Una Perfecta Oportunidad © 30...

By AndreaSmithh

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Segunda parte de "Una Perfecta Equivocación" ¿Alguna vez pensaste en pasar un verano en Italia? Parece una fa... More

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SINOPSIS
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By AndreaSmithh


Espero que disfrutéis de la lectura,

Andrea :)


Roma.

La ciudad eterna.

Muchas veces en mi vida había soñado con viajar, conocer el mundo y, entre otros lugares, visitar Italia y la ciudad de Roma. Decían que era eterna, porque parecía haberse quedado parada en el tiempo, con sus imponentes ruinas, monumentos y cultura.

Pero en mis sueños yo la visitaba con mis amigas. Comíamos helados mientras echábamos euros a la Fontana di Trevi, tomábamos el metro descifrando el idioma, nos sacábamos fotos en el Coliseo, tomábamos Spritz y vino tinto y disfrutábamos de las mejores pizzas del mundo.

Ya, en mis sueños, eso es.

Lo que nunca imaginé es que la razón por la que yo visitaría Italia fuese para conocer a la familia del nuevo novio de mi tía: Tony DeLuca. Ni que ella me metería a la fuerza en un avión bajo la inútil promesa de que pasaría un verano de en sueño.

Pero, claro estaba, tía Jenna no sabía que el hijo de su novio, Jax DeLuca, me había roto el corazón durante el pasado curso.

El viaje fue largo y cansado, y la comida del avión pasable. Pero lo cierto es que cuando Tony nos montó en un coche de alquiler en el aeropuerto, mis ojos se abrieron como platos.

Apenas había tenido oportunidad de viajar hasta ese momento, mucho menos de cruzar un océano para sumergirme en la cultura de otro país. Pero la vida da mil vueltas, y ahí estaba yo, observando a través del cristal de la ventanilla del asiento trasero de un escarabajo blanco, mientras un camino rodeado de césped alto y pequeñas casas a pie de carretera aparecían y desaparecían bajo mis ojos.

—¿Estás emocionada, Olivia? —Preguntó mi tía, volviéndose unos segundos hacia mí.

Asentí torpemente con la cabeza, aunque probablemente no lo estuviese tanto como ella. Se había terminado su comida, mi comida y los sándwiches que habíamos llevado para el avión.

Después se bebió unas cinco copas de vino dos horas antes de aterrizar.

Trituró el billete de avión una vez pasamos controles mientras Tony rellenaba los documentos para alquilar el coche.

Y actualmente estaba sacando parte de la mano por la ventanilla medio bajada, pero con la otra no dejaba de recolocarse el cabello tras la oreja.

En realidad, entendía por qué tía Jenna estaba nerviosa. Éste era su primer novio formal oficial. El primero con el que se iba de vacaciones. Y no solo eso: el primero que la llevaba a conocer a su familia.

Suponía que nunca fue fácil para ella, porque había tenido que cuidarme desde que mis padres murieron cuando yo tenía cinco años. Pero había sido la mejor tutora del mundo, y no la cambiaría por nada del mundo.

La presión de la vida familiar de los DeLuca también la debía agobiar. La mujer de Tony había muerto hacía año y medio tras luchar durante mucho tiempo contra el cáncer. De alguna forma, ella también era la primera novia formal de Tony.

—Estoy deseando que conozcáis a mi madre —exclamó él, con una sonrisa enorme—. Os va a encantar.

Sonreí con educación y continué perdiéndome en las imágenes del paisaje que pasaba ante mí.

Por mucho que mi tía hubiese escogido a Tony, y yo no pudiese objetar nada porque era su vida, todavía no terminaba de conocerlo del todo. Y, por lo tanto, de fiarme de él. Parecía un buen hombre, amable y cuidadoso con sus palabras. También le hacía reír, y cocinaba de fábula... justo como su hijo.

Había conseguido unas semanas de vacaciones en verano, cuando mi tía también las tenía por el curso escolar, ya que era profesora, para poder irnos a Italia a conocer a su familia. Podía imaginar lo difícil que le había resultado, ya que era chef en un prestigioso restaurante.

—¿Y si no le caigo bien? —Preguntó mi tía con nerviosismo.

El aire cálido me golpeaba la cara aunque mi ventana estuviese cerrada. Revoloteaba por el coche por la que ella tenía abierta.

Desde mi posición, pude ver a Tony apartar la mano derecha del volante para estirarla sobre el asiento y tomar la suya.

—Lo hará —le aseguró—. ¿Quién no lo haría?

Se volvió unos segundos, los justos para sonreírla de forma tierna y tranquila. Por el momento, eso fue suficiente para mi tía.

Yo me hundí un poco más en el asiento, respirando profundamente.

Envidiaba lo que ellos tenían. Amor, felicidad, un futuro... Una persona que estuviese a tu lado para apoyarte, sin miedo a salir herida si aquello no funcionaba.

Una persona en la que confiar.

Y a pesar de aquella espinita envidiosa, me alegraba por ellos. Tía Jenna se lo merecía.

♡♡♡♡♡

Llegamos al pequeño pueblo costero donde estaba la casa familiar apenas unos minutos después. Era por la tarde, y podías apreciarlo en el Sol, que estaba más bajo en el cielo.

Atravesamos una calle empedrada que me hizo rebotar en el asiento, y también sonreír.

