Estudio 139 [the GazettE- Aoi...

Від sugarmeli

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Dicen que el Estudio 139 está embrujado, han desaparecido integrantes de bandas, se ven fantasmas y escuchan... Більше

Capítulo Uno
Capítulo 3

Capítulo 2

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1

"Lo primero que tienes que aprender Kouyou, es que una aparición y un demonio no son lo mismo."

Recordó la voz de su padre cuando apenas tenía cinco años y comenzó el entrenamiento que todo integrante de la familia Takashima llevaba a cabo. Suspiró cerrando los ojos, en ese momento contaba con trece años y estaba en grandes problemas; sus amigos habían sugerido hacer una exploración nocturna a la antigua estación de trenes. Había accedido porque no creía realmente que hubiera algo ahí, estaba equivocado.

Estaba a oscuras, solo con las luces de afuera iluminando la enorme estación que parecía un cementerio de trenes. El sonido del metal crujiendo parecía venir de todos lados, aún si agudizaba sus sentidos, aquellos ruidos se formaban para distraerlo.

"Una aparición no te hará daño, un demonio hará lo posible por alimentarse de tu energía."

Siguió repasando su entrenamiento a medida que alzaba ambos brazos frente a su cuerpo y echaba una pierna hacia atrás. La enorme nube negra frente a él comenzaba a tomar forma humanoide entre risas y más metal crujiendo.

"Los demonios son seres de otra dimensión que utilizan a las apariciones como puente para pasarse a esta. Recuerda que debes analizar muy bien, si el demonio quiere hacerte daño."

—Un mestizo —rió la nube negra que para ese momento tenía más forma de un hombre de más de dos metros de alto cuya piel era ceniza. Estaba intrigado y molesto al mismo tiempo—. ¿De verdad quieres pelear conmigo?

"No quiero ser un demonio si es que hay que matarlos." Había contestado.

"No todos los demonios son malos, Kouyou. Tu madre no lo era, gracias a ella tienes más armas para combatirlos."

"¿Por qué tenemos que deshacernos de ellos nosotros?"

"Porque si no lo hacemos nosotros, no lo hará nadie más."

Sintió como sus pupilas cambiaban de color, se sentía como ponerse gotas humectantes, excepto que la tintura negra se expandía por todo su lóbulo ocular permitiendo que pudiera ver no sólo en la oscuridad, también podía ver todo con mayor nitidez, la energía demoniaca y los movimientos de los demás. Volvió a suspirar preparándose. Sólo tenía trece años, no estaba muy seguro si podría él solo contra aquel demonio cuyos ojos se habían inyectado de rojo, parecía ser muy poderoso y él nunca había peleado solo.

No tuvo tiempo de reaccionar, el demonio se le había lanzado tan rápido que salió volando hacia atrás, su espalda chocó con uno de los trenes, un dolor intenso le recorrió todo el cuerpo, mientras una risa resonaba en toda la estación haciendo un eco macabro.

—Un mestizo inútil, por lo visto. No me gusta la sangre contaminada pero contigo haré una excepción —dijo con voz gruesa. Se le acercó apenas a unos centímetros, su piel gris parecía estar mojada incluso si tenía varias grietas que le atravesaban la cara. Notó que no tenía labios, solo dos finas líneas por las que se asomaban unos dientes afilados muy pequeños, los puntos rojos que pasaban por ojos estaban clavados en él. No tenía cabello, no tenía una forma definida, parecía que en los bordes aún mantenía ese aspecto de nube negra. Sacó la enorme lengua y le lamió la mejilla.

Kouyou tragó saliva para aliviar el asco que aquello le había producido, cerró los puños ante la tierra debajo de él y le imprimió de su energía purificadora. Fue entonces que la aventó, el demonio siseó echándose para atrás, lo cual le permitió levantarse. No salió corriendo, al contrario, levantó la pierna y le propinó una patada al otro en lo que esperaba fuera su cara, pero esta se disolvió en el aire, no era una forma física. Su pie se hundió en la masa oscura que era la nube. Fue incapaz de bajarlo, parecía estar atorado en lodo, algo lo sujetó y lo volvió a tirar al piso con un fuerte estruendo.

