Tattoo Artist - leve ooc
Tsukishima caminaba por los barrios bajos de la ciudad. Se había perdido entre los distritos pues era su primera vez allí.
Se detuvo enfrente de una tienda con luces muy tenues, aún estaba abierto y al parecer tenía gran clientela pues solo se podían ver sombras y figuras de personas robustas.
"Entré a la guarida del león... Soy tan estúpido" pensó al criticar su forma de vestir en comparación con los que estaban a su alredor.
Usaba un sweater de color café y debajo de ellos una camisa, unos jeans sueltos y su bolso negro que utilizaba cruzando su torso.
Era la presa perfecta para los gángsters y los delincuentes que estaban allí.
Agarró su celular para pedir un servicio de taxis, miraba a su alredor con cautela. Con ellos observaba la tienda de tatuajes que estaba enfrente suyo. Mientras en su oreja sonaba que estaba marcando, se abrió un espacio entre las personas de la tienda, mostrando claramente a un chico que cautivó su mirar.
Su cabello color oliva en una coleta por detrás, dejaba su flequillo en su rostro, pero eso no impedía que se mostrará las hermosas facciones de sus mejillas cubiertas por sus pecas. En su boca sostenía un caramelo, mostrando y moviendo sus labios. Sus pestañas caían delicadamente por sus parpadeos. Tenía hermosos piercings que adornaban su oreja y uno de ellos su ceja derecha.
Se deleitó mirándolo detenidamente, hasta que el chico de ojos avellana dirigió su mirada hacia al rubio. Hubo unos segundos de calma, el pecoso le sonríe levemente y le guiña el ojo izquierdo. Luego de eso siguió trabajando tatuando y la gente nuevamente se acumuló, obstruyendo la visión del rubio.
Tsukishima quedó totalmente hiptonizado por él. La calma que sintió al mirarlo se transformó una tormenta en su interior al verlo guiñar.
Dioses, él podría jurar que se sonrojó lo suficiente como para simular una fresa. Contuvo su respiración y volvió a respirar cuando dejó de verlo.
— Señor, ¿Necesita un taxi? — se escuchó una voz detrás de la bocina del celular.
Eso hizo que volviera a la realidad, aunque con una ligera vergüenza y curiosidad por ese chico.
— Sí, rápidamente.
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Suspiró pesadamente al lanzarse a su cama. Acarició su entrecejo, de esa manera se sacó sus lentes.
Desde el trayecto de esa tienda hasta su hogar se convirtió en una pelea de pensamientos sobre el chico de los tatuajes. Suspiraba al recordar cómo le sonrió.
"¡NO SOY UN PUTO ADOLESCENTEEEEE"
Eso pensó con vergüenza. No era un adolescente, pero nunca sentió algo parecido. Claramente no era amor, solo una forma de atracción física. Su rostro era muy hermoso y el cómo se fijó en él hizo que se alterará aún más.
Técnicamente ese chico ya tenía conocimiento de su existencia.
Y lo peor es que parecía un gánster, que un gánster sepa de su existencia es malo.
Continúo pensando negativamente en lo que había hecho. Así como también se contraargumentaba de que ese chico estaba muy guapo.
Joder, su cabeza estaba hecha un lío.
Ni siquiera la mente de la narradora puede entenderlo del todo.
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El rubio se levantó con una ojeras horribles. Estar pensando en el chico peliverde lo confundió demasiado e hizo que durmiera muy poco.
De mala gana hace sus deberes en su pequeño departamento. Era fin de semana y gracias que no tenía trabajo pendiente. Solo quería descansar del pecoso.
Lo decía como si el chico tuviera la culpa. En realidad solo lo piensa demasiado y eso hace que esté de mal humor. Y será peor cuando suceda lo siguiente:
- ¡MIERDA! ¿CÓMO QUE NO HAY COMIDA? AHHG - la bomba explotó sobre su cabeza.
Se lanzó al pequeño sofá que tenía y pensó varias veces si salir a la tienda de conveniencia.
