Tenías que ser tú. 「NoMin」

By scaretwoo_

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Eres lindo cuando despiertas, cuando bebes café por las mañanas y haces muecas disgustadas porque el agua sig... More

Inicio.
1.- Pieza perdida.
2.- Con uñas y dientes.
3.- Algo más.
4.- Buen padre.
5.- El mago.
6.- La cita (de juegos).
8.- El chico misterioso.
9.- Sucesos inesperados.

7.- Sentimientos equivocados.

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By scaretwoo_

Capítulo dedicado a la lectora más fiel de esta historia Nominationdominagracias por esperar con tantas ansias. Te quiero mucho Emsita🧚🏻‍♀️ Siempre me entusiasma tu entusiasmo cuando te hablo de Jeno papá LKJSJKSJN💕💕

El jefe estaba absolutamente encantado con su regreso a la oficina. No dejaba de repetirle lo bien que se desempeñaba en sus funciones y lo acertado que había sido darle el puesto que antes perteneció al señor Moon.

Jeno no se avergonzaba por ser elogiado, podía tolerar la efusividad de su jefe de buena gana si eso significaba que hacía un buen trabajo. Sin embargo, cuando su reconocimiento fue más allá de lo habitual y el señor Kim le habló al resto de los empleados sobre lo buen trabajador que era, Jeno comenzó a conocer el bochorno.

—No quiero parecer un presuntuoso —le dijo a Jaehyun un día que el señor Kim abandonó la sala de juntas no sin antes anunciar que Jeno era el empleado del mes y que recibiría un bono por ello. Nadie se sorprendió realmente, era de esperarse, con tantos halagos y felicitaciones hacia su persona no podía ser de otra manera. Algunos de los presentes en la sala le lanzaron desde sus lugares miradas de curiosidad y Jeno luchó por no morirse de la vergüenza ahí mismo—. Nunca quise llamar tanto la atención.

—No tiene nada de malo ser reconocido cuando haces las cosas bien, Jen —Jaehyun dio un trago a su taza de café y con la otra mano le palmeó la espalda, consolándolo—. A decir verdad, estoy de acuerdo con el jefe. Lo estás haciendo excelente. Has cerrado varios contratos en la última semana.

—Porque es parte de mi trabajo.

—No seas modesto y agradece que no tienes su atención de manera negativa —Jaehyun frunció el ceño y apartó la taza de sus labios; ésta estaba decorada a mano y había sido un regalo de Hansol por el día del padre. Tenía un lindo dibujo de dos ositos dándose la mano que representaba a Jaehyun y a su pequeño. Todos los días su amigo la traía al trabajo y la mostraba con orgullo. Jeno no podía esperar a que Chenle le hiciera la suya, ya podía imaginarse a sí mismo usándola en todos lados—. El mes pasado estuvo encima de Yuta y créeme, es mucho más vergonzoso cuando regaña que cuando felicita —movió la barbilla disimuladamente hacia el secretario del señor Kim que se encontraba apagando el proyector de la sala—. Hizo el reporte de ventas mal durante dos semanas. Estuvieron a punto de bajarle el sueldo, pero ya sabes cómo es el señor Kim, tiene corazón de pollo. Le dio otra oportunidad y el chico ha sido un manojo de nervios desde entonces.

Yuta regresó el control del proyector al cajón del escritorio principal y tomó los documentos que yacían en la mesa para llevarlos a la oficina del jefe. No miró a nadie a los ojos y abandonó silenciosamente la sala, sin despedirse.

Jaehyun tenía razón, debía agradecer que el señor Kim lo tenía en un buen concepto, aunque eso no quitara que se incomodara cada que lo llamaba "su mejor empleado" frente a los demás. Se sentía como el chupamedias de la clase pero a una escala mucho mayor.

—Tienes razón, debería tomármelo con calma —admitió Jeno finalmente, acariciándose las sienes con los dedos para disipar la tensión.

—Es lo que yo digo —Jaehyun inclinó su taza hacia adelante y cerró un ojo para observar el fondo que ya estaba vacío—. ¿Sabes que nos hace falta para relajarnos? Salir a beber.

Jeno negó con la cabeza y fue inevitable no sonreír. Jaehyun tenía una solución para todo.

—Me encantaría, pero sabes que no puedo.

—Claro que sí, deja a Chenle con la niñera que contrató Irene —Jaehyun se irguió en su asiento, entusiasmado por compartir sus ideas—. Es muy linda y responsable. Con ella no tendrás que preocuparte por nada, cuida muy bien de Hansol dos veces a la semana.

Francamente era un buen ofrecimiento, pero no estaba muy seguro, era algo quisquilloso en cuanto a dejar a Chenle con extraños. Ahora que su salario había aumentado podía darse el lujo de contratar un niñero, pero le parecía raro dejar que un desconocido pasara el tiempo que Jeno como padre estaba responsabilizado a entregar. 

