𝐼𝑛𝑒𝑓𝑎𝑏𝑙𝑒 ↷ 𝑆𝑒𝑟𝑜�...

Від ___HoneyMoon___

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❝La palabra inefable significa «Algo tan increíble que no puede ser expresado en palabras». Y eso es exactame... Більше

❛ I n t r o d u c c i ó n ❜
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Від ___HoneyMoon___

|⚡️;  ❛No todos los vampiros
|         son las criaturas desalmadas
|         que todos piensan  ❜  ↷
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Más allá de la frontera que divide la tierra de los humanos y aquel bosque de árboles frondosos y hojas en tonos violáceos, una búsqueda se lleva a cabo mientras se organiza una gran celebración.

Los grandes espíritus del bosque, las hadas y las ninfas se encargan de los preparativos del baile dedicado a la llegada de la gran luna roja, que se celebrará en el soto, cercano al territorio de las sirenas. Y las pequeñas y grandes criaturas, mortales e inmortales, buscan sin cesar aquella alma gemela con las que pasaran el resto de sus días. 

Pues cuenta la leyenda que siglos atrás, cuando los dioses Sol y Luna habitaban la tierra, crearon una energía madre de la que se dividió el alma de cada criatura existente en las diferentes tribus. Estas almas, a su vez, comenzaron a generar más energía en su propio interior mientras experimentaban grandes cambios; las expulsaron, creando así, su alma complementaria, con la finalidad de conocer el amor. Y una vez dejaron de ser sólo materia espiritual y adquirieron cuerpos físicos, se dedicaron a buscar su otra mitad.

Al principio, por los conflictos existentes entre tribus, se esperaba que cada alma gemela perteneciese a su propia especie, pero con el pasar del tiempo, se demostró que rara vez es así. Por esta razón, la paz llegó a cada uno de ellos, cuando los matrimonios entre, por ejemplo, una ninfa y un troll o un dragón y su cazador, comenzaron a ser cada vez más frecuentes.

Claro, también existen quienes no creen en la existencia de las almas gemelas; en el amor eterno o la probabilidad de que su alma alguna vez existiese. Como es el caso de los vampiros, por ejemplo.

Y es por eso que mientras la búsqueda y los preparativos siguen su curso, al otro lado de la floresta, entre la tierra de las hadas y el reino volcánico de los dragones, un puñado de estas criaturas de la noche, esperan dentro de sus ataúdes la caída de la luna de sangre para celebrar su despertar y darse su merecido festín en algún pueblo cercano.

Sero Hanta, aprovechando la ausencia de los miembros de su castillo, decide valerse de la oscuridad de esa parte del arbolado, para salir al encuentro de su mejor amigo, tal y como se lo ha prometido la noche anterior.

Camina con cuidado, moviéndose con elegancia entre las sombras de los árboles, procurando que los últimos rayos de sol que enmarcan el atardecer, no se atrevan ni siquiera a rozar su pálida piel.

Observa las flores doradas, que brillan con un encanto peculiar; admira el recorrido que las hojas de tonos azulados realizan antes de tocar el suelo para cambiar sus colores fríos por cálidos tonos rosas. Contempla la vitalidad que envuelve sus terrenos mientras que su mente divaga en qué es eso tan importante que Kaminari tiene para decirle.

¿Habrá encontrado ya a su alma gemela? Se pregunta, deteniéndose cerca del claro en donde suelen reunirse.

Y su corazón inerte envía una punzada que recorre cada recoveco de su pecho, ante esta posibilidad. Sabe lo mucho que anhela Denki experimentar por sí mismo la veracidad de la leyenda. Lo sabe porque ha sido tema de conversación muchas veces desde que se conocieron.

Y si bien, Sero no es creyente de la existencia de una alma madre, ni sus divisiones, ni sus complementos. Sabe que el amor existe sin importar las condiciones espirituales o raciales. Oh, esa índole inmortal que arrastra, le ha permitido experimentar el sentimiento en dos ocasiones; la primera durante su niñez, y la segunda, ahora, durante su adolescencia.

Tardó un poco —año y medio, para ser exactos— en darse cuenta de que ambas ocasiones son más similares de lo que cualquiera hubiese podido imaginar. Especialmente porque tienen la misma fuente de origen.

