Los brazos de James me aprietan con fuerza y me atraen hacia él. Llevo puesta una camiseta suya, que apenas llega a taparme los muslos, pero que sí me ha servido como pijama durante la noche.
—Buenos días —Me susurra en el oído.
Ayer nos marchamos de la cena juntos y me invitó a pasar la noche con él en su casa. Al principio me resistí un poco, porque no quería enfadar más a mis padres, pero mi madre lo dejo todo muy claro, y, ¿desde cuándo me ha importado lo que piensen mis padres?
—Buenos días —le respondo.
James posa sus labios en mi cuello y lo besa con suavidad, haciéndome cosquillas, mientras, coloca sus manos en mi cintura y con una agilidad sorprendente se coloca entre mis piernas. Saber que lo tengo a él a mi lado es lo único que me motiva a seguir aquí, en Seattle, si por mí fuera ya habría cogido un avión a Boston y despedido oficialmente de mis padres.
—¿En qué estás pensando? —me pregunta y nuestras miradas se encuentran. Coloco mis manos en su pelo y lo acaricio con delicadeza mientras admiro sus preciosos ojos grises.
—En que estoy harta de pensar que ellos cambiarán por mí.
—No se merecen tu esfuerzo, Harper. No dejes que te afecte.
Asiento con la cabeza porque él tiene razón, estoy segura de que ellos ahora mismo no están preocupados por mí o por donde he pasado la noche.
—Tengo una idea, ¿quieres un poco de distracción? —me pregunta James a la vez que desciende su boca por mi cuerpo hasta mi entrepierna.
—¿No tuviste suficiente anoche? —le digo, separando un poco las piernas.
James niega con la cabeza y continúa con lo que estaba haciendo. Suelto un pequeño gemido cuando siento su tacto en esa zona tan delicada de mi cuerpo y recuerdo que no estamos solos, que seguramente su padre todavía no se haya marchado al trabajo.
—James, no podemos...
Como si no me hubiera escuchado, se incorpora y se coloca de nuevo encima de mí. Comienza a mover su cuerpo contra el mío, tentándome demasiado, y vuelve a unir nuestros labios en un beso profundo y apasionado.
—James —Lo detengo y lo alejo un poco de mí.
Me mira y entrecierra los ojos como si estuviera intentando entender porque lo estoy haciendo. Se deja caer en la cama, a mi lado, y coloca sus brazos por detrás de su cabeza.
—Mi padre... —gruñe y se tapa la cara con las manos.
—Exacto.
Me levanto de la cama y busco unos pantalones que pueda ponerme en el cajón de su cómoda. James no me quita la mirada de encima mientras hago malabarismos para ponérmelos.
—¿Bajas conmigo a desayunar?
—Dame diez minutos —Asiento con la cabeza y mi mirada va directa a sus pantalones de pijama. Una sonrisa aparece en mis labios en cuanto comprendo a que se refiere y decido darle intimidad.
Salgo de la habitación y cierro la puerta tras de mí.
—Joder, Harper —Le escucho gruñir dentro de la habitación y no puedo evitar soltar una carcajada que resuena por todo el pasillo.
Me dirijo directamente a la cocina y en el interior, me encuentro con el señor Howard, que se encuentra enfrente de los fogones preparando tortitas.
—Buenos días.
—Buenos días Harper, ¿cómo te encuentras?
—Mejor, gracias por preocuparte.
—Espero que mi hijo te haya dejado descansar —comenta, soltando una breve carcajada.
—Sí, he descansado mejor que nunca —le digo, ya que sé a qué se refiere.
¿Tal vez nos escuchó?
—Toma —Deja un plato lleno de tortitas frente a mí, les echa sirope por encima y me relamo los labios cuando les añade nata—. Por cierto, he estado mirando algunos pisos pequeños, que se ajusten a vuestro presupuesto, pero no os convienen para nada —me comenta y se aleja de los fogones para buscar algo en la encimera de la cocina. De un montón de papeles saca uno que deja en la mesa, a mi lado—. Pero he encontrado una casa que sí os puede interesar, es pequeña pero tiene dos habitaciones, una para vosotros y otra para el bebé.
