Hasta el próximo verano

By LeilaRipiano

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Desde pequeña Kaia Green pasa sus vacaciones en El Monte donde está la casa de verano de sus padres. Allí se... More

Hasta el próximo verano
PASADO 01. Verano de los 11 años
02. Verano de los 12 años
03. Verano de los 13 años
04. Verano de los 14 años
05. Verano de los 14 años
07. Verano de los 15 años
08. Verano de los 15 años
09. Verano de los 15 años
10. Verano de los 15 años
11. Verano de los 16 años
12. Verano de los 16 años
13. Verano de los 16 años
14. Verano de los 16 años
15. Verano de los 17 años
16. Verano de los 17 años

06. Verano de los 14 años

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By LeilaRipiano

{Verano de los 14 años}

El último día de vacaciones mis padres invitaron a cenar a Warren y a Cole. Levi no había venido con nosotros porque se había quedado a dormir en la casa de un amigo, así que éramos solo nosotros cinco. Fuimos a cenar al puerto donde se encontraba el restaurante más importante de pescado de El Monte.

Esa noche yo llevaba puesta una sudadera dos talles más grande y jeans largos porque había refrescado mucho. Lo malo era que me había quemado con el sol y mi piel ardía con cada movimiento. Había pecado y no me había vuelto a reaplicar el protector solar por la tarde por lo que ahora estaba pagando las consecuencias. Mi madre ya me había gritado por ello todo el camino de nuestra casa al restaurante.

Cuando nos trajeron la comida, Cole y yo miramos las dos raciones de calamares fritos boquiabiertos. Deberíamos haber pedido un plato para compartir, porque realmente eso podría haber llenado a nuestros padres también.

―No pueden dejar nada, eh ―nos advirtió el padre de Cole.

Estaba segura de que no iba a poder terminarlo y se lo iba a terminar dando a Cole.

Tomé un sorbo de mi gaseosa antes de comenzar. Cole me dio una patadita por debajo de la mesa y lo miré frunciendo el ceño.

―A que no te animas a comerte todo eso en seis minutos ―me retó Cole señalando mi ración.

―¿Por qué seis minutos? ―pregunté, confundida.

Cole se encogió de hombros. Él también tenía las mejillas rojas por el sol, pero no tanto como yo.

―Porque se me ocurrió seis.

Puse los ojos en blanco.

―No voy a hacerlo.

Cole se llevó un calamar a la boca.

―Eres una cobarde.

Resoplé irritada.

―No me importa.

―Si lo haces, veo contigo esos realitys que tanto quieres que veamos.

Lo miré con los ojos entrecerrados. Siempre le insistía a Cole que mirara conmigo los realitys sin sentido que pasaban en la televisión con el único objetivo de entretener sin más pretensiones. Y vaya si lo hacían, cinco minutos mirando esos programas y ya querías saber por qué una desconocida se agarró de los pelos con su hermana. 

―¿En serio? ―pregunté con desconfianza.

―En seis minutos ―me recordó señalando el reloj que estaba colgando en una de las paredes del restaurante.

Bajé la mirada para observar los calamares. Seis minutos. Podía hacerlo.

Nuestros padres estaban enfrascados en una conversación y ni siquiera nos prestaban atención.

―Está bien ―acepté.

Cole sonrió encantado y yo tomé una respiración profunda antes de empezar a atacar los camarones con ganas. No lo hice tan rápido como me hubiese gustado para no llamar la atención de nuestros padres, pero lo hice de manera constante para poder llegar a tiempo. Eran demasiados para mí y más comiéndolos de esa forma, pero seguí comiendo uno tras otro. Mis manos se llenaron de grasa y mi garganta raspaba con cada calamar que trataba de hacer pasar. Cole me estaba mirando boquiabierto y creía haberlo escuchado decir que tal vez no era tan buena idea, pero yo lo ignoré. Ahora que había aceptado no me iba a echar para atrás.

Cuando el plato quedó vacío, me tiré hacia atrás y miré el reloj.

Había tardado cinco minutos. Y estaba sudando. Me quité la sudadera un tanto desesperada por sentir un poco de aire fresco.

Agarré mi gaseosa tratando de bajar la comida que sentía que se había quedado atorada en mi pecho, pero vacié el vaso y seguí con la misma sensación de pesadez. Iban a tener que darme una patada para que me bajaran los camarones.

―Kai, ¿estás bien? ―me preguntó Cole con preocupación.

Yo no respondí, en cambio, agarré también su gaseosa y me la terminé.

De repente, sentí el estómago demasiado revuelto y un sudor frío en mi nuca.

―Creo que... ―me callé al sentir arcadas y salí corriendo en busca del baño.

