Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
3. Princesas y guerreras
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

9. No juegues con la suerte

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By ladyy_zz

Aunque María no trabajase, era una chica responsable, y no le gustaba dejar a sus empleados solos y menos un sábado, pues si hiciera falta, ella se metía tras la barra aunque fuera en vestido y tacones. Esperaba que aquella noche no fuera así, porque era la primera vez que salía con sus amigas, con todas ellas. Desde que Amelia había vuelto, no habían podido disfrutar de una noche todas juntas, y esa noche era la noche. Además no era la única que no trabajaba y que saldría de fiesta al King's, pues su hermana iba a hacer exactamente lo mismo pero con sus amigas. Bueno, con las amigas de Bea. Luisita no tenía amigas propias.

Otra que estaba realmente ilusionada por aquella noche era Amelia. Hacía siglos que no salía de fiesta. Cuando vivía en Barcelona, salía con su grupo de teatro a menudo hasta que su madre enfermó, y todo lo demás dejó de existir y de importar. Pero ahora de vuelta a Madrid, tenía ganas de retomar su vida. Lo normal en cualquier persona es que, cuando un familiar muere, cuesta seguir adelante sin sentirse culpable de ser feliz, pero no Amelia, porque sabía lo que significaría para su madre que siguiera con su vida de una vez.

Así que ahí estaba Amelia, sentada en el sofá toda ilusionada totalmente arreglada esperando a María. Aquel apartamento era espacioso y le encantaba, pero eso de que solo hubiera un baño para las tres, las hacía retrasarse bastante, y como la mayor de las Gómez estaba harta de las discusiones tontas entre Luisita y Amelia, se ofreció ella en ser la última en ducharse. María ya le había avisado de que ya se estaba vistiendo, por lo que Amelia decidió mandarle un mensaje a Natalia anunciándole que ya les quedaba muy poco para salir hacia el King's.

Mientras tecleaba en su movil, escuchó la puerta de Luisita abrirse y, aunque no quiso levantar la cabeza, fue como un acto reflejo. La relación entre ellas no había cambiado nada, seguía habiendo esa tensión rara e ilógica para la morena. La rubia seguía sin bajar la guardia ni dar su brazo a torcer, y aunque Amelia creyó que se le pasaría con los días, algo más de una semana después de su regreso, Luisita parecía odiarla con la misma intensidad. La ojimiel seguía sin entender nada, como habían podido pasar de estar tan unidas a que no quisiera mirarle a la cara y aunque al principio le preocupaba, finalmente se cansó de la actitud tan infantil de la rubia. Por eso no quería levantar la cabeza al verla, quería ignorarla como lo hacia Luisita con ella, pero no podía evitarlo. A ella siempre le importaría Luisita. Siempre.

Llevaba un vestido negro de tubo bastante ceñido, el pelo recogido con una cola alta y sin maquillaje. En realidad, lo único que la hacia creer que salía de fiesta, era aquel vestido, porque no se había esmerado absolutamente nada en el resto. A Amelia le sorprendía bastante, pues se acordaba de lo coqueta y presumida que era la rubia, lo mucho que le gustaba la ropa y sobre todo, las sombras de ojo y pintarse los labios. Ahora que lo pensaba, no la había visto ponerse los labios rojos en todo aquel tiempo de convivencia, con lo mucho que recordaba que los usaba. Era como una especie de símbolo, se los ponía cuando se sentía bien, como una especie de herramienta psicológica de empoderamiento. Nada como unos labios rojos para sentir que puedes comerte el mundo.

Sin embargo, ya no. Luisita ya no se sentía así y la ojimiel lo sabía. 

La rubia había ido a la entrada a buscar su bolso, si que se había dado cuenta de que Amelia estaba sentada en el sofá, pero hizo como si no estuviera. En ese momento, Se escuchó la puerta principal abrirse con unas llaves para dejar espacio a la novia de la rubia. Amelia no sabía que Bea tenía las llaves del apartamento, pero no le extrañaba, si tuviera que apostar, diría que Luisita le había dado hasta su contraseña del teléfono.

- Hola cielo.

- Hola. – dijo mientras cerraba la puerta sin quitarle la vista a la rubia. – Que guapa estás, ¿no?

