Un refugio en ti (#1)

By ladyy_zz

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Qué topicazo, ¿no? ¿Enamorarse de la mejor amiga de tu hermana? Pues eso es exactamente lo que le había pasad... More

1. El pasado ha vuelto
2. Pitufa
4. Bienvenida a casa
5. ¿Puedo tumbarme contigo?
6. Cubrirnos las espaldas
7. La convivencia
8. María Gómez
9. No juegues con la suerte
10. Marcando territorio
11. La tercera hija
12. Netflix y termómetro.
13. Duelo en el Lejano Oeste
14. Lo que pasó
15. Carita de ángel, mirada de fuego.
16. Versiones
17. Bandera blanca
18. Un refugio
19. Lo normal
20. La puerta violeta
21. El silencio habla
22. Curando heridas
23. Perdonar y agradecer
24. Favores
25. I Will Survive
26. No es tu culpa
27. Sacudirse el polvo
28. Tuyo, nuestro.
29. Siempre con la tuya
30. Mi Luisi
31. Antigua nueva vida
32. Fantasmas
33. Es mucho lío
34. Cicatrices
35. El de la mañana siguiente
36. Primera cita
37. Imparables.
38. La tensión es muy mala
39. Abrazos impares
40. A.P.S.
41. Juntas
42. Reflejos
43. Derribando barreras
44. Contigo
45. Pasado, presente y futuro
46. Secreto a voces
47. La verdad
48. Tú y sólo tú
49. OH. DIOS. MIO.
50. ¿Cómo sucedió?
51. Capitana Gómez
52. Gracias
53. Primeras veces
54. Conociéndote
55. Media vida amándote
56. Pequeña familia
57. El último tren
58. Final
EPÍLOGO
Parte II
61. Jueves
62. Dudas y miedos
63. La explicación
64. Viernes
65. A cenar
66. Conversaciones nocturnas
67. Sábado
68. Gota tras gota
69. Pausa
70. La tormenta
71. Domingo
72. Lunes
FINAL 2
📢 Aviso 📢
Especial Navidad 🎄💝

3. Princesas y guerreras

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By ladyy_zz

A pesar de haber caminado sin rumbo fijo, había acabado en aquel parque al que tanto recurría cuando necesitaba pensar, al Jardín de las Vistillas. Llevaba una hora dando vueltas por Madrid y aún no se creía lo que había vivido.

Amelia había vuelto.

No sabía porqué había vuelto y, aunque ella misma se autoconvencía de que no le importaba, no podía dejar de pensar en cuál sería el motivo de la vuelta y, sobre todo, por cuánto tiempo estaría por ahí. Tampoco podía dejar de pensar la actitud de la ojimiel, ¿por qué le habría hablado así, tan normal? ¿Por qué habría actuado como siempre? Como si... como si no hubiera pasado nada. A lo mejor es que quería olvidarlo, a lo mejor quería hacer como si nada, ¿Sería eso? Desde luego, sin saber nada de ella desde hacía seis años, todo indicaba que era así. No sabía que había sido de ella durante todo este tiempo, pero era Amelia la que había desaparecido, así que, si hubiese querido mantener el contacto, había estado en manos de la morena.

Inmersa en sus temores, su móvil sonó indicando que había una llamada entrante. Miró la pantalla y vio la persona que llamaba junto a la foto de ella junto a su novia. No podía cogerla ahora mismo, porque Bea sabría que le pasaba algo. Bueno en realidad, aunque no le pasara nada, Bea siempre sospechaba de que le pasaba algo, así que era mejor no coger la llamada, aun sabiendo que eso le costará caro más tarde. Ya la llamaría después para ir juntas a comer a casa de sus padres. La comida de los domingos de los Gómez era sagrada y no había absolutamente ninguna excusa que te permitiera faltar, y Bea llevaba yendo semanalmente desde hacía apenas un año. En realidad, llevaban juntas desde hacía ya casi dos años, y aunque su relación hubiese estado muy consolidada desde el primer momento, Bea tardó en querer integrarse en los Gómez.

Luisita aún notaba que no era totalmente parte de esa familia y empezaba a temer que nunca lo fuera. No era idiota, sabía que sus padres eran los mejores disimulando, pero se daba cuenta de cómo que la miraban y trataban tanto María como su abuelo. Pelayo... con lo mucho que la había apoyado siempre su abuelo, nunca pensó que le caería tan mal la persona a la que ella quería. Y en cuanto a su hermana... sabía que Bea tampoco le ponía las cosas fáciles y sabía que María había dado mucho su brazo a torcer por ella incluso más de lo que se imaginaba, porque si no, quizás su relación hubiera acabado tal y como acabó su amistad con Marina. En realidad, no le importaba que su hermana hiciera algún comentario que otro, porque ella y Bea se querían y le daba igual lo que los demás opinaran, aunque supiera que nunca sería una Gómez más. No como lo fue Amelia.

