Dramático | Kookmin

By Sade_121

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"Cuando nuestra alma gemela muere, la propia fallece también." Han pasado casi quince años desde que Jimin vi... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3 1/2
Capítulo 3 2/2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 19 (continuación)
Capítulo 19 (continuación)
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 21 (continuación)
Capítulo 21 (continuación)
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 24 (continuación)

Capítulo 9

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By Sade_121

Jimin se aferraba a los hombros anchos de Jeon, lo sostenía fuerte contra su cuerpo para no dejarlo escapar otra vez, o así lo creía. Cada suspiro iba acompañado de los sentimientos puros de un amante hacia su amor, cada caricia y todos los jadeos que estaban compartiendo en ese pasillo oscuro y vacío, donde la penumbra era el único testigo, representaba la anticipación de lo mágico.

Jungkook lo besó hasta devorarle el corazón, hasta que su esencia llenó el cuerpo de Jimin en una lucha donde no encontró contrincante que se opusiera, porque el hombre al que besaba abrió cada parte de su alma sin importarle las consecuencias. Jungkook podía sentir en las caricias de Jimin la pasión de un amor, de una obsesión, él no lo sabía, lo único cierto en él era que quería a este hombre sobre su cuerpo.

Jungkook necesitaba entrar en esas aguas donde miles de barcos navegaban noche tras noche, no importaba ahora, a Jungkook no le importaba ser uno de los tantos, él estaba sediento de Park, quería tanto besar cada pedazo de su piel, cada ángulo escondido, quería hacerlo suyo hasta hacer volar su cabeza, hasta poder gritar a los cuatro vientos que Park Jimin volvía a ser suyo después de años. Jungkook quería que Jimin gritara cuanto había disfrutado que le hiciera el amor, que lo complació como jamás nadie en su vida logró.

Los dos ardían en el infierno más caliente, y los dos sabían también que tras cada caricia, roce y gemido solo quedarían las cenizas de un amor pasado; no importaba porque esta noche de invierno el corazón llevaba el control de sus cuerpos.

—Abre la puerta—Jungkook jadeó, contra su voluntad se separó del hombre para ordenarle que dejara entrar a sus cuerpos deseosos en su departamento.

Jimin no respondió, en el silencio más tenso abrió el departamento, y antes que las preguntas, las dudas, y los pensamientos que afligían a cada uno hicieran de las suyas, Jimin se lanzó a los brazos de Jungkook que ni por un segundo dudó en besarlo nuevamente.

El departamento estaba a oscuras, de no ser por las luces de la ciudad que entraban por la ventana panorámica ellos no podrían ver sus gestos, sus rostros pidiendo más del otro, o sus miradas encontrándose tras cada beso.
Jimin dejó caer las llaves al suelo, y sin dejar la boca de Jungkook comenzó su recorrido por todo el torso musculoso del hombre, acarició sus pectorales con dedos temblorosos, sus pezones los rozó con suavidad para luego presionarlos con tanta delicadeza que Jungkook sintió sus piernas ceder. De la boca del pelinegro nació un gemido alto, tantos años con su esposa, siéndole fiel siempre, y jamás había sentido lo que sentía con Jimin, ella nunca llegó a tocarlo como Jimin hacía, eso no sería de hombre, por eso él tampoco lo pedía.

Jimin, nublado por el alcohol, repitió su acción con más fuerza haciendo que su amante jadeara excitado. El hombre más alto no paraba de besar al rubio, mordía sus labios con mucha presión y los saboreaba como un dulce caro, los mordía, tiraba de ellos, y con su lengua sentía la textura suave que Jimin seguía teniendo; su lengua entró en la boca de Jimin que gustoso la recibió, entre ellos dio inicio un juego de lenguas, Jungkook empujaba la de Jimin y él hacía lo mismo con la de Jungkook, pero como siempre, uno de ellos quería tener el juego entre sus manos, y ese fue el pelinegro. Jeon tomó a Jimin por la nuca y lo atrajo lo más que pudo a su boca, era imposible que hubiera más profundidad en el rubio, pero eso daba igual porque era contacto lo que los dos anhelaban; él lo folló con su lengua una, dos y tantas veces, metía su lengua profundamente y la sacaba solo para ver en los orbes de Jimin el deseo radiante, para oírlo quejarse del placer y para poder ver el desastre que creaba en ese apuesto hombre.

