Si decides querer (Draco Malf...

By tigreDEpapel

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Segunda parte de "Lo que no sabes de mí (DracoMalfoy)" Después de tomar la decisión que le separaría de Nat... More

Nota de la autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13

Capítulo 14

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By tigreDEpapel

DRACO

Aquello había sido lo que me temía. Cuando las última notas dejaron de flotar a ambos lados de nuestros rostros, ella no se separó como había esperado que hiciera. Sentía su aliento muy cerca, su calor corporal respirándome en la nuca y todo lo que la había echado de menos contenido en una esquina muy lejos de allí.

Había decidido no pensar ni en lo que estaba pasando ni en lo que podría ocurrir, porque por nada del mundo hubiera dejado que se desperdicieran segundos que podía estar sintiendo ese momento. Le juré a quien estuviera arriba más de cien veces que vendería mi alma con tal de que no se fuera ahora, que haría lo que fuese por alargarlo un poco más.

Mis manos rozaban sus caderas, una visión irreal que parecía soñada. Hasta notaba la clara diferencia entre su piel y la palidez de la mía, justo donde sus brazos chocaban contra mi cuello. No quise mirarla a los ojos porque supe que no los vería más bonitos jamás, y que cuando me dejara de mirar con ellos, tal vez no podría volver a sentir.

Nuestros miedos estaban ahora escondidos; entre los pliegues de su falda, esparcidos por mi pelo, debajo de las suelas de nuestros zapatos. Parecía que con cada caricia de su aliento, se me grabara debajo de la piel una letra de su nombre. Habíamos tenido escenas más íntimas, palabras más profundas, pero nunca la quise como esa vez.

Me atreví a mirarla de reojo, a ver las sombras que la luz de la Luna proyectaba sobre nosotros. Vi que también me observaba, trastabillando por el camino, como si se distrayera con las más insulsas nimiedades antes de llegar a mí. Pero no me importaba, por un momento había vuelto a ser mía y eran sus manos y no otras, era su boca con la que yo compartía el mismo aliento, era una mezcla trepidante de realismo mágico y mis más escondidas fantasías.

La primera vez que me enamoré de ella, ni siquiera me había dado cuenta. Ese fantasma del amor se había ido resbalando hasta caer sobre mí, repartiendo sentimientos nuevos, dudas, insomio y muchos más matices de esta rara enfermedad que se salta las leyes de la química. Cuando quise encontrarles causa, ya era inevitable. Ya no podía volver a mirarla con indiferencia, ni confundir su perfume entre la confluencia de los que se mezclaban cada mañana a las once, mucho menos disipar la imagen que se me presentaba al leer cualquier poesía del amor contemporáneo. Nadaba contracorriente en un río que llevaba su nombre. Aquella noche, ni quiero preguntarme cómo, me volví a enamorar como si no hubiera conocido ese sentimiento anteriormente. Sabía distinto, más dulce, quizá, tal vez más descontrolado. Mi alma hirviente volvía a oler la noche y un nudo en la garganta me avisaba de que se estaba aproximando. Me di cuenta de que durante diecisiete años había estado toqueteando las combinaciones erróneas. Ya no tenía miedo a llenarme la boca con esa gran palabra, no quería intentar suavizarla con insulsos eufemismos, "romance", "atracción", "apego"; no, era amor, y yo lo sentía con cada una de sus letras.

Estaba tirado en la Arcadia, tan asombrado de lo bonita que podía llegar a ser la vida que no me di cuenta de que ella se empezaba a soltar. No llegaba a comprenderlo y a la vez lo entendía perfectamente, pero el miedo que tenía al mirarme a los ojos me pinchaba como una rosa de enero.

- Me tengo que ir - se limitó a dejar en el aire y estoy seguro de que no dijo nada más por si se le escapaba cualquier sentimiento por error, un "lo siento" tácito, una promesa que se despegara de cualquier "nos vemos".

Yo no tuve otra que asentir, pero mientras notaba cómo el frío separaba nuestros cuerpos, no pude evitar cogerle la mano. No dijo nada, pero tampoco vaciló. Comenzó a andar mientras la piel de su brazo se deslizaba con cuidado por mi palma, pues en el fondo no podía retenerla. Fue lo más cerca que he estado de decirle "quédate".

