Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

16. Versiones

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By ladyy_zz

Luisita se despertó con más sueño que con el que se fue a la cama, no pegó ojo en todo en toda la noche, porque en su cabeza no hacía más que repetirse una cosa una y otra vez: Amelia también sintió algo por ella. Si hubiese tenido aquella información en aquel entonces, le hubiese confesado sus sentimientos a la ojimiel mucho antes, porque el único motivo por el que no lo hizo fue porque pensaba que absolutamente nunca sería correspondida, porque siempre imagino que cada pequeño indicio de que Amelia pudiera sentir algo, eran puras imaginaciones suyas creadas por sus ganas de que fuera real. Pero no lo fueron, y ahora no sabía como sentirse.

Por un lado, se alegraba, claro que lo hacía, a todo el mundo le gusta escuchar que fuiste deseo para alguien, y más si era recíproco y era tu primer amor. Por otro lado, ahora todo eso pertenecía al pasado y jamás volvería. Se había pasado seis años odiándola, y ahora, de repente, había obtenido respuestas para todas esas preguntas que tanto llevaba haciéndose. Seguía sin saber el porqué de su marcha, pero al menos ahora sabía que Amelia no la besó por capricho ni para jugar con sus sentimientos y eso en realidad la hacía sentir más culpable por haberla odiado tanto. El hecho de que Amelia la besara porque también era todo lo que deseaba hacer, era algo que lo cambiaba todo, porque ahora sabía que aquel odio ya dejaba de tener sentido.

Ella era consciente de que también tenía parte de culpa, porque sabía que Amelia estaba borracha, y si volvía a aquel recuerdo, en realidad no le extrañaba que ni si quiera se acordara. Sabía que no podía seguir reprochándole aquella noche mucho más, porque en realidad, ambas tenían las mismas ganas acumuladas y si no hubiera sido la ojimiel que hubiera dado el primer paso, lo habría hecho ella porque al fin y al cabo, la buscaba para confesarle sus sentimientos, así que ahora ella era la que tenía que encontrar el modo de dejar de culparla. Por otro lado, esa confesión de sentimientos hacía que la Luisita de antes quisiera volver, pero no podía permitirlo, porque ella estaba en una relación, con alguien a quien quería y que sabía que no podía perder. Ni quería ni podía, porque ella estaba enamorada de su novia. Una novia que llevaba sin cogerle el teléfono tres días después de la pelea con la ojimiel en la comida de los Gómez, pero Luisita lo entendía, porque sabía que era su culpa, no sabía porqué, pero sabía que lo era, porque siempre lo era. Así que, ahora Amelia y sus sentimientos se tenían que quedar en el pasado, y ella tenía que aprender a hacer las paces con aquella noche y hacen borrón y cuenta nueva.

Quizás su reconciliación con Amelia no fuese algo difícil, sabía que la ojimiel era una persona de trato fácil y estar junto a ella siempre resultaba ser algo natural, sin embargo, sabía que no sería tan fácil con su novia. Aunque Luisita no terminaba de entender qué tenía Amelia en contra de Bea, sabía que esta tampoco le ponía las cosas fáciles a la ojimiel, y quizás fuese más factible hablar con Amelia para intentar llegar a una tregua y poder convivir al fin en paz.

Si, sabía que tenía que hablar con Amelia, pero todavía no era capaz de dejar de estar enfadada con ella. Se había pasado años con aquel sentimiento incrustado, era imposible que desapareciera de la noche a la mañana, por mucho razonamiento lógico que le diera. Quizás ese sentimiento podría desaparecer, pero seguía dolida por haberla abandonado cuando creyó que ellas eran un principio, y no un fin.

Hoy no tenía turno en el King's, así que decidió coger su chaqueta favorita y salió de su habitación para aquel lugar en el que pasaba tanto tiempo últimamente, y aunque a veces no fuera el lugar más feliz del mundo, era el único espacio donde últimamente podía sentirse ella misma.

Sin embargo, su cansancio le había provocado tal despiste que se le había olvidado un gran detalle, es decir, quien era su compañera de piso. Así que, cuando salió al salón para coger su bolso y salir del piso, no contó con que la última persona que quería ver estaría en el sofá, y en cuanto esta la escuchó, Amelia se levantó corriendo, pero sabía que sería imposible detener a la rubia.

- Luisita, espera. – la llamó pero no sirvió de nada porque la rubia ya había abierto la puerta principal para salir de ahí. – ¡No puedes ignorarme, vivimos juntas! – dijo una vez que Luisita cerró tras de si al salir.

Y aquel portazo... a Amelia le sentó como una patada en pleno corazón.

Se dejó caer en el sofá mientras seguía manteniendo la vista en aquella puerta cerrada. Joder, cuando creía empezar a arreglar las cosas con la rubia, el pasado había vuelto explotando en sus caras.

No se acordaba de aquella noche y era algo que le mataba, pero todo lo que le había contado Luisita... por un lado le era imposible creer que hubiera pasado aquello y que ella no tuviera ni un solo recuerdo, y por otro lado, no le extrañaba, ella realmente se había tirado dos años muriéndose por besar, tocar y amar a la rubia y con lo mal que estaba aquella noche, tampoco era tan raro creer que al final cediera ante sus deseos. Joder, como deseaba poder acordarse, porque ahora viviría siempre con la duda de saber a qué sabían aquellos labios.

Ella siempre había deseado lo mejor para su pitufa, y por eso nunca le dijo sobre sus sentimientos, porque aparte de que la diferencia de edad en esos momentos era demasiado notable para que estuviera bien vista, nunca creyó que ella sería buena para ella, porque durante toda su vida había visto como los Gómez habían sido salpicados por los horrores que pasaban en la casa de los Ledesma. Luisita era la que menos había sabido sobre todo lo que pasaba en su casa, y no porque no estuviera siempre junto a ella, sino porque Amelia siempre creyó que la rubia desprendía una luz demasiado pura para que ella la contaminara con su oscuridad, por lo que se tiró toda su vida endulzando lo que le pasaba para que Luisita no sufriera por ella, porque sabía que lo haría.