—Pobre mestizo, darías asco en nuestra dimensión, ¿lo sabes? Te matarían al instante que pisaras un pie ahí —se burló el demonio.

Se le había ido el aire con la caída, tosió haciéndose un poco de daño. Sus colmillos salieron de pronto, su cuerpo estaba entrando en alerta máxima.

—Ha de ser triste, que los demonios te odien y los humanos no te soporten. ¿Huyen de ti? Aun si no saben lo que eres, lo sienten, ¿cierto?

"Tienes que aprender a ocultar tus sentimientos Kouyou, de esa forma nadie se dará cuenta de tu naturaleza."

Le había asegurado su padre y durante la niñez lo había hecho, había aprendido a racionalizar cada uno de sus sentimientos. En ese momento era diferente, se estaba volviendo un adolescente y ocultarse parecía más complicado, las personas se alejaban de él. No sólo por sentir una extraña energía emanar de él, cuando lograba controlarla se volvía un bloque de hielo al que no le importaba mucho los demás, por lo que terminaban por alejarse. Probablemente sólo había un chico que lo arrastraba a todos lados con amigos, el chico que sin quererlo realmente lo había arrastrado a esa estación de trenes para empezar.

Akira Suzuki era, sin duda, su único amigo y el chico que no lo hacía sentir tan solo, aun si no sabía de su verdadera naturaleza o el trabajo que estaba destinado a desempeñar por toda su vida. Cazador de demonios. Akira solo pensaba que era un poco raro y nada más.

Escuchó una risa que no era del demonio, se dio cuenta entonces que el lugar estaba infestado de apariciones. No duraría mucho a ese paso, no podría pelear con el demonio cuando este tenía una ventaja tan injusta. Se levantó ignorando al otro, sintió como iba a volver a atacarlo, esta vez estaba más preparado, lo esquivó dándose una vuelta en el piso. Se levantó para salir corriendo a uno de los vagones de los trenes abandonados, uno del que estaba seguro había escuchado una risa.

"Los demonios sólo pueden entrar a esta dimensión usando una aparición, corta el flujo de energía y también lo harás con la del demonio."

Rebuscó desesperado en ese vagón de tren cuyos asientos se encontraban caídos en el piso. Varios de los tubos de agarre estaban doblados y encajados en las paredes y el techo, pocas ventanas habían sobrevivido por lo que había vidrios en todas partes. Un golpe seco lo desequilibró por un momento, la nube negra había pegado con tanta fuerza el vagón que este había alcanzado a balancearse hacia un lado. El demonio estaba jugando con él, pensando que estaba huyendo, aprovechó aquello para seguir buscando cuando la vio.

Detrás de uno de los asientos destartalados había una niña mirándolo con grandes ojos en blanco, aún no parecía contaminada del todo.

—El vagón estaba lleno de niños —dijo la niña entendiendo por qué Kouyou se le acercaba respirando agitadamente.

"Si la aparición no es mala puedes exorcizarla con rapidez, si en su vida la aparición fue alguien con deseos malignos eso le dará más poder al demonio y contaminará al fantasma, estarás lidiando con dos entes."

Kouyou agradeció para sus adentros que el demonio fuera su único contrincante, pero al tratarse de niños sabía que sería muy difícil encontrarlos y exorcizarlos a todos. De igual forma se acercó a la niña, otro golpe seco al vagón, podría voltearse en cualquier momento. Alzó la mano hacia esta, trazó un sigilo en su pecho y luego le dio un golpe en la frente. Un haz de luz atravesó el lugar, la niña se esfumó después de eso.

—Maldito —dijo la voz del demonio. Se había dado cuenta de lo que estaba tratando de hacer, le dio otro golpe al vagón, esta vez volteándolo por completo.