-Gracias – dijo algo sonrojada al no estar acostumbrada a esos halagos

Bea se acercó a ella para dejarle un corto beso en los labios a modo de saludo.

- ¿Pero no crees que es un poco inapropiado?

Luisita la miró extrañada y luego miró hacia su vestido.

- ¿Por?

- Pues porque se te marcan todas las curvas.

Luisita se apartó de ella y se dirigió hacia el espejo de pared que tenían en la entrada y se dio cuenta de que tenía razón, se le marcaba un poco aquellos kilos de más que había ido ganando con el tiempo. "¿Cómo no lo había visto antes? ¿Y yo iba a salir así?", y una especie de ansiedad mezclada con vergüenza al mirarse al reflejo se instaló en su pecho.

-Tienes razón, no me había dado cuenta – murmuró.

Bea se acercó hasta ella y la abrazó por la espalda para ponerse tras ella frente al espejo.

-Ademas, no sé... deja poquito para la imaginación, y este culo es sólo mío. – y le agarró el culo mientras le empezó a besar el cuello sin ningún pudor.

Luisita se rio ante las cosquillas que le estaba haciendo con la nariz en el cuello.

-Vale pues, voy a cambiarme rápido. Espérame aquí. – y le dio un beso rápido antes de entrar a su habitación.

Amelia, que había sido testigo sin quererlo de aquella conversación por estar sentada en el sofá, no sabía de que narices hablaban. Ese vestido le hacía a Luisita un cuerpo perfecto, si, con curvas, pero eso era lo que lo hacía perfecto. La ojimiel era una de las personas más pacientes y tolerantes que existían, su infancia le había enseñado eso, a soportar mucho sin rechistar, pero ver todas aquellas alarmas sonando tan alto y que la rubia pareciera estar sorda, era algo que estaba empezando a no aguantar más.

Antes de que pudiera levantarse y dirigirse hacia Bea, María salió totalmente lista para salir, así que decidió dejar a un lado aquello que acababa de ver y salir de ahí antes de que le dijera algo de lo que quizás más tarde se arrepentiría.

Mientras caminaban hacia el King's, Amelia intentó deshacerse de la mala sensación con la que se había quedado tras haber presenciado aquella conversación entre las novias. Tenía sentimientos encontrados, por un lado, sentía un gran enfado porque aquella chica le hablara así a Luisita, pero por otro lado, tenía una tristeza que no sabía muy bien descifrar. Durante un segundo en aquel salón, a Amelia le dio ganas de seguir a Luisita hasta su habitación para decirle que se quedara con aquel vestido, que estaba perfecta con él. Que ella siempre estaba perfecta. Que ella lo era. Y abrazarla hasta que se lo creyera. Quería proteger a Luisita, pero sabía que ya no era su pitufa, que ya era una adulta y que ni si quiera la soportaba. No debía meterse en su vida. Todo había cambiado y aún le costaba adaptarse a ello.

Llegaron al local y el ambiente hizo que aquellos pensamientos desaparecieran un poco. María y ella dejaron sus abrigos y sus bolsos en el despacho y volvieron a salir para esperar a sus amigas. Se sentaron en la mesa que tenían reservada junto con Natalia que ya había llegado y diez minutos después llegaron la parejita feliz del grupo. Hacia demasiados años que no se reunían así las cinco, sonrientes, disfrutando de la noche, riendo a carcajadas. Madre mía, hacía cuanto Amelia no reía a carcajadas sinceras, esas carcajadas que hacen que se te salten las lágrimas y se te vacíen, no solo los pulmones, sino toda la oscuridad que puedes ir arrastrando durante el día. Que terapéutico puede ser una quedada con amigas.

Además de ponerse al día y beber sus copas que no paraban de llenarse, refrescos para Amelia, bailaban en la pista de baile como si no hubiera mañana. El hecho de ser abstemia nunca había hecho que la ojimiel se incomodara con gente bebiendo alcohol a su alrededor, ni se molestaba demasiado cuando tenía que hacer de madre del grupo, cada una era libre de hacer lo que quiera, pero simplemente... Amelia no era capaz de consumirlo. No era algo que le importase mucho, la verdad, aparte de algún que otro comentario tonto típico sobre lo aburrida que era al no beber, nunca sintió que le hiciera falta para divertirse.