Jimin se dejó hacer, quería que Jungkook lo destruyera como prefiriera, lo deseaba dentro de él no solo en cuerpo, si no en alma también. Las manos de Jungkook dejaron su nuca para poder recorrer su espalda con vehemencia, la recorrió con sus dedos de arriba a abajo una y otra vez hasta que ese punto fue un total martirio para el rubio, se sentía doloroso ahí, fue como si pasaran fuego puro sobre su piel. Jungkook bajó hasta la curva perfecta de su culo que tanteó primero con manos temblorosas y apretó a su antojo cuando se familiarizó con eso que un tiempo fue tan suyo.

Jimin no tenía control de si mismo, Jungkook lo volvía loco como nadie. Se molió sobre su polla erecta mientras el dueño seguía amasando su culo con tanto deseo; el rubio lo rodeó del cuello mientras el vaivén de sus caderas golpeaba con los movimientos de su amante, los dos parecían animales en celo, tan necesitados y pecadores, y a la vez tan humanos dejándose llevar por el deseo y el amor.

No había tiempo para una cama, sus cuerpos se negaban a separarse, ellos deberían hacerlo ahí. Estaban completamente satisfechos así, en la alfombra gigante en el centro del salón cabían sus cuerpos y más, ellos consumirían su pasión allí, a lo salvaje, como dos animales calientes.

Jimin se separó un poco, lo miró con esa mirada cargada de hambre, tenía tantas ganas de su hombre, de su hombría; se arrodilló en frente de Jungkook y, con el rostro sobre la erección de su amante aún vestida, inhaló su olor. Jimin se perdió en la sensación que era tener así a Jungkook de nuevo: a su merced. Acarició con su mejilla el bulto, y mordió sobre la tela soltando jadeos que se confundieron con los de Jungkook. Jimin volvió a inhalar sobre la tela, hundió su rostro cuando Jungkook lo agarró del cabello con rudeza e hizo que el rubio se ahogara sobre el pantalón.

Eso hizo que la excitación creciera, sin más juegos previos, porque a decir verdad ninguno podía soportarlo, Jimin abrió la bragueta del pelinegro, de un solo tirón bajó los pantalones y calzoncillos del hombre haciendo que saltara sobre su rostro la gruesa y erecta polla de Jungkook. Jimin se relamió los labios sediento al ver la rosada cabeza empapada goteando por él, suave, brillando contra la luz de la luna, perfecta para su boca, solo suya.

Arrodillado como estaba miró a Jungkook antes de lamer la cabeza de la polla, su lengua jugó con la abertura del glande dejándola seca por unos segundos, lamió todo el líquido de Jungkook hasta dejar la punta seca, pero nuevamente volvió a empaparse haciendo feliz a Jimin. Sin apartar ni por un segundo su profunda mirada del pelinegro tragó toda la polla hasta la raíz donde el suave vello de Jungkook dejó un cosquilleo en la nariz de Jimin. El rubio inhaló una vez más, la hombría de Jungkook olía deliciosa, a sudor y jabón, a excitación y dulzura.

Su hombre gimió alto, eso impulsó a Jimin a dar lo mejor de sí. Hizo a su lengua jugar con el glande del pelinegro mientras seguía con la polla dentro de la boca, retorció y saboreó rápido, lento, con gusto y placer hasta que los jadeos de su amante fueron altos y sin vergüenza. Su amante tiró con fuerza sus cabellos hacia atrás, la polla salió de su boca y luego volvió a entrar, Jungkook tenía un vaivén con sus caderas mientras que con una mano guiaba los movimientos de la cabeza de Park.