Sin embargo, sabiendo todo el presente, ahora sabía que estaba equivocada, que quizás Luisita hubiera sufrido con ella, junto a ella, pero no por su culpa. No sabía si habrían sido felices, ni si quiera sabía si habrían conseguido tener una relación, pero lo que sí sabía es que, Luisita habría tenido a alguien que la habría querido de verdad, la habría tratado con respeto y la habría hecho sentir que era lo más valioso de este planeta. No sabía si ella habría sido la mejor elección para la rubia, pero lo que si sabía, es que no estaría con alguien que la apagara como lo hacía Bea. Ahora sabía con total seguridad, que si se hubiera quedado, Luisita podría haber sido más feliz de lo que lo era ahora, porque aunque no hubieran acabado juntas, al menos la rubia habría sabido lo que era que la quisieran de verdad, y quizás, ahora no aguantaría que Bea la tratara así, ahora sabría que tenía que estar con alguien que la tratara como se merecía.

Amelia se volvió a sentar en el sofá y miró todo el maquillaje que tenía sobre la mesa. Ella tampoco había dormido nada y su cabeza era una tormenta, pero había decidido que para despejarse, sería buena idea hacer aquello que estaban practicando ahora en el teatro, probar maquillajes y caracterizaciones. Tenían disfraces y buen vestuario, pero querían ir un paso más allá, así que habían acordado que individualmente, investigaran maquillajes para futuras actuaciones. Además de obras de teatro, a veces hacían musicales o simplemente actuaciones con música, y al acercarse carnaval, querían probar diferentes personajes. A uno de sus compañeros se le ocurrió la genial idea de representar el videoclip de Thriller, de Michael Jackson, aunque sinceramente, a la ojimiel no le hacía mucha gracia. Ya había tenido demasiadas cicatrices y moretones reales en su piel como para añadir falsas, pero era lo que había, sabía que debía dejar de entrar en pánico cada vez que veía una nueva marca sobre su piel.

Quiso empezar por lo que consideraba lo más fácil de aplicar, la sangre falsa, aunque no fue para nada como esperaba, pues nada más abrir el tarro y apretar un poco, salió todo de golpe, manchándole la camiseta que llevaba prácticamente entera. Respiró hondo, porque verse empapada de sangre, era la gota que estaba apunto de colmar el vaso. Se levantó y se miró la camiseta y si, definitivamente, aquella prenda iría directamente a la basura.

El sonido de unas llaves la sacó de su mundo y cuando María apareció por la puerta principal y la vio cubierta de sangre, pero de pie y respirando, supo que era falsa, porque era imposible que alguien sobreviviera a aquella masacre que parecía haber presenciado la ojimiel.

- ¿Te han contratado para una película de Tarantino?

- Muy graciosa. – y le puso una sonrisa falsa a su amiga que la miraba divertida. – Estamos practicando diferentes maquillajes para las funciones y este estúpido bote, que no tenía boquilla y ha salido todo disparado.

Amelia se dirigió hacia el baño para intentar lavarse las manos tras ese estropicio, pero sabía que era imposible, porque aquel maquillaje estaba preparado para ser resistente al agua. Su frustración crecía, y María lo sabía. La estaba viendo pelearse con aquellas manchas rojas, y que estaba pagando con la toalla algo que llevaba arrastrando varios días. Le daba miedo preguntar, pero tenía que hacerlo.

- ¿Qué está pasando, Amelia?

La ojimiel miró a través del espejo del baño y vio a su mejor amiga de pie en el marco de la puerta. No sabía que la estaba observando, y tampoco sabía a lo que se refería concretamente.

- No sé de qué estás hablando.

- Pues, para empezar, hace un par de días parecía que había llegado algo de paz en esta casa, y ahora, el ambiente está peor que nunca. Parece que acabo de llegar a un campo de batalla cuando han pasado días y ya solo queda polvo y destrucción. Y lo digo literalmente, porque parece que acabas de salir de la masacre de La Boda Roja.

Amelia la miro y sabía que no podía seguir mintiéndole, porque a María también le salpicaba su situación, sobre todo cuando convivía con ellas, era injusto mantenerla al margen. Aunque por otro lado, era imposible contarle aquello que le había desvelado Luisita, era imposible que le contara lo que había pasado la noche antes de que ella se fuera, porque sabía que María la odiaría tanto como lo hacía su hermana, tanto como lo hacía ella misma.

- Anoche discutimos más abiertamente, eso es todo.

María no preguntó más, tampoco le hizo falta para entender que sería sobre un tema que solo le incumbía a ellas.

- Amelia... - su tono arrastraba la fatiga que llevaba arrastrando demasiado tiempo, pero la ojimiel no lo vio, porque simplemente explotó.

- ¿Es que sabes qué no puedo entender? – le preguntó enfadada para la sorpresa de su amiga. – A ti. No entiendo cómo consientes que le hable así, María, con lo que tú quieres a tu hermana.

En cuanto dijo aquellas palabras, se arrepintió, porque pudo ver perfectamente como le habían llegado al alma hiriéndola. Era la primera vez en su vida que le hablaba así a su mejor amiga, y se sintió horriblemente culpable, pero no pudo evitarlo, porque también estaba enfadada con ella por permitir todo aquello.

- Amelia... no se puede despertar a la fuerza a alguien que está sonámbulo, porque vive en su propio sueño. No puedo intentar abrirle los ojos como hizo Marina, porque lo único que conseguiré es ponerla también en mi contra, porque su mente está viviendo otra realidad, ¿por qué iba a creer la mía en vez de la que muestran sus propios ojos? No tendría sentido.

La ojimiel se quedó pensando en aquello, sabiendo que tenía razón por muy poco que le gustara aceptarlo. Pero María siguió hablando y la desesperación en su voz hizo sentir tremendamente culpable a Amelia.

- He visto como ha apartado a todas sus amistades por ella, consciente o inconscientemente, pero se ha quedado sola. Puede que incluso algunos piensen que se lo merece por haber tratado mal a sus amigos, pero yo lo único que sé es que Bea ha conseguido ponerla en contra de todos, incluso de su mejor amiga, y yo te juro que hago todo lo que puedo para evitar que eso pase conmigo. Yo no he abandonado a mi hermana en esto, simplemente la estoy cogiendo de la mano para que cuando despierte, no entre en pánico ni se hunda, para que no esté sola, por mucho que me duela a mi verla así ahora. No quiero perderla, Amelia, de verdad que no quiero ser siguiente en la lista de Bea para echarme de su vida y creía que tú de entre todas las personas, lo entendería.

