Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 35: Capricho divino |

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By CazKorlov

—Me juzgaron por mis sueños,

"las pesadillas no pueden tenerlos" dijeron

se ensañaron con mi cuerpo y

me condenaron gracias a ellos.

Génesis se estiró un poco en el sillón, Mikaela se recostó contra su costado, recargando las piernas sobre el asiento, como si buscara disminuir un poco el tamaño de sus horribles pesadillas. Al contrario de lo que pensó al principio, estaba cómoda sirviendo como almohada personal de ese recolector, lo cual no mermó el sentimiento de culpabilidad que le picaba la conciencia.

¿Por qué lo hacía?

Si se había acercado a él era porque le recordaba a su padre en su época de intensa enfermedad, pero eligió quedarse incluso después de que su burbuja se rompió y notó la diferencia, al escucharlo murmurar el nombre de su amante. No pudo dormir debido al peso de sus pensamientos, preguntas sin respuesta y la idea fija de que una noche a su lado no iba a hacer nada para mejorar las condiciones del hombre tembloroso entre sus brazos.

Él no era su padre ¿Por qué le importaba?

Tuvo que hacer uso de aquellas memorias obsoletas para tratar de pensar en el sentimiento que lo atravesaba. Génesis consideraba el amor como la maldición más devastadora de Ansía. En cualquiera de sus formas podía unir el destino de las desgracias de una manera que ningún contrato divino podría, o roer la voluntad de la asesina más letal hasta que no quedara más que el cascarón vacío de una niña que extraña a su padre.

Así, reconocer que Mikaela amaba a Luís la puso de mal humor. Intervenía directamente con su propósito.

La muerte enamorada de la vida, qué cliché Mikaela, incluso para ti.

Quiso decírselo en la cara con el enojo que había acumulado durante esos días, pero despertarlo solo para reclamarle por su debilidad ¿Por qué? No podía hacerlo sin exponerse demasiado a la aguda percepción de él. No había hecho nada más que esconder sus problemas. Se negaba a mostrarle esa clase de debilidad, no creía que supiera manejarla.

Había cuidado de su padre a costa de palizas crueles cuando el peso de las pesadillas fragmentó su conciencia, no tenía por qué subestimarla.

Cerró los ojos con el ceño fruncido y trató de descansar su cabeza, empezaba a dolerle otra vez, pero escuchó pasos sutiles arrastrarse por el suelo. Había estudiado el mapa de la biblioteca que encontró en uno de los cajones, por lo que no le costó localizarla. Aquella presencia se quedó un instante en la puerta de su habitación y continuó. Era alguien que no quería ser descubierto, la estaba observando.

Génesis transformó sus ojos en los dos orbes aguamarinas, y se deslizó con suavidad lejos de Mikaela. En completo silencio se enderezó para avanzar en la dirección contraria de aquel sonido hasta salir de la zona semicircular de lectura. Localizó la ubicación de aquella respiración en la esquina más cercana a las habitaciones y deshizo su cuerpo entre las brumas de su abismo.

Una mano surgió de la oscuridad, tapó la boca del espía antes de que pudiera gritar y la otra lo cazó por el cuello, lo presionó contra la pared en lo que el resto de su presencia terminaba de acorralarlo.

—¿Qué mierda haces? ¿Te quieres morir?

Hole temblaba, pero olía a sangre y caramelo.

✴ ✴ ✴

—Despierta —gruñó, picó su estómago con el pie, la intensidad iba en aumento—. Abre los ojos ahora, vaga ¡Despierta!

Hole parpadeó somnolienta, los rayos de la luna se colaban por la entrada del mausoleo en sus ojos cristalizados. El ascensor por el que habían subido garantizaba que pudiera interrogarla en paz, sin despertar a nadie. La molestia que ganaba terreno a medida que comenzaba a imaginarse que la había visto dormir junto a Mikaela, aumentó al escucharla roncar.

Estaba furiosa, se inclinó dispuesta a patearla otra vez.

—¡Estoy despierta, estoy despierta!