Kouyou salió volando, los asientos también, uno alcanzó a pegarle aun si se protegió con los brazos y finalmente, un tubo se encajó en su pantorrilla izquierda robándole un fuerte grito.

Trató de levantarse pero el dolor que lo atravesó fue muy agudo, comenzó a arrastrarse para salir del vagón mientras pudiera. La nube negra volvió a pegarle haciendo girar el vagón una vez más, el tubo encajandose con más profundidad.

—No voy a morir aquí —dijo decidido. Alcanzó a sostenerse de un tubo del vagón para levantarse. Fue cuando vio a dos niños tomados de la mano frente a él, suspiró estirando la mano; logró exorcizarlos a ambos robándole al demonio otro grito furioso.

Se salió por una de las ventanas, tomó el tubo que le atravesaba la pantorrilla y lo jaló con fuerza. Incluso se mareó por el dolor, pero no era momento para distraerse.

—¿Cuál dijiste que era tu nombre, mestizo? —La voz del demonio comenzó a acercarse cada vez más curioso.

Kouyou sonrió de lado—. ¿Tienes miedo? —Se burló.

—Chiquillo estupido, solo quiero buscar a tu familia para entregarles lo que quede de ti cuando termine contigo.

El chico se levantó sintiendo como su pierna luchaba por regenerarse, si sus cálculos no eran incorrectos por la cantidad de energía que podía sentir; los tres niños a los que había exorcizado serían suficientes para que pudiera pegarle al demonio sin hundirse en su nube. Se sacudió con renovadas fuerzas una vez que el demonio lo encaró.

Estaban en un espacio minúsculo entre el vagón y un montón de vigas tiradas, lo había acorralado ahí. Kouyou sonrió cuando este se acercó marcando cada uno de sus pasos de forma tan sonora que retumbaba el eco en toda la estación. Las risas cesaron, las apariciones vieron una salida en Kouyou, ya no apoyaban al demonio.

Colocó las manos al frente y echó el pie hacia atrás, agachándose ligeramente para atacar.

—Si me matas siéntete libre de buscar a mi familia —dijo el chico suspirando—. Takashima —los pasos cesaron, por primera vez hubo duda en el demonio que se acercaba a él, lo cual no pasó inadvertido ante Kouyou—. ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? —Fue su turno de burlarse. No era un secreto para nadie, su familia era famosa en el mundo sobrenatural.

—No tienes idea de cuánto voy a disfrutar matar a un Takashima —prosiguió el demonio avanzando con certeza.

Se lanzó de nuevo al ataque, pero esta vez Kouyou fue capaz de contenerlo, sus mismos reflejos al límite. Sabía que su parte demonio se apoderaba de la humana para mantenerlo a salvo. Intercambiaron varios golpes entre los dos, no importaba si había entrenado toda su vida para aquello, el demonio le sacaba mucha ventaja. Logró darle unos cuantos golpes y por poco logró exorcizarlo pero el demonio se defendió al último momento. Se estaba cansando y su pierna aún no se recuperaba por completo.

Pensando que no lo lograría, se dijo a sí mismo que al menos moriría peleando. Logró atestarle otra patada cuando un haz de luz atravesó el techo, el demonio se echó para atrás, estaban alejados de la sala principal de la estación, pero Kouyou conocía esa luz como una de un exorcismo.

—Maldita sea —dijo el demonio, ambos eran capaces de sentir que había tres personas más en la estación.

Kouyou casi se quiso echar a llorar cuando sintió la familiaridad de la energía, pero no bajó la guardia.

—Akemi, Mayumi encarguense de los niños. Yo iré por su hermano —escuchó la voz de su padre resonar en la estación.

El demonio se echó para atrás—. Tú ganaste esta vez —dijo—, nadie sería tan estúpido para pelear con toda la familia Takashima al mismo tiempo. Déjame dejarte un regalo por haber ganado esta batalla —sonrió de forma maliciosa.

Kouyou tragó saliva, ningún regalo proveniente de un demonio podía ser bueno.