Joder, otra vez ella. No quería pensar en ella, pero sabía que a pesar de haber sido como una hija más en su casa, sabía que su familia tampoco había sabido nada de la ojimiel en todos estos años, porque no había escuchado su nombre en años, ni si quiera por parte de su hermana. No sabía si volvería a verla o no, pero lo que tenía que pensar era en como actuar. Si Amelia quería hacer como si nada, ¿podría hacerlo ella también? ¿Podría fingir delante de ella, delante de todos, que aquella última noche en la que se vieron hacía ya seis años, su corazón no se rompió en mil pedazos? No. Claro que no podía fingir, y le daba igual que Amelia hubiera seguido con su vida, porque ella seguiría odiándola.

Decidió que ya era de volver e ir al piso de su novia antes de ir a comer con su familia. No quería pensar más en aquella morena, ni en todas aquellas veces que la había hecho sentir especial sin tan si quiera saberlo, ni en como solo con mirarla ya la hacía sentir mejor persona, ni en la de veces en las que había deseado que todo fuera diferente, que Amelia se fijara en ella, que le diera una oportunidad, ni si quiera quería pensar en la infinidad de veces que había mirado aquellos labios queriendo unirlos con los suyos. No quería pensar en ello porque con el tiempo había aprendido que la nostalgia era uno de esos sentimientos que se apodera de ti sin poder hacer nada al respecto, que ataca cuando menos lo esperas. Puede que al ver una foto de esa persona, o al mirar el calendario y saber que ese día era su cumpleaños, o incluso si sólo tu mente ha decidido recordarte sin venir a cuento, el sonido de su risa. Desde luego, la nostalgia es una enfermedad que tiene muchas causas y en muchos casos incurable, pudiendo ser incluso mortal, ya que los recuerdos también matan. Y en su caso en particular, Luisita temía que esa enfermedad se extendiera por todo su cuerpo, llegando a un estado terminal, donde su única cura sería volver a caer, volver a enamorarse.

Pero no lo haría. Esta vez tenía novia y estaban enamoradas, y Amelia no vendría a destrozarle la vida. Se dio la vuelta y se alejó de ese jardín para volver a la realidad. No quería ni verla ni pensarla, sin embargo, por mucho que quisiera evitarla, sabía que sus padres en cuanto se enterasen no dudaría en volver a incorporarla en su familia, porque aunque algunas veces lo odiara, y otras le encantara, Amelia siempre sería una Gómez.


Flashback

Luisita sabía que con siete años, ya era mayor como para que su padre le leyera un cuento antes de dormir, pero es que simplemente le encantaba aquel momento. Su padre se pasaba el día con su abuelo en el Asturiano, el bar de la familia, y apenas tenía tiempo para ella. Le encantaba que llegara esas horas de la noche y que para su padre, lo más importante fuera ella.

Al principio, sus padres le compraban una infinidad de libros, pero se dieron cuenta de que a su hija le gustaba demasiado la lectura, más de lo que sus bolsillos se podían permitir, así que, Marcelino, simplemente empezó a inventarse historias, y eso era incluso mejor.

- Era se una vez, una princesa muy muy bonita, que vivía en una castillo muy feo y muy oscuro. En realidad, no era un sitio digno para una princesa, pero no podía salir de aquel castillo.

- ¿Y por qué no?

Marcelino había aprendido a contar la historia poco a poco e ir improvisando sobre la marcha porque sabía que con la etapa de querer saberlo todo de su hija, no llegaba muy lejos contando una historia entera, y así era más divertido, que los dos construyesen la historia.

- Pues... ¡porque había un monstruo fuera!

Luisita se tapó la boca con las manos totalmente horrorizada.

- ¿Entonces la princesa no puede salir nunca?

- No, sólo puede salir cuando el monstruo duerme o no se da cuenta, pero la princesa tiene que ser muuuy sigilosa.

- ¿Qué significa sigilosa?

- Pues que tiene que ir con mucho cuidado de que no la escuche.

- Ah, vale. Y si la princesa ya había salido, ¿por qué iba a volver otra vez?

- Pues porque si el monstruo se daba cuenta, la buscaría por todo el reino para comérsela.

- ¿Y por qué se la iba a comer?

- Luisita, cariño, pues por si. – la niña calló ya que sabía que si preguntaba mucho se quedaría sin cuento. – Total, que la princesa no podía hacer nada. Ella era fuerte, muy fuerte, y muchas veces había podido derrotar a muchos enemigos, pero ese monstruo era demasiado fuerte para poder combatirlo ella sola. Hasta que un día, sus padres, los reyes, enviaron unos soldados del reino para luchar contra el monstruo y derrotarlo para siempre, para que ella pudiera ser libre.

- Pobrecita... ¡Menos mal que llegaron los soldados!

- Pues si, hija. – y Marcelino se rio ante el alivio tan sentido de su hija. – Muchas veces necesitamos la ayuda para luchar contra los monstruos, puede ayudarnos los soldados, o mamá y papá, o tus amigos, o cualquier persona que quieras mucho. Lo importante es saber que no estamos solos cuando luchamos, ¿lo entiendes?

