Génesis [La voluntad de Caos]...

Da CazKorlov

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"¿Serás capaz de ver al monstruo de tus sueños antes de que perturbe tu realidad para siempre?" ✨HISTORIA GAN... Altro

|Bienvenidos al Abismo|
|Advertencia de contenido y playlist|
|Introducción|
|Preludio: Un trato con la muerte|
|Primera parte|
|Capítulo 1: No mires a tu sombra |
|Capítulo 2: Escapa de su guadaña |
|Capítulo 3: Un cadáver más|
|Capítulo 4: La cara de un mentiroso|
|Capítulo 5: No respires su aroma |
|Capítulo 6: El día en el que mueras |
|Capítulo 7: La paciencia de un hermano mayor|
|Capítulo 8: El tiempo se acaba|
|Capítulo 9: El llanto de Caos|
|Capítulo 10: Nadie puede dejar la casa|
|Capítulo especial: El primer regalo|
|Capítulo 11: Los ojos de la bestia|
|Capítulo 12: Los milagros no mienten|
|Capítulo 13: Recuerdos del vacío|
|Capítulo 14: La ciudad de los monstruos|
|Capítulo 15: El camino al Sin Rostro|
|Segunda parte|
|Capítulo 16: La reliquia viviente|
|Capítulo 17: Él te está observando|
|Capítulo 18: La mujer con ojos de conejo |
|Capítulo 19: El controlador de las masas|
|Capítulo 20: Cuentos para niños|
|Capítulo 21: Tras las puertas de Void|
|Capítulo 22: La jaula de una estrella|
|Capítulo 23: El ideal de la muerte|
|Capítulo 24: Designio divino del creador|
|Capítulo 25: Amalgama de desgracias|
|Capítulo 26: Como un rompecabezas|
|Capítulo 27: Un favor, una deuda pendiente|
|Capítulo 28 I: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 28 II: El castigo de la inmortalidad |
|Capítulo 29: Criatura del infierno|
|Tercera parte|
|Capítulo 30: El ángel de las estrellas|
|Capítulo 31: El toque de la muerte|
|Capítulo 32: Donde reinan las pesadillas|
|Capítulo 34: Parásito infernal|
|Capítulo 35: Capricho divino |
|Capítulo 36: El filo de la esperanza|
|Capítulo 37: Verdugo de la humanidad|
|Capítulo 38: Cambiaformas original|
|Capítulo 39: Ella puede verlo todo|
|Capítulo 40: La voluntad perdida|
|Capítulo 41: Extirpar a la sombra|
|Capítulo 42: El sueño del impostor|
|Capítulo 43: Los muertos no tienen perdón|
|Capítulo 44: El milagro del creador|
|Capítulo 45: La amenaza de los Sin Rostro|
|Capítulo 46: El reflejo de la humanidad|
|Capítulo 47: Los fragmentos de su memoria|
|Capítulo 48: En los brazos de la muerte|
|Capítulo 49: De vuelta al infierno|
|Epílogo: Estrella errante|
|Agradecimientos|
|Capítulo especial: La última cena|

|Capítulo 33: Requiescant in pace|

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Da CazKorlov

 —Ellos me cuidaban

más de lo que podría aceptar.

Siempre atendían mis llamados,

y sus voces calmaban mis pesadillas.

—Sigo pensando que tu plan es una porquería —gruñó Génesis al bajar del taxi, Mikaela la ignoró como lo había hecho durante todo el trayecto hacia el cementerio y le sonrió con honra al pagarle al conductor que escondía las plumas negras bajo la bufanda carmesí—. ¡Hey! ¿Me estás escuchando?

—Es imposible no hacerlo, pero no recuerdo haber pedido tu opinión. —El recolector la alcanzó en una zancada, y cerró el abrigo de piel a su alrededor—. ¿Podés confiar en mí?

Génesis murmuró algo, y se alejó del rostro sereno del hombre que deseaba ponerse en peligro, sondeó el espacio con sus sentidos hipersensibles para comprobar que no hubiera ninguna persona alrededor del gran cementerio, y dio un paso hacia la oscuridad.

Deshizo sus extremidades y las volvió a manifestar a más de tres metros sobre el suelo, agazapada encima de la elegante fachada de la entrada de columnas dóricas que rezaba el nombre del cartel labrado en dorado "requiescant in pace", se concentró en hacer su parte pese a sus negativas.

