Estudio 139 [the GazettE- Aoi...

By sugarmeli

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Dicen que el Estudio 139 está embrujado, han desaparecido integrantes de bandas, se ven fantasmas y escuchan... More

Capítulo Uno
Capítulo 2

Capítulo 3

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By sugarmeli


1

—¿Qué eres? —Preguntó Aoi temblando.

—Tu eres uno de ellos, ¿no es cierto? —Uruha dijo más como declaración que como pregunta.

—Viene por mí —dijo Aoi.

"I will blacken out this world

Darkness in the world

Starts tonight"

Resonó en todo el pasillo seguido del grito de quién pareció ser Kai.

Aoi no tuvo tiempo de contestarle solo se movió disparado hacia la puerta del estudio donde había escuchado el grito, trató de abrirla pero fue imposible. Apena podía ver bien, las luces se habían apagado por completo y la única luz que entraba al pasillo era gracias a las pequeñísimas ventanas en lo alto, el olor a humedad y el hierro de la sangre no se había disipado, aunque Uruha hubiera exorcizado a la aparición, debía haber más.

Mientras jalaba el picaporte con fuerza se sintió verdaderamente estúpido, como no había creído que Uruha podría tener poderes, con todo lo que había visto que su hermana podía hacer, entendía que uno no iba por ahí pregonando tener habilidades especiales, aun así cómo no se había dado cuenta, incluso cuando habían pasado la noche juntos.

—Déjame intentar —Uruha estaba a su lado, aun con la poca iluminación Aoi podía ver las pupilas del castaño, tan negras como gotas de petróleo descendiendo en el mar. El guitarrista trató de girar el picaporte, fue imposible—. Un demonio la mantiene cerrada —explicó con tranquilidad, movió la mano probablemente para hacer algún sigilo cuando Aoi se adelantó.

Enfocó su energía y suspiró—. Abre —la puerta se abrió con fuerza de par en par, adentro había luz, un foco que se balanceaba de un lado a otro como un péndulo, parpadeando. Probablemente verían mejor si de hecho el foco no estuviera prendido, pensó que era lo que el demonio quería hacer.

Miró la escena rápidamente, Reita estaba frente a Ruki quien estaba sentado en el piso con Kai recargado en las piernas, tenía el brazo levantado el cual sangraba profundamente. Reita sostenía un pedazo de bajo con el que le había pegado al vocalista, podía adivinarlo por la sangre que escurría de este, aún así Ruki no se había movido.

—Reita —dijo Uruha con la voz tranquila.

El mencionado se giró ladeando la cabeza en un gesto que no parecía ser propio, sonrió ampliamente mientras jadeaba—. Takashima —dijo con voz que tampoco era suya—, qué coincidencia tan agradable, encontrarte a un lado de Aoi —lo señaló con la cabeza—. Cuando te maldije jamás pensé que el destino sería tan cruel con los dos —sonrió mostrando unos grandes colmillos amarillentos.

Uruha permaneció impasible, sin embargo Aoi lo miró con extrañeza—. ¿De qué habla? —Preguntó sin entender.

—Hijo mío, es hora de regresar —Reita miró a Aoi acercándose, el castaño se interpuso de inmediato—. Ya no eres un niño, tu reputación te precede, dime, ¿lo hiciste por mí? ¿Matar a todos esos demonios? ¿De verdad tienes miedo de morir? —Soltó una carcajada.

—Lo hice porque ningún demonio merece vivir —sentenció Uruha.

Aquello le cayó a Aoi como balde de agua fría, él sabía que no todos los demonios eran malos, se lo habían enseñado una y otra vez. Él mismo, sabiendo lo que era, había tratado de ser una buena persona, jamás había querido regresar con quienes le repetían eran sus padres. Había trabajado el rechazo de sus padres humanos por ser lo que era, incluso había aprendido a aceptarse. También había aprendido a aceptar el posible rechazo de Uruha, por miles de razones, no por la más simple, por ser lo que era, como una terrible repetición de su infancia.

Reita comenzó a reírse—. Aoi, no hay nada aquí para ti, te lo he dicho hasta el cansancio, incluso la persona que amas jamás entendería quien eres. Ven conmigo y los dejaré vivir, incluso al maldito Takashima —dijo el demonio a través del bajista.

Aoi tembló, Uruha no se movió.

—Aoi no es un demonio —dijo Uruha, aunque parecía decírselo más a sí mismo.

—Lo es —aseguró el otro—, y no un demonio cualquiera. Es un humano con alma de demonio —sonrió—. ¿Entiendes lo que eso significa? No te maldije en vano Takashima, mi hijo es el único capaz de matarte.

—No —dijo el pelinegro—, jamás haría eso.