La observo detenidamente y para ser una casa modesta, no está nada mal y se ajusta a nuestro presupuesto. Tiene un baño, dos dormitorios y el salón, es la sala más amplia de la casa. La cocina es pequeña, pero nos podemos adaptar a ello, porque no necesitamos muchas cosas para comenzar nuestra nueva vida. Además, no hay nada que no pueda solucionar con una buena decoración.
—Es una casa muy bonita, ¿se encuentra cerca de la universidad?
—Claro, no os preocupéis por eso. Estas casas están muy solicitadas entre los estudiantes universitarios, he tenido que hacer muchas llamadas para conseguir una visita, pero si queréis es vuestra.
Le doy la vuelta al papel y leo la dirección. Perfecto. No sé porque me sorprende, se encuentra en Detroit.
—Oh, está en Detroit. ¿No has encontrado nada en Boston?
—Eh... Mi hijo no me comento nada, pero si quieres podemos mirar algo...
—No es necesario, gracias —Me levanto y cojo el papel—. Ahora vuelvo.
De camino a la habitación, le doy mil vueltas a por qué James no le ha comentado nada a su padre de buscar algo en Boston, pero no soy tonta. Era demasiado obvio que él no renunciaría a su sueño, pero tampoco quiere renunciar a nosotros. El problema es que a mí eso me deja en la posición de tener que renunciar a mi sueño.
Abro la puerta sin llamar y casi golpeo a James con ella, pero tiene buenos reflejos y se aparta rápidamente para dejarme pasar. Cierro la puerta tras de mí.
—Estaba a punto de salir —comenta y me analiza con detenimiento—. ¿Pasa algo?
—Esto pasa —le digo, estampando el papel en su pecho. Lo coge y lo lee detenidamente—. ¿Porque no podemos vivir en Boston?
—Cariño, déjame explicártelo. Estoy seguro de que cambiar tu expediente a otra universidad no será tan complicado como él mío, tu carrera también está en Detroit.
—¿Puedes dejar de pensar por un momento en tu maldito equipo de fútbol y pensar en mí? Yo también tengo a mis amigos en Boston.
—Harper, maldita sea, no tienes nada que te ate a Boston. ¿De verdad me vas a decir que no puedes marcharte de la ciudad?
—Mi abuelo no querría que renunciara a mi sueño tan fácilmente.
—¿Es eso? ¿Te quieres quedar solo porque le hiciste una promesa a tu abuelo?
—No te atrevas...
—Harper, olvídate de Detroit y Boston por un momento. Tienes que ser realista. Vamos a comenzar una vida juntos, con nuestro bebé, y mi padre ha encontrado una oferta magnifica que se ajusta al dinero que ya estaba pagando por mi habitación en la fraternidad y con el dinero de tu alquiler. Entonces, ¿qué problema ahí?
—Que no está en Boston.
—Harper... —Se lleva las manos a la cara—. ¿No vas a ceder verdad? —me pregunta agotado.
—No lo sé, ¿vas a ceder tú?
—Sabes que no puedo Harper, lo siento...
—De acuerdo.
Doy media vuelta y recojo mi vestido del suelo, me lo pongo rápidamente y me dirijo a la puerta.
—Harper no te marches cabreada, vamos a hablarlo.
—Dile a tu padre que puede concertar una cita para ver la casa, no te prometo nada más.
James asiente e intenta acercarse a mí para despedirse con un beso, pero me aparto rápidamente.
Por desgracia, no todo se soluciona con un beso.
¡Hola!
¿Qué os ha parecido el capítulo?
¿Creéis que Harper debería ceder un poco con el tema y darle una oportunidad a vivir en Detroit, o James también debería ceder un poco?
Nos leemos la semana que viene.
Con cariño, Alice♥