La Bestia ✓

KarlaJacomeG tarafından

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La bestia se enamoró del chico bueno. (Gay+18) ¡Ocurrió! El día exacto no sé sabe pero ocurrió. El chico perf... Daha Fazla

Sinopsis
Prólogo
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Epílogo

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KarlaJacomeG tarafından

"Confundiendo al confundido, así de malo soy"

Caleb Burck.

Nunca me ha importado lo que piensen de mí, total las personas que menos te lo esperas son lo que más daño te hacen, ¿duele? Si, demasiado pero aprendes a vivir con ello. El estúpido que va por ahí diciendo que quiere morir no ha sufrido ni la mitad de lo que cree.

A veces decimos "estoy bien", para no explicar por qué se cristalizan tus ojos cuando ves a esa persona, o por qué derramas una lágrima antes de dormir cada noche pensando en alguien.

A la verga, hay quien dice que está muy triste y no le pasa absolutamente nada, solo quiere llamar la atención porque su vida es perfecta y están aburridos.

El ser humano es así, complicado.

¿Por qué lo hice?

Fácil, me dió la gana. Es lo que quería y lo tomé.

Lo confundo.

Que corra a mí y le aclaro todo con un dibujito.

¿Remordimiento por todo lo que estaba pasando con Will?

Obvio no, me siento mejor que nunca, yo intenté alejarlo pero no funcionó. No sé trata de que él esté bien o de hacer siempre lo correcto. Se trata de hacer lo que me dé la gana y punto. Tengo que estar bien yo.

Llamaron a la puerta y me giré en dirección a esta.

— ¿Si entro en estos momentos a cuántas personas desnudas voy a ver?

Tenía que reírme escandalosamente por el comentario de mi tía.

— Solo a mí y con ropa —alcé la voz— lo prometo.

— Caleb, mi niño — corrió y colocó la palma de su mano en mi frente— ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre?

— Yo estoy bien y tú estas loca.

— Permíteme sorprenderme señorito, no hay mini orgías, ni tres.

— Trío, se dice trío —rectifiqué entre risas— Resulta que no estoy de ánimos.

Su boca se abrió en una enorme ''O''

— ¿Conociste a alguien?

— No

— ¿Te gusta alguien?

— No

— ¿Algo que quieras contarme?

— No

— ¡Ay! Mierda —chilló— que me quedé dormida, apúrate que llegarás tarde, a eso venía.

Ok, mi tía se está volviendo loca.

Llego al colegio súper tarde por culpa del pequeño interrogatorio mañanero de mi tía, justo para deportes pero las primeras clases ya las había perdido.

— ¡Corriendo!  —gritó el profesor.

Y ahí estaba, corriendo como todo un puntualito, uno de los primeros en la fila, con una sonrisa enorme, tan característico de él feliz siempre como si el negro y el mal no existiera en su puta vida.

Solo para molestar aceleré mis pasos y lo alcancé.

— Buenos días, Ray.

— Buenos días, Caleb — respondió sofocado— te dije que no me llamaras por mi apellido.

— Puntualito entonces.

— ¡No!

— Bien, volvemos a Ray.

El profesor sonó su silbato indicando que ahora deberíamos caminar.

— ¿Que quieres, Caleb? — preguntó molesto bajando el ritmo.

— Hacerte una pregunta.

— ¿Me dejarás tranquilo?

— No

— Eres malo, un demonio, una bestia o como quieras llamarte y a las personas así me gustaría tenerlas lejos.

— ¿Y sino te gustan los demonios para que te metiste conmigo?

— Yo no...

Ni idea de lo que iba a decir porque su cuerpo cayó desplomado sobre el césped.

— Venga Ray —me crucé de brazos— no tienes que fingir un desmayo para que te deje en paz.

Nada

— Ray, no intentes jugar conmigo.

Nada.

Me preocupe solo un poco, me arrodillé y lo sacudí hasta que abrió los ojos de golpe.

