Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 40: La voluntad perdida|

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By CazKorlov

—No reaccioné de la mejor manera,

¿Quién no lo haría?

Confiaban en mí

porque me habían estado mintiendo.


Luís vio a Marcel apretarle la cintura a la doctora como si fuera un animal que reclama el premio ganador. Alyssa correspondió a su movimiento con pequeños temblores extasiados sacudiendo su cuerpo. El sonido que lo hizo sangrar había comenzado a disminuir en intensidad, pero la imagen ante él era grotesca, la oscuridad se cernía en los bordes de su visión. Su pesadilla había cobrado vida, y cuanto más trataba de aferrarse a lo que veía, las facciones de la mujer se perturbaban, cambiaban, se movían sobre el hueso hasta adquirir una nueva cara. La de él, la de Mikaela.

Aquello no era real, podía sentir que algo se había roto en su interior, porque la sombra colaba las garras a través de su piel, arañando la columna. Sintió que el cazador se apoyaba sobre él en un cálido abrazo, lo acariciaba como solía hacerlo, y le clavaba su puñal por la espalda, justo en el nacimiento de lo único que podría permitirle ser libre. Sus alas se extendieron por la impresión, y al sentir su característico olor, ellas tomaron una forma grotesca.

—Sos un monstruo, jamás volvería a salvarte.

Fue consciente de la traición, Mikaela nunca lo había amado, solo era una pieza más que usó en su juego enfermo. Si lo hubiera querido jamás habría permitido que le hicieran eso. Lo habría perseguido, lo habría detenido, habría ido a buscarlo, aunque él se negara. ¿Dónde estaba ahora?

Vio los labios de esa mujer de bronce moverse, pero en su mente, era el recolector quien le hablaba.

—Tu padre me dio todo lo que necesitaba.

El odio crepitó en su interior, trazó un camino hirviente en sus venas, y la sensación de impotencia hizo que le crecieran las garras. Una nueva necesidad insana incineró su cordura, poniéndolo en movimiento. Deseaba hacerle sentir todo el sufrimiento que él mismo le había causado, tomar la venganza entre sus manos, incendiar su frustración. Quería verlo sangrar. ¿No los hicieron para eso? Eran los títeres con los que se desquitaba la Corte.

Les enseñó los dientes, a punto de saltarle encima a su amante deformada por el cuerpo de esa mujer con traje de doctora. Su padre alzó una ceja blanquecina y se acomodó el pañuelo azul que tenía en el cuello en una especie de incómoda señal. Luís sintió un grueso cable de metal envolverse alrededor de su garganta, tiraron de él hacia atrás, y la fuerza le cortó la circulación cuando hizo al artefacto zafar de las manos de su atacante. El acero envió una corriente eléctrica que sacudió sus huesos desde el interior, pero en ese momento logró asimilar el dolor, aumentando su resistencia.

Con un rugido empujó a una de las amalgamas que se le había acercado por detrás, y aferró su ropa, tirando de su cabello, en un rápido movimiento hizo su cuello hacia atrás en un ángulo irreal. Estaba hambriento, hincó los dientes en la yugular. Esa carne arrancada, la misma que saboreaba en su lengua fue la explosión de energía que necesitó para llegar a ella, el verdadero objetivo. Su padre retrocedió con gesto de satisfacción y no hizo nada a pesar de ver como la doctora le rogaba ayuda con la voz perturbada por el miedo.

La bestia la empujó contra el final del ascensor, la tomó de las solapas y le partió la nariz de un cabezazo cuando intentó hablarle.

—"Te están dejando morir." —Se burló Luís, recordando lo que le había dicho ella antes de dejarlo salir.

Subió las manos por su pecho como tantas veces lo había hecho en esos sueños y envolvió su garganta, las garras clavándose en su piel. La estrelló contra la pared como si se tratara de un simple juguete, mientras las palabras de Mikaela se repetían en su mente, era interrumpido solo por el ruido de sus huesos rotos, una pequeña sonrisa brotó en su cara al ver la sangre brillante manchar de rojo su expresión, y se hizo más grande a medida que el olor dulce lo embriagó.

