Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|

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By CazKorlov

 —La reunión no salió bien,

las criaturas de Tánatos son tercas,

mis hijos fueron demasiado complacientes,

y yo le hice justicia a mi nombre.

Fábricas abandonadas, subsuelos escondidos en un hueco en el asfalto y ostentosos locales donde las luces disimulaban la piel de las bestias que se envenenaban cada noche, fueron el recorrido que causaban en ella el recuerdo de la época en la que había elegido ser como un animal más enroscado a la oscuridad. Varias veces Jocken la había guiado hacia los pecados condenados por su padre, mientras solía esconderse bajo el rostro de alguien más. Era su karma cargar con el peso de las debilidades que la habían alejado de su santa voluntad.

Se deslizó con gracia del techo de aquella construcción y recargada contra un débil andamio de acero, se sostuvo como una pequeña gárgola de piedra sobre el reborde del edificio. Buscó el lugar que el recolector le había dado como último recurso. El olor ocre de las fábricas se mezclaba con el del agua en movimiento a tan solo unas manzanas de distancia, si miraba sobre su hombro podía reconocer el brillo austero del puente que cruzaba el puerto, inundado en niebla cada vez más espesa.

A sus ojos aquello era señal de que comenzaba a amanecer, habían pasado toda la noche recorriendo la ciudad sin parar, y según el mapa de su mente ese era uno de los últimos lugares donde podrían buscar antes de comenzar a pensar en Luís como alguien muerto. Mikaela no se lo dijo, pero era evidente en sus ojos y en la manera en que la había atraído para abrazarla cuando Génesis depositó la semilla de la esperanza en su pecho. Estaba desesperado.

—Necesito que me escuches con atención. —Le había dicho el recolector, arrugaba el papel entre sus manos—. Si no consiguen nada para antes del amanecer pueden visitar este lugar como último recurso.

—¿Por qué no ir primero? —cuestionó, estaban solos, había sido el momento perfecto para preguntar.

¿Por qué no fuiste por tu cuenta?

—No puedo pisar ese lugar, aunque quiera. —El cazador adivinó lo que pensaba y se masajeó el cuello con incomodidad—. Ella es... una vez que lleguen se van a dar cuenta a lo que me refiero.

—¿Quién es?

—Su nombre es Dalia. —Él quería disimularlo, pero Génesis estaba lo suficientemente cerca como para sentir el temblor en su voz—. Es agente de la Corte, y tiene ojos por toda la ciudad.

Se aferró a la piedra del balcón de vuelta a la realidad. En todos los lugares en los que se presentaron recibieron respuestas cargadas de ambigüedades que terminaban de ponerla de mal humor, se enfrascaban en una discusión, o peor, una pelea. Último recurso había dicho Mikaela, a Génesis no le entusiasmaba la idea de ver a otra de esas criaturas infernales de nuevo, pero el mundo se había convertido en un océano suspendido en el tiempo y parecía haberse tragado cualquier rastro de esa conflictiva quimera.

Debían ser cuidadosas, el rumor de que la elegida de Caos recorría las calles asesinando a los indignos en nombre de su padre se había vuelto más poderoso que una simple historia. Chistó con suavidad tratando de llamar a la mirada de Hole para que se acercara a decirle si notaba la entrada del lugar.

Hombres quimera fingían hablar con tranquilidad en la esquina más alejada, reconocía a los depredadores de su calaña, llevaban capuchas que cubrían sus rostros. Uno de ellos jugaba a sacar la hoja automática de un cuchillo entre sus manos y el otro, más ancho, soltaba el humo blanquecino de su cigarrillo de las fosas nasales como si fuera un gran toro mecánico.

Volvió a chistar para llamar a su compañera, quería decirle que debían tener cuidado con ellos, pero no obtuvo respuesta. En su lugar, observó incrédula como la quimera se acercaba a esos hombres con total impunidad.