—Estoy esperando —puntualizó, caminando alrededor.

La quimera de cabello azul se enderezó, mientras se tallaba los ojos con lentitud. Ella perdió la paciencia, no le creía nada, la levantó de las solapas de su camisa de dormir con estampas de unicornios coloridos.

—¿No te han dicho tus padres que espiar a las personas es de mala educación? ¿Y qué hacías parada afuera de mi habitación? Respóndeme en orden o te juro que...

—¡Perdoname pensé que fingir estar dormida era la mejor forma de salir de una situación tan embarazosa!

Por el santísimo dios creador.

—No fue eso lo que te pregunté —gruñó, pero la manera en la que la mujer se agitaba hizo que sintiera una punzada de culpabilidad—. Deja de temblar, no fue nada, para ya.

—Perdón, es que cuando tengo pesadillas y no puedo dormir me agrada pasear, pero no fue mi intención espiarte, perdón, cuando te vi me asustaste y...

Génesis casi pudo escuchar el resto de la frase terminar en su cabeza.

Pensé que vos eras una pesadilla.

Aquello la hizo ser consciente del estado de su cuerpo, no era la adolescente bajita con extremidades delgadas y ojeras ocupando la mayoría de su rostro. Desde el incidente del bar, luego de que Mikaela hiciera nulos comentarios con respecto a su apariencia había estado utilizando más su forma real, era más alta, sus músculos estaban firmes bajo su ropa y el tamaño de su espalda igualaba la del más temible de los luchadores. Las cicatrices eran imborrables, hundían sus ojos y marcaban el resto de su cuerpo como gruesas serpientes enroscadas alrededor de sus extremidades.

Hole había querido pasarse de lista cuando la conoció con su forma más inofensiva, pero ahora que podía verla era inevitable que temblara de miedo y respeto al mismo tiempo.

—Bien —masculló, no quería lidiar con ella. Salió del mausoleo con paso de plomo.

Sintió culpa otra vez. No solo la había empujado antes, también la arrastró lejos de su cama para interrogarla a pesar de que a su corta edad era la máxima expresión de la inocencia. Le era difícil reconocerse a sí misma en sus acciones. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué actuaba tan irritable? Detestaba darle la razón a Mikaela cuando había dicho que no se acercaran a Génesis y a "su abismo del malhumor."

Él merece que lo despierte a patadas.

En contraste sentía que los reclamos de su padre contradecían los de Mikaela por completo.

Tonta, pasar demasiado tiempo en su mundo te volvió blanda.

—¡Esperá! —Escuchó los pisotones de Hole recorrer el espacio a sus espaldas y no volteó, tan solo atravesó su abismo, se deshizo en el aire como el humo bajo las lámparas.

Se acuclilló en silencio en el techo del mausoleo, con deseos de quedarse sola y observó el amplio sendero en el que había estado un instante anterior, Hole daba vueltas sobre sí misma, buscándola. Hasta que por fin suspiró y pareció regresar al lugar de donde había venido.

—¡Acá estás! —Su voz la sobresaltó, ¿Cómo lograba tener tanta energía? Su cabello azul se asomó por encima del techo, se había trepado en uno de los ángeles de piedra y tras saltar de él cayó sobre el borde con la gracia de un fantasma, pero al tratar de quitarse el pelo del rostro resbaló—. ¡Me caigo! ¡Ayudame!

Génesis suspiró de forma ruidosa mientras sus tímpanos retumbaban. La quimera estiró la mano, y la sostuvo antes de que cayera de espaldas contra la espada alzaba de arcángel San Miguel.

—Promete que vas a dejar de gritar.

—¡Sí! Digo, si —murmuró más bajo al chocar con ella.

Se dio la vuelta y se alejó algunos metros de su presencia rebosante de energía, sentándose contra la piedra empinada acomodó los brazos bajo su cabeza, con los ojos abiertos trató de ignorar sus pensamientos para concentrarse en los ruidos naturales del mundo a su alrededor. Al no tener la posibilidad de observar el cielo en busca de su padre, así era como trataba de tranquilizarse.

