Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

35K 3.3K 10.2K

"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|

110 14 131
By CazKorlov

—Obtuve un cuerpo, y lo modifiqué

tantas veces que la historia obtuvo mi forma.

Bajo mi influencia un rumor poderoso

podía convertirse en la verdad. 

Su mente bullía junto al rugido del viento que agitaba su cabello, se sentía pesado como el mármol frío, anclado a la dolorosa realidad. Y, aun así, Mikaela miraba el rostro sereno de ella como si buscara la manera de entrar en el subconsciente para encontrar una respuesta: ¿Por qué? ¿Por qué Hole parecía estar tan tranquila? ¿Por qué habían aparecido esas manchas violetas en su piel? ¿Por qué su sangre le quemaba las manos? ¿Por qué las amalgamas no habían querido atacarla? Como si ella, en medio del asfalto lleno de cadáveres, tuviera la respuesta a alguna de sus preguntas. Parpadeó para aislar las lágrimas e intercambió todas esas dudas por una sola:

¿Cómo?

Hole estaba en su regazo con un hueco en el pecho, le había sonreído como si estuviera a punto de irse a dormir, a pesar de que su cuerpo se pudría.

Se pudre.

Génesis no lo había notado. La oscuridad cerniéndose sobre ellos lo ahogó. Hole no respiraba, Mikaela sintió una punzada en el pecho, él sabía la respuesta a esa pregunta, pero no quería decirla, no quería ser consciente de lo que acababa de suceder, suficiente lo había arruinado ya.

Él inició la pelea con sus palabras, el círculo de amalgamas se había dispersado cuando cortó la primera cabeza, la observó rodar por el suelo tan solo un instante y al siguiente la oscuridad lo había cubierto todo por completo. Se había alejado de Génesis, y todos los monstruos reaccionaron ante su presencia, rodeándolo. Eran más de los que podía manejar solo, lo supo cuando apareció esa bestia ciega con la espada dentada repleta de sangre, se mantenía alejada del conflicto principal y se aprovechaba de que intentaba defenderse de los demás. Así lo cortó en la unión de la rodilla con su hoja envenenada, luego hizo lo mismo con el pecho, en la garganta y por último en el rostro.

Encontraba sus puntos débiles con demasiada rapidez, mientras que él se volvía más lento, y la sangre de las amalgamas empapaba su camisa, su ropa entera. Hole estaba con él, le cuidaba la espalda mientras su guadaña consumía las sombras. No trataban de dañarla como a él, no reaccionaban igual ante sus golpes, sin embargo, esa bestia de la espada utilizaba la oscuridad para esconderse, y había intentado apuñalarlo por la espalda cuando...

Hole se interpuso en el camino.

—¿Por qué? —Fue lo único que la quimera preguntó al verla de frente, con dolor, como si la conociera.

Mikaela no comprendió, los globos oculares de esa bestia habían sido borrados, pero movía los labios con urgencia, como si hubiera cometido un grave error y discutiera con las otras voces en su cabeza. Luego había dicho esa frase con urgencia, como si quisiera disculparse con ella.

—Solo sigo las órdenes de mi creador.

Mikaela reaccionó con el ruido sangriento de la carne siendo arrancada y luego vio a Hole formar parte de ese cuerpo herido. Estaba pálida, la sangre no tardó en salir a borbotones.

—Es más oscura de lo que recordaba —rio ella, Mikaela juró en voz alta y se quitó el saco, pero recibió un grito por su parte cuando trató de ayudarla a parar la hemorragia—. ¡No toques la sangre!

Demasiado tarde, apenas entró en contacto con su mano, varias gotas resbalaron entre sus dedos y la piel comenzó a derretirse bajo los efectos del ácido, y el aroma a carne chamuscada lo inundó.

—¿Qué...?

—Es venenosa —explicó ella con tranquilidad, había lágrimas en su cara, no eran transparentes, sino muescas oscuras iguales a la asquerosa sustancia que salía de las amalgamas que acababa de asesinar. Mikaela no pudo reaccionar.

¿Cómo? ¿Todo este tiempo ella era...?

No.

Hole lo salvó.

Entregó su vida por alguien que no lo merecía y se había transformado en el cadáver que reposaba en su regazo. Demasiados pensamientos se arremolinaban en su mente, no podía discernir alguno con propiedad. Algo lo interrumpió.