Tony nos hacía de guía express, contando cómo se llamaba cada calle, o si reconocía alguna persona:

—Esta es la plaza principal del pueblo, donde también echamos monedas a la fuente si queremos pedir un deseo —explicó al pasar por una especie de plazoleta elevada, con niñas que saltaban a la comba y niños corriendo detrás de un balón.

Miré con la boca echa agua cómo un par de adolescentes compartían un helado con una pinta exquisita.

—Esta es la escuela donde yo estudié. Los maestros me pegaban con una vara de avellano cuando me portaba mal.

Aunque se rió, no parecía broma. ¡Qué horrible!

—Aquí me casé con Luna.

Guardamos silencio al pasar frente a una iglesia de piedras antiguas. Parecía pequeña, y según nos dijo él en realidad se trataba de una capilla. Pude ver unas cuantas velas encendidas a través de las rejas de la entrada.

Aquel lugar era tan diferente a lo que estaba acostumbrada...

Además, me había dado cuenta hacía bastante tiempo de que Tony no conducía directo a la casa, sino en círculos, mostrando gran parte del pequeño pueblo donde se crío.

Según me dijo google en el aeropuerto, antes de embarcar, contaba con menos de cinco mil habitantes, pero parecía una villa maravillosa. Basándome en lo que había visto hasta el momento, podía dar fe de ello.

—Y la playa, donde estoy seguro que Olivia pasará más tiempo que en Roma este verano. Angelo quizás te enseñe a hacer surf y...

Dejé de escucharlo momentáneamente. Ante mis ojos se extendía una increíble hilera de arena dorada, pero eso no era nada en comparación al azul del océano.

Bajé la ventanilla, deseando tragar más de aquella imagen. El aire cálido golpeó mi rostro, fuerte y húmedo. Olía a mar. Y entonces llegó mejor el sonido.

Gente riendo, gritos de personas hablando, las olas rompiendo... Cuanto más nos aproximábamos, mejor podía verlo.

El agua era increíblemente brillante, y formaba espuma blanca y ligera en el explotar de las olas. Casi todo el mundo iba en bañador, jugaba con unas palas que parecían de madera, saltaban en el agua o comían helado.

Casi podía darle la razón a Tony.

Casi.

—Tú consígueme una moto, y ya verás como eso no sucede —repliqué.

Estábamos a menos de media hora en coche de Roma, pero dudaba que me dejasen conducir sola... o incluso ir sola en autobús. Sin embargo, a Tony se le había escapado decir que casi todos sus vecinos mayores de catorce tenían una scooter para ir y venir cuando quisieran.

Y yo necesitaba hacerme con una.

Transporte era igual a libertad.

—Sigue soñando, sobrina —sentenció mi tía.

Tony se rió, pero lo que tía Jenna no sabía era que él y yo habíamos hecho un pequeño pacto en el avión, justo cuando ella fue al baño: si no daba problemas y conseguía sentirme como en casa, él trataría de darme una scooter ese verano.

Y oye, si esa era su forma de ganarme, no pensaba poner ninguna queja.

Compartí una sonrisa con él y volví a mirar por la ventana.

Conducía despacio, dejándonos disfrutar del sonido del mar y de las vistas. Mi tía dijo algo, y él se volvió unos segundos para mirarla. Yo seguí riéndome, mirando a la playa y...

Ahí le vi.

Comía un helado en un paseo de baldosas a pie de la playa. Su pelo, un poco más largo y rizado de lo que recordaba, se sacudía con la leve brisa veraniega.

Podía apreciar el piercing de su ceja brillando bajo el sol, al igual que el de su pezón. Un poco más allá de él, las líneas de su tatuaje. La palabra "eterno".

Jax DeLuca.

El hijo de Tony.

El último chico con el que estuve, aunque nunca fuimos nada.

El último chico que besé, aunque después me dejara tirada.

El último chico del que me enamoré, aunque nunca sería algo más.

El último chico que me dijo que me quería... y también que eso era un error.

Intenté apartar la mirada, fundirme con el asiento y desaparecer. De verdad que lo hice, a pesar de saber que en algún momento de ese verano tendría que verle, ya que viviríamos en la misma casa...

Pero no pude.

Jax DeLuca alzó la mirada mientras mi tía y su padre se reían por una broma que no llegué a escuchar. Y sus ojos, del mismo marrón moteado de verde que recordaba, brillaron sobre los míos.

La expresión de su rostro cambió, o eso me pareció. Porque el coche siguió de largo, y yo me negué a mirar hacia atrás.

A volver hacia él y verlo de nuevo.

O a ver a la chica sonriente con la que estaba compartiendo un helado.

Porque mi verano en Italia comenzaba aquel día.

Y Jax DeLuca no iba a fastidiarlo.

¡Feliz sábado, familia de wattpad!

Primer capítulo. ¡Ay, ay, ay! ¡Qué nervios! Ya tengo ganas de enseñaros lo que se viene, de que Oli y Jax se reencuentren, de que aparezco Angelo ♡... pero hay que ser pacientes ♡

Subiré capítulo (en principio) 3 días por semana, así que pronto nos vemos con el siguiente (todavía no he decido qué días exactamente, porque tengo una nueva rutina).

¡Un abrazo enormísimo!

Andrea.

PD. Si queréis saber un poco más de mí o de la historia, en redes sociales soy "andrealetitbe" ♡

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