Un intenso gruñido vibró en su garganta al probarla, la sensación de placer que estaba esperando se extendió hacia todas sus extremidades. No, era mejor. La oscuridad, se sentía bien, mientras su vida se escapaba al desgarrar de sus músculos el recuerdo de él, y perdía de a poco el dolor que le había provocado con su existencia, su humanidad igual.

Pronto dejó de sostenerla, se deslizó al suelo. Con un profundo repiqueteo, se sentó encima y abrió un hueco lo suficientemente grande para extraer el motivo de sus desvelos. Sostuvo la masa de músculos con una mano, era cálido, brillante y el líquido rojo bajaba por su brazo. Era pesado, más de lo que había sido su amor por él, deslizó la lengua a través del camino endulzado por su ansia, y lo sostuvo entre sus dedos como una manzana enorme.

Recordó a Mikaela mirándolo esa noche, diciéndole que podía resolverlo, y luego su voz cuando le prometió que iba a protegerlo.

Mentiroso.

Su pecho se hinchó, y un sonido extraño salió de su garganta, sonaba como un lamento, pero se hallaba deformado en los labios de un monstruo con hilos de saliva colgando de su lengua. Luís lloraba, la sangre se mezclaba con sus lágrimas, pero la bestia quería reír, le parecía graciosa la cara que ponía su padre mientras lo veía masticar el corazón.

✴ ✴ ✴

Las amalgamas tuvieron que intervenir, justo en el instante en que estaba dispuesto a seguir con Marcel. Tomaron el collar que no había podido quitarse, y enviaron suficiente electricidad para hacer que sus ojos comenzaran a arder. Sus músculos se habían quemado de manera momentánea, sanaba con rapidez, pero no podía moverse sin un espasmo violento, y antes de perder la conciencia solo tuvo la voz chirriante de la sombra para consolarlo.

Su cuerpo no reaccionó durante las horas siguientes, su mente sí, podía oír todo, verlo todo, como si estuviera metido dentro de una caja repleta de agujas de cristal. Encerrado en la cárcel de sus pensamientos apenas era consciente de la atrocidad que había hecho, porque la sombra cantaba y él se sentía más fuerte, no era capaz de olvidar el sabor de aquella carne.

Lo llevaron a rastras a través del ascensor, apretaron el último botón del panel de la pared, y atravesó los intrincados pasillos del piso más envejecido, con paredes llenas de humedad, el olor a antiséptico no era lo suficientemente fuerte para ocultar el de la sangre. En el pasillo había una amalgama diferente por cada puerta de metal oscuro, fue un camino largo hasta que entraron al cuarto del final, allí lo arrodillaron para atarlo con gruesos grilletes adheridos al suelo.

Daba la sensación de ser de otro tiempo, desde las columnas hasta los ladrillos de las paredes. Parecía el infierno, y se sentía bien. No podía dejar de suspirar, tratando de recuperar el sabor que había experimentado al probar una quimera por primera vez.

El ambiente estaba en penumbras, escuchó pasos a sus espaldas, sobre lo que parecía ser una plataforma circular elevada. Las luces de los reflectores se encendieron en su cara y descubrió que eran más médicos, llevaban el uniforme y fingían no verlo. Su cerebro palpitaba al compás de esas frías palabras.

—Mira cómo reacciona, su conciencia sigue en pie —dijo alguien—, es increíble.

—No creo que la conserve por mucho tiempo, una vez que el parásito llegue a su corazón...

—Es una bestia, insulta a nuestra especie —gruñó otro—. Mirá la sangre, acaba de atacar a uno de nosotros, puedo olerlo.

Una mujer los interrumpió, estaba apurada y nerviosa.

—La Teniente Minerva acaba de llegar ¿Están seguros de que lo documentaron todo?

—Por supuesto.

Uno de los médicos se volteó hacia ella.

—¿Minerva? ¿No se suponía que iba a venir su representante?

—Dijo que quería verlo con sus propios ojos —masculló, contagiando su nerviosismo—. Es su ejército el que va a verse beneficiado después de todo.