Un bramido de impotencia que se ahogaba en la oscuridad.

Génesis se arrodillaba a pocos pasos, trataba de controlarse, pero su herida se había abierto más, y por la forma en que arañaba el suelo con sus garras sin dejar de mirar el cadáver, hacía evidente que no lo estaba logrando. Una sombra enorme se desprendía de su cuerpo y extendía sus bordes difusos como si quisiera liberar a un monstruo más grande, uno peor que los que había visto hasta ahora. Su Abismo.

Un Noctámbulo.

Y los iba a consumir a todos si se quedaba mirando sin hacer algo al respecto.

Mikaela se levantó, dejando a Hole con el peso de la culpa pudriendo su corazón, rodeó a Génesis y enganchó sus brazos para alejarla. Él tenía las manos al rojo vivo por el veneno, ella rugió en respuesta, casi lo lanza sobre su cabeza con violencia, pero el agujero de su abismo se había vuelto demasiado grande para soportar más tiempo en el estacionamiento, consumía su fuerza. También iba a consumir un fragmento del plano si ella continuaba sucumbiendo a su propio sufrimiento.

Tenía que contenerse.

Un paso en falso hacia atrás y él iba a caer al infierno, la oscuridad reptaba a través de su columna, tenía miedo, pero como siempre el odio que sentía por sí mismo era más fuerte, y el plan que acababa de pensar era la única manera de quitar su atención de la muerte de Hole, para de llevársela del lugar. Mikaela aprovechó esa oportunidad, en la que Génesis trató alejarlo otra vez con desesperación, clavó el talón en el suelo, retuvo sus brazos y la empujó a su abismo.

Él también cayó, no tuvo tiempo de cerrar los ojos porque su estómago dio un vuelto atroz y la oscuridad helada se coló en sus fosas nasales, ahogándolo.

Trató de agarrarla con desesperación, pero estaba paralizado, igual a un bloque de concreto hundiéndose en el agua, su cuerpo pesaba demasiado y sus manos resbalaban como si ella estuviera bañada en aceite.

Lo supo en el instante en que vio aquellos miles de ojos abrirse entre las ramas desnudas, el reino de los sueños olvidados sentía la perturbación que ambos causaban con su presencia, y en su caso, a juzgar por la velocidad de su caída, lo llamaba. Esa fuerza era parecida a la gravedad del mundo humano, y su peso se multiplicaba por cada año que él llevaba fuera de ese lugar.

Por eso le temía tanto, aunque intentaba negarlo sabía que tarde o temprano iba a alcanzarlo.

Si se soltaba, Génesis se desharía del peso muerto que representaba, así iba a poder concentrarse en controlar a ese monstruo para volver por su cuenta en una pieza a la biblioteca, a pesar de la herida. Herida que él le había hecho. La realidad era dolorosa entonces, cuando la lastimó, sabiendo lo que eso significaba; salvar a Luís. Fue como si intentara tapar el sol con un dedo, en ese mísero instante la oscuridad aprovechó para reptar bajo su piel, algo se torció en su interior como ese día en el teatro.

Había hecho lo mismo.

Esa imagen lo perseguía hasta en sus sueños. Génesis se había perdido entre los espectadores del show, subió por las escaleras escondidas tras el escenario. Mikaela había luchado con uno de los Sin Rostro sin saberlo y cuando volteó hacia Génesis lo vio.

Esa criatura se deslizaba a través de su piel como una serpiente de humo y envolvía sus extremidades donde las quemaduras de ella se hacían más visibles.

Un engendro del reino de las pesadillas. La muchacha se hallaba sobre la mujer de cabellera blanca y trataba de apuñalarla con sus garras cuando el otro hombre pelirrojo corrió hacia ella y le destrozó la cara de un rodillazo irracional que sonó como una montaña derrumbándose.

Veía la mitad del rostro de ese hombre, una escultura renacentista cincelada en marfil y rojo, por lo que también pudo ver su miedo al percibir al Abismo despegarse de la columna de Génesis. La mujer de cabello blanco sostuvo su cabeza, y le hicieron algo, no supo qué cosa con exactitud, pero ambos lograron hacer que ese monstruo retrocediera, dejándola a ella en paz. La muchacha no lo vio, estaba en alguna clase de trance, ciega de la rabia.

