Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

14. Lo que pasó

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By ladyy_zz

Amelia se paró frente a la puerta del apartamento y se quedó mirándola, como quien sabe que está a punto de abrir la caja de Pandora. Metió la llave en la cerradura y, antes de girarla, suspiró preparándose mentalmente para lo que encontraría ahí, porque si Bea seguía el comportamiento patológico de todo maltratador psicológico, sabía que ahora desaparecería para hacer sufrir más a Luisita, para que le rogara que le perdonara cuando ella literalmente no había hecho nada. Y así fue, en cuanto abrió la puerta, se encontró a la rubia con el teléfono en mano, dando vueltas por el salón, esperando a que su novia le cogiera el teléfono. Pero en cuanto Luisita se dio cuenta de quien había entrado por la puerta, la preocupación y el miedo desaparecieron de su mirada para dejar lugar al más absoluto odio.

- ¿Pero a ti que mierda te pasa? ¿Tienes como propósito en la vida joderme la mía o qué? Porque si no, no lo entiendo. – le escupió con furia

Caminó hacia ella y Amelia cerró tras de si. Sabía que María estaría en el King's, así que era el momento. Era el momento de que, de una vez por todas, hablaran sin caretas ni medias verdades.

- Yo lo único que hago es mirar por ti, ¿es que no lo ves?

Luisita se rio sarcásticamente, porque no, claro que no lo veía, lo único que veía es que cada vez que intentaba darle una oportunidad a la ojimiel, esta siempre lo jodía metiéndose donde no la llamaban.

- Yo lo único que veo es que, cada vez que puedes, aprovechas para tratar mal a mi novia cuando ella no te ha hecho nada.

- ¿Que yo la trato mal? ¿Y ella a ti? ¿Eso no te importa? Porque yo no lo soporto más, Luisita, no soporto como te desprecia cada vez que abre la boca. – sonó mucho más desesperada de lo que pretendía, pero no pudo evitarlo, porque ya había sobrepasado un límite que ni si quiera sabía que tenía.

- Ya, que ahora te importo dices... por favor, Amelia, no me hagas reír. – y había tanto dolor en aquellas palabras que se le clavaron a la ojimiel en el pecho de una manera que no sabía cómo iba a poder quitarse aquella sensación, ni cómo hacer ver a la rubia que siempre la protegió, incluso más que a ella misma.

Pero por mucho que aquellas palabras estuvieran matando a Amelia, las quería escuchar todas, porque necesitaba saber de una vez por todas la verdad, aunque doliera.

- ¿Sabes qué, Luisita? Ya estoy harta de ti y de esta actitud, ¿Quieres decirme de una vez que te pasa conmigo?

Luisita la miró sorprendida porque, aunque Amelia ya llevara el tiempo suficiente viviendo en aquel apartamento, aun le sorprendía la facilidad de la morena para fingir que no sabía el daño que le había hecho. No quería seguir escuchándola, porque bastante le dolía el recuerdo de aquella noche como para que ahora la insultara haciéndose la ignorante, porque cada vez que lo hacía, la herida mal cicatrizada que había dentro de ella, volvía a sangrar.

-Eres increíble, Amelia... - ni pudo ni quiso decir más, porque psicológicamente no podía más, porque tanto esta situación como la actual preocupación por su relación, la estaban llevando también a ella al límite.

Luisita se giró para irse a su habitación y dejar ahí a la ojimiel con la palabra en la boca, pero Amelia se puso delante de ella evitando que avanzara hasta el pasillo, obligándola a quedarse en aquel salón, obligándola a enfrentarse a aquello que tanto temían ambas, obligándola a mirar a la verdad a la cara.

- Quítate.

- No

Luisita miró a Amelia y, para su sorpresa, también vio sufrimiento. Pero no lo entendía, no entendía porqué la que había causado todo el daño, ahora era la dolorida.

- ¿Perdona?

- Que no. Que no me voy a apartar hasta que me digas de una vez por todas por qué me odias. –  dijo esas palabras con una seguridad sorprendente, porque no era lo que sentía, porque estaba muerta de miedo por descubrirlo.

- ¿Qué por qué te odio? Te odio porque eres... eres... – ni si quiera encontraba las palabras apropiadas para aquel sentimiento que tenía tan incrustado.

- ¿Soy...?

- Eres...

- Por Dios, suéltalo de una vez. – y la desesperación fue inevitable.

- Eres una capulla sin corazón. – Amelia abrió los ojos porque no se esperaba para nada aquella respuesta. – Una rompecorazones, una egocéntrica, y una persona horrible por fingir que nada ha pasado. No piensas que tus actos pueden herir los sentimientos de los demás, ni las consecuencias, ni el daño que puedes llegar a hacer.

No tenía ni la menor idea de lo que estaba hablando, pero Amelia no podía sentirse peor persona.

- Luisita...

