Unicornios

By AaronLaiz

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amor con dosis de transferencia emocional. electrónica y algo de poso transcendental. cuando haces pop ,ya no... More

Torcuato, recuerdo
Despertar

marzo del 82, estoy mayor.

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By AaronLaiz

Marzo de 1982

REPRESIÓN

Siento que me ahogo, la espesa niebla casi no nos deja respirar, a mi derecha Liliana está por desfallecer en el momento que el profesor de laboratorio da la orden de encender los mecheros Bunsen de todas las mesas, a los fines de que el gas lacrimógeno se eleve y el aire se vuelva respirable.

A tientas tomamos nuestros encendedores, con la garganta agarrotada y lágrimas en los ojos logramos hacerlo y nos sentamos en el piso a recuperar el aliento, estamos en eso, cuando la puerta explota y la guardia de infantería ingresa al recinto.

El animal a cargo, nos ve en el piso, mira los mecheros encendidos y lee rebeldía. De su diminuto cerebro parte la orden, cortan el gas y con los feroces palos de madera destruyen todo el instrumental del laboratorio, luego van por nosotros y nos sacan de los pelos al patio cerrado del primer piso.

Sin más culpa que haber quedado atrapados en medio de una justa protesta del centro de estudiantes, reclamando por la aparición de varios compañeros desaparecidos, nos formaron en círculo en medio de la bruma tóxica.

Poco tardaron un par de compañeras en caer al piso semi asfixiadas, sin permitirnos ayudarlas. Liliana no cayó al quedar agarrada a mi brazo. Viéndola buscar mi protección sabiéndola tan fuerte y combativa, y recordando como nos conocimos, me lleno de orgullo.

Nos vimos por primera vez durante el curso de ingreso y poco a poco nos fuimos acercando. Encandilado yo por su belleza y admirada por mi preparación, nos complementamos a la perfección.

Todo lo que a mi me asustaba de mi nueva aventura en un mundo completamente diferente al que me había criado, se contraponía al terror que le inspiraban a ella las ciencias duras.

Adaptarme a mi nueva realidad me estaba costando demasiado, cambiar los espacios abiertos en los que había crecido, rodeado de afecto y disciplina, por la estrechez del cuarto de la pensión de estudiantes, resultó un trabajo más duro de lo que pensaba.

Dos años mayor que yo, su presencia en mi vida supuso un cambio en mis paradigmas y un nuevo enfoque  para entender mi nueva realidad. Nos fuimos acercando poco a poco y nos convertimos en complementarios.

Liliana fué mi guía en la gran ciudad y mi instructora en la agresiva sociedad capitalina, impresionado por su fortaleza, fuí feliz de asombrarla con mi gran preparación pedagógica y la simpleza de mis razonamientos. Nos reuníamos a estudiar en el departamento que compartía con su hermana y terminamos siendo pareja.

Su larga melena castaña, sus ojos color miel y su sinuoso cuerpo formado en mil horas de gimnasio me tenían eclipsado. La noche de un sábado cualquiera, eufóricos por haber terminado un arduo trabajo de física en menos tiempo del esperado nos abrazamos para festejarlo y terminamos besándonos enamorados.

Mucho has tardado en decidirte. Me dijo con picardía

Es que aún no lo hago.

Ven que te convenzo

Me contestó con una sonrisa en el rostro y me llevó de la mano a su dormitorio.

Nos desvestimos en silencio mirándonos a los ojos, ensayando el viejo rito de seducción entre dos seres que se atraen, me di cuenta de su respiración agitada y de como luchaba para controlarse por miedo a espantarme, asumiendo mi presumible inexperiencia.

Se recostó de espaldas en la cama, mirándome expectante con las piernas abiertas esperando mi acoplamiento, sin esperarse que me arrodillara entre ellas y tomara posesión con mi boca de su coño pelón. Cuando en medio de la batalla, tomó conciencia de que mi preparación curricular contemplaba muchas horas de instrucción femenina, nos acoplamos y el polvo se volvió frenético. Terminamos exhaustos y derrengados entre carcajadas, y desde ese día nuestra comunión fué total.

