Oculto en Saturno

By BlendPekoe

14.2K 2.6K 1K

La vida de Ezequiel se vuelve perfecta desde el momento en que conoce a Matías, los sueños y todos los imposi... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Epílogo

Capítulo 20

349 68 12
By BlendPekoe

Estábamos sentados en el balcón aprovechando que con la primavera podíamos relajarnos allí. No estaba caluroso aún pero el viento ese día permitía disfrutar de la vista, lo más común era que a esa altura el viento molestara bastante. En la ciudad se notaba un repentino e innecesario montón de luces, reflejo visual de la vida nocturna que se hizo extrañar en el frío. En la calle había más energía, más personas, todos los restaurantes abiertos hasta tarde, las plazas más iluminadas. La cafetería del centro cultural también empezaba una temporada donde el cierre se hacía sobre la medianoche. Las noches de piano se convirtieron de interés para la secretaría de turismo quien se disputaba con la secretaría de cultura el manejo del cronograma. El verano iba a ser una época muy activa para la música. Para mí era más o menos lo mismo, más talleres reemplazarían los cursos para entretener a los ociosos en sus vacaciones, las actividades cambiaban pero el flujo de tareas se mantenía.

Francisco, por su parte, nunca hablaba de su trabajo, solo se limitaba a decir, en ciertas ocasiones, que necesitaba beber algo para dejar atrás la jornada. Cuando estaba solo, según me había contado, los videojuegos eran la mejor distracción, lo ayudaban a olvidar y apartarse de sus pacientes. Eran tres las situaciones que lo estresaban, cuando se quebraban, cuando discutían y cuando se negaban a tomar la medicación de forma correcta. Pero no se quejaba de nada solo decía:

—Hoy fue uno de esos días.

Mi admiración hacia él crecía a medida que descubría cosas. Su trabajo era desgastante mental y, de seguro, emocionalmente también. Aun así mantenía su actitud alegre y su sonrisa intacta, demostrando en todo momento que nada era suficiente para desanimarlo. Y era imposible no sentirse influenciado por semejante energía, querer un poco de esa fortaleza y reír por cualquier cosa.

Después de beber fue junto a la baranda del balcón donde respiró apreciando el clima, los abrigos ya no eran necesarios, cosa que celebraba. Me quedé observando su espalda; se apoyaba en sus brazos y miraba, algo pensativo, un punto fijo en la calle. Nosotros no nos veíamos fuera de su departamento y en el fondo eso me molestaba. Un día me di cuenta que deseaba pasar más tiempo con él, conocer más de lo que le gustaba y lo que no, compartir otras experiencias, descubrirle expresiones, aprender sus mañas, saber qué sentía. Pero me daba miedo ser visto por alguien cercano que decidiera abordarnos con preguntas, no sabría cómo reaccionar o responder y Francisco no merecía mi inseguridad y duda. Porque el afecto que me mostraba era palpable. Le gustaba hacer gala de su habilidad de cargar de significado a palabras sencillas, que hacían desaparecer el mundo que nos rodeaba sin poner en riesgo el mundo que habíamos creado.

—Ya van más de siete meses —comentó—. Me alegra que todo saliera bien. La aventura que más me duró fue de casi tres meses. —Se volteó con una expresión divertida y cómplice—. No me equivoqué contigo.

Se acercó para sentarse sobre mí. Me gustaba mucho cuando hacía eso, con una actitud entre tierna y seductora, con cierto aire dominante de quién sabía que podía hacer lo que quería. Aprendí que detrás de su espíritu de apariencia libre había una búsqueda por que las cosas estuvieran bajo su control. Su manipulación disfrazada de complacencia era parte de eso. Con el tiempo pude verlo con más claridad. Todo era calculado y entre nosotros no sucedía nada que él no hubiera planeado primero. Incluso cuando contaba cosas de su vida, como la anécdota que me compartía de sus amantes fallidos, algo buscaba que sucediera. Estaba seguro que el día que mencionó la frase "amigos con derechos" no lo hizo de forma casual, solo fue el momento oportuno para sacar el tema, y, después de su insinuación, esperó a ver si yo le seguía o no la corriente. Ese era su proceder. Pero a esa altura también era evidente que aprobaba todo lo que hacía y cómo lo hacía, una codependencia donde él estaba contento y yo seguro.