Confío en ti, aunque seas un mentiroso.

Enfocada en el caminar casi imperceptible. El recolector no necesitó forzar la entrada del cementerio, la misma estaba abierta para acunar a los muertos que jamás iban a poder descansar en paz. Desapareció entre los pasillos de los mausoleos, y emitió un suave silbido, esa era su señal.

Estúpido plan.

Soltó su agarre al mismo tiempo que se dejaba consumir por su abismo y calculó la longitud de la rama sobre la que volvió a apoyarse. Un escenario diferente al anterior, más oscuro, tan solo las pequeñas luces amarillas, instaladas entre las flores marchitas en el suelo de las grandes construcciones familiares, le facilitaban la visión. El pasillo por el que había caminado Mikaela se extendía transformado en un sendero, donde las ramas de un tronco enorme rompían la tierra y se enroscaban a las columnas de mármol. Una hilera de ángeles inmortalizados en piedra se interponía entre el cazador y la entrada al panteón.

Invadir un cementerio durante la noche, según Mikaela, era la mejor forma de encontrar la muerte a manos de los que sufrían la explotación laboral. El recolector dio una media vuelta desenganchando el botón de su abrigo y comenzó a hablar.

—Hoy hace una noche maravillosa.

El silencio que reinaba era asfixiante, no era sorpresa que a él no le gustara.

Poniéndote en peligro dudo que vayas a lograr algo. Es demasiado obvio que lo haces a propósito.

—¿No están de acuerdo conmigo, compañeros? —La noche se llevó sus palabras, y consumió cualquier atisbo de humanidad.

—¿Compañeros? ¿Ahora somos tus compañeros?

Génesis creyó oír un insulto perdido entre las ramas del árbol más grande y aquel ruido silbante quebró la paz por completo, fue un borrón brillante que Mikaela apenas alcanzó a esquivar. La flecha se clavó en la tierra envuelta en un halo dorado, y comenzó a apagarse a medida que las grietas desaparecían, fundidas en el negro del metal.

—Es perfecta para obligar a los muertos a levantarse —rezó, divertido—, y para que salgan a cazar.

Iba dirigida a su corazón.

—¡Mentiroso inmundo!

—¡Mierda Gael! —ladró alguien, pero la mujer que cayó entre las estatuas llamó más su atención, tenía el cabello enrulado y una atroz cicatriz le cruzaba la garganta, fue el odio en sus ojos dorados lo que la hizo tensarse por completo.

También era una cazadora.

—Hijo de puta —Arrancó la flecha y la maniobró entre sus manos— ¿Cómo te da la cara para venir hasta acá?

Mikaela se tocó el pecho con incredulidad.

—Primero que nada, buenas noches. Segundo, ustedes querían que yo viniera para que me dejara matar cuando lo descubrieran, ese era el trato ¿o no?

Gael caminó alrededor del cazador, sin creer en sus palabras.

—Ese era nuestro pago por traicionarnos, la única razón por la que fuimos generosos es porque nos prestaste este lugar. ¿Qué querés ahora?

—Abandonarlos —corrigió él—. No me malinterpreten, a veces disfruto del trabajo divino de sacar la basura de la humanidad, pero las circunstancias hicieron que las ganas de ponerle fin a mi vida cambiaran un poco ¿sabés?

La mujer soltó una risa amarga.

—Nos abandonaste al proteger a esa quimera, ¿y para qué más? ¿Fingir que tenías una vida normal? Iluso —La rabia deformaba su expresión—. Te esperamos durante años, y aun así mataste a más de los nuestros solo para mantener a ese animal a tu lado. ¿Qué vas a hacer cuando el tiempo se lo lleve a él también?

—Ya no somos un equipo Gael, y el maltrato psicológico no funciona conmigo.

—Entonces, voy a asumir que viniste a morir hoy.

—Sí, sobre eso quería hablar precisamente... —Mikaela desvió la mirada y juntó las palmas, era evidente que buscaba las palabras adecuadas para decirlo, pero Gael lo conocía y no poseía tanta paciencia.

—Arrodillate y dame tu arma. —Un arco se extendió en las manos de ella, y de entre las grietas de la enorme flecha bramó el fuego, apuntaba a su garganta—. No voy a repetirlo.

