passionate innocence ึธึถ yum...

By sehogays

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๐“‚ƒ๏นŸ๐Ÿ๐Ÿ ๊ง‡ john โœฐ

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By sehogays

     Yuta exhaló con rabia y se pasó una mano por la cabeza:

     ‹¿tenían que llegar justamente a esa hora? ¡que les den por el culo!›

     Tomó la toalla que había lanzado antes y se la colocó en el cuello, mirando la forma en la que Mark parecía tener un ataque de pánico nivel diez después de haber oído la voz y los pasos de su hermana y el resto de su maldita familia.

      ─ No pasa nada, nene, bájale al miedo. ─ indicó, moviéndose hasta la puerta ─ Voy a bajar primero y tú bajarás después de cinco minutos.

      ─ Sí, sí...

     Yuta cerró la puerta de un golpetazo y bajó las escaleras lo más rápido que le fue posible. Lo primero que observó fue el dramático rostro de su hermana, después; la fingida sonrisa de su madre, el severo rostro de su viejo y la estúpida sonrisa del que supuestamente sería la última víctima de Sana.

      ─ Hola ─ elevó la mano, metiéndose las manos a los bolsillos.

     Su maldita respiración seguía acelerada, pero eso era lo de menos. La mano de John estaba inclinada hacia él y la sonrisa ridícula seguía en su rostro.

      ─ Soy John Suh, es un gusto, Yuta.

      ─ Lamento no decir lo mismo, hombre.

      ─ Yuta, ¿Qué modales son esos? ─ su madre colocó el grito al cielo.

     Notó la mirada asesina de su hermanita y John sólo negó con la cabeza, sonriendo como si eso hubiese sido una broma sin importancia.

      ─ ¡Las maletas, Mark! ─ gritó su madre de nuevo, exhalando.

      ─ Por cierto, mamá, el resto del personal de servicio no ha vuelto ─ la chillona voz de Sana estremeció las paredes.

      ─ Su padre ordenó que no regresen, cree que es suficiente dos personas.

     Yuta se pasó la mano por el cuello, maldiciendo en su interior. Le valía mierda todos lo que hablaban ahora; lo único que quería era largarse de ahí lo más pronto posible, pero si lo hacía, posiblemente lo desheredarían. Sus ojos se quedaron quietos cuando vió a su criado bajar las escaleras rápidamente y descender la mirada, haciendo tres reverencias seguidas.

      ─ Buenos días ─ susurró. Su voz apenas se escuchaba.

      ─ Llévate las maletas a los respectivos cuartos, rápido.

      ─ Cómo usted diga.

     Mark hizo otras tres reverencias e intentó tomar dos maletas en cada mano, pero le fue imposible. Estuvo a punto de hacer un nuevo intento, pero se detuvo al sentir una mano tocando su hombro, así que elevó la mirada y se encontró con un rostro amable, pacífico y sonriente.

      ─ Déjame que te ayude a subirlos, eso está muy pesado  ─ John tomó las maletas sin ningún problema, y continuó sonriendo.

      ─ Muchas gracias...

     Las cejas de Yuta se elevaron cuando miró cómo Mark sonreía y descendía la mirada con el rostro enrojecido cómo siempre, siguiendo al otro. Se mordió el labio y los siguió con la mirada hasta donde le fue posible.

      ─ Hueles a cigarro, ¿Has estado fumando tan temprano? ─ la insoportable voz de su hermana lo sacó de sus pensamientos.

      ─ No es de tu interés, así que cierra la boca.

     La muchacha rodó los ojos y se lanzó a los brazos de su novio cuando lo tuvo en frente.

     Yuta tuvo ganas de vomitar al ver esa escena, pero se contuvo.

      ─ No era necesario que te molestes, John, le pago al muchacho para que haga ese trabajo.

      ─ No se preocupe, señora, mientras pueda ayudar, lo haré siempre.

     ‹vaya, mierda›.

     No quedaba duda de que la nueva víctima de Sana era todo un imbécil y creía que montándose ese "show de mariconada extrema" lograría ganarse a todo el mundo. Yuta colocó los ojos en blanco y se volvió a morder el labio.

      ─ Por cierto, de aquí me largo a un bar con el resto de mi grupo, ¿Vamos, cuñadito? ─ lanzó la pregunta, con una media sonrisa nada sincera.

      ─ Lo siento, yo no tomo.

      ─ ¿No tomas? Qué lástima, yo que quería familiarizarme más contigo.

      ─ Ni pienses que vas a salir hoy, Yuta ─ la imperativa voz del alto hombre resonó en toda la sala de estar.

     Yuta se pasó las manos por los ojos, lanzándose al sofá más cercano.

      ─ ¿Qué? ─ soltó finalmente, enfrentándole con la mirada.

      ─ Has faltado al instituto todos estos días, ¿Crees que no me iba a dar cuenta?

     ‹¿qué carajos? ¿quién había sido el bocón?›

     Era mejor que ni se enterase, porque le mandaría a coser esa jodida boca para ver si hablaba de nuevo.

