- Max está aquí, Emma.- Germán llama a mi puerta y me avisa de la llegada de Max. Me pongo tan contenta que no puedo dejar de sonreír. Me tiemblan las manos y no soy capaz de terminar el dibujo que estoy haciendo para él. Así que me lo guardo bajo la camiseta sin más y sigo a Germán hasta la sala de visitas.
Cuando llego siento que el corazón se me va a salir del pecho. No puedo dejar de mirar esos grandes y preciosos ojos verdes. Su mirada me hace sentir viva, aunque sea débil. Ha cambiado bastante desde la última vez que lo vi frente a mi casa, hace ya un par de semanas de aquella visita por el pueblo.
Germán se marcha y nos deja solos. Cierra la puerta con llave y desaparece por el pasillo principal. Max se sienta sobre una mesa con los brazos cruzados y la vista fija en sus zapatos. Yo le observo de arriba abajo. Me siento a su lado y apoyo mi mano sobre su rodilla.
- ¿Para qué querías que viniera, Emma?- su voz es tan grave como siempre, en ese sí que no ha cambiado.
- Sólo quería verte y charlar contigo. Llevo esperando este momento desde que me interné en este hospital.
- Tu enfermero...
- Germán, se llama Germán.- le interrumpo para matizar.
- Pues Germán me contó que te internaste voluntariamente. ¿Es cierto?
- Sí, claro... Lucas me habló de este lugar y él mismo me acompañó.
- ¿Quién es Lucas?
- Un amigo.
- Pensaba que no tenías amigos.- sus palabras me hieren, me hacen sentir diminuta a su lado.
- Lucas es mi amigo.
- De acuerdo.
- ¿Por qué te marchaste?- se levanta y camina de un lado a otro.
- Sabes perfectamente porqué me fui, Emma... no te hagas la tonta.
- Llevo más de un mes aquí dentro y lo único que me ha hecho sentir bien es pensar en ti.- me pongo delante de él y le acaricio el rostro.
- Pues deberías dejar de hacerlo, Emma, deja de pensar en mí, olvídame.- me aparta la mano de su cara y me da la espalda. Trago saliva y me froto las manos nerviosa.
- Sé que me sigues odiando por lo que hice con tus padres y que me tomas por una loca. Pero eso no significa que no sea capaz de amar a alguien. Yo te quiero, Max.- acaricio su espalda como si estuviese tocando el piano.
- Tu realidad está distorsionada por su trastorno mental y nunca conseguirás curarte del todo, no vas a ser normal por mucho que te esfuerces.- se da la vuelta y camina de un lado para otra hasta que se detiene.
- Cada uno de nosotros vemos la vida de forma distinta. Incluso tú, los médicos, mi familia... todos tenéis vuestra propia realidad. ¿Eso significa estar loco?- me coge de la mano y me deja paralizada.
- Emma... no eres capaz de entenderlo, ¿verdad?
- ¿El qué?
- ¡Necesito que desaparezcas de mi vida para siempre!- su grito atronador me hace cerrar los ojos y siento que no puedo respirar.
- ¡No puedo!- imito su grito y me tapo los oídos con las palmas de las manos.- No puedo... no puedo.- me tiro al suelo y él se agacha a mi lado. Germán aparece por la sala.
- ¿Va todo bien?
- Será mejor que me marche...- Max vuelve a levantarse y Germán le acompaña hasta la puerta.
- ¡No!- mi grito hace que los dos se giren a mirarme.- ¡Mátame, Max! ¡Hazlo!- me araño los brazos con las uñas y me tiro del pelo con mucha fuerza. Ambos se acercan a mí muy despacio y consiguen inmovilizarme. Me llevan hasta mi habitación.- ¡Acaba conmigo!- continúo chillando y pataleando. Me tumban en mi cama, me atan con un cinturón y Germán me inyecta en vena un tranquilizante.- ¡Fuera! Fuera... fuera...fuer...- pierdo el conocimiento poco a poco: se me nubla la vista y lo último que ven mis ojos es la intensa mirada de Max, tan fuerte como cobarde.