Tres meses parecía muy poco y a la vez mucho tomando en cuenta lo que él buscaba.

—Suena frustrante.

Lo rodeé con mis brazos para mantenerlo muy cerca y poder apoyar mi cabeza en su hombro. El tema del tiempo volvía a mí de una u otra manera, él también pensaba en eso y lo hacía notar.

—Soy muy extraño para la mayoría de las personas.

—Más bien 50% extraño y 50% misterio.

Empezó a reír.

—La verdad es que tengo una vida aburrida y monótona, el misterio es para disimular. —Su mano pasó por mi pelo—. Aunque ahora no es aburrida ni monótona.

Lo miré con atención, temiendo que fuera imaginación mía que estuviera a la espera de algo.

—Me siento muy cómodo contigo —murmuró.

La seriedad y seguridad de su mirada en ese momento me dejó sin aliento.

—Yo también me siento muy cómodo.

En mi cabeza se formaban miles de pensamientos pero ninguno lograba trasladarse a mi boca. Me besó con suavidad y sentí que se me escapaba algún tipo de señal.

—Creo que vamos a estar más cómodos sin ropa —susurró a mi oído.

No estábamos a la vista de nadie pero no me convencía la idea de hacer algo en el balcón.

—Entremos.

En la sala me detuvo con actitud pícara y me llevó al sillón.

—No es cómodo tu sillón —advertí aunque mucho no me importaba.

Quedé sentado y volvió a subirse sobre mí pero de frente. Sus labios chocaron con los míos, su peso presionó mi cuerpo contra el sillón y entendí lo que pretendía. La posición era ideal para acariciar su trasero por lo que me dediqué a eso a la vez que disfrutaba de sus ganas de tomar las riendas. Los besos se extendieron con mucha pasión y por sí solos lograron elevar la temperatura. Francisco se detenía de a momentos para mirarme y acariciar con sus dedos mi rostro, a veces sonreía, a veces mordía su labio, a veces suspiraba. Esos detalles me daban más una sensación de cariño que una expresión sexual. De a poco, sus besos descendieron hasta que necesitó cambiar de posición y se bajó para quedar arrodillado en el suelo, donde continuó con la provocación sobre mi pantalón. Cuando él estaba con esa iniciativa no le gustaba que yo me metiera, si intentaba colaborar para hacer desaparecer mi ropa me acusaba de ansioso. Se acomodó para sacar mis zapatos junto con los calcetines y poder besar mis pies. Eso siempre me sobresaltaba y excitaba a la vez, no tanto por mis pies que simplemente sentían cosquillas, era verlo hacer eso. Sus besos se volvían húmedos, su lengua dedicada y su boca se adueñaban de mis dedos como lo habían hecho con mis labios. Se tomaba su tiempo para lamer mi piel y chupar cada sitio posible, su rostro no mostraba más que satisfacción durante todo el proceso y algunos sonidos de la misma índole escapaban de él. También había algo intenso aunque indescriptible dentro del contacto visual, por lo que nunca apartaba los ojos de él. Después de un rato el efecto de su peculiar acto se reflejaba en mi respiración y pene, y tenía que contenerme la infame ansiedad para no arrojarme sobre él.

—Que mirada tan seria —resaltó pausando el menester, bromeando un poco para no perder la costumbre.

Se paró y se ocupó de quitarse su ropa, con demasiada paciencia para mi gusto pero tampoco intervine. Cuando quedó desnudo solté un suspiro que le causó gracia. Me incliné hacia delante ya que su miembro quedaba justo frente a mi cara y lo besé, Francisco volvió a empujarme hacia el sillón.

—Falta tu ropa —dijo jugando conmigo.

Al quitármela se acomodó entre mis piernas y acarició con sus labios mi pene, sus dedos rozaban con cuidado los testículos, todo era hecho sin apuro. Su lengua hábil creaba y mantenía la erección, alternando con una controlada succión, suficiente para darme placer sin acercarme al límite. El tiempo nos fue enseñando preferencias y a medir mejor la resistencia del otro. Aprendí que una de las debilidades de Francisco era cuando metía mi lengua en su oreja y él aprendió mi aversión a las mordidas.

Después de un rato decidió que podíamos hacer otra cosa y volvió a subirse sobre mí, en esa ocasión ya no había ropa que nos separara. La piel hervía con el contacto y, de pronto, puso cara de falsa culpa.

