Vistiendo a la realeza

By antoenletras

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Se acerca uno de los acontecimientos más importantes de la década: el casamiento de la hija mayor de los reye... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 6
Capítulo 7
~Participantes~
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Retomando el viaje
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20

Capítulo 5

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By antoenletras

—He metido la pata —le dije a Emilia que estaba en videollamada conmigo.

Después del encuentro con el chico del vino, que ahora sabía que se llamaba Giovani, corrí hacia mi habitación.

—¿Qué has hecho? ¿Ya te han descalificado? —me preguntó frunciendo el ceño.

Suspiré. Si lo veía de esa forma, no era tan grave. Pero en ese momento sentía que en serio había metido la pata.

—No. Aún no empezó el evento. Sigo en camino. Pero he vuelto a ver al chico del aeropuerto.

—¿Dónde? ¿No era que viajaba hacia otro lado?

—Acá. En el palacio mismo.

—¿Y qué tiene eso de malo?

—¡Que es el prometido de la princesa!

Los ojos de Emilia se abrieron como platos mientras llevaba su mano a la boca.

—No me digas —dijo casi susurrando.

—Si te digo.

—Bueno... Al menos no ha pasado nada. ¿Verdad?

Suspiré.

—¡¿Verdad?!

Solté una risita ante su preocupación.

—No ha pasado nada. Tranquila.

—Me asustaste, idiota.

—Pero será difícil.

—¿Qué cosa? Si ya sabes que es imposible, no pasará nada. ¿Verdad?

—Supongo que no.

—¿Cómo que supongo?

—Es que no sé. Lo voy a evitar. Creo que eso será fácil.

Le conté lo que había pasado cuando lo vi en el patio del castillo y la breve charla que habíamos tenido. También le conté que la conexión que había sentido el primer día volví a sentirla en ese momento. Y eso era lo que me preocupaba.

—Bueno, pero tienes que tener en claro que es imposible que pase algo y que tu poder de enamoramiento despertará nuevamente en el futuro. Así que no hagas nada. ¿Me has entendido Amanda?

Reí ante su preocupación. Aunque en el fondo, yo también estaba bastante preocupada. Si podría evitarlo, no pasaría nada. Y supondría que eso no sería tarea difícil, ya que los lugares en los que teníamos permitido movernos dentro del castillo eran limitados. Dudaba que el prometido de la princesa tuviera interés en moverse por allí.

Lo único que me inquietaba era mi rutinario paseo por el patio, que se había vuelto necesario.

No pensaba dejarlo. Si me movía por mi sector no habría inconvenientes. O eso creía.

—Pasa que... —suspiré—. Es difícil. Ya me hice a la idea de que me gusta y quiero conocerlo... Es difícil ir en contra de lo que deseo. Pero bueno, intentaré evitarlo.

—Me parece sensato. ¿Pero si no puedes evitarlo? ¿Me prometes que no harás nada?

Me encogí de hombros.

—Mientras no me vea obligada a hablar con él supongo que será fácil. Pero como te digo. La atracción es muy obvia.

—Desde tu punto de vista.

—Creo que de parte de él también.

—¡Estás imaginando cosas Amanda! Si se va a casar con la princesa es porque ama a la princesa, ¿ok?

Reí.

—Lo sé. No haré nada, ¿sí? Además, no quiero generar problemas. Eso lo sabes. Detesto los problemas.

Justo en ese momento golpearon la puerta.

—Amy, ¿estás ahí? —Era la voz de Nailah.

—¡Si! Ahí salgo —dije en voz alta—. Emi, apenas me libere te vuelvo a llamar, ¿si? Quiero que me cuentes como va ese emprendimiento.

Emily había empezado un emprendimiento de cocina hacía muy poco tiempo. Tenía un talento notable en el arte culinario y de a poco, la ciudad comenzaba a reconocérselo.

—Dale. Si no hablamos mañana, no te preocupes.

Corté la llamada y guardé el celular en el cajón de la mesita de luz. Teníamos prohibido andar con el nuestro fuera de la habitación. Incluso le habían colocado un chip que, al pasar por la puerta, sonaba. Así que era imposible hacerlo. Si o si teníamos que usar el celular sin conexión a internet que nos habían dado allí.

Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón y abrí la puerta.

Nailah me miró de arriba hacia abajo.

—¿Segura que estás bien?

—¿Por qué no lo estaría?

—No lo sé. Te he visto venir de afuera y tenías una cara bastante mala. Entraste a la habitación como huyendo de algo.

Odiaba ser tan obvia con lo que me pasaba.

—Es que había olvidado que tenía que llamar a mi amiga —reí—. No me gusta fallarle estando tan lejos.

El rostro de Nai se relajó.

—No sabes cómo te entiendo. Yo intento llamar a mi familia en cada momento libre —me contó mientras caminábamos hacia el living—. Igual me preocupa, no ha pasado ni una semana y los extraño horrores. Por eso te he venido a buscar. Estaba empezando a sentirme muy mal.

Recién en ese momento me di cuenta que yo no extrañaba tanto. En el último año me había alejado de Emilia y de Olga que eran las personas más importantes para mí en Valedai, así que estaba acostumbrada a ese sentimiento. Pero desde un inicio, había primado el sentimiento de nostalgia hacia mi madre. Me sentía capaz de enfrentarme a cualquier distancia después de haber pasado por eso.

Extrañar era algo que iba conmigo fuera a donde fuera, estuviera donde estuviera.

En el living nos encontramos con Milo, Oliver e Ingrid que estaban jugando naipes.

—¿Quieren sumarse? —nos preguntó nuestro amigo.

No dudamos un segundo en hacerlo.

Definitivamente, estábamos viviendo un clima de vacaciones a todo lujo.

Al día siguiente, en mi habitual horario de visita al patio, decidí llevar un libro para mantener controlada mi atención. Por si acaso.

Nos habían vuelto a dar una clase de protocolo esa mañana en vistas de la cena que teníamos al día siguiente. Entonces prefería refrescar algunas cosas que no me habían quedado claras. Era un motivante bastante fuerte para no estar enfocándome en cosas innecesarias.

Logré llegar a mi habitual asiento frente al lago sin ningún peligro a la vista. Recién cuando me senté, pude respirar tranquila. A mis costados no había más que soledad y tranquilidad, acompañada con el sonido del canto de los pájaros.

Que el palacio estuviera alejado de la ciudad ayudaba mucho a lograr eso.

Abrí el libro y fui hacia la parte de protocolo en la mesa. Traté de observar con cuidado la disposición de los cubiertos. Me era imposible aceptar que se necesitaran tantos cubiertos diferentes para una simple cena. Incluso había copas diferentes.

Lo que me llamó la atención es que para el vino tinto y el vino blanco se usaran copas diferentes. Siempre había usado la misma, incluso para el agua.

Reí al notar lo desentonada que quedaba yo en todo el asunto real.

Entonces algo capturó mi atención. Algo había caído cerca del árbol que estaba a mi derecha. Fruncí el ceño un tanto preocupada, pero al ver que no había pasado nada más, volví mi vista al libro.

Al segundo, un perro llegó corriendo y se posicionó donde había caído la cosa que no alcancé a distinguir.

Rápidamente me puse de pie y el perro me vio. Tenía una rama en su boca y se acercó hacia mí con entusiasmo. La dejó al lado de mis pies y se sentó.

Lo miré sin entender.

—¿Qué quieres? —le dije riendo—. ¿Quieres jugar con esto? —volví a preguntar tomando la rama.

Ante aquella acción, el perro se puso de pie. Era un Golden color canela, con el pelo cuidadosamente peinado, aunque un tanto sucio. Supuse que el juego había ocasionado aquello.

Estaba a punto de arrojar el palo cuando su presencia se hizo visible ante mis ojos.

Giovani.

Genial.

—Ah, eres tú —me dijo frenando en seco.

Esta vez se lo veía con una vestimenta más relajada. Bermudas color negras que llegaban más abajo de sus rodillas, zapatillas y una remera gris. Si lo veía en cualquier otro lugar, pensaría que era una persona normal, no un futuro príncipe.

—¿Es tu perro? —le pregunté por impulso.