Es él. Siempre ha sido Denki. Y Sero es capaz de entrar en la hoguera sólo para demostrar que ese chico de rostro angelical y sonrisa contagiosa, es su único y más grande amor.

Por eso, la sola idea de pensar en que quizás ha perdido la oportunidad de enamorarlo, la oportunidad de darle a conocer todo lo que siente… Duele, duele demasiado.

El sonido de un chapoteo atrae a Sero de vuelta a la realidad. Alza la mirada para encontrarse con un pequeño festival de burbujas que emergen del pequeño claro.

Cuando las corrientes comienzan a agitarse, Sero saca de su bolsillo el collar que Kaminari ha confeccionado para que pueda llegar a la orilla sin debilitarse. Lo coloca en su cuello, y envuelve con su mano el lapislázuli que cuelga a la altura de su pecho.

Una cabellera rubia, adornada con una corona de perlas, se asoma a través del agua de tonos naranjos. Y un par de ojos amarillos, cargados de un brillo único, se conectan con los orbes oscuros de Hanta, robándole el aliento y generando una paz inigualable.

—Hey —musita, comenzando a caminar hacia la orilla.

En respuesta a su llamado, la figura del tritón emerge hacia la superficie. Con una sonrisa cargada de diversión, Denki convoca su hechizo; desde sus manos brotan retazos luminosos que recorren cada palmo de su cuerpo, provocando que comience a brillar con una tenue luz de tonos dorados. Se eleva por los aires y comienza su transformación.

Sero observa, cautivado, cómo su preciosa cola, pronto es remplazada por un par de piernas. Y cómo la silueta de un traje elegante se dibuja sobre su figura esbelta.

Cuando la luz se disipa y sus pies descalzos tocan las piedras que bordean el río, Kaminari salta a los brazos de Sero, provocando que ambos caigan al suelo.

—¡Ya estabas tardando demasiado! —reclama, en tono juguetón. Se apoya en sus manos para elevar su torso y así poder ver mejor el rostro contrario.

Sero vira los ojos —Había demasiado sol, no era seguro salir.

—Rayos, mamá se molestará por no darle un nuevo sacrificio.

Kaminari chasquea la lengua y Sero ahoga una risa.

—¡Tu madre no come vampiros!

—Pero usa sus huesos para sus hechizos, estoy seguro —resopla, receloso.

Sero niega con la cabeza y Kaminari suspira resignado. ¿Podrá algún día asustar a ese vampiro?

—Jo, tú nunca te asustas con nada —se lamenta.

—Porque no sabes cómo crear la atmósfera tenebrosa —señala—, además, hablamos de tu madre, Denks. Le temería si no me hubiese salvado aquella vez.

—Li timiríi si ni mi hibiisi silvidi iquilli viz —remeda, haciendo una mala imitación de la voz de Hanta.

El vampiro ríe y revuelve el cabello del contrario, procurando no arruinar la manera en la que lo ha adornado.

—Creí que tenías que decirme algo importante —le recuerda.

Un peso se va de su abdomen llevando consigo la calidez del contacto que se ha deshecho, y el frío que caracteriza la noche inminente se vuelve mucho más notable.

Denki toma asiento a su lado, y su mirada parece perdida en el horizonte.

—Juguemos.

Pero Hanta lo conoce demasiado, y sabe que esa respuesta no es más que una simple evasiva. Sin embargo, decide que es mejor seguirle la corriente, después de todo, si no quiere hablar ahora no tiene por qué forzarlo.

—¿Qué quieres jugar?

Y la sonrisa maliciosa que surcan los labios contrarios, basta y sobra para entender que probablemente acabe empapado, contra su voluntad. O, a lo mucho, siendo víctima de algún hechizo.

Los tonos arrebol desaparecen por fin del cielo, y la noche se extiende, majestuosa, adornándose de estrellas mientras esperan la llegada de la luna.

Un vampiro y un tritón corren, saltan, se empujan y ríen. Caen y se levantan. Juegan como niños y se dedican a ser felices. Y con cada mirada cómplice, y cada sonrisa divertida, Hanta se convence de que no hay un mejor lugar que aquel en el que puede estar en compañía de Kaminari.