- Fuiste cruel conmigo. Me hiciste creer que te importaba y fui tan ingenua que te creí. Pero entonces me desperté en una cama vacía y tú ya no estabas. Te fuiste de mi habitación y de mi vida sin inmutarte. Me dolió más de lo que te mereces y no voy a perdonártelo jamás, ¿me entiendes? Jamás. – escupía sus palabras con furia y sus ojos se volvieron acuosos, pero no iba a llorar.

Amelia necesitó unos segundos para ubicarse porque no tenía ni idea de lo que pasaba.

- ¿Estás hablando del día en el que me fui? – cuando Luisita no contestó, le afirmó lo que sospechaba. – Tuve que irme, Luisita. Cuando me desperté con la peor jaqueca del mundo, nos vi medio desnudas y me bloqueé, ¿vale? Y no me despedí porque pensé que podría hacerlo más tarde pero no pude, tuve que irme sin mirar atrás. Siento haber salido rápido de tu habitación, pero entiéndelo, cualquiera que hubiera entrado se hubiera pensado cualquier barbaridad.

- Amelia, si nos hubieran pillado yo... yo te habría defendido y hubiera explicado que fue cosa de las dos, que yo también quería. Yo nunca habría dejado que mi familia se enterase de lo que pasó entre nosotras de ese modo. Nunca. Pero para ti era más importante ocultarlo que preocuparte por mis sentimientos y para ti, lo que pasó no significó nada.

Amelia parpadeó, confusa.

- ¿Lo qué pasó?

- Si, Amelia, lo que pasó significó mucho para mí y que desaparecieras de ese modo después de lo que compartimos me destrozó.

La sangre no estaba circulando bien por la cabeza de la morena, porque seguía sin entender nada de lo que estaba diciendo la rubia.

- Espera un momento, ¿has dicho si nos hubieran pillado? ¿A qué te refieres con nosotras? Entre nosotras no pasó nada, Luisita.

Nunca se acostumbraría a que Amelia hiciera como si nada, y sus palabras nunca dejarían de doler de esa manera. Pero por mucho daño que le hiciera, había aprendido a seguir adelante, llevaba haciéndolo seis años.

- Lo sé, me quedó muy clarito que para ti no pasó absolutamente nada. Para mí sí. Fue importante y me rompiste el corazón.

En realidad, no quería desnudar de esa manera sus sentimientos, pero necesitaba sacárselos de una vez por todas. Sin embargo, en cuanto dijo eso y miró a Amelia, se dio cuenta de que la morena estaba empezando a temblar.

- Luisita, ¿de qué mierda estás hablando?

- ¿Me estás tomando el pelo?

- No.

- ¿De verdad me estás diciendo que no te acuerdas?

- ¿Pero de qué me tengo que acordar? – su voz sonaba algo frágil.

Sin embargo, la rubia no terminaba de creerse su reacción, porque no podía ser que hubiera olvidado lo que para ella fue uno de los momentos más importantes de su vida. La ojimiel había cogido ese recuerdo y lo estaba haciendo desaparecer, agrandando cada vez más la herida del interior de Luisita.

- No me puedo creer que caigas tan bajo, Amelia. No te vas a morir por admitir que fuiste una cabrona, yo ya lo tengo aceptado y superado.

- Luisita, te juro por mi vida que no sé de qué me estás hablando. ¿Cómo tengo que decirte que no me acuerdo de nada de aquella noche? – sonaba aterrada. Sonaba realmente aterrada y la intensidad de ese sentimiento descolocó a Luisita. Podía ver la angustia en aquellos ojos color miel. – Por favor, me estás asustando. ¿Qué pasó entre nosotras?

- Lo dices en serio. – no era una pregunta. Estaba leyéndolo en su mirada, en su interior.

- ¡Que si, joder! Lo último que recuerdo de aquella noche fue la llamada de la policía diciéndome que habían arrestado a mi padre por darle una paliza a mi madre y que ella estaba en el hospital inconsciente. Me sentí la peor hija del mundo por estar de fiesta en vez de con ella, así que por primera y única vez en mi vida, bebí alcohol, y bebí hasta no tener que pensar. Después de eso, no hay absolutamente nada en mi memoria hasta la mañana siguiente. No te miento, Luisita.

Luisita la estudió, porque ella no tenía ni idea de aquello, y ahora su herida sangraba sin remedio por aquella culpabilidad añadida. Y en ese momento, la creyó, pero eso no hacía que le doliera menos.

- Esa noche nos enrollamos.

Se hizo el silencio unos segundos tras aquella verdad, aunque la cabeza de la ojimiel dando vueltas sonaba realmente alto. No había ninguna posibilidad de que aquello fuera cierto.

- No tiene gracia.

- Es la verdad. – ya estaba cansada de guardárselo dentro. Ella había querido saber la razón de su odio, pues ahí la tenía.

- No. Es imposible. – su voz temblaba.

- Si, nos enrollamos y por eso estabas en mi cama, porque fuiste mi... – calló un momento para contener las lágrimas y rectificar. – Estuviste a punto de ser mi primera vez.


