❝ Objetivo: Pasar desapercibi...

By The_Lady02

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𝐌 𝐀 𝐋 𝐄 𝐑 𝐈 𝐕 𝐀 𝐋 𝐒 | ❝ Porque _______________ Pérez es un chico que solo quiere pasar desapercibi... More

━ 🌸┊𝗖𝗹𝗮𝗿𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝘁𝗶𝗼𝗻𝘀」
⠀⠀⠀⠀⠀ 零 ━ no quiero ir a la escuela。
⠀⠀⠀⠀⠀ 番目 ━ visionario。
⠀⠀⠀⠀⠀ 第 ━ la compasión es un error。
⠀⠀⠀⠀⠀ 四 ━ el infortunio comienza con la vergüenza。
⠀⠀⠀⠀⠀ 五 ━ rutinario。
⠀⠀⠀⠀⠀ 六 ━ peligro。
⠀⠀⠀⠀⠀ 七 ━ tradición。
⠀⠀⠀⠀⠀ 八 ━ el mal se ha fijado en él。
⠀⠀⠀⠀⠀ 九 ━ intuición。

⠀⠀⠀⠀⠀ 初め ━ chale banda, sí fui a la escuela。

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By The_Lady02

ᵘᶰᵒ

Otro día más sin usar el Teorema de Pitágoras.

El adolescente se cambiaba los zapatos en los casilleros de la entrada, para colocarse aquellas zapatillas conocidas como «uwabaki», las cuales tenían uno que otro dibujito hecho con plumón; todo para que se vieran más cool.

Observaba de reojo también a los otros estudiantes, que se cambiaban los dichosos zapatos conforme iban llegando. Era una costumbre japonesa bastante interesante, la cual de cierta forma le gustaba por lo cómodas que eran las zapatillas, hechas específicamente para aguantar más que las pantuflas.

Eran como pantuflas para correr. Imagínense ir a la escuela con pantuflas, que delicia.

Tras finalizar aquella acción desinteresada, quiso dirigirse directo a su salón, no quería ser emboscado por algún loquillo tan temprano.

Llegó tranquilamente al comienzo de una de las peores experiencias escolares desde su punto de vista, las interminables escaleras que obligatoriamente debía subir para llegar al tercer piso, donde se ubicaba su salón de clases.

El pobre puso los ojos en blanco, exhaló aire con odio, y empezó dando un paso adelante, de cualquier forma debía subir a menos que quisiera un regaño del profesor «puto».

Pensaba en las posibilidades del día de hoy, no sabía exactamente que hacer además de estudiar, estuvo mucho tiempo sin asistir a la escuela, por lo que su práctica para "sobrevivir" perdió el toque. Ya no era el mismo de antes, y lo único que lamentaba era ser tan flojo.

Me voy a desinflar, pensó mientras trataba de recuperar el aire. Odiaba las escaleras.

Los estudiantes sonreían como si nada, casi como si hubieran olvidado que hace unos pocos días habían arrestado al "asesino". Generalmente sería un tema de conversación que no desaparecería dentro de unas semanas, especialmente por los padres que perdieron a sus hijos.

El corazón del chico dio un vuelco cuando un joven alto de cabellos negros pasó a lado de él, su sonrisa enfermiza de amor y sus ojos enloquecidos que rebuscaban desesperadamente la fuente de su existencia, inquietaron al pobre estudiante.

Ya me cargó la chingada, pensó entre sollozos disimulados.

Trató de fingir que no lo había visto, y continuar con su caminata directo a su salón sin que el otro alumno se diese cuenta. Por supuesto que no lo notó, después de todo, él era un extra en ese cuento diabólico.

No me vio, soy bien pro, pensó aliviado, para simplemente ingresar al aula y sentarse en su respectivo lugar, alejado de la ventana -por el miedo a que sus apuntes salieran volando-, no tan cerca de la pared, pero lo suficientemente cercano a la puerta para salir corriendo por si algo pasaba.

Lo tenía fríamente calculado, pero sobre todo, nadie veía a los personajes que no estaban cerca de la ventana. Por ejemplo, Taro Yamada y Budo Masuta, los cuales se sentaban de ese lado específicamente porque... ¿Por qué? Había aire acondicionado en el salón, no necesitaban el aire exterior.

Cosas que él nunca entenderá.