Después de un rato, llegó a la conclusión de que sería bueno caminar un poco.
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Con su camisa ajustada y unos jeans salió a la calle. Llamando la atención de hermosas damas y la envidia entre los hombres. Parecía sacado de una revista de modelos masculinos.
Entró a la tienda de conveniencia, dejando con la boca abierta a la vendedora. Lo peor es que ni siquiera trata de ocultarlo. Pero al parecer el único que no se da cuenta de su belleza es el mismísimo Tsukishima.
Cogió un canasto de la entrada para dirgirse a los estantes con comida y productos de aseo personal. Mientras echa los objetos en el cesto, se encontró con una cabellera peliverde en el pasillo de los snacks.
Su cuerpo se paralizó y no pudo moverse del todo. El peliverde se dio vuelta para seguir su camino, pero se encontró con esa mirada profunda del rubio. Lo reconoció al instante y lo iba a molestar un poco como el día anterior.
- Hoy también te ves muy guapo - le sonrió sin mostrar sus dientes - Soy Yamaguchi Tadashi - se inclinó levemente - ¿Y tú?
El rubio estaba sin palabras o mejor dicho estaba sin poder hablar porque su mente nuevamente colapsó.
- Eh... Yo soy... Tsukishima Kei - le dijo en un susurro y aún mirándolo fijamente.
- Un gusto conocerte - le dijo feliz.
En ese instante Kei supo que ese rostro era su debilidad.
El pecoso se fue con una sonrisa traviesa, se mordió el labio de tan solo ver el cuerpo bien marcado de ese chico rubio. Siguió su camino mientras el más alto se quedó unos minutos más en ese lugar.
"Me dijo guapo" fue lo único que pudo pensar con algo de claridad, más tarde se daría cuenta que le dio su nombre.
[•••]
Tsukishima repetía una y otra vez la escena cuando se encontró con el pecoso en ese pasillo. Claramente cada vez que lo recordaba, se modificaba y era casi completamente diferente a lo que sucedió.
Toda la semana suspiró por Tadashi. Increíblemente estaba cegado por su rostro y su nombre. Pero una vez que terminó la semana, se dijo:
- Debo dejar de pensar en tonterías - se reprendió duramente.
Planeó que mañana ordenaría su despensa e iría a la biblioteca de la prefectura. Por suerte eligió una buena ubicación para establecerse.
Despertó de su sueño reparador con unas raras ganas de derrotar el mundo. Se levantó a bañarse con una motivación que nada podría arrebatarle. Desayunó saludablemente, hace mucho que no lo hacía y extrañamente lo disfrutó.
Se vestió con una camiseta blanca corte v, un blazer negro sobre ella y unos atractivos jeans azules. Parecía que iba a una cita o que se salió de una sesión de fotos de modelos, pero no era nada de eso. Al contrario, iba a pasar una tarde en su lugar favorito.
[•••]
Fue hasta la sección de historia antigua, agarró un libro que habían agregado hace poco en su catálogo. Se sentó complacido a leerlo, asentía con el debate que estaba leyendo, pero otras veces negaba o no validaba lo que estaba leyendo.
Estaba tan concentrado que no se fijó que habia otra persona a su lado.
- No podemos dejar de encontrarnos ¿No? - esa voz fue familiar para el rubio.
Toda la tranquilidad que sentió al leer el nuevo libro, se esfumó y solo pudo sentirse algo inquieto. Lo tomó desprevenido.
- Que raras coincidencias - dijo el rubio con una aparente tranquilidad para el pecoso.
- Desde que te vi afuera de mi tienda no nos hemos parado de encontrar - siguió leyendo su libro.
Tsukishima lo vio más de cerca. En su otra oreja solo tiene un arete, a diferencia de la oreja derecha. Su flequillo está a la misma altura como lo vio la primera vez. En sus manos sostenía un libro sobre astronomía. Su atuendo era totalmente negro, con algunas cadenas en el pantalón y una chaqueta de jean negro que tiene algunos estapados. En donde se podía ver su piel, no tenía ningún tatuaje. Pero aún quedaba debajo de esa ropa.
