Vistiendo a la realeza

antoenletras tarafından

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Se acerca uno de los acontecimientos más importantes de la década: el casamiento de la hija mayor de los reye... Daha Fazla

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
~Participantes~
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Retomando el viaje
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20

Capítulo 4

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antoenletras tarafından

Los siguientes días fueron bastante intensos.

En la primera clase nos hablaron sobre los orígenes de los reyes de Arladia, sus ascendientes, los logros más importantes que habían tenido en cada reinado y resaltaron especialmente los de los reyes actuales: Federick y Helena. En eso hicieron más énfasis, hablando sobre su boda, mostrándonos imágenes de sus recorridos por las diferentes ciudades de Arladia y otros lugares del mundo. También nos contaron un poco sobre la vida de Fátima y de Julieta, las princesas, y un poco menos sobre Braulio, su hijo mayor.

Fue bastante notable como evitaron hablar de su alejamiento de la corona.

Después, nos enseñaron cómo comportarnos cada vez que veíamos a algún miembro de la familia real; qué palabras debíamos decir y la forma de hacer la reverencia o el saludo.

En la clase de protocolo para almuerzos o cenas fue donde más me divertí. Conocía muy poco de ese asunto y sabía que me llevaría un poco acostumbrarme a cada paso. Por suerte, nos dejaron un pequeño libro como guía para que leyéramos en nuestros tiempos libres. Era muy importante saber aquello. Nos lo repitieron varias veces.

Luego de cada encuentro, nos dejaban un tiempo libre para despejarnos, comer algo o charlar con los demás.

En ese tiempo libre podíamos ir a cualquiera de los salones de nuestro piso o pedir permiso para ir al patio. Esa era una de mis actividades favoritas. Me di cuenta que pasar tiempo al aire libre me renovaba las energías, así que trataba de aprovechar aunque sea unos minutos para ir hacia allí y despejarme, reconectar conmigo y ser consciente de lo que estaba viviendo.

Aunque también disfrutaba mucho de pasar tiempo con Nailah.

—No pensé que sería tan emocionante todo esto —me dijo ella mientras íbamos hacia el balcón después de la clase de protocolo.

—Siento que con mis nervios olvidaré la mitad —acotó Milo.

En ese tiempo que había pasado junto a ellos, había podido darme cuenta de lo buenas personas que eran. Milo era un poco mas extrovertido y vital. Nailah cargaba consigo varios miedos en relación a la competencia y había decidido aceptar ir allí con la libertad de renunciar si no se sentía bien.

—He venido mas que todo por mi familia —me dijo un día que estábamos solas—. Nos haría muy bien mejorar nuestra economía. Pero sufro mucho estando lejos de ellos.

—Si, debe ser difícil. Si necesitas hablar o un poco de compañía ya sabes donde estoy.

—Gracias Amy. Ha sido muy lindo cruzarme contigo aquí. De no haber sido por ti y por Milo creo que ya me hubiese ido.

Entre todos nos llevábamos bastante bien. El clima de competencia que creí que se sentiría estaba muy lejos de ser una realidad. Salvo por Rebecca.

Esa chica se había mostrado muy poco abierta a entablar conversación con los demás. En cada clase, demostraba que conocía mucho sobre el tema de etiqueta, protocolo, formalidades y demás.

—Dicen que viene de una familia bastante importante —nos había contado Milo después del almuerzo.

Parecía ser que prefería mantener la distancia con los demás participantes. Yo no hubiera podido. De no ser por Nai y Milo, me hubiera aburrido bastante. Siempre esperaba el tiempo libre para poder relajarme un rato con ellos. Lo necesitaba después de tanta seriedad que vivíamos en cada clase.

El día jueves, vimos un resumen de la edición anterior de Vistiendo a la realeza, que fue para la boda de la reina Helena. Si ese contenido hubiese estado en internet quizás lo hubiera mirado, pero había sido tantos años atrás que no habían llegado a pasarse a la web.

Nos mostraron cómo era la gala de bienvenida, el primer desafío, la elección que había hecho Helena de los dos vestidos que menos le gustaban y como el público había decidido a quién salvaba. En esa ocasión, el desafío había sido hacer un vestido llamativo largo. Esa había sido la única consigna. Nada adicional. Todo a criterio del diseñador.

No nos mostraron más consignas, pero aquello sirvió para que nos diéramos una idea de lo que podría esperarnos en la competencia.

Después de almorzar en el salón principal, decidí pedir permiso para dar un paseo por el jardín. Había empezado a necesitar esos minutos de soledad al aire libre. Y me hubiera gustado tener mi bicicleta allí, pero sabía que era algo imposible.