Hole guardó la distancia, pero se acomodó a su lado sin tocarla. Podía sentir su corazón acelerado. No estaba funcionando.

—¿Podrías hacer menos ruido al respirar? —pidió—. Es molesto.

—Lo intento. —Se disculpó de forma brusca—. ¿Por qué estás enojada? ¿No te gustaron las galletitas?

—¿Qué?

—Mikaela había dicho que estabas de muy mal humor porque necesitabas acostumbrarte al nuevo ambiente, y yo le pregunté si había algo que pudiera hacer para que te sintieras más cómoda —explicó la quimera, gesticulando con las manos—. Él me dio la idea, me dijo que seguro te iban a gustar porque siempre las comías con el café, aunque yo nunca había hecho, lo intenté con una receta de internet y las primeras salieron medio medio, creo que casi envenené a Rafael sin querer...

Asumió sin miramientos que había sido Mikaela. Génesis sintió su rostro arder en la oscuridad, mordió su labio. Hole seguía explicando cómo había perseguido a Megara por toda la cocina para que probara su segunda versión de las galletas de un intenso sabor a arena. No se dio cuenta de que quería reírse hasta que la quimera señaló su rostro, ofendida.

—Aaaay ¿Estaban feas? ¡Y eso que fueron mi tercer intento!

No pudo seguir porque también se contagió de su extraña risa.

—No estaban feas —dijo ella, con la seriedad que le daba su larga carrera de consumidora de dulces, aún se agarraba el estómago—. Estaban horribles —sentenció.

Hole tardó más en dejar de reírse, incluso la empujó por el hombro de forma juguetona, trataba de fingir que seguía enojada.

—Bueno, pero te las comiste todas y no dejaste ni las migas ¿Y si tenían cianuro, ah? Eso no fue muy rockstar de tu parte.

Sin proponérselo Génesis revivió la sensación del cuerpo acurrucado de Mikaela a su lado.

—Esa no es la clase de veneno que puede afectarme —dijo al final.

—¿Y cuál es? ¿Entonces es verdad que la voluntad de Caos podría morir envenenada? —preguntó con excesiva emoción. Hizo que la mujer se volteara a calcular su silueta reconocible entre las brumas.

Demasiado obvia para resultar peligrosa.

—No.

Escuchó su risa tintinear.

—Genial, porque eso habría sido una decepción.

Nada que proviniera de Ansía podía matarla, esa era la garantía creada por Caos de que permanecería en el plano hasta cumplir con su cometido.

—¿Eso era lo que hacías en mi habitación? —preguntó en su lugar.

—Pensé que iba a quedar raro decírtelo directamente —comentó avergonzada, jugaba con sus dedos tatuados—. No quería parecer una acosadora, pero no podía dormir.

No habló, incluso desde esa distancia, notaba el corazón de ella desbocarse cada vez que le dirigía la palabra. Era extraño, pero al cabo de un rato se acostumbró a aquel rítmico sonido.

—¿Y qué sueñas cuando sí duermes? —Se encontró preguntándole, le causaba curiosidad saber qué era lo que podía haber en una mente tan inocente como la de ella.

La quimera se animó al escucharla.

—¿Sin las pesadillas? Puedo volar, veo el cielo de miles de lugares, nubes, soles, lunas y estrellas, lleno de colores, todos los que te puedas imaginar. —Hole asintió emocionada por su propio relato, y se levantó impulsada por un resorte invisible, se movió por el borde del mausoleo con increíble equilibrio como si pudiera trazarlas en el cielo con la mano extendida—. Pero mis preferidas son las auroras boreales. Cuando las llamaradas solares penetran el escudo de la tierra y llegan a la atmósfera, al atravesar, las capas de ozono, oxígeno y otros ¡Se produce una explosión de colores tan increíble! —Se calló de repente, como si hubiera sobrepasado su papel de niña tonta al soltar información tan específica.