Aun así, salir a tomar una copa con Jaehyun no era tan mala idea y no descartaba la posibilidad de hacerlo más adelante.

—Voy a pensarlo, compañero —le regresó la palmada en la espalda, más relajado—. Gracias por la oferta.

Jaehyun sonrió, con un gesto que marcaba dos profundos hoyuelos en sus mejillas.

—De nada, hombre. Sólo te digo que no te estreses por nimiedades. No vale la pena.

—Eso intentaré.

Ambos tomaron sus carpetas y se pusieron de pie para abandonar la sala de juntas. La reunión había terminado pero el trabajo no. Todavía quedaban un par de horas más para que el turno llegara a su fin.

Jeno se encerró en su oficina y tomó los contratos que el señor Kim le había pedido que revisara antes de firmar, para examinarlos minuciosamente. Su nuevo puesto venía aparejado con un montón de tareas extras a las que ya tenía originalmente, pero no le molestaba. Al contrario, le gustaba ser útil y trabajar arduamente para ganarse ese jugoso cheque que no hacía más que crecer conforme le otorgaban bonos por puntualidad, cerrar contratos exitosos, ser empleado del mes o cualquier otro mérito que el jefe creyera debía reconocérsele.

Llegó la hora de la salida y Jeno cerró la computadora para finalizar sus labores. Se apartó las gafas, estiró los brazos hacia al frente y suspiró mientras movía el cuello a los lados. La espalda lo estaba matando en los últimos días por permanecer tanto tiempo sentado.

Tomó su maletín, salió de la oficina y cerró con llave. Se despidió de un Jaehyun que tecleaba enérgicamente en su computador y que apenas y logró captar su atención, y caminó en dirección hacia el estacionamiento. El cielo estaba nublado y unas nubes oscuras se dibujaban sobre su cabeza, indicando que se venía un aguacero. Por suerte iba con el tiempo suficiente para recoger puntualmente a Chenle, así lo salvaría de la lluvia.

En la avenida se detuvo en el primer semáforo en rojo y su mirada se posó distraídamente en la motocicleta que venía al lado. La conducía un chico, con chaqueta de cuero y guanteletes aferrados al manillar.

A su mente acudió la imagen de aquel chico que recientemente había estado rondando sin permiso por sus pensamientos. No podía sacarse de la cabeza su sonrisa tímida o la expresión melancólica que le dio cuando le confesó que al igual que él, estaba criando a su hijo por su cuenta.

Se habían visto poco durante los días posteriores a la cita de juegos de sus hijos. Por lo general, Jeno llegaba muy puntual al kínder y Jisung se quedaba a esperar a su padre en compañía de la señorita Wendy. El último día que charlaron, Jaemin le comentó que había conseguido arreglar su moto y que con tal de ganar un poco de dinero extra hacía trabajos como repartidor. Jeno no sabía si llevaba a Jisung con él en la moto o si había contratado a alguien que cuidara del mini correcaminos, no se atrevió a preguntárselo por miedo a parecer entrometido. En el kínder existía la posibilidad de dejarlo por más tiempo, pero no sabía si a Jaemin le gustaba la idea. Jeno le había proporcionado su número desde hacía mucho tiempo, pero él nunca lo llamó. Le angustiaba no tener noticias suyas. 

El claxón del auto de atrás lo sacó de su ensoñación. El semáforo ya había cambiado y él era el único que continuaba mirando a la nada.

Se avergonzó por el constante rumbo que tomaban sus pensamientos, que involucraban a un chico de cabello azulados y pestañas infinitas. Así fueran pocos minutos los que se quedaban a charlar de cualquier cosa Jeno sentía una clase de conexión con él que no había experimentado con ninguna otra persona. Jaemin entendía por lo que estaba pasando y a Jeno sus problemas no le resultaban indiferentes. La tarde que pasaron en su casa le traía buenos recuerdos y ese beso que le dio en la frente al despedirse lo perseguía por las noches antes de ir a dormir. No había planeado invadir de tal forma su espacio personal, pero al ver a Jaemin con las mejillas sonrosadas por el fresco de la noche, los ojos brillosos y su pequeño hijo cargado entre sus brazos, un instinto de protección lo invadió por completo.

Quería hacer sonreír a ese chico de expresión triste, aliviar su dolor y escuchar esa tímida sonrisa que le parecía tan adorable.

Con sus pensamientos dispersos avanzó por la avenida en la que había más tráfico que de costumbre y llegó diez minutos después del toque de salida. A Chenle no le preocupó. Se encontraba muy entretenido jugando con su muñeca y los coches de Jisung, bajo la supervisión de la señorita Wendy, a la que Jeno no entendía cómo le hacía para tener un ojo en cada cosa y no descuidar ninguna.