Reita estiró la mano—. Ven conmigo y no será necesario, no tendrás que verlo nunca más, ni vivir pensando cuándo será el día en que ambos tengan que matarse el uno al otro, porque ahora que lo sabe, Takashima no te dejará vivir, ¿no es cierto? —Miró a Uruha.

Aoi deseó con todas sus fuerzas que el guitarrista lo negara, pero logró ver la duda en su expresión, después de tantos años de prestarle atención, nadie podía leer a Uruha como él. Se hizo hacia atrás, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos, lo mataría sin pensarlo. Se echó a correr por el pasillo dispuesto a alejarse de todo y de todos.

2

—¡Aoi! —Gritó Uruha en el momento en que lo vio salir del estudio,

—No irá lejos —dijo Reita—, las apariciones son suficientes para crear un espacio infinito del que no podrá escapar —se adelantó para seguirlo, pero el castaño levantó la mano dándole de lleno al bajista en el pecho, movió los dedos y le dio otro golpe. El rubio cayó de espaldas sobre la mesa deshecha, sobre él una enorme figura que parecía estar hecha de niebla salió de su cuerpo—. Te has vuelto fuerte.

—Reita —escuchó decir a Ruki, tenía una fractura en el brazo, además de las heridas abiertas, trató de moverse pero el cuerpo de Kai se lo impidió.

Uruha echó una pierna hacia atrás y levantó ambos brazos frente a él, pelearía con el demonio antes de dejar que se acercara a Aoi. Había pasado tan rápido que no había podido decirle que jamás se atrevería a hacerle daño, incluso cuando había sentido un escalofrío recorrerle el cuerpo al saber quién era el chico en realidad, no podía, siquiera la idea de hacerle daño a Aoi le causaba malestar. Prefería morir antes de ponerle un dedo encima y aquello, lo hacía sentir peor, tal vez no podía dejar de pensar en él últimamente, prestarle más atención de la necesaria, sabía por qué lo había besado aquel día, como desde hacía años la forma en la que Aoi le hablaba o lo buscaba lo volvía loco. Solía ocultar cada uno de sus sentimientos, por lo que había ocultado su verdadero sentir hacia el pelinegro, al punto de no poder negarlos en ese momento, lo había besado ebrio, lo había hecho suyo en cada movimiento y respiración, porque muy debajo de esa fachada fría, Aoi era lo único que le importaba más que su propia vida.

—Me encantaría quedarme a acabar con tu vida, verás que tengo asuntos más importantes —dijo la figura neblinosa—, dejaré que el estudio haga su trabajo —se desvaneció al tiempo que por la pared varias figuras comenzaban a formarse.

—¿Qué demonios? —Preguntó Ruki con voz temblorosa aferrándose a la camisa de Kai.

—Carajo —dijo Uruha, la energía era tan fuerte que incluso las personas sin habilidades espirituales podían ver las apariciones, el vocalista estaba tan pálido que no tardaría en desmayarse—, Ruki no dejaré que les pase nada, tengo que hacerlo rápido. Trata de despertar a Kai y a Reita, tienen que salir de aquí —explicó.

Ruki lo miró como si se hubiera vuelto loco, seguramente ver que tu compañero de banda hablaba de los fantasmas como si fueran papas debía ser una gran impresión.

—De acuerdo —dijo el vocalista—, pero me debes una gran explicación y probablemente una botella de whisky.

Uruha asintió sintiendo sus ojos cambiar de color, además de los colmillos crecer dentro de su boca—. Hecho, una cosa más —dos apariciones se arrastraban por la pared dejando un rastro de sangre, una de ellas tenía la boca abierta, no tenía lengua solo parecía escurrir saliva. La otra carecía de dedos en las manos y una gran abertura le adornaba el pecho—, veas lo que veas, no te haré daño —dijo moviendo la mano en sentido de las agujas del reloj, una de las apariciones siseó y sin más se le aventó como si se tratara de un animal.

Uruha dobló la espalda hacia atrás para esquivar el ataque, la otra saltó de inmediato hacia sus piernas, sintió la punzada de los colmillos entrar en contacto con su piel. Se incorporó y alzó la pierna lanzando a la criatura contra la pared.

—Esto no está pasando —dijo Ruki dándole palmaditas a Kai en la mejilla casi con prisa—, vamos Kai, no me voy a volver loco yo solo. Despierta —dijo rápidamente, el baterista comenzó a recuperar el conocimiento poco a poco, lo cual fue un alivio para ambos.

Uruha dirigió las manos hacia la aparición que había lanzado a la pared, y comenzó a moverlas casi como en una coreografía, entre ellas comenzaba a formarse lo que parecía humo de color negro con morado. El primer fantasma se le echó en la espalda, el castaño fue más rápido, sin dejar de mover las manos, alzó la pierna hacia atrás, lanzándolo contra la otra aparición, extendió el humo hacia ellos envolviéndolos a ambos. Cada que movía las manos el humo se enredaba más entre las criaturas que proferían terribles sonidos.