—Me cuesta imaginarlo —dijo Génesis, con deseos de animarla a seguir—. Mis ojos no fueron hechos para observar este plano, interfieren con algunas cosas.

Ella asintió como si lo supiera, y se llevó dos dedos a la sien en posición firme.

—Voy a dibujarlo para usted, mi señora. —Su tono exagerado provocó que chasqueara la lengua.

—Soy Génesis. —Se encontraba un poco perdida en su relato, entre tantos colores nunca había visto más que niebla y oscuridad—. ¿Y en las pesadillas que ves?

La mujer de cabello azul volvió a recostarse, la tensión palpable en su cuerpo y en su voz, se había transformado en un débil susurro.

—Un agujero negro me persigue, y se lo lleva absolutamente todo.

Varios días después de que le insistiera que jugaran a tratar de imaginar esos paisajes durante la noche. Génesis se sorprendió a sí misma sintiéndose a gusto con las espontáneas descripciones de Hole, escuchaba en silencio tratando de visualizar aquellos escenarios. Una práctica a la que no estaba acostumbrada, pero ayudó a que despejara su mente de las cosas que causaban mal humor, como las desapariciones furtivas de Mikaela y el hecho de que la siguiera ignorando durante el día. La inocencia de esa quimera fue un rayo de luz colado a la cueva húmeda e irregular de sus inseguridades.

Ella hablaba hasta por los codos apenas le dieran la oportunidad. Le contó sin pensar que estudiaba ciencias de la atmósfera, pero se tomó un año de descanso para ir a rehabilitación por sus adicciones. También que Mikaela le había ofrecido la tarjeta del bar al intervenir en una pelea en un callejón en la que casi terminan apuñalándolo por su culpa y por estar tan fuera de sí ni siquiera le había dado las gracias o pedido disculpas.

—La primera vez que nos presentaron no estaba de tan buen humor, fui violenta y provocadora. —Se rascó la mejilla con incomodidad—. Quiero disculparme por eso.

El tatuaje de su nombre yacía impreso en letra gruesa con puntas espiraladas.

—Olías a sangre —señaló, hizo que suspirara.

—Sí, ese día tuve una pelea con mi antiguo proveedor porque me quería estafar diciendo que le debía plata que ya le había pagado —explicó con resignación—. Creen que porque soy amable no tengo calle y que por eso pueden aprovecharse de mí, y no es así.

—¿Sabes pelear?

Se encogió de hombros como restándole importancia.

—No me emociona la violencia cuando es obvio que voy a ganar.

Le contó sobre lo exigentes que eran sus padres y como habían estado en contra de sus decisiones. La deshumanizaban cada vez que la obligaban a estudiar en casa o forzaban los límites de su cuerpo en el entrenamiento brutal al que sometían a la mayoría de las quimeras, porque según ellos su destino era más importante que ser un simple miembro funcional de la sociedad. Así nunca se daba cuenta de que había pasado toda la noche hasta que el sol calentaba su piel, y ninguna de las dos estaba cansada.

Esa mañana Génesis se sentaba en la mesada cocina mientras ella trataba de igualar la receta de las galletas para probarle que podía hacerlo mejor, y escuchó su historia cincelada por la admiración que sentía por ellos. Comprendía ese sentimiento en carne propia. No había tortura que no estuviera dispuesta a soportar si venía de las manos de su padre, quien siempre quiso lo mejor para ella.

Según su relato, Megara no era su hermana en realidad, era la fachada que habían inventado gracias a su amistad. Quería ser influencer en las redes sociales y se conocieron en una sesión de fotos de una marca de ropa alternativa por compartir un estilo que podría complementarse bien. Ella perdió todo el contacto con sus padres el día que decidió transicionar, y permanecía a su lado cuidándola, porque la veía demasiado inocente.

—" El mundo está podrido de gente hipócrita que solamente busca hacer ver nuestra diferencia como si fuera el reflejo de sus asquerosas debilidades" —citó Hole.

Invocada por su relato Megara apareció en la puerta de la cocina vistiendo un largo camisón rosado, se detuvo a observar con una ceja alzada el desastre que había hecho su hermana.