—Te maldigo hijo de Takashima —dijo el demonio desvaneciéndose—, a encontrar tu muerte en manos de un humano que no sabrás será un demonio —la nube desapareció.

Para el chico la afirmación del demonio no era en vano, sin embargo era casi imposible. Sabía que una maldición debía tomarse en serio, aunque pareciera una locura, no había forma de que un demonio pudiera parecer humano. Ni siquiera su madre lo había logrado.

Sin poder pensar en nada más, se desmayó.

2

—No puedo decir que estoy orgulloso de ti —dijo su padre sentado en el enorme sillón de color rojo de su sala de estar. Más de diez años después de su encuentro con el demonio en la estación de trenes.

—No esperaba que lo estuvieras —contestó Kouyou repasando con las manos diversos objetos en la repisa de la chimenea encendida.

Su padre se removió en su asiento—. ¿Cuánto tiempo esperas que puedas seguir así? —Le recriminó.

Kouyou sonrió de lado—. ¿Te refieres a ser un artista famoso de día y caza demonios de noche? —Se burló sarcásticamente—. Me ha funcionado muy bien por más de diez años.

—Sabes que no me refiero a eso, hablo de esta obsesión por matar al demonio que se atraviese —habló más alto.

Por fin se atrevió a encararlo—. Soy el mejor cazador de demonios del país, uno pensaría que eso bastaría para tenerte contento —sus colmillos se asomaron reflejando su enojo, el cual controló de inmediato.

Su padre suspiró—. Eres un Takashima, tu deber debería ser proteger a los que no pueden de los demonios, no a generar matanzas enteras. Me he cansado de repetirte que no todos son malos —se dejó caer en el sillón cubriendo sus ojos con la mano.

Kouyou se giró de nuevo hacia el fuego—. Ese es un lujo que no puedo darme —jamás le había hablado a su padre de su maldición, de su obsesión por encontrar a un humano que en realidad fuera un demonio. Por eso no tenía compasión, no tenía tiempo de averiguar si tenían buenas o malas intenciones, cualquiera podría matarlo.

—Sabes que los demonios te odian, le han puesto un precio a tu cabeza —le advirtió su padre.

El otro no hizo más que sonreír—. Que vengan entonces, no podrán conmigo —cerró el puño.

—Un día, ese estilo de vida va a poner a tu banda en peligro —le dijo.

Kouyou quiso contestar pero no lo hizo. Confiaba en que podía mantenerlos a todos a salvo.

3

Si Yuu Shiroyama tuviera que poner en palabras su nacimiento, simplemente diría: triste. No es que lo recordara del todo, pero recordaba a la perfección la sensación de sentirse vivo al dar el primer respiro. Tampoco era algo que le contara a todos, lo creerían un fenómeno por recordar aquello, más de lo que ya lo hacían, al menos.

No era una gran historia, Yuu había salido del vientre de su madre: muerto. Incluso decían que había adquirido una tonalidad azulada para el momento en el que lo depositaron en la camilla; se hicieron toda clase de trabajos para intentar hacerlo respirar, pero nada resultó. Estaba muerto y ya.

Probablemente hubiera permanecido así de no haber sido por su madre, quien se rehusó a aceptar la noticia. Aprovechando la energía de un hospital invocó a un demonio y le propuso un trato para revivir a su hijo. Su alma por la vida de su hijo. Yuu tampoco recordaba aquello, no había forma, pero recordaba el haber respirado ante el sollozo de su madre.

Parecía ser un trato justo excepto que nunca se llevó a cabo, el demonio lo trajo a la vida, pero no se llevó el alma de su madre. En cambio, había dejado pequeños rastros de lo que había pasado en su cuerpo. Desde que era muy niño podía recordar cosas que nadie, podía decir cosas y que estas se hicieran realidad; y por sobre todo podía controlar su energía de forma que pudiera resultar en un escudo o un golpe. Sin embargo, no eran poderes muy eficientes, solo eran eso: rastros.

