¡Serokami Week 2021!

By ascalith

436 40 172

¡Tercera preciosísima edición de la Serokami Week! Y como ya sabrán, esta es una de mis parejas favoritas de... More

¿Serokami week?
Día 1: No es fácil, pero lo vale
Día 3: Lenguas moradas

Día 2: Nos vemos después

86 8 27
By ascalith

Advertencias: mención de sangre (pues va de vampiros, lmao). (Mención de) MCD - major character death, o muerte de un personaje principal/importante. Fluff + angst. Distorsión del folclore de estas criaturas, propia interpretación. No quirk AU. Aged up.

En el horizonte el atardecer desaparecía con lentitud pero certeza, marcando el inicio de una nueva noche y Sero, con cuidado, discreción y lámpara de queroseno en mano, desvió su camino de la calle principal hacia el bosque, ignorando todas las advertencias colocadas en la entrada como siempre hacía.

Conforme avanzaba, la poca luz del día desaparecía y la lámpara que sostenía en su mano izquierda era lo único que le impedía tropezar con tantas ramas y raíces en esa oscuridad creciente. El frío de la noche comenzó a envolver su cuerpo e instintivamente acercó linterna a su pecho, buscando un poco de calor.

Cuando alcanzó su destino, el cielo se había despedido de su tonalidad naranja y se había cubierto con un manto de estrellas. Una edificación antigua se alzaba entre los árboles en un claro de bosque iluminado por la luna, con maleza adornando las paredes y rodeando por todo lo que parecía el jardín.

El lugar parecía atemporal. La belleza de la naturaleza adueñándose de aquella fachada le hacía olvidar a Hanta que ese lugar probablemente llevaba en pie por al menos unos 100 años. Había algo en el ambiente que le hacía pensar que había sido construido apenas el día anterior y cada enredadera era solo un adorno fino.

Y se sentía en casa cada que cruzaba por el portón cobrizo y verdoso que, con sus rechinidos, le recordaba que ese lugar era más viejo de lo que él podría ser en toda una vida.

Alzando los pies para no enredarse con las plantas, caminó hasta la entrada. Como era de esperar, la puerta no tenía seguro. Abrió, entró y cerró, soltando un suspiro de alivio. Otra noche sin problemas. Ahora podía disfrutar.

Caminó por la casa admirando los mismos muebles y decoraciones de siempre, todas cubiertas por sábanas blancas, dándole al lugar un aire de abandono que se fue en cuanto unos pasos se escucharon en la planta alta, caminando por la madera vieja hasta alcanzar las escaleras.

El azabache, estando al pie de estas, solo tuvo que alzar la mirada para encontrarse con aquellos orbes dorados, brillantes que le hacían olvidar el mundo real. Bellos ojos que resaltaban más con aquella piel pálida que les rodeaba, a excepción de aquellas ojeras que Hanta no podía más que adorar.

— Denki — musitó, dejando su lámpara en la mesa al lado de la escalinata, el único mueble que no estaba cubierto por una tela polvorienta.

Ante ese llamado, unos brazos pronto le envolvieron de forma cariñosa y Hanta correspondió, agradeciendo la inhumana rapidez ajena, porque ya no aguantaba un segundo más lejos de él.

Hanta escondió su cabeza en la cabellera rubia y comenzó a dejar besos en esta, inhalando ese indescriptible aroma que le hacía pensar que su lugar era... era ahí, entre los brazos de Denki.

— Te extrañé, Hanta — fue el saludo ajeno, con el sonido algo ahogado, pues el más bajo tenía la cabeza escondida en el pecho del azabache.

— Pero si has dormido todo el día, amor mío, y me tienes aquí al inicio de cada noche — susurró Hanta, riendo ligeramente.

Bajó la mirada cuando sintió una punzada entre sus clavículas y notó al chico apoyando su mentón en ese lugar. Sus manos subieron hasta alcanzar esos mechones amarillos y acomodaron estos lejos del rostro ajeno. Su corazón dio un brinco cuando esa sonrisa de colmillos afilados fue dirigida hacia él. Era preciosa, con esos dientes puntiagudos aplastando suavemente su labio inferior. Y ni hablar de sus ojos adormilados, que parecían cerrarse un poco más de lo esperado al momento de estirar la comisura de sus labios en pura felicidad.