Con la mano libre tomó el mentón de Jimin obligándolo a mirarlo directo a los ojos. Ver a Jimin tragando gustoso su hombría fue y sería siempre una de las mejores cosas que podía presenciar, y para Jimin ver a su amante disfrutando siempre sería la satisfacción más grande.
Jungkook mordía su labio inferior ante lo que Jimin le hacía, gracias a él estaba reviviendo un recuerdo jamás olvidado, y Dios sabía como lo estaba disfrutando.

Ahogó a Jimin con su polla antes de levantarlo y besarlo con tantas ganas que los dos sintieron sus almas escapar de sus cuerpos; Jungkook saboreó su polla en los labios gruesos de Jimin, volvió a besarlo con la misma intensidad que antes, y sin avisar lo levantó. El rubio se aferró con sus piernas y brazos mientras Jungkook los dirigía por la habitación, Jimin siguió besando su cuello, chupándolo y restregando su polla dura contra la de Jungkook que siguió fuera de los pantalones.

Jungkook buscaba el dormitorio del rubio, pero al estar desesperado cedió y dejó a Jimin sobre la alfombra grande. El rubio, ahí recostado, podía ver todo lo que hacía su amante, observó atentamente, sin perderse un solo detalle, como Jungkook abría los botones de su camisa dejándole ver esos tatuajes que tanto lo encendían. Jimin pudo notar que habían más dibujos de los que hubieron un tiempo, pero prefirió dejar de mirar porque sabía que muy probablemente habría alguno dedicado a su esposa e hijos.

Se comió con la mirada el estómago marcado del pelinegro, sus brazos musculosos y la polla que orgullosa pendía en el aire; Jungkook, con movimientos apresurados, se deshizo también del calzado, pantalón y calzoncillo. Jimin podía sentir su corazón latiendo sin control, su respiración agitada y su estómago retorcerse con anhelo, ver a Jungkook a su merced lo volvía un desquiciado, un animal queriendo devorar a su presa. Jimin y Jungkook iban borrachos a tope, sus sentidos eran más sensibles y tenían el libido tan alto como el amor que Jimin demostraba por él.

Jimin estiró sus brazos intentado tocarlo pero Jungkook lo impidió. El más alto abrió las piernas de Jimin y entre ellas se arrodilló, y sin ni siquiera mirarlo o dirigirle la palabra comenzó a desvestirlo. Primero la camiseta a la que rompió unos cuantos botones culpa de la desesperación, luego el resto de prendas hasta dejar a Jimin desnudo y bello debajo suyo, todo húmedo y caliente con su cuerpo rogando su atención.

Jimin seguía siendo precioso, su cuerpo seguía tan apetecible. Sí bien Jimin ahora era un adulto y ciertas cosas en él eran diferentes, Jungkook no podía verlo con otros ojos que no fueran los de la admiración. Esa piel olivastra que cubría su musculatura suave hacían enloquecer a Jungkook, sus piernas largas y esbeltas, y ese torso que no paraba de subir y bajar eran su perdición. Jungkook no sabía si devorar antes los pezones del hombre, o bajar a su polla que goteaba con antelación.

Sin pensarlo bajó hacia los pezones del hombre, los lamió y mordió, los chupó haciendo que Jimin gimiera alto adolorido y a su vez excitado. Las dos piedritas de Jimin quedaron hinchadas y erectas, para Jungkook fue como contemplar su obra de arte recién hecha. Jungkook tampoco quería que el momento terminara, pues sabía que una vez que recuperara su cordura todo cambiaría.