Quiso volver a atacarlos de forma desenfrenada sin importarle que algún humano saliera lastimado en todo ese caos, y Mikaela pensó que era buena idea intervenir, así lo descubrió.

Una herida de su guadaña era lo único que podía detener a la bestia, una sola herida fue lo que la debilitó, y le hizo conocer lo que su abismo era capaz de hacer con su portadora. Él guardó el secreto por ambos, porque pensaba que iba a poder aprovecharlo, pero no consideró recibir la aceptación silenciosa de ella al respecto. Lo sabía. Confiaba en su juicio, le concedía el beneficio de la duda y, sin embargo, la había traicionado al herirla otra vez.

No me arrepiento, no puedo.

Había vivido toda su no-vida aprovechándose de los demás, de las estafas y las mentiras. Nutriendo su carrera de la corrupción y la desgracia humana, pero ya estaba harto de usar las palabras para su propio beneficio. Sobre todo, estaba cansado de lastimar a los demás por correr en contra del tiempo que marcaba la Corte, al negarse a ver la verdad. Su verdad.

Era un esclavo, no tenía derecho.

Y el perdón solo era el consuelo de los vivos.

Pronto se resbaló por completo, y se mordió la lengua hasta hacerla sangrar para no sucumbir ante la desesperación otra vez, solo él iba a completar el ciclo interrumpido que inició hace más de cuatro siglos atrás. La rueda terminaba, la muerte de Hole marcaba el final.

No me arrepiento. El miedo se torcía alrededor de su cuello, no podía respirar, las lágrimas se desprendían de su rostro como pequeños cristales brillantes, lo más parecido a las estrellas que vería jamás, mientras dejaba que su cuerpo se sumergiera en la oscuridad.

Vio a Génesis antes de poder reconocerla, era su versión más joven, la que había conocido en la biblioteca, cubierta por una fina capa de tela mugrosa, con esa mirada desesperanzadora, demasiado perdida como para cuidar de sí misma. A diferencia de ese momento, parecía rogarle que no la abandonara. Tiró de su mano y le clavó las uñas para terminar de juntarlos, sosteniéndolo entre temblores hundió la cabeza en su pecho, murmuraba palabras poco comprensibles, pero él creyó escucharla, junto al sonido de su corazón desgarrarse del profundo dolor.

—Tenemos un trato.

Le hizo pensar demasiado pronto en que ella era un milagro y en ese sentido, él era perfectamente capaz de ir hasta el infierno solo por seguir sus pasos.

Ambos cayeron contra el suelo alfombrado de la biblioteca, Mikaela abajo, como ya era costumbre. Max estaba sentado en el sillón leyendo. Al escuchar el estruendo el libro voló por los aires, y apenas le alcanzó la voz para llamar a los demás a los gritos.

—¡Están de vuelta!

Su aparición era más para presenciar el espectáculo que otra cosa. Era evidente la ausencia, pesaba como un yunque a punto de caer sobre sus cabezas. El cazador comprobó una vez más que se había adelantado.

—¡¿Por qué lo hiciste?! —Génesis se alzaba con ambas manos alrededor del cuello del hombre, enseñaba los dientes y gruñía cual animal, lo estrangulaba con los ojos cristalizados. Ella sabía en el fondo que no habían tenido otra opción, y temblaba de la impotencia.

Él también lo hacía, pero el miedo era un sentimiento muy diferente. Había estado a punto de terminar la realización de sus pesadillas. Iban a llamarlo egoísta, se lo merecía por tomar esa decisión en su nombre, no iba a tratar de detenerla.

No podía.

—Mira... tú... cuello...—Fue lo único que alcanzó a decir. Génesis abrió la boca y la cerró, la oscuridad. Su silueta danzaba junto a las luces, el cazador no recordaba lo que era perder la conciencia, pero si seguía interrumpiendo su oxígeno no faltaba mucho para averiguarlo.

—¿Por qué? —La humedad lo alertó de sus palabras, demasiado bajas como para que alguien pudiera escuchar—. Era mi amiga.

Una gota cayó en su mejilla, pequeña como la grieta que se extendía en el semblante de Génesis, luego otra y otra. Un rayo enorme partía el temple de la Voluntad de Caos. Sus lágrimas eran lo suficientemente amargas como para que los demás captaran la falta de la quimera de cabello azul y comprendieran la situación.

Fue Megara la que preguntó, su voz tembló.

—¿Dónde está Hole?