— Te extraño en mis sueños cuando no estás en ellos — se explicó en una voz baja, tal vez un poco rasposa, señal de apenas haberse despertado.

— Me aseguraré de siempre estar entonces — respondió el simple mortal, agachando la cabeza para conectar sus labios con los ajenos, sintiendo aquellos colmillos contra su propia piel por unos segundos antes de apartarse —. Vayamos a la habitación.

— Claro.

Sin querer separarse, ambos entrelazaron sus manos y subieron las escaleras a pasos tranquilos, no teniendo más prisa al estar ya juntos. Cruzaron el oscuro pasillo con más adornos cubiertos por sábanas y entonces entraron a la habitación.

El único cuarto en aquella casa que se salvaba del polvo y las telas, dándole un aire de preservación distinto al de los demás, a pesar de verse como un cuarto común, iluminado únicamente por la luz de la luna casi llena atravesando por la ventana.

Se dejaron caer en la suave cama, con el rubio sobre Hanta, posicionando sus piernas a cada lado, antes de encogerse sobre el pecho ajeno, disfrutando del calor que su propio cuerpo no podía irradiar. Su rostro se escondió en el cuello de Hanta y respiró, llenando sus sentidos de la esencia de su preciado humano. Era exquisito.

Hanta despedía un aroma a vitalidad que Denki solo podía desear tener, pero que realmente no necesitaba si tenía a ese chico humano a su lado. Destilaba felicidad y amor en los que el vampiro se embriagaba noche tras noche, extasiado con la idea de haberlo encontrado. De haber encontrado otra vez el sentido para seguir viviendo su prácticamente interminable vida.

Entrada la noche, ambos se habían acomodado mejor en la cama, con Hanta sentado y recargado en la cabecera y Denki aún sobre sus piernas, pero ya más despierto y parlanchín. Eso le encantaba a Hanta.

— ...y entonces estaba cerca del río y de pronto alguien me empujaba y comenzaba a perder las fuerzas y a ahogarme y se sintió horrible — relataba el rubio, gesticulando con las manos y brazos como siempre solía hacer —. Y cuando estaba por morir, despertaba en el pueblo... de día... y-- — se cortó a sí mismo antes de continuar la historia, observando los ojos de Hanta un momento, perdiéndose en ellos y en sus propios pensamientos por unos momentos, antes de sacudir la cabeza —. Fue raro, hace mucho tiempo que no voy al pueblo, ha cambiado mucho por todo lo que me has contado, pero en mis sueños se mantiene como la última vez que lo vi.

El vampiro suspiró con una sonrisa que disfrazaba una creciente tristeza y, para pasar desapercibido se dejó caer dramáticamente en el pecho de Hanta, que solo rió.

— ¿Ayer soñaste con peces koi volando en el cielo contigo y hoy sueñas eso? — bromeó el azabache, dejando un beso en la frente de Kaminari —. ¿Te dio miedo?

Silencio.

Denki jugó con el borde de la camisa de lino del humano y observó las sábanas arrugadas debajo de ellos.

— Tal vez... — confesó, alzando la mirada. Hanta le besó.

— Solo era un sueño — consoló el más joven, acariciando la cabellera ajena.

Claro, solo era un sueño. Pero la verdad, era que no. Esa segunda parte había sido un recuerdo. Uno de su vida pasada. Uno de su vida como humano, en donde él desprendía su propio calor y vitalidad, donde sus colmillos eran de un tamaño normal y no terminaban en una punta tan alarmante, donde su piel tenía color y hasta pecas por el sol... Una con su primer amor.

La noche continuó entre caricias y pequeñas pláticas que se volvían más amorosas y necesitadas conforme la luna cambiaba de posición en el cielo.

