Génesis [La voluntad de Caos]...

By CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... More

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 33: Requiescant in pace|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 34: Parásito infernal|

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By CazKorlov

—Como ellos me pertenecían,

sus problemas también.

Los presenté ante esos ángeles malditos

y los defendí de sus cuestionamientos.

—Que no esté de acuerdo con vos en venerar al mismo dios, no quiere decir que rechace tu naturaleza ¿Por qué lo hacés tan difícil?

—¿Yo lo hago difícil? ¿Quién fue el que ató su destino ciegamente al de alguien que acababa de conocer? —Luís supo que si no tuviera su vieja chaqueta encima de los hombros y las alas punzando su carne por salir estaría temblando. El que Mikaela se quedara en silencio lo enfureció más—. El peso de tus ambiciones siempre fue más grande que tus ganas de seguir con esto, aceptalo de una vez.

«Estás celoso porque no quiso atarse a vos, aceptalo de una vez.»

—Matar a tu padre no va a hacer que todo se resuelva automáticamente, no funciona así. —Se interrumpió el cazador—. Pero podemos encontrar una manera de solucionar esto juntos, vení conmigo, por favor —rogó—. Por favor.

«Él la eligió a ella, nunca van a estar juntos mientras ella sea mejor que vos»

Sintió la amargura lacerar su corazón al ritmo de aquella voz.

Mikaela no lo decía porque de verdad lo pensara, solo quería que le creyera para que cediera a su favor. Al final del día, manipular personas era parte de la naturaleza del hombre del que se había enamorado y no podía hacer nada para cambiarlo, en el fondo no lo culpaba, pero no pensaba creerle más. Se acercó al borde de la terraza de espaldas.

—No te preocupes, siempre fui consciente de que no representé más que una carga para vos.

—No me digas eso, no es verdad. Jamás fuiste una carga y jamás lo serás, Luís Blanco. No puedo mentir ¿te acordás?

«Ella podrá darle lo que vos jamás pudiste, una feliz vida inmortal.»

El cazador lo conocía, tanto que se sintió miserable cuando esa noche lo encontró durmiendo a la intemperie en el lugar donde entrenaban y tuvo ganas de lastimarlo para enseñarle lo que sentía ser él. Enfrentar el deseo irrefrenable de destrozarlo todo solo porque así era su naturaleza, y soportar la carga de su raza incluso después de haber fingido su muerte.

Estaba acorralado por el cuerpo del más alto cerrándole la salida, no podía respirar mientras él se acercaba en silencio con esas manos dispuestas a consolarlo el tiempo que hiciera falta, pero derrumbarse otra vez era lo último que quería después de escuchar cómo sus ideas rechazaban al Creador.

Él tampoco podía dudar, por esa razón, se deshizo de la ropa de la parte superior de su cuerpo y saltó al vacío, antes de que pudiera tocarlo.

—¡Luís no!

El resto de los días posteriores a aquella charla con Mikaela fueron peores, esa última escena se reproducía en su memoria por obra de ese parásito que solo buscaba debilitarlo.

Sabía que no iba a poder esconderse por mucho tiempo, y en su condición era difícil no llamar demasiado la atención. Un muchacho joven con una venda sangrante en el rostro era el foco de murmullos curiosos, por lo que su ansiedad ganó la batalla y acabó con la poca estabilidad mental que le quedaba. No paró de moverse, tampoco dormía, solo se inyectaba la energía directa en las venas. Resolvió detenerse un par de horas durante el día en algún lugar abandonado que pudiera proporcionarle la paz suficiente para envenenar a su cuerpo, y salir a sobrevolar la ciudad en la noche en busca de algún bar en el cual perderse entre el montón.

Comer de forma intermitente para guardar sus ahorros en caso de necesitarlos se contradecía la poca estima que tenía sobre su propia vida. Su sangre no procesaba los estupefacientes igual que los humanos, por lo que si deseaba conseguir el efecto debía consumir más de lo normal. Su cabeza se sentía como un globo de helio a punto de explotar, mientras se inclinaba sobre el pequeño camino blanquecino que había trazado con sus garras. Siempre extendidas, siempre alerta.