Flashback

No había mejor sitio donde salir un viernes noche que el King's, sobre todo ese viernes tan especial porque, por primera vez, Luisita salía de fiesta siendo mayor de edad. No había podido celebrarlo en condiciones porque su cumpleaños había coincidido con su primer final de curso en el primer año de universidad, y aquellos exámenes le venían demasiado grandes como para poder celebrar nada, pero ahora una vez todos acabados y aprobados, era el momento de festejarlo. No hizo una gran fiesta, sólo con alguna de la gente que había conocido ese mismo año en psicología y sus tres amigos de siempre.

Había sido un año duro, el primer año de universidad siempre lo era, pero Luisita había sabido llevarlo bien, sobre todo porque tampoco lo hizo sola, teniendo la gran suerte de que uno de sus mejores amigos, Mateo, había caído en la misma clase que ella, así que no le resultó tan difícil eso de socializarse, ya que el chico era un experto en eso. Marina tampoco estaba lejos, había estudiado periodismo y su facultad estaba al lado de la suya así que se veían a menudo, y Fede, había probado suerte con la carrera de publicidad. Así que ahora ahí estaban los cuatro amigos, junto a más compañeros, celebrando además de los dieciocho años de la rubia, el fin de los exámenes y del curso, y aunque era verdad que el King's era el mejor sitio donde celebrarlo, esa misma noche se celebraba otra fiesta en la que Luisita prefería estar.

Su hermana María acababa de terminar la carrera de económicas a sus veintidós años, y sus padres habían dejado celebrar una fiesta de graduación, aunque con aforo limitado, en la casa de los Gómez. Luisita sabía que Amelia también estaría porque, aunque la ojimiel no hubiese estudiado ninguna carrera, había sufrido junto a su mejor amiga cada época de exámenes. Además de que Amelia no había tenido ningún interés especial por estudiar nada en concreto, también sabía que no serviría para nada porque su padre no le pagaría los estudios y, por mucho que la quisieran los Gómez, tampoco se podían permitir aquello, así que Amelia simplemente se quedó trabajando en el King's para ahorrar lo máximo posible y poder sustentarse ella sola, y así también ayudando a María a sustituir sus turnos cuando esta tenía demasiado que estudiar. Así que no, aunque Amelia no hubiera estudiado ninguna carrera, esa graduación la celebraría como si fuera suya. Por tanto, cada hermana tenía su propia celebración en un sitio diferente del mismo barrio.

Y ahora, Luisita estaba sentada con sus amigos en el reservado del King's mientras Mateo no paraba de señalarle a cada chica del lugar.

- ¿Y esa?

- No.

- Mmm, ¿y esa?

- Que no, Mateo, que no voy a entrarles.

Mateo llevaba todo el curso intentando que Luisita ligara con cada chica que conocían y él podía creer que también fuese lesbiana, y aunque no solía atinar mucho con el radar, siempre lo hacía con las mejores de las intenciones, y no porque creyese que Luisita pudiese conformarse con cualquiera o necesitase de su ayuda, es que él sabía perfectamente de quién estaba enamorada su mejor amiga desde que la conocía y solo quería ayudarla a sacársela de la cabeza. Así que, tras señalarle a todas las chicas que se encontraban esa noche en el King's, Mateo se llevó las manos a la cabeza exasperado y Marina se rio de la situación, porque ella también había intentado muchas veces que Luisita conociera a más chicas.

- Venga, va Luisita, que yo te ayudo.

Luisita se rio ante aquel comentario.

- Ya, porque tú eres un experto en cómo se liga entre tías.

- Mateo, que si Luisita quiere ligar no te necesita ni a ti ni a nadie, o que pasa, ¿no te acuerdas de sus dieciséis años? Podría hacerse una orgía con todas las chicas de este local si ella quisiera. – interrumpió Fede mientras le daba un sorbo a su copa.

- ¡Oye! – dijo totalmente ofendida.

- Yo verifico. – interrumpió Marina riéndose mientras recordaba las tantas veces que la había acompañado de fiesta a ligar.

- Pues precisamente a eso me refiero, que te hiciste monja de la noche a la mañana y, no te ofendas, pero lo que tú necesitas es un polvo. – y Mateo vio como su amiga se puso totalmente roja. – Entonces tienes dos opciones: o conocer a una chica, que no digo que tenga que ser cualquiera y esta noche, y olvidarte de una vez de Amelia, o irte a casa y decirle a la morenaza que llevas enamorada de ella desde que llevabas pañales.

Antes de que Luisita muriera de la vergüenza, Marina intervino.

- No me puedo creer que diga esto, pero Mateo tiene razón. Venga Luisi, atrévete. – le dijo su mejor amiga. – Llevas enamorada de ella desde que tienes uso de razón, no puedes seguir así. Tienes que sacártelo de dentro, porque si no siente lo mismo que tú, te mereces seguir adelante, y no estar eternamente soñando. Se valiente por una vez.