Lo último se le clavó en el pecho a Amelia, un duro golpe de culpabilidad, porque María tenía razón, ella se había pasado la vida junto a su madre soportando como ambas recibían palizas sin querer alzar la voz por miedo a perderla. Y ahora, al mirar a los ojos, vio como se le habían acumulado de lágrimas y de miedos.

- Tienes razón María, lo siento mucho. – y sin pensárselo más, acogió a su mejor amiga entre sus brazos. – No he debido decirte eso.

La abrazó y notó como su amiga la correspondía con la misma fuerza, no se había dado cuenta de lo injusto que estaba siendo todo aquello para ella. Amelia llevaba viviéndolo apenas unas semanas y aquello le estaba siendo muy difícil de presenciar, María llevaba soportándolo dos años y no quería ni imaginar toda la angustia que habría acumulado con el tiempo.

- Yo también quiero decirle cuatro cosas a Luisi y hacerle abrir los ojos, caramba, pero no puedo, porque no los abrirá.

Por su tono de voz se dio cuenta de que estaba totalmente rota por la situación, María, que siempre daba la imagen de entera, que era el soporte donde se apoyaban todas, y nadie se daba cuenta que todo aquel peso había hecho grietas en ella.

- Lo sé, lo siento. – dijo también con la voz entrecortada.

Amelia lo sabía, sabía la desesperación que debía sentir, porque ella se había pasado toda la vida sintiendo esa impotencia, queriendo gritarle a su madre para que abriera los ojos y se alejara de su padre, pero también había temido que al hacerlo la alejara. No se podía creer lo ciega que había estado para no haber visto por lo que estaba pasando su mejor amiga.

- Hablaré con ella, ¿vale? Lo arreglaré. – le aseguró a María, aunque ni ella sabía cómo iba a hacerlo.

- Eso espero. – susurró la Gómez.

Salieron del abrazo y Amelia pudo ver cómo el dolor en aquella chica que tanto adoraba a su hermana y tanto echaba de menos, ahora parecía convertirse en algo de esperanza. Sin embargo, en cuanto se separaron, María se miró su ropa y volvió a la vista a la ojimiel con algo de enfado, que la miraba con cara de inocente al ver como aquella sangre falsa había manchado completamente la camiseta de su amiga.

- Te compraré una nueva. – le dijo con una sonrisa y le dio un beso en la mejilla haciendo reír a María.

- Anda, voy a cambiarme, obviamente. – dijo señalándose su ropa manchada. – y me voy, que hoy tengo demasiado que hacer en el King's.

- Está bien.

Amelia volvió al sofá para seguir jugando con los potingues de maquillaje y al rato escuchó a María salir de su habitación para salir ya del apartamento, pero antes de irse, se detuvo un último momento para mirar a la ojimiel.

- Habla con ella, por favor. – Amelia asintió y eso la tranquilizó un poco. – y recoge todo esto, por Dios. – dijo señalando la sangre que había por toda la mesa.

Amelia se rio y asintió una vez más antes de que ver a su amiga desaparecer. Miró el estropicio de la mesa y sintió que en esos momentos su vida era igual de caótica, quería arreglar algo que no estaba en sus manos, y no sabía qué podría hacer para solucionarlo. Se quedó pensando en aquella chica rubia tan inocente y risueña que había confiado en ella, y ahora sentía que la había fallado. Ella era la mayor, la que debería haber mantenido su fuerza de voluntad y no debería haberse permitido dejarse llevar por su deseos. Y ahora, no sabía como explicarle que, a pesar de que ella siempre quiso protegerla, se dejó llevar sin considerar sus sentimientos causándole más daño del que podía llegar a pensar.

Su cabeza no daba para más, con todas las horas de sueño encima de ella y el estrés de la situación, realmente no podía más. Se tumbó en el sofá boca arriba con los ojos cerrados intentando rebajar aquel dolor de cabeza que le estaba entrando, pero sin poder evitarlo, cayó rendida al sueño, sin saber cuánto tiempo estuvo así hasta que alguien la despertó de aquel profundo sueño.

- ¡Amelia! – y esa voz, a pesar de estar rota y parecer desesperada, podía diferenciarla en cualquier lugar.

Abrió los ojos de golpe y vio a Luisita casi encima suya con los ojos cargados de angustia y algo acuosos.

- ¿¡Qué!? – no estaba entendiendo que era lo que la estaba haciendo que Luisita estuviera tan alterada

- ¿¡Cómo que qué!? ¡Que te estás desangrando!

Entonces, notó como la mano de Luisita se apoyó en su estómago por encima de la tela de la camiseta, justo encima de la gran mancha de sangre falsa, y aquel tacto hizo que un escalofrío le recorriera el cuerpo. También notó como la mano de la rubia temblaba un poco, y la culpabilidad la sacó de aquel trance.

- Pitufa tranquila, que es falsa. – dijo mientras se incorporaba en el sofá dejando totalmente perpleja a la rubia.

- ¿Qué? – casi no le salía la voz.

- Que es sangre falsa. – se levantó un poco la camiseta para dejar a la vista su estómago y hacerle ver que no tenía nada sobre su piel.

Bueno, tenía alguna que otra cicatriz pequeña debido a su infancia, pero todas aquellas estaban lo suficientemente cicatrizadas como para que hubieran ocasionado aquella masacre. Pero al ver que la rubia estaba en shock, siguió hablando.

- Estaba ensayando para una de las funciones y como estaba cansada me he tumbado un rato y me he debido quedar dormida.

Luisita miró hacia la mesa y vio como estaba llena de productos de maquillaje y aquel susto tan grande se convirtió en un enfado de la misma magnitud.

- ¿Pero tú eres idiota? – le preguntó levantándose del sofá poniéndose de pie. - ¿Cómo se te ocurre quedarte dormida así? ¿Qué pretendes, provocarme un infarto?