—Olvidé el lubricante.

—¿No era que ibas a poner uno en cada lugar de la casa?

Riendo se alejó en dirección a su cuarto.

Cuando estuvo nuevamente encima mío y mi mano llena de lubricante, se dedicó a besarme mientras yo me ocupaba a ciegas a prepararlo. Una tarea complicada por la posición pero no imposible. En un momento se apoyó en mí produciendo suspiros y gemidos junto a mi oído.

—Adoro todo lo que haces —susurró.

Se enderezó un poco para acariciar mi rostro, su respiración estaba alterada y su mirada cargada de afecto. Ante esa visión sentí un impulso por todos los pensamientos que acumulaba y, animado porque todo lo que decíamos durante el sexo quedaba en un limbo intocable, no pude resistir más el deseo que me acechaba.

—Me gustaría pasar más tiempo contigo —confesé.

Sonrió.

—Todo el tiempo que quieras.

Pero su respuesta también quedaba en ese limbo imposible de sopesar.

***

Francisco se recostó en la cama sin intención de vestirse y lo imité aprovechando que no era común que dejara olvidado su pijama, tal vez el clima más cálido lo alentaba. Se acomodó a mi lado como ya era costumbre, de costado y adueñándose de mi brazo.

—Pronto es tu cumpleaños —comenté.

Levantó la cabeza con sospecha.

—¿Vas a enojarte porque luzco más joven?

—Gracias por recordármelo.

Esperó a que continuara con lo que había empezado al mencionarlo. Dudé un poco.

—Estaba pensando en que podríamos hacer algo.

—¿Cómo qué? —se interesó en seguida buscando darme ánimo para continuar.

—Un viaje.

Por primera vez lo tomé por sorpresa. No hizo tiempo a disimularlo y su boca quedó levemente abierta.

—Es un regalo que me hicieron pero yo no voy a ir solo —me expliqué enseguida—. Serían unos días en la playa. Si es que te interesa.

No salía de su asombro y me percaté que podía estar pasando un límite.

—Eso fue muy osado —pero no fue una crítica, fue más bien una alabanza—. Hace años que no piso una playa.

Respiré, no había sido un no. Pero me miró pensativo un momento.

—¿De ese tiempo hablabas?

Le devolví la mirada incómodo porque no me había referido a solo un viaje. Observó mi falta de respuesta y mis ojos inquietos.

—Sería muy interesante pasar más tiempo juntos, en un lugar diferente —razonó.

De repente sonrió entusiasmado, soltó mi brazo pero no quiso perder el contacto físico por lo que apoyó su cabeza en mi hombro para juntar sus manos formando algo como una pequeña cueva.

—Cuando era chico le construía casitas de arena a los cangrejos, aunque nunca vi uno.

—Creí que no iba a gustarte la idea.

—Definitivamente va a ser extraño.

Francisco no me estaba ayudando con esas palabras, aunque tampoco sabía qué podría ayudarme.

—¿Un poco más extraño de lo normal? —intenté bromear.

—51%.

Su tonto ingenio me hizo reír.

—Significa un 1% menos de misterio —agregué.

También rio.

Acaricié su brazo intentando calmar todas mis dudas, queriendo acallar la voz en mi mente que me decía que cometía un error.

—También puedes decir que no, no fue para comprometerte —dije con cierto miedo.

Detuvo mi mano inquieta con la suya y la apretó un poco.

—Quiero ir —aseguró—, de lo contrario dejaría el lugar libre para otra persona.

Esa era, sin duda, la señal más clara de todas.

Continue Reading

You'll Also Like

3K 477 16
¿Cuánto se debe esperar para encontrar el amor de tu vida? Meses, años, ¡Tal vez nunca! Pero para Santiago siempre estuvo más cerca de lo que pensó...
5.1K 171 12
Un suplente, que formaría un nuevo establecimiento a partir de mi propio Fanfiction. Este es el resultado de A No Such Luck, pero cruzado con Helluva...
313K 30.2K 46
Nicholas Datchs es uno de los chicos populares de la escuela gracias a su novio, el mejor jugador de fútbol de la escuela. Tiene una vida medianament...
16.7K 1.8K 38
Héctor es un escritor bloqueado que decide cambiar de aires y de ciudad, huyendo de sus problemas. Víctor es un matemático algo frustrado que pasa e...