Luisita miró a sus amigos sabiendo que tenían razón, pero le tenía tanto miedo a la verdad que no quería descubrirla, prefería seguir viviendo en un "quizás" imaginario a confirmar que no había nada por lo que luchar. Pero también sabía que de esta manera estaba desperdiciando parte de su vida llorando por alguien que, aunque la quería, nunca lo haría de la forma que ella quería.

- Está bien, ganáis.

- ¿Y? ¿Vas a quedarte y avanzar, o vas a irte a casa y lanzarte?

Luisita sonrió y no fue la típica sonrisa tímida que le salía cada vez que hablaba de sus sentimientos hacia Amelia, era una autentica sonrisa de alguien que está dispuesto a comerse el mundo sin importarle las consecuencias.

- Me voy a casa. – y su sonrisa se agrandó contagiado a sus amigos.

- ¡VAMOS! – gritó Mateo alzando los brazos y las mesas de alrededor se les quedó mirando, pero a él no le importó. – Esa es mi Luisita. – y le cogió la cara para dejarle un beso en la mejilla.

- Ay ya, por favor, que eres peor que mi hermana.

Se levantó de su asiento, se adecentó el vestido que llevaba, se peinó con sus dedos su media melena recién cortada y buscó su bolso para irse a su casa y sacar de su pecho al fin todos aquellos sentimientos que llevaban comiéndola años.

- Estoy muy orgullosa de ti, Luisi, pase lo que pase. – le dijo Marina cogiéndole la mano.

Luisita la miró y asintió con la cabeza y con esa sonrisa que aun no se había quitado. Mientras escuchaba a sus amigos de fondo corearla, se alejó de ahí para hacer una de las cosas que más había deseado en su vida. Pero cuando llegó a su casa, empezó a arrepentirse, ya no estaba tan segura de si misma, pero ya no había vuelta atrás.

En cuanto abrió la puerta, el salón estaba lleno de universitarios bailando y bebiendo, y la música estaba tan alta que ni si quiera se escuchaba nada. En realidad, tampoco parecía que hubiera mucho desfase. Ella conocía a su hermana y sabía que no dejaría que la fiesta se fuera de madre, aunque ella no estuviera tampoco en condiciones de imponer nada, todos los presentes conocían suficiente a María Gómez como para saber donde estaba el limite. Buscó con la mirada aquellos ojos miel que tanto deseaba ver pero nada, no la encontró por ningún lado, así que recurrió a su segunda opción para encontrar la respuesta.

- ¡Mary! – a pesar de estar a su lado, tenía que gritarle o ni se enteraría de que estaba ahí.

- ¡Luisiiiiii! – y la abrazó con tanta efusividad como siempre cuando iba bebida.

- Vale, vale, que eres peor que Mateo. – salió de su abrazo y fue directa al grano. – Oye, ¿has visto a Amelia?

- Creeeo, que la vi antes por ahí con una de mi clase, pero no tengo ni idea.

El corazón de Luisita se hundió junto toda su ilusión, y ahora no se creía el error que había estado a punto de cometer.

- Ya... bueno, pues me voy a mi habitación, ¿vale?

- ¿Quéé? ¿Poor quéé?

- Pues porque me duele la cabeza y estoy agotada.

- Bueeeno, pues descansa enana, aunque no se cómo con esta música.

Luisita miró a su alrededor y estudió la posibilidad de quedarse en esa fiesta y hacerle caso a sus amigos usando su segunda opción, avanzar y conocer a gente nueva. Pero no podía, por lo menos no hoy, después de haber encontrado por primera vez en su vida el valor de confesar sus sentimientos.

- No te preocupes, mañana nos vemos. – y sin dejar a su hermana contestar, se dirigió hacia las habitaciones.

Caminaba por el pasillo de su casa sintiéndose más estúpida que nunca. ¿En qué momento se pareció bien la idea de sus amigos? Porque no tenían ni idea de nada, ellos no sabían como era Amelia, no sabían que la veía sólo como una hermana y que nunca la vería de otra manera. Le había encantado por unos minutos, creer que existía una posibilidad, pero tenían razón, ahora solo le tocaba aprender a seguir adelante y a olvidarse de la ojimiel.

Abrió la puerta de su habitación y, por un momento, creyó haber entrado en otra dimensión, en una en la que lo que deseabas se cumplía, porque ahí estaba. Ahí estaba la persona que tanto ansiaba encontrar aquella noche y por un momento pensó que era una señal clara del destino de que debía sacarse por fin aquellos sentimientos de su pecho. Sin embargo, no le hizo falta estudiarla mucho más para darse cuenta de que Amelia no se encontraba bien. Estaba sentaba en el borde de la cama de Luisita con la cabeza gacha sujetada entre sus manos y los codos en sus las rodillas, y a Luisita le pareció entraño ese aspecto.

- ¿Estás bien?