Esperarían a que su profesor entrara para dar comienzo a las clases, hoy tenían matemáticas temprano. El chico se sentiría aliviado de no ser porque el estudiante yandere estaba observando fijamente por las ventanas de su salón.

Por alguna extraña razón, los salones poseían ventanas interiores, en las cuales podían verse, valga la redundancia, el interior de las mismas. Claramente estaba viendo a Taro Yamada, el chico que le había robado tantos suspiros que era imposible contarlos.

Vete, gonorrea, das miedoooo, rezaba para sus adentros, actuando normalmente por supuesto para no llamar su atención; aunque tratara, no podría, tenía un don perfectamente innecesario para ser un fantasma.

Ayato veía con ojos deseosos al otro pelinegro de piel porcelana, el cual posaba su mirada sobre su libro favorito; dichoso libro que nunca soltaba, se lo llevaba consigo hasta para ir al baño. Su lectura no se vería interrumpida ni por el presentimiento de una mirada penetrante clavada en su nuca.

Aquel estudiante tenía la costumbre de saltarse la mayoría de las clases para espiar a su superior, no se perdería de la oportunidad de conocer cada detalle de su cuerpo, y es que, para el azabache, convivir diariamente -y de manera indirecta- siguiendo la monotonía de un día a día, era como un matrimonio involuntario, tan romántico y único que la sola idea de imaginarse casarse con él en un futuro lo llenaba de emoción.

Era como pasar cada día a lado de una heladería, con todos los sabores que pudieses imaginar, una tienda que tentaba al más goloso a perder una competencia en donde el que cede ante el descontrol y se sumerge entre los adictivos sabores, es el perdedor. Una heladería que estaba totalmente a tu alcance, veías obras maestras visuales donde acomodaban el helado lo suficientemente bien para antojar incluso a aquellos que no gustaban de aquel postre.

Convivir con aquella heladería involuntariamente, lo volvía parte de tu vida, pero justamente eso era lo que volvía loco a Ayato Aishi. Tener su único sabor favorito a su alcance, un helado hecho especialmente para él, un helado que no existía en ningún otro lado, que encajaba con sus convicciones enfermizas y se adaptaba a él. Pero era atrapado por un mostrador de cristal, el cual dejaba a varios individuos con el antojo de probar aquel helado.

Con un cínico letrero que decía «Solo ver, no tocar», se tenían que adaptar a las reglas del dueño de la heladería.

Es tan injusto, seguro pensaban aquellos que habían quedado perdidamente enamorados de Taro Yamada.

Se me antojó un helado napolitano, interrumpió ________________, no era exactamente fan del helado, pero si le ofrecieran una crepa con una bolita encima bañado en finos hilos de algún ingrediente dulce, no se negaría a comérselo.

Él era el tipo que se comía solamente dos sabores del helado napolitano, y dejaba uno para el final. No le gustaban juntos. Pero, ¿a quién le importa el helado napolitano cuándo un psicópata está justo detrás de la pared observando a tu pobre compañero de clase?

Pobre Yamada, es como un imán para locos, puro enfermo le toca, negó en un suspiro, dándose cuenta que su profesor estaba tardando en aparecer.

Cuando tocaron el timbre, supo que pronto comenzaría otra tortuosa hora de sus cosas menos preferidas. El profesor Mido Rana, sapo q'liao para los amigos, su apellido le causaba gracia, pero ya no daba tanta risa cuando lo veías. Físicamente podría destruir con una simple caminata a cualquier empresa de belleza, ese profesor era la definición de sexualidad.

Todos los estudiantes y profesores estaban enamorados de él de alguna u otra forma, era inevitable quedarse viendo sus pectorales, los cuales mostraba orgullosamente. Su voz ronca le daba escalofríos, sentía que estaba hablando con un «Fuck Boy» y en cualquier momento le diría: Hello Baby Girl; luego lo acorralaría y trataría de hacerle el frutifantástico no consensuado.

No, ni verga, se dijo en su mente, sacando sus cuadernos con miedo.

Los alumnos guardaron silencio, sabiendo lo que acontecería por el eco lejano de unos zapatos acercándose entre los pasillos. La puerta se abrió en una velocidad neutral, dejando ver al famoso profesor entre las alumnas que gustaban de hombres mayores.

Se escucharon suspiros agitados, cada una trataba de llamar la atención del profesor a su manera, pero solo uno lo conseguía sin intentarlo: Taro Yamada.

