personas y a ninguna de ellas, Kenner aceptó. Él, quiere estar contigo; figuradamente, no le agradas, pero te tiene la suficiente confianza como para que, lo acompañes al baño. —Proclamó una risa escéptica—. Además, yo estaba pensando que... um... después de... después de mi cita podríamos cenar algo en mi casa. Como agradecimiento por haber cuidado a Ken. —¿Nicholas se escuchaba nervioso? ¿Nicholas Black, por un segundo, vaciló y se escuchó desconfiado de sí mismo?

Tendrás una cita —recalcó—. ¿No se supone que pasas mayor parte de la noche, disfrutándolo con tu cita?

—¿A qué te refieres?

Matt quería golpearlo y después besarlo.

Matt quería golpearlo y después besarlo. El pensamiento lo tomó tan desprevenido y con sus escudos mentales en extremo frágiles que, por primera vez, después de varias semanas, admitió que quería besar y ser besado por su jefe. Pero, su jefe seguía siendo heterosexual.

Es... —suspiró resignado. No le concernía y a menos que fuese por trabajo, la vida amorosa de Black, no le pertenecía—. Olvídalo. Dile a Kenner que lo lamento, pero tengo asuntos pendientes por atender. —Trató de escucharse lo más amable y gentil posible. Lamentándolo. El niño no tenía la culpa de sus sentimientos mezclados, pero preferiría no ver al causante de ellos por lo que restaba del día.

Oh —Matt evitó leer demasiado en el tono decepcionado de su voz—. De acuerdo; no hay problema. Buenas noches, Matt.

—Buenas noches. —Murmuró, antes de colgar.

Suspirando con pesar, acercó más sus piernas hacia su pecho y prosiguió con su película animada. No pensaría en Nicholas, ni en su cita. No pensaría en la culpabilidad que lo carcomía debido a Kenner. No pensaría en lo vacío que su departamento se sentía y el similar sentimiento insuficiente como cuando se encontraba en el orfanato.

Cerrando sus ojos, recargó su frente en sus rodillas flexionadas, resistiendo el insensato deseo de descolgar su teléfono y marcar a Nicholas.

Pero, eso no fue necesario por mucho tiempo más, pues minutos pasaron de la película, cuando el nombre de Nicholas apareció, nuevamente, en su pantalla. Vibrando con ahínco. Con persistencia; con poderío.

Inestablemente, Matt respondió esperando escuchar la voz ronca de su jefe del otro lado de la línea.

Matt, sé que no te gusta la tarta de fresa, pero podríamos hacer un Tiramisú, o un muffin como el que le robé hoy a tío Nico. Si no te agradan, podemos hacer Gelato o algún tipo de helado que más te agrade —la voz extasiada de Kenner se hizo presente. Parecía que el niño caminaba con pisadas agitadas de una habitación a otra. Se escuchaba alterado y preocupado—. También, podríamos hacer brownies.

Matt rio. —Kenner, dime que, no agarraste el celular de tu tío mientras él no estaba presente.

—¡Me dijo que no querías venir y que no te molestara más! —Clamó fuertemente, pero después, Matt escuchó la palmada en una parte de su rostro y un susurro—: Ahorita esta duchándose y aproveché para llamarte. ¿Por qué no quieres venir?

Porque quiero besar a tu tío y si él tuviese el conocimiento de mis deseos, probablemente se asustaría. Me despediría y me detestaría por el resto de su vida.

—Porque tengo trabajo. —Mintió.

¡Eso no es verdad! —Volvió a proliferar—. Tío Nico, justamente, por eso te permitió tener menos trabajo hoy; para que vinieras y... —Al darse cuenta de su error, cubrió su boca con su mano y gimoteó, arrepentido.

¿Q-qué? —Tartamudeó, completamente confundido.

¡Ven y terminaré lo que estaba narrándote! —Sonrió victorioso—. No me agrada ver a Nico triste.

Sin otorgarle más tiempo a Matt, terminó la llamada. Y segundos después, la dirección de la casa de Black, apareció en su bandeja de entrada.

Esa sería la primera ocasión en la que, Matt se aventuraría a encaminarse hacia la casa de Nicholas. Él, presuntamente, únicamente lo vería en la oficina, pero ahora, estaría cuidando de un niño de siete años, entre tanto su tío disponía de una cita... una velada con otra persona.

A Matt, aquella información le era intrascendente. Tenía que, rememorar lo despreciable que Nicholas era; con problemas de arrogancia, soberbia y presunción. Un hombre que, era su empleador y un hombre muy heterosexual.