Amelia se sobresaltó porque no la había oído llegar y levantó la cabeza para mirarla. Definitivamente, no estaba bien. Tenía los ojos algo rojos y Luisita no sabría decir si había estado llorando o no, pero lo que si pudo notar en esa mirada es que estaba bastante nublada, demasiado para una persona abstemia. Era imposible que Amelia estuviera borracha, porque no había bebido ni una gota de alcohol en sus veintidós años, pero la rubia había atendido a demasiados clientes en el Asturiano como para identificar cuando alguien tenía demasiado alcohol en las venas, así que aunque le costara un mundo creérselo, tampoco iba a negar lo evidente. Algo no andaba bien, pero a pesar de ello, no pudo evitar fijarse en que, cuando los ojos de Amelia se posaron en ella, se iluminaron un poco, aunque no sabía si había sido imaginaciones suyas.

- Si, es solo que necesitaba escapar un rato de la fiesta y estar a solas.

Su tono de voz sonaba mucho más ronco y apagado que de costumbre, y el corazón de Luisita se le hundió al verla así, pero también quería respetarla y darle aquello que quería.

- Si quieres te dejo tranquila.

Amelia se rio y la rubia no entendió muy bien la gracia.

- Es tu habitación, Luisita, la que debería irse soy yo. – y aunque sus palabras fueran una declaración, la verdad es que no hizo ningún intento de levantarse.

- Bueno, puedes quedarte todo lo que quieras. – le dijo sinceramente.

- Gracias. – y por primera vez, a Amelia se le dibujó aquella sonrisa tan bonita que siempre llevaba puesta, y Luisita suspiró más aliviada al ver que, fuera lo que fuese que le pasaba, no era tan grave como para no sonreírle.

Con cierto miedo, fue paso a paso acercándose a la ojimiel hasta que se sentó a su lado en la cama, con una distancia prudente, pero cerca. Se quedaron un rato en silencio, mirando al frente, y aunque normalmente aquella situación sería una en la que la rubia disfrutaría solo por la mera presencia de Amelia en su habitación, ahora sentía que aquel silencio era algo incomodo. Ella estaba demasiado ocupada en no dar un paso en falso como para hablar, y la morena, con lo que sea que le estuviera pasando por la cabeza para necesitar estar ahí sin que la molestaran.

- ¿Qué tal te han ido los exámenes? – rompió Amelia el silencio.

Llevaban un tiempo sin verse, sobre todo porque Luisita llevaba un mes prácticamente encerrada en la biblioteca, y Amelia haciendo horas extras cubriendo a María que también necesitaba ese tiempo para estudiar, y para ser dos personas que llevaban viéndose a diario prácticamente toda la vida, parecía que no se habían visto en una eternidad.

- Pues bien, he aprobado todas. – dijo sin poder reprimir una pequeña sonrisa orgullosa.

- Bueno, pero eso era bastante predecible.

- Ya, claro. – rio la rubia.

- Oye que es verdad, yo nunca dudé en que lo conseguirías. Eres mucho más lista de lo que crees.

Y la miró con tal intensidad que a Luisita le parecía increíble que alguien mirara a esos ojos y no cayera víctima del encanto, porque a ella le parecía imposible mirarlos y no enamorarse cada día más.

- Bueno, ¿y la universidad en general? ¿Qué tal? Que hace ya tiempo que no te tumbas por las noches conmigo a contarme qué tal te va el día.

Era verdad, Luisita había dejado de hacerlo poco a poco hasta que un día dejó de entrar a aquella habitación por las noches, porque cada vez le resultaba más insoportable tumbarse en su cama y fingir que no se moría por besarla.

- Bien, supongo, haciendo amigas y eso.

- ¿Has conocido a alguien? – preguntó automáticamente, entendiendo perfectamente Luisita a lo que se refería. – No se lo diré a María, lo prometo. – y puso aquella sonrisa que tanto le encantaba a la rubia, aunque en sus ojos pudo ver una sombra que no supo muy bien descifrar.

- No, todavía no, sólo amigas. Aunque hemos hecho un buen grupito, al menos lo suficiente como para querer celebrar mis dieciocho con ellas. – dijo riéndose.

No era del todo mentira aquello. Era cierto que había conocido a alguna que otra chica, pero nada había pasado de un par de besos.

- Vaya... tienes dieciocho años. Ya eres toda una mujer, ¿eh?

- Pues sí, supongo.

- No sabes las ganas que tenía que cumplieras la mayoría de edad. – murmuró la ojimiel pareciendo que lo decía más para sí misma que para la rubia.

- ¿Para qué?

- Para no sentirme tan culpable.

Se quedaron mirando con aquella intensidad que estaba haciendo que el interior de la rubia se alborotase de una manera que nunca había experimentado y, de repente, Amelia puso la mano en su mejilla mientras la acariciaba con el pulgar, y aunque lo hubiera hecho con la mayor delicadeza, sintió que aquel roce provocó todo un terremoto en su interior. No sabía que estaba pasando, pero no quería que parase.

- Eres preciosa. ¿te lo he dicho alguna vez?

- No

- Pues eres preciosa.

Luisita se rio con nerviosismo. Vulnerable.