Al llegar el verano, me invitó a compartir unos días en el chalet de la costa donde estaban radicados sus padres, una pequeña y hermosa ciudad frente al mar, a cuatrocientos cincuenta kilómetros de la capital. Días hermosos que quedaron grabados en mi recuerdo, así como quedaron grabados nuestros nombres en la corteza del viejo árbol de la plaza.

Conocer a su familia fue conocer un mundo nuevo. Antonio, su padre, un hombre,de sesenta años, era un carpintero nostálgico del mundo bolchevique y Rosa, su madre una maestra retirada sesentona muy combativa, que lamentablemente estaba sufriendo los primeros síntomas de demencia senil.

Discusiones de política en plena dictadura, circulación de periódicos clandestinos y la aventura libertaria, me fueron conmoviendo de tal manera, que al año ya estaba militando junto a ella en el comité barrial dirigido por Juan, un treintañero de mucha labia, eterno estudiante de filosofía. 

Su buena apariencia física, su buen porte y según los rumores, una polla prodigiosa, le aseguraban la admiración de las compañeras militantes que lo escuchaban embobadas. Liliana entre ellas.

Debo reconocer que su discurso contestatario, su forma de plantearnos un mundo nuevo más justo y equitativo, eran un canto de sirena para nuestras mentes juveniles deseosas de cambiar el mundo. Y noches como la que estábamos viviendo en la facultad, echaban combustible al fuego pasional que nos empujaba.

Con un empujón me alejan de los recuerdos.

Si bien es denigrante la forma en que nos tratan, como si el solo hecho de ser estudiantes nos convirtiera en enemigos, peor es ver que entre los formados se halla el director de la cátedra, un venerable y  anciano científico, autor de muchos libros de texto, que se negó a dejar solos a sus alumnos. Finalmente nos hacen bajar en formación por las escaleras y luego de tomarnos los datos, nos liberan. 

Lamentablemente, después supimos que no todos tuvimos la misma suerte y un par de compañeros pasaron a integrar la lúgubre lista de los que no se volvió a saber nunca más, víctimas inocentes de sus gritos de libertad.

Marzo de 1982

GRITOS DE LIBERTAD, ILUSIONES DE REIVINDICACIÓN 

La niebla de los recuerdos se agita y se transforma en la formada por el humo de las antorchas y el griterío infernal de la multitud, que le dan a ese treinta de marzo la atmósfera de un movimiento libertario. Por fín las agrupaciones sindicales más reaccionarias han depuesto su actitud colaboracionista y enfrentan junto al pueblo a la dictadura en sus propias narices.

El sentimiento de revancha, dos semanas después de la violenta represión en las universidades, inunda el alma de los jóvenes estudiantes y trabajadores y llenan la plaza frente a la casa de gobierno, gritando y saltando alborozados.

Liliana y yo junto a Juan, el líder de nuestra agrupación, somos parte de esa alegría y compartimos junto a nuestros compañeros la esperanza de un futuro libre de opresión, sin ningún espíritu de revanchismo.

Los insultos a los milicos a todo pulmón son un desahogo para el alma, hasta que, como si fuera una pesadilla todo cambia... La niebla me envuelve nuevamente y cuando se disipa, ya no es treinta de marzo. La gente sigue saltando y gritando pero los insultos se tornaron en loas y los reclamos en agradecimiento.

Cuando el beodo general que dirige el país se asoma al balcón y la multitud lo empieza a vitorear, miro a mi alrededor y para mi estupor, Juan y Liliana siguen

bailando y agradeciendo. Sin poder creer lo que veo, me derrumbo en un banco aterrado.

Las imágenes saltan en mi cabeza como en  un caleidoscopio infernal, la pesadilla no termina, mi mente no se aclara y los gritos continúan. El loco calendario agita sus hojas como un perverso prestidigitador y clava la hoja en el dos de abril, sumiendo mi alma en un horror tan profundo, que mi cerebro apaga mis sentidos por pura protección y mi cuerpo se derrumba presintiendo la traición.