—¿Qué está pasando? —Escuchó preguntar a Kai.

—Aún si supiera, creo que no podría explicártelo —contestó Ruki—, ayúdame a despertar a Reita, puede que sea un imbécil pero es nuestro imbécil. Ignora a Uruha, solo es un superhéroe o algo así —dijo con sarcasmo.

El castaño casi se ríe al escuchar la calma con la que el vocalista estaba tomando las cosas que estaban sucediendo. Dibujó con los dedos el sigilo y exorcizó ambas apariciones, al mismo tiempo que otra comenzaba a deslizarse por el techo, era otro chico que si la historia del estudio era cierta, Uruha adivinó debía ser el chico infiel, por su poder.

—Les dije que estaba embrujado —la voz de Reita se escuchó rasposa.

—¿Estás bien? —Le preguntó Uruha sin dejar de ver a la criatura en el techo que torcía sus brazos, se sostenía únicamente de las piernas pegado al techo.

—Me veo mejor que tú —contestó el bajista moviéndose con dificultad—, sabía que algo no nos estabas diciendo.

—Salgan de aquí —advirtió, moviendo las manos nuevamente, el humo formándose entre estas.

El fantasma comenzó a reírse con voz aguda, abrió la boca y soltó saliva sobre los otros tres. Uruha apenas pudo reaccionar, moviéndose con rapidez tomó a sus compañeros jalándolos a un lado en milésimas de segundo, la saliva cayó sobre trozos de madera que comenzaron a desintegrarse.

—¿Qué...

—El demonio debió de darle más energía —explicó Uruha ante la interrogante de Kai—, este y la chica asesina son los más fuertes. No puedo pelear si están ustedes —señaló la puerta.

—No te vamos a dejar aquí —dijo Reita con voz seria—, te van a matar.

—Reita —advirtió el castaño con urgencia—, mírame y dime si crees que podría vencerme —dijo con seguridad, no estaba seguro cual era su apariencia real en ese momento, sabía que debía distar mucho de como lo conocían, sus ojos eran negros, estaba mostrando sus colmillos y su energía lo rodeaba como humo que parecían ramas saliendo de su columna vertebral.

—Si te mata, te mato —advirtió, con toda la seguridad que pudo demostrar. Uruha asintió, aliviado que su mejor amigo fuera él mismo y no el demonio que minutos antes lo había poseído con descaro, sabía que lo había logrado porque Reita no siempre tomaba las mejores decisiones, pero no era una mala persona.

Los tres salieron rápidamente del estudio, Uruha sintió el golpe de la criatura lanzarlo al otro lado del pasillo, lo había tomado desprevenido, sintió su espalda crujir ante el impacto. Colocó la palma de su mano sobre el piso y despidió su energía hacia donde sus amigos corrían, una enorme mancha oscura apareció en el piso, estaba interfiriendo el espacio que había creado el demonio para dejar que los otros tres pudieran salir. Tenía que acabar con todo y buscar a Aoi.

La aparición lo atacó, sin embargo Uruha era el mejor cazademonios de Japón después de todo, se hizo a un lado tomando una de las extremidades de la criatura, lo azotó contra el piso , movió las manos dibujando el primer sigilo sobre este. Para la cantidad de energía que emanaba, necesitaría al menos tres. El otro siseó escupiendo, la saliva apenas rozó el dorso de su mano pero fue suficiente para sentir la quemadura, ignorando el dolor, le soltó una patada tan fuerte que mandó al otro al techo.

"Uruha"

La voz de Aoi resonó en el pasillo oscuro, se detuvo por completo tratando de descifrar si la voz era del verdadero o solo una ilusión, cuando de las paredes comenzó a brotar lo que parecía ser pintura negra, se tragaba el color a medida que avanzaba por estas. Miró hacia todos lados tratando de entender lo que ocurría, aunque las apariciones eran capaces de crear ilusiones para asustar a las personas, aquello no solo era real, no tenía la energía de una aparición.

Su distracción provocó que su enemigo lograra tomarlo por el cuello, llevándolo contra la pared con tal fuerza que le costó respirar por unos momentos, tomó la muñeca torcida de la aparición.

"Uruha, lo siento. No sabía lo que eras."

Trató de decir algo pero no pudo por la presión en su cuello, como pudo alzó la pierna interponiéndose entre los brazos de su enemigo y él, logró darle la vuelta para que lo soltara, apenas recuperándose rodeó la cabeza de la aparición y con la otra mano dibujó el segundo sigilo.

"Tampoco entiendo qué soy, yo..."

—Aoi —dijo al aire—, no hagas nada, ya voy.