— ¿No piensas comer? — preguntó el azabache, cuando ambos estaban acostados en la cama, viéndose de frente —. Hoy se cumple medio mes, ¿no?

— Sobre eso... — el rubio empezó, buscando las palabras para romper el pacto que ambos tenían, donde él se alimentaba de la deliciosa sangre ajena cada 15 días, aproximadamente —. Hanta, te quiero a mi lado, por siempre.

Aquella frase retumbó un par de veces en la mente del humano, que solo atinó a ver con ojos atontados al rubio frente a él. Atontados, pero llenos de amor y algo que Denki quiso interpretar como esperanza. Esperanza que desapareció tan pronto como llegó.

— ¿Pero cómo? Tú mismo dijiste que era imposible transformarme — recalcó, frunciendo el ceño en un sentimiento que el vampiro no supo interpretar.

— No hablo de volverte como yo, yo no puedo hacer eso — concordó Denki, suspirando antes de rodar, acostándose por completo para ver al techo y no a Hanta —. No nací como vampiro, me maldijeron. No puedo volverte como yo, pero puedo hacerte mi compañero.

Hanta se recargó en sus codos para alzarse y ver el rostro de Denki.

— ¿Tu compañero? — preguntó curioso, con esa esperanza merodeando dentro de su pecho poco a poco, más y más.

— Ajá, de vida — se volvió a explicar —. Puedo hacerte tan inmortal como yo lo soy —. Hizo una pausa, recordando todo aquello que había leído en los días pasados de los libros de Kyōka —. Renunciarías a tu alma, tu vida y tu mortalidad y te volverías... mío. Tu esencia se mantendría intacta, pero habría un lazo permanente entre tú y yo.

Hanta tragó saliva. Renunciar a su vida sonaba aterrador, aunque... aunque no tanto como tenía que sonar. En el pueblo nadie le extrañaría. Vaya, ni su propia madre. No era necesario y su vida allá era triste. Denki era su rayito de sol, a pesar de que el vampiro no fuera muy a fin del sol. En ese caso, su rayito de luna. O su rayito y ya.

— ¿Cómo podemos hacer eso? — preguntó atento a las expresiones del rubio.

— Para renunciar a lo que te he dicho, debes morir primero — murmuró Denki, bajando su mirada del techo al pelinegro —. De acuerdo al ritual... Debo-- debo beber toda tu sangre y después regalarte la mía antes de que mueras por completo.

Sero respiró hondo. Sonaba peligroso.

— De acuerdo — soltó, antes de siquiera poder dudar. No quería dudar. No cuando Denki le estaba presentando la mejor oportunidad de su vida. Hanta deseaba vivir el resto de su vida con ese ser y si ese mismo ser le decía que su vida podía ser tan longeva como la de él, si se volvía suyo, él iba a aceptar. El riesgo era casi nulo si pensaba en todo lo que valía la pena.

Denki se alzó en su lugar sorprendido. ¿En serio Hanta lo quería? Una sonrisa comenzó a hacerse paso en su rostro y rápidamente, tan rápido como siempre, se encimó en el azabache, llenándole de besos, caricias y mordidas juguetonas, murmurando un "gracias" cada que sus labios se separaban de la piel ajena.

Hanta sonrió grande, recibiendo cada una de las muestras de amor, antes de unirse también a estas, bañando al rubio en palabras de amor y besos delicados sobre su blanquecina piel.

— Mañana será luna llena — habló el vampiro pausando los besos. Entre sus manos sostenía el rostro sonrojado de Hanta y ambos respiraban ligeramente agitados, pero con grandes sonrisas —. Si lo hacemos mañana, hay más posibilidades de que lo logremos.

— Estaremos juntos por siempre — respondió Sero, cerrando sus ojos al sentir cómo estos se cristalizaban con lágrimas alegres que el rubio apartó de sus mejillas con suaves movimientos de sus pulgares.

— Así es, Hanta — respondió, dejando un beso en los labios del humano —. Ya no me harás extrañarte, ¿verdad?