— ¿Estás bien? 

— Si estoy bien —respondió incorporándose.

— Estás sudando.

— Estamos en deporte y los rayos de sol son intenso, es normal.

— Tu pulso está acelerado deberías ir a enfermería.

— Ya dije que estoy bien.

— Vale como tú digas, mejor me voy y te dejo solo.

No lo volví a ver, después de aquello no coincidimos en ninguna clase, el día pasó súper rápido y sin ningún inconveniente por suerte, hasta la salida.

— Dichosos los ojos que te ven —habló la morena ante mi.

— Estás muy mayorcita para estar aquí —bromeo.

— Hace días no me vas a ver y decidí hacerte una visita.

— Si estás fogosa busca a otro porque yo no tengo ganas.

«El destino se está burlando de mí»

Segunda vez en el día que digo que no quiero sexo. Eso no es normal porque si que quiero, pero solo que me imagino haciéndolo con él.

— Menuda sorpresa —bramó.

Le arrebaté un cigarrillo de sus labios y me doy una larga calada.

— Me sorprende hasta mi, pero resulta que estoy teniendo un pésimo día.

— ¿No quieres relajarte conmigo? —coqueteó.

— Ya dije que no quiero.

— No insisto.

Regreso a casa y me encuentro con una nota en la encimera, que decía que mi tía tenía que trabajar y no volvería hasta mañana.

Arrojo la mochila al suelo, me retiro toda mi ropa, quedando solamente en bóxer y me tiro en el sofá a ver la tele. No recuerdo cuando me quedé dormido y el tiempo que pasó pero el timbre me despertó.

— ¡Voy! —miro el reloj y eran más de la media noche.

— Hola Caleb —restregué mis ojos.

— No lo puedo creer —me burlé abiertamente— ¿Qué hace William Ray en la guarida de la bestia, a esta hora?

— ¿Rose está aquí?

— No —fruncí el ceño.

«Perfecto»

Se abalanzó sobre mi y me besó. Me tomó por sorpresa pero no demoré en reaccionar con mayor intensidad. Esto era lo que quería.

— Te besé —abrió los ojos como platos tomando su distancia.

— ¿Estás borracho?

— Puede que los antiguos amigos del ejército de mi padre lo visitaron y me obligaron a tomar un poco bastante con ellos.

— Bravo —aplaudí— ¿No tenías un lugar mejor dónde pasar la borrachera?

— Nada mejor que contigo —soltó sin más.

— Eso lo dice porque estás alcoholizado.

— Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

— Voy a fingir que no escuché eso.

— ¿Pero por qué? —chilló— desde que me conociste has dejado señales claras de que me quieres follar.

— Bien, vamos a mi habitación.

— ¿En serio?

— Si —me encogí de hombros y subió a tropezones las escaleras.

#

Me levanto y voy directo a la cocina, agarro un vaso con agua y una de las pastillas para los dolores de cabeza de mi tía. Subo las escaleras y entro en mi habitación.

— ¡Ray! —grité— despierta.

— Auch, no grites —se incorporó en mi cama— mi cabeza va a reventar.

— Ten —le entregué las pastillas y el vaso.

— Gracias.

Me mantuve en silencio hasta que volvió hablar.

— ¡¿Lo hicimos?! — preguntó escandalizado.

— No, claro que no.

— ¿Seguro?

— Ray estoy seguro, tanto así que una sola pastilla no te solucionaría tu dolor.

— No entiendo.

Mi boca se curvo en una sonrisa.

William abrió la boca y la volvió a cerrar— Ok, mejor así. ¿Dónde dormiste?

— Dormí en el sofá

— ¿Por qué?

— Porque quiero que me pidas que te folle sin estar borracho — sentencié.

Se atoró y comenzó a toser con el agua que le había entregado hace un momento.

— Eso nunca va a ocurrir —repicó.

— Eso ya lo veremos.

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