—No puedo hacer eso. —suspiró, y mientras el hilo mortal se tensaba dispuesto a atravesar la carne, Génesis se movió.

Materializó su presencia justo en el instante en que la flecha iba a impactar a su compañero, la agarró con una mano, y la sostuvo a pesar de sentir que el fuego divino quemarla.

—Mi propósito cambió desde la última vez que les prometí mi muerte —habló él, colocó una mano en el hombro de ella y apoyó la barbilla en su cabeza—. Y para mi buena suerte ella es la que puede decidirlo ahora.

—¿Ella?

—Génesis, enseñale.

Gruñó como un animal ante la orden, pero dejó que sus ojos y las marcas reconocibles en su rostro le mostraran la verdad solo para asustarla según el plan. Mikaela le contó quién era, una antigua miembro del grupo que se había adueñado de la zona, antes de que las circunstancias cambiaran y la ambición de su compañero mostrara otra señal. La mano se oscureció al dejar salir las garras, e ignoró el ardor que laceraba su piel. Una vez que el fuego se consumió, la lanzó con un repiqueteo a los pies de ella.

—¿Génesis? —escupió, había comenzado a retroceder.

—No puede ser ¡Gael salí de ahí! —Escuchó la misma voz interrumpirlos y localizó que venía de entre las estatuas a sus espaldas. La mujer se crispó igual que ella, eso no era parte del plan.

—¡No, Uriah! ¡Quédate en donde estás! —bramó, notó que su intención era protegerlo, y el dueño de sus preocupaciones quería exactamente lo mismo, o al menos ganar tiempo frente a la asesina de las leyendas.

Mikaela tardó en reaccionar, así que con su instinto animal activado lo enfrentó, y ocurrió más rápido de lo que hubiera deseado. El muchacho corrió fuera del escondite, blandiendo dos cuchillos consumidos en el fuego de su voluntad trató de apuñalar a su ex compañero por la espalda, pero él ya no estaba ahí porque Génesis lo había empujado. En lo que se dio la vuelta la daga se clavó en su mejilla y el muchacho gritó de miedo como si fuera capaz de ver los pecados en sus ojos aguamarina.

El fuego dorado desapareció un instante, pero la materia de los ángeles entró en combustión al tener contacto con su sangre, y el deseo incontrolable de matarlo por tratar de dañar a Mikaela estalló del mismo tono que sus pupilas. La muchacha extendió su mandíbula sin pensar y cerrando con fuerza las fauces alrededor de la hoja, lo alejó de una patada. Partió el recipiente de su alma a la mitad.

—¡No, no, no! —Escuchó el grito de Gael, mientras Uriah caía descompensado en el suelo, volviéndose pálido cual papel intensificó la negrura de las raíces que cruzaron su rostro, era el tiempo quien reclamaba su existencia una vez más.

Incluso antes de que la mujer se arrodillara a su lado, el otro cuchillo ya había caído y la tierra se hundía para llevarse su cuerpo, al lugar donde los ojos apagados de los recolectores van una vez que son asesinados.

Vio la tristeza parpadear en el rostro de Mikaela antes de que se compusiera, como una vela que es opacada por la fuerza de una determinación lacerante, Génesis observó sus manos, confusa sin saber por qué.

—Mikaela yo no... —Había reaccionado de manera automática.

—No te preocupes —la cortó—, me defendiste, gracias.

—¡Monstruo! ¡Solo quería ayudarme a mí! —bramó Gael.

El hombre observó con falsa desgana el lugar donde antes había estado su viejo compañero.

—Los recolectores somos demasiado débiles si no usamos nuestras armas con inteligencia.

La mujer alzó la cabeza, el miedo y la repulsión se mezclaban en su expresión, hizo desaparecer su arma tras su espalda al levantarse de un salto que denotaba sus ganas de atacar, pero retrocedía.

—Se lo llevaron —murmuraba, el brillo dorado en sus pupilas se había llenado de lágrimas—. ¿Así va a ser entonces? ¿Vas a dejar que tu pacto con ese monstruo resuelva tus deudas con nosotros y con los agentes de la corte? ¿Creés que así no van a venir a buscarte?

—Traté de explicarte, Gael, pero no quisiste escucharme.

—¿También dejaste a esa quimera para obtener esto?