Cuando se había ido de verdad, cuando ya no podía fingir que era un espejismo y no quedaba ningún rastro de esperanza, la habitación pareció comerme. Seguía mirando a la puerta. Aquella forma geométrica de madera era un arma de doble filo. Podía abrirse poco a poco, con miedo, para que ella volviese arrepintiéndose de haberme dejado sin despedirse. Se aproximaría, mirando al suelo hasta que ya estuviera suficientemente cerca, girándose hacia la ventana después de haber rozado mis labios, soltando "lo siento", "perdona", "es que...". O podía emitir el sonido seco de un portazo, temblar ante el choque y no volver a moverse hasta que yo saliera porque la soledad de la sala sin ella se me hacía insoportable.

Volví a mi habitación transcribiendo con los dedos la canción que habíamos bailado, hasta que ya no pude acordarme de las notas y olvidé el falso tópico de que los chicos no lloran. Lloré por la falsa esperanza que me había abrazado el cuerpo, lloré porque no había dejado de usar el mismo perfume, lloré porque estaba seguro de que ella no había sentido ni una mínima parte de lo que había sentido yo. Sólo dime algo, Nathalie, tocáme. Mírame el tiempo suficiente como para no dudar de que soy tuyo. Ven a la puerta de mi habitación por la noche y comprueba que la he dejado entreabierta para ti. No hace falta que llames, solamente, no tardes mucho.

NATHALIE

Esperaba dando toquecitos con la punta del talón en el suelo. Hacía quince minutos que había pasado la hora acordada y el profesor Snape no se dignaba a abrir la maldita puerta de su despacho. Suspiré. Ya había llamado tres veces y nadie había contestado, empezaba a impacientarme.

Sabía que era un favor que me estaba haciendo a mí, él no me debía nada y estaba gastando su tiempo en mis caprichos, pero había accedido a ello, por tanto, lo menos que podía hacer era no faltar a su palabra. Encima me había pedido especialmente ser puntual, ¿para qué? ¿para hacerme esperar?

Me dije a mí misma que no iba a aguantar ese comportamiento de niño pequeño por mucho que estuviera en juego para mí. Iría a Dumbledore, le contaría lo que había pasado y buscaría otra alternativa. Sí, eso haría. Tal vez el profesor Slughorn supiera algo sobre el tema.

Tenía un pie puesto ya en la idea cuando la puerta se abrió de repente como si hubiera estado esperando mi indecisión justo para eso. El trozo de madera crugió por dentro y acto seguido expulsó a un Harry tembloroso y pálido que se tambaleaba en vez de caminar.

- Harry - solté mientras me acercaba rápidamente a él. Parecía que le acababan de diagnosticar una enfermedad terminal en su grado más avanzado, pero antes de que pudiera decir nada más, la figura ennegrecida del profesor de Pociones nos cubrió a ambos.

- Señorita Portman - escupió con desdén - Le toca.

Harry se hizo a un lado al mismo tiempo que intentaba forzar una sonrisa. Ninguno de los dos nos atrevíamos a mirar al mayor.

- Suerte - me animó antes de desaparecer de la crucial mirada del hombre. Le despedí con la mano mientras me apoyaba mentalmente para lo que se me venía.

Dentro, el profesor había cubierto todos sus estanterías de potes y recipientes de cristal con unos mantos purpúreos que parecían no haberse lavado desde que habían sido creados, cosa que realmente no sorprendía ya a nadie. Las ventanas también estaban cubiertas y en el aire flotaba un aroma onírico como de incieso. La única luz que te evitaba caer eran unas pequeñas motas anaranjadas que flotaban en torno a nosotros, como luciérnagas artificiales. Me pidió, o más bien ordenó, que me sentara en un corto taburete de madera al lado de la pared.

- Imagino que ya sabe cómo va esto - su cuerpo alargado era aun más alto visto desde abajo.

- En realidad... no, yo nunca he hecho esto antes...

- Ya.

Me callé. Como para mencionarle esos quince minutos de impaciencia. Mi cuerpo se debatía entre permanecer inmóvil o levantarse y correr fuera del oscuro cuarto cuando comenzó a dar vueltas a mi alrededor. Snape olía como si se estuviera iniciando en la vejez, pero sin llegar a decidirse del todo.

- Le diré lo que vamos a hacer. Yo intentaré entrar, bueno, entraré - soltó una risita fría - en los recuerdos de su mente. Usted puede dedicarse a observar o tratar de expulsarme, es prácticamente lo mismo. Eso como punto primero, quiero echar un vistazo. ¿Preparada?