No queriendo darle vueltas al asunto, el pelinegro se dedicó a besar cada parte de piel expuesta de Jimin, desde su rostro ruborizado donde dejó besos por doquier, hasta los pies que lamió y chupó hasta que Jimin se retorció sin poder soportar un minuto más. A él le gustaba todo de Park, cualquier parte de su cuerpo era su antídoto y veneno... Con su lengua acarició la línea de sus abdominales, jugó con el ombligo causando un placer único y, dejando la polla de Jimin sin atención, saltó directamente a las piernas abiertas. Mordió los muslos internos del rubio, dejó chupetones ahí y bajó nuevamente hasta llegar a los pies. A Jungkook jamás le importó saltarse las reglas con tal de satisfacer a quién un tiempo fue su novio, por eso su lengua hizo un camino por la planta de los pies de Jimin, metió a su boca dedo por dedo mirándolo profundamente y, recordando uno de los juegos que su ex adoraba, se masturbó con los pies del rubio. Los dos gimieron alto ante el recuerdo vívido, podían verse jóvenes disfrutando del mejor sexo, y del más grande amor.

Jimin no aguantaba más, necesitaba a su hombre dentro, lo quería profundamente clavado en él hasta que lo rompiera, añoraba oírle gritar con furia que era suyo, que siempre lo había sido. Obviamente, Jimin también añoraba enterrarse en él, profanarlo con su polla, tomar a su grande hombre en cuatro y verlo derretirse bajo sus caricias.

Jungkook repentinamente lo giró boca abajo, su fuerza seguía sorprendiéndolo, pues cuando quiso reaccionar Jungkook ya estaba dejando besos sobre su espalda. Jimin se mordió el labio y cerró sus ojos, dejándose llevar sonrió porque Jungkook estaba por hacer lo que más le gustaba a él. El aire sopló en su agujero luego de que Jungkook abriera sus nalgas y las nalgera, Jimin no podía verlo, pero sabía que él estaba deleitándose por tenerlo así expuesto... La cordura de Jungkook se fue a la mierda cuando Jimin, con un eje de desesperación, levantó su culo mostrándole más de él.

El pelinegro se inclinó tomando todo lo que pudo. Su lengua humedeció la raja del hombre de arriba a abajo hasta centrarse en ese punto arrugado que lo hipnotizaba, lamió el agujero sin piedad alguna, escupió sobre él y, con su rostro hundido lo más posible y el culo de Jimin empinado, chupó haciéndolo gritar de éxtasis. Poco después, en el momento en que los quejidos de Jimin se volvieron erráticos, Jungkook comprendió que podía seguir; escupió abundantemente y metió su lengua en el agujero del rubio, fue adentrándose en él con lentitud, despacio salió y despacio volvió a entrar, así hasta que Jimin con sus gemidos desesperados quiso más y él no pudo negárselo. Lo folló con su lengua un largo tiempo, sostuvo al rubio de la cintura para ayudarlo en su vaivén abrumador, y él disfrutó cada quejido suyo, cada grito de placer, y ese sabor suyo que seguía recordando.

La pasión los cegó a partir de ahí, sus cuerpos excitados, queriendo ser tragado por el otro, comenzaron a actuar sin pensarlo. Jungkook alejó su boca del culo de Jimin, y en su lugar usó su polla para follarlo, o mejor dicho, para hacerle el amor, porque los dos sabían que detrás de eso había más que un revolcón entre dos viejos enamorados.

Entró en el con delicadeza, cuidando del hombre para no hacerle daño, entró totalmente y ahí se quedó acostumbrándose a la sensación tan paradisíaca que era estar dentro de Park. Todo esto, toda la situación que estaba viviendo, parecía un sueño, uno de los tantos que había tenido donde le hacía el amor a su hombre, lo besaba y lo amaba como era debido. Pero no era un sueño, él de verdad estaba engañando a su mujer, en verdad le estaba fallando a sus hijos... No sintió culpa, no ahora que el alcohol lo consumía, y que el hombre que amaba ocupaba cada parte de sus pensamientos.

Estar de esta forma con Jimin era surcar el cielo y el infierno a la vez, le hacía tan bien como mal, pero lo amaba, y cuando amas olvídate de entrar en razón, el corazón no razona.