La aparición lo golpeó de lleno y cayó al piso que comenzaba a inundarse con pintura negra, la cual se sentía caliente. No tenía idea de qué era, el olor dulce de esta hacía que su instinto se encendiera sin poder controlarlo realmente, sintió su espalda crujir nuevamente, sin embargo esta vez no era su energía la que emanaba de él, si no algo físico, rodeándolo como ramas de árbol. Dolía y mucho, se apaciguaba con el olor de la pintura, vio sus manos de las cuales comenzaban a salir garras de color negro, su cabello crecía nublándole la vista, también cambiaba de color de castaño a oscuro.

Fuera lo que fuera, la sustancia estaba despertando su lado de demonio sin que pudiera controlar nada de lo que sucedía en su cuerpo. La aparición trató de atacar nuevamente, Uruha solo tuvo que alzar el brazo para partirlo en dos con las garras de la mano izquierda, ni siquiera se levantó, seguía viendo fijamente el piso, sin necesidad de exorcismo la aparición se desvaneció, no así la pintura.

Levantó la vista, con la cual ahora podía ver con más claridad que antes, como si fuera de día, además de captar movimientos imperceptibles al ojo humano, el calor que emanaba de personas en diferentes pisos o dimensiones, ya no supo donde se encontraba. Frente a él había una figura de lo que parecía ser una mujer pintada de negro, vestía un enorme tocado en la cabeza y lo miraba sin moverse, parecía ser una estatua, excepto que su mirada le transmitía lo contrario.

—Demasiado poder contenido —dijo la mujer con voz suave pero grave—, debes acompañarme hijo de Aluca, si es que quieres encontrar al chico que llamas Aoi.

Uruha notó que le costaba trabajo tratar de dominar sus poderes, no le estaban respondiendo, la mujer frente a él no se movió, no estaba esperando respuesta sin embargo no dejaba de mirarlo, aún si había dicho el nombre de su madre estaba demasiado concentrado en verse humano nuevamente.

—Hecate —dijo el castaño comprendiendo que se encontraba frente a una diosa.

La mujer asintió—. Te guiaré por la otra dimensión —abrió la mano y le mostró una llave.

—¿Por qué? —Preguntó levantándose, era inútil tratar de pelear contra sus poderes.

—Me pidió ayuda, le estoy contestando.

—¿Aoi?

La otra asintió—. Ha pagado un precio demasiado alto por algo que no fue su decisión —contestó—. ¿Estás dispuesto a ayudarlo?

Sabía que no tenía que dar una respuesta, Hecate la conocía.

3

Aoi había salido corriendo, entendiendo muy tarde que no había a donde escapar, el demonio los había encerrado en una especie de campo que no llevaba a ningún lado. De pronto estaba de nuevo en el pasillo que conducía al Estudio 139, sin embargo algo lucía diferente, todos los focos estaban prendidos y no había ningún ruido proveniente del estudio, estaba solo en ese lugar. Quiso regresar sobre sus pasos, fue imposible, seguía dando vueltas.

—¿Por qué te esfuerzas tanto en permanecer en un mundo que no te quiere? —Le preguntó una voz que resonó en todo el pasillo.

—¿Por qué insistes en llevarme a uno donde no quiero estar? —Contestó.

Una figura salió entonces del dichoso estudio, Aoi pensó que sería algo monstruoso o aterrador, se sorprendió al ver a un hombre común y corriente a excepción de sus ojos que eran tan negros como había visto que se habían vuelto los de Uruha. No parecía ser joven, tampoco viejo, parecía atrapado en un retrato salido de una pesadilla, incluso si no tenía nada fuera de lo común, su cabello negro y sus pupilas eran suficientes para causarle un escalofrío.

—Es porque no me has dejado explicarte tu lugar —dijo el hombre con la misma voz grave, caminó hacia él. Aoi quiso moverse, después pensó que de todas maneras no habría a dónde escapar, su impulso lo había encerrado junto a ese demonio—. Los demonios no podemos reproducirnos de la misma manera que los humanos, pueden pasar siglos antes de que podamos tener hijos, incluso si algunos intentan acelerar el proceso cometiendo la atrocidad de mezclarse con humanos. Para tu madre y para mí fue más complicado, pues nuestro hijo no solo debía ser completamente demonio, debía pertenecer a la nobleza, por lo que las posibilidades son limitadas. Cuando naciste, pensamos que todo estaría bien, excepto que naciste enfermo, presa de una dimensión que se muere poco a poco, estabas muy débil y no tuve más remedio que sellar tu alma junto al cuerpo de un niño humano. Se suponía que no estarías más que unos meses, en lo que te ponías fuerte y podíamos regresarte a nuestra dimensión, pero la humana con la que hicimos el trato continuó alejándonos de ti. Hasta que cumpliste ocho años, cuando por fin pudimos ir por ti, excepto que tú ya no querías tener nada que ver con nosotros —dijo el demonio amargamente—. Te hemos esperado años Aoi, ven y toma tu lugar como el príncipe que eres.

