Oculto en Saturno

By BlendPekoe

14.3K 2.6K 1K

La vida de Ezequiel se vuelve perfecta desde el momento en que conoce a Matías, los sueños y todos los imposi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 21

345 66 36
By BlendPekoe

Vicente apareció en mi oficina un par de horas antes del término de la jornada y se acomodó con su notebook a responder infinidad de correos, o eso parecía. Apenas era lunes pero él quería salir a beber.

El divorcio le estaba dando vuelta la vida. A veces estaba de buen humor, a veces estaba de mal humor, pero cada vez soportaba menos a las personas. En todas las visitas había un nombre nuevo de alguien quien lo ofendía y se dedicaba a poner gente en una lista negra imaginaria, personas a quienes bajaba a una categoría inferior al de conocido porque no podía negarles el saludo. Con su trabajo debía aguantarse las ganas de hacer ese tipo de desplantes y renegaba de eso también. No podía criticarlo por esas cosas porque yo no era el mejor ejemplo de paciencia.

Las personas encasillaban situaciones y su divorcio no se salvó de eso, ahí estaba su molestia con todos los que lo rodeaban en su vida diaria, que demostraban no tener habilidad para comprender lo que ocurría.

Vicente se sentía muy decepcionado consigo mismo y responsabilizaba todas sus decisiones por el desenlace. Su obsesión por el trabajo le dio un éxito aparente, su falta de tiempo y constantes compromisos desgastaron una relación que daba por sentado. Y temía ser la imagen de su padre, que le tomó gusto muy rápido a la nueva vida de soltero. Por lo que su mayor preocupación estaba en sus hijas, no quería ser un padre de fin de semana y feriados. Que él o ellas tuvieran que esperar a un determinado día para verse, como si fuera una cita con el médico. Así que recurrió a soluciones poco comunes dentro de un divorcio y, en lugar de irse, dividieron la casa. A medida que las personas se enteraban de ese detalle le dedicaban gestos y palabras poco alentadoras. Muchos lo veían como el exmarido negado, invasivo, tóxico llegaron a decirle, por no irse. Comentarios y gestos hechos desde la ignorancia, sin conocer la relación con Rebeca, sin interesarles lo que él sentía.

Por eso siempre tenía alguien nuevo a quien odiar.

Y ese día más gente iba a entrar en su lista.

El piano sonaba de fondo, parecía jazz, era agradable, un poco relajante también, pero nada de eso llegaba a mi visita, hacía un tiempo que se le olvidaba remarcar la existencia de la música como solía hacerlo. La mesera que le dejó su segundo café sonrió más de lo normal, como si algo le causara gracia, Vicente no se percató de eso tampoco. Lo miré pensativo, tenía que contarle el rumor que daba vueltas y llevaba tiempo esperando verlo de un humor pasable. A pesar de todo, se veía tranquilo así que me pareció oportuno apurar la novedad. No quería que se enterara por otra persona.

—Tengo que contarte algo.

Me recosté en mi silla preparándome para la discusión.

—¿Qué pasó ahora? —preguntó sin mucho interés.

—Hay rumores entre los empleados... que ya llegaron a los profesores de los cursos...

Los rumores en los profesores eran problemáticos porque ellos trabajan en otros lugares, en ellos recaía el posible esparcimiento. Pero seguía mis palabras sin alarma.

—¿De ti?

—En parte. —Tomé aire con resignación—. Dicen que tenemos una aventura.

Al tomar conciencia de la noticia golpeó mi escritorio con la palma de su mano enfadado.

—¿Es en serio? ¿Es por mi divorcio?

Asentí.

—Saben que hay una amistad —expliqué—. Y ellos, como todos, quieren tener algo de qué hablar. Te quedas aquí conmigo, ven que nos vamos juntos... no se puede esperar nada mejor.

—¡Voy a echarlos a todos! —amenazó.

—No les digas nada.

—Eres un descarado. Por mucho menos antes habrías querido matarlos.

—Y me habrías dicho que estoy loco.

—¿Entonces no te molesta? —preguntó con indignación.

—Sí Vicente, me ofende terriblemente que crean que tengo semejantes gustos. Hace días no como de las náuseas que me da.

Mi exageración no le causó gracia pero entendió. Se tomó el café refunfuñando.

—No sé por qué me sorprendo —dijo luego de un rato—. Las personas son así. No hay interés, no hay empatía. Todos los días tengo que escuchar tonterías, a nadie le importa lo que sucede, quieren sentirse superiores con opiniones que nadie pidió... —suspiró— y rumores.

No le dio ganas de seguir con lo que hacía en su notebook y la cerró.

—¿Si nos vamos antes de las ocho van a inventar más cosas de nosotros? —habló con sarcasmo.

***

El bar de cervezas artesanales se nos hacía habitual. Nos sentamos al aire libre, en un patio de pasto con guirnaldas de luces haciendo de techo. Había, lo que Vicente llamó, demasiada juventud llenando el lugar. Aprovechamos para cenar hamburguesas con la esperanza de que la comida chatarra levantara un poco los ánimos.

—No tendrían que molestarme esos rumores —dijo molesto mientras comía—. Duras más que mi matrimonio. Ya nos imagino viejos quejándonos de todo. —Miró con desprecio a la juventud que nos rodeaba como parte del "todo".

—Ya estás hablando como viejo.

Pero yo también podía imaginarlo.

—Un viejo amargado —acordó. Me miró pensativo—. Tú no tienes por qué volverte amargado.

Hice un sonido de fastidio.