Necesitaba tranquilizarse; seguramente para cuando llegase a su hogar, Nicholas ya estaría en su cita y sus caminos no coincidirían hasta el siguiente día. El lo haría. Matt podía hacerlo.

Suspirando hondamente, tomó las llaves de su departamento y apagando el televisor, se marchó de su propio edificio. No podía creer que, teniendo un tiempo libre después de semanas, lo estaría ejerciendo con el sobrino de su jefe.

Partiendo de su edificio, tomó un taxi que lo condujo hasta la casa de Black. Y cuando arribó, la riqueza de Nicholas volvía a ejercer una fuerza humillante. Aumentando sus bienes, intensificando su codicia; hasta que, las personas quedasen cegadas en opulencia y lujo.

Mordió levemente sus uñas, viendo el gran penthouse que se elevaba sobre su humilde presencia. Un. Maldito. Penthouse. Él muy bien sabía que no estaba exagerando, pues la expresión del conductor cambio de sospechosa, preventiva cuando lo recogió en su barrio, a una estupefacta, maravillada cuando llegaron allí.

En algún momento, su hermano quiso pagarle un departamento en la alta sociedad de Nueva York, pero Matt deseaba rentar algo por sí mismo; desafortunadamente, las viviendas en una ciudad como Nueva York se costeaban en millones.

Con un último agradecimiento, se bajó del vehículo y se dirigió al gran penthouse que le pertenecía a Nicholas.

—Qué humilde. —Emitió un resoplido seco y se dirigió al hogar de Black.

Fue cuando conducía sus pasos sobre la losa fina, reluciente; completamente ostentosa, sobre el elevador que, se preguntó si lo que estaba haciendo era lo correcto. Si no sufriría las consecuencias agravantes de sus actos, tiempo después. Tan inimaginables que, no habría una salida satisfactoria para él.

El ascensor otorgándole la entrada al hogar de Nicholas se abrió y Matt se encontró tomando respiraciones profundas. Sus rodillas se encontraban, ligeramente, temblorosas. Su labio siendo torturado entre sus dientes.

Kenner, momentáneamente, apareció de alguna habitación y sonrió entusiasmado mientras se acercaba a él. Sus manos parecían mojadas y trotó levemente hacia Matt.

—¡Matt, llegaste! —Parecía que, el muchacho estaba siendo ruidoso intencionalmente, pues su cabeza giraba en torno al rostro de Matt y las habitaciones del fondo. Pareciera que, quería que alguien más lo escuchase. Matt estaba confundido... confundido y perdido.

—¿Hiciste algo? —Enarcó una ceja, dubitativo. Comenzaba a desconfiar en las acciones de Kenner—. Tu felicidad se ve bastante... fingida.

Kenner rodó sus molestos ojos. —Creo que, he cambiado de decisión —se lamentó con pesar—; puedes regresar a tu casa.

Podía admitir que, por un momento, casi olvidaba que Nicholas podría seguir en la misma habitación. Por algunos segundos, Kenner ejerció la necesaria fuerza para distraerlo de sus problemas principales. Únicamente que, toda aquella paz, toda aquella pacificación y sosiego, terminó cuando Nicholas entró a la misma habitación abotonando su camisa. Tenía su atención centrada en su vestimenta, por lo que, no fue consciente de la mirada famélica y embelesada de Matt sobre él.

Nicholas Black no tenía ningún derecho de ser tan atractivo. Matt odiaba la fina línea impredecible entre el caos; el detalle único más atrayente que pretender ser algo brillante y oscuro. Detestaba saber que, el hombre era una persona totalmente equivocada; aun así, le resultaba terriblemente atractivo.

Tragando saliva con dificultad, decidió posar su mirada en el objeto más seguro de la habitación: Kenner.

—¿Matt? —Cuando las ondas sonoras de la voz baja de Nicholas se extendieron sobre su membrana timpánica, Matt sintió la vibración corroer desde sus oídos hasta las puntas de los dedos de sus pies. Matt cerró sus puños, irritado consigo mismo.

Mordió se lengua y sintió un sentimiento de traición cuando Kenner encogiéndose de hombros, se marchó de allí. ¿Por qué los dejó solos? ¿Por qué? ¿Por qué?

Nico... —suspendiendo sus propias palabras; rectificó. Debía dejar de llamarle Nicholas—. Señor Black. —Sintió sus labios temblar, mientras le otorgaba una sonrisa.