—Decime que no fueron las galletitas otra vez —rogó, pero la quimera de pelo azul se limitó a sacar la bandeja del horno con gesto campante.

Génesis se bajó de la mesada, donde quedó un hueco de espacio limpio en comparación a la harina regada por todo el lugar, y se llevó una a la boca antes de que terminara de enfriarse.

—No está tan mal —asintió, Hole saltó de emoción.

—¡Y al primer intento, carajo sí!

Rafael fue el siguiente en despertar.

—¿Qué es ese olor a quemado? —preguntó el hombre de ojos grises, ocasionando que la quimera notara el omelet carbonizado que había intentado hacer a la primera.

Génesis no tenía idea de cómo se suponía que cocinaban las criaturas de aquella época, siempre había comido las cosas crudas y en movimiento, quizás demasiado para su gusto.

Megara se encogió de hombros buscando algo en la heladera y Rafael la siguió, él se sentó en la amplia mesa redonda con gesto somnoliento y una manzana entre los dientes, trató de tomar una galleta, pero Hole le pegó en la mano con la espátula. Alexandra llegó medio segundo después como un fantasma, sin hacer ruido se sentó a horcajadas sobre una silla al revés, cortaba una manzana con el pequeño cuchillo que había salido de su manga en el extremo más alejado de la habitación.

La verdad fue evidente cuando Max cruzó esa puerta, poco hizo por ocultar su desagrado al ver la cocina patas arriba, con cáscaras de huevo y paquetes regados por doquier.

—Por el dios creador, otra vez no —se escandalizó—. Mikaela va a matarnos.

Rafael se tragó la manzana en tres bocados y contestó a la pregunta de Megara sobre León.

—Sigue durmiendo ese animal, parece que le pagan por ser un vago.

—No soy ningún vago. —El aludido atravesó el umbral, y se ubicó al lado del castaño, estirándose en diagonal con un ruido agudo como un gato enorme, arrastró las uñas por su brazo—. Solo guardo mi energía para los momentos más importantes, darling.

—Tenemos que limpiar esto antes de que llegue —seguía Max, había agarrado una bolsa y se paseaba alarmado por toda la cocina.

—Muy tarde, pichón. —Mara lo cazó de la nuca y lo obligó a mirar hacia la puerta, donde la silueta del cazador terminaba de trenzarse el cabello con una cara de muerte, intensificada por las ojeras bajo sus ojos dorados—. Llegó tu papi.

Las cicatrices se fruncieron durante una fracción de segundo en la que Génesis estuvo a punto de cubrirse las orejas esperando un grito, pero falló al ocultar su perturbación cuando lo vio encogerse bajo el elegante pijama, dispuesto a prepararse una taza de café. Sin hacer algún chiste respecto a la comida de Hole, ni dar los buenos días.

Nada.

El insoportable recolector no dijo nada, y se movió con lentitud durante resto del desayuno. Todos notaron su aspecto desganado, incluso sus manos grisáceas mientras sostenía la taza y observaba algún punto perdido en el líquido entre sus dedos. Al terminar, Génesis no pudo soportarlo más. Tiró de la manga arrugada del hombre hacia el pasillo iluminado y los encerró a ambos en una de las habitaciones lo suficientemente lejos para que la banda de quimeras no pudiera escucharlos.

Lo observó bajo la intensidad de las luces y lo notó parpadear con atroz lentitud.

¿No iba a decirle nada, aunque su agotamiento era tan evidente? Se enfureció, iba a hacerlo reaccionar como diera lugar, así que, sin pensar, lo abofeteó con fuerza. Trató de volver a repetir la acción, pero él cazó su muñeca de forma automática. Se enderezó, tenía el ceño fruncido, el fastidio quemaba las pupilas.

—¿Por qué mierda fue eso? —La miraba como si fuera una niña más a pesar de que usaba su apariencia original y tenía casi la misma altura que él.

—Así que el cadáver puede hablar, qué sorpresa. Por un momento creí que ibas a descansar con tus compañeros allá afuera.