—No tengamos una charla deprimente con sermones de viejo sobre lo que tengo que hacer.

—Hablo en serio.

Me dediqué a la hamburguesa sin querer seguirle esa conversación de reflexiones y lamentos.

—Fui a tu casa el viernes y no estabas.

Casi me atraganté pero intenté disimularlo.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—No te hagas el tonto, no necesito una razón para ir. No estabas y tampoco estabas el sábado. Tu jardinero me dijo que era normal.

Ese jardín y ese jardinero se las ingeniaban para darme lo contrario de la paz que buscaba.

—Me hubieras enviado un mensaje.

—¿Desde cuándo me tengo que anunciar? —replicó.

No respondí, lo ignoré y seguí comiendo. Vicente también se dedicó a comer, lo único que quería era dejar en claro que sabía que algo no le estaba contando. Pero tampoco cambió de tema y no habló más que para pedirle cosas al mesero, complicándome la vida.

Tuve que tomarme otra cerveza antes de poder solucionar el dilema.

—Hay alguien.

Fue todo lo que pude articular y aun así sentí que había dicho demasiado con eso. Mantuve la mirada ocupada con las personas y autos que pasaban por la calle para fingir, infantilmente, que no había revelado nada importante.

—No tiene nada de malo y nadie va a pensar mal de ti.

Volteé hacia él indeciso con respecto a esa idea.

—Lo sé —mi respuesta cargaba con descontento porque sabía que nadie me acusaría de nada, que el problema estaba en otro lado—. Mi relación con Matías iba a ser para toda la vida, de los dos —fui bajando la voz—, no solamente la suya.

—Matías era la persona más práctica y sensata que conocí en mi vida. ¿De verdad crees que él pensaría que haces mal?

Me revolví en mi asiento inquieto.

—¿Lo crees? —insistió.

—Entiendo el punto.

—Ya siento pena por el desconocido.

Apoyé mi cabeza en una mano y me puse a jugar con las papas fritas.

—Él lo entiende. Siempre entiende todo.

—Entonces es oficial.

Cerré los ojos.

—No es oficial ni nada parecido.

Estuvimos en silencio un rato. Vicente no quiso seguir torturándome pero ya no podía retroceder del paso que me obligó a dar. Contárselo, algo que tanto evité, hacía que el secreto me pesara menos.

—Voy a usar el viaje que me regalaste con él —confesé.

Vicente hizo una expresión exagerada de sorpresa con el fin de molestarme.

—Voy a reformular mi pregunta. ¿Tú quieres que sea oficial?

No supe cómo responder a eso pero mi cara lo hizo por mí.

—Sé que parezco un idiota porque dudo pero no quiero cometer un error.

—¿Por qué? ¿Qué tienes para perder?

Su pregunta, llena de intención, me dolió porque la verdad era que no tenía nada real para perder.

—Tú también eres lo suficientemente sensato para saber que no estás haciendo nada malo. No dejes pasar el tiempo, hasta las personas más comprensivas tienen un límite de espera.

Lo miré preocupado, tenía la sospecha de que Francisco esperaba algo y escuchar eso parecía otra señal. Y el tiempo de nuevo aparecía para advertirme que debía tomar una resolución.

Alguien se acercó para saludar a Vicente e intercambiar palabras de trabajo, estuvieron un rato así pero no presté ninguna atención a lo que hablaban. Se sentía extraño haberle contado lo que ocurría con Francisco, dejaba de ser un secreto confinado en un departamento para ser parte del mundo donde ocurría mi vida diaria. Lamenté la interrupción del extraño.

Después del encuentro con la persona inoportuna que quiso saludarlo para despejar dudas que no tenían ninguna urgencia, Vicente se quedó sin ánimos así que nos fuimos.

—La próxima mejor vamos a tu casa o la mía —miró hacia el cielo— o al mirador.

***

En casa tomé la última foto que me había sacado con Matías y me senté en la cama a pensar mientras la observaba. Práctico y sensato. También hiperactivo, pendiente de todo y de todos, nunca dejaba nada para otro día, hacía una cosa y en su mente ya estaba planeando la siguiente. El día no le alcanzaba porque su energía nunca se agotaba. A pesar de eso, sabía detenerse y disfrutar momentos tranquilos con sus seres queridos, especialmente conmigo. Matías no desperdició ni un solo día de su vida.

Sin motivo recordé las veces que se quedaba en casa de sus padres porque alguno no se sentía bien y quería estar ahí encargándose de todo, yo lo acompañaba y dormíamos en su antiguo cuarto, en una cama que nos quedaba pequeña. También recordé su tradición de preparar bizcochuelo cada vez que llovía y su necesidad de anunciar cuando una planta nueva había brotado. Unos recuerdos al azar que me hicieron sonreír.

Me quedé allí sentado contemplando la foto por no sé cuánto tiempo, lo extrañaba mucho y deseé que supiera que era irreemplazable aunque fallara en demostrarlo.

Continue Reading

You'll Also Like

81.8K 4.2K 18
Para lenna el solo era el mejor amigo de su hermano aún si ella quería que fueran más. Para alessandro ella era más que que la hermana de su mejor a...
188K 18.9K 24
Spencer sabía que Connor era su perdición. Lo supo desde que lo conoció, y aun así se dejó arrastrar por él. Porque, en el fondo, necesitaba sentir a...
450K 29.3K 29
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
314K 30.2K 46
Nicholas Datchs es uno de los chicos populares de la escuela gracias a su novio, el mejor jugador de fútbol de la escuela. Tiene una vida medianament...