- Si, papá. – sonrió satisfecha.

- Así me gusta mi niña, y ahora a dormir, pero... ¡no sin antes darte un abrazo de oso!

Y su padre se abalanzó sobre ella gruñendo haciéndola reír a carcajadas.

- Buenas noches, princesa. – y le dio un beso en la frente.

- Buenas noches, papá.

Su padre apagó la luz y se quedó en la penumbra mirando al techo. Aunque aquel cuento hubiera acabado bien, la posibilidad de que hubiera un monstruo fuera de tu casa era algo que le había quitado el sueño y, tras mucho tiempo dando vueltas sobre sí misma en la cama, decidió salir a la cocina a buscar agua. Llegó a la cocina y miró el reloj, era tarde. Bueno, eran las diez y media de la noche, pero cuando tienes siete años, eso es muy tarde. Todos estaban ya dormidos y su casa estaba demasiado oscura, y empezaba a arrepentirse de haberse levantado así que, cogió su vaso y se fue directa a su habitación.

Sin embargo, un sonido que nunca había escuchado a esas horas de la noche, hizo que se dirigiera hacia el salón. Había sonado el timbre de la puerta y sus padres le habían enseñado que nunca había que abrir sin mirar primero quien era pero ella no llegaba a la mirilla, preguntó en voz alta para saber de quien se trataba.

- ¿Quién es? – dijo fingiendo valentía.

- Soy Amelia. – su voz era baja y entrecortada.

Luisita abrió sin pensarlo y se encontró a una niña de once años con su pijama puesto, los pelos despeinados en una gran coleta rizada, la cara empapada por las lágrimas y un ojo un poco cerrado y con algo de sangre en la ceja.

- Hola, pitufa. – a pesar del aspecto, Amelia sonrió un poco al verla. - ¿Está María durmiendo? – y se veía perfectamente que intentaba hacerse la fuerte y aguantar el llanto.

Los padres de Luisita, al escuchar el timbre y como se había abierto la puerta a esas horas, salieron de la cama corriendo para comprobar quien era, y cuando se encontraron a Amelia con ese aspecto se les rompió el corazón.

- Cariño... - dijo Manolita mientras le tendía los brazos y Amelia se lanzó corriendo hacia ellos sin poder retener más las lágrimas. – Lo siento mucho... – le dijo acariciándole la cabeza mientras la consolaba aún en el abrazo. - ¿Tu madre sabe que estás aquí?

- Si, fue ella la que me dijo que viniera. Me dijo que, si podía, mañana te llamaría para hablar. – se separó un poco de ella para mirarla a la cara.

- No te preocupes mi vida, que nosotros te vamos a cuidar, ¿vale? Te voy a limpiar bien esa herida y Marcelino te va a sacar el colchón para que duermas con María.

- Gracias. – dijo sorbiéndose los mocos e intentando sacar una sonrisa.

Manolita se llevó a Amelia de la mano al baño mientras Marcelino y Luisita seguían callados y quietos en el salón. Luisita no sabía que decir porque no entendía que estaba pasando, y a Marcelino simplemente no le salían las palabras, porque no quería romperse al ver aquello.

- Papá... ¿qué le pasa a Amelia?

Su padre se arrodilló para quedar a la altura de Luisita e intentó explicárselo de manera que lo comprendiera.

- ¿Te acuerdas la historia que te he contado antes? ¿Sobre el monstruo? – Luisita asintió. – Pues, Amelia tiene un monstruo en su casa, cariño. Ella y su madre son las princesas, pero esta vez el monstruo ha entrado en la torre.

Luisita abrió los ojos de par en par escandalizada.

- Pero papá, ¡Hay que hacer algo! ¿No podemos llamar a los soldados?

Marcelino calló un momento ante la impotencia que estaba sintiendo, porque a él también le daban ganas de llamar a la policía.

- Cariño... a veces, los soldados no pueden hacer nada para atrapar al monstruo, porque el monstruo es muy listo y sabe hacer las cosas malas sin que parezca que las hace, y se disfraza de bueno.

Luisita volvió la vista hacia aquel baño donde habían desaparecido su madre y Amelia, pensando en una solución.

- ¡Pues entonces lucharemos nosotros con ellas! – dijo totalmente dispuesta a ponerse una armadura y presentarse en casa de Amelia a combatir a un ejército.

- Claro que si, hija. Lo haremos. – y su padre le dio una sonrisa triste pero orgullosa al ver a su hija tan justiciera. – pero antes tenemos que irnos a dormir para tener fuerzas.

- Vale, mañana lucharemos. – le cogió la mano a su padre, que le acompañó hasta la cama.

Pero esa noche no durmió, se la pasó entera ideando mil formas de luchar contra aquel monstruo que Amelia tenía en su casa, en mil formas de salvar a la princesa.

Fin del flashback


Al día siguiente, los Gómez compraron una cama extra en el cuarto de María siempre lista y preparada para Amelia.

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