Siente una conexión especial. Algo único, que hasta ahora no había tenido el placer de notar. Y su corazón inerte, incapaz de latir, se siente cálido y alberga un cariño intenso, que constantemente está en ascenso.

Las horas pasan, y cuando el cielo cambia el azul marino por un vino oscuro, ambos se detienen a descansar a orillas del claro. Y Sero observa el agua, fijándose en el reflejo de Kaminari, quien a su vez contempla la luz de las estrellas.

Hablan de todo y de nada. Disfrutan del silencio por un instante, y al siguiente lo turban con estridentes carcajadas.

Sin embargo, es en uno de esos silencios donde el rumor del viento trae consigo la curiosidad que los juegos dejaron en el olvido. Hanta posa sus orbes ónix en Kaminari, y con voz suave, pregunta:

—¿Qué es eso tan importante que tenías que decirme?

Kaminari decide jugar con el agua, señalando la misma con su dedo índice para, con su magia, hacerla volar por los aires, formando pequeñas figuras cristalinas, de los peses y las plantas que constantemente encuentra en su reino.

—La encontré —anuncia, y las comisuras de sus labios se curvan en una sonrisa—. A mi alma gemela. ¿No es genial?

No, no lo es. Responde una vocecilla en la mente de Hanta.

Y se arrepiente de abrir la boca y preguntar. Porque esa conexión que sintió horas atrás, desaparece poco a poco, junto con las esperanzas de que quizás, algún día, Denki encontrara en él ese amor tan puro que tanto anhela.

Sonríe, a pesar del dolor que se extiende en su interior. Si bien había considerado esa posibilidad, no estaba preparado para escuchar su confirmación. No después de un momento que prometía ser el más hermoso de toda su vida inmortal.

—Lo es.

Los ojos de Kaminari se cierran cuando su sonrisa se amplia. Y un adorable sonrojo se adueña de sus mejillas.

Un gesto adorable que Sero aprecia cautivado, mientras acalla la desdicha generada por un amor no correspondido.

—¿Quieres conocerle? —propone, conectando una cálida mirada con la fría que caracteriza a su acompañante.

—Sería un honor.

Pero lo cierto es que no quiere. No quiere hacerle frente a la persona que se ha adueñado de su corazón. No quiere ver sus miradas llenas de cariño y mucho menos los gestos empalagosos que podrían tener.

No está preparado.

Y sabe que nunca lo estará.

—Perfecto. Entonces, esperemos la hora del festival.


Cuando los primeros rayos rojizos de la luna surcan los cielos, Sero se dedica a abandonar su castillo por segunda vez.

Recorre los terrenos a paso lento, procurando no tropezar con las enormes raíces que sobresalen del suelo. Se mantiene especialmente atento al desprendimiento de los árboles danzantes que, constantemente escapan de la tierra para recorrer el bosque en pro de encontrar un nuevo lugar para habitar.

Un suspiro escapa de sus labios mientras que su mente maldice esa noche en particular. No tiene ánimos de asistir al evento, pero, en vista de que antes de su separación Denki le hizo prometer por lo menos cinco veces que iría al festival, tiene que hacerlo. Le ha dado su palabra, a fin de cuentas.

Arrastra lo pies por la colina, en donde cientos de hadas pasan a su lado con una velocidad insuperable. Muchas de ellas, lo observan de refilón, sin molestarse en disimular su curiosidad. No las culpa, después de todo, ver a un vampiro asistir a tal fiesta no es para nada normal.

Sigue el rastro de brillante polvillo que las hadas han dejado en su camino. Escucha el cantar de las sirenas y alcanza a visualizar el soto a unos cuantos metros. Apresura, entonces, el paso.

Vamos, Sero, mientras más rápido llegues, más rápido te irás. Repite en su mente, durante el todo el tramo que le resta por  recorrer.

Las gaitas, bombardas y violines se unen al bodhrán en una melodía fuerte y dichosa. Los cánticos acompañados de risa, hacen de la celebración un espectáculo que irradia felicidad para todo aquel que en él se encuentre.

Sero contempla las pequeñas luces que flotan cerca de la copa de los árboles, y esquiva a los duendes que se encargan de repartir el alcohol. Las ninfas ofrecen aperitivos, que él rechaza con amabilidad y, pronto, se escabulle entre la multitud de diversas criaturas para encontrar a Kaminari.