Aoi se echó hacia atrás negando, sin poder creer lo que escuchaba—. Lo siento, no puedo, no quiero. Me encanta mi vida aquí, la música, Uru...—no se atrevió a completar la oración.

El demonio bufó—. Ese mestizo, al que tanto amas —dijo con cierta burla—, ¿sabías lo que era? —No contestó—. Es el cazademonios más buscado de nuestra dimensión, ¿sabes por qué?

—Porque lo maldeciste —contestó casi con odio, aun si no sabía toda la historia sabía que algo le había hecho a Uruha y eso no podía pasarlo por alto.

—Es verdad, le dije que estaría condenado a morir a manos tuyas —sonrió de lado—, por lo que comenzó una cruzada en nuestra contra, matando a cualquier demonio que se le atravesara, sin importarle la razón. Existen demonios buenos y demonios malos, y esa persona a la que tanto dices amar ha matado a todos por miedo a morir. No te engañes Aoi, no dudará en matarte si representas una amenaza contra su vida.

Aoi negó sin querer recordar el rostro de duda del castaño, quería aferrarse a todas esas veces que lo vio sonreír o tocar la guitarra a su lado. Pensó en esa única ocasión en la que habían sido uno, que sus labios lo habían acariciado en cada parte de su cuerpo, la forma en la que sus dedos lo habían hecho temblar, no de miedo. Podía pensar en muchas cosas que Uruha le provocaba, miedo no era una de ellas, fuera o no un cazademonios.

Sintió una energía rodear su cuerpo, el hombre que decía ser su padre lo miró fijamente—. Es hora que conozcas la vida que puedes llevar, en lugar de estar rogando por migajas en un mundo que te desprecia —sintió la energía ahogarlo—, tu cuerpo humano debe morir para que puedas regresar a tu antiguo ser —le faltó la respiración.

Cerró los ojos a medida que le costaba trabajo respirar.

"Uruha" pensó con fuerza, como si su pensamiento pudiera alcanzarlo, se aferró a esa idea. No sabía cuáles eran los poderes del castaño, tal vez si hubieran hablado de aquello desde el principio.

—Si vienes conmigo, lo dejaré vivir —dijo la voz del demonio.

En su cabeza vio con claridad el cuerpo de Uruha sobre el piso, no respondía y su mirada carecía de expresión.

—Aún no está muerto, le salvaré la vida si vienes conmigo.

Aoi sintió una lágrima resbalar por su mejilla y dejó de luchar.

"Uruha, lo siento."

"Ayúdame. Alguien ayúdeme, a regresar con él."

Fue como caer en el agua, aunque pudo respirar con normalidad. Sentía su cuerpo flotando sin ningún peso que lo contuviera, no había oscuridad, tampoco luz, solo colores desplazándose de un lado a otro en esa inmensidad de lo que debía ser la nada.

A lo lejos podía ver una ciudad, como se veían al estar sobre un avión. No parecía nada de lo que había visto alguna vez, era una ciudad con un enorme palacio que le recordaba al taj mahal, parecía estar cubierto de polvo, polvo amarillento que no lucía tan denso como la arena. El cielo no era azul, si no amarillo, carente de vida.

—Nuestra dimensión está en ruinas Aoi, por eso debemos conquistar otra. Regresar a nuestra gloria anterior —escuchó la voz de su padre pero no lograba verlo.

Y entonces sintió el cambio en su cuerpo, se estaba despegando de si mismo, se miró las manos cuando estas comenzaron a cambiar, sus dedos se hacían mas largos y grandes uñas crecieron de color rojo, su cabello que antes acariciaba sus mejillas pareció hacerse más corto, los colmillos sobresalieron de sus dientes y supo que sus ojos estaban cambiando de color. La energía que sentía fluir con poca intensidad, ahora lo recorría tratando de aferrarse a su cuerpo, supo de inmediato que cualquier palabra que pronunciara se haría realidad si le ponía la suficiente intención.

Se acercaba cada vez más a aquella ciudad, en el momento en el que sus pies tocaran el suelo de ese lugar no habría vuelta atrás, suspiró con cierta resignación, había huído durante muchos años, tal vez era inevitable, tal vez era ese su destino y había sido un tonto en tratar de huir de él, al menos pudo salvar a Uruha, a sus amigos, cerró los ojos.

Sintió una mano rodear su muñeca y darle un fuerte jalón.

—No te atrevas a dejarme —escuchó la voz, por un momento no lo creyó.

Abrió los ojos de golpe y se encontró con los pozos de ónix de Uruha, su cabello ya no era castaño, era más bien negro. Estaba rodeado de una coraza de madera desde la espalda, podía ver sus colmillos con claridad, nunca en su vida había pensado que se veía tan hermoso como en ese momento.