- No - me atreví a mencionar. No quería que hurgara en mi cabeza con total libertad. No es que escondiera nada, pero que tuviera a su alcance cualquiera de mis recuerdos me ponía los pelos de punta. Pensaba que sería más lento, que comenzaría preguntándome por qué quería hacer eso y cómo pensaba que me iba a ayudar, pero simplemente podía no importarle. Con este señor todo era muy contradictorio - ¿Cómo voy a hacer eso? Aún no he entendido bien lo que...

- Voy a entrar - soltó tajante, sin dejar que acabara de pensar sobre de qué quería quejarme.

Lo que pasó después, se me desdibujaba. Todo estaba negro, pero no negro como cuando cierras los ojos y crees que puedes ver el color o incluso tocarlo. Estaba vacío, era como aire sin serlo, como ausencia. Solo sentía frío y el tacto punzante de un caminar que se abría paso por encima o dentro de mí, muy lentamente. El tiempo se había detenido, ni siquiera podía hacerme una idea de lo que era ni recordaba que se hubiera inventado alguna forma de medirlo. Únicamente me encontraba flotando en esa experiencia que no sabía a nada, sin poder agarrarme a un solo resquicio de realidad, hasta aparecerme de repente ante una escena cotidiana. Viéndolo como a través de una pantalla que parecía empezar a cubrirse de una fina capa de vaho, me encontré a mí misma sentada a una mesa. Había alguien más a mi lado, pero no fue hasta que empezaron a elevar las voces que me di cuenta de quiénes eran. Mis padres estaban discutiendo, levantados cada uno de su sitio, gritaban cosas que no entendía mientras señalaban de vez en cuando a lo que había sido alguna vez mi propio cuerpo.

Recordaba aquella escena. La había vivido esa misma Navidad, solamente con mis padres porque no me dejaban correr "riesgos" y menos en una noche tan señalada como era el 25 de Diciembre. La discusión había comenzado cuando les pedí ir a casa de los Weasley en Año Nuevo, pero había derivado como siempre en el accidente del que nadie sabía nada, en la incompetencia que empezaba a mostrar el director, en las noticias tan frecuentes e inusuales que titulaban cada día los periódicos. Incluso habían dudado en si dejarme seguir en el colegio.

Por lo que fuera, lo que allí se mostraba no le pareció demasiado interesante al profesor, pues oí un vago "ah" antes de salir disparada de la visión y encontrarme con otra película ante los ojos. Esta vez, era algo más antigua. Ocurría en el propio colegio, justo en la enfermería, donde la voz de Dumbledor se oía como un eco acompasado. Estaban mis padres y creí ver también a Hermione, Ron y Harry que se mantenían callados y con cara de circunstancia. Había sido cuando me desperté después de aquello, podía verme revolviéndome entre todas las mantas que me envolvían en la camilla, preguntando qué había pasado. Esa escena la recordaba vagamente, y al intentar abrirme paso para ver si lograba escuchar algo de lo que estaban hablando, sentí un pitido en los oídos que logró descolocarme un poco. Por suerte, no duró mucho, pues Snape había vuelto a desechar ese recuerdo en la papelera de "nimiedades", trasladándonos a otro que pareciera más atrayente.

Aquella vez, sin embargo, fue distinto. Ya no me encontraba observando desde fuera, sino que había adoptado la forma de mi recuerdo y sentía mi cuerpo moverse a su libre alvedrío sin tenerme ni un poco en cuenta. Me costó un poco lograr abrir los ojos por completo, pero el escenario que se suponía que adornaría la escena no acababa de aparecer. Únicamente veía una mesa de instituto delante de mí, todo lo que había alrededor se encontraba borroso. Me volví a ambos lados, aunque no queriendo, y de repente y sin previo aviso, sentí un dolor punzante en la palma de la mano. Automáticamente dirigí la mirada allí y me encontré con una pequeña herida que había empezado a sangrar hacía apenas unos segundos. Sentía la sangre brotar, pero no podía moverme, no podía hacer nada, ni siquiera controlaba hacia dónde se movían mis ojos. Era una situación de lo más agobiante, pero de alguna manera, mis nervios disminuyeron cuando una figura que bien podría ser un fantasma, comenzó a acercarse a mi lado. No era negra, era simplemente aire oscuro, y avanzaba hacia mí como si tuviera claro a dónde quería llegar. Pensaba que sentiría algún tipo de frío cuando aquel humo llegó a mi lado y sin saber muy bien cómo, me cogió la mano que tenía el corte. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero recordaba aquellos mismos sentimientos como si los hubiera estado guardando intactos en un esquina de mi mente, preparados para abrirse de nuevo y mostrarse tal cual habían sido recogidos la primera vez. Recordaba el alivio que había sentido, aunque no supiera que hubiera sido porque aquella cosa me estuviera curando la herida; creía sentir una tranquilidad que se estaba repitiendo como si supiera que aquello iba a terminar bien y me estuviese diciendo a mí misma que no tuviera miedo. Sin embargo, por más que mis ojos se dirigieran hacia donde se encontraba e hicieran el esfuerzo de intentar ver algo a través de esa neblina confusa, no conseguía nada.