No nos permitían andar por donde quisiéramos, teníamos los sectores bien delimitados. Yo ya me había apropiado de un banco a la orilla del lago.

Mientras avanzaba hacia allí, vi algo que capturó mi atención.

Un joven parado frente al lago. Un joven que me resultaba bastante familiar.

Avancé sin medir las consecuencias, pasé los límites permitidos y continué caminando mientras mi corazón se aceleraba.

—Chico de los vinos. ¿Eres tú?

Mi voz salió muchos metros antes de llegar a su lado.

Automáticamente, dio media vuelta haciendo que mis pasos se detuvieran.

Era él.

La sonrisa surgió de manera espontánea en mi rostro... Aunque no vi lo mismo en él.

Continué avanzando, muy emocionada. No pensé que volvería a verlo, era algo que tenía por descartado. Me había hecho a la idea de que sería un amor platónico de aeropuerto que quedaría viviendo solo en mi recuerdo.

—¿Qué haces aquí? ¿Acaso trabajas para la realeza? —le pregunté llegando a donde estaba, pero manteniendo la distancia.

Algo me decía que estaba un tanto incómodo.

Vestía un pantalón de tela color caqui y una camisa blanca. Se lo veía relajado en su vestimenta, pero nervioso por la tensión de sus hombros.

Sus manos estaban en los bolsillos de su pantalón.

—¿Qué haces aquí?

—Estoy participando... del evento.

—¿Evento?

—Vistiendo a la realeza. Para eso he volado hasta aquí —reí recordando el misterio que había generado en nuestro encuentro—. Soy diseñadora y me han seleccionado para participar en esto. ¿Y tú qué haces aquí? ¿Le vendes vinos a la familia real?

Esta vez río y eso me hizo sentir más cerca de él.

—¿Acaso no sabes quién soy?

Fruncí el ceño.

—Te has presentado como el chico de los vinos. ¿Acaso no haces vinos?

Volvió a reír y sacó una de sus manos para estirarla frente a mi.

—Me presento entonces. Giovani Bertuzzi. Prometido de la princesa Fátima.

Y junto a esas palabras, sentí desmoronarse, parte por parte, cada una de mis ilusiones. La seriedad me invadió por completo.

A pesar de que quise huir, me mantuve firme. Porque nada me haría huir de nuevo en la vida.

—Amanda Vigoni, diseñadora de modas, participante de Vistiendo a la realeza —le dije de manera robótica mientras estrechaba su mano—. Un gusto.

Nuevamente, sentí el choque eléctrico. Y de nuevo, creí que también él lo sintió por el modo en que se alejó. ¿O acaso estaba imaginando todo?

—¿Qué tal ha ido esa reunión tan aburrida? —le pregunté intentando ponerle un poco de diversión al asunto... Y alejarme de la sensación que había surgido cuando nuestras pieles se encontraron en ese breve apretón de manos.

—Ha sido... aburrida —me dijo riendo—. Pero fue exitosa.

—Me alegro. ¿Y ahora, cuáles son sus planes señor empresario, futuro príncipe?

Tomó aire y volvió a enfrentarse al lago dándome la espalda. Pensé que no me respondería, pero lo hizo luego de lo que parecieron minutos.

—Me quedaré en el palacio unos días. Luego iré a ocuparme de los viñedos.

—Esa es la parte del trabajo que sí te gusta, ¿no?

—Así es.

Sonreí.

—¿Y qué hay de la princesa Fátima? ¿Cómo fue que has llegado a pertenecer a la familia real?

Definitivamente, guardar silencio no era lo mío.

—Hemos sido amigos varios años. Está en mi vida desde que tengo memoria. No es algo tan raro para mi.

—Entiendo... Pues que suerte. Felicitaciones.

No respondió.

El silencio se hizo presente y en ese breve instante me di cuenta que no debía estar allí. Aquel sector estaba prohibido y no sabía qué tan bueno era estar hablando con el futuro esposo de la princesa sin ninguna formalidad.

—Un placer conocerlo, sr. Bertuzzi.

Ante mis palabras, se dio vuelta y logró ver mi reverencia.

—No hace falta que... —Enarqué una ceja ante su silencio. —Un placer, señorita.

Un capítulo corto, pero bastante intenso ¿no lo creen?

¿Qué piensan que pasará de aquí en mas? ¿Qué hará Amanda y qué hará Giovani?

Espero que les haya gustado ♥


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