Se alejó un poco del sofá mientras resoplaba y andaba de un lado con los ojos cerrados intentando relajarse después de aquel susto. Amelia la miró y no pudo evitar que su pecho se hundiera ante el hecho de que, hacía unas horas, Luisita la odiaba con todo su ser y ahora, ahí estaba al borde de un ataque de nervios al creer que algo le podría haber pasado. Debería haberse sentido culpable por haberle hecho sentir así, pero no, porque sentía que el corazón se le derretía al saber que, pasara lo que pasara, Luisita seguía mirando por ella como lo había hecho siempre.

- Lo siento mujer, no te esperaba en casa y no sé, no sabía que te pondrías así. – y lo último no pudo evitar decirlo con una pequeña risa, porque después de todo, aquella situación le resultaba un poco cómica.

Luisita la miró sin entender cuál era el chiste, porque aquello no había sido nada gracioso.

- ¿Y a ti que te hace tanta gracia? – le dijo algo enfadada aún con el corazón a mil.

- Nada, es solo que... llevas seis años odiándome y aun así te preocupas por mí.

- Amelia, parecías inconsciente y llena de sangre, ¿tan mala persona te crees que soy para pasar por al lado e ignorarlo? – La rubia la miró bien y suspiró intentando dejar salir un poco esa angustia que se había acumulado en su cuerpo e, inevitablemente, bajó un poco sus barreras. – Me voy a hacer una tila porque a ver cómo me quito yo ahora este susto del cuerpo.

- Espera Luisita, tenemos que hablar.

Se levantó siguiéndola al ver que se iba a la cocina sin mirar atrás.

- Yo creo que ya nos lo hemos dicho todo. – dijo aun caminando sin volverse hacia ella.

- No, tú sí, pero yo no. Necesito pedirte disculpas y también quiero que sepas qué pasó y porqué me fui, porque te seguro que nunca me habría alejado de ti si hubiera tenido otra opción.

Luisita paró en seco al escuchar aquellas palabras antes de salir del salón. Nunca se acostumbraría escuchar hablar a la morena así, como si la intensidad de sus sentimientos hubieran sido mutuos. Porque no fue el hecho de que no se hubiera querido ir lo que le hizo querer escuchar lo que tenía que decir, sino que especificara que no se quería separar de ella. Respiró hondo y se preparó para girarse, pero de lo que no estaba preparada era para ver aquel dolor en esos ojos miel. Aquella parte cabezota de su interior le gritaba que no la escuchara, pero otra le decía que había descargado todo lo que tenía acumulado contra la ojimiel, y que ella también merecía lo mismo. Ambas necesitaban explicar su propia versión, porque ella merecía una explicación, pero la ojimiel también merecía sacar lo que tenía dentro clavado, al igual que lo hizo ella.

- Vale. – Amelia se quedó mirándola a los ojos intentando descifrar si lo decía de verdad o no. – ¿Por qué desapareciste?

Y fue directa al grano, porque no podía seguir con divagaciones, necesitaba que fuera clara con ella. Amelia cogió aire para prepararse para volver al pasado.

- Está bien. ¿Te acuerdas de la asociación contra la violencia de género a la que a veces acudíamos mi madre y yo? – preguntó con un tono mucho más bajo, como si aun le martirizara todo aquello.

Conforme crecía, menos se contenía Tomás con sus golpes y la situación era tan insostenible que Manolita no podía seguir mirando para otro lado, y les consiguió el apoyo de una asociación para ayudarlas. Aquello hacía que la ojimiel se sintiera peor aún y no porque acudir a una asociación para pedir ayuda fuera algo humillante, sino porque la morena siempre había intentado llevar su mundo acuestas sin que nadie lo notara y ver la pena en los ojos de los Gómez al verlas acudir a aquel lugar, era algo que no soportaba, por eso cuando acudía, lo hacía en secreto. Claro que no se avergonzaba, solo sentía culpa por hacerles sentir esa pena, sobre todo a su pitufa. Luisita la miró demasiado seria, más de lo normal, y finalmente asintió levemente afirmándole que sabía perfectamente de qué hablaba y aunque a Amelia le extrañó un poco aquella reacción, siguió con su relato.

- Nos estaban ayudando a salir de casa, porque por fin, mi madre había abierto los ojos. No podíamos decírselo a nadie para que mi padre no se enterara, pero no sé como, aquella noche lo hizo, se enteró y no tuvo piedad, dándole una paliza a mi madre que casi la deja en coma. – paró un momento de hablar porque notó como su voz se le rompía, y el corazón de la rubia también lo estaba haciendo. – Me llamó la policía para decirme que le habían detenido y cuando estaba apunto de salir de la fiesta para ir al hospital, me llamaron de la asociación para decirme que habían conseguido que entráramos en un programa de protección de víctimas y testigos, y que al día siguiente tendríamos que irnos. Barcelona era la mejor opción, era una ciudad lo suficientemente grande y lejana como para pasar desapercibidas. Por eso no volvimos a dar señales, porque las única posibilidad de poder salir de ese infierno era desaparecer completamente para que él no nos encontrara y movieran sus hilos y nos hicieran volver.

Luisita se quedó callada interiorizando aquellas palabras, porque había sido demasiada información de golpe. Ella no sabía mucho de Tomás, ni Amelia le había contado nunca nada ni ella le había preguntado, pero una vez María le contó que el padre de su mejor amiga había sido un importante militar hasta que el alcohol se volvió su mayor prioridad y le echaron del ejercito. Podría ser un borracho y un maltratador, pero también podría seguir siendo un hombre con los suficientes contactos como para volver a hacer de su casa una cárcel para su hija y su mujer. Ya sabéis lo que dicen, la miseria ama la compañía.

Una pequeña ola invadió el interior de Luisita mientras arrasaba con todo lo que ella había creído durante seis años.

- ¿Entonces no tenías planeado irte esa noche? – preguntó aun algo dubitativa y Amelia pudo sentir la inseguridad de esas palabras.

- No, teníamos pensado irnos de casa pero no irnos de la ciudad ni mucho menos, todo fue muy precipitado. Tuvimos que abandonar todo y no mirar atrás, hacer como si no hubiéramos existido. Nada de contacto, nada de redes sociales ni nada por el estilo, y por supuesto, nada de regresar hasta que no fuera seguro.