—¿Qué haces aquí? —Caminó levemente hacia él, ladeando su cabeza, curiosamente—. ¿No habías dicho que tenías trabajo por hacer? —Una fea emoción cruzó sobre sus ojos, como si conociera el engaño de Matt.

—Sí... yo... um —rascó su cabeza, sintiendo sus mejillas tornarse cálidas—. Terminé rápidamente y decidí cuidar de Kenner.

—Él te llamó, ¿no es así?

Matt sonrió levemente. —Lo hizo.

—No necesitas quedarte si no lo deseas —Nicholas buscó las llaves de su automóvil y Matt lo miró irse—. Mis padres aceptaron cuidarlo esta noche.

Matt cerró su quijada; Nicholas estaba evitando mirarlo y se preguntó si su desesperante añoranza por ser atendido era bastante evidente.

Matt restó importancia con un gesto vago y simple de sus hombros. —Llegará tarde a su cita si decide viajar hasta casa de sus padres, señor Black.

Nicholas no se veía afectado por ello; en realidad, se mostraba tan tranquilo y sin preocupaciones que, Matt a veces, olvidaba lo prepotente que, Black solía actuar. Como si los horarios de cada persona le pertenecieran; como si, tuviese el derecho de ejercer una autoridad ilógica en la vida de todos.

—Pueden esperar. —Respondió con tedio.

¿Pueden?

Matt realmente pretendió mantenerse en silencio. Él, mordió tan fuertemente su lengua y encerró su uñas en las palmas de sus manos con rudeza, para no expresar el comentario mordaz que quería emitir, pero no lo consiguió. Fue devastador.

—Así que, detestas a las personas impuntuales, pero tú no estás siendo mucho mejor. —Tan pronto como las palabras vociferaron fuera de sus labios, Matt hizo una mueca, molesto consigo mismo.

Pero, para su sorpresa, su ironía tuvo un efecto distinto al que pretendió en un principio. Nicholas suspiró, y lo miró con sus ojos expandidos; una sonrisa formándose en su rostro. La extraña tensión que se formó en sus brazos, al tiempo que recogía sus pertenencias, desapareció con alivio.

Matt frunció su ceño, extensamente extrañado.

—No estoy llegando tarde para sus estándares, Matt —su voz se suavizó. Ya no existía el aburrimiento fingido—. Para los míos, probablemente sí. Pero, seguiría arribando allí, media hora antes.

Matt guardó silencio, sintiéndose apenado por su temporal valentía. Además, ¿por qué Nicholas seguía hablando en plural?

Segundos transcurrieron, cuando Kenner volvió a aparecer en la habitación y Nicholas se acercó a él, indicándole. Demandando.

—Kenner, ya tengo que marcharme —serio—. Cuídate y cuida de Matt. —Lo último lo dijo con una sonrisa divertida, observando con su vista periférica al chico.

A Matt no le parecía divertido. Aquí, el adulto responsable era él. Sus instintos de supervivencia y cuidado nunca fueron los suficientemente estables; pero, trabajaría en ello. Matt podría ser un desastre, traspasando el caos y todavía, seguía esforzando en mejorar.

—¡Lo haré, tío Nico! —Riendo, abrazó con fuerza al hombre y Matt tuvo que, retirar la vista de ellos, pues sus emociones no hacían más que intensificarse con extrañeza.

Cuando Nicholas alejó al niño cuidadosamente de sus brazos, se acercó a Matt con la mirada pesada sobre él. Como un temible depredador, dispuesto a quebrantar los escudos débiles que su presa erigió sobre ellos.

—No permitas que haga algo demasiado arriesgado —sentenció con firmeza—. Procuraré llegar temprano a casa.

Matt asintió. —Espero que se divierta esta noche, señor. —Aspiró genuinidad.

—Pequeño mentiroso —rio por lo bajo—. No estás siendo honesto hoy, Matt. —Chasqueó la lengua, recorriendo el rostro del chico, tratando de averiguar—. Tu boquita está atestada de mentiras; pero, tus ademanes y gestos son demasiado perceptibles.

—No estarás psicoanalizándome ¿no? —Parpadeó, tratando de enfocarse en lo que estaban charlando y no perderse en la fragancia de Black.

—No hace falta. —Probablemente, Matt lo estaba imaginando. Es decir, estaba tan atento a cualquier acción del hombre, que muy posiblemente, creyó haber visto su imperceptible guiño al final de su oración. Pero, Matt decidió soslayarlo.