Mikaela suspiró desviando la mirada y la soltó.

—Buen día para vos también, Génesis.

—Mírate al espejo, Mikaela, parece que necesitas pruebas obvias de lo que le estás haciendo a tu cuerpo, porque eres increíblemente listo, pero no lo has notado o solo eres un idiota que finge inteligencia. —Avanzó un paso en su dirección—. ¿Cuándo pensabas decirme que tu amor por esa quimera te estaba matando? —Mikaela trató de hablar, pero ella no se lo permitió—. ¿Cuándo se te ocurrió que ocultarme tu sufrimiento iba a servir de algo?

Mikaela forzó una sonrisa que le punzó la conciencia.

—No hay tal sufrimiento.

En un movimiento Génesis inmovilizó uno de sus brazos y lo empujó, en el proceso destapó el espejo que en el pasado había adornado la habitación, para que escaneara su reflejo.

—¿Y esto qué es? Mikaela... —Se silenció al observar que los ojos del hombre se habían llenado de lágrimas silenciosas, y pequeños temblores sacudían su cuerpo, como si no fuera capaz de salir de la cárcel impuesta por su apariencia, tomó su rostro con una mano y lo obligó a mirarla, trató de suavizar su tono—. Se supone que somos un equipo, por favor, por favor, cuéntame qué estás pensando.

—Me interesa la parte en la que dijiste que soy increíblemente listo en realidad —soltó a modo de burla, pero una mueca atravesó su intento de sonrisa, y el peso de sus pensamientos lo venció—. Hace días traté de hablar con Luís y creo que se puso peor.

—Te dije que le dieras su espacio.

—¡Es que no puedo! Y cuando vi sus ojos esa noche...—tragó como si soltar aquellas palabras le dolieran—. Al principio traté de convencerme que era la sombra de sus alas, pero hace días que no puedo localizarlo y cuanto más pienso en eso tengo más claro que su alma está, está... siendo perturbada por esa cosa, dioses.

Un silencio sepulcral los atravesó mientras él procesaba lo que acababa de decir, y de a poco las lágrimas comenzaron a rebalsar sus ojos dorados como la corriente de pensamientos que había estado tratando de ignorar. Allí mientras se cubría el rostro con las manos, el recolector se quebró y Génesis también lo sintió.

Era el peso de la culpa.

—Sé que soy el responsable, si no lo hubiera dejado meterse en todo este asunto...

—No lo eres. —Ella encontró su voz extraña, suave, tratando de darle el consuelo que jamás había obtenido para sí misma—. Es el amor un veneno terrible, pero no cometas el error de asumir que sus problemas te pertenecen.

—Le prometí que iba a protegerlo, y ahora que se alejó no sé qué hacer, ni dónde comenzar a buscarlo. —Los ojos perdidos en los recuerdos asomaron a esas manos, sospechaba el único lugar que no estaba recubierto de cicatrices.

Suspiró, trató de ver su rostro completo surcado de sombras. Consciente de que se contradecía a sí misma y era muy probable que en el futuro fuera a arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer.

—Nosotros podemos ayudarte a encontrarlo. —No le costó en absoluto poner su propósito en segundo lugar y mientras apoyaba su frente en la de él, sintió un nudo de culpa expandirse en su garganta—. Te juro en nombre de mi padre, que no faltarás a tu promesa.

¿Qué le había hecho ese cazador a su cabeza?

✴ ✴ ✴

La reacción del grupo fue obvia para ella, pero aun así observó la incomodidad tensar las facciones del recolector mientras trataba de explicar la nueva situación. Su visión se perdía en la pared donde Génesis se encontraba con los brazos cruzados en silencio.

Al final Mikaela se aclaró la garganta, llamando la atención de todos. Así comenzó a esbozar entre ademanes cortos, la historia sobre Luís y su padre. La quimera que iba a ser capaz de traer prosperidad a una familia poderosa, nacida bajo un apellido reconocido le esperaban grandes cosas. No solo por el peso económico de su fortuna, sino por su descendencia, una criatura capaz de ocultar sus alas dentro de su carne por orden de su voluntad era demasiado bueno para ser verdad.