Luisita no sabía que decir. Quería preguntar si eso significaba que ya era seguro para ella estar ahí, que donde estaba Tomas entonces, pero sabía que aquellas preguntas no tenían cabida en ese momento. Al ver que la rubia seguía callada, siguió relatando.

- Esa noche, cuando supe que me iría y dejaría todo atrás, a vosotros, simplemente... no lo soporté. Necesitaba escapar de mi propia realidad y la única forma que se me ocurrió en una fiesta fue bebiendo, a partir de ahí apenas recuerdo.

Sabía que era una justificación de mierda y cobarde, y nunca pensó que ella sería de esas personas que recurren al alcohol para olvidar, pero lo hizo, porque a veces cuando tu vida  se agita de esa manera, reaccionamos como nunca pensamos que lo haríamos. Sin embargo, para su suerte, la rubia seguía conociéndola demasiado bien y pudo leer perfectamente aquellos sentimientos en sus ojos.

- ¿Y que hacías en mi habitación?

- Me imagino que buscarte.

- Venga ya, Amelia, sabías que estaba celebrando mi cumpleaños en el King's.

- Ya, pero que no puedas estar junto a alguien no quiere decir que no la busques inconscientemente cuando más la necesitas.

Luisita se la quedó mirando sin saber muy bien que decir. La honestidad de Amelia a la hora de hablar de sus sentimientos la estaba descolocando, porque había pasado de pensar que nunca sentiría nada por ella, a estar seis años pensando que la usó por un calentón, a que ahora reconociera de esa manera tan abierta que ambas se deseaban de la misma manera.

- Entonces... tú sentías por mí. – dijo en un tono mucho más bajo Luisita, y no era una pregunta, era una afirmación que se hacía para intentar terminar de creérselo.

- Y tú por mí. – contestó Amelia, porque para ella también marcaba una gran diferencia ese dato.

- ¿Lo sabías?

- Lo intuía, como te he dicho cientos de veces, eres demasiado expresiva, pero era más fácil creer que no era así. – le sonrió y vio que Luisita estaba algo avergonzada. - ¿Y tú? ¿Nunca pensaste que podría ser mutuo?

La rubia la miró intentando decidir si admitirse así misma y a Amelia la verdad que nunca quiso creer para no ilusionarse.

- A veces si, a veces no. Había miradas y palabras que me hacían pensar que podrías llegar a corresponderme, pero de repente, parecía que levantaras una barrera haciéndome creer que todos eran imaginaciones mías.

Amelia agachó la cabeza, como si aún pudiese sentir el peso de la culpa.

- Es que no quería caer, Luisita.

- ¿Tan horrible habría sido?

Aunque lo dijo en un susurro, su voz era inseguridad a gritos, y Amelia se sintió horrible.

- ¿Por ti? Habría sido un sueño, pero joder, tus padres me abrieron las puertas de su casa haciéndome sentir una hija más y María ha sido más que una hermana para mi, aquello se sentía tan mal... sobretodo porque tú eras menor. Sentía que abusaba de la bondad de tu familia, y de tu inocencia.

Vio que Luisita se relajaba un poco, creyéndose sus palabras, pero aún parecía algo dudosa.

- ¿Entonces no pensabas hacer nunca nada al respecto? ¿Sabiendo que ambas sentíamos eso, pensabas dejar que cada una sufriera en silencio y ya esta?

- No sé, siempre pensé que cuando creciéramos, podríamos darnos una oportunidad. Siempre pensé que teníamos todo el tiempo del mundo.

- Pero no lo tuvimos.

- No, no lo tuvimos. – repitió Amelia

Luisita bajó la cabeza y cerró los ojos, inspirando, intentando mantener la calma, porque aunque ya había pasado página, tenía que reconocer que le quemaba el "lo que podríamos haber sido". Amelia se dio cuenta, pero no sabía como arreglarlo, porque todo lo que había hecho siempre lo había hecho para proteger a su pitufa.

- Yo solo quería lo mejor para ti. Que conocieras alguna chica apropiada de tu edad, que tuvieras un gran amor que te mereciera y que fueras feliz.

- Pues no Amelia, pues no fue así, porque yo no quería una chica "apropiada", yo lo único que quería eras tú. Así que no, después de eso no conocí a ninguna princesa, sino a una chica cualquiera de la que ni si quiera me acuerdo de su nombre con la que perdí la virginidad en los baños de una discoteca.

No lo dijo para herirla, lo dijo porque era la verdad, pero en cuanto lo hizo, se arrepintió, porque pudo ver perfectamente lo que le habían dolido aquellas palabras a la ojimiel. Porque, aunque no siempre lo hubiera hecho de la mejor manera, sabía que todo lo que había hecho Amelia por ella era por su bien y de eso no le cabía la mejor duda. Así que, cuando soltó aquella verdad y vio la culpa en aquellos ojos miel, también sabía que debía soltar otra parte de la verdad.

- ¿Sabes qué? Puede que no llegáramos a... ya sabes. – e hizo un gesto de obviedad mientras se ponía algo roja. – Pero yo lo considero como "mi primera vez", porque bueno, eras tú, y no habría elegido a nadie más para aquel momento. Así que, siento si tú te arrepientes de lo que pasó, porque yo no, solo quisiera cambiar el después.

Porque si, porque, aunque no llegaran a desnudarse completamente ni hubieran llegado hasta el final, aquel nivel de intimidad y complicidad fue mucho más de lo que Luisita había soñado, y desde luego mucho mejor que un orgasmo con cualquier otra persona. En realidad, Amelia tampoco le reprochaba aquella confesión, porque ella sólo se arrepentía de esa noche por la culpa, pero estaba segura de que si lo recordara, ella tampoco se arrepentiría, porque aquel recuerdo sería tan maravilloso que superaría cualquier remordimiento.

- Yo también quiero cambiar el después. – dijo Amelia para la sorpresa de Luisita y ambas se quedaron calladas, sin saber muy bien que decir.

Amelia se dio cuenta de que la rubia ya no hablaba con odio, sino con un tono mucho más conciliador, y además, con uno mucho más cansado. Luisita llevaba seis años sintiendo ese odio, por supuesto que estaría cansada ya de sentirse así, pero ella llevaba sabiendo aquello solo un día. Sin embargo, al mirarla, se dio cuenta de que lo más justo para la rubia es que ella aceptará rápido aquello.