Aún con la vista puesta en su libro, recibió la -deseada por muchos- mirada del más alto. Una juguetona sonrisa se asomó en sus labios, y con aquella expresión deleitosa que lo caracterizaba, esperó a que el estudiante se diera cuenta que la clase ya había comenzado.

─Taro─kun, Mido─sensei te está viendo fijamente ─le avisó el siempre amable Budo, con una radiante mueca alegre.

Si pudiera le gustaría tener una amistad con Budo, pero acercarse podría terminar en una tragedia, proteger a su familia era lo primero.

─O-Oh ─expresó apenado, guardando su libro debajo de su pupitre para llevar una de sus manos hasta su nuca─. Lo siento mucho, Rana─sensei, no me di cuenta ─Taro se sonrojó, suficiente vergüenza tenía por ser observado por todos sus compañeros, como para añadir al profesor «sexy».

El mayor soltó carcajadas roncas, las cuales fueron interrumpidas por él mismo.

─No te preocupes, Yamada-kun ─le respondió, recargándose sobre su escritorio─. Llámame simplemente Mido-sensei, somos lo suficientemente cercanos para que se refieran a mí por mi nombre~ ─canturreó, esta vez viendo a distintos alumnos, dando a entender que iba para todos.

─¡Mido-sensei es tan genial! ─Las chicas no tardaron en chillar de emoción.

Por supuesto que, para alguien como Mido Rana, los comentarios positivos dirigidos a su persona siempre son bien recibidos, sean vulgares o no.

Siento un poderoso chakra frívolo detrás de mí, _______________ tembló, había olvidado por un momento que Ayato seguía allí, actuando como observador. De por sí le extrañaba que el profesor no lo haya visto y lo haya corrido de ahí.

La ira que sentía se desbordaba en sus manos, las cuales estaban pegadas al cristal y mostraban su disconformidad. ¿Cómo se atrevía ese vulgar profesor a avergonzar a su senpai? Por un lado, agradecía poder ver una expresión nueva en su enamorado, pero por el otro, él quería ser quien causara esa expresión.

Si él se metía en su camino, terminaría como los demás estudiantes.

─Bien, hay que empezar ya ─les hizo saber el castaño, girándose para comenzar a escribir en la pizarra─. Hoy vamos a repasar el Teorema de Pitágoras.

─Me lleva la chingada, otra vez el teorema de pitágoras acosándome en la escuela ─murmuró el peli-_________, creía que ese viejo enemigo por fin se había desvanecido, pero volvió para vengarse.

Yo vendo Avon, sí ocupo matemáticas pero solo sumas y restas, no mamadas, pensaba exhausto.

Fue un alivio para él que la clase finalizara, odiaba absolutamente al profesor suplente.

El resto de las clases transcurrieron normalmente, con el detalle de que Ayato se acercaba cada vez más a la puerta para ver a «Senpai».

Mientras no enloqueciera a la mitad todo estaría bien, pero los problemas siempre comenzaban en el recreo, así que durante clases podría suspirar tranquilo.

Lo que tiene de puto el profesor lo tiene de mamado, él sabe detener delincuentes juveniles, era la única ventaja de los profesores. Extrañamente, todos tenían conocimiento para inmovilizar gente. No indagaría en ese asunto porque de cierta forma lo beneficiaba.

Pero si se veía desde otra perspectiva, capaz todos eran criminales de guerra que escaparon de Sudán.

No iba a creerse cualquier tontería que pasara por su cabeza, pero temía por su seguridad, imaginar futuros infinitos lo ayudaba a saber que hacer en cada situación. Claro, la mayoría de sus soluciones eran: Corre y no mires atrás.

Se avecinaba una de las peores "clases", estaba tan nervioso que le temblaban las piernas, o quizá no era por eso y le temblaban porque se golpeó la espinilla tratando de buscar un lápiz.

Volviendo al tema, el receso -recreo, clase de relajo, la hora de la comida, o ya te cayó el bullying, como le llamaban- era insoportable y soportable a la vez.

Debía estar al pendiente de todos los alumnos, no porque quisiese escapar o ayudarlos de un peligro inminente, sino que debía prestar atención a sus desgracias para aparecer mágicamente.

El chico caminó, alejándose lo antes posible de la zona donde descansaban la mayoría de los estudiantes. Rodeando el edificio, halló el basurero donde se escondía la pandilla juvenil, todos parados de cuclillas sosteniendo palos con clavos, alguna tubería del baño de su casa, y bates de béisbol.