La mano de su padre sobre su hombro lo distrajo, estaba a su lado y apenas lo había notado. Las puertas se abrieron con un golpe, todos se pusieron firmes de repente, y escuchó pasos recorrer el espacio. Botas y trajes militares de rango bajo cerraron el círculo a su alrededor. Marcel le apretó como si de repente compartieran alguna clase de secreto, sintió asco.

—Me hubiera gustado esperar un poco más para presentarte, pero vamos a tener que conformarnos con esto —dijo alejándose—. No te olvides de que naciste para este momento, hijo.

Luís no pudo evitarlo, gruñó y empezó a insultar entre gritos sin importarle las circunstancias, los temblores que sacudían su cuerpo hacían que las palabras se volvieran balbuceos sin sentidos acompañados de la sangre y la saliva que resbalaba de sus labios. Aún no podía moverse con propiedad.

Las quimeras eran difíciles de comprender, pero gracias a haber trabajado con su padre siguiendo los pasos de Caos estudió su capacidad de asimilación. Algunas criaturas privilegiadas por el Creador podían adquirir grandes habilidades al consumir a la quimera correcta, como la doctora que acababa de matar. Gracias a eso podía imaginarse lo que le esperaba, y quería que al menos su actitud pudiera frustrar los planes que tenía de presentarlo ante una miembro tan importante del Consejo Directivo de la Sociedad.

Prefería morir antes de asegurar su puesto en ese lugar.

El problema era que no podía mantener su conciencia mucho tiempo, la sombra había tomado demasiado de él, y antes de que comenzara la reunión se aseguraron de electrocutar su cuerpo hasta que volviera a aquel estado de catatonia temporal. Las luces de los reflectores se encendieron en su cara, sus iris verdes se expandieron y todo se tornó irreal, los movimientos transcurrían en cámara lenta, como si hubiera decidido presenciar una obra de teatro macabra.

La silueta de Marcel se inclinó hacia adelante en una pulcra reverencia.

—Me complace recibirla, Teniente.

Escuchó más murmullos sobre él, se callaron cuando presentaron a esa mujer. A la imponente quimera de piel violácea sentada al filo de la plataforma circular, vestía de blanco con un pulcro uniforme militar, con una cantidad de medallas que desbordaba la de su padre. Tenía el cabello negro atado en varias trenzas y sobresalían de su boca cuatro colmillos. Una gran fila de dientes se vio cuando bostezó antes de hablar.

—Enseñame el milagro que vine a ver, Marcel. —Agitó la mano de forma despectiva, miraba a su padre, rebajaba su presencia con los ojos de acero sobre el negro—. No tengo tanto tiempo para estos experimentos.

En su idioma, el hecho de que no ocultaba del todo su apariencia salvaje, significaba hosquedad, desconfianza. Quería enseñarle quién mandaba. Su padre trató de no dejarse amedrentar, la observó con su mirada de tiburón, y su piel se volvió más blanca, las venas azules se marcaron en su cuello y el brillo rojo de sus encías relució bajo la luz cuando le enseñó la enorme fila de dientes.

—Directo al punto, por supuesto.

Escuchó un chasquido, y alguien se paró frente a él, una mujer alta que tenía sobre los ojos una máscara de acero inclinaba la cabeza con brusquedad. La reconoció por el aroma a azufre que cargaba, no estaba preparado para verla. Era la criatura que le había roto los huesos aquella vez. Tenía una extraña pieza de metal larga envuelta en la mano con una venda ensangrentada, parecía una espada, pero le habían quitado trozos de metal para que el filo pudiera engancharse a la carne y no solo cortarla, sino arrancarla.

Ella arrastró el borde dentado por el suelo con semblante inanimado, y Luís se crispó. Su cuerpo tardó un poco más en igualar su acción y producto de su instinto sus alas quedaron expuestas con un fuerte aleteo. Y antes de que pudiera inspirar la mujer cortó por el centro de su pecho una irregular línea cruzada, apenas logró contener el bramido de dolor que torció sus muñecas. Los espasmos de electricidad habían abandonado su cuerpo cuando su padre comenzó a hablar.