Génesis lo soltó, como si no quisiera lidiar con nadie más, retrocedió varios pasos, mirándolos a todos con semblante perdido. Arrancó un trozo de tela de su propia ropa, lo envolvió de forma torpe alrededor de su cuello para detener la oscuridad, y se esfumó a través de su abismo antes de que Mikaela pudiera reclamarle por su inestabilidad.

Alexandra interpretó con rapidez lo que había sucedido y lo dijo en voz alta como si hiciera falta que alguien arrancara la dolorosa bandita de una vez.

—Ella no lo logró.

Apenas terminó de escuchar esas palabras mientras él se paraba, Megara se movió tan rápido que no pudo seguirla, atribuyó eso al atontamiento general que le había dejado el estrangulamiento, y antes de que alguien pudiera reaccionar le encajó un puño directo en el rostro que lo tumbó otra vez en el suelo. Sintió la sangre emanar de su nariz rota por la brutal fuerza. ¿Cómo era posible...?

De repente, la mirada de los demás se convirtió en los reflectores capaces de exponer cada uno de sus pecados. Eran observadores, no, lo juzgaban en silencio por lo que había hecho.

—¿Qué fue lo que pasó? —Rafael tenía una mueca de confusión, el rostro y los brazos cubiertos de cortes por la pelea, era evidente que le costaba moverlos.

—¡¿Dónde mierda está Hole?! —Megara interrumpió, su voz se volvió más seseante que la de una víbora de cascabel. Un escalofrío lo recorrió al observar el piso, la sombra de todos se proyectaba sobre el suelo con tranquilidad.

Todas menos una.

Se limpió la sangre bajo la nariz, tratando de buscar las palabras adecuadas, pero no encontró ninguna, tenía una piedra atorada en la garganta.

—¡Mika decí algo! —Max no podía contener su desilusión—. ¿Marcel la tiene? ¿Ella no va a...?

—Max... —Rafael frunció el ceño, negaba con la cabeza como si no pudiera creérselo, interpretó su silencio a la perfección—. La mataron.

—La más joven de nosotros. —La quimera de ojos dorados se estiró el pelo con ambas manos y pateó el sillón sobre el que se sentaba hacía menos de unos minutos—...demasiado joven ¡Superó la rehabilitación! ¡Estaba en la universidad! ¡Carajo!

—Creo que él tiene una explicación perfectamente elaborada, si lo dejaran hablar... —León salió de detrás de él con la intención de calmar las aguas mientras Mikaela se levantaba, pero Megara estalló, y aferró los bordes de su ropa desgarrada, lo sacudió con fiereza, otra vez, esa fuerza.

— ¿Qué fue lo que hiciste, Mikaela? ¡Se suponía que ibas a protegerla! ¡Como a todos nosotros!

Rafael y León la retuvieron en contra de su voluntad para que no volviera a golpearlo, pero sus ojos no expresaban pensamientos diferentes.

—Tenés que darnos una explicación.

Max lo interrumpió, se veía más pálido que de costumbre.

—¡Fue lo que nos aseguraste antes de ir a rescatar a tu novio!

Ya había pasado por eso, la imagen de su antiguo equipo centelleó frente a él como en un reflejo difuso. Mikaela parpadeó pensando que iban a caer lágrimas, que sus ojos iban a cristalizarse como los de las personas que lo miraban, pero solo conservaba la sensación de tener miles de cuchillos hundidos en el cuerpo, sentía una piedra atorada en su garganta.

Su mirada viajó sobre todos y se detuvo en Alexandra, como si pudiera hacer desaparecer a los demás, convertirlos en meros actores en un show que él podía controlar. Lo que sabía, lo que había visto con la muerte de Hole era demasiado, no podía reaccionar frente a ella, ni nadie, no sin arriesgarlos a todos.

Tenía que guardar el secreto.

—¿Cómo está, Luís? —La pregunta flotó en el aire, y luego el silencio, lo llenó la pesada de respiración de Megara, forcejeando con los demás para que le dejaran ponerle las manos encima, sus uñas parecían haberse alargado por la intensidad, algo que solo él había notado. Los demás seguían pensando que él era el malo.

—¿Es todo lo que te importa ahora? —preguntó Max.

—¡Voy a matarlo!