- ¿Qué te hace tanta gracia?

- Nada que... creo que vas un poco afectada.

- Puede ser, pero sé lo que digo. – y aquella intensidad seguía en aquellos ojos miel, haciendo que la rubia tuviera la sensación de que estaba apunto de quemarse.

Luisita tenía miedo de decir cualquier cosa que rompiera el momento, pero realmente quería asegurarse de que lo que había escuchado no habían sido imaginaciones suyas.

- ¿De verdad te lo parezco? – preguntó en un susurro algo tímida.

- De verdad. – respondió con total sinceridad. – Eres guapa, inteligente y buena persona. Eres todo a lo que cualquier persona aspira tener en su vida.

La rubia se la quedó mirando y aunque parecía totalmente sincera, no podía obviar esa pequeña nube que había en aquellos ojos miel.

- ¿Cuánto has bebido, Amelia? – porque, aunque todavía no se creyese que Amelia hubiese bebido alcohol, el olor de su aliento la delataba.

- Lo suficiente como para admitir que me muero por besarte.

Entonces, su corazón se paró. Su mundo entero lo hizo para dejar lugar a aquella confesión que había hecho Amelia, porque ahora, no existía nada más que no fueran ellas dos y aquellas palabras que seguían resonando en el interior de la rubia. Todo dejó de importar, porque lo único que importaba en ese instante era que Amelia quería besarla tanto como ella lo deseaba, y de repente, un rayo de esperanza la atravesó. Luisita creyó haberse imaginado aquellas palabras, porque era imposible que eso no fuera un sueño. Pero por si acaso, quiso aprovechar esa oportunidad.

- Hazlo. – lo dijo rápidamente, porque no quería darle tiempo a rectificar, solo quería hacerle saber que ella también lo quería.

Pero entonces, Amelia apartó su mano de su cara y cerró los ojos, como quien intenta contener el mayor de sus deseos.

- No me digas eso, Luisita, porque no sé si me podré resistir.

- Hazlo, Amelia. Nadie te lo impide.

Volvió a mirarla y en aquellos ojos miel pudo ver como se derribaba otra barrera.

- ¿Te haces a la idea de hasta qué punto está mal esto?

- ¿Quién lo dice? Sé que te sientes como si fueras mi hermana, pero... no lo somos. Además, es sólo un beso.

Se quedaron en silencio, mirándose, y Luisita empezó a creer que Amelia estaba a punto de levantarse y salir por la puerta, pero para su sorpresa, no fue eso lo que pasó.

- Solo uno. – repitió Amelia como queriendo justificarse a sí misma y Luisita asintió, porque, aunque ella deseaba mucho más, se conformaría con un solo roce de aquellos labios.

Hay veces en la vida en la que estás viviendo algo demasiado bueno para ser verdad, demasiado perfecto, que es como si fuera una ilusión. En ocasiones, cuando soñamos, somos conscientes de que lo hacemos, de que nada es real. Pero esta vez lo era, era real, y pocas cosas hay mejores en la vida que la persona de la que estás enamorada diga exactamente aquello que tanto anhelabas, porque el hecho de que Amelia le dijera que quería besarla, era una fantasía muy alejada de la realidad, pero pensaba comprobar si con aquel beso despertaría o viviría otro sueño aún mejor.

Ambas con los ojos cerrados, empezaron a acercar sus caras despacio, como si quisieran alargar el momento, como si quisieran prepararse para aquel choque de trenes apunto de hacer tambalear sus vidas. El contacto fue tan lento y suave que ni si quiera parecían estar besándose, simplemente comprobaban la presencia de la otra. Que estaba ahí. Que Amelia estaba ahí, besándola sobre su cama, aunque en realidad no, en realidad, Luisita estaba muy lejos de ahí estaba flotando, porque aquel beso le estaba dando alas, porque ambas estaban volando.

Siguieron examinándose con la torpeza y el nerviosismo de un primer beso tan deseado junto a un nivel alto de alcohol, hasta que profundizaron poco a poco el contacto. La ojimiel hundió sin aviso la lengua dentro de la boca de la rubia, y aquel sabor... Amelia sabía a alcohol, pero también a algo dulce y a protección, como aquel refugio en mitad de la tormenta que era aquella habitación. Era suelo firme, y en ese momento pensó que Amelia siempre la hacía sentir así, segura, protegida, como si con ella nunca sufriría. Qué equivocada estaba.

Luisita ni si quiera se dio cuenta, pero pasó de estar sentada al borde de la cama, a estar totalmente tumbada con Amelia sobre ella. Aunque Luisita no había bebido tanto como Amelia, su alrededor se desdibujaba un poco, pero no sabía si era culpa del alcohol o de la adrenalina. Tampoco fue consciente de que aquellos besos ya no eran tan inocentes, y que el movimiento de la mano de la morena recorriendo su cuerpo por encima de la ropa era bastante invasivo y que estaba tocándole más allá que cualquier otra persona antes lo había hecho.