—Uruha, ¿qué haces? Pensé que...

—Vine por ti —dijo con su voz neutra—, no iba a dejarte, no iba a dejar que salieras de la banda —se corrigió de inmediato.

—Te vi, estabas muriendo —le importó poco lo que dijera, quería comprobar que no estaba alucinando, aunque no lo había soltado, él se atrevió a acariciarlo en la mejilla. Seguían cayendo, flotando en esa inmensidad de colores.

—Nadie, excepto tú puede matarme —dijo dejándose envolver por el contacto.

—Takashima, no tienes nada que hacer aquí —la voz del demonio resonó, nuevamente una enorme figura de niebla apareció sobre ellos—, tal vez no puedo matarte, pero en cuanto entres en la citadela serás desmembrado una y otra vez, ese será tu castigo por ser un maldito mestizo entrometido.

Aoi jaló a Uruha colocándose frente a él—. Dijiste que lo dejarías vivir —dijo con los ojos entrecerrados, una extraña furia inundando su cuerpo.

—Fue él quien decidió entrar a esta dimensión, aquí no hay lugar para un mestizo.

Sin decir nada Uruha se lanzó en contra del demonio, su energía fluía a través de su cuerpo como Aoi estaba seguro nunca lo había hecho, su instinto demoníaco apoderándose de él y Uruha tenía un poder impresionante. Peleaba contra su padre, quien se supone era un príncipe sin que le costara trabajo. Quería hacer algo para ayudar, no sabía qué, aunque tuviera poderes, nunca los había usado por completo, no como su compañero de guitarra.

—Aoi, hijo de Samael —la voz de una mujer le habló en su oído—, príncipe de la dimensión de Ashtar. Si tu deseo es vivir entre los hombres podrás hacerlo, deberás entregar tu inmortalidad a cambio.

Aoi se giró hacia la mujer vestida de negro, con un enorme tocado dorado en la cabeza, lo miraba con profunda seriedad.

—Ni siquiera sabía que era inmortal —dijo sorprendido. La mujer asintió—, es una decisión muy fácil.

—Debes saber lo que implica.

Uruha se giró gruñendo, el demonio había logrado golpearlo, no lo había hecho retroceder, sonreía de una extraña forma, a pesar de que no podía moverse con normalidad, parecía que podía pelear sin ningún problema.

—Tendrás tus poderes, tu cuerpo humano, pero tu padre no será el único que vendrá por ti. Serás único entre los humanos y único entre los demonios, el único balance entre las dimensiones, será tu obligación mantener ese equilibrio, guardián de la tierra —dijo la mujer con tranquilidad.

—Y, ¿si me niego? —Preguntó temiendo la respuesta.

La mujer no cambió de expresión—. Gobernarás en la dimensión como tu padre lo ha dispuesto para ti, y Uruha cumplirá su castigo —afirmó.

—No hay mucho que decidir —se alzó de hombros.

—Hay algo más que debes saber —Aoi permaneció callado sin quitarle la vista al otro guitarrista quién seguía peleando, ninguno de los dos estaba cansado—, tarde o temprano Uruha tendrá que pagar sus pecados.

Aoi iba a preguntar a lo que se refería, cuando sintió que cayó al piso aun si seguían en la inmensidad de colores, lo mismo ocurrió con su padre y con Uruha.

—¿Qué hiciste? —Preguntó su padre con horror.

—Samael —la mujer apareció detrás de Aoi—, tu hijo ha tomado su decisión ya no es heredero de la tierra de Ashtar.

—Hecate, tú —quiso decir algo más, se quedó petrificado cuando una mano le atravesó el pecho.

El pelinegro se quedó sin palabras en el momento en el que Uruha atravesó el pecho de su padre con fuerza, sostenía su corazón en la mano rodeado de sangre de color plateado.

—Abyss, Abyssum, Invocat —dijo Uruha, debajo de él se abrió un enorme circulo negro.

—Vas a pagarlo mestizo —fue lo último que el demonio dijo antes de caer por el enorme abismo que se había abierto ante sus pies—, te maldigo a morir en manos de mi hijo, cuando creas que su amor va a salvarlos —la figura desapareció.

Uruha permaneció de pie con el corazón en la mano, sin ninguna expresión en el rostro.

—Tienes que sacarlo de aquí antes de que se abandone al instinto —dijo Hecate.

—¿Cómo? —Miró al guitarrista horrorizado, no había rastro de su humanidad.

4

—No deberíamos estar aquí —apuntó Reita aterrorizado—, deberíamos ir al hospital antes de que se ponga peor —apuntó al brazo de Ruki.

—Si a mí no me molesta, a ti menos. No seas un cobarde, podrían estar muertos —contestó el vocalista molesto.