Tras quedarse sin aliento de tanto bailar, decidieron volver a su reservado y descansar un poco. El local había empezado a llenarse y aunque no hiciera falta que María se metiera tras la barra, se acercó para ver como llevaban el trabajo y mientras tanto sus amigas charlaban en aquella mesa. Amelia recorrió aquel local con la mirada, y sin embargo, aunque no la hubiera visto llegar, era imposible que no reconociera a Luisita en cualquier parte. Normalmente, la habría notado antes, pues la luz que desprendía la rubia siempre hacía que todo el mundo fuera consciente de su presencia, sobre todo cuando salía de fiesta, pero ya no, ahora su presencia era demasiado discreta. Aunque no para Amelia.

Luisita estaba sentada en otro reservado algo más alejado con un grupo de chicas, a las cuales la ojimiel no reconocía, excepto a Bea. Estaba claro que Luisita no estaba integrada en aquel grupo, pues simplemente estaba sentada junto a su novia mientras asentía y sonreía tímidamente de vez en cuando, pero apenas intervenía, y una punzada de tristeza atravesó el pecho de la morena. Amelia todavía se acordaba de cuando trabajaba ahí e iba Luisita con sus amigos, eran el alma de la fiesta, y ahora se preguntaba qué habría pasado.

Un momento.

Amelia se acordó de uno de los integrantes de aquel grupo de adolescentes tan fiestero y quien podría darle una pista de que fue lo que ocurrió. Se giró hacia sus amigas e irrumpió a conversación sin tan siquiera saber de qué hablaban, aprovechando que María aun estaba ausente. No quería que pensara que quería cotillear sobre su hermana, era solo una duda que la estaba reconcomiendo.

- Oye, Lourdes. ¿Qué tal está Mateo?

- Pues muy bien, buscando trabajo como todos los recién salidos de la carrera, pero muy contento. – dijo orgullosa de su hermano pero extrañada por aquel interés de la ojimiel.

- Me alegro entonces, a ver si viene por aquí de fiesta algún día y le veo.

En cuanto dijo esa frase, Amelia notó perfectamente como a todas sus amigas se le cayeron la sonrisa.

-Mi hermano no viene ya por aquí, ni vendrá.

- ¿Por?

-Por esa zorra. – dijo señalando con la cabeza a Bea, haciendo que Amelia se girara para mirarla y verla tan sonriente con aquellas amigas. Tan amable. Tan inocente.

- Lourdes. – la regañó su novia.

- Es verdad, si Mateo y todos sus amigos han dejado de venir aquí es por culpa de esa imbécil que Luisita tiene por novia. Y bueno, ahora que no nos escucha María, igual de imbécil es su hermana por creer a Bea.

Amelia volvió a girarse hacia sus amigas y ver la cara de enfado de Lourdes. Ya no podía aguantarse la intriga.

- Pero, ¿qué es lo que pasó?

Su amiga pareció dudar antes de hablar, pero no tenía sentido ocultárselo a la ojimiel cuando aquello lo presenció todo el local.

- Pues todo empezó con la puta retrógrada idea de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos sin más intenciones que esa, una amistad. A Bea nunca le hizo gracia que Luisita fuera amiga de Mateo y Fede, porque siempre le decía que ellos buscaban algo más en ella, y ya te digo yo a ti que no. Pero a mi hermano... a mi hermano se la tenía jurada. Mateo y Luisita estudiaron juntos psicología, por lo que estaban más unidos y por aquel entonces, mi hermano ya estaba enamorado de la que ahora es su novia, Silvia. Los tres estaban en la misma clase, por lo que Luisita la conocía, así que Mateo le pidió ayuda para acercarse a Silvia. Bea empezó a notar como su novia y mi hermano se mandaban mensajes a menudo, y no hacía más que repetirle a Luisita que todo aquello solo era una artimaña para acercarse a ella. Le comió la cabeza hasta el punto de que se lo creyó completamente. Una noche, cuando estaban de fiesta aquí en el King's, por lo que nosotras también fuimos testigos de aquello, Mateo estaba algo bebido y bueno, sé que tú no bebes, pero sabes como a veces con el alcohol nos da ese ensalzamiento de la amistad y no paramos de repetir cuanto queremos a todo el mundo. Mi hermano le dio un abrazo a Luisita como agradecimiento por todo lo que estaba haciendo por él y Silvia e, inocentemente, le dijo que la quería, y ese fue el límite. Bea le acusó se sobrepasarse con Luisita, y esta la creyó. Después de eso, la única que siguió siendo amiga de Luisita fue Marina, aunque no duró mucho más, y un mes después de aquello, Marina se mudó del apartamento.