Cuando llegué, entré en un cubículo vacío y vomité. Si había algo más asqueroso que vomitar, era vomitar en un baño ajeno. Afortunadamente, el baño estaba más limpio de lo que esperaba.

Un minuto después escuché a mi madre y a Cole discutir en la puerta porque parecía que él quería entrar a ver cómo estaba, pero mi madre no se lo permitió y entró ella en su lugar.

Tiré la cadena, pero seguí arrodillada en el piso porque todavía seguía sintiendo ganas de vomitar.

―Menuda forma de arruinar la noche ―escuché que me decía mi madre. No entró a mi cubículo sino que se quedó afuera―. Eso te pasa por insolarte esta tarde.

No sabía si mi insolación tenía que ver o habían sido solo los estúpidos calamares, pero no tuve fuerzas para contestarle. Me sentía mareada y demasiado cansada como para emitir alguna palabra. Esperé un poco más, pero no volví a vomitar.

Traté de pararme como pude y salí del cubículo. Mi madre estaba maquillándose en el espejo, me echo un breve vistazo antes de seguir con su tarea.

―Estás verde ―se quejó, negando con la cabeza con desaprobación―. Ya te he dicho antes que tienes que dejar de comer tanto. Nunca te controlas y se te está empezando a notar. 

Ignoré ese comentario de mi madre sobre mi cuerpo, como tantos otros que siempre me decía. No tenía fuerzas esta vez para obsesionarme sobre ellos. 

Me enjuagué la boca con agua dos veces. Luego traté de tomar agua, pero mi madre me tiró del brazo viendo mi intención.

―Ni se te ocurra tomar agua de la canilla ―me regañó―. Ahora pediremos una botella de agua. Vamos.

Me guio hacia la salida. Cole estaba en la puerta esperándome. Su espalda estaba apoyada en la pared y se notaba que estaba inquieto. Se enderezó y se acercó a mí en el instante en que me vio.

―¿Cómo estás? ―preguntó recorriendo mi rostro con su mirada. No tuve fuerzas para responder, solo negué con la cabeza. El olor a frito y el sabor a calamar en mi boca me hacía querer salir corriendo de allí―. Lo siento mucho, Kai ―me dijo con la voz llena de culpa.

No era su culpa, aunque había sido su idea, yo había accedido. Pero, a decir verdad, tenía ganas de enojarme con alguien solo por el súbito mal humor que tenía.

No dije nada y me dejé caer en mi asiento. Mi padre me preguntó cómo estaba con preocupación y me aseguró que en unos minutos nos iríamos de allí. Mi madre pidió una botella de agua para mí. Yo me hundí en la silla y cerré los ojos. Unos segundos después sentí que alguien me abanicaba. Abrí los ojos de nuevo. Cole había agarrado el menú de otra mesa y me estaba abanicando con él. Casi me reí. Casi.

El agua llegó y bebí despacio. Sentía que mi cuerpo ardía y mi estómago daba vueltas.

―Hijo, se te va a enfriar ―le dijo Warren a Cole, señalando su plato de calamares casi intacto.

Cole negó con la cabeza.

―No tengo más hambre ―musitó empujando su plato.

Warren me miró.

―Creo que verte tan mal le ha quitado el apetito.

****

Diez minutos después estábamos saliendo del restaurante. El estómago me seguía doliendo, pero ya no sentía tantas ganas de vomitar. Salir del restaurante y sentir el aire fresco en la cara me estaba ayudando.

Warren había estacionado su auto cerca del nuestro, así que nos dirigimos todos hacia el mismo lugar. Cole caminaba al lado mío y cada tanto me echaba ojeadas con preocupación. Estaba llevando mi sudadera en sus manos aunque le dije que yo podía hacerlo sola.

―Mañana iré a verte a primera hora ―me dijo. Me encogí de hombros, él tragó saliva―. Si no quieres, no.

Lo miré. Cole no soportaba que me enojara con él. Siempre que yo lo hacía enojar (y él tenía razón por enojarse), me terminaba diciendo "Vamos, pídeme perdón así podemos volver a la normalidad". Lo cual me costaba, sí. Yo podía llegar a ser igual de orgullosa que él, pero la realidad era que siempre nos terminábamos arreglándonos a los pocos minutos. Siempre había sido así.

Me tuve que recordar que estaba de mal humor porque me sentía mal, no porque estuviera enojada con Cole.

―Sí, sí que quiero ―contesté.

A Cole se le iluminó el rostro con una sonrisa.

****

Al otro día apenas pude levantarme de la cama. Tenía una intoxicación por comida (parecía que los calamares no estaban en tan buen estado) y estaba insolada. Sentía calambres en mi estómago y ya me había levantado dos veces de la cama para vomitar. El enjuague bucal se había convertido en mi nuevo mejor amigo.