—Se sabe que las quimeras que logran convivir con un parásito por lo general tienden a disociarse de la realidad, se pierden rápido —explicó—. El parásito tiene la necesidad de consumir cada pequeña migaja de humanidad dentro de su anfitrión, en este caso quimera, comenzando por su conciencia. —Hizo una pausa y siguió con voz neutra—. Lo que los vuelve demasiado manejables —señaló a la mujer que danzaba a su alrededor y cortaba cada porción de piel que viera a la vista como si fuera un pulido mecanismo de relojería—. Pero inútiles si se trata de realizar tareas complejas, como puede ser por ejemplo dirigir un ejército.

La Teniente chasqueó la lengua.

—¿Me llamaron a este lugar para ver esta vulgar sesión de tortura?

—La primera fase era la de asegurarnos de que el parásito tuviera lugar propicio para desarrollarse satisfactoriamente. —La ignoró a conciencia.

La densa nube de su cerebro apenas le dejaba reaccionar al movimiento de su arma, trituraba su carne a propósito. Sin embargo, sentía que se recomponía con rapidez, las heridas se transformaban rápidamente en una línea oscura en contraste con su piel pálida repleta de manchas violetas. La sombra se reía en su cabeza, divertida por la sensación. Él estaba divido entre la confusión y el sufrimiento convirtiéndose de a poco en un ligero cosquilleo.

Era estúpido creer que podría volver después de descubrir que había llegado a ese punto, empezaban a faltarle las fuerzas para resistirse.

Marcel seguía explicando con tono más alegre.

—La segunda fase consiste en hacer que el anfitrión acepte colaborar con ella para generar un buen ambiente de trabajo. Casi nunca lo logran, porque se sabe que esos parásitos son territoriales y viven alimentando la desgracia para pudrir el interior como un gusano dentro de una manzana. —Su mirada se desvió a los cortes abiertos en la piel de su hijo, temblaba con la barbilla apoyada en el pecho—. Una vez trastornan su sistema nervioso, eso es lo que les produce placer. —Volvió a cortarlo con violencia, y envió un corrientazo irracional que le hizo estremecer, no de dolor—. Pero vea esto, con permiso.

Su padre entró en su línea de visión y trató de acariciarle el cabello con ternura. Luís se olvidó de sus cortes y del cosquilleo en su interior, comenzó a gruñir con violencia, transformó su cuerpo en un santiamén, tensando cada músculo. Las raíces negras surcaron sus venas, desde la oscuridad de sus garras y de cada abertura, hasta escalar sus ojos y llenar de alquitrán sus escleróticas.

Marcel sonrió complacido.

—¿Lo ve? Él me odia, y no importa lo que la sombra quiera hacerle sentir —afirmó—. Ella no va a cambiar eso, porque ambos están de acuerdo. Lograron convivir en un solo cuerpo, me arriesgo a decir que lo suficiente como para controlar de forma consciente el avance de la enfermedad. ¿Le gustaría una muestra más clara? —Le hizo una señal a su torturadora—. Cortale las alas, querida, lo va a disfrutar.

Luís sintió que su voluntad abandonaba todo su cuerpo y soltó un grito opacado por los pasos de la mujer, pero para su sorpresa, la Teniente interrumpió.

—Suficiente.

El hombre hizo que la cuchilla se alejara de su espalda. Minerva se aclaró la garganta.

—Bien, llamaste mi atención ¿Alguien puede decirme quién es este muchacho? ¿De dónde viene? ¿Cuál es su descendencia? ¿Y cómo es que...? —Su asistente se inclinó a susurrar en su oreja—. Ya veo, él es...—La mujer alzó ambas cejas desde arriba—. Es tu hijo, Marcel, por el santísimo Dios Creador ¿Qué fue lo que le hiciste para que te odie de esta manera?

Lo descolocó con esa pregunta, se limitó a poner las manos atrás de su espalda con incomodidad. Muy a su pesar, Luís rio, roto por los nervios, se hallaba desfasado del ambiente tenso en el que se habían sumido.

—Él no puede comprenderlo —dijo Marcel con falsa seguridad, tal vez demasiado brusco—. Yo lo salvé, tal y como hizo Caos con su milagro. ¿Me doy a entender?