Lo encuentra cerca del río, conversando con su madre y su hermana pequeña. Lo mira reír desde la distancia, y con nervios a flor de piel, se acerca para saludar.

—Buenas noches —musita, con esa elegancia tan característica de los de su especie.

—Sero, querido, qué alegría verte por estos lares —Sonríe amablemente, la bruja más poderosa del reino de las sirenas.

Sero toma su mano con delicadeza para besar sus nudillos con suavidad. Y pronto, la más pequeña de los Kaminari, salta a sus brazos.

—¡Príncipe Sero!

—Saludos, su real majestad —Sonríe, mientras da sutiles vueltas sobre su eje, para hacer reír a la pequeña rubia.

—Vaya, pero que elegancia. ¿Y yo estoy pintado en un cuadro o cómo? —comenta Kaminari, con fingida irritación.

—Oh, Denks, ¿cuándo llegaste? —bromea, mientras es liberado del abrazo de la menor.

Kaminari golpea su hombro de forma amistosa, provocando se Sero suelte una carcajada.

—Tonto —resopla, divertido—. Otra vez llegas tarde.

—Falta de costumbre —se encoje de hombros con suavidad—. Sabes que no me gustan estas cosas.

—Lo sé, lo sé. Pero a partir de ahora, lo será.

—Sí, claro. Lo será el día en que Bakugō y Kirishima confirmen su relación.

Kaminari suelta una carcajada —Definitivamente te veré más seguido por aquí. Esos dos oficializaron su relación hoy. Te dije que ellos eran la prueba definitiva de que muchas veces, las almas gemelas son polos completamente opuestos.

La expresión desencajada de Sero produce que la risa de Kaminari tarde en cesar. Carraspea, cruzándose de brazos al recobrar la compostura.

—Lo creeré cuando lo vea —Entrecierra sus ojos con recelo— ¿Y tú?

Kaminari lo mira confundido, y Sero se obliga a no demostrar impaciencia. Pues, más allá de todo, desea terminar con el tema de conocer a su alma gemela de una vez por todas.

—¿Yo?

—Tu alma gemela —explica—. Creí que ibas a presentármela.

Un intercambio de miradas entre Denki y su madre, provocan que la curiosidad de Hanta se dispare. Pues detecta en la sonrisa que formulan, un secreto compartido que le resulta imposible de descifrar.

¿Qué se traen entre manos ustedes dos, queridos brujos del mar? Piensa, comenzando a armar pequeñas teorías conspirativas en su mente.

—Cierto, pero ya habrá tiempo después. Ahora, vamos con los chicos, estoy seguro de que Jirō y Yaoyorozu llegaron hace poco.

Y es así como un tirón en su brazo, basta para que siga a Denki por todo el lugar. Encuentran a sus amigos reunidos cerca de un gran roble de hojas doradas, mismo en el que Sero y Denki se conocieron años atrás.

Una sonrisa se esboza en sus labios y antes de darse cuenta, se encuentra charlando con Jirō y Ochako acerca de cómo transformaron a Midoriya y Hagakure de fantasma a pequeños conejos.

Desde entonces, el curso de la noche se vuelve mucho más ameno. Las peleas constantes ente Katsuki y Midoriya son motivo de risas la mayoría del tiempo, y la melodiosa voz de Kyōka al entonar los canticos del momento, los hace bailar al ritmo de la música. Siendo estas las causas de la desaparición del desánimo de Hanta.

Y claro que las miradas hipnotizadas, característica de los enamoramientos, no pueden faltar. Sero muchas veces se sorprende a sí mismo, sonriendo embobado ante el más pequeño de los gestos de su rubio favorito. Pero es demasiado despistado para notar que, cuando él se encuentra distraído, Kaminari lo observa transmitiendo amor en su mirada.

Cuando llega la media noche y el festival se encuentra en su apogeo, la luna brilla en tono escarlata con una belleza diferente a la que muestra en el resto de sus facetas. Y los chamanes que se encargan de entregar el mensaje de los dioses, dan la señal que marca el inicio de ese último baile, en el cual la luna se encarga de desvelar a todas aquellas almas que han corrido la suerte de encontrarse una vez más.