Se enderezó mientras lamía los restos entre sus uñas, sentado al final de la enorme sala y contuvo un gruñido cuando llegó la explosión de sensaciones directo a su sistema nervioso central. Inhaló el aroma a sangre y sudor, era imposible discernir a una quimera cuando todos en ese lugar, humano o no, seguían sus instintos animales sin pensar. Era un bar caro por la clase de anonimato que podía brindar, ubicado en un rincón apartado con vista al puerto. Un ambiente en penumbras con un círculo de luces blanquecinas donde una enorme mesa oscura reunía a personajes que también querían dejar de fingir que vivían en paz. Lo que marcaba su presencia esa noche no era la raza sino la cantidad de plata que estaban dispuestos a dejar en el juego frente a ellos. Eso y los voluptuosos cuerpos de las mujeres revoloteando a su alrededor, algunas humanas, algunas quimeras que iban a disfrutar su última cena.

Cada uno tiene el derecho de elegir cómo matarse lentamente, pensó en trance, tenía la boca seca ¿Mikaela habrá llegado a esa misma conclusión antes de suicidarse? Su corazón se saltó un doloroso latido al imaginarlo en esa terrible situación.

«¿Habrá llegado tu hora, pequeño cobarde?»

Esa sombra asquerosa imitaba la voz demandante de su padre, a veces de su hermano o la de Mikaela, por lo que volteaba de forma inevitable. Había comenzado a escucharla después de la muerte de Lucio, la culpaba de cometer las acciones de las que iba a arrepentirse de por vida, y solo algunas drogas servían para acallarla por completo, a veces ni siquiera eso. Se concentró en la acalorada conversación que tenía el grupo que jugaba póker para ignorarla.

—Callate Sam, a nadie le interesa la política acá —gruñó uno—. Siempre es lo mismo con todos los políticos, sus promesas se derrumban cuando llegan al poder.

—Pero él no es un político, Eli, es el comisario jefe de la federal, y comenzó a desmantelar todos los bares clandestinos ¿No viste las noticias? El presidente lo felicitó en vivo —insistió ella—. Va a saber hacer algo memorable, va a imponer la mano dura, yo lo sé.

Luís hundió la cabeza entre los hombros al escucharlos hablar de su padre, y empinó la tercera botella de licor de la noche contra sus labios, la observó con el ceño fruncido. Vacía.

Estaba llena hace un momento.

«Andá a buscar otra.»

Sintió el impulso instantáneo de obedecerlo y presionó su mandíbula.

—Parece que te olvidas que ese mismo hombre es un original, nació en una cuna de oro macizo, igual que toda su prole ¿Crees que va a hacer algo? Solo quiere quedar bien con los demás para asegurar su puesto.

—¿Van a jugar o qué? Si salen antes de tiempo me quedo con sus manos. —Ante la intervención del tercero, los otros se movieron de forma mecánica para dejar sus cartas sobre la mesa.

—Ahí te equivocás —habló la mujer de cabello rojizo— ¿No escuchaste los rumores? A uno de sus hijos lo mató una loca que salió en las noticias. —Abrazó al hombre sobre el que estaba sentada, y le picó la mejilla con la uña puntiaguda—. ¡Contale Loren! Están buscando al otro, decían que se había suicidado, pero parece que dejó el legado familiar porque quería ser profesor.

Loren no respondió, el hombre con el que discutía soltó una carcajada estridente que hirió sus tímpanos sensibles.

—¿Profesor? Ja, también seguro era un maricón como el afeminado de su hermano, y por eso desertó.

Un ruido seco después, todos voltearon hacia la figura que se inclinaba sobre la mesa, al lado del que acababa de hablar.

—Que sea un maricón no tiene nada que ver con mi vocación, y si existieran más hombres dispuestos a enseñarle a animales como vos yo no tendría que mancharme las manos.

Luís tardó en ser consciente de que se había levantado, registró tarde el impulso acelerado de sus acciones, tanto que una parte de él se perfiló como un observador mientras estrellaba la botella de licor contra la mesa y utilizaba el pico puntiagudo para clavárselo a esa quimera malnacida en la garganta.

«Uno, quedan dos más.»

Un corte lo suficientemente profundo en la carótida calló sus estupideces de manera instantánea, fue un problema enfrentarse a sus amigos ya conscientes de la situación. La mujer tiró de su cuerpo hacia atrás contra la mesa, trató de zafarse en la oscuridad y le encajó una patada, pero se dio cuenta de que había fallado en su objetivo cuando el aroma del hombre del principio se cernió sobre él y lo hirió con un cuchillo demasiado grande justo bajo las costillas.