El cazador suspiró, tenía el ceño fruncido. La mujer temblaba de los nervios, a medida que trataba de poner la mayor distancia entre ellos.

—Ah no. —Torció la cabeza como si alguien hubiera susurrado directo en su cerebro, y soltó una carcajada histérica—. Él te dejó, porque nadie vivo está preparado para cargar con los pecados de un muerto.

—Yo que vos me preocuparía más por escapar de mi zona de caza. No sé durante cuánto tiempo pueda contener a la bestia, y no —puntualizó mordaz—, no estoy hablando de ella.

Gael le soltó una cantidad enorme de insultos, pero se encontraba ya a una gran distancia como para que Mikaela pudiera oírlos con claridad. Génesis sí lo hizo, y casi se arrepintió de no haberla desterrado apenas tuvo la oportunidad al oír sus últimas palabras.

Mentiría si dijera que esperaba que se olvidara tan fácil de lo que acababan de hacerle. Los recolectores eran criaturas extremadamente rastreras si de venganza se trataba, y él les había declarado la guerra. Tenía la mirada extraviada cuando el hombre de cabello largo llamó su atención al pararse frente a ella.

—Justo a tiempo. —Levantaba la vista un poco perturbada de su reloj—. ¿Estás bien?

Asintió, él se veía demacrado en comparación.

—Esa mujer te odia ¿Qué fue lo que le hiciste? —preguntó, sin un gramo de tacto.

—¿Por qué asumís que yo fui el que le hizo algo a ella?

—Es obvio, los recolectores no se meten en asuntos con los vivos. Suelen llevar su existencia insignificante lejos y el que los hayas tenido que venir a buscar para echarlos de aquí es la prueba.

—¿Y dónde habrá quedado nuestra profunda relación de confianza mutua? —El cazador trató de desviar la conversación.

Le bloqueó el paso, y tiró de la solapa de su saco para chocar sus frentes.

—Dime, en nombre de nuestra profunda relación de confianza mutua ¿Qué hiciste para ganarte el odio de tu propia gente?

Mikaela tragó incómodo por el dolor sordo que le instaba a decir la verdad. Podría haberlo obligado a hablar, tirar de la maldición e invadir la intimidad de sus recuerdos, pero algo en la oscuridad de sus ojos la expuso más de lo que hubiera querido, y el suelo vibró ligeramente por los pasos de alguien más.

—¡Chicos, me parece que lo va a besar! —Reconoció la voz de Hole.

—Me imaginaba que Génesis era una mujer de armas tomar. —Rafael no sonaba sorprendido.

—Max una anciana te está soplando al daddy. —Se burló León, aulló al recibir un codazo en las costillas.

—¿Por qué no cierran un poco el hocico?

—Manga de simulacros, le cagaron el momento romántico. —Megara tenía el brazo de Hole sobre los hombros.

Génesis chasqueó la lengua y soltó a un Mikaela con el ceño fruncido, que de a poco reconstruía su sonrisa. Sorteó su cuerpo para ir a recibir a los demás como si se encontrara en una fiesta de lo más casual.

Se volteó al mismo tiempo que guiaban al grupo de quimeras hacia la entrada del mausoleo al final del sendero. Los escaneó con la molestia que solía darle estar junto a un grupo muy grande de personas, al margen de los chistes sin gracia de León, y la actitud infantil de Hole que se abrazaba a Megara diciendo que le daban miedo los cementerios. Notó la presencia casi imperceptible de una mujer nueva que no había hecho más que ruido al respirar.

—Casi me olvido. —Mikaela la señaló, no estaba muy cómodo con su presencia—. Génesis, ella es Alexandra, contadora del bar y hermana de Rafael. Alexandra, ella es Génesis, la voluntad de Caos, asesina a tiempo completo.

Tenía el cabello blanco platino y sus iris eran tan grises que casi parecían del mismo color. Ninguna de las dos habló, tan solo se dedicaron a calcularse en silencio, hasta que el cazador interrumpió.

—Nunca dice nada, no te preocupes por eso.

—Da miedo —afirmó Mara.

—Por eso se van a llevar bien —terminó él.

Era más baja que las demás quimeras, demasiado delgada como para temer por su seguridad, aunque la mirada hastiada que Alexandra le dedicó antes de hacer una desganada reverencia hizo que su memoria inútil le recordara al pasado.