Y es así como las sirenas salen del agua y, duendes y brujas, dragones y hombres lobos, elfos y espíritus, se reúnen en con las otras criaturas en el centro del lugar, para comenzar a bailar y saltar al ritmo de la música.

Cada pareja traza figuras que giran entre danzas, y cambian poco a poco, para bailar con todos los presentes antes de detenerse con aquella persona que hace latir su corazón.

Hanta sonríe grande, cuando su brazo izquierdo se enlaza con el derecho de Kaminari. Ambos giran un par de veces, alternando el agarre de sus brazos. Dan pequeños saltos al ritmo de la música y se sueltan para comenzar a girar con las manos puestas hacia el cielo.

Cierran los ojos sin borrar la sonrisa de sus labios, y experimentan la llegada de recuerdos que sus almas guardan, del pasado.

Siempre juntos, como compañeros de aventuras en universos paralelos que existen en algún lugar. Se ven a sí mismo como niños que juegan en el jardín de un orfanato; como piratas, superhéroes y como monarcas de un gran reino.
Sentimientos cálidos se extienden en ambos corazones y juntos vibran en la misma sintonía. Y cuando sus brazos se enlazan una vez más, abren sus ojos y contemplan cómo un rayo de luna, que brilla en tonos naranjos y rojizos los envuelve.

Hanta jadea sorprendido. A pesar de que siempre ha estado seguro de que Denki es su más grande amor, nuca pensó que ser su alma gemela era posible. Después de todo, los vampiros son criaturas carentes de alma… Entonces, ¿cómo?

No todos los vampiros son las criaturas desalmadas que todos piensan. Recuerda, entonces, las palabras que la madre del rubio le dedicó años atrás.

Y eso no hace más que llenarlo de gozo. Porque significa que no es un sueño del que podría despertar en cualquier momento.

Todo es real. Denki y él están unidos por el mismo lazo espiritual.

Las manos de Kaminari se posan en su cintura en cuanto dejan de danzar, y las propias acunan con cuidado sus mejillas.

—Hola, otra mitad —musita el rubio, con dulzura, y Sero sonríe ampliamente.

—Siempre supe que eras tú… —Susurra, con cariño, y las mejillas de Kaminari se tiñen de un tenue carmín cuando sus comisuras se curvan en una sonrisa tímida.

Ojos ónices y amarillos se encuentran, y adornados con un brillo peculiar, muestran el universo interno que conforma a cada uno. Se pierden entre las estrellas y luminosas galaxias que encuentran en su recorrido, y consiguen entender todos aquellos sentimientos que con palabras no pueden expresar.

Hanta acaricia las mejillas contrarias con delicadeza y junta sus frentes. Sus respiraciones se mezclan y sus ojos se cierran con lentitud. Poco a poco, la distancia entre ambos se reduce, y sus labios se funden en un beso lento y suave; capaz de transmitir todo el amor que sienten por el otro.

Sus universos internos implotan y se renuevan. Se crean planetas enteros que albergan un mar de sentimientos nunca antes experimentados. Una sensación fantástica e inefable los envuelve, haciéndolos sonreír entre besos y caricias.

Cuando se separan, Denki y Sero juntan sus frentes una vez más, y ríen atontados por los hechos recientes.

—Esto es un sueño… —Suspira, Sero, cual tonto enamorado.

—Uno que promete no tener fin —complementa, Kaminari, acariciando una de las mejillas del más alto.

—Te amo, mi dulce Denki.

—Y yo te amo a ti, mi querido Hanta.

Y sus labios se unen una vez más, antes de dar lugar a tiernas caricias y mimos, acompañados de dulces palabras llenas de afecto. Se desconectan de la realidad, para ir a una dimensión en donde sólo existen ellos dos.

Esa noche, dos almas se juntan para complementarse eternamente. Vibran alto, guiadas por la frecuencia establecida por el amor verdadero, e irradian dicha a todo aquel que resulte testigo de esta inefable unión.

Fin.

⸙ 3346 palabras, vaya.

Well, he aquí el día dos. /celebrar

Honestamente siento que pudo haber quedado un poco mejor, pero, los temas de fantasía, vampiros y este tipo de criaturas, no son lo mio en absoluto. Lo siento :/

Espero que a pesar de todo les haya gustado <3

Nos vemos mañana~

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