Lo retiró de un tirón y un gruñido gutural se escapó de su garganta, sintió la sangre manar de su herida, demasiada.

Había arruinado su abrigo preferido.

A pesar del dolor sordo, se arrastró a un costado para zafarse de las manos que lo apresaban y rodó al suelo tras retraer sus brazos, estrelló el rostro de la mujer quimera contra la mesa hasta que perdió el equilibrio. Se agachó vuelto un ovillo en el suelo para esquivar la presencia de algún posible atacante, y lanzó la mesa por los aires al levantarse. Cazó por la ropa a un tercero que intentó empujarlo, era más alto, pero Luís le encajó un solo cabezazo que lo dejó desparramado en el suelo. Al instante se dio cuenta, por el sonido de sus huesos, de que ese era un ser humano.

Había usado su fuerza para dejar inconsciente a un humano.

«Quiso matarte, lo merecía.»

Algunos gritos de sorpresa fueron acallados por los siseos de placer de las quimeras frente al caos general. Todos comenzaron a abusar de la violencia y él tenía que aceptarlo, iniciar una pelea en un bar nunca dejaba de ser emocionante. Logró clavar los dientes en el grueso cuello del hombre que se había atrevido a apuñalarlo, para después patear con fuerza a otro que intentaba alcanzarlo. Era muy diferente a la templanza excesiva que cargaba Mikaela cuando discutían, donde siempre perdía la paciencia primero.

Esquivó un golpe de manera impecable y escupió los restos de carne arrancada en el rostro del nuevo atacante, pero un profundo mareo lo desestabilizó.

«Tic tac, tic tac, se te acaba el tiempo. Es hora de conseguir más.»

Soltó un insulto al aire y se ahogó cuando una mano presionó con malicia la herida en su costado, no lo había oído acercarse, un dolor agudo le impidió respirar y al tratar de incorporarse chocó de frente con la presencia de un hombre cuyo aroma pensaba haber olvidado. Era el olor de un traidor.

—Agachá la cabeza —ordenó Lorenzo, sus palabras no concordaban con sus dedos colándose a través de la herida en su costado forzándolo a doblarse del dolor—. Voy a sacarte de acá entero.

«Robale todo lo que tiene para conseguir más.»

Era difícil ignorar a la sombra cuando sacaba a la luz los deseos que de otra forma habría mantenido escondidos de por vida. Le enseñó los dientes, pero un siseo inentendible salió de su garganta cuando el oficial envió un electrochoque directo a su espalda, y su cuerpo dejó de responder.

Se sintió como hundirse de repente en un bloque de hielo, mientras su sangre continuaba hirviendo en sus venas y el tiempo transcurría con lentitud alarmante. Era consciente de que movía su cuerpo con dificultad hacia un auto estacionado a varios metros del bar, y no podía hacer nada para detenerlo, apenas lograba balbucear.

Lo recostó en el asiento trasero con la intención de revisar su herida y escuchó a Lorenzo putear.

—Dios santo, es mucha sangre. —Sintió sus manos tomar las de él para obligarlo a presionar su herida mientras buscaba una toalla en el baúl del auto. La apoyó contra su costado y dio la vuelta para arrancar el vehículo—. Te di suficiente voltaje como para paralizar a un adulto y solamente te dejó medio pendejo, no te vayas a desmayar por un arañazo como este antes de llegar al hospital ¿oíste?

Luís había intentado hablar y comenzaba a lograrlo.

—Hijo de puta. —Su nombre sonaba demasiado amargo en su lengua, pero no recordaba bien el porqué, su razón comenzaba a danzar entre los susurros estridentes de aquella voz colmando su cabeza.

«Matalo, matalo, matalo.»

Trató de enderezarse, pero su anterior parálisis se convirtió en un peso aplastante en sus huesos, un quejido lastimero se escapó de sus labios.

—No te muevas —ladró el hombre con nerviosismo, cuyo pelo estaba gris por las canas—. Y no te duermas, estamos por llegar.

¿Llegar a dónde?