      ─ He estado enfermo y no he podido ir.

       ─ Qué extraño que estés enfermo y huelas a cigarrillo.

     Notó cómo a su vieja parecía darle un ataque de nervios.

      ─ Cariño, hablemos después de esto...

     Los ojos de Yuta se encontraron con los de su padre y tuvo que morderse la lengua para no empezar a maldecirlo y escupirle por todo el rostro.

      ─ ¿Señores, quieren que les sirva el almuerzo? ─ La anciana de servicio ingresó con una bandeja de vasos en sus manos.

     ─ No te preocupes, ya hemos almorzado, esperaremos la cena mejor. En un momento, te daré las instrucciones.

     La anciana asintió y se marchó por donde había venido y notó cómo John se sentaba frente a él con su hermana colgada del brazo. Sus padres no tardaron en seguirlo, sentándose también. ‹¿en qué se estaba convirtiendo esto? ¿en una maldita reunión de familia? qué patético›. Lo único que deseaba es largarse a cualquier lugar lejos de ahí y beberse todas las latas de cerveza posibles para bajarse toda la rabia que le hervía por las venas.

      ─ ¿Irás a la conferencia de mañana, verdad, Suh?

      ─ Sí, señor, es una conferencia importante y no me la perdería por nada del mundo. Aparte, me parece interesante el tema.

      ─ Qué bueno, porque Yuta te va a acompañar.

     Yuta apretó sus dedos en un puño, aniquilando con la mirada a su hermana y a su padre. ‹en serio, ¿creían que de ese modo iban a sacarlo de quicio? malditos hijos de puta, malditos hijos de puta todos›. Intentó colocar su clásica media sonrisa en su boca y recostarse sobre el respaldar del asiento.

      ─ No puedo mañana, tengo clases, recuérdalo.

      ─ Ya he hablado con el director y tienes permiso, así que mañana madrugas a esa conferencia. He estado pensando en que el lugar es muy retirado, así que necesitarán alguien que les cuide el auto, les lleve las cosas y se encargue del hospedaje...

     Yuta oprimió más su puño.

      ─ Me puedo cuidar por mí mismo, padre ─ lanzó con tono sarcástico.

      ─ Irá el empleado con ustedes. Ya le hablaré.

      ─ ¿Mark? ─ su madre se llevó la copa de agua a los labios.

      ─ Es joven y puede moverse más rápido, así que está decidido.

      ─ Por mí, no hay ningún problema, señor ─ John sonrió, mientras miraba a su novia y le hacía muecas divertidas con los ojos.

     Yuta sintió que el impulso de vomitar volvía a él con más fuerza, así que sacó su móvil y empezó a teclear con brusquedad, intentando evadir la realidad. Si su viejo creía que enviando al estúpido ese lograría joderle la existencia, estaba muy equivocado. Exhaló. ‹al menos tendría algo con qué divertirse: mark›.





    
     La tarde transcurrió entre comentarios aburridos, risas e indirectas hacía él de parte de toda su puta familia. Y a eso de las nueve de la noche la cena se sirvió. Él no tocó nada de su plato en absoluto.

      ─ Yo te ayudo a llevar los platos ─ John se levantó de inmediato, tomando algunos platos de las manos de Mark ─ Será más rápido así.

      ─ No se preocupe, puedo hacerlo yo mismo...

      ─ Vamos, lo hago con todo el gusto.

      ─ Muchas gracias...

     Notó cómo ambos caminaban hacia la cocina, y se mordió el dedo pulgar con tanta fuerza que sus dientes se le marcaron en la piel. Bebió el agua de un trago, mirando cómo su "refinadísima" madre sonreía y abría los labios.

      ─ Es un buen chico, ¿No? Muy amable y bien formado.

      ─ Tiene que serlo, viene de una respetable familia bien posicionada, al igual que nosotros. Incluso, creo que podríamos hacer negocios juntos ─ la resonante voz del canoso hombre penetró en las paredes.

     Yuta tosió y se levantó también; las náuseas estaban a punto de comerle toda la columna vertebral y la cabeza. Colocó el vaso de golpe contra la mesa.

      ─ ¿A dónde vas?

      ─ A tomar agua, ¿O tampoco puedo hacerlo?

      ─ No has tocado tu plato...

      ─ Estoy enfermo y quiero descansar ya que mañana madrugaré.

     Caminó rápidamente hacia la parte trasera de las escaleras, echándole un vistazo a la cocina y recostándose sobre el umbral de la puerta, buscando un cigarrillo en sus pantalones. Elevó una ceja al ver cómo John sonreía hacia una parte en particular que él no podía ver, porque la maldita nevera le tapaba toda la visión.

      ─ Se nota que quieres mucho a tu madre y eso habla muy bien de ti.

      ─ La adoro mucho, es mi todo en esta vida y quiero que se mejore pronto... — la voz de Mark se escuchó como un susurro. Yuta pudo imaginar su rostro ─ El médico dice que se mejorará.