No, Kei dejate de esos pensamientos impuros. De ese modo decidió comenzar un tema de conversación. Raro, pero cierto.
- Así que... ¿Te gusta el espacio? - le preguntó al dirigir su mirada a su propia lectura.
- Me encanta, estoy estudiando Astronomía en la universidad -le comentó emocionado.
- Eso es increíble - extrañamente no esperaba esa respuesta, pensó que sería un hobbie - Debes de ser muy bueno.
Eso puso tímido al pecoso, sus mejillas se sonrojaron. No estaba acostumbrado a esos halagos cuando se trataba de alguien que no fuera un cliente en el trabajo.
- G-Gracias...
Esa reacción hizo que el rubio lo apreciara a un más. Era demasiado tierno como para procesarlo en un segundo. Por ello, su mente era totalemente un lío de pensamientos muy lindos sobre Yamaguchi.
- ¿Qué hay de ti? ¿Te gusta lo antiguo? - le preguntó con curiosidad.
- Sí, incluso egresé de pedadogía en Historia Antigua. - le dijo orgulloso de su carrera.
- ¡Woah! Eres maestro, debe ser genial - le dijo con una exclamación que se escuchó en toda la biblioteca - P-Perdón - se disculpó con el mayor por el pequeño escandalo.
Ambos rieron bajito con los libros cubriendo sus bocas. El sonrojo de Tadashi era muy notorio por la vergüenza.
Luego de tanta armonía entre ambos, decidieron irse de allí. Dejaron los libros en el gran mesón y corrieron tomados de la mano. Fue una acción involuntaria para ambos. Estaban exhaltados, una adrenalina recorrían sus venas, sonreían como locos.
Llegaron a una pequeña colina de un parque cercano con sus manos entrelazadas. No se enteraron de aquello hasta que las soltaron. Respiraban agitados y se encontraban muy confundidos. Pero, no era hora de preguntarse cosas que posiblemente no tenían explicación y que los pusiera incómodos.
Se acostaron en el pasto, observando el cielo celeste con ligeras nubes. Yamaguchi explicaba con sus brazos lo que había detrás de los visible. Se encontraba muy emocionado haciéndolo. El mayor lo observaba y escuchaba atentamente.
— Nunca puedo hablar sobre esto... — suspiró aliviado — Mis clientes solo hablan de motocicletas y tatuajes — río bajito.
— No te preocupes, puedes hablar conmigo desde ahora — le dijo con un toque de confianza.
Yamaguchi agradeció el gesto tímidamente. Pero, desde ese momento ya no tenía nada que decir, solo se quedó satisfecho y cómodo con su presencia.
[•••]
Treinta citas más tardes
— Yamaguchi, ¿Tienes tatuajes? — le preguntó el mayor.
— ¡Sip!
— ¿En dónde está? — le preguntó curioso.
— Está en mi hombro izquierdo, son constelaciones — le dijo el menor.
— ¿Puedo ver? — le preguntó educadamente, ya que le iba a ordenar que se lo mostrara.
— Claro.
Se sacó la camiseta, mostrando su piel pecoso y morena. Tsukishima nunca la había visto y quedó embelesado con esa vista
— N-No me mires así... Me pongo nervioso... — se sonrojó y se dio la vuelta para mostrarle el tatuaje.
Tsukishima lo toco, observó que las pecas más destacables estaban presentes como estrellas principales de esas constelaciones. Era muy bello y Kei quedó sin palabras.
— D-Dime algo... — le dijo Yamaguchi con vergüenza.
— ... — lo pensó, pero fue lo único que logró formular — Eres muy lindo.
Tadashi era un manojo de nervios, se colocó la camiseta rápidamente y cambió de tema para olvidar lo que le decía el mayor.
Lo que no sabe Tsukishima, es que Yamaguchi se hizo ese tatuaje después de encontrarselo en la biblioteca.
Fin del cuarto día