—¿Podés llevarme con él, por favor? —El cazador rebasó a la mujer y notó el asentimiento silencioso de Alex. Se relajó un poco, en realidad lo miraba como si se hubiera convertido en un bicho enorme y quisiera pisarlo, pero era un avance cuando los demás parecían a punto de lanzarse a su yugular.

—¿Cómo podés actuar tan tranquilo?

—¡Sos un egoísta!

—¿Solamente somos una adquisición más para vos?

—Nos usaste —terminó Max, el joven muchas veces había demostrado la admiración que sentía por él, ahora solo la veía pudrirse.

Los estoy protegiendo.

Los secretos lo consumían por dentro, por fuera se había convertido en el cadáver sin emociones que todos creían que era, un cuchillo imaginario seguía contra su garganta. No podía decirlo.

Megara trató de volver a pegarle, pero él reaccionó antes y la empujó con fuerza lejos del camino, se golpeó la cabeza con una escultura de mármol, y un pequeño corte se abrió en su frente, le enseñó los dientes en una expresión tan animal que Mikaela creyó ver la lengua de una víbora asomar a sus labios.

No la mires, no reacciones. Necesitás verlo, comprobar que está bien antes de ir con Génesis a decirle la verdad sobre lo que ellas son.

—¡Andate de la mierda! —bramó ella, Rafael y Max la ayudaron a levantarse, pero la mujer comenzó a llorar, su maquillaje se corrió, lágrimas negras bajaron por su rostro—. ¡No me toquen! ¡Yo me voy a ir sola!

Megara empujó a los otros dos y caminó hacia el ascensor. Max observó sus manos vacías por un instante y su mirada la siguió, luego cayó en la figura insensible de Mikaela, y al final fue tras ella. Rafael repitió el mismo patrón, y León también, en ningún momento dejó de negar con incredulidad. Pronto todos habían abandonado el salón, como si de repente se hubieran encontrado con una cucaracha en su cama y no pudieran soportar el peso de su asquerosa presencia.

Esa era la incómoda verdad, lo que los Recolectores solían evocar en los demás.

✴ ✴ ✴

Las vendas cubrían la mayor parte de su cuerpo, desde sus muñecas hasta la superficie del tórax.

Luís estaba acostado en la cama, con sus rizos apagados desparramados por la almohada. Las sábanas negras lo cubrían hasta la cintura, contrastaban con su palidez enfermiza. Apenas notó la primera inclinación de su pecho Mikaela sintió que todo aquel sufrimiento empezaba a tener sentido, él estaba ahí, respiraba de forma pausada en señal de que se hallaba inmerso en las profundidades de la inconsciencia.

Mikaela levantó una de todas para ver el color rojizo de la herida, era una señal de que no se estaba pudriendo, y de que había logrado quitarle la sombra por completo.

—Puedo oler la sangre de Mare en él —admitió con tono neutral la mujer parada en una esquina, al final fue la única que se quedó, lo juzgaba con sus ojos de concreto, le erizaba la piel—. Se cura rápido, aunque no creo que despierte en unas cuantas horas con suerte, necesitará a un profesional si el shock es demasiado fuerte. No sé qué tan profundo haya sido el daño psicológico de la estadía en el laboratorio mezclado con el de ese parásito.

—Gracias por cuidarlo, aunque no sea tu obligación —murmuró, todo le parecía demasiado irreal, si parpadeaba una vez sentía que todo iba a desvanecerse. La piedra descendió a su pecho, dolía.

—Lo es —dijo ella, le dedicó una mirada filosa—. De otra forma, me habría ido con Rafael y los demás.

Mikaela se sentó al lado de Luís, con la mano temblorosa le quitó un mechón dorado del rostro, y otra vez comprobó que respiraba al sentir el ligero suspiro contra su mano. Gracias a eso inspiró de forma repentina, su pecho desprovisto de vida se agitó, y luego dejó caer los hombros hacia adelante, su cabello formó una gruesa cortina de pelo a los lados de su mirada. El suelo brillante que reflejaba la única lámpara de la habitación empezó a emborronarse.

Tengo que encontrar a Génesis.

Toda la fuerza que había utilizado para fingir frente a los demás se volvió en su contra. La desilusión en la cara de las personas que depositaron su confianza en él pesó como el material divino en su columna. Trató de recordar las palabras de Génesis el día que casi se había perdido a sí mismo en el bar cuando vio a la Reina, para poder continuar.