Por lo que su vida había sido lo más normal posible, aunque su hermano y su padre no parecían muy contentos con lo que Yuu era; siempre sintió ese rechazo por parte de ellos. Su madre, por otro lado, se desvivía por él haciendolo sentir protegido y amado.

A excepción de esa noche cuando tenía ocho años.

Había sufrido de pesadillas durante toda su corta vida, lamentaba decir que ya no lo asustaban, solo se perturbaba por esas escenas que parecían salidas del infierno. Siempre lo había adjudicado a su nacimiento, probablemente eran sólo un rastro del demonio que lo había ayudado, así como sus poderes.

Pronto se dio cuenta que no lo eran.

Despertó agitado en medio de la oscuridad, su cabello negro estaba empapado por el sudor de la pesadilla de esa noche. La única luz era la proveniente de su ventana, cuyas sombras se reflejaban en el techo y lo ponían muy nervioso. Trató de respirar profundamente cuando notó que su aliento podía verse a pesar de ser la mitad del verano.

Cerró los ojos con fuerza, sintiendo un terror incontrolable en todo el cuerpo, sus piernas comenzaron a temblar debajo de la cobija. No podía salir corriendo al cuarto de sus padres para resguardarse de lo que fuera que fuera a suceder, era como si sus pesadillas se estuvieran volviendo realidad. Volvió a abrirlos esperando no encontrar nada, estaba solo en su habitación.

No pudo evitar girar la vista hacia el armario, ¿no decían que los monstruos habitaban ahí? La puerta cerrada se entreabrió dando un pequeño clic, cerró los ojos sabiendo que algo lo había abierto desde adentro. Escuchó el rechinido de la puerta abrirse y el golpe avisando que se había abierto de par en par. Una extraña respiración inundó el cuarto.

Volvió a abrir los ojos, efectivamente, la puerta de su armario estaba completamente abierta, revelando un enorme vacío adentro; pero no había nada. Lo cual lo hizo tranquilizarse, trató de acomodarse cuando de debajo de su cama algo lo tomó por el brazo. Era una mano helada, casi como un cubo de hielo; soltó un grito que sonó ahogado. Las lágrimas comenzaron a resbalar de sus ojos.

—Yuu —un eco resonó en toda su habitación, los juguetes en la encimera comenzaron a moverse solos, algunos solo de la cabeza, otros daban vueltas.

Sintió el agarre pero por más que forcejeó no pudo zafarse, solo pudo meter la cabeza debajo de la cobija.

—Yuu —repitieron—, he venido por ti.

El niño negó enérgicamente cerrando los ojos, confiando en que era una pesadilla y si se quedaba muy quieto todo desaparecería. De pronto el agarre se relajó y la luz en la habitación se prendió, le tomó varios segundos calmar el latido de su corazón. Se atrevió a asomarse, la habitación estaba desierta y la luz prendida, los objetos habían dejado de moverse. Suspiró aliviado, sin notar el zumbido que parecía estar en el fondo, hasta que se hizo más profundo y agudo.

Yuu se tapó los oídos con las manos, al mismo tiempo que la bombilla estallaba sobre él y la ventana de su habitación se estrelló como si alguien hubiera arrojado una piedra. Sintió un peso en su cama, demasiado grande para ser su imaginación, alguien se había subido a su lado. Se giró temblando para ver la mueca de una mujer que ladeaba la cabeza de forma antinatural.

—Mi niño, convertido en un humano —dijo con una voz siseante—. ¿Qué te han hecho?

Yuu había cumplido ocho años sin hacerse en la cama, incluso con las pesadillas, nunca se había sentido tan aterrado como en ese momento que la criatura con largas cicatrices rojas marcadas en toda la cara lo miraban con agudeza. Sintió que su cuerpo cedía y sus pantalones se mojaban de terror.

—Era la única forma —dijo una voz grave al fondo de la habitación—, dejar que su alma madurara en un cuerpo humano.

—Tenemos que llevarte de regreso —dijo la figura a su lado, tomándolo una vez más del brazo con fuerza helada.