—Si, Max. Estaba un tanto insoportable con la rama —rio mientras se acercaba.

Arrojé la rama hacia un costado y el perro corrió para atraparla.

—Bastante inteligente —le comenté mientras esperábamos a que volviera.

—Aprendió desde chiquito. Lo trajimos acá porque los viñedos no se llevaban muy bien con su locura.

Lo observé rápido y vi una sonrisa en su rostro. Me fue imposible no sonreír yo también.

Max volvió con la rama y la dejó de nuevo a mis pies.

—Veo que ya te tiene confianza. Eso es bueno.

—¿Sí?

—No se lleva muy bien con las personas.

Volví a arrojar la rama.

—Al igual que tú con las reuniones, ¿no?

Logré hacerlo reír y sentí algo lindo en el pecho. Eso me indicó que era momento de huir. Aunque en el fondo, quería todo lo contrario.

—Debo regresar al palacio —le dije mientras buscaba el libro.

—¿Qué lees? —me preguntó acercándose.

Tenerlo a pocos centímetros no facilitó el asunto. Podía oler su perfume desde allí. También pude comprobar que era una cabeza más alto que yo... Y que el color de sus ojos se veía mas celeste con la luz del sol.

—Protocolo —leyó en voz alta, sacándome del trance.

—Mañana tenemos la cena con la reina. Debo aprenderme esto —le conté divertida—. Me cuesta un poco.

—A todos nos ha costado. No te preocupes, no es tan difícil.

—Pues parece bastante difícil desde el desconocimiento —reí.

—Mientras no se te caiga la comida del plato, no será nada grave. Todos hemos tomado el cuchillo equivocado en algún momento.

—Espero que nadie se dé cuenta entonces.

Me sonrió mientras me miraba a los ojos y de nuevo sentí algo raro en el pecho. Le sonreí y sentía que podía dejarme llevar si quisiera. Esa sonrisa parecía ser el pase seguro, la habilitación necesaria para hacerlo.

—Me llevaré a Max hacia el otro lado así puedes estudiar —me dijo cuando el perro regresó con la rama—. Nadie quiere ser el responsable de que tomes agua en una copa de vino.

—Gracias por la consideración.

—Suerte mañana.

Me limité a sonreír y observar cómo se iba con Max a la par.

Definitivamente, tendría que volver a considerar si pasar tiempo al aire libre era una buena idea. Porque al único que le parecía una buena idea era a mi corazón, y me lo decía con cada latido acelerado que había surgido desde que Giovani había aparecido allí.

Tener control sobre los sentimientos no era una habilidad que yo pudiera tener. Eso estaba claro.

El día sábado tuvimos la última clase de protocolo, para reforzar conceptos y repasar lo más importante. Después nos dieron el día libre, el cual pasé acompañada de Nailah y Milo en el parque. Hicimos que nos llevaran té y un poco de comida para poder merendar al aire libre.

Eso hizo que los nervios se disiparan mucho. Al menos, hasta que Claudine vino por nosotras dos para avisarnos que debíamos empezar a prepararnos.

—Milo, te busca Diana —le dijo haciendo referencia a su encargada.

Él se puso de pie rápidamente y avanzó a paso rápido hacia el castillo.

Nosotras dos caminamos junto a Claudine.

—Tendrán dos mujeres que se encargarán de vestirlas y maquillarlas. Esta noche todo tiene que ser perfecto. Será la primera impresión que la reina tendrá de ustedes y es importante que se comporten como corresponde, que cumplan cada paso del protocolo y que se luzcan también.

Definitivamente, Claudine no era muy buena espantando los nervios.

Al llegar a la habitación me encontré con las dos mujeres que estaban esperando a que me diera una ducha para poder empezar con el maquillaje y el peinado. El vestido que debía ponerme esa noche estaba tendido sobre la cama. Lo habían enviado exclusivamente para esa cena.

Era de color rosa pastel, la falda no era muy amplia y llegaba hasta mis pies. Las sandalias eran de un rosa más oscuro y con un taco mediano. De todas formas, no creía que pudieran verse con esa falda.

Me peinaron con un semi recogido y me maquillaron de manera sencilla y elegante.