Y cuando el ascensor se cerró; cuando las puertas ya no permitieron que Matt maquinara escenarios obsesivos e ilógicos en su mente, acertó con severidad su respiración.

—Tu baba está ensuciando el piso. —Kenner se escuchaba divertido y jactancioso—. Creo que, ganaré esta apuesta más pronto de lo que imaginé.

Quejándose dramáticamente, Matt se sentó en el sofá blanco, totalmente pulcro y costoso. Decidió encender la pantalla de plasma. Él jamás podría tener nada comparado a las pertenencias de Black, en su propio hogar.

—Se supone que deberías estar cuidándome. —Refunfuñó Kenner.

—Lo estoy haciendo —aseguró—. Pero, desde aquí. —Señaló el sofá con su dedo índice.

—Nico se molestaría mucho. —Existía malicia en aquella oración; una maldad en una voz tan afinada y con vínculos venenosos.

Dios, sería una noche muy larga.

{...}

Matt debía cesar sus subestimaciones para con los Black. A veces, en quien menos lo esperaba, era la persona que más le enseñaba. Que le explicaba. Que lo despojaba de sus ilusiones falsas y lo sorprendía con realidades explícitas.

Matt infravaloró la fuerza de voluntad que Kenner poseía. El niño tenía siete años y disponía de una inteligencia cautivante; una mente brillante e ingeniosa. Completamente letal.

Kenner era autónomo; le agradaba descubrir y cuando una situación le parecía pesimista o adversa a sus ideales, argumentaba a favor suyo. Con hechos.

Kenner era un niño prodigio. Y Matt, honestamente, esperaba que, toda persona descubriera lo mismo que él.

De igual manera, Matt se hallaba fatigado. Completamente agotado; el chico no entendía qué harían con tantos postres en la isla de la gran cocina del penthouse de Nicholas. Matt decidió que aquel lugar, era uno de los más formidables e impresionantes, pues tenía una vista hipnotizante a la ciudad. Las luces de la noche creando un ambiente íntimo y encandilado.

Llevaban más de una hora elaborando aquellos postres y las manos de Matt estaban exhaustas debido a las mezclas que se necesitaban. Quería dormir o probar el chocolate de algunos, pero en cada oportunidad, Kenner golpeaba su mano diciéndole que aún no se encontraban totalmente horneados.

—Nico ya debería estar aquí. —Formando un diminuto puchero, Kenner revisó la hora en su reloj. Llevaba haciendo aquello desde hacía quince minutos.

—Tu tío se encuentra en una cita —una cita—. Permítele disfrutar su noche.

Kenner resopló fastidiado. —Seguramente no lo está disfrutando.

—Se supone que cuando sales con alguien que te agrada o te gusta lo suficiente como para invitarla en una cita, disfrutas el tiempo con la persona.

Kenner lo observó. Lo observó e incluso, permitió dejar caer harina de sus manos. Posteriormente, fue abriendo sus labios con lentitud y exclamó una fuerte carcajada. Tan extensa, que por unos momentos, Matt creyó que era falsa.

—¿Hay algo que te parezca gracioso? —Matt frunció su nariz, consternado.

—No, no —siguió riendo; sus pequeñas risas agudas chocando contra los oídos de Matt—. En realidad, sí. ¿Tú, crees que Nico está en una cita romántica?

—¿Sí? —Respondió, con duda.

Kenner vociferó otra gran carcajada. —Eres muy denso, Matt. —Murmuró entre dientes—. Él no está en esa clase de cita.

Matt dejó caer su propia mezcla y mordió su labio, mirando a Kenner con impresión. Esperaba que su rostro no mostrase lo suavizado que él mismo se sentía.

—¿A qué te refieres? —Cuestionó, cautelosamente.

Negando con su cabeza, Kenner dijo—: Me refiero a que, Nico está con su equipo que normalmente se encarga de organizar los viajes de caridad. Ellos se reúnen cierto tiempo para ajustar tiempos y problemas. En esta ocasión, se reunieron porque tú solicitaste unirte este año y Nicholas está tratando de introducirte al equipo, para así, llevarte con ellos a Burundi.

Matt estaba tan conmocionado; estaba tan atónito y desconcertado que no sabía cómo reaccionar. Nicholas organizó una reunión con sus compañeros de viaje para que él los pudiese acompañar. Nicholas, se hallaba elaborando una gentil obra para con Matt. No se encontraba en una cita romántica con una linda mujer.