La toalla se había empapado entre sus manos, y comenzaba a enfriarse, trató de responderle, pero aquello suponía un esfuerzo que a esa altura le pareció inhumano. Tras sus ojos transcurrieron imágenes del entrenamiento al que lo sometían de pequeño, esos tampoco eran aptos para humanos, rompían sus huesos con la intención de que su naturaleza se acostumbrara a soportarlo y los mismos se soldaran más fuertes que antes ¿Desde cuándo se había vuelto tan débil? De entre las brumas surgió el rostro nostálgico de Mikaela susurrando palabras de alivio contra su cabello dorado.

Ah sí, ese hombre le había prometido que no tenía por qué intentar ser fuerte si estaba a su lado.

¿Era tarde para tomar su mano y aceptar ir con él?

Podía sentir su voluntad abandonarlo con la misma rapidez con la que la sombra deshacía las delicadas facciones del recolector, y a medida que sus párpados se cerraban el hielo le atravesaba la columna, subía las garras a través de su pecho, dispuesta a clavar las raíces en su corazón.

«Demasiado tarde, cobarde.»

✴ ✴ ✴

Lo primero que Luís percibió al despertar fue el intenso olor a azufre que poblaba el lugar. Su cabeza pesaba demasiado aún, y le habían cambiado la venda sucia por una limpia. Sentía como si le hubieran retirado los huesos, para triturarlos en una maquina y después volver a ponerlos en su lugar. Lo siguiente que notó al ser consciente de sus extremidades era que tampoco podía moverse, estaba medio recostado en una silla con un par de correas alrededor del pecho, atado de manos y pies, una máquina comenzó a pitar a su lado con el primer tirón en su intento por liberarse.

Fue insoportable, sus sentidos se encontraban demasiado sensibles, el ruido rebotó en las paredes de su cerebro causándole un intenso dolor de cabeza. Estaba conectado a una máquina que inyectaba algo en sus venas, pero no tenía idea de qué, tampoco lo supo hasta que escuchó aquella voz colarse como el ácido en el interior de la habitación.

—Te acaban de hacer una transfusión de sangre, quédate quieto, hijo.

Escuchar la voz de su padre lejos de su cabeza fue como lanzar un fósforo encendido al azufre que rebalsaba su voluntad. Primero el miedo, después el resentimiento y al final el odio más puro lo consumió. Le lanzó una catarata de insultos y volvió a sacudirse con más violencia, tirando de las correas que lo aprisionaban.

Poseía más fuerza de la que recordaba, logró rasgar una de las ataduras como si la misma hubiera estado rota de antemano.

—Creeme que no querés hacer eso.

El olor a azufre le irritaba la nariz, no podía respirar, pero tampoco le importaba si lograba poner las manos alrededor de la garganta de su padre. Era esa la clase de pensamiento inútil que poblaba su mente cuando soltó su otra correa con un chasquido y clavó las garras resbalosas sobre el cuero de su pecho. Un instante después escuchó pasos en la habitación, una puerta dejó entrar a la criatura que sostuvo su brazo y dislocó su hombro con un golpe aterradoramente preciso que lo hizo aullar de dolor.

—Te lo dije. —La voz decepcionada de su padre mostraba el cansancio de la edad, como cuando lo retaba por no dar lo suficiente en el entrenamiento. Luís se estremeció—. Te recordaba más inteligente.

—Te recordaba menos viejo —Trató de moverse, pero la criatura que lo había golpeado retorció su brazo sin piedad con una fuerza brutal y la unión de su codo cedió.

Gritó.

—Las consecuencias por faltarle el respeto a tu padre pueden ser peores que simples cortaduras, tendrías que empezar por recordar eso de tu juventud ahora que no sos más un nene, hijo.

—Andate a la mierda.

—¿Ni siquiera me lo vas a agradecer? Es mi sangre la que te transfirieron para sanar la herida que casi te mata en una estúpida pelea de bar. De no ser porque Lorenzo te trajo habrías muerto.

—Gracias por nada, viejo fósil —masculló.

Estuvo seguro de que podría haberlo escuchado suspirar, de no ser porque el monstruo tras él impulsó a su antebrazo al doblarlo con maestría espeluznante sobre su rodilla. Soltó un grito contenido entre los dientes. Eso iba a tardar más en sanar, suponiendo que devolvieran sus hombros a su lugar. Se sorprendió al sentir los dedos aferrarse a su otra extremidad para que sufriera el mismo destino que la anterior.