—¿Trajiste lo que te pedí? —Le preguntó Mikaela, la mujer hizo un corto asentimiento hacia su hermano menor, y Rafael sacó unas enormes tenazas de hierro del bolso que colgaba de su hombro—. Buen chico —Sonrió.

—Tiene que ser una broma —gruñó Megara, mientras el hombre cortaba las cadenas que cerraban la entrada al mausoleo—. ¿Vamos a saquear una tumba?

El cazador le devolvió las tenazas a la quimera y empujó la pesada puerta de mármol.

—Me preocupa que no estemos teniendo el debido respeto para con estos muertos —añadió Hole, pegada a su hermana.

—Querida, yo estoy muerto, tengo el pase vip a cualquiera de estos lugares, y, además, soy el dueño.

La oscuridad se regó desde el interior, y lejos de las luces eléctricas Génesis volvió a quedar completamente ciega. O lo habría estado de no ser porque sintió la mano de Mikaela envolver la suya para guiarla hacia adentro.

Dejó que la llevara a lo que a simple vista era el interior de un mausoleo consumido por la vegetación que había logrado colarse entre las grietas de la piedra, los otros esperaron afuera. Tras que empujó un pesado jarrón que parecía estar adherido al suelo, el mismo se hundió un palmo como si se hubiera destrabado alguna clase de seguro, y desestabilizada Génesis aferró ambas manos a su brazo.

—No te voy a soltar. —La tranquilizó.

Luces blancas iluminaron un cuadrado, y se elevó una gran cabina de lo que parecía ser un ascensor. Hole asomó la cabeza con los ojos abiertos de par en par.

—¡Bro! ¿Viste eso? ¡Es como si estuviéramos en una peli de espías!

Mara se le adelantó.

—Hacenos el favor de mantener los pensamientos adentro, cabeza de pasta dental.

Todos entraron inmersos en un falso silencio, aunque compartían la sorpresa que la quimera de cabello azul no se esforzaba por ocultar.

—Todos, agárrense bien, quiero manos y pies dentro de la jaula o no me voy a hacer cargo de que pierdan alguna extremidad —advirtió el recolector, entró último al cubículo que ya gozaba de un espacio reducido, y reparó en que Génesis no se había movido de su lugar— ¿Me acompañás?

Al contrario de los demás, no le gustaban los lugares bajo tierra, le traían malos recuerdos. Incluso al principio había estado a punto de matar a Mikaela cuando quiso que conociera su casa ubicada en un subsuelo. Sin embargo, pasaron un par de meses desde entonces, y algo había cambiado, porque cuando Mikaela extendió la mano sintió sus extremidades arder de determinación, y no dudó.

✴ ✴ ✴

Génesis pensaba que los recolectores se las ingeniaban para esconderse de la sociedad cuando la corte los enviaba a trabajar. Evocaban la repulsión de los demás debido a su falta de humanidad, y al estar en el fondo de la cadena, integraban el foco de ataques violentos por parte de quimeras que descubrían su identidad. Los muertos vivientes saqueaban tumbas durante el día, dormitaban en ataúdes ajenos y al anochecer salían a cazar, no era de una sorpresa que su psiquis se rompiera con facilidad al encontrarse en una situación tan vulnerable.

Sin embargo, Mikaela le hizo ver que existían excepciones a la regla, y al reaccionar con Gael comprobó que no era la clase de hombre que se dejaba pisotear, quizás demasiado centrado en las cosas que no debieron importarle jamás. No supo cómo reaccionar al recorrer la enorme biblioteca que ese hombre guardaba bajo el cementerio más grande de la ciudad, podría haber sido genuina preocupación o quizás el peso de un recuerdo que de a poco comenzaba a alterar su conciencia a la fuerza.

¿Por qué tenía la sensación de haber estado antes en ese lugar?

—Pensaba que nos ibas a llevar a tu cuarto rojo, Mika, no a la cueva de los nerds, qué decepción. —Se escandalizó León, a su lado Max lo empujó al pasar para ver con emoción la cantidad de estatuas y cuadros que adornaban las paredes.

—No toquen nada que se vea demasiado frágil, porque si lo rompen van a tener que trabajar lo que les queda de vida para pagarlo —anunció antes de que el grupo se deshiciera por completo—. A ver, a ver. —Aplaudió con fuerza— ¡Préstenme atención!