«Levántate, Mikaela. Es tu trabajo»

Sin embargo, fue peor. Al final se llevó las manos a la cara, y comenzó a llorar. Lo hizo por Luís, por lo que le había hecho a Génesis y por la muerte de Hole, mientras la imagen de su compañera desaparecía y era reemplazada por las palabras que la quimera le había dicho antes de morir.

—Estoy... bien. —En ese momento, era evidente que Hole no lo estaba. Parte de su cuerpo no respondía correctamente, respiraba con irregularidad, se le iban los ojos hacia atrás—. Ya se va a curar, solo tengo que dormir un rato...

La cantidad de sangre que perdía y las señales que enviaba, no comprendía cómo era que seguía viva en realidad, esa espada había estado a punto de atravesarle el corazón.

—Tenía miedo de cómo fueran a reaccionar cuando vieran lo que soy en realidad —dijo ella con un hilo de voz—, pensé que si te salvaba una vez ibas a quedar en deuda conmigo, y no ibas a querer matarme después. —Tosió algo parecido a una risa—. Ahora veo que en realidad fui una estúpida, no esperaba...mi corazón...

El cazador trataba de asimilar lo que decía, los ojos de Hole de a poco perdían el brillo cristalino que los caracterizaba, y las venas se marcaban como un entramado de telarañas alrededor de su boca y de la herida pálida de su pecho. La misma trataba de cerrarse con dificultad, ella había dejado de moverse, cerró los ojos.

Seguía hablando.

—Seguro tenés preguntas —murmuró—. Dejame decirte que no es muy diferente a lo que les pasó a esas amalgamas que asimilaron a la sombra que las poseyó, solo que yo nací en este cuerpo desde el principio, y me criaron de forma diferente.

Hole los abrió con lentitud, dos cintas del color del cielo resaltaban contra la negrura, se atragantó, sus labios se mancharon de negro y tuvo que encorvarse para recuperar la sonrisa elocuente que puso al mirarlo.

—En toda tu carrera cazando a mi especie, ¿nunca conociste a una que tuviera una conciencia individual? Me siento especial.

Su mente hacía cortocircuito, recordaba todos aquellos momentos en los que la había visto convivir con los demás, ganando la compañía de Génesis con su extraña, pero amable, forma de ser. No era mala, no estaba corrompida. No podía ser posible que ella sea...

Una de las criaturas que por ley debía eliminar.

Esa era la verdad que se había atorado en su garganta. ¿Estuvieron conviviendo con el enemigo todo este tiempo? Si tenía contacto directo con los Sin Rostro, debía encontrar a Génesis, decirle lo que pensaba antes de que lo consumiera por dentro.

Sus huesos de repente se volvieron demasiado pesados, como si nunca hubiera abandonado Nocta, y una parte de ese lugar se había metido dentro de él.

El llanto de Mikaela se había convertido en un débil susurro, Alexandra lo veía con demasiada atención, no sabía tratar con esa clase de emociones, pero sí era capaz de analizar la situación, y en ese momento lo hizo a la perfección.

—Hole no murió —dijo, frunció el ceño—, la dejaste morir.

Mikaela se enderezó de repente, imitó su gesto, con el rostro surcado de lágrimas y los ojos enrojecidos. Sentía el metal de su guadaña quemarle mientras pensaba en lo que iba a decir en voz alta, aun con el peso aplastante de su deber en la espalda.

—Ella me salvó.

Y era una sombra.

✴ ✴ ✴

2/3

¿Esperaban la verdad sobre nuestra pequeña Hole?

¿Qué hubieran hecho en el lugar de Mikaela?

—Caz

Continue Reading

You'll Also Like

1K 112 18
Cuando Helena Carter recibe una llamada de su hermana a la misma hora que presuntamente había muerto se envuelve en un misterio para saber la verdad.
846 162 21
Viviendo en una ciudad donde sólo hay oportunidades para unos pocos, Golondrina sueña con la libertad. En su mundo ideal, ella y sus chicas viven con...
255 62 4
Lysha acaba de mudarse al pueblo de Ainsworth, el pueblo de su prima, donde conoce al que sera ese amor de juventud que te marca de por vida. Una es...
144 73 15
Una simple sonrisa cambia todo a tu alrededor. Pero la verdadera alegría solo la encuentras con el gran yo soy. Las flores marcan esa alegría y yo ha...