Mis padres decidieron que nos quedáramos unos días más en El Monte para que no viajara enferma, lo cual hizo que el humor de mis padres decayera y se pelearan cada diez minutos.

Cole no se despegaba de mí. Como me había prometido el día anterior, llegó a mi casa a primera hora de la mañana cuando yo todavía estaba durmiendo.

A mis padres no les molestaba que Cole estuviera en mi casa siempre y cuando la puerta de mi habitación estuviera abierta en todo momento. Así que estábamos los dos en la cama, hombro contra hombro mirando la televisión.

Cole había insistido en mirar los realitys que tanto me gustaban. Yo no quería que lo hiciera porque se sentía culpable, pero me emocionaba ver esos estúpidos programas con él al fin, así que lo hicimos. Él me hacía reír con sus comentarios sobre los participantes, aunque hasta reír era doloroso, sentía calambres en el estómago cada vez que lo hacía. El doctor me había dicho que tenía que tomar mucho líquido, así que estaba con una botella de agua y hielo a mi lado.

Cuando sentí arcadas de nuevo, quité a Cole de en medio para correr al baño. Me tiré delante del inodoro y vomité. Mis ojos se empañaron. Sentí cómo Cole me sostenía el cabello para que no me molestara mientras vaciaba mi estómago.

Tendría que darme vergüenza toda esta situación, pero era Cole, la persona con la que más cómoda me sentía en el mundo, así que no me preocupé demasiado. Después de todo, era él quien insistía en quedarse conmigo a pesar de estar hecha un desastre.

Tiré la cadena y me enjuagué la boca. Luego me dejé caer en el piso frío de mármol para tratar de controlar mi respiración agitada. No tenía fuerzas para volver a la cama.

―¿Quieres que llame a tu madre? ―me preguntó poniéndose de cuclillas para estar a mi altura.

No. No quería que volviera a retarme porque me enfermé y tuvimos que retrasar nuestra partida.

―No. No llames a nadie ―le pedí.

Cole se puso de pie.

Pero tampoco te vayas.

Volví a cerrar los ojos y visualicé la imagen que siempre me tranquilizaba: peces de diferentes colores nadando en el mar. No sabía por qué, pero eso siempre me hacía sentir bien. Y funcionó... hasta que recordé que me había comido un animal marino y por eso ahora estaba enferma. Sentí mis ojos húmedos de nuevo.

Volví a cerrar los ojos. Unos segundos después escuché el agua corriendo y luego silencio. Oí unos pasos alejarse.

Abrí los ojos justo cuando Cole volvió a agacharse para presionar una toalla mojada sobre mi frente. Sonreí de alivio al sentir la tela fría sobre mi piel ardiendo.

―Gracias ―musité.

―Te traje tu botella de agua también ―dijo, entregándomela.

Tomé un sorbo de agua. Cole siguió presionando la toalla sobre mi frente y mis mejillas.

Contemplé su cara de preocupación.

―Cole ―lo llamé.

―¿Si?

―Te hice trampa en las cartas el otro día. ―Hice una pausa, me costaba hablar tanto―. Estábamos jugando en tu jardín luego de cenar. Levi te había visto las cartas y me hizo señas detrás de ti.

Cole se rio por lo bajo.

―Ya lo sabía.

Lo miré sorprendida.

―¿En serio?

―Se te nota en la cara cuando haces trampa ―me dijo curvando sus labios en una sonrisa.

Agh. Suspiré.

―Pensé que si te lo decía dejarías de sentirte culpable ―expliqué en voz baja.

Cole frunció el ceño.

―¿De qué hablas?

―Por los calamares. No tienes que quedarte aquí y hacer todo esto porque te sientes culpable. No fue tu culpa, yo acepté el reto.

Cole bajó la mano que tenía la toalla. 

―Kaia, ¿en serio crees que me preocupo porque me siento culpable?

Lo miré confundida.

―¿No lo haces por eso?

Él negó con la cabeza.

―No. Me preocupo porque soy tu mejor amigo y no me gusta verte sufriendo. Si yo no fuera un idiota que te reta a hacer estupideces y tú igual te hubieses enfermado, yo estaría aquí de todas formas.

Sonreí y volví a cerrar los ojos. En ese momento creí que me estaba sintiendo un poco mejor solo por las palabras de Cole, lo cual era absurdo.

Aunque sí tenía una certeza y era que no existía un amigo mejor para mí que Cole Holder y si existía no quería conocerlo.

****

💖 Muchísimas gracias por leer ¡Ojalá les haya gustado! 💖

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