Jimin empezó a moverse despacio, levantó lo más que pudo sus caderas, y así en cuatro como estaba, empujó su cuerpo adelante y luego hacia atrás penetrándose a si mismo. Jungkook siseó y apretó sus manos grandes al rededor de esa cintura estrecha e inició a hacerle el amor, sacaba su trozo de carne lentamente para luego enterrarse con una estocada concisa, ver como su polla se perdía en el agujero de Jimin prendía cada parte de él. Jimin gritaba, no decía nada, solo eran sus gritos de placer que se unían a los jadeos roncos de Jeon, a su vez sus sonidos de excitación se unían con el que hacía sus pieles al chocar, y finalmente todo terminaba en una burbuja en la noche.

Los dos anticiparon su liberación, primero fue Jungkook que tomando el cabello rubio del hombre inició un vaivén rápido, sus pelotas chocando contra el culo de Jimin fue un sonido tan embriagador que al llegar dentro de Jimin podía todavía escucharlo. El rubio obtuvo su liberación segundos después al sentir la semilla del pelinegro llenándolo hasta el fondo.

Ahora que los dos obtuvieron su liberación esperaron sentir remordimiento, culpa, o la necesidad de dar una explicación, pero no había nada de ello, en la respiración del otro pudieron sentir la necesidad latente y vigente en sus cuerpos. El alcohol, los quince años de separación, la desdicha y el amor siguieron haciendo de las suyas cuando Jimin tomó el control. Jungkook, que compartió su sumisión solo con este hombre en su juventud, no pudo decir no.

Durante su relación compartieron un vínculo único, y ellos sabían que ese vínculo seguía existiendo, lo veían en las miradas silenciosas, en las tantas palabras que querían decirse pero que ninguno se atrevía por miedo a arruinar el momento.

Jimin se enderezó sobre el cuerpo recostado de Jungkook, lo miró y lo besó tomando el juego entre sus manos. Era él quien ahora chupaba su boca y lamía sus belfos, era él quien comenzó a bajar por su cuerpo entre besos y chupetones, y fue él también quién tuvo el privilegio de oír esos gemidos profundos que pedían más. Park mordió sus pezones, con una mano los retorcía a su antojo y con su boca lo lamía para suavizar el dolor, dejó castos besos en el torso de Jungkook, en su estómago rígido y en esa pelvis desnuda empapada con su corrida.

Y aunque no lo demostrara, los nervios lo recorrían porque Jungkook era el único hombre con el que tomó el papel de dominante. Eso, obviamente, hace más de quince años que no sucedía, no quería equivocarse y decepcionar a su amante que mantenía las piernas abiertas para él. Jimin se preguntó si Jungkook, por necesidad, alguna vez recurrió a otros hombres como llevaba haciendo él desde que se separaron, sí ese fuera el caso sería fácil entrar en él, y si no sería como desvirgar a Jungkook nuevamente. Sería una experiencia única, Jimin rogaba haber sido el único hombre en su vida, el único que dejó que lo tocara y amara.

Su emoción se disparó cuando tanteó su entrada encontrándola totalmente cerrada. Su corazón saltó emocionado al sentir el agujero de Jungkook cerrarse ante sus dedos intrusos, entonces él comprendió que fue y seguía siendo el único que compartía un vínculo especial con este hombre.

No sé percató pero Jungkook había tomado su mano y metido a su boca tres de sus dedos. Jimin enloqueció por completo al ver a ese hombre más grande que él, más rudo y con tatuajes chupar su dedo como si fuera una polla; metía un dedo y luego el otro, lo metía hasta el fondo y con expresiones seducientes los sacaba llenos de saliva. Jimin no pudo evitarlo, su mano desocupada acunó el rostro de Jungkook porque era digno de admirar, sus gestos sumisos detrás de ese hombre rudo que todos conocían era algo que sólo él podía admirar, eso lo complació más de lo que debería.