Esperaba la sorpresa en sus rostros, en especial en los que formaban parte del espectro quimera. Pues era de conocimiento general que luego de la maldición de Caos la raza había decaído gracias a la poca tasa de fertilidad y muerte joven de sus integrantes. También debido a los intensos experimentos que realizaban en ellos para volverlos más fuertes con la esperanza de reencarnar lo más cercano a la divinidad, la inmortalidad. En ese mundo era extraño encontrarse con alguien que poseyera aquel grado de pureza en sangre, en especial después de que comprobaron que aquello era producto de alguna clase de sorteo divino.

Algo bastante cruel viniendo de su padre, no por eso menos justo.

—Yo no te lo quiero decir así, pero... —comenzó León.

—Hay que hacerlo. —Rafael se rascó la nuca.

—¿Decir qué? —preguntó Megara con un brillo extraño en los ojos, era humana, y no terminaba de comprender.

León asintió en silencio y Hole silbó sorprendida.

—Tu novio es la gallina de los huevos de oro, Mika.

Él se crispó.

—Lo que quieren decir —afirmó Max, tratando de calmar la tensión de forma errónea—. Es que si la sociedad logra poner las manos en él no vas a volver a verlo nunca más.

Lo sabía, ese grupo de locos que dedicaban su vida entera a planear la fertilidad de las quimeras bajo las reglas de supervivencia absurdas basadas en la selección artificial. Sin embargo, eso no evitó que su cuerpo se sacudiera con un temblor involuntario que disimuló al lanzar el cabello sobre su hombro.

El peligro fue evidente cuando ellos se enteraron de quién era su padre. Max se levantó de la silla de golpe, la tumbó a sus espaldas.

—¿Marcel Blanco el original que arruinó tu bar?

León le agarró la muñeca para que no huyera de la situación, pero fue Rafael, antiguo pirata del asfalto que había estado a punto de ser atrapado por la policía una cantidad incontable de veces, quien para su sorpresa se alejó como si solo su nombre le quemara.

—Me están jodiendo.

—Calmate Rafael —habló Alexandra por primera vez, todos voltearon a verla sorprendidos, pero sus ojos del color del mármol claro estaban clavados en la expresión turbada de Mikaela—. ¿Qué necesitas saber sobre él?

Génesis fue consciente de que había información desconocida flotando en el aire.

Posteriormente se enteró con el recolector acerca de los turbulentos asuntos a los que los hermanos Rafael y Alexandra Romano tuvieron que enfrentarse al hacer tratos con la policía. Habían aceptado un trabajo que los iba a ayudar a deshacerse de su amplio prontuario de crímenes. Marcel Blanco les ofreció un trato hacía un par de años, uno en el que debían reubicar las armas que él desviaba hacia sus manos. No era difícil y la paga de quemar sus antecedentes era como vivir un sueño.

Lo que no sabían por ese entonces era que las mismas iban a ser trasladadas en el interior de los cadáveres recién salidos de la morgue bajo la central de la federal. Rafael era un matón por naturaleza que había crecido en una familia humilde, demasiado joven para soportar la culpa de los cuerpos que ese desalmado había hecho desaparecer bajo sus mangas. Por otro lado, se desconocía de Alexandra cualquier información sobre su origen, no más que el acento ruso y la manera en que se desligaba de cada trabajo como si no fuera un mandado más.

El tamaño de su ambición era tal que había intentado estafar hasta el mismísimo Marcel, y por supuesto que él los descubrió. Vació sus cuentas bancarias, pero los dejó vivir con sus deudas por capricho divino, a modo de reprimenda. Mikaela los había ayudado después de que los cazarrecompensas pusieran un precio por su cabeza, y pagó sus deudas. Por eso trabajaban para él, le debían demasiado.