—Lamento el retraso —Jeno se disculpó de inmediato con la señorita Wendy pero ella no pudo responder nada, ya que en cuanto Chenle vio a su papá llegar dejó los coches de lado y tomó una de las dos hojas que estaban en el suelo para correr dando saltitos hacia él, agitando la hoja como si fuera una bandera—. Hola nubecita, ¿Cómo te fue hoy? ¿Te divertiste?

— ¡Mida papi! —dijo Chenle, mostrando su emoción en todo su esplendor—, ¡hice un dibujo!

Daba brinquitos en su lugar, tratando de alcanzar a su papá. Jeno se puso en cuclillas y tomó el dibujo que estaba lleno de bolitas y palitos trazados con crayolas de colores.

—Es precioso, mi amor, ¿Qué fue lo que dibujaste?

— ¡A ti! —gritó el niño, sin esconder su euforia. Era de los primeros dibujos que hacía y se notaba la emoción en el hecho—, y a Jisungie, y a Batman y a mi muñeca.

Jeno ladeó la cabeza, tratando de encontrarle forma a la composición. Toda la hoja estaba decorada con palos de colores y algunos rayones encima. No sabía cuál se suponía que era cada quien, pero de lo que sí estaba seguro era de que aquel dibujo iba a ser colgado en la puerta del refrigerador.

—Es una combinación interesante, nubecita. Siempre quise conocer a Batman —sonrió, haciendo de sus ojos dos medias lunas. Le dio un sonoro beso a su hijo en la mejilla y éste soltó una risita que se transformó en una carcajada cuando deslizó los dedos por sus costillas, haciéndole cosquillas—. No mal acostumbres a papá, o de lo contrario va a querer que le hagas un dibujo todos los días.

Lo torturó por unos segundos más y luego posó su atención en Jisung, que se había acercado a ellos con otra hoja de papel entre las manos. Recientemente el hijo de Jaemin le tenía más confianza y eso lo ponía muy feliz—. Hola mini correcaminos, ¿Qué tienes ahí? ¿También hiciste otro dibujo?

Jisung asintió y bajó la cabeza, para contemplar sus zapatos. Su abrigo azul tenía hilos sueltos en los codos y los pantalones le quedaban algo cortos, señal de lo mucho que estaba creciendo. No importaba porque de todas formas era adorable y tierno como un bebé.

— ¿Quieres mostrarme? —le preguntó con cuidado, deseando no ser rechazado, mientras Chenle tomaba su dibujo y continuaba parloteando sobre lo que hacían todos en él.

Jisung dudó, pero terminó extendiéndole la hoja. La composición estaba mucho más ordenada que la de su hijo. Todos los palitos tenían una bola encima, que Jeno quería pensar eran sus cabezas. Había cuatro líneas rojas; una con cabeza azul, otra castaña, otra negra y finalmente una rubia.

— ¿A quién dibujaste tú, Jisungie?

A pesar de que siempre tenía energía y que en general era una explosión de felicidad señaló silenciosamente con su dedo a Chenle, a él, y luego al propio Jeno. 

Quien claramente se sintió conmovido.

— ¿A nosotros? —pidió confirmar.

—Sí.

— ¿Y a papá también? —señaló el palito con la bola azul.

—Sí, pero él no está aquí —Jisung expresó con tristeza y Jeno lo lamentó.

—No tardará en llegar, mini correcaminos —intentó reconfortarlo revolviéndole el cabello castaño con una mano—. Y le encantará tanto como a mí ver lo que hiciste.

El niño no parecía muy seguro. Debía dolerle que Jaemin no llegara temprano por él.

— ¿Dibujar fue todo lo que hicieron? —Jeno les preguntó a ambos niños para disolver la tristeza.

—Chenle me dejó jugar con su muñeca —respondió Jisung con una nueva expresión, una más positiva. Extendió los brazos hacia arriba y le mostró el juguete. Jeno no notó que en su otra mano la tenía bien sostenida.

—Wow, tienes suerte Jisungie, ni siquiera a mí me la presta —Jeno dijo en voz baja, como si fuera un secreto. A Jisung los ojos se le iluminaron y la señorita Wendy se acercó a ellos después de despedir a otro niño por el que sus papás habían llegado a recoger. Con el alboroto de los dibujos ella prefirió darles un momento a solas.

—Señor Lee —lo saludo con una de sus encantadoras sonrisas.

—Lamento mucho haber llegado tarde —repitió Jeno con la misma pena—. Había más tráfico del usual.

—Solo fueron diez minutos, no se preocupe —le informó ella mirando el reloj de su muñeca—. Los imprevistos suceden.

Chenle aprovechó que su papá estaba distraído para regresar a jugar junto a Jisung con los cochecitos que dejaron botados cerca del portón del kínder.

—Gracias por entenderlo, señorita Wendy.

—No es nada. Chenle ni siquiera notó que llegó tarde.