Estaba segura de no haber oído ningún ruido, pero a la vez escuchaba a mi subconsciente incitándome a averiguar la identidad de mi sanador. Sentía al profesor Snape detrás de mí empujándome a abrir del todo aquel recuerdo, pinchándome con frases punzantes que en realidad no habían sido pronunciadas, pero que dolían igual. La figura seguía moviendo lo que serían sus manos por encima de la mía, haciendo uso de una magia alternativa que me era desconocida. ¿Tendría esa persona algo que ver con mis recuerdos borrados? Tampoco podía reconocer dónde me encontraba, por mucho que aquella mesa me pareciera tan familiar.

Las respuestas podían estar frente a mí y yo seguía ahí parada esperando que todo se solucionara solo. El tiempo volvía a detenerse mientras pensaba cómo podía recordarme a mí misma una escena que tampoco recordaba haber vivido. Dejé la mente en blanco, centré la mirada en la oscuridad de la figura y me recordé que era algo que solo estaba en mi cabeza. Al principio parecía no currir nada, pero con un leve movimiento vi a mi mano derecha levantarse. Sentía que era un acto plenamente mío como si un ruido de rotura interna se podiera oír con cada acción. Mi mano seguía moviéndose hacia la figura, aunque muy lentamente, como si temiera hacerle daño, y esta ni siquera se inmutaba. La escena se mantuvo en esa fase un buen rato, hasta que mis dedos comenzaron a sentir algo distinto y me di cuenta de que casi podía tocarlo. Quería agarrar esa máscara y arrancarla, quería ver quién se escondía debajo de esa capa opaca y qué se suponía que estaba haciendo conmigo, pero en el momento en el que mi mano intentó contraerse, un mareo repentino y punzante me descolocó. No lo vi venir, fue como si una flecha me atravesara el cuerpo de lado a lado dejándome un boquete entre medias que hacía un esfuerzo continuo por cerrarse, sin llegar nunca a conseguirlo; fue como un desajuste corporal, como si me hubieran puesto una pieza del revés y todo el mecanismo comenzara a funcionar hacia atrás; como si una cuerda en mi cabeza que había estado enrollada por mucho tiempo se tensara súbitamente hasta el punto de llegar casi a romperse. De repente, ya no veía nada, no oía mi propia respiración y solo quería gritar y gritar hasta quedarme muda. No sé cuánto tiempo permanecí así, pero cuando me digné a abrir los ojos, Snape me estaba haciendo tragar un líquido que brillaba con reflejos verdes y pidiéndome por favor que reaccionara.

__________________

Holaaaaa chicos, volví jajajaj. No tengo mucho que decir, ojalá os guste este cap. Me ha costado mucho tiempo terminarlo, porque con la cosa de dejarlo atrás ya no sé muy bien qué tenía planeado escribir, pero he hecho lo que he podido y estoy muy contenta de traeros esto.

La parte de Draco es de mis favs, porque amo filosofar y sufrir a través de él, lo siento muy real. Siempre pienso que su amor es la versión idílica que tengo yo del sentimiento y al escribirlo es como si se hiciera un poco más real. Dammmm, necesito a alguien que ame así, lo juro.

Contadme algoooo, ¿qué tal el trimestre?, ¿qué libro estáis leyendo?, ¿a dónde os gustaría viajar?, ¿preferís perros o gatos? Algo, os necesito.

Besooooossss 💚😭

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