El dolor fue tan intenso que trató de doblarse y puntos blancos aparecieron en la oscuridad, así comprobó al menos que su costado había sanado por completo y su cuerpo entero se sentía diferente.

Su padre chasqueó la lengua acercándose a él.

—¿No podemos hablar como personas civilizadas? —preguntó, recibió un escupitajo en la cara—. Veo que no.

—¡Morite de una vez, asqueroso monstruo decrépito!

Sus extremidades ardían, la criatura volvió a repetir la acción anterior esta vez con el resto de su brazo, trató de anticiparse al dolor y contener la respiración, pero se ahogó y un hilo de saliva bajó por su barbilla.

—Seguí así hijo y van a tener que armarte por piezas la próxima vez.

Recordaba que había puesto la mano en su hombro antes de alejarse, pero no era capaz de calcular cuánto pasó desde entonces.

La clase de tortura que Marcel tenía planeada para él constaba de contar la cantidad de piezas en las que podía romper los huesos de todas sus extremidades sin caer desmayado. Después de que abandonó la habitación y el sonido de su respiración irregular llenó el espacio. La sangre de su padre hacía que sus huesos sanaran con más rapidez, pero era el veneno que recorría los límites de su cerebro llenándolo de memorias aleatorias, todo con tal de aislar el sufrimiento, la realidad a la que lo habían atado a la fuerza.

Una y otra vez, en cada sesión de tortura, el hueso soldado con rapidez alarmante gracias a la sangre de su padre, era roto una segunda y hasta una tercera vez.

Imaginaba que era un niño yendo a su habitación para jugar con su hermano, e intercambiaban los regalos de navidad. Visualizó el rostro de Lucio enrojecido de emoción cuando consiguió aquella beca para estudiar fotografía por la que tanto se había esforzado, mientras puertas adentro a Luís lo destrozaban con exigencias ridículas para un adolescente de su edad, según su padre, porque gracias a la maldición de Caos las quimeras envejecían más rápido y debía cristalizar la fuerza de toda una raza diezmada en un líder capaz de pararse con seguridad.

Le dolió envidiarlo incluso después de muerto, y más pensar en el matiz preocupado de sus ojos cuando le entregó la llave de aquel cuarto de hotel antes de abandonarlo. También se culpaba por eso.

«Al menos él no se escondió como una rata.»

Su sombra había cobrado la intensidad necesaria para hacer todos esos escenarios más reales, variando en los personajes que integraban cada una. Era un mecanismo de defensa válido, tenía la intención de arrancarse de su propia piel con tal de dejar de sentir como destrozaban su humanidad con golpes silenciosos, excesivamente calculados. Iban acompañados de crujidos que parecían igualar los truenos incesantes de una tormenta.

En las más crueles Mikaela se sentaba sobre él tarareando alguna canción en francés, acunaba su rostro con ambas manos y lo invitaba a fundirse con él en un cálido beso. Lo acompañaba cuando dormía de forma intermitente por las pesadillas, acariciaba su cabello y apoyaba su frente en la de él como si fuera lo más importante.

—Sabés, si me preguntaran alguna vez qué es lo mejor de fingir estar vivo, les mostraría una foto tuya.

—Mika eso es muy triste. —Le había dicho más que apenado. El cazador no lo soltó, tenía suerte, sentía que iba a deshacerse en un millar de aleteos fugaces.

—¿Como que triste, tarado? ¿Pensás que pedí alguna crítica a mis inalcanzables estándares de belleza?

—La edad te dañó la vista, anciano. —Tras ver la mueca en su cara se arrepintió, antes de que pudiera reaccionar Mikaela se le había subido encima.

Lo observó enderezarse mientras hacía su largo cabello hacia atrás. El rubio presionó sus muslos causando que lo mirara con los ojos brillantes y una sonrisita tonta en los labios.

—Ya quisieras tener el privilegio de poder disfrutar este panorama.

—Discrepo.

—No entres en discusiones que no vas a ganar, Lulú. —Se acercó a sus labios—. Mis argumentos son muy convincentes.

—¿Me querés? —preguntó sin contenerse, reconoció un minúsculo sobresalto en sus facciones. Él lo había sentido miles de veces, era el miedo que causaban sus circunstancias particulares de existencia.

Un recolector de la corte y una quimera descendiente directa de un original, no podía terminar bien.