Yuu se zafó de inmediato echando para atrás—. No —temblaba de los pies a la cabeza y no paraba de llorar.

—No tiene recuerdos de lo que alguna vez fue —habló el demonio del fondo—, solo hasta llevarlo de regreso, su cuerpo humano morirá y podrá recuperar su forma.

Yuu comenzó a negar, incapaz de entender lo que estaban diciendo, la figura trató de abrazarlo para cargarlo pero el niño alcanzó a enfocar su energía haciendo que esta tuviera que retroceder. Como pudo saltó de la cama y corrió hacia la habitación de sus padres, sintiendo cómo lo seguían de cerca; no se atrevió a mirar atrás solo siguió corriendo.

—¡Mamá! —se le aventó a la mujer una vez que logró abrir la puerta.

Yuu solía repasar esa noche, aun en su edad adulta. Como tal vez si hubiera hecho las cosas diferentes, no hubiera resultado como resultó. Pero, solo era un niño de ocho años asustado hasta la médula por lo que acababa de sucederle, sin mucha premura soltó lo que ambos demonios habían dicho en su habitación.

Su padre lo miró como si se tratara de una abominación y su madre lo soltó del agarre de inmediato.

—Nunca fue nuestro hijo —dijo el hombre, quien se había levantado a buscar algo en el armario.

Esa fue la primera vez que Yuu vio un arma, su madre se interpuso llorando.

—No puedes matarlo, no es su culpa —dijo la mujer tratando de pensar con rapidez.

—Usaron el cuerpo de nuestro hijo —soltó su padre con desprecio—. Es un humano con alma de demonio, tenemos que matarlo.

—No todos los demonios son malos.

Yuu tenía recuerdos borrosos de esa noche después de eso, estaba convencido que su propia mente lo había bloqueado para no tener que lidiar con algo tan doloroso. Recordaba un pequeño trayecto en el auto de sus padres, también que estaba lloviendo y que en el auto podía escuchar pequeños susurros de alguien que decía su nombre, pero no se atrevía a aparecerse por completo. No tenía recuerdos de la plática que sostuvieron sus padres con la mujer del internado, tampoco de cómo se había presentado. Solo que supo que a partir de ese momento ese sería su hogar.

No era un internado común, él tampoco era un chico común según había aprendido ese día. Estaba lleno de barreras en contra de los demonios, rituales que funcionaban y muchos más que solo eran una mera superstición. Yuu hubiera muerto en ese lugar o se lo hubieran llevado a otra dimensión si no hubiera sido por Mayumi Takashima, una adolescente voluntaria en el internado de niños con problemas.

Había sido esa chica quien le había enseñado a usar sus poderes, las palabras que podía usar para defenderse de los continuos ataques que sufría por un demonio que insistía en llevárselo. Le mandaba pesadillas, apariciones, lo acosaba constantemente hasta que aprendió a cerrar su mente. A defenderse gracias a esa chica, quien permaneció a su lado hasta que fue lo suficientemente grande para salirse de aquel lugar.

No volvió a ver a sus padres, recibía de vez en cuando alguna carta o regalo que no pasaba de ropa nueva y una tarjeta firmada. Sin embargo habían sido ellos quienes le habían enviado una vieja guitarra que se convertiría en el escape de su vida. Cuando estuvo decidido a dejar el internado, no pudo evitar decírselo a Mayumi quién sonriendo le dijo las palabras que cambiarían todo.

—Mi hermano tiene una banda, deberías formar la tuya —lo instó.

El destino sería muy extraño con él, pues dos años después en una guerra de bandas se topó con él. Kouyou Takashima le robó el aliento en cuanto lo conoció y sí, era el hermano de Mayumi, pero Kouoyu no reflejaba saber ni la mitad de lo que su hermana sabía. Ni siquiera creía en fantasmas, por lo que se guardó todo lo que era, encontró en la música y en ese chico de ojos color miel, la razón más fuerte para ser humano, no un demonio. 

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