Jeno se mordió el labio inferior y se preguntó si era buena idea exteriorizar lo que pensaba. Habían pasado tres días desde que habló con Jaemin por unos cuantos minutos y después de ver la reacción de Jisung ante la ausencia de su papá, la curiosidad le picaba por saber de él.

—Acerca de eso, Jisung... ¿se queda mucho tiempo aquí? —dijo casi nervioso y la sonrisa de la señorita Wendy decayó por completo.

—Sí. Esta semana le ha tocado esperar más de media hora —ella frunció el ceño, Jeno no sabría decir si molesta o desconcertada—. Le he dicho muchas veces al joven Na que nos llame cuando se vaya a demorar, pero no sé si lo olvida o no tiene tiempo, porque nunca lo hace. Ayer Jisung lloró mientras lo esperaba. Piensa que su padre se olvida de él y eso lo pone muy triste.

El corazón de Jeno se hizo jirones. En poco tiempo le había tomado un cariño especial al amigo de su hijo y le dolía escuchar que se sentía triste por cuestiones que él no podía manejar y que, desde su punto de vista, no eran culpa de nadie.

Observó de reojo como jugaba felizmente con Chenle. Jeno ya no tenía trabajo después de la escuela y fácilmente podía dejar que los niños jugaran por un rato, así al menos el mini correcaminos no resentiría el tiempo que su papá demoraba en llegar.

—Entiendo que la situación de Jaemin, bueno, del joven Na es complicada —comentó Jeno, deseando que la profesora no lo hubiera olvidado—. A lo mejor se escuchará inusual, pero me gustaría hacerle compañía por un rato a Jisung mientras llega. Mi hijo y él se llevan muy bien y lo pondría menos triste si esperamos juntos.

— ¿De verdad le gustaría hacer eso? —la señorita Wendy preguntó, conmovida.

—Desde luego —Jeno contestó sin dudar—. Si usted lo permite, claro.

Por un momento ella vaciló. La había tomado completamente desprevenida.

—No, no, está bien. Pero, por obvias razones entenderá cuando le digo que tendrán que esperar aquí. No es que desconfíe, pero —le dio una sonrisa incómoda y apenada por partes iguales— no puedo dejar que se lleve a Jisung a otro lugar.

—Por supuesto, lo entiendo —accedió con todo gusto, tenía todo el derecho a pedir que se respetara esa condición—. Nos quedaremos aquí, donde pueda vernos —Jeno rió por esto último, porque sonaba como si él también se hubiera convertido en un niño pequeño que debía ser cuidado y la señorita Wendy se relajó al notar que no lo había ofendido.

—En ese caso puedo traerle una silla para que se siente mientras ellos juegan.

—Es usted muy amable señorita Wendy. Muchas gracias.

La mujer asintió, brevemente ruborizada pues muy pocas veces Jeno la llamaba por su nombre. Fue por una silla a la sala de profesores y la colocó frente a la puerta, donde los niños jugaban en un tramo de sombra producida por un árbol de jacarandas. Se divertían y permanecían ajenos al hecho de que estaban ahí por una razón específica. Hacían partícipe a Jeno en sus juegos pidiéndole que los ayudara a darle cuerda a los carritos de Jisung, y los tres juntos armaron una improvisada carrera que terminó ganando Chenle por pocos centímetros.

Media hora después la señorita Wendy les informó que era el turno de los niños de la tarde para entrar y que Jisung tenía que ir con ella. Ambos niños se deprimieron por la despedida. Jeno no podía hacer nada al respecto. Había cometido un error al no tener el número de Jaemin. Si la vida le sonreía y volvía a verlo, se lo pediría.

Lo que sucedió dos días después. Logró ver a Jaemin, quien llegó exactamente veinte minutos después del toque de salida. Aparcó la moto cerca de la calle y corrió hacia el kínder, sofocado y jadeante. Jeno se puso de pie y el recién llegado se quedó pasmado al notar su presencia. Hasta ese momento Jeno cayó en cuenta de lo inapropiado que podría ser que se quedara a esperar con su hijo a que él llegara. Sin embargo, se tranquilizó cuando una sonrisa apareció en los labios de Jaemin y parte de ese cansancio en su expresión cambiaba por felicidad.

La señorita Wendy no lo recibió con el mismo entusiasmo. Se mostraba cada vez más apenada al ver a Jaemin y ya no le creía cuando le decía que se esforzaría por llegar más temprano.

—Lo siento, lo siento, lo siento —dijo el susodicho repetidas veces—, mi trabajo me tiene hasta el cuello y no puedo llegar más temprano.

— ¿Tan difícil es llamar e informarlo, joven Na?

Sus mejillas se tiñeron de rojo, se llevó una mano a la oreja y se rascó, haciendo evidente el hecho de que había algo en su explicación que lo apenaba.