      ─ Lo hará, ya verás y si necesitas algo, siempre cuenta conmigo.

     John se llevó un vaso de agua a los labios y continuó sonriendo.

      ─ Muchas gracias, es usted muy amable.

      ─ Creo que tenemos casi la misma edad, ¿No?

      ─ Tengo diecinueve años...

       ─ Y yo veinte, así que puedes tutearme si gustas. Además, somos amigos desde ahora en adelante, Mark... Por cierto, ¿Puedo llamarte, Markie?

     Yuta encendió el cigarrillo.

      ─ Sí... Claro que sí, así me llamaban mis amigos de la escuela.

      ─ ¿En serio? Está genial el sobrenombre, mi pobre nombre es tan malo que ni siquiera da pie como para crearle uno.

     Escuchó cómo Mark soltaba la risita que siempre hacía, y John también reía; terminándose el vaso de agua y exhalando levemente.

      ─ Aunque me dicen Johnny, YoungHo, Suh o cosas así...  ─ sus ojos se movieron hacia la puerta ─ ¡Yuta, no te había visto!

      ─ ¿Ah, en serio? Yo tampoco, estaba muy concentrado fumando.

     Yuta expulsó una bocanada de humo por la boca, metiéndose las manos en los bolsillos y mirando cómo el estúpido de sonrisa insoportable hacía una reverencia y dejaba el vaso vacío sobre uno de los reposteros.

      ─ Bueno, me tengo que ir, es muy tarde. Cuídate, Markie, nos vemos mañana temprano para eso de la conferencia que te he contado. Adiós, Yuta, nos vemos también, estaré puntual aquí.

      ─ Cuídese mucho también, gracias por todo...

     Hizo otra reverencia y salió de la cocina con la misma puta sonrisa de siempre.

      ─ Yuta... ─ los ojos de Mark se iluminaron de pronto y su rostro se enrojeció de nuevo, mientras una sonrisita cubría sus labios.

     Yuta se le quedó mirando sin decir nada y lanzó el cigarrillo al suelo, pisándolo luego. La cabeza estaba al borde de estallarle y sentía que sucedería pronto. Muy pronto.

      ─ Mañana habrá una conferencia de trabajo, ¿Verdad...?

       ─ Ajá, pasaremos mucho tiempo juntos, nene.

     Observó cómo Mark enrojecía mucho más y asentía con la cabeza; su sonrisa brillándole en el rostro. Transcurrieron dos minutos y ambos se mantuvieron sin decir nada. De repente, lo notó susurrarle algo y caminar hacia la otra puerta cercana a la cocina. Yuta frunció el ceño de inmediato.

      ─ ¿A dónde crees que vas? ─ exclamó, caminando rápidamente hacia él y tomándolo de la cintura con tanta fuerza que Mark tuvo que contener la respiración ─ Tú te vas cuando yo te diga.

     Mark descendió la mirada y su sonrisa se hizo más pequeña.

      ─ Iba a arreglar mi cuarto y tomar un baño antes de dormir...

     Yuta lo soltó sólo para tomarlo de la barbilla y lanzar sus labios contra los suyos con la misma fuerza que lo había tomado de la cintura hace algunos minutos. Parecía echar toda su rabia y estrés contra sus suaves labios, aunque después de cinco segundos, se alejó de inmediato.

      ─ Ahora sí, puedes irte.

     Mark se había ruborizado mucho más y sentía que las mariposas continuaban revoloteando en su estómago y en su mente, ‹¿había venido a darle el beso de buenas noches? Incluso cuando le había lastimado y cortado la respiración, no le importaba mucho. Quizá, esa era la forma en la que besaban todos, porque después de todo, él no sabía cómo era un beso, jamás había tenido uno. Descendió la mirada y elevó su mano con alegría, aún sintiendo que su mente y su cuerpo se le paralizaba de la misma forma que esa misma mañana.

      ─ Hasta mañana, Yuta, duerme bien ─ tartamudeó sin mirarlo, aún sonriendo con ese mismo brillo de siempre.

     Yuta pateó las cenizas del cigarrillo que antes había lanzado y colocó los ojos en blanco. Su cabeza le seguía ardiendo, pero ahora con menos fuerza. Subió las escaleras hacia su habitación y se pasó la mano por la cabeza.

     ‹me lo tiraré y luego lo mandaré a volar›.

     El pensamiento se repetía en su mente una y otra vez, aunque no sentía ni el más mínimo remordimiento.

     ‹si, eso es lo que haría, eso era lo que tenía que hacer›.

     Además, era genial que ese criado con rostro de santo se haya aparecido en su vida cuando estaba tan aburrido, ¿O no?

     Yuta se mordió el labio con fuerza y se lanzó sobre su cama, incapaz de dormir.

     ‹sí, se lo tiraría y luego lo mandaría a volar, así como habían hecho con él hace más de ocho años›.

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