Cuando lo vieron acercarse, simplemente lo miraron, haciéndose una que otra seña. El adolescente imitó su posición, sonriendo como si eso fuera lo más normal del mundo.

Aquí es donde entraba el verdadero poder de ________________ Pérez.

─¿Qué puedo hacer por ustedes, queridos clientes? ─habló, haciendo sonreír al grupo.

─¿Tienes algo que nos haga sentir bien? Como sustancias divertidas, sabes a lo que me refiero ─respondió el líder, recibiendo risitas de sus amigos.

La mirada del de cabellos __________ se tornó sombría.

─¿Solo me llamaste para pedir eso? Pero que iluso. ─La expresión siniestra en su rostro inquietó al rubio, pero no se dejó vencer.

─¡Repite eso si te atreves! ─Se levantó, empujándolo lejos de él.

Cuando estaban a punto de ponerse violentos, Pérez sacó su carta bajo la manga.

─Un pajarito me dijo... Que no pudiste entregar el trabajo de historia, debido a un curioso accidente. ─Los miró a los ojos seriamente.

─¿Hah? ¿Y eso que tiene que ver, pedazo de mierda? ─Le preguntó, frunciendo el ceño.

─Tiene mucho que ver. ─Lo señaló con el dedo─. Fue por tu tupper, ¿no es así? Es una verdadera tragedia, la profesora debería de entender que no todos tenemos suerte, pero muy egoístamente decidió juzgarte sin conocer tus circunstancias. ─Sus palabras llegaron al corazón del delincuente.

─¡Es cierto, esa maestra fue muy injusta con él! ─Se quejó su compañero.

¿Cómo es que él sabe sobre mi tupper? Se preguntaba Umeji Kizuguchi, sudando frío tras ver los labios del chico curvearse con malicia pura, la sonrisa más intimidante jamás vista.

Mientras el grupo se quejaba de la maestra, el chico se deleitaba, estaban cayendo en sus manos sin que se diesen cuenta.

─Pero, corruptas como la maestra siempre existirán, afectando la integridad de nosotros, los estudiantes ─continuó, para llevar sus manos a su espalda.

¿Acaso-. . . Umeji sintió que su corazón daba un poderoso latido.

─E-Eso es ─pronunció con incredulidad, palideciendo cuando el joven sacó un libro que enseñó sin miedo.

─La solución a tus problemas está en mis manos. ─Abrió aquel, pasando de página en página y aumentando la tensión entre los delincuentes─. ¿Quién habría previsto que el camión estaría tan lleno? ¿Cómo podrías saber que tu tupper no soportaría la presión y se rompería, arruinando tu tarea en consecuencia? ─Su tono serio, les mostraba la confianza que tenía, y cuando se detuvo en una página, y mostró su contenido sin miedo, señaló específicamente una zona.

Miraron fijamente al más bajo, y luego a lo que su dedo señalaba.

─E-Espera, ¿acaso tú eres-

Su sonrisa volvió a ser presumida por su rostro.

─Ya no tendrás que temer, este tupper es resistente, y puedes llevar líquidos en él sin temer que se salga por los lados, pero no es cualquier contenedor, tiene tecnología térmica que evitará que se enfríe tu comida, o si es que llevas algo frío, impedirá que se derrita ─afirmó, cambiando el tono serio de su voz repentinamente a uno más animado, como comercial navideño.

─O-Oye, amigo, ¿ese chico le está tratando de vender un tupper a nuestro jefe, o estoy alucinando? ─Uno de los delincuentes le susurró la pregunta a uno de sus amigos.

Su amigo había soltado el arma que portaba en las manos de la impresión.

─¡Y no sólo eso, aun hay más! ─dijo con entusiasmo.

─¿M-Más? ─repitió Umeji.

─Así es, este tupper viene con unos compartimentos secretos, donde podrás guardar cualquier "alimento favorito" u "aderezo extra", y hacerlo pasar desapercibido, si me entiendes. ─Ese rostro claramente le estaba dando una indirecta─. Todo al bajo precio de once mil yenes. ─Justo cuando estuvo a punto de considerar la compra, el precio lo sorprendió.

Era muy caro para ser un simple tupper, no podía permitirse gastar tanto dinero en una tontería como esa. El delincuente frunció el ceño, y negó varias veces, colocando su bate de béisbol entre sus hombros.