Porque si, desde su etapa rebelde de los dieciséis, Luisita solo podía pensar en Amelia y aunque hubiera besado a más chicas, a ninguna la había dejado tocarla de esa manera, porque no quería que en su cuerpo hubiera otras manos que no fueran la de aquella ojimiel que le había robado el corazón.

Se tiraron tanto rato así que perdieron la noción del tiempo, simplemente besándose, cumpliendo aquel sueño que ambas deseaban tanto en silencio, hasta que la mano de Amelia ascendió por el muslo desnudo de la rubia hasta que el vestido impidió seguir explorando su cuerpo, haciendo que la rubia jadeara ante aquel contacto. Dejó de besarla para mirarla a los ojos por primera vez desde que sus labios se habían unido, para pedirle permiso, el cual entendió perfectamente la rubia y simplemente asintió levemente con algo de nerviosismo. En cuánto hizo aquel gesto, en los ojos de Amelia desapareció la mínima duda que podría quedarle, para reflejar pura lujuria.

Le levantó el vestido completamente y Luisita le ayudó a que se lo sacara por la cabeza, quedando únicamente en ropa interior. Se dio mentalmente las gracias por haberse puesto un conjunto que se había comprado apenas unas semanas, y no las típicas bragas viejas que todas tenemos y nos avergüenza ponernos, y aún así, lo hacemos. Amelia se quitó rápidamente su camiseta, dejando al descubierto su sujetador.

Luisita le miró el pecho sin ningún disimulo, tragando saliva. Sabía que Amelia tenía buen cuerpo, pero nunca, ni en sus mejores sueños pensó que la tendría en esas circunstancias encima suya. Volvió a fijar la vista en esos ojos miel y se dio cuenta de cómo la miraba, y ese deseo la excitó aún más. Volvieron a juntar sus bocas desesperadamente y el corazón de Luisita iba a explotar, su pecho iba a explotar, toda ella lo haría. Sin darse cuenta, Amelia deslizó la mano bajo la espalda de Luisita encontrando hueco entre esta y el colchón, manteniendo su mirada en los ojos de la rubia asegurándose de que estuviera cómoda en todo momento, y en un ágil movimiento, consiguió desabrochar la hebilla del sujetador de la rubia.

Luisita jadeó ante la inesperada sensación liberadora, y sintió como los tirantes de su sujetador se deslizaban por sus hombros hasta que Amelia lo retiró completamente. De pronto, una vergüenza invadió a la rubia al sentirse tan expuesta. Era la primera vez que estaba con tan poca ropa delante de alguien, pero sobre todo, es que ella no era un "alguien" cualquiera, era la persona de la que llevaba enamorada desde que sabía que existía ese sentimiento. Su pecho subía y bajaba, y Amelia se alejó un poco para poder apreciarla bien, y si antes pensaba que su mirada ardía, ahora era indescriptible. Esa mirada que le indicaba deseo, pero también que estaba en un lugar seguro, hizo que Luisita se relajara y disfrutara de aquel momento. La morena volvió a tumbarse sobre ella cuidadosamente, cubriendo con su cuerpo cada centímetro del de la rubia. La besó tan despacio que Luisita creyó derretirse. Llevó sus manos también al cierre del sujetador de Amelia con su torpe inexperiencia, pero temblaba tanto y estaba tan nerviosa que no fue capaz de desabrocharlo. Amelia se rio y el aire que escapó chocando contra sus labios hizo que temblara aún más.

- ¿Todo bien?

Luisita respondió con un asentimiento y Amelia volvió a besarla, haciendo que desistiera del intento de desnudarla. Tras un rato memorizando aquellos labios, Luisita sintió cómo Amelia iba dejando su boca atrás para encaminarse hacia su cuello. Todo aquello estaba provocando un torrente de sensaciones totalmente nuevas para ella, y pensaba que aquello era el cielo. Lo pensó hasta que la mano de Amelia empezó a explorar su cuerpo, sin que su cara saliera del cuello de la rubia. Ella también quería tocarla, llevaba años soñando con acariciar aquel cuerpo, así que su mano empezó a recorrer cada centímetro de la piel de la morena. Amelia dejó escapar un leve gemido cuando la mano de Luisita le acarició tan suave un pecho por encima del sujetador, y Luisita suspiró aliviada al sentir que efecto tan placentero estaba siendo mutuo.

La ojimiel dedicó un rato a masajear sus pechos, rozando suavemente las zonas mas sensibles con su pulgar, pero poco a poco, su mano descendió por el abdomen de la rubia hasta llegar a sus bragas. Cuando sus dedos llegaron al borde de estas, Luisita dejó de respirar, mientras escuchaba cómo Amelia suspiraba contra su piel. Pareció pensárselo, pero finalmente la ojimiel empezó a acariciar a la rubia por encima de la tela, aunque eso no evitó que la respiración de Luisita se descontrolara. Sin esperarlo, Amelia hizo presión sobre su sexo en aquel punto exacto que hizo que la rubia tuviera que morderse el labio inferior para no gemir en voz alta. Aunque ellas hubieran viajado a otro mundo donde solo existían ellas en ese momento, la rubia no se olvidaba de que tras esa puerta había una fiesta llena de gente y aunque no creyera que nadie fuese a entrar a su habitación, no quería correr riesgos a ser escuchada.