Todos detuvieron su curiosidad para mirarlo con tal de que dejara de gritar, incluida Génesis que se había acercado a la zona de lectura, su cuerpo entero hormigueaba, en especial cerca del telón que adornaba el ala derecha.

—No les quiten las cubiertas a los espejos, es lo mejor que pueden hacer por su vida en este lugar.

Luego de un corto recorrido confirmó que esa biblioteca era el intento desesperado de un humano por comprender las ideas que guiaron a un dios. Independientemente de si era falso o no, Mikaela tenía estantes enteros dedicados a las diferentes religiones que había intentado estudiar a lo largo del tiempo. Lo comprendía, aunque eso no evitó que se sintiera demasiado ajena el primer día de aquella extraña convivencia.

Una vez que Mikaela explicó cómo funcionaba, afirmó que lo mejor era quedarse algunos días para evitar que otra tragedia sucediera, en especial luego del desastre del bar. Mostró la entrada a la pequeña cocina y habitaciones de huéspedes ubicadas al fondo de la estancia. No era una simple biblioteca, sino un escondite que solía utilizar con sus anteriores compañeros. Fue obvio al verlo guardar algunas fotos desperdigadas con un ruido seco. Los había llamado a todos a la zona de lectura, pero Génesis tenía la costumbre de materializarse en silencio y esperar.

El hombre quitó la tela un poco polvorienta a una gran pizarra verdosa, y se acercó al lugar donde creía que se escondía para tenderle una tiza.

—¿Serías tan amable?

—No. —Se la arrebató con brusquedad. ¿Tan fácil detectaba su presencia?

La olió de forma disimulada mientras los demás se acomodaban en los sillones alrededor, al final le terminó lanzando la pequeña barrita blanca en la cara.

—Yo explico, tú dibuja.

Mikaela hizo una mueca al atraparla en el aire.

—No se me da tan bien esa clase de arte, Génesis, por favoooor. —Trató de usar su encanto en aquella última frase como si pudiera evocar alguna clase de simpatía en la mujer que solo lo miró más fastidiada de lo normal. Estaba a punto de hacérsela tragar, cuando la quimera del rostro tatuado se levantó de un salto del regazo de Max.

—¡Yo sé dibujar! ¿Puedo?

—Ya qué —gruñó, no esperó a que Mikaela se acomodara—. Para seguirme deben dejar de lado lo que les han contado sobre la realidad, si no lo hacen...

—¿Podemos preguntar? —interrumpió Megara.

—No.

La muchacha señaló la pizarra y trazó tres óvalos con el dedo, uno sobre otro, desde el más pequeño al más grande. Hole la imitó revoloteando a su alrededor como una alumna aplicada.

—Estos son los fragmentos que unen la realidad, Nocta, Ansía y Tánatos. —En ese orden señaló del más grande al más pequeño sobre los demás—. Están conectados entre sí por el trabajo de la Corte, el fenómeno que los humanos llaman....

—El destino —dijo Mikaela, había alzado la mano, ganándose una mirada asesina.

—La corte trabajaba con las estrellas desde aquí, tejían. —Volvió a señalar el círculo más pequeño, y la quimera de cabello azul fue su sombra, marcaba lo que ella decía—. Hilaban el destino de las desgracias que vivían aquí. —Su dedo bajó hasta el círculo de Ansía.

—¿Desgracias? —preguntó León sin comprender.

—Todos ustedes —dijo sin dudar, su mano volvió a bajar—. Y las consecuencias de sus intentos de evitarlo terminan aquí.

Nocta, el plano que siempre parecía a punto de tragarse a todos los demás.

—Se vuelven uno con las pesadillas —afirmó Mikaela.

Chasqueó la lengua.

—¿Lo vas a explicar tú? Si no es así, cierra la boca. —El cazador alzó ambos brazos en señal de rendición y ella volvió a la pizarra, Hole se había entusiasmado decorando los apuntes con estrellitas y soles alrededor, marcó el círculo más grande de todos—. Nocta, el reino de las pesadillas, es a donde va a parar la basura de la humanidad, los ideales rotos, y el espíritu quebrantado de los sueños que jamás lograron volverse realidad.