─Eso es una estafa, además, ¿cómo podrías garantizarme que traerías la mercancía después de pagarte? ─Justo a ese punto quería llegar el chico.

─Eres inteligente, como se esperaba del líder. ─El otro sonrió─. Sí, tienes razón, el precio es demasiado caro, ¿qué te parece sí te doy un descuento especial? ─Es le llamó la atención, y con justa razón.

─¿Oh? ¿Un descuento? Eso no se escucha nada mal ─susurró uno de ellos, empezando murmurllos para tratar de averiguar lo que planeaba el contrario.

─Habla ─permitió, algo impaciente.

Sin darse cuenta, esos delincuentes estaban cayendo en la red de un gran vendedor de Avon.

─Verás, no soy el tipo de vendedor que no tiene sentimientos, suelo hacer descuentos a los clientes que me caen bien, ¿lo entiendes? ─Sacó un plumón de pizarrón, y tachó el precio absurdo para cambiarlo a uno tan bajo que sorprendió al grupo de blondos─. ¿Qué te parecen... ¥2600? ─Una sola mirada bastó para poner de rodillas a los delincuentes.

Once mil yenes eran al menos mil novecientos pesos -mexicanos-, por un simple contenedor no valía la pena en lo absoluto. Se podrían encontrar tuppers iguales con precios más bajos. No obstante, bajar ese precio repentinamente a menos de la mitad era una locura para cualquier vendedor; Dos mil seiscientos yenes valían cuatrocientos sesenta pesos.

¿Era acaso este un vendedor idiota?

No les importaba, iban a comprarlo.

─Es un trato tentador, pero aún no resuelves mi duda ─insistió, cruzando sus brazos.

─Si tienes el dinero ahora, entonces puedo traer el producto mañana, y después podrás verlo y decidir si quieres comprarlo o no, es un intercambio justo, ¿no lo crees? ─explicó, para después volver a cambiar la página─. Si todos están interesados en comprar, puedo traer más productos mañana.

Extendió su mano, dando a entender que cerrarían el trato con un amistoso apretón.

─Es un precio demasiado bueno, sin dudas ─dijo el líder.


─¿Aceptas, Kizuguchi-san? ─Le preguntó, para luego ver como su mano se juntaba con la otra─. Entonces mañana traeré cinco tuppers de color...

─¡Rojo como la sangre de nuestros enemigos! ─Uno de ellos era muy entusiasta.

─Bien, cinco tuppers color «rojo sangre de sus enemigos». ─Así era como ______________ Pérez conseguía clientes.

Pero él, al contrario de lo que pensaban sus clientes, era demasiado listo. Ese catálogo no estaba actualizado, por lo que los precios eran distintos. En realidad, el juego sucio consistía en hacerles creer que sus productos eran excesivamente caros, y que les rebajaba el precio solo para ellos.

El verdadero precio era el que mencionaba cuando hablaba de descuentos, jugaba con sus mentes lo suficientemente bien para asegurarle compras, y por supuesto sin mentir del todo cuando se trataba de la compra.

Eran buenos productos, sí, pero cuando se hablaba de un precio, el cliente siempre busca rebajarlo. Al manipularlos de esa forma, evita pérdidas masivas por descuentos obligados, y simplemente los vende a su precio real.

Lo único bueno que sacó de su madre, es que él era un gran vendedor.

Ganaría en total trece mil por esos cinco, mi madre suele dejarme la mitad del dinero, así que obtendría seis mil quinientos yenes para mi alcancía, pensaba.

Escondió su catálogo entre su uniforme, y caminó para desvanecerse entre los estudiantes.

Su apodo era algo conocido, era el famoso «Vendedor ambulante de los precios mágicos», pero nadie recordaba su rostro al pasar los días, no lograban encontrarlo cuando lo buscaban.

La verdad era que, tú no encuentras al vendedor ambulante, el vendedor ambulante te encuentra a tí.

3232palabras

¿Qué les parece esta
historia? ¿Les gustó
el capítulo?

Espero que sí 👉👈

Este rayito es muy:
/caraseriaftsoyshitposter
¿Se nota?

Acá hay más comedia
que drama, no como en
mi otro libro de monster
high que tiene comedia
barata de vez en cuando
pero los deprime con
la vida del prota 🤭

No digo más, nos
vemos en la próxima.

Cuídense, no compren
drogas ni las vendan 😌

ATTE⨾ La crikosa 💊

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