- Amelia... - susurró en un leve jadeo.

No sabía lo que pedía. No sabía si quería que parara o que siguiera. Por un lado, todo aquello estaba yendo demasiado rápido y estaba claro que la morena no estaba en pleno uso de sus facultades cognitivas, lo que viene siendo, que estaba borracha como una cuba. Pero, por otro lado, llevaba soñando años con aquel momento y nunca imaginó que llegara a ocurrir. No quería que aquello acabara nunca. Pero no tuvo que decidir, porque la morena lo hizo por ella. De pronto, Amelia paró en seco tanto sus caricias como sus besos.

- ¿Estás bien?

Amelia se separó de ella para mirarla a la cara, aunque no la miraba a los ojos, sino que su mirada estaba algo ida y su cara muy pálida.

-No mme encuentro bien, estoyy... estoy mareada.

-Espérate.

Luisita se incorporó ayudando a la morena a sentarse. Ambas se sentaron sobre sus rodillas mirándose, Amelia aun en sujetador y con sus vaqueros puestos, y Luisita sólo en unas bragas que ya de poco le servían después de cómo se había quedado tras esas caricias.

- Has bebido mucho y no estás acostumbrada, es normal. – le dijo acariciándole la espalda. – ¿Quieres ir al baño a refrescarte?

Amelia pareció dudar, pero finalmente negó.

- No. Sólo quiero tumbarme.

- No deberías, Amelia, si has bebido tanto lo último que deberías hacer es tumbarte o quedarte dormida.

- Por favor, solo... solo quiero tumbarme contigo.

La miró a aquellos ojos miel y pudo ver como realmente deseaba aquello. Nunca la había visto así, tan frágil, tan indefensa. Normalmente, era Luisita la que necesitaba sus brazos como un refugio, pero ahora era al revés, y le fue imposible negárselo.

- Está bien. – accedió finalmente, porque ella también quería tumbarse junto a ella y olvidarse del resto.

Luisita buscó una camiseta cerca que ponerse, pero como había llevado vestido, no encontró nada. Amelia pareció darse cuenta y le dio la suya, y en cuanto se la puso, no pudo evitar cerrar los ojos cuando el olor de la morena le llegó directo al alma. Amelia se tumbó y cuando Luisita fue a hacer lo mismo sin saber muy bien como colocarse, vio como la ojimiel tenia los brazos abiertos esperando a que ella se acurrucara junto a ella, y se dio cuenta de que, aunque el momento que habían compartido parecía haber acabado, aun no había despertado completamente de aquel sueño. Se tumbó a su lado y, nada más hacerlo, Amelia fue la que buscó su calor y la rodeó con los brazos para así acomodar su cabeza en el pecho de la rubia.

- Es la primera vez que te tumbas en mi cama, siempre soy yo la que se mete en la tuya.

La morena tardó tanto en contestar que Luisita creyó que se había quedado dormida.

- Si. Prefiero aquí.

- ¿Por?

- Porque cuando te tumbas en mi cama y te vas, tu olor se queda conmigo, y hace que me tire toda la noche echándote de menos. Sin embargo, aquí todo huele mucho más a ti, pero luego no me perseguirá tu aroma.

No tenía ni idea de que Amelia se sintiera así, pero sobre todo, no tenía ni idea de que Amelia sentía tanto su ausencia como lo hacia ella cada noche en la que cada una dormía con un par de puertas de por medio, dándole ganas de derribarlas todas, incluyendo la de aquella barrera que siempre parecía mantener en pie la morena.

- Bueno, pues puedes venirte a mi cama las veces que quieras.

- Lo haré. – y le dio un ultimo beso en el cuello antes de rendirse al sueño.

Esa promesa le llegó directamente al corazón, una promesa que Luisita creyó, pero que Amelia nunca cumplió.

Porque cuando se despertó y el frio proveniente de su lado le invadió, se dio cuenta de que Amelia tenía razón. Su olor se había quedado con ella, y aquello hacía que ese espacio vacío junto a ella doliera el doble. Esas fueron las únicas pruebas de que aquello sucedió, su olor y su camiseta que aún llegaba puesta Luisita, porque el resto, desapareció junto a la ojimiel para no volver.

Fin del flashback


Un silencio ensordecedor envolvió aquel apartamento tras aquel relato, y después de que Luisita sacara de su interior lo que llevaba seis años acumulándose, Amelia seguía quieta sin poder creerse lo que acababa de escuchar. Los ojos de ambas estaban empañados, los de la rubia por haber dejado salir la rabia que tenía dentro, los de la ojimiel, porque aquellas palabras habían removido tanto en su interior que sentía como si fuera a vomitar.

¿Pero qué hice?

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