«—Antes se influenciaban, trabajaban en conjunto, cada plano era un reflejo de los demás y no había perturbaciones, pero una grieta se abrió en Ansía producto de los pecados que acumuló la asquerosa humanidad. —Dibujó con el dedo una pequeña línea horizontal en el círculo del medio, y trazó otra vertical que los atravesaba a todos—. Y les afectó a los demás. De ahí salieron ellos, la personificación de la oscuridad, los Sin Rostro que tratan de quedarse con Ansía, el reino de mi padre.

«—Su existencia refleja lo podrida que está la humanidad, y al igual que los planos, los humanos también reflejaron su descomposición. Así nació la enfermedad de los Sin Rostro, las sombras, esa voz que habla y da órdenes en los momentos en los que se suele reaccionar sin pensar.

—¿Y cómo podríamos probar su existencia? Digo, sabemos que existen las criaturas sobrenaturales, pero ¿pesadillas, sueños y el destino? No sé, parece un cuento para niños —interrumpió Max, a quien su escepticismo hacía que careciera del tacto necesario.

Génesis no podía creerlo.

—¿Te parece esto un cuento para niños? —El fastidio sacudió su pecho con una pequeña reverberación, a medida que se acercaba a él.

—Génesis no hace falta que... —Mikaela trató de detenerla, pero lo calló.

—¿Crees que viví un milenio para cazar algo que no existe?

Forzó la transformación frente a la mirada de todos, como lo había hecho en el bar. La oscuridad escapó de entre las grietas negras en sus ojos felinos, mientras apoyaba una mano en el reposabrazos del sofá y se inclinaba hacia delante sin parpadear, a punto de chocar sus cuernos espiralados con la frente de Max.

—Yo soy la prueba que necesitas y si vuelves a cuestionarme también seré la que te parta la mandíbula. —Tenía el ceño fruncido, hurgar en su memoria hacía que le doliera la cabeza. Volvió a su forma anterior para continuar—. Como decía...

—¿Y qué se supone que tenemos que hacer? —cuestionó Rafael, incómodo.

—Llamaremos a su reflejo —Mikaela explicó con cansancio, Génesis asintió.

—A través del sello de mi padre.

León quien estaba dormido en los brazos de la quimera despertó de repente, y Megara que había empezado a jugar con su celular levantó la vista tensa. Además del cazador nadie tenía idea de cómo iban a hacerlo y era evidente a través del desconcierto en sus expresiones. Alexandra por otro lado, no había dejado de verla sin parpadear, no a la pizarra, solo ella y su cuerpo. Notó más que mera curiosidad.

«Confiaste en ellos, y mancillaron tu cuerpo apenas les diste la oportunidad ¿Sabes cómo estarás segura de que no ocurrirá una segunda vez? Matándolos antes.»

El recuerdo deformado la hizo sentirse juzgada frente a esos ojos de plata, tanto que cuando Hole la chocó de forma involuntaria, mientras seguía llenando el pizarrón de espirales y estrellas en un patrón demasiado particular, la empujó con violencia, haciéndola caer con un ruido sordo.

—¡Perdona! —Las disculpas de la mujer se le hicieron amargas en comparación.

—Terminamos por hoy —soltó, al mismo tiempo que manifestaba su abismo sin pensar más que en la presión que le cerraba la garganta.

Mikaela no volvió a insistir con la clase improvisada por el resto del día y ella continuó actuando hostil de manera general. Estaban en una etapa experimental, y lo que le molestaba de sobremanera era esa forma que tenía de verla. Incluso protestar cuando había querido mostrarles su verdadero cuerpo, como si no pudiera concebir que ella existiera de verdad ¿Y no quisiera compartirlo quizás? No tenía idea de lo que pasaba por su cabeza, y lo que era peor, tampoco tenía derecho a juzgarlo, ya que lidiaba a diario con sus propios recuerdos desfasados de la realidad.

Al pasar el segundo día comenzó a ignorarla por completo. La evitaba, trataba de que ambos no estuvieran en la misma habitación solos y si ella quería preguntarle era imposible porque sonreía para llamar a alguien más a la conversación.

Ese día el recolector había estado fuera demasiadas horas, cazando según su excusa, aunque el gesto cansado de su rostro dijera todo lo contrario. Seguirlo habría significado dejar el escondite para quitar el ojo que mantenía sobre esas quimeras desastrosas que tenía por compañeros, y no podía hacerlo, porque a pesar de que querían a Mikaela, ella aún no confiaba del todo en sus intenciones de ayudarla a llamar a los Sin Rostro.