—Por el momento no puedo permitirme muchas cosas —bajo el tono de voz, pero no lo suficiente para que Jeno no lo escuchara—. Mi celular no funciona desde hace varios días y no he podido repararlo.

La profesora no se esperaba esa confesión.

Jeno tampoco.

—Tendremos que hablar de esto a profundidad joven Na —el tono de voz de ella se volvió más dulce, pero no menos firme—. Tendremos que llegar a un acuerdo, por el bien de Jisung.

Jaemin asintió débilmente y la profesora suspiró. Jeno comprendía si no quería verse como la mala del cuento. Había sido muy flexible hasta el momento y tenía esperanza de que continuaría así para ayudar a Jaemin.

— ¿Cuándo puede hacerlo?

— ¿El viernes?

—Está bien, lo espero aquí sin falta —advirtió ella. Jaemin asintió y con ello dieron fin a su acuerdo.

La señorita Wendy se despidió y regresó a la escuela, dándoles privacidad. En la soledad Jaemin suspiró con derrota. Jeno deseó consolarlo; se veía tan frágil y vulnerable, como una flor marchitándose. No era su culpa que las cosas en su trabajo fueran tan difíciles. Evidentemente, no estaba pasando por un buen momento y deseaba poder hacer más que solo mirar su mortificación.

Jeno llamó a Jisung, que se divertía con Chenle, para que viniera a saludar. Ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de su padre.

—Papi —lo saludó con entusiasmo, dejando de jugar para correr inmediatamente a su encuentro—. ¡Mira!, Chenle me prestó su muñeca.

Chenle venía haciéndolo desde hacía varios días, pero eso no le quitaba a Jisung la emoción de decirlo cada vez que se presentaba la oportunidad.

—Hola Jisungie —Jaemin le sonrió con cansancio, acariciando su cabello con la punta de los dedos. Ese día usaba una camiseta blanca holgada que se le resbalaba por los hombros y jeans oscuros. Parecía que Jaemin no hacía otra cosa más que bajar de peso. A Jeno le resultaba alarmante—. Es muy linda. No vayas a romperla hijo, cuídala bien.

—Sí, papi.

— ¿Cómo te la pasaste hoy?

—Muy bien, el papá de Chenle se quedó con nosotros a jugar otra vez.

El niño lo señaló con uno de sus pequeños dedos. Jeno se sintió atrapado en el acto. Bien dicen que los niños siempre dicen la verdad y él tuvo que enfrentarse a ella.

Jaemin dirigió la mirada hacia su dirección y su sonrisa se volvió más grande.

—El papá de Chenle es muy amable —concordó él, sin quitarle la mirada de encima—. Deberías darle las gracias.

Chenle se había quedado muy concentrado apilando cochecitos y al verse solo demandó tener nuevamente la atención de su amigo. Jisung corrió con la muñeca, sosteniéndola como si fuera el más valioso de los tesoros entre sus delgados brazos y Jaemin aprovechó la oportunidad para caminar en sentido contrario. Jeno no entendió porque su corazón no podía dejar de latir como si acabara de correr una maratón. Había extrañado ver a Jaemin más de lo que pensó.

—Hola Jeno —lo saludó tímidamente y con la punta de la lengua movió la bola de su piercing, frenético—. Gracias por hacerle compañía a mi hijo durante estos días.

—No es nada —Jeno respondió, buscando desesperadamente no avergonzarse.

—Lo es. No deja de decir que el padre de Chenle es muy bueno jugando a los carritos.

Jeno se sintió igual de tímido que él, aunque no por las mismas razones.

—De verdad agradezco que te quedes —continuó Jaemin, para después mostrarse afligido—. No he tenido buenos días en el trabajo últimamente y eso me imposibilita llegar temprano.

Se alarmó por la forma en la que su estado de ánimo decayó al mencionar su situación laboral. Jeno se sentía con la obligación de ayudarlo de alguna manera, pero no tenía idea de cómo, o si a Jaemin le parecía que se tomara el derecho a hacerlo.

—No es problema para mí, los niños se divierten más juntos que por separado.

—Lo tengo muy en cuenta —Jaemin sopló una risita, viendo a sus hijos jugar—. Aun así, a Jisung le duele que llegue tarde por él. Y la señorita Wendy debe odiarme por ello.

No le gustaba esa expresión angustiada recorriendo sus facciones. Quería serle de ayuda y al menos escuchar sus problemas. Cuando Yeri murió contó con muy pocas personas a las cuales recurrir durante sus momentos de desesperación. No quería que Jaemin pasara por lo mismo.

— ¿Quieres hablar sobre ello? —Jeno le ofreció con sinceridad—. Podríamos llevar a los niños a tomar un helado mientras charlamos.

Se obligó a no bajar la mirada y menos mal que no lo hizo, de lo contrario se habría perdido el debate mental tan adorable que atravesó Jaemin al sonrojarse y juguetear ansiosamente con la bola de su piercing.