—Disculpen ¿Nos pueden ayudar con una dirección? —Un gesto somnoliento se adhería a sus facciones aniñadas.

Fue automático, la recorrieron con una mirada hambrienta y se dividieron para rodearla, en el proceso intercambiaron el cigarro y el cuchillo. El más ancho sostuvo el arma a sus espaldas, medio escondido bajo su manga, era para que no tuviera forma de escapar.

—¿Te perdiste, linda?

—Sí —rio ella—. Estamos un poco perdidas en realidad.

—Es peligroso que salgas sola de noche —dijo el del frente.

Hole no era tan alta, bajo la trémula luz de los postes amarillentos se veía demasiado inocente con su overol pastel lleno de pines y facciones delicadas.

—No estoy sola —murmuró ella, bajaba la mirada a sus manos con visible incomodidad.

—¿Y dónde está tu amiga? —preguntó el más alto, escupiendo el humo en su cara. Hole tosió y el hombre robusto a sus espaldas la tomó por las trenzas haciéndola chillar, puso el cuchillo contra su garganta.

—Decile que venga —gruñó contra su oreja—. O va a tener que buscarte adentro de una bolsa de basura.

Génesis saltó de la pared, maldiciendo a todas las criaturas de ese mundo, directo hacia el hueco que su abismo abrió en el concreto. Se materializó como una sombra tras el animal que trataba de dañar a su compañera y no se molestó en contener las marcas en su rostro, el humo escapando a causa de su enojo. El más alto la vio y abrió la boca, se le cayó el cigarro de entre los labios.

—Por el santísimo dios creador.

—¿Qué pasa? —soltó el otro.

—No me jodas... —balbuceó—. Ella... ella es...

La quimera de cabello azul no luchó, soltó un bostezo y una pequeña risita en su lugar.

—¿Ya la encontraron?

—¿De qué carajo te reís, puta de mierda? — Su compañero presionó con más fuerza el cuchillo para evitar que ella se moviera y le abrió un profundo corte lateral. El otro comenzó a retroceder—. ¿A dónde carajo vas, Gabriel? ¡Eh!

Se había ido corriendo.

Hole aprovechó su distracción, desarmó a su atacante con un brutal cabezazo a la nariz, y se lo lanzó al que trataba de escapar, que tropezó hacia adelante al sentir la hoja hundirse en su muslo. Para cuando el otro trató de voltearse, Génesis le puso las manos encima, lo alzó por la sucia chaqueta y lo acercó a su rostro para que viera sus ojos de cerca.

—¿Cómo es que mi padre deja que existan escorias de estas? —gruñó a nadie en particular, lo sacudió con fuerza—. Una quimera sin alguna clase de respeto por su creador merece morir.

—No tan pronto —dijo Hole, se acercaba dando pequeños saltitos, pero tenía una mirada salvaje mientras jugaba con el cuchillo que le había sacado al otro. Se tocó el cuello y vio su mano, tenía un grueso corte en el lateral, el cuerno derecho del carnero tatuado sufrió el daño—. Arruinó mi tatuaje ¿verdad?

—¿Solo eso te importa? —preguntó la mayor—. Esto no hubiera pasado si no fueras tan imprudente.

—Me gustaba mucho ese. —Hizo un puchero infantil que no concordó con la forma en que balanceó el arma en su mano—. ¡Y vos lo arruinaste! —chilló hacia él, antes de que pudiera responder, arrastró el filo de la navaja a través de su globo ocular en una línea vertical, después repitió la acción en diagonal, y en un santiamén le había arrancado el ojo introduciendo los dedos en la cuenca con total tranquilidad—. Ahora yo arruiné tu cara, imbécil —Le escupió al hueco sanguinolento, sin inmutarse por los gritos de dolor que soltó el hombre.