—No te atrevas a hablarme con ese tono de superioridad. —En un movimiento Minerva empujó a su asistente a un lado y saltó desde la plataforma—. No creas que no conozco tu historia —anunció, todos contenían el aire en sus pulmones—. El Consejo sabe que estuviste malinterpretando las acciones del Creador con tal de darte alguna clase de beneficio —gruñó cerca de su rostro—, pero esto es el colmo. Esto es una aberración.

Fue como si le hubiera dado una bofetada en la cara, el hombre retrocedió a medida que su semblante se derrumbaba.

—No, yo lo salvé, lo hice más fuerte, ya no habrá herida de bala, ni de cuchillo que pueda hacerle daño. —Había comenzado a sudar—. Mientras conviva con la sombra nada va a poder hacerle más daño, jamás.

—No pueden herirlo porque ya está roto, santísimo Dios. Miralo —señaló a Luís, en el centro del círculo de guardias, su risa mutaba en un llanto desconsolado y viceversa, no podía detenerse, ni tampoco ordenar a su cuerpo controlarse—. ¿Cómo esperas que él pueda servir para cumplir alguno de tus propósitos? —Impactó un dedo en su pecho—. Rompiste a tu hijo, Marcel. Dañaste a tu propia sangre, extinguiste lo único que te queda de descendencia. Incluso sabiendo los ideales que persigue el Consejo Directivo de La Sociedad sobre la conservación de los Sangre pura, debería darte vergüenza.

Minerva tenía su misma altura, pero el hombre se encogió. Cuando se alejó, la mirada de Mare se dirigió a su hijo, y Luís no pudo comprender la expresión de su cara. No lo reconoció entre la nube que oscurecía su conciencia. ¿Quién era? ¿Y por qué parecía un pobre animal aplastado bajo sueños demasiado grandes?

—Teniente permítame arreglarlo...

—No, ya no más. —Lo observó por encima de su hombro—. Vaya a cumplir con su trabajo, y mande a alguien que pueda darle una muerte digna a esta pobre criatura, debemos rezar para que el Creador acepte recibirlo en sus brazos.

Al ver la cara del hombre cabello blanco algo se revolvió en su interior, un pequeño hormigueo subió por su tráquea. Luís alzó la cabeza que escondía en la sombra de sus alas, y esbozó una risa, al principio era pequeña, repiqueteó en la enorme sala, convertida después en una carcajada tan histérica que podría haberle herido la garganta de no haber estado ya al rojo vivo.

✴ ✴ ✴

Después de decir que iba a proponer la destitución de su cargo Minerva fue la primera en abandonar la frustrada demostración, con porte honorable la siguieron sus oficiales de confianza, liberando la zona alrededor de Luís.

Él había dejado de hablar y yacía arrodillado con la vista clavada en el suelo. Marcel la siguió con la ilusa intención de cambiar en algo la decisión de su superior, dándole la espalda a su hijo como si su sola existencia no fuera más que la viva muestra de los errores que había cometido. Sus hombres lo acompañaron, guiando a los médicos afuera del lugar.

Había esperado sentir algo al quedarse solo, pero era gracioso de una forma enfermiza. Se regocijó en su cara al escuchar a la teniente pronunciar su sentencia de muerte, una que iba a llevar a cabo apenas terminara el evento en el que el viejo estaba involucrado. Sin embargo, mientras esperaba a que fueran por él, en los pocos momentos en los que recuperaba la conciencia para llegar a una conclusión, el miedo no le dejaba calcular el tiempo que le quedaba de vida.

No quería morir.

Podía oler su propia sangre coagulada, y a pesar de tener la piel sana de las cortaduras veía los moretones oscuros alrededor de lo que habían sido gruesos tajos, marcas que no iban a desaparecer sin importar cuán rápido pudiera recuperarse. Todavía sentía hambre, era incluso peor. El vacío de su estómago le hablaba, sin sutilezas de por medio, le dejaba imaginar que iban a rescatarlo. Se materializó como la silueta de su propio hermano escaneando su cuerpo con gesto de preocupación.

¿Cómo dejaste que te hicieran esto? —Su cara mutaba lentamente a una mueca de indiferencia.