Jungkook empujó la mano ensalivada de Jimin entre sus nalgas, luego la liberó dejándole a Jimin el honor de complacerlo como solo él podía. El rubio, mordiéndose los labios ante el erotismo que Jungkook trasmitía, acarició su entrada con el dedo índice, dio golpecitos que dejaron mudo a Jungkook, acarició con amor, y admiró lo que podía entrever entre la luz que les regalaba la luna: la entrada del pelinegro se dilataba añorando la carne de su amante, pero Jimin no podía dársela tan rápido, primero tenía que dilatarlo con sus dedos, como si fuera su primera vez.

El primer dedo fue recibido con un escozor leve, un gemido y una profunda respiración. Jimin, sin apartar la mirada de ese rostro tan perfecto para él, metió el segundo poco después, las expresiones de Jungkook lo mataban, lo dejaban en el suelo como un cuerpo deshuesado. El tercero fue el más difícil, entró con dificultad, pero a pesar de eso Jungkook no lo frenó, es más, se empujó él poco a poco hasta que los tres dígitos lo penetraron juntos.

El pelinegro tenía los ojos cerrados con fuerza, soportaba el ardor que la intromisión le causaba solo porque sabía que a partir de ahí el placer ocuparía su lugar, sobretodo si ese placer venía de Jimin. Un gruñido escapó de su boca cuando Jimin empezó a abrir sus dedos como tijeras estando dentro de él, lo estaba dilatando de la forma más amable posible, Jungkook estaba agradecido, lo estaba amando.

Un beso cálido en sus labios que lo hizo sentir seguro ocupó sus pensamientos: Jimin se lo había dado al verlo tan callado, sumergido en su mundo. Lo que Jimin no podía saber es que ese mundo suyo solo estaba ocupado por él en estos momentos, por nadie más. Jungkook le devolvió el beso, un poco más apasionado y húmedo hasta que se convirtió en una pelea por mantener el control... Jimin entró en él sin dar por perdida esa pelea, entró en Jungkook sintiendo como lo apretaba, notando como el culo sediento de Jungkook tragaba cada centímetro de su longitud, y como su cuerpo lo recibía con espasmos de gozo vivo.

Jungkook se aferró a su espalda, lo abrazó y mantuvo unido como si fuera a escaparse. Jimin hizo lo mismo, con una mano lo sostuvo y con la otra tomó su nuca para guiar el beso, los rasguños que le dio Jungkook a su espalda solo hicieron que su hombría creciera, que ese sentimiento de necesidad y obsesión se elevaran como una intensa llama.
El pelinegro gruñía y jadeaba con esa voz profunda, dejaba marcas en la espalda del rubio tras cada apretón y rasguños, y Jimin que disfrutaba no paraba de absorber esos sonidos de satisfacción con besos que arrancaban la cordura.

Sus respiraciones se tensaron, Jungkook bajó sus manos al culo de Jimin y lo empujó con fuerza para que se enterrara en él lo más profundo posible, aunque claro, eso no lo era. Él apretó las nalgas redondas de Jimin, las amasó y lo guío hasta que un orgasmo arrollador recorrió su espina dorsal. Jungkook se corrió con la polla de Jimin clavada, lo amó tanto que incluso luego de su liberación, mientras Jimin se movía entre gruñidos buscando la propia, siguió disfrutándolo.

Jimin llegó con un gemido agudo, en cambio Jungkook lo había hecho con un grito ahogado. Ninguno podía hablar de lo sucedido, sus bocas se encontraban selladas con la fantasiosa añoranza de que este no sería el final. Se percataron solo ahora que ninguno dijo algo coherente durante la apasionante noche, y así preferían seguir haciendo. Tarde o temprano tendrían que hacerle frente a las consecuencias, sin embargo no pensaron en ello, pues el alcohol y el reciente orgasmo hacían de sus cuerpos dos almas libres en la noche. Solo pudieron aferrarse el uno al otro hasta revivir ese sueño de "juntos para siempre" mientras se quedaban dormidos.

Durmiendo, el alcohol se disipó, poco a poco las llamas del infierno fueron apagándose, dejando a su paso el frío de un invierno en diciembre.

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