—Cuando dijo que era una cita, imaginé que sería... —Dejó la oración expandirse incompleta sobre ellos y Kenner lo comprendió.

—A él no le parece satisfactorio otorgarle un nombre que tenga relación con su trabajo; así que, siempre las nombra como citas. —Enfatizó su última palabra, como si Matt fuese un chico muy tonto.

—Correcto. —Farfulló, sintiendo una emoción fétida en su pecho. Ejerciendo una sensación alucinante. Kenner no debió decirle aquello. Debió permitirle creer que, era una cita romántica. Ahora ya no sabía que hacer con la excitación en la boca de si estómago.

Matt introdujo un pastel en el horno y colocó la temperatura que se indicaba en las instrucciones de la caja del pastel. Únicamente que, tan pronto como posicionó la temperatura, Kenner emitió un gimoteó como si Matt hubiese hecho una ignominia.

—¿Qué sucede?

—Esa no es la temperatura correcta —se acercó al horno—. Quemarás el pastel.

—Lamento decírtelo, pero en las instrucciones indicaba que era la temperatura correcta —lo alejó, de un pequeño empujón. Kenner retrocedió, trastabillando con sus pies y Matt rio—. Aléjate de mi pastel.

—¡Lo quemarás! —Kenner, intentó una vez más acercarse, pero Matt agarró un pañuelo y lo izó en el aire.

—No te acerques. —Movió ligeramente sus caderas, mientras cambiaba la canción que se reproducía desde su celular. El volumen no era muy elevado, pero tranquilizaba el lugar.

Siguió removiendo harina que aún se hallaba en la isla y verificó que su pastel estuviese elaborándose correctamente.

—Matt, ¡ese pastel lucía exquisito! —Kenner le reprochó, con un entrecejo totalmente pronunciado.

—No te escucharé —tarareó la canción; con su ligero movimiento de caderas—. Tú y tu tío se han encargado de menospreciar mi trabajo desde que los conozco. Pero, esta vez no sucederá.

Ambos chicos se encontraban en sus propias discusiones; Kenner quería acercarse al horno, pero Matt le prohibía el camino, posicionando su cuerpo o despidiéndolo como si fuese un cachorro perdido.

Y Nicholas no podía estar más divertido con la escena que ambos chicos le ofrecían. Había llegado al edificio y desde el ascensor se apreciaban las críticas de su sobrino. Quejándose por la temperatura del pastel que elaboraban; sin embargo, Matt se hallaba renuente a prestarle atención y en su contrario, fingía no escucharlo ensimismado en sus propios pensamientos.

La reunión fue tediosa; fue exhaustiva; fue completamente desagradable, pero ver a su asistente discutir con un niño de siete años, era inimaginable. Un poco tierno si le preguntaban, y Nicholas no podía apartar la mirada. Le habría gustado decir que, su atención estaba fija en ambos chicos, pero sería una mentira de índole patética.

Recargado en el marco de la puerta, Nicholas arruinó su postura tranquila cuando el rostro de Kenner comenzaba a tornarse rojo de furia.

Carraspeó duramente y ambos chicos brincaron en su misma posición, mirándolo, asustadizos. La única expresión que se modificó fue la de Kenner: felicidad.

—¡Tío Nico! —Saltó sobre sus brazos y el hombre lo elevó con facilidad. Kenner escondió su rostro lleno de harina sobre su hombro y Nicholas aprovechó la oportunidad de ver la reacción tímida de su asistente. Jodidamente adorable.

Ken. —Besó su sien, gentilmente y segundos después, lo bajó. Revolviendo su cabello, prosiguió—: ¿Por qué no vas a limpiar tu rostro y regresas? Ensuciarás mi ropa.

Kenner rio. —No dejes que Matt arruiné mis postres. —Se marchó hacia el baño.

Seguidamente, Nicholas levantó su mirada e impactó con la silueta del chico. Su deseo por acercarse intensificándose con angustiosa necesidad; tratando de examinarlo sin menos lejanía y Matt se acercó a la barra, agarrando con ímpetu la orilla. Sus mejillas coloreadas en blanco, con su cabello por igual.

Nicholas sonrió y se acercó al chico; Matt tan solo, incrementó el esfuerzo en la isla de la cocina.

—¿Qué tan malo fue? —Black cuestionó, dándole la vuelta a la barra y acercándose por detrás de él. Matt se giró, encarándolo.

—Jamás había cocinado tanto en mi vida. —Rebufó, cruzándose de brazos.

