El Asesino De Mi Inocencia [K...

By Silver_Pie06

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En un oscuro mundo de villanos, sin héroes ni milagros, el más pequeño rayo de luz puede ser consumido o, qui... More

Prólogo
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Aviso
¡Holi!
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de - a -
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Autora aburrida
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O3

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By Silver_Pie06

-Bebé, ¿qué pasó? ¿Por qué regresaste antes? -acunó el rostro de su hijo con ambas manos y lo revisó desde todos los ángulos posibles buscando rastros de sabrá Buda qué -Estás temblando, ¿te peleaste con las chicas?

Pero nada, seguía sin responder.

La preocupación de la pobre Inko se hizo aún más grande cuando su pequeño la abrazó por casi dos minutos y después sólo fue a su habitación. A mitad del pasillo, lo detuvo, para anunciarle que estaría fuera por al menos una hora en busca de algo para hacer en la cena, pues la nevera estaba casi vacía y ella no contaba con la llegada de su hijo.

»-Cuando llegue hablamos sobre lo que ocurrió, ¿sí? Por ahora bañate y toma un descanso, vengo pronto.

El chico asintió e ingresó a su pieza. Se aventó a su cama, sintiendo ese alivio que sólo el hogar puede producirle. Al instante cayó dormido, sintiéndose relajado.

Cuando el reloj marcó las 18:23, despertó, encontrando la casa sumida en un silencio digno de un cementerio en plena noche. Al sentirse aún algo fatigado, optó por continuar durmiendo por un rato más.

Al despertar una hora después, el olor de la comida de su madre ingresó por sus fosas nasales cual perro por su casa. Pollo al horno, sin duda alguna era lo que su progenitora había preparado.

-¡Nene ven a comer, ya está lista la cena!

Observó el reloj a la derecha de la cama, puesto en la pared sobre el escritorio, las manecillas marcaban las 20:07.

Caminando por el pasillo, una pregunta le carcomía la cabeza, y no dudó en soltarla apenas tuvo a la mayor enfrente.

-¿Por qué te demoraste tanto? -lanzó mientras picaba un trozo de pollo que estaba ya sobre la mesa.

-No piques la comida -apartó la mano de su hijo con un manotazo suave -. Tuve un accidente.

-¿¡Qué!? ¿¡Y por qué no llamaste!? -rara vez se veía a Izuku gritar.

La mujer agachó la vista, evadiendo la esmeralda mirada de su hijo, que era casi idéntica a la suya.

-Es que te veías estresado, no quería molestarte. ¡Pero no te preocupes! Estoy bien, solo fueron daños materiales -la adorable señora fue a la cocina y volvió con una jarra con agua -. Ahora, vamos a comer, de seguro no comiste nada en todo el día.

En la mesa había algo raro, pero el menor aún no distinguía qué. Se encogió de hombros ignorando detalles para ir al baño a lavarse la cara. Iba a por una toalla cuando la puerta sonó, cosa extraña a esa hora. Su madre lo llamó pidiendo que atendiese.

»¿Quién vendría a esta hora?«

-De seguro es nuestro invitado, ¡que puntual!

Izuku miró a su madre confundido, metiéndose un segundo trozo de pollo a la boca.

-¿Qué invitado? -el chico detuvo su paso hacia la entrada para atender a su madre.

-Un amable muchacho que me ayudó, de no ser por él yo tal vez no estaría aquí.

El pecoso acudió a abrir la puerta con la idea de agradecerle imfinitamente al supuesto chico amable, al ver quien era y que de amable no tenía ni una sola fibra de su rubio cabello, se desató una guerra de miradas.

La verde decía «No te atrevas», y la roja «Mírame hacerlo».

El ceño del peliverde extrañamente fruncido, y el del amable invitado extrañamente relajado.

Finalemente optó por cerrarle la puerta en la cara.

»-¿Quién era? -inquirió.

-Un vendedor -respondió su hijo.

-¿Qué vendía? -volvió a cuestionar.

-Galletas.

La puerta volvió a sonar y la mujer volvió a mandar a su hijo a abrir. Éste solo por dejar satisfecha a su progenitora, abrió con la intención de volver a cerrar y mentirle a su madre, pero se encontró con la diabólica risa del rubio.

-Tengo galletas de brócoli.

Si no se aleja un poco, hubiese perdido la nariz por culpa del adolescente que volvió a cerrar la puerta en su cara.

Una vez más llamaron al timbre y él decidió no abrir esa vez. Eso ya comenzaba a molestar a su madre.

»-¡Izuku! Deja de jugar ya, abre esa puerta ahora mismo.