Habían logrado salir de la disquera y había pasado casi una hora sin que ninguno de los guitarristas contestara el teléfono, tanto como Kai y Ruki estuvieron de acuerdo en entrar para saber lo que había ocurrido. Querían confiar en que Uruha estaba bien, que Aoi también, sabiendo que era difícil con todo lo que habían visto, incluso seguían temblando, ¿qué podían hacer? Nadie les creería si hablaban a la policía.

Caminaron por el pasillo antes de llegar al correspondiente del Estudio 139, como imaginaron no había nadie, todo el lugar parecía desierto, aunque ya no se sentía esa extraña energía pesada que les causaba escalofríos. Al girar en el pasillo, lo vieron: Uruha estaba tirado en el piso inconsciente boca abajo.

Sin pensarlo mucho fue Reita quien corrió hacia su amigo para levantarlo del piso, alcanzó a girarlo para recostarlo sobre sus piernas.

—No te atrevas a hacerme esto Shima —le dijo dándole palmadas para hacerlo despertar, sin embargo el guitarrista no reaccionaba—. Vamos, cabrón, despierta.

"I will blacken out this world

Darkness in the world

Starts tonight"

Se escuchó en el pasillo, por un momento Ruki pensó que volverían a ver fantasmas, pero la canción parecía un cierto arrullo. Alzó la vista y vio a dos mujeres frente a él, una de negro y otra de blanco ambas con la cara cubierta y un tocado de luna en la cabeza, ellas estaban cantando.

I deny everything, I deny all of it —las palabras resbalaron de la boca del vocalista asombrado, los otros dos lo miraron como si hubiera perdido la cabeza—. Para derrocar a un dios, aquí ofrecemos la muerte. Ustedes, a las voces que resuenan, sigan el sonido de mi aplauso —comenzó a cantar al mismo ritmo que las voces de las mujeres—. Vamos a convertirnos en oscuridad y traer la más perfecta muerte.

"I will blacken out this world

Darkness in the world

Starts tonight"

Uruha abrió los ojos tan negros como antes y comenzó a toser con fuerza.

5

Aoi no sabía qué hacer para que el otro se calmara, en cualquier momento se le iba a echar encima para atacar, fue cuando escuchó a lo lejos unas voces cantando.

"I will blacken out this world

Darkness in the world

Starts tonight"

Seguido de la voz de Ruki, su amigo lo estaba llamando, mostrándole el camino para regresar, pero primero tenía que hacer que Uruha reaccionara.

—Uru —lo llamó acercándose con cautela, el otro lo miró ladeando la cabeza—, mírame soy yo. Aoi —el otro lo miraba con un profundo vacío, no podían quedarse ahí, tampoco podía permitir que su instinto demoníaco lo consumiera, no podrían regresar de otra forma—, Uruha, por favor —repasó qué podría hacer, si el guitarrista peleaba contra él no tendría ninguna posibilidad, acababa de matar a su padre, tenía un poder impresionante. La voz de Ruki volvió a resonar por el lugar, junto a las voces de las mujeres, era espectacular que a pesar de todo lo que había pasado su vocalista estaba logrando armar una canción, si tuviera la fuerza en la voz de Ruki, sería más fácil y entonces se dio cuenta que sus poderes ya no estaban mermados, ahora tendría más control sobre ellos. Se concentró con mayor facilidad y soltó la energía en la palabra esperando que funcionara—. Despierta —dijo.

Uruha se quedó paralizado por un instante y entonces desapareció. Aoi tenía que seguirlo, no sabía cómo hasta que la voz de Ruki volvió a resonar, se limitó a seguirla hasta que vio todo negro.

Abrió los ojos y vio el techo, estaba de vuelta en el Estudio 139. Se levantó con dificultad, mirándose las manos, habían regresado a la normalidad, se tocó el cabello, de nuevo largo, estaba en su cuerpo humano. Caminó sintiéndose dolorido hacia la salida, donde vio a dos mujeres, sabía que una era Hecate y probablemente la otra también retratada en la luz. Se giró y vio a sus amigos alrededor de la figura de Uruha, corrió sin pensarlo.

El castaño tosía a medida que sus ojos regresaban a su hermoso color miel, se llevó la mano a la cabeza.

—Eso fue intenso —dijo con tranquilidad.

—¿Están bien? —La cabeza de Ruki pasaba de Aoi a Uruha en una velocidad récord.

—Debería preguntarte lo mismo, tu brazo —dijo el castaño levantándose, finalmente su mirada cayó en Aoi—, ¿y tú?

Aoi lo miró con miedo, no sabía muy bien qué había pasado en esa otra dimensión, tampoco había sido nada, ni una declaración de amor, no importaba lo que su padre hubiera dicho. No podía moverse, si en ese momento Uruha quería matarlo, estaría en su derecho.