- En ese caso, como primera vez... ¿te traté bien? ¿Fui atenta contigo?

Luisita pudo ver como aquellos ojos miel estaban cargados de preocupación, y fue algo que le enterneció porque Amelia, a pesar de todo y pasara lo que pasara, siempre quería cuidarla, así que no pudo evitar sonreír un poco ante el recuerdo de aquella noche y como entonces también se preocupó por ella.

- Si, Amelia. Fuiste muy cariñosa y miraste por mí en todo momento. – dijo algo ruborizada.

Y era verdad, aun se acordaba de como la miraban sus ojos atravesándola antes de dar cada paso para asegurarse de que estuviera cómoda con aquello.

- Vale, me quedo más tranquila. – Amelia suspiró aliviada y el corazón de Luisita volvió a encogerse ante el gesto. – Pero sigo sintiéndolo en el alma, Luisita. Me siento tan egoísta, porque no pensé ni en ti ni en nada, sólo actué dejándome llevar y no sé cómo recompensarte todo lo que te he hecho.

Luisita la estudió un momento y pudo ver como la culpa la estaba consumiendo. Y no sólo por haber cedido a sus deseos, sino a que todo ello se diera debido al alcohol. La conocía perfectamente y sabía lo negativo que podría ser eso para ella, para ese trauma tan incrustado que tenía

- No tienes que recompensarme nada. – se calló un momento intentando ordenar sus ideas antes de seguir hablando. – He estado pensando y... bueno, fui yo la que te insistí para que te dejaras llevar, y, además, me he dado cuenta de que no puedo culparte de algo de lo que ni si quiera eras plenamente consciente. Ahora sé que no me besaste para jugar conmigo, sino porque tú también lo querías, así que eso, inevitablemente, cambia las cosas. Eso no quiere decir que te perdone inmediatamente ni que deje de estar enfadada contigo, porque aún sigo dolida, pero intentaré dejar de estarlo. Sólo necesito tiempo, pero tienes que dármelo, porque tardaré, han sido demasiados años sintiendo esto dentro.

Amelia la miró detenidamente para ver si había algo de mentira en aquellas palabras pero se dio cuenta de que no.

- Está bien, pero si hay algo que pueda hacer, por favor, solo dímelo.

Se calló dudando en si hablar o no, pero si había alguien que podía ayudarla con aquel tema, era la ojimiel

- En realidad, sí que lo hay. – Amelia la miró expectante y parecía como si la rubia estuviera algo nerviosa. – Me gustaría, no, necesito, que le pidas perdón a Bea.

- ¿Qué? Pero si no le he hecho nada. – y Luisita pudo ver como la expresión de la morena había cambiado totalmente, realmente le desagradó esa petición.

- Por favor, no digo que te hagas su amiga ni si quiera pido que te caiga bien, solo necesito poder estar aquí con ella y no sentir que tengo una bomba en las manos a punto de estallar en cualquier momento.

- Ya, o sea que la que inestable es ella, ¿y tengo que pedir perdón yo?

- Amelia, por favor. Hazlo por mí. – y su voz sonó algo entrecortada.

Amelia quería volver a negarse, pero joder, ¿cómo iba a hacerlo si se lo pedía así? Con esos ojos y esa pena, como si le estuviera pidiendo que le lanzase un salvavidas cuando está a punto de ahogarse, y es que eso era lo que estaba pasando, Luisita se estaba ahogando poco a poco, y ella no sería otra mano que le retiraría la ayuda, porque si hacía falta, Amelia se lanzaría al agua para darle el aire que tanto le faltaba, dándole de su propia respiración, significando eso hacer sacrificios que le costaría una vida entera hacer.

-Está bien. Pero solo porque quiero que sepas, que a pesar de todo, siempre he querido lo mejor para ti. Si tú piensas que ella lo es... aquí estaré.

-Gracias.

Luisita la miró por última vez y supo que aquella conversación estaba terminada, porque ambas habían mostrado sus sentimientos como nunca, como deberían haberlo hecho siempre, y ahora no quedaba nada por decir y mucho por asimilar y perdonar.

Se fue hacia el pasillo y cuando la rubia estuvo a punto de desaparecer tras la puerta de su habitación, Amelia la detuvo, porque se había dado cuenta de que Luisita le había abierto el corazón sin ningún tipo de sistema de seguridad y a riesgo de ser destrozado aún más, y sabía que, aunque ella no fuera tan valiente, la rubia se merecía que le correspondiera con la misma sinceridad.

- Luisita, espera. – se giró parar mirarla con la mano en el pomo de la puerta y Amelia cogió aire antes de hablar. – Quería decirte que, ojalá me acordara de esa noche, porque estoy segura de que yo también la elegiría como mi primera vez. – tragó saliva antes de seguir con aquella confesión. – Si hubiese sabido que habría acabado sintiendo lo que sentí por ti, te habría esperado lo que hiciera falta, porque tampoco habría querido a nadie más para aquel momento.

Ahora dudaba de si aquella confesión había sido lo correcto o no, pero entonces Luisita asintió con una pequeña sonrisa y cerró la puerta. Porque si, porque quizás lo normal sería que aquello le terminase de agitar su mundo, pero no lo hizo, porque Amelia por fin le había dado lo que ella tanto necesitaba, el saber que para la ojimiel también fue especial y no solo durante esa noche. Y ahora, Luisita por fin podía empezar a hacer las paces con el pasado, y avanzar.

Cerró la puerta tras de si y se tumbó en su cama. Luisita no era tonta, sabía que aquello que le estaba pidiendo a Amelia era demasiado, mucho más de lo que podía esperar, y quizás se estuviera aprovechando de su bondad, pero la ojimiel se lo debía, y no solo por compensarle su marcha, sino por todas las veces en las que la rubia también tuvo que hacer lo mismo, aunque Amelia no supiera el sacrificio que realmente estaba haciendo Luisita por ella.