Génesis era consciente de que había omitido información, no le contó por qué Alex le perturbaba tanto. Después de todo, aquella lealtad ciega no era algo que pudiera comprarse tan fácil. Y la de seres tan traicioneros como las quimeras debió de conseguirla a cambio de una enorme pila de cadáveres.

Eso sin contar las torres de ilegalidades que había acumulado para ganar la confianza de los demás.

¿Algún día pagarás tus propias deudas, Mikaela?

—Necesitamos todo lo que puedas decirnos. —Se dirigió a Alexandra, dio un paso al frente—. No tenemos tiempo.

La mujer volteó hacia ella sin parpadear. La poca comunicación volvía su voz rasposa, pero hablaba suave a pesar de eso. No le desagradó en absoluto.

—Denme doce horas, un ordenador, y una señal de internet decente.

La noche siguiente Génesis no se sentó sobre el mausoleo a la luz de la luna a escuchar las palabras de Hole, todos se dividieron las tareas y mientras Mikaela se recuperaba a ella le tocaba salir a patrullar la ciudad con la lista mental de los lugares que Luís solía frecuentar.

Se encontró con Hole al pie del mausoleo, tenía el cabello peinado en pequeñas trenzas pegadas a la cabeza, y el resto de su longitud azul descansaba sobre sus hombros, así resaltaban más sus pálidos cuernos espiralados. Se apoyaba en las rodillas y estiraba de forma incómoda, al mismo tiempo que hacía tronar todos los huesos de su cuerpo.

La tinta sobre su ceja y en la extensión de su cuello relucían oscuros en contraste con la enorme sonrisa de dientes puntiagudos que le mostró al escuchar la pregunta implícita en su mirada.

—Voy a acompañarte.

La mujer casi se había contagiado de su risa.

—¿Te crees capaz de seguirme el ritmo? —Debía aceptar que al lado de ella su humor se volvía extrañamente decente.

La quimera se había acercado con las pupilas contraídas, conteniendo una pequeña mueca en los labios que hacía evidente el desafío implícito.

—Probame.

Génesis a veces tenía la sensación de que la tranquilidad de Hole era una pequeña porción del cielo sin nubes en medio de un tornado a punto de arrasar con todas sus suposiciones.

—¿O tenés miedo de que una bestia tan joven pueda ganarte?

Completamente impredecible.

Antes de que pudiera reaccionar, retrocedió y saltó sobre ella al techo, la helada noche le recorrió la columna, el viento le voló la capucha revelando sus facciones adultas. Vislumbró la silueta parada con gracia entre las brumas. Le gruñó.

Una nueva sensación impulsó la fuerza de sus músculos. Ya la había calculado, era rápida, pero hacía movimientos innecesarios, pensaba enseñarle como se hacía, mientras reconstruía el camino en su imaginación. Bares, cementerios y fábricas aisladas formaban parte del mapa memorizado. ¿A dónde podría haber ido una criatura que se siente abandonada para olvidarse del mundo a su alrededor? Por desgracia, Génesis era capaz de comprenderlo a la perfección.

✴ ✴ ✴

Buenas tardes estrellitas ¿Cómo están?

¿Notaron que nuestra roño se está volviendo una criatura más empática? Me dan ganas a apapacharla cuando lo digo en voz alta.

¿Qué piensan de la historia de Hole?

¿Pueden ver el cielo cuando sueñan? 

¿Tienen alguna teoría con respecto a Hole?

¿Qué opinan sobre Génesis preocupada por Mikaela?

¿Esperaban que Alexandra estuviera tan dispuesta a colaborar?

¿Creen que esconde algo?

¿Génesis verá las consecuencias de ayudar a Mikaela a costa de su deber? Lo averiguaremos.

¿Seguiremos leyendo los nuevos dilemas existenciales de Génesis? Por supuesto.

¡Muchísimas gracias por leer! Cuídense, y nos leemos el domingo que viene

—Caz.

PD: Últimamente estuve escuchando mucho a Unlike Pluto, y creo que la canción en multimedia puede representar muy bien a nuestra querida Hole 

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