El Club de los Aristócratas ©

By ValeriaValverde

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"Perversos, siniestros y lujuriosos". Iryna Baldovini es una periodista que decide unirse de manera infiltra... More

♕ Epígrafe ♕
♕ Prefacio ♕
♕ Booktrailer ♕
Capítulo 2: Insurrección
Capítulo 3: La Prueba
Capítulo 4: ¿Es Vino?
Capítulo 5: Mentiras
Capítulo 6: Mi mansión, mis reglas.
Capítulo 7: Orgullo
Capítulo 8: Una ladrona
Capítulo 9: Ingrata
Capítulo 10: ¿Quieres saberlo?
Capítulo 11: Castigo
Capítulo 12: Violencia
Capítulo 13: Dame un motivo
Capítulo 14: ¿Quién eres?
Capítulo 15: Secreto
Capítulo 16: Coraje.
Capítulo 17: Nuevos enemigos
Capítulo 18: Urgencia

Capítulo 1: Sangre helada

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By ValeriaValverde

“El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad”.

En el domicilio de Arvel Fleischer había un folleto dorado con letras negras en el que constaba escrito la invitación a El Club de los Aristócratas. El hombre sentía mucho interés desde hacía algún tiempo en entrevistar al dueño de la mansión y a la posible gente que pudiera convivir con él, pero jamás llegó a casa. Los rumores de su desaparición llegaron a su amiga Iryna Baldovini, que se pasó por su vivienda para investigar sus últimos pasos.

Siempre fue un caballero risueño, atento y entregado a su trabajo. Su mejor amiga era Iryna y estudiaron juntos, llegando así a la misma profesión. Ambos se tenían un cariño inmenso.

Iryna inspeccionó el apartamento. La computadora se hallaba encendida desde hacía dos días. Su última búsqueda en Google determinaba el nombre de la mansión Boncraft. Aquello mostraba una ubicación hacia dicho lugar y cómo llegar. Ella tomó apuntes en su libreta y puso rumbo fijo a la dirección.

Tenía constancia de que en la mansión no se podía entrar como si nada. Debía tener interés en unirse a El Club de los Aristócratas. También se comentaba en el pueblo que la puerta tenía contraseña y que solía hacerte una pregunta que debías adivinar. Solo sabían la contraseña quienes pertenecían a la mansión.

—Espero que la suerte esté de mi parte —se dijo para sí misma.

El trayecto en coche le llevó casi media hora de subida de montaña. Muchas curvas y sumo cuidado. La carretera era estrecha y se debía conducir con precaucion.

Una vez allí, Iryna no pudo evitar abrir su boca con admiración ante la imponente mansión que tenía frente a sus ojos. Era una mezcla entre castillo y mansión. La puerta ojival de madera oscura tenía en su centro un tirador metálico con un accesorio de calavera con el que golpear dicha entrada para llamar la atención de sus oyentes.

Sus ventanas acabadas en arco de medio punto captaban su atención, como también su fachada de piedra y su tejado a dos aguas con sus torreones.

El césped se veía bien cuidado, lo cual dedujo que tenía personal contratado para ello. En el jardín había flores muy bonitas; dalias, rosas, caléndulas, lirios... Olía de maravilla.

Una gran fuente de mármol decoraba su jardín. La figura de Medusa arrancando la cabeza de Perseo decoraba el centro de la fuente donde parecía que la mujer lloraba al resbalar el agua de sus ojos.

Para su embelesamiento, la puerta de la verja se encontraba entornada, como si supieran de su llegada. La joven anduvo hasta la puerta ojival y, una vez frente a ella, golpeó del tirador esperando oír respuesta.

Una voz, susurrada y raspada, le preguntó de manera automática:

—¿La mayor ilusión de la vida?

Era una pregunta que solo los Aristócratas sabían contestar. Ella, al no pertenecer todavía, se le escapó de sus labios:

—¿Perdón?

La voz susurrante se mantuvo en silencio, quizá por no adivinar la pregunta que se le hizo, impidiendo su invitación. La muchacha aprovechó para pronunciarse y explicar su llegada.

—Quiero unirme a El Club de los Aristócratas —manifestó—. Soy nueva y no puedo responder aún a la formulación que me está planteando.

Trató de sonar firme y decidida. No quería que su nerviosismo le jugara una mala pasada. Se examinó su atuendo casual y entendió que no era el adecuado para una mansión tan elegante y espléndida.

Era una muchacha muy bonita, de complexión delgada, ojos cafés y cabello castaño con destellos dorados. Un rostro ovalado que la hacía lucir angelical y labios voluptuosos. Tenía un lunar muy pequeño y peculiar en la comisura de sus labios.

Cuando estuvo a punto de retirarse, de inmediato, la puerta se abrió, induciéndole a pasar. La joven tardó algunos segundos en decidirse, pero finalmente lo hizo.

━━━━━━━━✧♛✧━━━━━━━━

Todo se veían muy lujoso. Lámparas enormes decoraban los techos, muebles de madera cara, alfombras llamativas de color carmesí, sofás alargados y voluminosos. Una enorme escalera llevaba a todas las habitaciones posibles y recónditos por habitar.

La madera en la chimenea principal crujía a causa del fuego. Una luz tenue desprendía el lugar.

No vio a nadie y eso le inquietó sobremanera. Conforme se adentraba, más interés tenía en tocar la decoración. Hasta que una voz seductora y varonil la sacó de su ensimismamiento impidiendo su acción.

—Yo que usted tendría cuidado con ese jarrón, señorita. Es edición limitada.

Ella se giró para atenderle.