Flashback

Esa noche en el King's, se celebraba algo muy especial, y es que, una de sus mejores trabajadores cumplía veinte años. Y cómo no, ¿cómo iban a hacerle trabajar aquella noche? Así que, aquella noche, Amelia tenía la noche libre para celebrar su cumpleaños, y encima, su jefe le había dejado celebrarlo ahí sin ningún coste para ella, porque tampoco era tonto, y sabía que aquella fiesta atraería a muchos jóvenes que consumirían muchas bebidas.

Tampoco era un grupo demasiado amplio, sus amigas de siempre, su novia y, por su puesto, su pitufa, aunque esta última no tenía cara de muchos amigos. Sara no solía salir con ellas, y no es porque se llevara mal con las amigas de Amelia, sino porque cada una tenía su grupo de amigas independiente, y cuando quedaban ellas, eran para estar únicamente asolas y saciar esas malditas ganas causadas por las hormonas de la edad.

Estaban todas sentadas en una mesa, donde Cris y Lourdes estaban sentadas juntas y por supuesto, con esa tensión sexual que siempre desprendían, María y Natalia riendo divertidas viendo a la gente bebida bailar, Amelia mordiéndose la sonrisa mientras Sara le susurraba algo al oído y Luisita, observando a estas últimas mientras bufaba y le daba un sorbo a su refresco.

Acababa de cumplir dieciséis años y si, ya había probado el alcohol, pero ni su hermana ni Amelia sabían nada al respecto, y sabía que era misión imposible si intentaba pedir alguna copa esa noche, y realmente, necesitaba esa copa, porque ver a aquella pareja estaba haciendo que tuviera náuseas y necesitaba despejarse.

Sin embargo, aunque cada una estuviera a lo suyo, María no podía evitar escuchar a su hermana resoplar y sabía perfectamente qué era lo que la estaba molestando. Luisita era demasiado obvia y su hermana mayor ya se había dado cuenta que hacía un año que la rubia miraba con otros ojos a la ojimiel. Luisita aún no se lo había confesado, pero lo que si le había hecho saber era lo mucho que odiaba a Sara, y aunque le pusiera excusas, María sabía perfectamente que hablaban sus celos.

La mayoría de las veces se contenía bastante bien, había aprendido que, si quería estar cerca de la ojimiel, tenía que soportar la presencia de la pelirroja, pero esa noche en concreto le estaba costando algo más de la cuenta. En teoría no debería estar sola, pues como Amelia sabía que quizás Luisita se sintiera desplazada por no ser su grupo habitual, le había dicho que viniera con Marina, pero esta estaba tardando demasiado. Sin embargo, su móvil sonó sacándola de aquella situación, y aunque solo hubiera sido un toque, su politono sonó lo suficiente como para descubrir qué canción era la que tenía.

- ¿Es enserio? ¿Tienes a los Jonas Brothers de tono de llamada? – dijo Sara riéndose y haciendo que la rubia se avergonzara.

- Si, no sé, tienen canciones que están bien. – intentó justificarse mientras Amelia la miraba también algo divertida.

- No te preocupes peque, si es que es normal para una niña de tu edad. – siguió picándola Sara.

- No me llames peque, no soy tan chica, tengo dieciséis.

- Pues eso, un bebé, seguro que por estar aquí te estás perdiendo High School Musical en la tele. – e hizo un gesto de preocupación, y en cuanto María vio aquello, ya sabía cuál iba a ser la reacción de su hermana.

Luisita refunfuñó algo por lo bajo y se levantó de su sitio sin mirar atrás. En cuanto Amelia vio aquello, supo que aquello realmente la había molestado porque a veces, para los que algunos son simples bromas, puede llevar un significado mucho mayor para otros.

Se dirigió a la barra y se sentó en el primer taburete que encontró, esperando a ser atendida. Sabía que tendría que aguantar a la pelirroja aquella noche y en parte, no quería estar ahí, pero era el cumpleaños de Amelia y no podía perdérselo por nada. No sabía que le vería ella a Sara, pero estaba claro que la hacía feliz, y por mucho que le doliera a Luisita no ser ella que le hiciera reír entre beso y beso, la aceptaba. La aceptaba porque lo hacía Amelia, pero eso no hacía que le agradara más.

- ¿Qué te pongo? – preguntó el camarero.

- Una cerveza, por favor.

El chico se la quedó mirando y por un momento creyó que no había colado, pero entonces, fue a coger un botellín de la pequeña nevera para dárselo a la rubia.

- ¿Nos conocemos? Tu cara me suena mucho – preguntó el chico aun con la botella en la mano.

- Es la hermana de María. – escuchó Luisita una voz tras de ella.

Suspiró, porque Amelia, como siempre, estaba con ese instinto protector que, aunque siempre le había encantado, empezaba a odiarlo. Intuía que aquella sobreprotección le fastidiaría más de un plan.

- Casi rubita. – le dijo el camarero volviendo a guardar la botella, consciente de que era menor y el peligro que correría él si María se enteraba.

En cuanto el chico desapareció, Amelia se sentó a su lado mientras Luisita seguía callada. Se había alejado de la mesa porque necesitaba un minuto de tiempo muerto, de dejar de fingir que todo estaba bien, así que aunque normalmente le encantaría la compañía de la morena, ahora mismo solo necesitaba estar sola.

- Oye Luisita, quería darte las gracias.

La rubia la miró extrañada, porque no tenía ni idea a lo que se refería.

- ¿Por?

-Por estar aquí. – ante el desconcierto de la rubia, Amelia siguió hablando. – Sé que no te cae bien Sara y aquí estás, aguantándola por mí, así que te lo quería agradecer.

Luisita se puso totalmente roja por haber sido expuesta y ahora le daba miedo incluso a moverse. Quería decirle que no era verdad, pero no la iba a engañar, porque a veces creía que la ojimiel la conocía mejor que ella misma.

- ¿Cómo lo sabes?

Amelia se rio ante la cara de "pillada" que había puesto la rubia.

- Creo que no eres consciente de lo evidentemente expresiva que eres.

- Lo siento. - dijo con culpabilidad.

- No lo sientas, tú no puedes elegir tus sentimientos. – y lo dijo sin ser consciente del doble sentido que tenía aquello para la rubia. – Sé que a veces se pasa con los comentarios, hablaré con ella, pero no es mala persona, así que te agradezco lo que haces, pitufa. Eres una de las personas más importantes para mí, y no me gustaría tirarme toda la vida entre dos habitaciones entre tú y ella.