Ambos soltaron una pequeña risa ante aquella broma y nuevamente se fundieron en varios besos que los llevaron a acostarse.

Por ahí de las 4 de la mañana, calculó Denki, Hanta ya se encontraba por completo dormido, como siempre ocurría. A fin de cuentas, llevaba una vida como cualquier humano normal y todavía forzaba a su cuerpo a mantenerse despierto para convivir con el amor de su vida.

Denki lo entendía y no le molestaba, pues podía disfrutar de esa vista. Hanta se veía tan, tan hermoso durmiendo con tanta paz, que Denki solo quería mimarlo.

Lo tapó con las sábanas, dejando un beso sobre su frente y salió de la cama, sabiendo que él no podría dormir hasta que el sol se elevara.

Salió de su habitación y bajó las escaleras haciendo el menor ruido posible, hasta que llegó a la sala. Ahí, se sentó en el sofá por sobre las telas sucias y observó hacia el frente. Un cuadro tapado reposaba en la pared, sobre una mesa también envuelta en telas que ocultaban su belleza, así como de todos lo demás en ese lugar. Denki aún no quería destaparlos, no estaba preparado. Ni siquiera sabía si Sero iba a estarlo. Solo podía rogar porque todo saliera bien para poder revelarle toda la verdad y así tal vez poder vivir en paz.

Aprovechando que aún tenía unas pocas horas de oscuridad, salió de la casa y entre saltos de velocidad y altura sobrehumanos, se encaminó a la casa de Kyōka y Katsuki. Amigos suyos, vampiros de nacimiento. Necesitaba hablar con alguien. Necesitaba sacarse todo del pecho para que mañana fuera la noche perfecta y no hubiera un solo contratiempo. No quería perder a Hanta.

No iba a perder a Hanta.

La mañana hizo su aparición y Denki ya estaba de vuelta en casa, somnoliento, mientras se despedía con un par de besos del humano.

— Hasta la noche — murmuró Hanta, acariciando sus rubios mechones para ayudarlo a dormir, después de tapar la ventana con las gruesas cortinas, dejando la habitación completamente oscura —. Dulces sueños.

Cuando el pelinegro se agachó para darle un beso en la frente, el vampiro ya estaba dormido.

Sonrió para sí mismo y salió del lugar con linterna apagada en mano y solo 5 horas de sueño como casi siempre hacía. Ya dormiría en su descanso.

El día pasó como cualquier otro, o tal vez eso hubiera querido Hanta, porque mientras más deseaba que la noche llegara, más tiempo se alargaba el día.

Sin embargo, la noche llegó, lento pero seguro. Y mientras el atardecer se pintaba de un azul profundo y oscuro, el chico avanzaba con su lámpara de queroseno por el camino que cruzaba cada noche sin falta por al menos dos años.

Al abrir la reja se percató del pasto cortado. Tal vez las enredaderas seguían cubriendo las paredes, pero de algún modo el lugar parecía completamente renovado. Un camino de piedras lisas conectaba la entrada en la reja con la puerta principal y eso Hanta nunca lo había visto, pues las plantas cubrían por completo el suelo. Esa noche no. Esa noche era especial y podía sentirlo.
Un escalofrío le recorrió mientras caminaba sobre las rocas y eso le hizo enderezarse por completo.

Sus labios se ensancharon en una sonrisa cuando abrió la puerta.

Los muebles y mesas eran libres de sábanas y polvo y la casa nunca se había sentido tanto como su hogar hasta ese momento. Como si siempre hubiera vivido ahí. Todo se veía tremendamente hermoso bajo la luz de las tantas velas encendidas alrededor del lugar. La madera relucía y reflejaba la tenue luz y Hanta estaba prácticamente hipnotizado por esa vista, pasando desapercibido el hecho de que aún todos los adornos y cuadros en las paredes se mantenían tapados.