Génesis parpadeó incrédula, y aturdida hasta que él comenzó a convulsionarse. Asqueada, rezó en nombre de su padre y lo dejó apoyado contra un gran contenedor de basura. Mientras se daba la vuelta algo llamó su atención, en la calle de enfrente, un sucio hueco entre edificios brillaba con una ligera luz rojiza que había jurado antes no estaba ahí.

—Hole mira. —Comenzó a caminar, pero tuvo que detenerse a voltear para ver si la seguía, porque solía distraerse con facilidad.

Y en efecto, la quimera trataba de limpiar el cuchillo en la ropa del hombre desmayado, hizo lo mismo con sus manos manchadas, hasta que notó que todavía sostenía el globo ocular que le había arrancado.

—Uh, tomá, te lo devuelvo. —Lo metió en el bolsillo de su abrigo desgastado. Se incorporó con las mejillas ligeramente sonrosadas por la vergüenza.

—¡Hole!

—¡Perdón, perdón! ¡Voy!

✴ ✴ ✴

Aquel brillo rojo resultó ser un espejo roto que reflejaba la luz del casino de la otra esquina. Un edificio que se perdía en el cielo, ubicado en el extremo de una avenida poco transitada. En el frente parpadeaba una corona de luces rojas y doradas. Una amplia alfombra oscura con columnas brillantes marcaba el camino al interior.

No estaba segura de aquello, la forma en que se alzaba lejos de las brumas de su mirada le decían que era imposible que pudiera existir en la realidad, pero tampoco creía que el nerviosismo de Mikaela fuera una completa mentira. Al cazador le gustaba embaucar gente en su tiempo libre, no evocar la lástima de una criatura como Génesis.

—Lo que sea que haya ahí no puede ser peor que la Reina. —Le había dicho a Mikaela al escuchar sus advertencias, recordaba su cabello de dos colores diferentes cayendo sobre su cuerpo alargado y huesudo, con sus múltiples brazos extendidos cual patas de araña. Al parecer él también, asintió, pero la tensión se había instalado en sus hombros. La culpa casi le hizo disculparse.

—Los agentes de la Corte están preparados para torturar a toda clase de criaturas terrenales, los entrenan con esa idea, pero son demasiado buenos mintiendo y haciendo trucos de magia. —Le dejó hablar, porque al parecer así se libraba del nerviosismo que sentía con la sola idea de contactarla—. Pero depende de su especialidad y la casa a la que pertenezcan, la orden del Trébol lo cuantifica todo y exige números más grandes, los Diamantes son unas máquinas irrompibles que excusan en su fe para destrozarte los huesos, y los Corazones pueden hacer que te conviertas en su marioneta.

—¿Cómo lograste sobrevivir a todos ellos durante tanto tiempo? —preguntó con genuina curiosidad, Mikaela quedó en blanco por unos segundos. Se encogió de hombros.

—Siempre me gustó tener algunos trucos bajo la manga.

—¿Cuantas horas de tortura les debes? —Era una broma sin gracia de las que solía hacer, pero Mikaela evitó su mirada.

—A los agentes les asignan una zona y una cantidad limitada de recolectores a los que tienen que seguirles la pista. —Mikaela tragó con fuerza—. Aunque algunos son un poco exquisitos y les gusta elegirlos por su cuenta, ya sabés.

—Como en una cacería —terminó ella, él asintió.

—Están enfermos, pero eso es menos frecuente y demasiado problemático, nos... —Le costaba incluirse cuando hablaba de su propia estirpe—. Nos destierran antes.

—¿Qué hacen los agentes de la Corte en un casino?

—Muchas cosas —susurró acariciándose los labios de manera ausente, se sacudió al ver que Génesis no le había quitado los ojos de encima—. Recolectar información más que nada.

—¿Y tú te has estado escondiendo de tu agente designado?

—No —dudó, ella entrecerró los ojos—. Bueno sí, pero eso fue hace muchos años.

—¿Cuántos? —La muchacha frunció el ceño, no podía creer que él se hubiera puesto a contar.