-Pero mamá...

-Shhh, abre y punto, sabes que no me gusta hablarte feo.

Resignado, obedeció con un puchero y el ceño fruncido.

Una sonrisa cínica se dibujó en el rostro varonil del invitado, y sus ojos carmín se llenaron más de burla, bueno, si es que eso era posible.

-Te lo dije, no puedes escapar de mí, es inútil -un escalofrío recorrió al chico al escuchar la voz del otro -. Te escondas donde te escondas, es en vano.

Fue como una bofetada sin mano para él.

-Sé que tú causaste el accidente. Escucha, le pones un dedo encima a mi madre y...

Aún en esas circuntancias, tenía el descaro de guiñarle un ojo.

-¿Y qué? Será nuestro secreto. Además, lo único que puedes hacer es abrir las piernas y gritar mi nombre, sólo así la protegerás.

La impotencia es algo nuevo en Izuku, y por lo visto, es un sentimiento que lo acompañará por mucho tiempo. Maldición, se siente del asco en verdad. Las miradas retadoras entre ellos fueron interrumpidas por Inko, quien invitó amablemente a Katsuki a ingresar al pequeño y acogedor hogar de los Midoriya.

-Con su permiso -dijo el joven fingiendo educación.

Izuku sólo podía ver como el muchacho se ganaba a su madre a base de mentiras.

»Debo decirle la verdad, pero si lo hago podría lastimarla...«

La lucha interna que llevaba consigo mismo lo estaba matando. No probaba bocado, solo jugaba desanimadamente con la comida.

-Izuku, Izuku ¡Izuku!

-¿¡Ah!?

-¿Aún estás mal?

-No ya no... ¿Por qué lo dices?

-Es que... Te has quedado mirando fijamente el pedazo de pollo que tienes en el tenedor, además, le estás sonriendo...

-No pasa nada, sólo estaba pensando en algunas cosas.

Asintió y dirigió su atención ahora al invitado que estaba sentado a un lado suyo, justo frente a su hijo en la pequeña mesa.

-Perdónalo, es que acaba de llegar de un viaje -excusó.

-Interesante -deja los cubiertos a un lado y lo observa con una atención escalofriante -, ¿a dónde viajaste, Izuku-kun? -preguntó con cinismo.

El mencionado decidió ignorarlo y con su cabeza hizo un gesto de desaprobación.

-No seas grosero con Bakugō-san, Izuku -regañó su madre.

-No hace falta tanta formalidad, Midoriya-san, llámame Katsuki, y no se moleste, parece un chico tímido.

-Oh, entonces llámame solo Inko.

El resto de la noche pasó con su madre y el invitado charlando. De vez en cuando le dirigía miradas pícaras, y el más joven de los Midoriya se asombraba cada vez más de lo descarado y buen actor que podía ser ese desgraciado, mientras Inko se dedicaba a idolatrarlo y tratarlo cual Dios.

La velada culminó y por órdenes de su madre, acompañó al otro hasta la puerta, donde acercó su boca a la oreja de Izuku y le dijo:

-Cuidado con lo que hablas, ya has visto que los accidentes pueden ocurrir sin previo aviso -besó su mejilla para disimular el mensaje.

-Adiós, Katsuki, esperamos volver a verte. Y muchas gracias otra vez.

El menor no le dejó ni responder y le cerró la puerta en la cara, una vez más. Al momento corrió a su habitación y se encerró en esta, otra vez. Se tiró en su cama y pasó su antebrazo por sobre sus ojos, tapándolos mientras pensaba en todo lo ocurrido, por milésima vez en los últimos días.

Un amable asesino playero acosador lo perseguía cariñosa y desquisiadamente, ahora sabía donde vivía y se había ganado de forma deshonesta el cariño y admiración de su madre. Para colmo, no tenía a dónde huir, está seguro de que lo encontraría aunque estuviera en una isla desierta en medio del océano Pacífico, o en el Triángulo de las Bermudas donde apenas funciona el GPS.

Estaba considerando si contactar con la policía o conseguirse un guardaespaldas.

La cama se hundió a su lado, quitó su mano de los ojos aún sin abrirlos y al voltearse con total seguridad de que su madre le daría un discurso más largo que One Piece, abrió sus brillantes esmeraldas dándose cuenta de que era todo lo contrario.

El aire que se albergó en sus pulmones dispuesto a escapar en un grito que se oiría en casa de Nicolás Maduro, quedó preso en ellos mismos cuando la gran mano de Bakugō cubrió su boca.

-Te voy a soltar -susurró con voz ronca en su oído después de unos segundos-, si gritas, te irá peor.

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