En cuanto escuchó "toda la vida" el corazón de Luisita se hundió. Miró a Amelia que no había sido consciente del daño que le habían hecho sus palabras.

- ¿Tan enamorada estás de ella como para hablar de "toda la vida" junto a ella? – preguntó descolocando a Amelia.

La ojimiel la miró dudosa, porque era una buena pregunta a la que no tenía una respuesta cierta.

- ¿Cómo voy a saberlo si no conozco otra cosa? Pero si no es ella, será cualquier otra, no me importa, lo que me importa es que tú sigas aquí sin importar quién es mi pareja.

Y en ese momento, Luisita comprendió que Amelia nunca la vería como "su pareja". Ella nunca sería esa chica de la que llevaría de la mano y presentaría a la familia como su futura esposa, porque ella siempre sería una de las integrantes de esa familia que está en la mesa sentada mientras mira a la pareja feliz. Así que si, en ese preciso momento, Luisita entendió que tenía que avanzar y dejar de esperar a que la ojimiel la mirara con otros ojos, porque definitivamente, para Amelia, ella nunca sería sinónimo de novia.

Hizo un esfuerzo por retener la lágrima que amenazaba con caer por su mejilla, cerró los ojos, y puso rápidamente una tirita en el corazón que acababa de romper Amelia, para girarse hacia ella y afrontar la cruda realidad.

- Yo siempre estaré aquí, Amelia. Estés con quien estés, si te hace feliz, yo siempre te apoyaré.

Su propia sinceridad le sorprendió, porque era verdad, ella quería a Amelia, la quería con toda su alma, y la quería feliz, incluso si eso significaba verla cada día feliz con otra persona. Daba igual, Amelia lo sería, porque si había alguien en este planeta que se mereciera la felicidad absoluta, esa era Amelia.

La ojimiel le dedicó una sonrisa tan amplia que despegó un poco aquella tirita que había colocado la rubia provisionalmente para recomponerse rápido de aquel golpe. Amelia hizo el amago de girarse, pero en el último momento, se giró para así, terminar aquella conversación.

- Yo también estaré siempre para ti, pitufa, no te imagino todavía con ninguna chica porque no imagino a nadie que esté a tu altura, pero cuando encuentres a ese alguien, yo también te apoyaré. Siempre y cuando te haga feliz, claro está, sino seré una pesadilla para ella. – y sonrió haciendo que Luisita también lo hiciera.

Y ahora sí, la vio alejarse para volver hacia Sara y aquello fue como una despedida de la que la ojimiel ni si quiera fue consciente, porque con ella, se llevaba hasta la última esperanza que había tenido Luisita de que algún día, la dejara de ver como la hermana pequeña de su mejor amiga, o lo que es mejor, como una hermana para ella. Luisita sentía que era como si hubiera roto con ella, pero ni si quiera había nada que romper, sólo su ilusión.

Aún sentada en la barra, se giró hacia el frente, intentando ordenador su caos antes de volver a aquella mesa, porque necesitaba unos minutos para ella. Agachó la cabeza y cerró los ojos, intentando recomponerse, porque lo necesitaba y no solo para enfrentarse otra vez a la pareja, lo necesitaba por ella misma. Se quedó pensando en lo ingenua que había sido, llevaba un año siendo consciente de lo enamorada que estaba de ella, porque ni si quiera sabía cuándo había empezado aquel sentimiento, lo que sí que sabía es que debía ponerle fin. Miró a Amelia y la vio riéndose con Sara, que también parecía divertida, y aquella escena hizo que se diera cuenta de que ella también quería eso, y si no podía ser con la ojimiel, quería encontrar la chica que la hiciera reír. Quería encontrar la chica que estaba destinada para ella, porque ahora sabía que Amelia no lo era. Ella también merecía ser querida, también merecía ser correspondida.

- ¿Estás esperando? – le sobresaltó una voz.

No tenía ni idea de quien era, pero la chica rubia que se acababa de sentar a su lado, que era algo mayor que era, la miraba esperando una respuesta. Y no solo la miraba esperando a que hablara, sino que la estaba mirando de arriba abajo y sin ningún disimulo.

- ¿Perdona?

- Que si estás esperando a que te atiendan. – le sonrió. Tenía una sonrisa bonita, no podía negarlo.

- Ah, perdona, no te había entendido. – le sonrió de vuelta algo tímida.

- ¿Y si en vez de pedirme perdón otra vez, me dices qué quieres y te lo tomas conmigo? – le preguntó aquella chica para la sorpresa de Luisita.

Vale, que no cundiera el pánico. ¿Estaba ligando con ella? Nunca ninguna chica le había hablado de esa manera ni con esa intención, pero tenía que admitir que se sentía bien. Se fijó en ella, era guapa, era bastante guapa, y desde luego mayor de edad, y como no quería perder la oportunidad, ocultó cierto dato importante.

- Una cerveza estaría bastante bien. – le respondió Luisita poniéndole aquellos ojos de cordero acompañados de aquella sonrisa de chica buena que ella sabía qué hacía ganarse a cualquiera.

Nunca había usado aquello para ligar, pero desde luego, parecía ser una buena arma, porque la chica asintió sin cuestionar su edad y le miró a los labios y una sensación extraña le invadió al ser la causa de deseo de alguien, porque por primera vez, alguien no la miraba como si fuese una niña pequeña, la miraba con ganas de hacer cosas de adultos,

En cuanto la cerveza estuvo frente a ella, aun ganándose una mirada desaprobatoria del camarero que la había atendido anteriormente, miró a aquella chica que tenía toda su atención puesta en ella y se sintió extrañamente bien, deseada. y por como la miraba, Luisita sabía que aquello podría ser el comienzo de algo. Y efectivamente lo fue, fue el comienzo de la Luisita rebelde.

Fin del flashback


Si, Luisita sabía que aquella petición era injusta, pero no se le ocurría que más hacer porque vivía cada segundo con miedo a perder a su novia, y realmente necesitaba ese salvavidas incluso si era Amelia la que se lo lanzara. Y quizás, sólo quizás, sería el primer paso para dar carpetazo al pasado y hacer borrón y cuenta nueva.

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