Ese iba a ser su hogar por fin. Iba a tener un lugar permanente en la vida de Denki. Era literalmente su mayor sueño y estaba por cumplirlo. Esa sería la mejor noche de su vida.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un precioso vampiro se asomó por la sala, vestido en ropas que Sero jamás le había visto. Parecía parte de la realeza, o bueno, tal vez esa era una exageración, pero desde su punto de vista, Denki parecía de la más alta sociedad, al carajo que esos ropajes fueran de hace cientos de años, su dulce rubio era atemporal.

— ¿Qué opinas? — preguntó curioso el más bajo, dando una pequeña vuelta señalando el espacio, pero ahora lo único que Hanta podía ver era lo mucho que parecía deslumbrar Denki con su mera belleza natural.

— Me encantas — el humano dejó escapar de sus labios, para después carraspear —. Me encanta, quise decir... No que tú no te veas bien, te ves precioso también.

El momento en que su boca le traicionó, decidió juntar los labios en una mueca avergonzada y sus ojos se cerraron, pero la pena no le duró cuando escuchó la dulce y vívida risa de Kaminari.

— Gracias, Hanta — pronunció, procurando mantener un poco la compostura antes de acercarse lentamente al chico y abrazarlo por el cuello con un brazo.

La mano libre del vampiro tomó la lámpara de queroseno del agarre ajeno y dejó esta en la mesa más cercana a ambos, para después llevar también esa mano a la nuca de Hanta para acercar su rostro y poder regalarle un lento y amoroso beso.

— No puedo esperar a ser tuyo por completo — reveló el humano, apoyando su frente contra la de Denki, que sonrió con suavidad, cerrando sus ojos.

— Yo tampoco — contestó el vampiro, acariciando el cabello que caía por la nuca ajena.

Ambos caminaron hacia la sala sosteniendo sus manos y una vez ahí, se sentaron en el sillón en el que Denki había estado la noche anterior, justo frente al cuadro cubierto por una manta grisácea.

Como la noche apenas comenzaba, se tomaron el tiempo para sentirse cómodos con la idea de la inevitable y momentánea muerte de Hanta. Debían estar preparados y debían aceptar que pasaría, sí o sí aunque fuera solo a durar un par de minutos. Minutos que Denki sabía, se sentirían eternos para él.

Fue por ahí de media noche cuando ambos respiraron hondo, ya en la posición en la que Denki siempre solía deleitarse de su sangre. Sus piernas se abrían a cada lado de Hanta y su peso caía por completo en sus rodillas que hundían un poco más el cojín del sillón. Sus manos apretaban con ligereza los hombros de Hanta y su cabeza aún estaba recta, admirando esos ojos oscuros mientras repasaban una vez más las precauciones.

— Tendrás que ingerir mi sangre antes de morir —. Denki repitió, llevando una de sus manos al rostro nervioso del chico bajo él —. En cuanto comiences a sentirte débil, mareado o perdido debes enterrar la daga en mi pierna, ¿entendido?

Hanta tragó saliva mientras apretaba el mango de la daga en su puño. No estaba seguro de poder hacer eso aunque Kaminari se lo hubiera repetido ya unas cuatro veces esa noche.

— ¿Entendido? — volvió a preguntar el vampiro, dándole un apretón en el hombro.

— Sí — por fin respondió el azabache, respirando hondo.

— Todo saldrá bien — aseguró Kaminari, sonriendo de la forma más dulce que podía, esperando que eso relajara al menor.

— Sí, sí... Todo saldrá bien — repitió Hanta, alcanzando con su man libre la que Denki tenía en su rostro. Tomó esta con ternura y dejó un beso en sus nudillos —. Te amo.

El corazón del vampiro, ese que nunca latía, dio un vuelco en su lugar y Denki no pudo hacer más que juntar su frente con la de Sero una vez más, ambos cerrando los ojos en el proceso. El aliento de ambos chocando y mezclándose.

— Yo también te amo — susurró Denki, haciéndolo ver como un secreto que solo Hanta tenía derecho a conocer —. Siempre lo he hecho, siempre lo voy a hacer.

Esas palabras provocaron en el humano que un sentimiento de paz abrumara todos sus demás sentidos.