—Gracias por traerme de vuelta —dijo el castaño con tranquilidad.

Aoi sonrió aliviado—. Gracias por ir por mí —dijo sonrojándose.

6

Uruha fumaba afuera del hospital mientras atendían las heridas de Ruki, todo lo que había pasado le resultaba borroso, confuso incluso. Excepto una cosa, el tacto y la voz de Aoi, cuando se había creído perdido en tinieblas de colores rojizos, había escuchado su voz y había despertado.

No sabía cuáles eran exactamente los poderes de Aoi, tampoco estaba muy seguro de los suyos, entendía que a partir de ese momento las cosas serían diferentes. Aoi había renunciado a su inmortalidad, se había vuelto una especie de guardián de dimensiones, y era seguro que necesitaría ayuda, Uruha le daría esa ayuda. Sería su guardián.

—Debes decirle lo que sientes —fue la voz de Reita la que lo interrumpió de sus pensamientos. Uruha lo miró extrañado—, mira no tengo idea de lo que pasó ahí, tampoco sé si quiero saber, pero casi se mueren —no fue una especulación—. Creo que sería triste si no le dices lo que sientes al menos.

—Aoi va a matarme un día —dijo Uruha dando una bocanada al cigarro—, cuando esté más enamorado de él, va a matarme —no se atrevió a ver al bajista, lo había dicho más para él que para el otro, una especie de afirmación para no acercarse de más.

—¿Vas a dejar la banda? —Le preguntó honestamente, Uruha negó—. ¿Vas a alejarte de él? —Volvió a negar—. Entonces no importa, si va a matarte mejor que disfrutes mientras ocurre. Podrá ser muchas cosas Shima, lo que sienten es real, eso no se encuentra en cualquier lado, créeme, lo sé —le dio una palmada en la espalda y volvió a entrar al hospital.

Miró al frente, donde vio una aparición de una pequeña niña, trató de ignorarla, ésta lo veía fijamente.

—Vas a tener que pagar por lo que hiciste —dijo en voz baja.

Tiró el cigarro al piso y siguió a Reita.

7

Habían pasado dos semanas y Ruki ya estaba muy animado queriendo tener interminables juntas para hacer el nuevo disco, un nuevo concepto que se le había ocurrido después de la locura del Estudio 139, no podía creer que tanta energía cupiera dentro de un cuerpo tan pequeño.

Estaba dispuesto a salir rumbo a la compañía cuando alguien tocó a su puerta. Aoi no sabía quién podía ser, no estaba esperando visitas y mucho menos había ordenado algo en línea, casi se va para atrás cuando vio a Uruha parado frente a él. Estaba recargado en el marco de la puerta con una extraña mirada.

—¿Estás ebrio? —Le preguntó mirando su reloj, el castaño no le había dirigido la palabra en esas dos semanas, algo que le dolía, aun si podía entender que quisiera poner distancia, mucho más cuando sería su culpa si este moría.

—Por supuesto que estoy ebrio, ¿cómo más podría hablar contigo? —Habló rápidamente entrando sin permiso.

—No lo sé —Aoi cerró la puerta detrás de él—, puedo imaginar que no hay problema si estás sobrio, mucho menos si son las diez de la mañana.

—Aoi, me encantas —dijo el otro dejándolo en silencio—. No puedo dejar de pensar en ti, ¿de acuerdo? Tampoco puedo dejar de pensar en el hecho de que vas a matarme, eres el único ser que es capaz de matarme. Soy inmortal —dijo sorprendiendo al otro—, y tú dejaste de serlo, ¿por qué?

—Porque quería estar contigo estúpido, aunque sea de lejos —contestó un poco ataviado.

—Esa no es la respuesta que quería —contestó frunciendo el ceño, parecía estar muy confundido—, déjame ayudarte —se acercó apenas dejando centímetros entre ellos—. Déjame enseñarte a usar tus poderes, a enfrentar lo que sea que tengas que enfrentar a partir de ahora. Déjame mostrarte lo que puedes hacer, quien puedes llegar a ser —lo tomó por las manos llevándolas a sus labios—, déjame encontrar quién quiero ser para ti —besó sus dedos.

Aoi abrió la boca y volvió a cerrarla, estaba demasiado sorprendido para entender qué decir.

—¿No tienes miedo? —Pronunció el pelinegro.

—Estoy aterrorizado, no por la muerte. Eres la única persona que ha visto lo peor de mí —acarició su mejilla—, el único que sabe quien soy y el único que logra que no pueda ocultar mis sentimientos, me llevas al límite de formas no imaginadas. Estoy muerto de miedo.

Aoi sonrió, el aroma de Uruha inundando sus sentidos, el guitarrista no estaba ebrio en realidad—. Déjame quitártelo —juntó sus labios con los del castaño, sabiendo que no llegarían a la junta. 

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