Lucio estaba en la habitación, en su cabeza se veía tan real que podía imaginarse el cielo a través de sus ojos azules. Estiraba las piernas sobre las gradas con desparpajo. Fue como si todas las heridas se hubieran abierto al mismo tiempo, el recuerdo de su muerte era demasiado reciente.

Y yo que creía tan inteligente —dijo con tristeza—. Tan perfecto.

—No —gimió Luís, se cubrió las orejas con las manos, no podía soportar el peso de su mirada, la decepción de la única persona a la que había considerado familia punzó en su pecho como un cristal roto—. Basta.

Te admiraba antes ¿sabés? —Lucio bajó las escaleras y se acercó—. Aunque peleábamos a veces, en el fondo quería ser como vos.

—Por favor —rogó. Se abrazó las rodillas, y trató de cubrir con sus alas la extensión de su cuerpo, pero eso no evitó que su hermano penetrara en su conciencia.

Y por eso terminé así como vos. —El rostro putrefacto de su hermano le arrancó un sollozo, eran gemelos después de todo, era lo mismo que verse al espejo.

No supo si el grito había sido suyo, o de él, pero Lucio había empezado a arrancar sus plumas, se desprendían con facilidad de la carne podrida. Al principio de a una, luego acompañados de la desesperación y la violencia. El ligero tintineo del metal fue lo único que lo interrumpió en su tarea, ambos levantaron la mirada hacia la esquina más alejada, las sombras se movieron por cuenta propia y algo cayó con fuerza.

Luís sabía que se acercaba su muerte, y aunque quería sentirse aliviado, no pudo evitar los temblores. Su hermano lo miró, de repente sano, con la piel lisa y el cabello rubio brillante, la expresión en sus ojos azules solo contenía desprecio.

Sos un cobarde —murmuró antes de desaparecer.

Podía oírla arrastrando los pies, silenciosa como lo había sido su torturadora. Su muerte no iba a ser pacífica si tomaba en cuenta su capacidad para recomponerse, porque un daño irreparable solo iba a surtir efecto después de un largo tiempo de heridas constantes. Sin la comida iba a alcanzar su límite rápidamente, pero su conciencia no iba a aguantar tanto.

Luís se encogió en su lugar, como si pudiera desaparecer entre sus alas heridas para evitarlo. Ocultó el rostro en el hueco de sus rodillas.

—¿Luís? —Esa voz, levantó la cabeza de golpe sin creer que fuera él y se encontró con esos orbes felinos flotando en la oscuridad.

—No te acerques —bramó ella, caminó al frente y comenzó a rodearlo, calculándolo, en su mente se habían alzado una cantidad absurda de murmullos, la sombra siseaba sin parar.

«Traidora.»

—¿Qué? ¿Por qué?

Esa vez Luís pudo otorgarle un cuerpo al sonido, y lo reconoció. Mikaela corrió a su encuentro antes de que ella pudiera volver a advertirle. Sintió que se arrodillaba frente a él para terminar de envolverlo entre sus brazos.

—¡Dioses santísimos!

El frío familiar de su presencia lo invadió, y su corazón se agitó por el peso de los recuerdos, pero su sombra los guardó a conciencia. Él le devolvió el abrazo con fuerza mecánica y alzó los ojos hacia la mujer que lo miraba sin parpadear, con una alarma clara en el rostro. Luís soltó un gruñido gutural.

—Mikaela... —comenzó ella, tensa de pies a cabeza.

—Shh, no te preocupes, ya estoy acá. —Lo calmó el cazador, una de sus manos viajó hacia su cabello, y lo acarició con ternura—. Venimos a sacarte, vamos a ayudarte.

Se estremeció de forma involuntaria, el espejismo de sus sueños se volvió realidad. Al fin todo el odio y resentimiento que había recolectado durante ese tiempo encerrado iba a poder encontrar un lugar junto al entierro de ese maldito cadáver viviente.

Luís enseñó los dientes y lo apretó más, asfixiándolo.

✴ ✴ ✴


 ¡Primer capítulo de la doble actualización!

Buenas noches, perdón por la tardanza. ¿Tomaron agua? Lo recomiendo, para bajar este capítulo y prepararse para el siguiente :))))))

—Caz

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