—¿Se divirtió en su cita, señor Black? —Matt volvió a hablar y Nicholas se acercó otro paso. Un centímetro más y ya estaba encerrando al chico entre el mueble y él. No sabía lo que estaba haciendo, pero se sentía bien. Correcto. Bueno.

—Quise marcharme desde el primer momento que cruce las puertas del restaurante. —Se quedó aguardando por la respuesta contradictoria de Matt.

—Eres una persona terrible. —Matt rodó sus ojos, mostrándole una sonrisa. Ahí estaba su respuesta.

Nicholas levantó ligeramente su mano y retiró harina del cabello del chico. Susurró—: Eres un desastre.

Matt pestañeó con pesadez. A veces, solía olvidar lo confortante que era tener la mano grande de Nicholas sobre él.

—Y tú, un culo arrogante. —Farfulló, recibiendo una risa ronca por parte del hombre.

Nicholas fue bajando lentamente su mano, hasta que, con sus nudillos rozó superficialmente una de las mejillas de Matt. Un cosquilleo agradable potenció la zona.

Buscando un poco más del toque, Matt se reclinó como un pequeño gatito en busca de la suavidad. Como una persona requiriendo el toque ajeno para sentirse seguro. Necesitándolo con avidez.

Nicholas gruñó. —Tú me rompiste —Matt ladeó su cabeza confundido y Black posicionó su mano libre en el mueble, a un lado de las caderas de Matt—. Tú y tu maldita obstinación. Con tus actitudes ridículas y honestidad.

Matt se reclinó, levemente hacia enfrente. Su mente nublada y sus sentidos estimulados; completamente perdido entre las palabras sin sentido de Nicholas.

—¿De qué estás hablando?

Nicholas exclamó una risa seca. Carente de emoción o felicidad. —Jamás había deseado tanto besar a un chico, como ahora quiero hacerlo contigo —posicionó sus piernas a ambos lados de Matt y estaban tan cerca, que sus respiraciones se mezclaban. Ansiosas. Impacientes. Matt no podía creer lo que estaba escuchando—. Tú me rompiste, niño bonito. Pasé toda la reunión considerando lo mucho que deseaba besar a un hombre.

Matt quejó temblorosamente. Sus manos aferrándose hasta que, sus nudillos se volvieron blancos del esfuerzo. Por mucho que añoraba retirar la mirada de Nicholas, no podía. Parecía tenerlo rehén de su intensidad glorificada.

—Me parece que tienes problemas de sexualidad. —Bromeó; pero se sentía completamente débil y fuera de sí.

Nicholas tomó su cabello, y agarrando un puñado de él, lo jaló, provocando que la cabeza de Matt quedara hacia arriba. El chico tragó temblorosamente y al darse cuenta, Black, con su mano libre, posicionó la yema de su dedo índice en la garganta de Matt, recorriendo el recorrido de su saliva por su laringe.

Matt gimoteó sintiendo muy apretados sus pantalones y murmuró—: ¿Por qué no lo has hecho?

Nicholas sonrió ladinamente; sus pupilas dilatadas, mostrando una profundidad negra. Matt esperaba que él no tuviese la misma mirada hambrienta en sus ojos.

—Porque —acercó más sus labios hacia los de Matt; rozándose. Sus ojos aún abiertos, mientras sus frentes chocaban ligeramente—, no lo haré hasta que lo pidas.

—No estoy rogándote por ello. —Frunció su ceño.

—Tú me rogarás, pero no por esto —sonrió vilmente; su tono tan bajo que era irreconocible. Un brillo cruel recorrió su mirar; siempre acentuando sus palabras—. Sólo quiero que, uses tus palabras. Dime lo que necesitas.

Matt entre abrió sus labios. Él quería ser besado. Quería que Nicholas lo besará. Necesitaba deshacer el sentimiento ávido cada que lo tenía cerca.

—A ti te gusta que, por primera vez, no tengas que ser responsable de algo y simplemente dejarte llevar. —Nicholas lo tomó de su cintura, acercándolo a él—. ¿Puedo? —Sus labios ya estaban rozándose, y aun así, Nicholas seguía solicitando su consentimiento. Seguía tocándolo cuidadosamente para no asustarlo y continuaba con sus palabras, estimulándolo.

Marro cerró sus ojos, exhaló una respiración y terminó con su desesperante deseo. Susurró, agarrando la corbata de su traje—: Hazlo.









¡Les agradezco el tiempo que se toman para leerme!
Todo el amor, siempre. Les ama Frida.

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