—¿Cuarenta? No, cincuenta. —Se corrigió agitando la mano—. Da igual, lo que importa es que se cuiden y por nada del mundo dejen que se les acerque demasiado —Capturó su mirada dorada llena de preocupación—. Ella puede leer e influenciar sus emociones.

Parpadeó para librarse del recuerdo al recibir un codazo de Hole, había un hombre sonriente con una flor asomando al bolsillo de su traje blanco parado tras un atril justo al lado de la puerta del casino que se cerró a sus espaldas.

—Bienvenidas —dijo con voz neutral—. Las estábamos esperando.

—¿A nosotras? —cuestionó Hole casi a los gritos, aturdiéndola, junto al sonido de las voces ajenas y las máquinas tragamonedas. La quimera contenía más emoción de la que fue capaz de ocultar, pero no tenían tiempo para eso, la chistó y se adelantó con un movimiento un poco demasiado brusco.

—¿Saben quién soy? —Le preguntó, recordó que había estado utilizando su apariencia más adulta y se relajó.

—Por supuesto, señorita Génesis, hija del dios Caos ¿O prefiere que le llamemos por su título? La voluntad de...

—No, solo Génesis está bien —interrumpió, agarrando el brazo de Hole para evitar que la mujer se perdiera ante el primer arcoíris de luz frente a sus ojos—. Venimos a ver a Dalia, llévanos con ella.

—Por supuesto —sonrió el mayordomo, tenía una voz melodiosa que se acoplaba bien a la música de fondo, pero su mueca se torció, en un parpadeo sus ojos vagaron por las paredes con desesperación, antes de volver a su anterior actitud de robot defectuoso—. Por favor, síganme.

Tras atravesar una nueva puerta de cristal se adentraron en el salón repleto de personas. Enormes jarrones de flores rojas marcaban un laberinto entre máquinas y mesas de juego. Había algo extraño en el aura de ese lugar, el humo tenía un intenso aroma a chicle que le causaba picazón en la nariz, e hizo lo posible por aislar el sonido a medida que caminaban en línea recta hacia el escenario del final. Le recordó a Void con demasiada iluminación. Todos los mayordomos iban de blanco y usaban arneses claros ajustados a sus figuras, pero tenían una mirada vidriosa, acompañaba sus movimientos en exceso controlados.

Al llegar casi al pie del escenario las luces se apagaron de repente. El hombre le señaló la fila de sillas principales. Notó que el resto de las personas también querían presenciar el show con diligencia. El ruido ambiente se convirtió en un leve murmullo, y entonces la vio. Surgió de la bruma, la mujer caminaba con un gran instrumento en la mano hacia el foco de luz, era tan alta que el mástil del chelo le llegaba a la cadera y llevaba un vestido negro que resaltaba aún más el tono fuego de su largo cabello.

En silencio, se sentó en un banco mirando hacia abajo, abrió las piernas para ubicar el chelo entre ellas y comenzó a tocar. Rasgó las cuerdas con lentitud, una grave melodía salió de ella, pero tardó menos de un segundo en aumentar la intensidad, su brazo se movió rápido, y con una naturalidad que sumió a su público en el trance. A mitad de la pieza Génesis comprendió la razón por la que se había sentido extraña en ese lugar, como si algo le faltara. Todo ese casino era una fachada, el jardín que servía para que la flor real resaltara. Era ella la única, la principal.

Dalia alzó la cabeza, sin dejar de tocar como si su cuerpo entero fuera el catalizador de una tormenta, y supo por qué a Mikaela le causaba tanto pavor. Dos líneas rojas le cruzaban los ojos en vertical, y los globos oculares eran una hoja en blanco, esa mujer no tenía pupilas, no había nada en su gesto que pudiera decir que ella tuviera alguna clase de emoción, sin embargo, le sonrió, y una intensa ola de calor la recorrió. Todos reaccionaban igual inclinados en sus sillas. Los hilos de su influencia se desplegaban con cada nota, inundaban sus oídos y representaba a la perfección los más intensos sentimientos a través de su música.