Se sorprendió al escuchar a alguien tocar la puerta de su habitación, y no comprendió el plato con galletas frente al umbral, menos la nota junto a él.

"Buenas noches"

Tenía que ser una broma, la había estado ignorando para mantener una convivencia amena con los demás porque según él era muy conflictiva. ¿Y ahora trataba de disculparse? Si quería decirle algo, tenía que enfrentarla directamente. Odiaba pensar esas cuestiones y se encontraba despierta debido a que los demás roncaban de forma aparatosa. Su molestia ascendió a un enojo más profundo, no tardó en decidirse, iba a enfrentarlo, por lo que fue a su encuentro.

Al llegar a la biblioteca se quedó petrificada por la imagen frente a ella. Lo encontró dormitando en uno de los sillones dobles de la zona de lectura, y al acercarse notó que la lámpara iluminaba la mitad de su cuerpo, el resto se hundía en la oscuridad.

En silencio juzgó su expresión nostálgica como la antítesis de la sonrisa inquebrantable que solía mostrar. Durante su tiempo juntos había probado su paciencia demasiadas veces, pero después de hablar con él en el bar notó impregnarse en él el fantasma de la pequeña fractura en sus palabras cargadas de falsa confianza. Rara vez lo había visto dormir, y así adivinó lo que debería haber notado desde el principio. Nadie quedaba exento del daño, incluso Mikaela estaba demasiado agotado.

Tras observar durante un instante eterno, refugiándose en la pequeña porción de oscuridad que le correspondía, hizo lo impensable. Dejó que su mente danzara junto al recuerdo de su padre, sintiéndose culpable por compararlos estiró la mano en silencio y la apoyó en su rostro frío surcado por las cicatrices, corrió alguno de los mechones negros lejos, y acomodó el resto del cabello sobre su hombro.

—¿Qué es lo que me hace tan especial a tus ojos? —murmuró, mientras trataba de contar las diferencias marcadas a fuego en sus sueños, se acercó más de la cuenta.

—Por favor. —El hombre atrapó la mano contra su mejilla y se volteó un poco—. Por favor, Luís.

Su mundo se agrietó al caer en cuenta de la realidad, no dormía porque quisiera, lo hacía porque lo necesitaba, y no había ido a cazar sino a buscar el perdón de la quimera que lo había abandonado. Mikaela estaba demasiado preocupado por Luís y aun así había antepuesto su propósito al no meterla en sus problemas. Se sintió avergonzada por exhibir tan campante el tamaño de su egoísmo, mientras que su compañero sufría en silencio.

No lo pensó, con un doloroso suspiro, dejó que su cuerpo adquiriera la forma adulta que debería tener la quimera que seguro esperaba y se acomodó a su lado sin despertarlo. Podía mantenerse ahí durante unos minutos, al menos hasta que soltara su mano, así después iba a desaparecer antes de que pudiera notarla.

✴ ✴ ✴

Requiescant in pace: Significa "descanse en paz" en latín. 
El cementerio que se menciona en este capítulo existe en Argentina, Buenos Aires y lo pueden encontrar con el nombre de Cementerio de la Recoleta. (inserte panoramica del lugar by wikipedia uwu)

¡Buenas noches! ¿Cómo están? Muchas gracias por esperar, ojalá les haya gustado este capítulo tanto como a mí me gustó escribirlo. Estuvo tranquilo, para lo que estoy acostumbrada y me emociona afirmar que es uno de los últimos de este estilo, por lo que procederé a hacer estallar el arco final de esta historia, YAS.

¿Notaron quien maneja siempre el taxi?

¿Ustedes también esperaban que el plan de Mikaela saliera mal?

¿Opiniones sobre Gael?

¿Les gustaría que Mika lxs llevara a conocer su biblioteca?

¿Preguntas para Génesis?

¿Quién fue la persona que dejó las galletas en la puerta de Gen?

¿Creen que Mika se va a dar cuenta que hay alguien abrazándolo?

¿Dónde andará Luis? Lo averiguaremos.

Recuerden tomar agua, y nos leemos el domingo que viene

—Caz.

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