—No quisiera interferir en tus planes.

—No lo haces —dijo demasiado rápido y luego se llevó una mano a la boca, emitiendo una falsa tos para disimular su incomodidad—. Hace un buen clima para tomar un helado, al menos no parece que vaya a llover. Pero, no pretendo ser inoportuno. Es decir, sé que tienes otro trabajo ahora. No te presiones a aceptar si no quieres o no tienes tiempo.

Odiaba su nerviosismo, especialmente cuando lo hacía hablar tanto.

Jaemin se mordió el labio, cerca de donde se encontraba el metal de su perforación y Jeno pidió desesperadamente no mirar de más ahí. Pero fracasó.

—No, está bien —respondió con la misma timidez, aunque menos retraído—. Puedo darme un pequeño descanso.

Jeno no evitó que una sonrisa se expandiera en su boca. Jaemin se la regresó y casi inmediatamente después fueron a buscar a los niños que en cuanto escucharon que los llevarían a comprar un helado se emocionaron y gritaron en voz alta de que sabor lo querían y con cuánto chocolate y chispas de colores deseaban que lo cubrieran.

Se dirigieron al estacionamiento y acordaron que Jeno se llevaría a los niños y Jaemin los seguiría con la moto. Irían a una heladería con juegos infantiles, ubicada cerca del trabajo de Jeno. Los niños durante el trayecto se divirtieron a su modo, señalando a través de la ventana los autos de colores que circulaban por las calles. Jeno nunca había visto hablar tanto a Chenle como cuando estaba con Jisung. Todavía seguía presentando dificultades para pronunciar la "r", pero estaba casi seguro que era un problema menor que se corregiría con la práctica.

Encontró un lugar para aparcar una calle antes de llegar a la heladería. Tomó a ambos niños de la mano y dio brinquitos con ellos para pasar las divisiones de la acera. Los tres eran sonrisas y carcajadas.

Jaemin se les unió en la heladería. Se veía más relajado que cuando llegó al kínder. Al menos sus ojos ya no parecían sumidos en una profunda desolación.

Cerca del mostrador todos acordaron el sabor de sus helados, menos Jaemin. Le dijo que no tenía apetito y Jeno fingió que iba a hacerle caso mientras se formaba en la fila para ordenar.

—Déjame invitarlos —detuvo a Jaemin al ver que su mano iba al bolsillo de sus jeans para sacar su billetera.

—Lo has hecho desde que me conoces —Jaemin protestó, casi enfurruñado—. Yo puedo pagar.

—Lo sé, pero yo quiero hacerlo. No conoces a mi hijo, no bromea al decir que quiere el helado más grande —le guiño un ojo y sonrió con complicidad para aligerar la tensión—. Mejor ve a buscar una mesa para que podamos sentarnos, ¿sí?

No pretendía ofenderlo, pero Jeno quería ser capaz de hacer algo por él, aunque fuera pequeño como invitarle a él y a su hijo un helado.

—Está bien —cedió al ver que él no tenía la intención de hacerlo—. Gracias, Jeno. De verdad.

—Es un placer.

Sin mayor dilación Jaemin se llevó a los niños de la mano y los acomodó en una de las mesas vacías. Los pequeños rápidamente demandaron ir a la zona de juegos, pero Jaemin les dijo que primero comieran su helado de lo contrario se les iba a derretir. Con ese argumento logró retenerlos para que no escaparan. 

Llegado su turno Jeno ordenó dos conos con una bola de chocolate y otra de fresa, cubiertas con chispas de colores. Estaba seguro que si les compraba uno diferente a cada uno, querrían el del contrario. Así eran los niños y lo mejor era anticiparse a sus acciones.

Desobedeció a Jaemin y le ordenó una banana Split; que consistía en una charola con tres bolas de helado de diferentes sabores, dos rebanadas de plátano a lado de ellas y una capa de crema batida, coronada con una cereza. Era toda una bomba de azúcar, pero a simple vista resultaba evidente que Jaemin no se estaba alimentando bien en los últimos días y unas calorías extras no le harían daño.

Jeno ordenó para sí mismo un café con hielo y una vez que su pedido estuvo listo, llevó todo a la mesa en una bandeja, usando un protector especial para los conos. Tal y como lo había predicho los niños quisieron el mismo helado. Jaemin por su parte, abrió los ojos como platos al ver el postre que dejó frente a él.

— ¿Todo esto es para mí? —jadeó, asustado.

—Sí, puedes comer cuanto gustes, no estás obligado a terminártelo si no quieres.

Jeno se sentó a su lado y le tendió una cuchara envuelta en una servilleta. Jaemin seguía sin creerlo. Le dolía pensar que quizá el chico frente a él tenía que prescindir de comprar muchas cosas con tal de dárselas a Jisung primero y el mero hecho le reafirmaba una vez más lo buen padre que era.