En ese preciso momento una mujer que atraviesa la plaza rumbo a un destino incierto, me vé y salta hacia mí, justo a tiempo para tomarme de los hombros y volverme a sentar, sin poder evitar que mis grandes  lentes oscuros caigan  al piso. 

Se agachó para levantarlos y cuando me los tiende para que los recoja, se queda paralizada mirándome a los ojos. Aterrado, la tomo de las solapas y le ruego a los gritos.

¡Quédate conmigo, no te vayas, no lo hagas, ¿No te das cuenta? ¡Es una trampa!.

La aterrada mujer con el corazón en un puño, forcejea unos minutos buscando no alterarme más de lo que estoy, se suelta de mis manos y  reemprende su camino alterada y sacudiéndose del cuerpo tan amarga experiencia, sin percatarse del silencio que envuelve de pronto  la plaza, ni de todas las miradas clavadas en ella.

La nebulosa vuelve, mis sentidos se ponen en guardia y una a una van cayendo sobre la mesa las cartas del Tarot, que  anuncian el desastre inminente. Imágenes de una traición que mi cerebro se niega a procesar.

La traición

Al llegar al comité del partido todo es una fiesta, me encierro con Juan y Liliana en la oficina del primero y los encaro...

¿Están todos locos?¿Que festejan?

¿Como que festejamos? Recuperamos las islas loco. Me contestó Juan excitado

¿Pero no te percatas de la maniobra? Hace un par de días se dieron cuenta que se estaban yendo, se están aprovechando del sentimiento de la gente, solo quieren perpetuarse en el poder.

¿Y tú no te das cuenta que la guerra los va a desgastar? ¿O te piensas que va a ser fácil enfrentarse a una potencia mundial? Eso si deciden molestarse en movilizarse hasta acá, además los yankis no los van a ayudar. Perderían el apoyo de toda latinoamérica.

No sabes lo que dices, las islas les dan el control del Atlántico sur, todo la OTAN los va a apoyar ¿Con que los vamos a enfrentar?¿Con los colimbas? Ellos son profesionales.

Eres el mismo pesimista de siempre, déjate de joder, no nos amargues la fiesta después de tantos años de angustia.

Empezaron a saltar de nuevo enajenados, cuando aparece el alcohol y los porros hacen su presencia, es un desmadre tal que no aguanto mas. Me voy a lamer las heridas a casa.

Llega la medianoche y Liliana no aparece. Por miedo a que le pueda pasar algo al volver a esas horas, ya que los servicios siguen operativos, me vuelvo a la sede para buscarla y acompañarla de regreso.

Todo está en silencio salvo unos quejidos provenientes de la oficina de Juan. Temeroso de lo que voy a encontrar, me asomo a la puerta y me encuentro con el peor cuadro que un alma enamorada y comprometida se puede encontrar.

Juán está sentado en su sillón con los pantalones por los tobillos y Liliana de espaldas a él, salta semidesnuda sobre su regazo con los ojos cerrados y las tetas expuestas, apretujadas por él.

Me quedo hipnotizado, viendo como su coño se traga goloso el tremendo pedazo de nuestro amigo, con una comodidad y complacencia, que habla a las claras de que no es la primera vez.

Cuando Liliana abre los ojos y me vé pega un salto, se desacopla de su amante y trata de alcanzarme. Antes de que lo logre le cierro la puerta en la cara y la dejo trabada con una silla. 

Tardarán en salir y no les será fácil pedir ayuda, ese tipo de traiciones hunden a un dirigente social. Es el tiempo que necesito para recoger mis cosas del departamento que compartíamos y mudarme a un hotel.

Una semana mas tarde, me enrolo como voluntario para huir de mis fantasmas, junto a cientos de muchachos asustados, pero dispuestos a entregar la vida por su patria. Convencidos de que la justicia de la causa, es suficiente argumento para lograr la victoria.

Niños de dieciocho años, mal vestidos y equipados, que comandados por los mismos asesinos que durante seis años sometieron a su pueblo, marchan a enfrentar a una potencia nuclear dispuesta a no ceder terreno. Niños que están lejos de imaginar el horror que les tocará vivir.

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