Me sentía un tanto extraña en esa situación. Mas cuando ellas fueron las encargadas de ayudarme con el vestido. Yo no tuve que hacer nada más que estirar mis brazos y levantar el cuello al momento de ponerme el colgante. Era algo delicado, muy chiquito pero que complementaba muy bien con el resto de la vestimenta.

Cuando me miré al espejo, quedé totalmente sorprendida. La persona que veía allí se parecía muy poco a la Amanda que había observado en todos los espejos de mi vida.

Me fue imposible no sonreír y pedir que me sacaran una foto con mi celular. Necesitaba guardar aquella imagen de recuerdo.

Al momento de llegar al comedor, me encontré con la mayoría de mis compañeros muy bien vestidos. Casi no lograba reconocer a algunos. Todos vestíamos colores claros.

Después de unos minutos, Gimena tomó la palabra para decirnos que la cena sería en uno de los salones principales del palacio así que debíamos dirigirnos hacia allí.

—Se hará la presentación formal de cada uno de ustedes, así que irán pasando a medida que los nombramos.

Después de algunas dudas por parte de mis compañeros, caminamos rumbo al comedor.

Los lugares por los que avanzábamos eran cada vez más grandes, con decoraciones diferentes a las que observábamos diariamente en nuestro piso. Llegamos a ver un pasillo lleno de cuadros, que según nos dijo Gimena, pertenecían a los reyes anteriores.

Ingresamos a una ante sala bastante pequeña y nos ordenaron en fila. Gimena pasó por una puerta y nos dijo que esperáramos.

—Estoy nervioso —me dijo Milo que estaba atrás mío.

—Yo creo que mañana será mucho peor.

—Gracias por los ánimos —se burló, pero aun así logré sacarle una sonrisa.

Lo cierto era que yo estaba más nerviosa por el día siguiente que sería la primera transmisión en vivo del evento. Nos presentarían ante Arladia y ante todo el mundo y nos darían la consigna del primer desafío que debíamos cumplir. Aunque también estaba un tanto ansiosa; quería que todo empezara de una vez, poder poner las manos en acción, poder crear finalmente.

—Está todo listo —nos dijo Gimena regresando a la habitación.

Nos explicó que nos sentáramos uno al lado del otro hasta que las sillas se llenaran en un extremo y luego comenzáramos con la otra fila. Recién entendí esta consigna cuando ingresé al salón principal tras nombrarme.

Dijeron mi nombre y apellido, una descripción del lugar de donde venía y cuál era mi ocupación en mi ciudad.

En el comedor, me encontré con una distribución de tres mesas en forma de U. Los extremos estaban dispuestos para nosotros y en la otra mesa, estaban la reina y la princesa. Justo me tocó iniciar con el segundo extremo, así que me senté muy cerca de la princesa Fátima.

Hice mi reverencia y me ubiqué en mi lugar.

Observé a la princesa de manera rápida y pude notar que era muy linda. Demasiado. Su presencia transmitía seguridad y elegancia. Su tez era muy pálida y su cabello negro estaba suelto, con pequeñas trenzas a los extremos. Era un tanto más alta que su madre, que estaba parada a su costado.

Una vez que estuvieron todos, la reina nos dio la bienvenida y presentó a su hija, la princesa Fátima. Nos contó que ella había sido la que había tomado la decisión final respecto a los participantes de aquel evento, así que era nuestro deber demostrarle que no se había equivocado en la elección.

Después de unas palabras de la princesa, breves pero concisas, pudimos tomar asiento.

Justo en ese momento, la puerta principal se abrió de par en par para darle ingreso al futuro príncipe.

Mi corazón dio un vuelco al verlo.

—Buenas noches a todos. Disculpen mi retraso.

Avanzó hacia el lugar donde estaba la familia real y recién en ese momento, me di cuenta de la peor pesadilla de mi noche: junto a la princesa había un puesto libre... Justo cerca de mí.

¡Holaaa!

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Creen que será fácil para Amanda controlar sus sentimientos?

¿Y qué piensan que sucede con Giovani? ¿Sentirá algo?

Me intriga saber sus opiniones ♥

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