No dejes que te ponga una mano encima, recordó, puede manipularte.

Pero ni siquiera hizo falta que la tocara.

Apenas fue consciente de la amenaza, de repente sintió la mano de Caos aferrarse a su hombro, volteó a verlo con la sensación de que una piedra se había asentado en su pecho, era consciente de que eran sus recuerdos, pero se veía tan real que el peso de su influencia la instaba a arrodillarse. Llevaba su traje blanco repleto de hilos dorados, y el cabello trenzado a los costados.

Esta no eres tú, no puedes esperar que el tiempo se apiade de tu podrida alma. —Su voz era casi tan suave como la recordaba, pero sonaba fría, era un trozo de hielo puntiagudo al compás de la presión monstruosa que hundía su cuerpo en la silla—. ¿Qué esperas para terminar lo que empezaste, mi niña? ¿Qué esperas para enviarlos a morir de una vez? No importa cuántas personas salgan lastimadas, ni cuántas vidas pierdas en el proceso, si al final solo yo voy a aceptar el monstruo que llevas ahí dentro.

No tenía un rostro, había una mancha oscura en su lugar. Abrió la boca para responder, pero una voz ajena a su lado la opacó.

Sí, padre.

La melodía se detuvo y el salón entero cobró vida, se levantaron al mismo tiempo sin dejar de aplaudir a la mujer que inclinaba la cabeza en una pulcra reverencia. Hole se aferró a su brazo, tenía las mejillas brillantes por las lágrimas, se las limpió con el dorso de la mano como si no quisiera que las notara.

—¿Es ella verdad? —preguntó levantándose, Génesis la imitó con más lentitud, aun sintiendo en todo su cuerpo la fuerza brutal de aquel recuerdo.

Dalia se había perdido tras el escenario hacía un par de segundos. Si querían encontrar a Luís, debían hablar con ella, la culpa que sentía por su padre podría esperar.

—Vamos.

Subieron una pequeña plataforma y se encontraron con su camerino. Una puerta roja tenía el nombre escrito en una placa de oro brillante, golpeó una vez.

—Il ballo della vita —leyó Hole en voz alta, la fina caligrafía dorada que había abajo.

Génesis tomó el picaporte al no escuchar respuesta, y la abrió, chocándose de frente con una mujer que estaba a punto de salir, se acomodaba la chaqueta roja sobre la camisa, que a juzgar por el arma que llevaba pertenecía a su seguridad privada.

—¿Qué quieren? —soltó, al instante pareció darse cuenta de su error y cuadró los hombros—. La señora no acepta visitas inmediatamente después de sus shows, váyanse.

La quimera era morena, tenía el cabello repleto de trenzas, los ojos rectangulares y un corazón tatuado bajo la mejilla. Su gesto decía que se dedicaba a espantar a las personas.

—Queremos ver a Dalia —dijo Génesis, su verdadera identidad no pareció tener efecto alguno, porque continuó bloqueando la puerta con cara desconfiada.

—Todos quieren verla, ese es su problema, no el de ella —chasqueó con fastidio—. ¿Se lo tengo que deletrear? Váyanse.

Suspiró, iba a tener que usar su instinto animal para obligarla a doblegarse, pero antes de que siguiera la puerta se abrió a sus espaldas y la mujer pelirroja la abrazó por detrás, un intenso aroma a alcohol la invadió.

—Dejalas pasar, Erza. —Dirigió una mano enguantada a su barbilla y pegó los labios a su oreja como si quisiera contarle un secreto, aunque su voz grave se oyó muy bien—. Continuemos después.

El rostro de la mujer adquirió un tono rojizo muy intenso y se hizo a un lado con un gruñido cuando Dalia desapareció tras el umbral.