Incluso cuando el mini correcaminos iba por la mitad de su cono y la atención se posó en la banana, Jaemin no dudó en pasarle el plato y cambiarlo por el cono. Chenle se comió la cereza y aunque Jeno le dijo que el helado no era suyo, Jaemin le restó importancia diciéndole que dejara que los niños comieran cuanto quisieran.

Con el estómago lleno sus hijos se marcharon a la zona de juegos y Chenle fue el único que no se terminó el cono. Como todo buen padre Jeno acabó felizmente con las sobras de su hijo y Jaemin recuperó el postre que ya iba por la mitad, para continuar comiendo.

— ¿Estás seguro que no quieres que te compre otro? Los niños casi se la terminaron —reconoció Jeno con pena.

—No, así está bien. Es mucho helado para mí solo de todas formas —le tranquilizó, dándole una de sus bonitas sonrisas—. Te agradezco que nos hayas invitado.

—Es un placer, ya dije que no hay nada que agradecer.

Jaemin comía gustosamente su helado, llevándose pequeñas porciones a la boca Saboreaba las chipas de chocolate junto a la crema batida, y la banana la dejó casi para el final. Por un momento pareció absorbido en su tarea y Jeno recargó el codo en la mesa para apoyar su cabeza contra su palma y admirar la felicidad y calor con la que su joven rostro se llenaba.

De a ratos Jeno les echaba un vistazo a los niños. Ellos se divertían en una alberca de pelotas junto a otros niños que las lanzaban hacia arriba y provocaban lluvias coloridas. Los gritos y risas infantiles flotaban por el lugar y casi todos los padres lo tenían bajo su vigilancia desde las mesas, mientras disfrutaban de un postre.

Regularmente Jeno frecuentaba ese tipo de lugares solo. Por lo que encontró la compañía de Jaemin aún más especial. Ya no se sentía tan ermitaño ocupando una mesa en solitario como siempre pasaba y definitivamente Chenle se divertía muchísimo más con Jisung.

Contra todo pronóstico Jaemin terminó completo el helado, dejando el plato casi limpio. La comisura de su boca tenía chocolate y pareció darse cuenta pues tomó una servilleta para limpiarse de inmediato. 

—Ay, lo siento —se disculpó con mortificación—, debo ser un desastre ahora mismo.

Uno muy lindo, pensó Jeno mientras estiraba la mano y tomaba otra servilleta para limpiarle la punta de la nariz, de alguna manera se las había arreglado para mancharse ahí también.

—Me alegro que te haya gustado —respondió, restándole importancia a su mortificación y al hecho de que le había resultado sumamente natural limpiar su rostro, como si fuera algo de todos los días—. A mí no me gusta comer cosas tan dulces, pero con Lele he tenido que hacerme a la idea. Si por mi hijo fuera desayunaría, comería y cenaría azúcar.

Pero Jaemin sí que estaba asombrado. El gesto que a Jeno le resultó natural a él lo había tomado por sorpresa. Jeno lo notó a último momento, pero no dijo nada al respecto por temor a estropear aún más la situación.

No sabía qué le pasaba, parecía que cuando se trataba de Jaemin no era completamente consciente de sus acciones.

—Así que —Jeno se aclaró la garganta e intentó recobrar la compostura—, ¿has tenido mucho trabajo últimamente?

—Sí, algo así —respondió él, jugueteando con la bola de su piercing. Lo cual era peor, eso tendía a distraer más a Jeno—. En realidad, no es trabajo, son problemas con mi jefe.

— ¿Qué es lo que sucede?

—Digamos que... —Jaemin se removió sobre su lugar, incómodo—. El otro día hubo un faltante en el corte y no ha estado muy feliz desde entonces.

—Bueno manejar dinero siempre es complicado —Jeno se obligó a no acercar sus manos que estaban sobre la mesa—. Tu jefe debería tratar de ser más comprensivo.

—No lo es en absoluto —Jaemin frunció el ceño, comenzando a molestarse—. Intento rebajármelo a mí, cuando trabajo con otras dos personas más. Además, ese día ni siquiera era el encargado de la caja, pero está empeñado en decir que fue mi culpa. Y como no puedo permitirme que lo rebaje de mi salario he tenido que trabajar tiempo extra para pagarle.

Ahora todo tenía sentido. Al analizar la situación Jeno enfureció, ¿Cómo su jefe podría ser tan injusto como para cargarle toda la responsabilidad a Jaemin?

—No debiste haber accedido, eso es muy injusto.

—No tengo otra opción —Jaemin se pasó las manos por la cara, claramente mortificado—. No tengo tiempo para buscarme otro trabajo. Al menos en ese lugar tengo derecho a una comida. No puedo renunciar ahora.

La frustración emanaba de cada poro de su cuerpo. Era injusto que pasara por todo eso solo porque tenía la mala suerte de tener a un imbécil como jefe.