Amelia miró al resto de sus amigas porque no podía creerse que aquello fuera cierto.

- Es verdad, no fue más que un puto abrazo. – dijo Natalia verificando la historia.

- Lo peor de todo es que, por la acusación tan fuerte, hasta mi hermano las creyó, y todavía sigue sintiéndose mal por todo aquello. Por suerte, Silvia también estuvo esa noche ahí y también lo vio todo, por lo que su palabra ayudó mucho a que Mateo nos creyera, y ahora están felices y juntos. – sonrió un poco al acordarse del final "feliz" que tuvo esa historia para su hermano, porque más bien fue agridulce, pero algo bueno se llevó de todo eso.

- Realmente Bea es capaz de convencer a cualquiera de que el cielo es de color rojo si se lo propone. Nos costó mucho que Mateo se creyera que no había hecho nada malo, quería mucho a Luisita y le mataba la culpa de haberla hecho sentirse así. Todas creíamos que Luisita recapacitaría, pero de todo esto ya hace más de siete meses. – intervino Cris.

Todas se giraron a mirar aquel grupito de chicas que parecía liderar aquella chica de pelo azabache y cara de inocente. Amelia fijó su mirada en ella y sintió como no podía morderse la lengua más.

Vale. Hasta aquí he llegado.

Decidió integrarse nuevamente en la conversación que acababa de iniciar Natalia y esperar al momento perfecto que, quince minutos después, pareció llegar cuando vio que Bea desaparecía, sin compañía, tras las puertas de los baños. Espero unos segundos y después de disculparse con sus amigas, se dirigió hacia su encuentro.

Bea estaba mirándose al espejo mientras se lavaba las manos, cuando vio aparecer a aquella ojimiel que había llegado interrumpiendo su vida de las peores de las maneras. Desde que conocía Amelia, sentía que había dejado de tener el control de todo lo que sucedía a su alrededor, y eso era algo que odiaba. No le hacia ninguna gracia aquella mujer, pero sabía que la ojimiel era una fuerte integrante de aquella familia a la que intentaba entrar, y sabía que lo mejor era fingir y tenerla como una aliada. Pero lo que no sabía Bea es que, para Amelia, ya hacía mucho que esa chica no sería una amiga. Se paró tras ella, a una distancia prudente, mirándola a través del espejo mientras Bea seguía enjuagándose las manos. Se apoyó en una de las puertas cerradas de los cubículos y se cruzó de brazos mientras observaba a la chica que tenía delante.

- No me gustas.

Bea paró de golpe sus movimientos. No se esperaba aquello, no estaba acostumbrada a hablar así con nadie, estaba mucho más acostumbrada a las segundas intenciones y caras falsas.

- Vaya, eres directa.

- ¿Y por qué no? No es que no me caigas bien, es que directamente no me gustas como persona, pero nada de nada, y las dos sabemos que por mucho que finjas, a ti te pasa exactamente lo mismo conmigo, así que para qué jugar.

Cerró el grifo y la miró a través del espejo. Se miraron. Se desafiaron.

- ¿Qué quieres? – era evidente que si la ojimiel estaba empezando esa conversación, era porque quería algo en concreto.

- Hablar contigo a solas, que todavía no hemos tenido oportunidad. Quería felicitarte por la novia que tienes, siempre pensé que la persona que acabase con Luisita sería la más afortunada del mundo.

- Gracias. – no se fiaba una mierda de sus palabras.

- De nada, mujer. Aunque tengo la leve, o gran impresión, de que tú realmente no eres consciente de la suerte que tienes al estar con ella. Y, ¿sabes qué? Que lo malo de la suerte es que no depende de nosotras y tan rápido como viene – chasqueó sus dedos haciendo que su contrincante se sobresaltara. – se puede ir. Así que ten cuidado con como la tratas, vaya que la suerte cambie.