— Estoy listo — anunció, entrelazando sus dedos con los de Denki, haciéndole saber que quería, necesitaba, ese contacto mientras todo ocurría. No sería como siempre que dejaba a Denki alimentarse. Esta vez se despediría por completo de su vida. Pero todo estaría bien, Denki se lo había dicho y confiaba plenamente en él.

— Todo estará bien — repitió el rubio, como si pudiera leer sus pensamientos.

Cuando el rostro de Denki se colocó frente a su cuello, Hanta respiró hondo de nuevo y soltó el aire en una última frase.

— Nos vemos después.

Y, tras eso, los colmillos de Denki se enterraron con maestría en la piel ajena, perforando esta hasta alcanzar una vena de la cual succionar la sangre que empezó a fluir sin problemas en su boca, haciéndole tragar tan rápido como podía para hacer de este proceso el más breve posible. Tenía los nervios de punta.

Necesitaba mantenerse alerta, pero ese líquido escarlata era como una droga que inhibía sus sensaciones o pensamientos poco a poco, haciéndole olvidar por momentos lo que estaba haciendo y lo que tenía que hacer. Sin embargo, como un instinto escondido, su propia mano apretaba la de Sero de vez en cuando, recibiendo un apretón igual cada vez que le devolvía a la realidad, como diciéndole "sigo aquí, continúa".

Los segundos se volvieron unos pocos minutos y los apretones se hicieron cada vez más débiles hasta que, en una de esas rectificaciones, Denki no obtuvo respuesta.

El sonido de metal cayendo contra el suelo le sacó de su trance y entonces notó que el flujo de sangre ya era mínimo, casi nulo y la daga había caído al suelo del agarre del azabache.

El pánico le invadió, pensando entonces que se había excedido y alejó su rostro del cuello de Hanta a pura fuerza de voluntad. En cuanto observó el rostro ajeno, sintió que pudo volver a respirar. Los ojos de Hanta se abrían y cerraban con pesadez, tratando de mantenerse enfocado en el rubio, a quien le dedicó una sonrisa débil.

Denki correspondió esta, pero, sin más tiempo que perder, enterró sus colmillos en su propio antebrazo, provocando un flujo de sangre espesa y oscura por su piel, dirigiendo este a la boca del pelinegro que se abría con debilidad, siendo casi incapaz de succionar por su cuenta y dejando que el líquido resbalara por su lengua y garganta lentamente mientras se dejaba llevar por ese extraño sentimiento de tranquilidad que le decía una y otra vez que cerrara los ojos, que todo estaba perfectamente bien, que necesitaba descansar.

La herida de Denki se cerró después de casi un minuto, como recordándole al vampiro de su inmortalidad y fue entonces cuando notó que Hanta ya no estaba respirando.

Estaba muerto.

El cuerpo del azabache reposaba en el mueble de la forma más pacífica posible, haciéndole parecer a Denki que solo estaba dormido.

La transición no duraría más de cinco minutos, se recordó, mientras acariciaba la cara de Hanta, lleno de ansias.

— Uno — susurró, comenzando a contar en su mente, moviéndose lejos del cuerpo.

Se levantó del sillón y comenzó a caminar en círculos sin darse cuenta alrededor de la sala. Cada segundo sintiéndolo más lento, más pesado.

Podía percibir cómo el cuerpo en el sillón se desprendía de a poco de su vitalidad.

Todo iba como debía.

— Dos — volvió a hablar en voz alta, regresando su vista a Hanta. Seguía en la misma posición, inerte por completo.

Minuto tras minuto pasaron, enterrando en Denki más miedo que esperanza a cada momento que se le ocurría ver hacia su precioso azabache.

Cuando llegó a 5, sintió su corazón romperse en mil pedazos por segunda vez en su vida.

— Hanta — llamó, acercándose con miedo al cuerpo —. Hanta, por favor...

Sin que así lo quisiera, lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos mientras se arrodillaba frente a Hanta, apoyando sus brazos en sus rodillas que cedían ante el peso, moviéndose ligeramente hacia un lado.