—Lo comprendo —tenía ganas de darle un abrazo, pero no sabía si eso sería lo correcto—, pero no tienes que soportar tratos injustos. Si vuelve a ser un imbécil contigo no dudes en decírmelo. Yo puedo ayudarte a buscar un empleo.

Su ofrecimiento era sincero y Jaemin no tuvo problema en reconocerlo.

—Muchas gracias, Jeno. Ya haces bastante por mí.

—Créeme que me gustaría hacer más.

Jaemin lo observó bajo el abanico de sus pestañas y sus ojos centellearon, como si estuviera viendo algo que era bastante de su agrado.

—En cuanto a Jisung —Jeno decidió que era el momento de hablar sobre eso, aunque la mirada de Jaemin estaba a punto de dejarlo sin respiración—, puedo esperar con él hasta que tu llegues.

— ¿No es molestia para ti?

—En absoluto, ya viste como lo disfruta Chenle.

—Haré lo posible por llegar temprano.

—No lo hago para presionarte . Tómate tu tiempo.

Jaemin se mordió el labio, pero finalmente asintió.

Nuevamente Jeno dejó de ser consciente de sí mismo y sus dedos avanzaron sobre la mesa hasta encontrarse con los de Jaemin. Casi soltó un suspiro de alivio al estrechar sus dedos. No era la despedida solamente la que no podía olvidar de aquel día en su casa, sino también de la sensación de su delgada mano encajando perfectamente sobre la suya. Como si fueran dos piezas destinadas a encontrarse.

Jeno moría por ganarse su confianza, darle momentos de paz como en ese momento, a pesar de que fueran pequeños.

—Los niños se divierten —dijo Jeno, para no quedarse en silencio. Sus pulgares se rozaron y después sus dedos lentamente se recargaron uno sobre otro.

Jaemin seguía ruborizado, pero no presentaba intención de separarse.

—Sí. Jisung nunca había venido aquí.

Las uñas de Jaemin eran ovaladas y estaban perfectamente cortadas. Los tendones de sus manos sobresalían al igual que el rojizo de sus nudillos. Sus dedos eran largos y su piel blanca como la porcelana. Objetivamente tenía unas manos muy bonitas y Jeno no tuvo problemas con reconocerlo.

—Deberíamos traerlo más seguido —contestó, sin perder de vista el contacto.

Jaemin solo asintió y con un pequeño impulso de su parte sus manos terminaron de entrelazarse por completo. Jeno también percibió que su piel se sentía reseca y maltratada, lo que indicaba el arduo trabajo que hacía todos los días. Esto hizo que le gustara aun más la sensación. No había nada más bonito que encontrar la belleza en la imperfección.

Conversaron un poco más antes de que Jaemin le dijera con pena que debía irse porque tenía encargos agendados para esa tarde. Jeno lamentó escuchar de nuevo la palabra "despedida", pero no quería entorpecer los planes de Jaemin solo por su capricho de no verlo partir. Tuvo que resignarse y calmar a su corazón en el momento en que él le prometió que volverían a verse pronto.

Se separaron en la heladería y los que más sufrieron para despedirse como ya venía aconteciendo fueron los niños. Tuvieron que recordarles que se verían a la mañana siguiente en la escuela para que no se deprimieran. Chenle se la pasó haciendo pucheros durante todo el camino a casa, pero olvidó su tristeza cuando Jeno le propuso ver una de sus películas favoritas en la televisión.

A la hora de dormir Jeno se encontró con la sonrisa de Jaemin en sus pensamientos. La piel le hormigueaba al recordar la manera tan perfecta en la que sus dedos se habían entrelazado. ¿Cómo era posible que un simple gesto se sintiera así de bien? 

Casi con la misma rapidez con la que el pensamiento vino a su cabeza una acidez devastadora le recorrió el pecho. No, definitivamente no podía estar pensando en Jaemin de esa manera. Lo que sentía... era simplemente ternura por él y por su hijo, además de compasión por su situación. La preocupación tan constante que sentía era paternal. Veía a Jaemin como alguien a quien debía proteger, porque no quería que sufriera las consecuencias de ser un padre soltero tan joven.

Esa explicación calmó su ansiedad. Sí, definitivamente era eso. Quería cuidar a Jaemin como si fuera un hijo. Él tenía veintiún años y Jeno treinta, lo natural era que se vieran el uno al otro como una figura de apoyo. Una familiar.

Le dio golpes a la almohada, acomodó su cabeza sobre ella y cerró los ojos.

Pero sus sueños no estuvieron de acuerdo.

En aquella mesa, donde sus dedos se habían entrelazado algo más pasó, Jaemin se acercó hacia él, cerró los ojos; extendiendo sus largas pestañas y se acercó a su boca.

Y Jeno despertó con el corazón acelerado y la horrible sensación de estar deseando cosas completamente equivocadas.

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