Vaas Boncraft, dueño de la mansión, examinaba a la muchacha con interés y una pizca de desconfianza. A Iryna le impactó su belleza y su gallardía. ¿Cómo un ser humano podía ser tan atractivo? Poseía un cabello azabache peinado hacia atrás, digno de una noche sin estrellas. Una tez blanca como el mármol. Facciones definidas y marcadas; mandíbula provinente, cejas arqueadas, frente estrecha y nariz recta. Por lo que pudo ver, tenía un ojo verde y otro color café.

Su traje oscuro también se veía de diseño. Tenía una postura relajada. Las manos dentro de sus bolsillos indicaba desdén.

—¿Vive usted aquí solo? —interrogó Iryna.

—No, por supuesto. Los demás están en el bar y el personal está trabajando —informó.

—Tiene una mansión muy hermosa.

—Gracias. Así que... —fue sin rodeos—. ¿Tiene interés en unirse a El club de los Aristócratas? —investigó ladeando su cabeza. La estaba analizando.

—Sí —respondió con seguridad.

—Sígueme, pues —indicó.

La llevó por pasillos que la joven desconocía. Cuadros renacentistas decoraban las paredes, imposible no hipnotizarse con ellos.

El caballero la adentró a su despacho personal donde, tras su escritorio, tenía colgado un cuadro de sí mismo, posado sentado de piernas cruzadas en un sillón lujoso. A Iryna se le hizo muy similar a El retrato de Dorian Gray. Un tanto narcisista.

Vaas sacó un documento y se lo hizo tender a la muchacha para que lo leyera. En dicho papel constaba escrito las reglas de la mansión y las reglas de El Club de los Aristócratas:

«Tratar al personal de limpieza, jardín y cocina con amabilidad. Nada de desprecios.

Obedecer a Vaas Boncraft.

No negarse a participar en los juegos de Vaas Boncraft.

No salir de la mansión sin el permiso de Vaas Boncraft.

Si te escapas de la mansión una vez entrado en el club, habrá consecuencias.

Si te ganas la confianza de Vaas Boncraft, tendrás obsequios.

No entrar en la habitación de Vaas Boncraft, a no ser que él te invite.

No robar».

—¿No podré volver al pueblo una vez entrado en el club? —preguntó ella.

—Si se une al club, es porque quiere dejar su pasado atrás y empezar una nueva vida, señorita —dijo—. Aquí no vamos a preguntar la razón de por qué se quiere unir al club. No me importa quién era. Me importa quién será aquí dentro. Si eso le preocupa, quizá no esté hecha para mí mansión.

Iryna recordó a su mejor amigo Arvel, días atrás en los que le mencionó, muy ilusionado, el tremendo titular que iba a sacar al haberle concedido una entrevista con el propietario de la mansión Boncraft. Dijo que aquello sería una gran noticia y que mucha gente querría conocerlo.

—¿Puedo hacerle una pregunta?

—Aparte de la que acaba de hacer, por supuesto —entrelazó sus manos sobre el escritorio.

—¿Usted concede entrevistas? Quiero decir, es una mansión en lo alto de una montaña. Mucha gente podría estar interesada en conocer quién es el propietario.

—Aún no ha firmado el contrato —esquivó su pregunta.

—¿Cómo firmo? No me ha obsequiado un bolígrafo —recalcó.

Vaas sonrió con cinismo. De una pequeña y diminuta caja negra saco una aguja y sostuvo el dedo de la joven. Ella tuvo instintos de esconder su mano y no dejar que hiciera aquello, pero lo reprimió. El caballero pinchó su dedo índice y una gota carmesí se pronunció de inmediato. Ambos se miraron. No podía negar que sus ojos bicolor inquietaba a Iryna. Tenía una mirada muy absorbente.

—Ahora sí puede firmar —indicó—. Aquí abajo ponga su dedo.

Ella miró su dedo, temerosa. No sabía si la decisión que estaba a punto de tomar sería la correcta, pero debía averiguar qué pasó con Arvel Fleischer y por qué jamás volvió a casa. Era su mejor amigo de la infancia, casi como hermanos.

Y, con toda la decisión del mundo, bajo los pensamientos del rostro de su amigo, posicionó el dedo en la hoja y firmó.

Vaas agarró el dedo de ella y lamió la sangre de este, quedando completamente limpio. Ella se estremeció al sentir su lengua sobre su dedo.

—¿Cómo se llama, señorita?

—Iryna.

—¿Solo Iryna?

—Solo Iryna —afirmó.

No podía dar ningún dato más, ya que podía investigarla y saber su verdadero propósito.

—Iryna. Me gusta —comentó—. ¿Prefiere llevar vestido, traje o pantalón? Le daré lo que le resulte más cómodo.

A ella le sorprendió la diversidad de atuendo, ya que creyó que por el mero hecho de ser mujer, debía llevar vestido.

—Las tres opciones me parecen tentadoras. Sin embargo, siempre me he sentido cómoda con vestido.

—Lo anotaré. ¿Edad?

—Veintiseis años.

Vaas se levantó del escritorio. Le hizo un ademán para que ella lo imitara.

—De una vuelta sobre sí misma, Iryna.

Ella obedeció.

Vaas anotó algo en una pequeña libreta que ella no alcanzó a leer.

—Le quedarán de lujo los vestidos. Tiene buena figura. Respecto a la pregunta que antes esquivé...

—¿Si?

Boncraft sonrió y dijo:

—No concedo entrevistas, solo acepto a quiénes quieran unirse a mi club. No soy amigo de los periodistas ni la prensa. Bienvenida a El Club de los Aristócratas, Iryna. Se lo pasará muy bien.

Vaas agarró su mano y la besó.

Y a Iryna se le heló la sangre.

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