—Pasen. —El tono amistoso vibró alto—. ¡Santísimo creador! —dijo Dalia, antes de que pudiera reaccionar estaba frente a ella, le había tomado la mano a cada una y la sacudía con efervescencia sin parar—. Esto es impresionante, estoy muy emocionada, lo cual es lógico. ¿Quién no lo estaría al tener a La voluntad de Caos en su morada? ¿Disfrutaron el show? ¿Les gustó? ¿Les hizo llorar de emoción?

La quimera de cabello azul asintió contagiada de la energía desbordante de esa mujer.

—¡Estuvo increíble!

—Quédense a ver el siguiente, estoy segura de que les va a gustar más. —Dalia sonrió con complacencia y Génesis recordó las lágrimas que había visto en las mejillas de su compañera, hizo que la soltara de un manotazo.

—¡Au, Génesis! ¿Qué te pasa?

La pelirroja apretó su mano sin dejar de sonreír, y su propio corazón se desbocó por el recuerdo de su padre.

—Sí, Génesis ¿Qué te pasa? —repitió ella, su tono adquirió un matiz más oscuro.

—No tenemos tiempo para estos juegos, ya perdimos suficiente. —La soltó, la mujer se abrazó la cintura, su lado le seguía pareciendo demasiado imponente—. Estamos buscando a alguien.

—¿Y qué les hace pensar que yo sé de quién están hablando, señoritas?

Reflexionó con cuidado, no podía decirle que Mikaela las había enviado sin poner una diana sobre su cuello, no era prudente.

—Mika, un recolector nos contó que vos podías... —dijo Hole, los ojos inexpresivos de Dalia se abrieron, y tras recibir la mirada fulminante de Génesis, se revolvió incómoda—. Encontrar a cualquier persona viva o muerta en la ciudad —siguió con un hilillo de voz.

Fue como si hubiera apretado un interruptor, el cuerpo entero de Dalia se tensó dejando atrás la fachada alegre que había tenido, se sentó frente al espejo iluminado, encorvada, con cara de malhumor y empezó a peinar su cabello.

—Con que volvió a la ciudad esa rata asquerosa —chasqueó, sumida en la imagen que le devolvía el espejo, parecía incluso triste—. Tenía mis sospechas porque es un gusano muy difícil de encontrar ¡Pero ahora sí se terminó! ¡Se terminaron las falsas negociaciones! ¡Y las mentiras escondidas bajo sus estúpidos juegos de palabras! —Estrelló el cepillo contra la mesa y varios labiales volaron al suelo—. Voy a ser la primera en poner el precio para que me lo traigan en una sola pieza. —Se levantó de golpe y captó la mirada perturbada de Génesis a través del cristal—. ¿Por qué carajo siguen acá? ¿Creen que les debo algo?

—Es terrible pelotudo —soltó Hole de repente, Génesis la miró sin comprender—. ¿Quién se cree que es? Y encima habla como mi abuela.

—¡Es una criatura detestable!

—¡Si! —segundó Hole—. Y la ropa ni siquiera se le ve tan bien.

—Cuando lo encuentre —juró con intensidad—. Cuando le ponga las manos encima, va a tener que arrodillarse y rogarme piedad.

Dalia asintió con emoción, y observó su copa vacía en completa tristeza. Génesis notó que su compañera le hacía una señal con la cabeza y se encendió una pequeña lámpara en su interior.

—Apenas logramos sacarle un par de palabras antes de que se nos escapara ese animal —dijo poco convencida. Tomó la botella de vino que había en la pequeña mesa junto al sillón y se lo sirvió—. Estamos buscando a una quimera joven de pelo rubio, ciega y con una venda en la cabeza. ¿La has visto?

Dalia parpadeó momentáneamente y ella pensó que lo había arruinado por completo. Hasta que por fin habló.