Bea se giró para mirarla a la cara y se dio cuenta de que la ojimiel había adelantado algunos pasos hacia ella.

- ¿Me estás amenazando?

Amelia puso una media sonrisa satisfactoria mientras seguía cruzada de brazos.

- Pues no sé, aunque si fuese así, si tú crees que la tratas como se merece, no tienes de que preocuparte, ¿verdad? Luisita se merece lo mejor, así que más te vale dárselo.

- ¿Pero tú quien te has creído que eres para meterte en mi relación? - no se podía creer que esa morena de pelo rizado se atreviera a hablarle así.

- Alguien que se preocupa por Luisita.

- Yo también lo hago.

- Anda, pues mira que bien, entonces no hay ningún problema, ¿verdad?

Bea le aguantó la mirada mientras empezaba a temblar de rabia, pero sabía que la mejor arma que existía era la palabra, y era una chica lista, sabía que en esos momentos era mejor callar antes de cavarse su propia tumba. Pasó por el lado de la ojimiel golpeándole con el hombro y salió de ese baño. Cuando Amelia también salió tras ella unos segundos después, vio como Bea salía del King's sin esperar a nadie ni mirar atrás, y mucho menos a su novia que intentaba retenerla para preguntarle qué le pasaba. Cuando Bea desapareció, Luisita miró hacia la dirección de donde había venido su novia y al ver ahí a Amelia, ya supo que había pasado y aquel enfado permanente que vivía en su interior al recordar a la ojimiel, volvió más fuerte que nunca. La rubia se acercó a ella rápidamente y Amelia simplemente se quedó en el sitio, sabiendo que no tenía escapatoria.

- ¿Qué mierda le has dicho?

- Nada, simplemente he tenido una pequeña charla de cómo tratar bien a tu pareja. – intentó hacerse la buena pero sabía que no tenía excusa por haberse entrometido entre ellas.

Luisita se echó las manos a la cabeza sabiendo que aquello le costaría caro y que lo pagaría todo ella.

- Joder Amelia, te lo voy a decir por última vez a ver si te queda claro. No eres mi niñera y no tienes que protegerme, así que déjame en paz de una puta vez. – le espetó con rabia.

Antes de que Amelia pudiera contestar, Luisita salió corriendo del local para buscar a su novia. Estaba harta de Amelia, de su sobreprotección tan absurda y de que no la dejara vivir. Porque siempre había sido así, la ojimiel siempre se había sentido con el derecho de decidir con quien podía salir Luisita y con quien no, y aunque en el pasado la rubia creyera, ilusa, que lo hacía por celos, ahora sabía que el único propósito de la ojimiel era arruinarle la vida.


Flashback

La Luisita de dieciséis años era... bueno. Si le preguntaban a cualquiera de los Gómez, dirían que fue su peor época. Se había vuelto totalmente rebelde, se saltaba clases y salía de fiesta bastante, ocultándole a sus padres donde estaba la mayoría de las veces. No es que se estuviera metiendo en graves problemas, que va, simplemente estaba pasando por una crisis de identidad. Era la única lesbiana de su curso, lo que significaba que a sus dieciséis aún no había tenido ciertas experiencias típicas de su edad. Primeros amores, primeros besos con algo más de lengua, alguna que otra mano recorriendo sus cuerpos por encima, o por debajo de la ropa. Pero cuando llegó a sus dieciséis... se hartó. No quería seguir siendo la única que no hubiera hecho todas aquellas cosas, así que empezó a salir por Chueca y a buscar a otras chicas, y no precisamente para una amistad.

Y eso le llevó a aquella noche en la que estaba con una chica algo mayor que ella, porque Luisita le había dicho que tenía más edad de la que realmente tenía, mientras caminaban a trompicones por la oscura Plaza de los frutos, debido a las pocas farolas que iluminaban la noche y porque no paraban de devorarse las bocas.

No era ni la primera ni la segunda con la que se enrollaba de esa manera tan impetuosa, pero era la primera con la que se había decidido a dar, no solo un paso más allá, sino EL paso. No sabía cómo, pero había conseguido llegar hasta su portal. Su casa estaba vacía, sabía que sus padres y su abuelo no llegarían hasta que cerraran el Asturiano y su hermana y Amelia tenían turno en el King's. Era su oportunidad y no iba a dudar. Estaba nerviosa, pero ahora solo se centraba en como sus lenguas se entrelazaban torpemente y como las manos de la chica habían llegado hasta su culo hasta apretárselo con fuerza. Luisita dejó escapar un leve gemido más fuerte del que pretendía. Empujó a su acompañante contra la puerta del portal y hundió su cabeza en su cuello para que su lengua empezara a recorrer ese trozo de piel.