—¿No sentís frío? —Ver al impúdico Mikaela dudar con la vista clavada en su pecho, latiendo de manera artificial, buscando la validación en su compañero hizo que le doliera— ¿No creés que soy la persona más egoísta por enamorarme de vos?

—Besame. —Trató de pedirlo con firmeza, pero su voz se quebró y sonó como un ruego teñido por la desesperación cuando los bordes del cazador comenzaron a desdibujarse.

«Fuiste una pareja fácilmente reemplazable.»

No, él me quería, no mintió.

«No fuiste lo suficientemente fuerte como para luchar por él.»

Mikaela no quería que fuera fuerte.

«¿Y ese era un motivo suficiente para abandonarlo cuando te rogó que no lo hicieras?»

La verdad quemó en su pecho, lo despertó momentáneamente de la ensoñación, y el dolor sordo de sus huesos rotos limó la fina capa de mentiras que se había formado para soportar las torturas. El rostro de Mikaela fue eclipsado por la presencia de ese parásito infernal, le reclamaba las acciones inconclusas que siempre le habían atormentado, potenciaba el llanto ahogado que se escapó de su garganta.

Tan fácil como sus huesos volvieron a sanar para recibir otra vez la presencia de aquella bestia desconocida con olor a azufre. Llegó a una conclusión, mientras sentía a su verdugo moverse en la oscuridad, en una danza cargada de gracia mortal. Necesitaba recordarlo para cuando su padre volviera a hablar con él, no contó esa vez, pero escuchó que esbozaba un imperceptible tarareo entre los labios, horriblemente parecida a la canción que cantaba Mikaela en sus recuerdos.

Tenía que darse un poco de crédito, por fin había perdido la cabeza.

✴ ✴ ✴

Su padre se ocupó de volver cuando su irreverencia mermó lo suficiente, lo que juzgó varias sesiones de tortura después. Hasta respirar era doloroso, pero eso no evitó que al sentir su presencia contuviera el aliento, a costa de agujas clavándose en sus pulmones.

Tenía hambre, y estaba sediento.

—¿Lograste recapacitar sobre tu horrible comportamiento anterior?

Agachó la cabeza en silencio, podía sentir el latido de su corazón retumbar en las paredes.

—Sí.

—¿Sí qué?

—Sí, padre.

Tras su respuesta sintió las tiras de su pecho desaparecer con un chasquido. Mare era precavido, no iba a arriesgarse. Los huesos de sus extremidades no habían sanado del todo, sentía que si trataba de moverse iba a deslizarse hacia abajo en la silla como un títere desgarrado. Posó una gran mano en su hombro, y con la otra trazó su frente.

—En nombre del Creador ¿Prometés obedecer mis palabras como si fueran el último vestigio de tu voluntad?

—Sí, padre.

Tiró su cabeza hacia atrás con un dedo enguantado y envolvió su garganta con fuerza, más presión cerró el suministro de aire por completo.

—Decilo, quiero escuchar que lo hagas, aunque no puedas respirar.

Su cuerpo se sacudió con violencia, la risa de la voz en su interior y el suspiro extasiado de su padre formaron una misma sinfonía que consumió la cordura necesaria para ignorar el peligro de lo que estaba a punto de acceder.

Si quería volver a reunirse con Mikaela debía aguantar, solo un poco más. Hasta que consiguiera la fuerza necesaria para asesinar a su padre y pelear por su amor, por ambos.

—Prometo obedecer sus palabras como si fueran el último vestigio de mi voluntad.

Porque a diferencia del amor de su vida, Luís si podía mentir.

✴ ✴ ✴

Hola, hola, espero que estén bien y hayan tomado agua, hoy no hay preguntas porque soy consciente de que este capítulo estuvo fuerte y hay que procesarlo :C

(Pueden preguntarme lo que gusten mientras tanto, sin linchamientos de por medio)

¿Vieron la nueva portada? (La dejo abajo) Creditos a la grandiosa megan_herzart 

¿Qué les parece? Yo la amé

Muchísimas gracias por seguir leyendo la historia a pesar de sus errores, me pone muy feliz AY Prometo corregir los mismos en el futuro.

PD: En multimedia hay una canción que representa a nuestro bebé Luís a la perfección, me puse muy triste por él, ayuda. 

Cuidense, y nos leemos el domingo que viene 

—Caz. 

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