—Mhmmm. —Se levantó y corrió el escritorio para revelar una puerta a un cuarto oscuro—. Vengan.

Que estuviera tan dispuesta a ayudar después de que prácticamente habían entregado a Mikaela se le hizo demasiado surreal.

Un problema a la vez, se dijo, fue como la voz de un viejo amigo colándose en su memoria.

Dalia apretó un botón y una cantidad inmensa de pantallas iluminaron la negrura, empezaban a partir de una mesa con papeles de dulces y subían a través de todas las paredes, había imágenes de la ciudad. Varias de ellas mostraban el interior del casino, cada rincón, algunas incluso se movían. Recordó las flores que adornaban el pecho de los mayordomos y las plantas en las esquinas.

Tiene ojos por toda la ciudad. La mujer se inclinó hacia un micrófono.

—Bar número treinta y cuatro a la orilla del puerto, partida de póker —murmuró, todas las imágenes se acoplaron para mostrar una sola imagen en movimiento, y un video de un muchacho siendo apuñalado cruzó la pantalla.

Era Luís.

—Él inició, me llamó la atención que fuera ciego y peleara de esa forma tan brutal —explicó con tranquilidad—, es una bestia muy interesante, a los Diamantes les interesaría conseguir un subordinado con esas características después de que muera, esa ceguera hace que su fe sea fácil de guiar. —Al tenerla tan cerca, Génesis notó que su vestido no era solo eso, también tenía una cubierta que se extendía a sus piernas y brazos como una segunda piel, en su cuello era donde podían verse las grietas rojas cual mármol—. Pero es evidente que sus emociones sos demasiado problemáticas. —Señaló la pantalla—. Ese hombre lo electrocutó y se lo llevó después, un simple humano bastante adicto al juego.

—Dioses santísimos —murmuró Hole—. ¿Cómo lográs recordar todo esto?

Dalia se pasó la lengua oscura sobre los dientes y sonrió. Ya no parecía tan complaciente.

—Tengo muy buena memoria para algunas cosas. —Apretó un botón y las pantallas volvieron a dividirse, señaló una de las cámaras, un hombre sentado en una mesa, inclinado sobre sus cartas con gesto de frustración—. Miren, él vino hoy.

Debía llevarlo con los demás cuando antes, necesitaban interrogarlo. Le produjo un escalofrío ver la clase de poder que tenían los Ases de la Corte.

Podría encontrar a cualquiera en cuestión de segundos, podría encontrarlos. Descartó esa idea al instante, no era prudente tratar con la justicia sobrenatural en persona cuando llevaba más de mil años faltando a su palabra. Creía que merecía su castigo, pero ese no era el momento.

—En realidad, no son tan buenas actuando —remarcó Dalia tras el silencio.

Notó un ligero cambio en el aire a su alrededor, volteó, Hole se quedó paralizada en su lugar, no parpadeaba, su pecho apenas se movía, el mundo entero se había sumido en una lenta pausa. Génesis retrocedió, y la mano enorme del As se aferró a su muñeca, la calidez excesiva de su piel le dijo que se había quitado el guante.

—Haces todo esto por ese horrible recolector ¿Huh? —murmuró, sus ojos pálidos se proyectaron cerca de su cara, trató de zafarse, pero su agarre se volvió el de una estatua de mármol viviente—. ¿Tanto esfuerzo por un hombre? —Chasqueó la lengua—. Por los dioses, qué desperdicio de poder.

—No sé de qué estás hablando.

—Lo querés... no, lo necesitas. —Inhaló, las marcas rojas en su cuerpo respiraron por su cuenta—. Te recuerda demasiado a él, es enfermizo.

—De haber sabido que los Ases eran tan metiches ni siquiera me hubiera molestado —gruñó, dejó que su abismo manara de las grietas en su rostro—. ¿Su trabajo no es vigilar la escoria? Déjenme hacer el mío en paz.