Escuchó un pequeño movimiento de entre los arbustos que había al lado del portal, pero el sonido de aquella voz la sobresaltó antes de que pudiera reaccionar

- ¿A dónde crees que vas, pitufa?

Ambas chicas se asustaron y se separaron rápidamente, y Amelia pudo ver como sus pintalabios corridos por sus caras.

- ¡Que susto! ¿Amelia? ¿Qué haces aquí? – dijo con la respiración ajetreada aún después de aquel beso tan intenso que se estaba dando.

- Se me han olvidado las llaves y no tengo batería en el móvil, así que estaba esperando a que volvieras a casa.

- No, me refiero que porqué has vuelto, ¿No trabajas hoy?

- Si pero no me encontraba muy bien y me han dejado irme antes a casa y bueno, ya sabes, si quiero descansar algo aquí se está mejor. – dijo señalando la vivienda de los Gómez

Amelia volvió a mirar a Luisita y a su acompañante, y se dio cuenta de lo oportuna que había sido.

- ¿Y vosotras a dónde ibais? ¿No sabes acaso que no puedes estar con ninguna "amiga" cuando estás sola en casa?

Se miraron entre ellas y empezaron a enrojecer.

- Bueno... yo creo que me voy a ir yendo.

Luisita la miro con cara de pena, la ojimiel le había estropeado aquella oportunidad.

- Lo siento mucho.

- Otro día. – le dijo al oído de Luisita, aunque Amelia lo escuchó.

- Lo dudo. – interrumpió la ojimiel que se llevó una mirada asesina por parte de la rubia.

Antes de que aquella chica se diera la vuelta, dudaron en si besarse o no, pero la verdad es que la presencia de Amelia la intimidó, y prefirió desaparecer cuanto antes.

- Joder, Amelia. Ya te vale.

- ¿Qué pensabais hacer en casa? – El silencio de Luisita habló por ella y Amelia lo entendió. – No me digas que eso iba a ser tu primera vez.

Abrió los ojos de par en par y no le salieron las palabras.

- Pues ni lo sueñes, pitufa, porque eso no va a pasar.

- Primero, deja de llamarme pitufa, ya no soy una niña. Y segundo, ¿a ti que más te da? Te recuerdo que yo te pillé hace dos años con Sara apunto de hacer lo mismo.

- Yo tenía dieciocho años. Y ese no es el tema, es que no voy a permitir que hagas nada por el estilo mientras estés bajo mi supervisión, y menos con esa.

- Anda, no sabía que ahora tenía niñera... Y, ¿menos con esa? ¿Qué problema tienes con ella? No la conoces.

- No me hace falta conocerla para saber que no esta a tu altura, pitufa.

Una punzada atravesó el pecho de Luisita, porque sabía que aquello era sobreprotección fraternal, pero si Amelia supiera que el verdadero motivo de toda esa actitud era porque sabía que nunca besaría sus labios y necesitaba encontrar una sustituta, no le diría ese tipo de cosas que hacían creer que, algún día, sería posible.

- Que no me llames así, joder. Y tú no sabes nada de mi vida privada, así que déjame en paz.

Luisita abrió el portal y entró sin esperar a la morena, la cual tuvo que sujetar rápidamente la puerta para no quedarse ahí, y ambas subieron a la vivienda de los Gómez, donde nada más entrar, la rubia se encerró en su habitación maldiciendo a la ojimiel y deseando que no hubiera aparecido para interrumpir lo que había estado apunto de pasar, así quizás no se sentiría tan vacía.

Fin del flashback.


Y ahora, tantos años después, mientras Luisita llamaba desesperadamente a su novia sin que le cogiera el teléfono mientras andaba por la calle con las lágrimas en los ojos con la esperanza de que descolgara, Amelia seguía haciendo esas cosas que la hacían ilusionarla y destrozarla por partes iguales.

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