— ¡Hanta, despierta ya! — gritó, ahogando un sollozo. Su mirada se clavó en ese rostro apacible y en un acto de pánico sacudió el cuerpo del azabache, haciendo que este cayera de lado al resto del sillón —. ¡Por favor! ¡Por favor, no me hagas esto!

Los minutos pasaron y la desesperación de Denki solo incrementó junto con su llanto y reclamos al humano, exigiéndole que depertara, pues ya habían pasado más minutos de los que le tomaría regresar a la vida.

Pasado un tiempo, Kaminari se llenó de una tristeza inconmensurable disfrazada de furia y de un solo jalón descubrió el cuadro frente al mueble donde Hanta estaba.

Señaló este y, con toda la fuerza de sus pulmones, gritó:

— ¡No puedo perderte otra vez! ¡No me dejes de nuevo!

Rompió en más llanto después de esa frase y se dejó caer al suelo, haciéndose un ovillo junto al sillón, derramando todas las lágrimas que no había llorado en cientos de años, observando desde abajo ese cuadro.

En él, se mostraba una pareja joven, vestida con las más elegantes ropas de unos dos siglos atrás. Ambos sostenían sus manos en una vaga muestra de cariño y sus miradas se encontraban la una a la otra en gestos que destilaban puro amor.

Ahí, fuera del alcance del paso del tiempo, las siluetas de Denki y Hanta se veían tan vivas como nunca y Denki solo podía anhelar ese momento otra vez, como había hecho por años y años en los que había perdido al pelinegro.

Parecía que la historia comenzaba de nuevo.

La primera vez, Denki fue maldecido y Hanta fue perseguido y asesinado por el pueblo frente a sus ojos. Solo por su amor. La segunda, Hanta había muerto en sus brazos, en ese mueble, sin poder enterarse de toda la verdad.

— No otra vez... — susurraba el vampiro, repitiendo esas palabras una y otra vez entre pequeños jadeos y chillidos, arrepintiéndose entonces de su egoísmo.

De amar tanto a Hanta que quisiera tenerlo solo para él, para siempre. De dejar que Hanta le amara tanto como para renunciar a su vida dos veces, aunque él no tuviera idea de aquella primera, en su vida pasada.

¿Acaso esa era su maldición? ¿Tener que ver morir a su ser amado en cada una de sus vidas gracias a él? Lo odiaba. No quería que volviera a ocurrir. Hanta no lo merecía.

Y, aún así, no podía prometerse a sí mismo que dejaría de buscar a Hanta en su próxima vida. En serio era terriblemente egoísta. 

¡Listo, listo! La verdad no soy muy afin con los vampiros, así que tuve que leer un tanto sobre ellos, pero, aún así, decidí meterle mi propio giro, por amor al arte.
Eso sí, la idea de Sero muriendo la tuve desde el primer momento en que elegí la temática, así que de una forma u otra iba a pasar.

¡Espero les haya gustado y nos vemos mañana! (Se viene lo nasty, rawr.)

Continue Reading

You'll Also Like

403K 38.4K 62
La noticia de que Red Bull se arriesgo al contratar a una mujer para que reemplace a Sergio Pérez luego de su repentina salida del equipo, ronda por...
848K 45.6K 147
One shots de famosas Pueden pedir la famosa y la trama que quieran! ♡ Aquí hacemos realidad tus más oscuras fantasías ☻️
66.2K 7.2K 30
SECUELA DE JURAMENTO ETERNO DE SAL-PABLO GAVI Donde Aitana, la hija de Gavi y Dani está enamorada de Pedri, el cual le saca ventidos años y es el mej...
95.7K 9.2K 66
👁️⃤ 𝘖𝘯𝘦-𝘚𝘩𝘰𝘵𝘴, 𝘪𝘮𝘢𝘨𝘪𝘯𝘢𝘴, 𝘏𝘦𝘢𝘥𝘤𝘢𝘯𝘰𝘯𝘴 𝘦 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢𝘴 con los personajes de la serie: «🇬 🇷 🇦 🇻 🇮 🇹 �...