—Buscar una quimera perdida no es tu trabajo, niña —señaló ella—. Tu padre tiene mejores planes para vos.

—Es una pequeña desviación que me ayudará a conseguirlo por fin, hicimos un trato —dijo con furia contenida, se arrepintió al instante.

¿Qué estaba diciendo? ¿Por qué había dicho lo último en voz alta? ¿Y por qué Dalia no estaba perturbada por su presencia, y parecía más bien al revés?

—La Corte querrá saber tus razones, inventate una excusa mejor hasta entonces. —El ángel esbozó una amplia sonrisa inhumana, y fue su confirmación. Detestaba a esas criaturas, apretó su muñeca—. Necesito que nos hagas un favor, sé que la viste.

No tuvo que observar su rostro demasiado tiempo para saber que hablaba de Reina, al parecer los rumores se extendían con rapidez.

—No voy a cazarla —soltó con brusquedad, no puedo en realidad.

Dalia se enderezó y como si le hubiera contado un chiste muy gracioso, soltó una carcajada que agitó su cabello rojo sobre sus delicados hombros de marfil.

—Eso no es físicamente posible para una criatura como vos, sin ofender. —Se corrigió acercándose más de la cuenta—. Necesito que le envíes un mensaje si la volvés a ver, en privado —aclaró—. Nadie más puede enterarse.

—No voy a entrar en contacto con ningún otro —dijo—. Todos ustedes son desagradables.

Dalia era un As que debía de pertenecer a un rango menor que Reina, aunque eso no la libraba del peligro que corría al dejar que le pusiera una mano encima. Podía sentir su influencia acariciando su pulso, y los pensamientos que de a poco surgían en su cabeza.

Hay ángeles que se han escapado de la Corte, y también existen los agentes enviados a torturar a los recolectores que aún mantienen un poco de humanidad.

—Gracias por tu halago. —Ella había hecho una pulcra reverencia, que dejó caer su cabello hacia adelante e hizo visible la gruesa cicatriz que serpenteaba su columna. Tenía la sensación de estar frente a una muñeca viviente, un disfraz de piel falsa que llevaba con tanta naturalidad que nadie iba a ser capaz de reconocer que estaba mal, porque sin haber visto uno antes no existía un parámetro acorde. No para las criaturas de ese mundo. Trató de no estremecerse cuando las palabras se proyectaron en su mente—. El cielo se revuelve en su ausencia, es hora de que devolvamos a nuestra Reina.

✴ ✴ ✴

¡Hola! ¿Como están? Espero que hayan tomado agua. 

¿Les sorprendió la actitud de Hole con el hombre que arruinó su tatuaje?

Por fin sabemos un poco más sobre los agentes de la Corte ¿Qué les pareció Dalia y su poder? ¿ Y su opinión sobre Mika?

¿Les gustaría conocer a alguna orden de la Corte en particular? (Ya apareció otro agente antes, si alguien se acuerda de él y me dice su nombre le entrego mi alma)

Génesis y Hole ya saben sobre Lorenzo ¿Le dirá al grupo por las buenas donde está nuestro Lulú? ¿O habrá que recurrir a la violencia? Hora de la votación.

Momento memes para conmemorar que Ethan de Måneskin es demasiado Mikaela para este mundo: 

PD: Quería hacer un meme de Hole haciendo de las suyas, pero no se me ocurrió, voy a trabajar en eso. 

PD1: Abajo está la canción que toca Dalia en la presentación, la amo 

En fin ¡Cuídense y muchisimas gracias por leer! Nos leemos el domigo que viene, si todo sale bien con doble actualización. 

—Caz.

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Los dulces momentos del amor. El amargo sabor de una despedida. El regusto ácido de un rechazo. Y la extraña sensación de un beso salado. *** Col...
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Hola quiero compartir los acordes de canciones populares para que puedan tocar su música preferida en guitarra; ojala les guste es lo único que se ha...